Palos con aires del norte de España (I)

Eduardo Ternero - domingo, 11 de junio de 2023

El flamenco, desde que empezó a universalizarse, fue tomando inquietud entre la gente, lo que le hizo ser aún más popular.  El primigenio flamenco se extendió por toda Andalucía, subiendo como salmón por las aguas del Guadalquivir hasta cada rincón de nuestra tierra; pero también lo haría fuera de ella. Ya sabemos cómo los aires flamencos marchaban hacia América en los galeones cargados de esperanzas andaluzas, de cantes de nostalgia y volvían junto al oro y la plata con aires del Caribe, de Centro América, de la Pampa… También, los mineros almerienses se desplazaban hacia el levante murciano, llevando en sus alforjas sus sones flamencos que se unían al folclor de la Unión, de Cartagena, creando, como sabemos la Cartagenera, la levantica, la murciana…  

El Maestro Otero  

Si aquellos gitanos de la Baja Andalucía marchaban hacía Extremadura, en sus labores como tratantes de ganado, herradores…, sus cantes y sus bailes iban tomando aires nuevos, se fundían en tangos y en jaleos extremeños; si lo hacían Cataluña, obligados por el hambre, para ocuparse de la industria y la construcción, nuestros sones encumbraban nuevos sones para la soleá, la seguiriya, en rumba catalana… y por qué no, en otras zonas como la cornisa Cantábrica – que no iba a ser menos –, también el flamenco irrumpió y colonizó los aires y los sones de Asturias, Galicia…, dando lugar al nacimiento de las farrucas, el garrotín, la asturiana o praviana… No sería de extrañar que pronto escuchásemos cantos procedentes del folclor japonés o de cualquier otra parte del mundo que se haya impregnado con el sentir del flamenco, con lo ‘jondo’ y de esa amalgama o simbiosis se conformase un palo nuevo, que, en contraposición al purismo y su estancamiento, seguiría engrandeciendo nuestro arte.

Recordemos que han sido muchos los cantaores, bailaores y guitarristas del mundo del flamenco que, aunque no nacieran en Andalucía, mamaron en sus casas el flamenco y el arte que sus antepasados, de aquellos que, por avatares de la vida, tuvieron que alejarse de sus lugares de origen y que entre sus alforjas se llevaron el arte de nuestra tierra. Pero no es el caso de hacer un listado de ellos, puesto que nos quedaríamos cortos y se nos escaparían muchos de ellos.

 Rafaela Valverde La “Tanguera” 

Hablemos, pues, de esos cantes que tienen parte del acento norteño, cantábrico… y parte de ‘soníos jondos’ del flamenco. Fijemos nuestro interés en esa forma de expresar los sentimientos, a través de la música, de ese puente que se estableció entre las tierras de María Santísima andaluza y las Cornisa Cantábrica donde reinaba Covadonga. Hablemos en primer lugar de la Farruca. Su nombre, según estudiosos de lo etimológico, puede proceder del vocablo árabe “faruq”, que significa valiente. Otro dicen que puede ser por el apelativo con el que se denominaban a los gallegos y asturianos en Andalucía: “Farruco”. 

La realidad es que no se sabe con certeza su origen, tanto el de su nombre como el de su apoyatura musical. Cierto es que, en principio, sus letras tenían como referentes y aludían a las tierras gallego-asturianas. Sin embargo, musicalmente pertenece al género flamenco de los tangos. Por ello, muchos flamencólogos coinciden en decir que la farruca pudo ser cantada por migrantes del norte español (gallegos, asturianos, cántabros…) que en masa partieron hacia América, a lo largo de todo el XIX; que, una vez allí, se aflamencara con los sones del mestizaje Caribeño y de los países latino-americanos, para volver de nuevo a entrar por Cádiz, a Andalucía, casi tal y como la conocemos. Aunque, desde las primeras farrucas que grabara la “Torrerica”, con un aire zarzuelero, hasta la que canta hoy por ejemplo la sanluqueña, Laura Vital o Sandra Carrasco, haya más de un siglo de diferencia, en ambas se ven semejanzas y son bastante cercanas. Pero desde entonces hasta hoy ha sufrido un largo proceso.

