El virtuosismo de la guitarra de Jerez (I)

Eduardo Ternero - domingo, 11 de diciembre de 2022

Siempre hablamos de la cuna del cante, de la escuela y la herencia cantaora de Jerez, de la inmensa cantidad de artistas del baile y del cante que ha dado esa tierra gaditana, incluso la fama mundial que ha adquirido por sus vinos, sus caballos, su circuito de carreras…, pero pocas veces decimos que también el toque, la guitarra, ha tenido y tiene su máximo esplendor. 

Después de la escuela gaditana, que tuvo como grandes maestros a Patiño, Paco “el Barbero”, Juan Gandulla “Habichuela”…, surgieron grandes tocaores y muchas sagas de guitarristas jerezanos que han llenado los escenarios de todo el mundo. Muchos estudiosos, musicólogos y flamencos, afirman en decir que la guitarra de Jerez tiene una idiosincrasia propia, que la escuela jerezana tiene un toque muy peculiar con respecto al resto del mundo de la guitarra. No vamos a entrar en la discusión, ni en comparar su estilo con otros; pero lo que sí es cierto es que, la sonanta de Jerez, tiene otro ritmo, una musicalidad mucho más viva, más dinámica que la de otros lugares; posiblemente por la gitanería que se asentó desde hace tanto en sus barrios de San Miguel y Santiago y que impregnaron al flamenco jerezano un estilo muy singular, sobre todo en la bulería, para escuchar o la bulería al golpe.

Juan Gandulla “Habichuela”

Expertos musicólogos como Claude Worms y guitarristas como Moraito Chico o Manuel Parrilla afirmaron que hay más afinidad entre el toque de Jerez y Morón que con cualquier otro lugar como los Puertos, Lebrija, Utrera…

No cabe duda que tras aquellos artistas primigenios de la bajañí de los cuales no nos han quedado reseñas ni sus nombres, el principal heredero fue Javier Molina Cundí, “El Brujo de la Guitarra”. Javier nació en el barrio Santiago de Jerez en mayo del 1868, hijo de Francisco Molina y Antonia Cundí. Su niñez estuvo marcada por la música, pues desde los 8 años acompañaba a cantaores y a un violinista ciego que se ganaba los cuartos por los bares… Con 12 años daba clases a principiantes y junto a su hermano Antonio, que era bailaor, actuaban por los tabancos y bares jerezanos “pasando la gorra” hasta que lograron ser contratados en un café cantante “Vera Cruz”, de la ciudad del vino.

Con 16 años, entabló amistad con un entonces muchacho, llamado Antonio Chacón, que tenía su misma edad y junto a su hermano marcharon por toda la geografía andaluza y extremeña, cantando en todas las ferias y fiestas donde les llamaban. En la biografía de D. Antonio Chacón sale a relucir muchas veces el nombre de este gran guitarrista, en ella se cuentan sus hambres,  sus anécdotas, sus vicisitudes…, pues la mayoría de las veces iban andando de pueblo en pueblo, y se vestían con sus ropas de artistas en los extramuros. Estas y  muchas más vivencias  se preocupó, el mismo Javier Molina, de ir plasmándolas en unos escritos que dejó para la posteridad.

Javier Molina Cundí

El maestro Patiño, Paco el Barbero, sobre todo su compañero y coetáneo el jerezano Antonio Sol, fueron seguramente los espejos donde Javier Molina se miraría para su aprendizaje,  aunque siempre abjuró de ser discípulo de nadie y se enorgullecía de ser autodidacta. Es cierto que  Javier Molina le dio a su guitarra un toque muy especial, pero no es menos cierto que sus antecesores, como Julián Arcas en lo clásico-flamenco, dejaron huella en él. 

Javier, llegó a trabajar junto a Paco Lucena, de donde seguramente sacaría nuevas enseñanzas que luego trasladó a las generaciones posteriores como Diego del Gastor, Manuel Morao, Niño Ricardo… Quienes le conocieron acertaron en decir que dominaba tanto la guitarra clásica como la flamenca, y que fue el impulsor de los toques al aire y al gran desarrollo del manejo de la mano izquierda, en la creación de falsetas. Aquellos cantaores, que tuvieron la dicha de ser acompañados por él, dirían que Javier daba un toque especial al cante por alegrías y que su forma de tocar por bulerías marcó un hito en el mundo flamenco, al igual que le diera un toque muy especial a la seguiriya.

Tras su separación de Chacón, estuvo acompañando a muchos cantaores e incluso, cuando el hambre apretaba, llegó a formar un dúo con el guitarrista Pepe Crévola que, por aquellas fechas, estaría actuando en Madrid, en el café del Gato.

