La mujer en el flamenco (I)

Eduardo Ternero - 10 de mayo de 2020

A estas alturas del XXI, titular este artículo: “La mujer en el flamenco” nos perece una especie de insulto, es como poner un apéndice, un relleno   en este arte que parece ser, en un principio,  todo el mundo parece calificar como machista,  al menos cara  al exterior.  Sabemos que dentro de la cueva, en los corrales, en los pueblos;  en las reuniones, en las fiestas flamencas…, la mujer ha participado tanto o más que el hombre. 

La Andonda

Además ha sido la transmisora de esos valores flamencos a la prole.  Recuerden lo que decía Camarón, “Todo lo que sé,  lo he ‘aprendío’ de mi ‘mare’ ”;  efectivamente, hemos podido ver un documental (años 70 del XX),  donde  Juana Cruz hacía unos cantes con los mismos rasgos y ‘soníos’ flamencos que los hacía su hijo  José Monge Cruz. No debemos olvidar que la presencia de la mujer ha sido básica en la formación y desarrollo de los cantes flamencos.

          Cierto es que, hasta “ayer”, estaba mal visto que una mujer anduviese por los tablaos, por salas de fiesta, en definitiva que se dedicase al ‘artisteo’. Pero hubo muchas y muy buenas cantaoras, balilaoras y tocaoras a lo largo del XIX. Son las que vamos a intentar retrotraer, por ahora, hasta  la irrupción de Pastora Pavón “Niña de los Peines”. 

Tenemos reseñas de una gitana cantaora, de inicios del XIX llamada María Amaya Heredia “La Andonda”. Se cree,  nacida en Morón hacia el 1831, aunque otros apuntan a que ese apodo proviene de “María la de Ronda”. Se asevera que vivió con su hijo (Manuel) en Cartagena hacia 1895 y  se sabe que tuvo una hermana gemela que vivió en Triana hasta inicios  del XX. Lo cierto es que su vida estuvo marcada por el cante y por los amores. Su vida  transcurrió entre Morón, Utrera y Triana. No sabemos si “El Fillo”, su primera pareja (ella una niña, él un viejo),  la conoció durante sus estancias en Morón, cuando iba a ver a sus primos, a compartir cantes y donde conoció no solo a “La Andonda” sino también al todavía niño Silverio.

 Dicen de ella que era una mujer brava, bebedora, pendenciera…, pero su fama en el cante estaba patente en los mentideros de Triana, por su forma y  su estilo único. Su muerte no la hemos encontrado certificada, pero creemos que sería a inicios del XX.

La Serneta

Mercedes Fernández Vargas “La Serneta”, nacida en Jerez en 1840, hija de un gitano herrero/fragüero. Fue una artista muy  completa, dotada de  gran belleza. No solo fue una gran cantaora sino también guitarrista. Desde pequeña, bebió de las fuentes de Tío Luis el de la Juliana, de Curro Pabla, Tía Salvaora… Por casamiento, con 16 años, se fue a vivir a Utrera, donde desarrollaría su arte. Con el tiempo,  se  amoldó a los cantes utreranos, creando hasta siete estilos de  soleares, con una calidad,  una ‘jondura’, que surgieron seguidores e imitadores por toda la geografía andaluza. Se trasladó a vivir a Madrid, donde impartió clases de guitarra a los hijos de la aristocracia. Volvió, tras muchos éxitos y buena consideración a Andalucía, al ser requerida por todos los empresarios de la etapa de los cafés-cantantes, actuando en casi todos los de Sevilla como el  del “Burrero” cuando lo llevaba Silverio. Coetánea del “Nitri”, el “Mellizo”, Manuel “Cagancho”…, es considerada como la mejor intérprete de la soleá  del XIX, sobre todo como creadora de la soleá de Utrera,  ciudad donde  murió  en 1.912.

María Fernández, “María Borrico”, nacida en San Fernando en 1830 y hermana del “Viejo de la Isla”,  es considerada como una de las primeras mujeres en cantar por seguiriyas. Su apodo es debido a su voz afillá y su cadencia de cante. 

Cartel de 1885 donde aparece Concha Peñaranda.

Compuso y modificó varios estilos flamencos, recogidos de los antiguos cantores, que luego  continuaría Silverio; de entre estos, su célebre seguiriya ‘cambiá’, de mucha calidad musical que María introdujo en las seguiriyas de entonces; aunque, muchos autores piensan que pudo ser la ligazón entre la seguiriya antigua y la moderna. Hoy  se  suele usar para rematar cantes como la  seguiriya o la liviana. Ejemplo de estas ‘cambiás’ son los cabales, una estrofa  con la que  muchos cantaores  rematan una tanda de cante, que requiere un esfuerzo añadido, pero añade gran belleza para finalizar. María, en su madurez,  actuaría  en cafés  de Madrid, pero no se ha podido saber el año de su muerte.

 ”La Peñaranda”, apodo-nombre de una cantaora llamada Concha. Nos vamos a referir a ella con muchas dudas, ya que fue coetánea de otra artista que se denominaba igual y, ahí,  en ese mar de dudas, siguen los investigadores del flamenco. Dudas sobre quien fue la creadora de la malagueña: (Concepción Peñaranda “La Cartagenera” o Concepción Rodríguez “La Peñaranda”) una de apodo y la otra posiblemente de apellido Peñaranda. Una de ellas nacida en la Unión y otra en Málaga. Tan claro no está, pues llevaron vidas paralelas. Pensamos que fue la de apellido Peñaranda, quien  vivió en Cartagena  y que interpretaba los cantes de levante  a la perfección.  Igualmente sería  la que actuaría  en el café del “Burrero” de Sevilla, de la que nos cuentas sus éxitos Fernando el de Triana.  Esa creemos que fue Concha  Peñaranda, la que haría famosa la malagueña:   “Ni quien se acuerde de mí, yo no tengo quien me quiera….”