El compositor José Serrano 

Dicen que Manuel Lobato “El Loli” fue el primero que las cantó, el primero del que se tenga memoria que la aflamencó. Después, de él, sí tenemos certezas; serían Manuel Torre y El Mochuelo los primeros que las grabaron, tal como las conocemos. En cuanto al acompañamiento y sus falsetas, serían las guitarras de los maestros Ramón Montoya y Sabicas quienes la fueron conformando, dándole ese aire cuasi parecido al que nos ha llegado hasta nosotros de lo registrado durante la etapa de la Ópera Flamenca. Después vendrían otros genios como Enrique de Melchor, Manolo Sanlúcar, Paco de Lucía..., quienes magistralmente la fueron encumbrando y elevaron sus cuerdas hasta conseguir la melodía que hoy escuchamos; que, por cierto, la Farruca anda muy ligada a los llamados cantes de Cádiz sobre todo a los tanguillos y al garrotín. Apuntan otros músicos que igualmente se deja entrever en el toque una mezcla entre la zambra, el tango argentino y el pasodoble. Diremos que ocurre lo propio cuando un sumiller realiza una cata a un vino y te da explicaciones sobre los aromas y regustos que despide. Cada persona, como ocurre con los colores, gusta, ve, oye y huele de manera distinta y en lo referente al flamenco cada uno es capaz de entresacar sones y reminiscencias que otros no apreciamos.

La cantaora Sandra Carrasco 

Dicen que la farruca era un baile propio de los hombres, que las mujeres que lo ejecutaban solían hacerlo con pantalones. A principios del XX se decía que su creador había sido un bailaor al que llamaban “el Gato”  que iba en la troupe con Gabriela Clavijo “Gabrielita la reina del garrotín” y que posiblemente  la Farruca provenga del garrotín.  

Sin embargo, hay otras teorías, sobre todo la del bailaor y escritor José Otero, el “Maestro Otero”, el cual, en su libro Tratado de Bailes de Sociedad, nos da nociones sobre como ejecutar muchos bailes, sobre todo andaluces. Otero, nos viene a decir que el creador de la Farruca fue el bailaor Francisco Mendoza Ríos, un gitano nacido en Triana (1870), de nombre artístico “Faico”, quien en un momento dado de su carrera – estando actuando en el Café la Marina de Madrid –, quiso ampliar su repertorio de baile, siguiendo los pasos del garrotín que hacían gitanos de Granada, Sevilla… y con la ayuda sobre todo de Ramón Montoya y de unos amigos, inventaría el baile de la Farruca (estamos en 1908). Sigue en sus comentarios José Otero diciendo que “Faico” cosecharía muchos éxitos en Madrid, Barcelona y hasta en París. Completa su historia diciendo que el compositor Enrique Granados se inspiraría en estos bailes de “Faico” para componer su Danza Gitana. También, sería algo más tarde cuando se produce la incorporación de la mujer al baile de la Farruca, que vendría de los brazos y los pies de Tía Juana la Faraona, de María de Albaicín y  la Tanguera. 

Por tanto, ya tenemos otra versión sobre el origen de la Farruca y esta vez aduciendo que pudiera ser como una especie de hija del Garrotín. En cuanto al tipo de soporte poético empleado, tanto la Farruca como el Garrotín se cantan apoyados en una estrofa de 4 versos octosílabos, como muchos de los cantes que alumbran al flamenco. Se suele acompañar con la guitarra y las palmas, aunque es moda que, muchas de las grabaciones actuales, estén acompañadas por instrumentos de percusión o el fondo de una orquesta para darles más musicalidad.

Ya, en tiempos más cercanos a nosotros, la Farruca fue renovada y llevada a los escenarios por muchos bailaores y bailaoras como Antonio Gades, quien la incluiría en su repertorio con el ballet nacional; también José Menese abundaría en su cante, pero con letras alusivas a las reivindicaciones de clase, como solía hacer el maestro de la Puebla de Cazalla. Hoy día, muchos cantaores y cantaoras recurren a la Farruca, porque, aunque antes fue un cante más duro, hoy, siguiendo los pasos que marcara Pepe Marchena, se hace con más florituras y filigranas donde los artistas se pueden lucir por los arcos melismáticos que se le añaden.

Y ya que estamos, les cuento otra versión, en la que se dice que, la Farruca, posiblemente provenga de una tonadilla que formaba parte de la zarzuela o de un sainete lírico llamado Alma de Dios que el compositor José Serrano compusiera hacia 1907, un año antes que “Faico” y Montoya, en el cual se incluía una Farruca. Nosotros, tras escuchar esta versión, hemos visto semejanzas en sus letras pero no en su música. Así que, seguimos con bastantes elucubraciones sobre el origen de este palo. CONTINUARÁ.