Rincón Flamenco - "Reflexiones sobre el flamenco" por Eduardo Ternero Rodríguez
Eduardo Ternero - domingo, 1 de septiembre de 2024
Finaliza el verano de 1934 y la República ya no convence a casi nadie. Las clases más necesitadas, obreros, campesinos…, la gente humilde ha visto como todo se quedaba en agua de borrajas; como el segundo bienio republicano – que se acercaba más a los criterios y postulados de la derecha–, no llevaban a cabo la Reforma Agraria prometida; los sueldos nos suben y, en cambio, los patronos (industriales y agricultores) contrataban a obreros forasteros por salarios más bajos. Esto llevaría a los socialistas y miembros de la UGT y CNT a ir a las huelgas que se convocaron a lo largo de toda la primavera del 34. En cuanto a la educación, la falta de recursos económicos, tanto de locales como de material, el absentismo, las condiciones higiénicas y el pago a maestros, hacen imposible llevar a cabo una reforma digna y suficiente que fuese capaz de sacar al país de aquella indigencia educativa.
Alejandro Lerroux
El 4 de octubre de 1934 Alcalá Zamora, presidente de la República, admite la dimisión del presidente del gobierno Samper y pone en su lugar a Alejandro Lerroux del Partido Republicano Radical, el cual incluiría en su gobierno a 3 ministros de la CEDA (partido de derecha que había sacado mayoría de votos), un hecho que los republicanos de izquierda interpretaron como una traición y se convocaría una huelga para el siguiente día, el 5 de octubre de 1934. En Madrid y muchos puntos de España la huelga – aunque se alargara 7 u 8 días –, ante la falta de acuerdos, de dirigentes y medios, sería un fracaso. En Andalucía, Extremadura y la Mancha, después de las represiones sufridas por los organismos gubernamentales – durante toda la primavera –, obreros y campesinos, no tendrían fuerzas para unirse en una gran huelga general. En cambio, en muchas localidades se levantaran grupúsculos contra el poder y los latifundistas. Sin embargo, debido a las detenciones y medidas preventivas (cerramiento de las Casas del Pueblo), en todas las provincias, la huelga tuvo un seguimiento desigual. Los gobernadores autorizaron a llevar armas a aquellos (tradicionalistas de derechas) que colaboraran en mantener el orden, componiendo una milicia ciudadana a las órdenes de la Guardia Civil para reprimir y hacer fracasar la huelga. En Cataluña se decretó el estado de guerra y en el enfrentamiento murieron más de 40 personas. En el País Vasco ocurriría un tanto igual; pero, sobre todo donde la huelga y los disturbios tendrían más repercusión sería en Asturias. Un Ejército Rojo Asturiano, formado por los mineros armados, fue represaliado por las tropas del general Franco y Goded, enviados por el Estado Mayor. El bombardeo contra ciudades asturianas, saqueos, incendios…, por las tropas africanas (legión y regulares), fue similar al usado en la guerra del Rif. En Asturias murieron más de 1400 obreros, hubo más de 2000 heridos y otros tantos encarcelados. Aquel hecho lamentable serviría a Franco como campo de experimentación para lo que se avecinaba.
En medio de aquellos conflictos, la Compañía, que habían montado Vedrínes-Monserrat-Marchena, seguía teniendo un éxito meritorio por todos los rincones a los que se acercaba, sobre todo por tierras andaluzas. Es recurrente decir que los mejores artistas del momento (Pastora, el Pinto, Canalejas..., con su voz; guitarristas como Antonio Delgado, Montoya, Niño Ricardo; el humor de Paco Flores y el baile de La Jerezana, Milagritos la Macarena, la Mejorana…) y sobre todo el “Niño de Marchena”, se encontraban en la cresta de la ola de la fama, sus voces se escuchaban a diario en el popular medio que era la radio y eran aclamados por los públicos, incluso en los lugares más recónditos.
Canalejas de Puerto Real
Terminada la etapa andaluza, la troupe, marcha para actuar a la capital pacense extremeña. Cuentan que en la primera actuación que tuvieron en la plaza de Toros de Badajoz el lleno era total, algo normal cada vez que se anunciaba la actuación del “Niño de Marchena”. Sin embargo, aquella tarde iba a ser algo diferente, pues, el puertorrealeño Juan Pérez Sánchez (1905-1966) “Canalejas”, henchido de orgullo y prepotencia, comentaría entre bambalinas y por los camerinos que, aquel éxito de público, aquel lleno hasta la bandera, era gracias a él. “La gente viene a verme a mí”, diría. Cierto es que, por entonces, Canalejas era un digno cantaor, descendiente de los “Paquirri”. Juan, actuaría en los mejores locales de nuestra geografía y fue muy apreciado en los locales de Marruecos; años más tarde ganaría la Lámpara Minera en 1963 y el Concurso Nacional de Córdoba en el 64. Pepe Marchena, como a otros muchos, lo llevó en su Compañía y le ayudaría en muchas ocasiones. Sin embargo, aquel año, Canalejas de Puerto Real, había tenido una gran repercusión con “Rocío”, unas bulerías que compusieran Rafael de León (letra) y el maestro Manuel López Quiroga (música). “Rocío”, desde que salió, arrasó en grabaciones y sobre todo en la radio. Dicen las crónicas que era una “hartura” escuchar a todas horas aquella “Rocío”, hasta el punto que Juan Valderrama contaba una anécdota refiriéndose a la citada bulería: “… llegaron a poner, una vez en un periódico de Madrid, un anuncio por palabras que decía: Se busca criada que no cante “Rocío”, cuando está trabajando”.