Isidro Sanlúcar 

Fernando el de Triana diría de Javier Molina: “Es el guitarrista que más cuidado tiene en conservar los acompañamientos de los más difíciles cantes antiguos, pero sin dudar un átomo en el momento que el cantaor los inicie”.  Era tan especial su forma de tocar, pues introducía sonidos y falsetas de la guitarra clásica al flamenco, Tanto era así que muchos de los guitarristas consagrados se acercaban a escucharle para poder aprender su forma de tocar…

A Javier Molina, como empezó tan pequeño y tuvo una vida tan extensa, le dio lugar a poder acompañar a tres generaciones de  artistas; empezó con Chacón, siguió con la Niña de los Peines, con el Tenazas, con el niño Caracol…, incluso tuvo tiempo de acompañar a los mejores representantes de la Ópera Flamenca. Estuvo actuando durante mucho tiempo en Madrid, en los Gabrieles, acompañando a muchos artistas del momento, en Sevilla actuaría en el Olimpia…, de gira con la Niña de los Peines por toda España… Vuelve a Andalucía y actúa en Jerez en la Alameda Vieja en un café de verano. Después va a Sevilla, al café Novedades y al Kursaal hasta su cierre en 1935. Molina, por entonces, era requerido en todos los eventos flamencos que se preciaran de notables, ya dijimos que los Domecq, en el segundo Centenario de su firma, le buscaron para que asistiese a su evento y estuvo acompañando a lo más granado de la época.

Gerardo Núñez

Asistiría también a Sanlúcar en 1931, invitado por los Infantes de Orleans, junto a María Pantoja, el Cabeza y Lolita Flores, para una fiesta. Seguidamente, se trasladaría al teatro Cervantes de Lucena con Estrellita Castro… Luego, acudiría al homenaje a Chacón en Jerez y acompañando ese mismo año a muchos artistas en la Feria de Jerez como las bailaoras Rosario Heredia, Lolita Méndez y al bailaor Paco Laberinto, junto a los cantaores Rafael Pantoja, Tomás Torre…  Su enorme trasiego artístico comenzaría a declinar cuando comienza la Guerra Civil; Molina se recluyó en su Jerez y allí logra mantenerse gracias a las clases de guitarra que impartía y salía solo cuando era requerido para participar en actos benéficos.

Qué Javier Molina ha sido uno de los grandes guitarristas, acompañantes del flamenco, no cabe duda, pero, según se desprende de su manera de tocar y de sus escritos, sentía verdadera debilidad por tocar sus “solos” de guitarra, de ello se desprende que era un enamorado de la música clásica y por ello interpretaba y arreglaba óperas, zarzuelas… incluso se queja el mismo que por estas cosas que le llenaban, dejó de aprender más de los maestros como Patiño, Arcas, Lucena… que le hubieran llevado a ser aún más virtuoso de la sonanta flamenca.

A partir de Javier Molina, podemos decir que comienza la escuela de la guitarra jerezana. Después vendrían muchos y grandes intérpretes como Perico el del Lunar, Rafael del Águila, Çurrito el de la Jeroma, los Moraos, los Jero, Paco Cepero, los Parrilla, Gerardo Núñez y un largo etcétera, hasta la actualidad. Una extensa lista de artistas de las seis cuerdas que han llenado los escenarios y han grabado con sus nombres páginas enteras de la historia del flamenco.

Javier Molina moriría en 1956 a punto de cumplir los ochenta y ocho años en su ciudad de Jerez. Fue un guitarrista que a pesar del grado de conocimiento que tenía y de su trayectoria artística, no nos dejó un legado de grabaciones. Pues solo se le conocen grabadas dos soleares y dos seguiriyas con Manuel Torre. Si se dispusiera de grabaciones en las que interpretara alguna bulería, podríamos saber si las que tocan los Morao y otros jerezanos provienen de ahí. Porque con toda seguridad fue maestro de los entonces llamados  “Los Moraito” de los que Manuel Morao es el máximo exponente. También se formaría con él como guitarrista Isidro Muñoz, aquel panadero de Sanlúcar que cuando terminaba la jornada iba en bicicleta a Jerez para aprender a tocar con Javier Molina. Aquel panadero, padre de Manolo Sanlúcar, que ha sido el continuador y el transmisor de sus toques a esta generación nueva como son Vicente Amigo, Rafael Riqueni… CONTINUARÁ

MANUEL TORRE CON JAVIER MOLINA Soleares

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