Origen: Palos del flamenco

Eduardo Ternero - 30 de noviembre de 2019

Para hablar de los primeros palos  del  flamenco, tenemos que  remontarnos a lo que existía antes, retrotraernos para sentar bases, puesto que nada surge de la nada. Remitirnos a las zambras moras, los cantos judíos,  romances traídos por los cristianos, el folklor que existía en la baja Andalucía…más el ritmo y la esencia oriental que aportó el mundo gitano.   Sabemos que el tiempo aflamencaría los romances y poco a poco  se fueron acuñando otros cantes  que derivarían en Toná, Debla, Martinete, Carcelera, Saeta,  Seguiriya…Poner  el orden primigenio   es también difícil, nosotros vamos a seguir la línea  que con más frecuencia se ha establecido por los estudios realizados y configurado en el árbol del Flamenco.

Las tonás son cantes originarios, “una música triste, que recorre la gama patética, desde el abatimiento oscuro y la fatal resignación hasta la desesperación más violenta y sombría”. Es un cante “a palo seco” sin guitarra ni ningún otro instrumento. Se considera a la toná como el origen en la formación de los cantes, estando  su antecedente inmediato en los romances. Baste saber que, bajo el nombre de toná, se han agrupado otros cantes que se realizan sin acompañamiento y que se conocen con el nombre de “martinetes” (toná de la fragua), “carceleras”(toná de las prisiones), “saetas” y  “deblas”(de origen enigmático.). 

Blas Vega cree que se comenzaron a cantar  o divulgar hacia el año l770. Precisamente, durante  último tercio del XVIII,  vivió en Jerez Tío Luis el de la Juliana, al que se tiene como el primer y gran intérprete de las tonás, el difusor por los caminos hacia Triana de ese tipo de cantes.  Pero, a partir de la aparición de los cafés-cantantes, dejaron de interpretarse al público,  porque no tenían la vistosidad del baile y la música de la guitarra. Igual pasó con la debla, la liviana… que tanto se prodigaban durante el siglo anterior. 

“Demófilo”: “Las tonás y livianas, como los martinetes y las deblas, que son cante antiguo y apenas hay quién se atreva a meterles el diente, se cantan sin guitarra”, hay que tener en cuenta que este comentario se hace en el año 1881. Sabemos que las tonás emigraron de Jerez de la Frontera al barrio  de Triana, y es aquí donde se conservó  en su forma más pura, y donde se cree,  fue produciéndose la transformación o evolución progresiva de las tonás en seguiriyas.  Demófilo relaciona veintiséis  tonás, otros que Silverio hacía diecinueve estilos  y que Chacón llegó a interpretarlas. Empero muchos estudiosos creen que se debe a la deformación y estilo de cada cantaor (recuerden que se aprendía de lo que se escuchaba en el momento y después cada cual hacía). Lo que sí es cierto es que han quedado reducidas a tres: toná grande (la más difícil de interpretar), toná chica (de los Pajaritos) y toná del Cristo. 

La línea melódica de todas las tonás es idéntica, la diferencia  entre ellas son sus letras y el cantaor que las interpreta, de ahí, es posible que venga esa relación de nombres con que Demófilo describe los tipos de tonás que le transmitió Juanelo. Hoy día, la toná, el martinete, la debla (algo menos) y pocas veces la carcelera, suelen ser  cantes que cierran espectáculos flamencos, en el que los intérpretes, todos sobre el escenario,  rememoran, sin instrumento, los orígenes y explicitan sus capacidades.

Tomás Pavón

El significado de debla es un misterio  del cante flamenco. Demófilo  atribuye el significado a su origen gitano; “Diosa”. Puede que sea el sentido que el gitano le daba a la expresión debla barea (te engañé) porque se usa para rematar un cante grande con un aire musical distinto.  José Blas Vega cree que su nombre proviene de Blas Varea (Varea el Viejo). Según esta hipótesis consideraba a Barea y al Planeta como  mejores intérpretes  y que la gente podría haber dicho que eran cantes “de Blas Barea”.  Molina y Mairena, la atribuyen al origen sánscrito “debel” o “undebel” o “devah” porque la debla fue una toná de carácter religioso en sus orígenes.  En opinión de Hipólito Rossy la debla es incluso anterior al flamenco: “Es el canto del hombre que ha conocido todas las claudicaciones, todas las humillaciones, amarguras y ruindades de la vida, que vegeta si esperanzas de redención”. 

Ahora sabemos que la debla  pertenece al grupo de las tonás y para su cante exige en el intérprete unas extraordinarias facultades. Había desaparecido prácticamente a mediados del siglo XIX hasta que Tomás Pavón la popularizó de nuevo hacia 1940, pero algunos expertos dicen que esta debla de Pavón es un martinete de Triana al que se añadió los "ayes" característicos que se expresa en la debla.  

Molina y Mairena, argumentan también que puede que la debla que cantaba Pavón no fuese la primitiva, ni si él la transmitió con fidelidad. Incluso creen que podría tratarse de una reelaboración personal. Lo que sí es cierto, en eso coinciden la mayoría de los estudiosos del flamenco,  es que fue en Triana donde tomó cuerpo la debla, que fue a principios del  XIX cuando se empezó a conocer y que  sus primeros intérpretes conocidos fueron: Blas Varea y el Planeta, que después lo harían los Cagancho, Caracol el Viejo… quienes la llevaron hasta final del siglo y que luego otros cantaores como Matrona, Pavón, e incluso Chacón, la retomaron.