También Pastora llevaba en su repertorio su “Manolo Reyes” unas bulerías que había hecho famosa por toda España y Pepe Pinto, que seguía siendo con sus fandangos y sus recitados el cantaor flamenco que más llegaba al corazón de los afligidos. Pero, sin duda, el “Niño de Marchena” era el que más público atraía, los periódicos de la época no cejaban de ensalzar sus actuaciones y, en esta gira estrenaba, sus “Aires de los romeros de Almonte”, una combinación de canción y fandangos que, supuestamente, eran letras suyas, en la que exalta la unión entre Sevilla y Huelva por medio de su Romería. En esa grabación, Pepe, se adorna con muchas florituras, nunca mejor dicho, ya que, derrama muchas flores a la Virgen del Rocío. Todo tiene su explicación, aquel año, el marchenero no pudo asistir a la Romería del Rocío como hiciera otras veces por compromisos laborales y, sentimentalmente, le dolía no poder cumplir su promesa de asistir cada año.
Rojo el Alpargatero
Pero, sigamos con Canalejas y sus petulantes palabras acerca de su atractivo poder para convocar al público y los “llenos gracias a él”. Como siempre, hubo algún soplón que fue con el cuento al jefe, a Pepe Marchena, cuya vanagloria y vanidad estaban en aquellos momentos rebosantes y, sintiéndose un poco defraudado, salió a la plaza de Toros de Badajoz y de forma vehemente, cantó unos fandangos y se marchó. El público, según cuentan las crónicas de la velada, pensó que saldría más tarde para terminar su repertorio. Pero, viendo que era así, y que el acto terminaba, los ánimos se truncaron en gritos y abucheos pidiendo que saliera de nuevo el “Niño de Marchena”.
Por entonces, era Gobernador Civil de Badajoz el poeta y flamencólogo José Carlos de Luna, el cual envió a la Guardia Civil a buscar a Pepe y le obligaron a volver de nuevo a la Plaza para calmar los ánimos de los espectadores, antes de que aquello se convirtiera en una batalla campal. Y Pepe volvió a subirse al escenario, ante el delirio de la gente. Pausado y tras disculparse ante el respetable, cantaría durante más de una hora, recibiendo las más cálidas y sentidas de las ovaciones.
Con ello Pepe conseguía sus objetivos: demostrar que, a quien quería el público, era a él, sentirse valorado en su ego y sobre todo darle una lección a Canalejas, al que, a pesar de aquel altercado, de sus palabras y de su poco arrepentimiento, Pepe, le seguiría llevando en su Compañía. El marchenero siempre entendió que Canalejas era un gran cantaor y, el "Maestro", seguía teniendo el mismo respeto hacia él. Creemos, por este tipo de acciones, que, Marchena, jamás fue una persona rencorosa, ni sentía inquina por nadie; le bastaba el calor del público, hacer las cosas bien, sentirse a gusto y disfrutar de la vida.
Marchena, años 30
Cuando los flamencólogos intentan ubicarlo dentro de un prototipo de flamenco, seguidor de cualquier corriente, no pueden incluirlo en ningún modelo anterior. Sí puedes sentir retazos de Chacón, de Juan Breva, de Rojo el Alpargatero, incluso el maestro juega con los ‘soníos’ negros de Torre cuando quiere; pero, él, es distinto y todos a la vez; modula los cantes a su antojo, juega musicalmente con cualquier palo. Como dirían sus compañeros: “¡Marchena, hace bonito el cante!”, efectivamente, se podía decir, a modo de síntesis paradigmática, pero, sin dejar de darle el valor que eso tiene. Porque, Marchena, – lo han revelado muchos –, en la intimidad, es otro, vuelve a sus orígenes, canta el mejor flamenco, el más profundo. De cerca, cuando quiere, con íntimos, con amantes de lo ‘jondo’, Pepe, se aleja del barroquismo y rezuma pureza, exhala lo trascendente…, es inigualable.
Muchos han sido los que han estudiado el carisma de José Tejada Martín, muchos los que han intentado ahondar en la personalidad del “Niño de Marchena”, pero pocos han podido descifrar la desconcertante figura de Pepe, como cantaor de flamenco, como artista, como divo universal. Pocos han podido definir a Pepe como hombre, como amigo, como compañero, como marido, como amante, como hijo, como padre... El maestro jugaba con el yin y el yang; ¿era algo innato en él? O ¿Fue un proceso de aprendizaje a lo largo de toda su vida?