1920-1928 - Compra del tierras en el Emek (Valle del Jezreel)

Relato de mayo de 1929 de Arthur Ruppin, uno de los principales involucrados. Otra fuente, la historiadora Anita Shapira.

En la mitología del asentamiento judío en Palestina, el Emek (עמק, valle) hace referencia al Valle del Jezreel, franja de tierra que va de la planicie costera al valle del Jordán, la zona más fértil de la planicie palestina. Su atractivo para la empresa sionista no era solo la fertilidad de las tierras, sino que era el único lugar de Palestina donde podían comprarse grandes extensiones a un solo propietario.

Los primeros intentos de compras judíos de tierra en el Emek comienzan en 1891 (intento mediado, como muchos de los posteriores, por Yehoshua Hankin) con la negociación de 160.000 dunams a 15 francos/dunam en el Emek y la planicie de Acco; Alcanzado el acuerdo, acabaría frustrado por la prohibición a la inmigración judía que las autoridades otomanas imponen casi concluida la negociación y que hace que el dinero de los judíos rusos acabe no llegando.

El mismo Hankin las reanudaría primero con unas pequeñas compras en 1910 y luego, y esencialmente, en los primeros años de la década de 1920 (con controversia al gastarse en esta compra gran parte de los escasos fondos de que entonces disponía la Organización Sionista Mundial, sin el previo consentimiento de ésta, que en todo caso acabaría dándolo, tras el apoyo que recibe de Weizmann), cuando ya bajo el Dominio Británico, se nombra a Herbert Samuel gobernador de Palestina y éste vuelve a permitir la compra de tierras por los judíos.

En esa década, el asentamiento colectivo en el Emek, que comienza a finales de 1921, se convertiría en el principal objetivo del asentamiento judío para crear un esencial espacio de presencia judía contiguo con la Baja Galilea. Terminada la década de los 20, se habían comprado 290.000 dunams por un precio total de 970.000 libras. Las compras resultarían esenciales para la presencia e influencia judías en el desarrollo de Haifa.

En esta segunda década del siglo XX se pondrían en práctica en el Emek las ideas reformistas que, nacidas de la revolución mundial que entonces había vivido y vivía Europa, trajeron los nuevos jóvenes inmigrantes pioneros, jalutzim, de la Europa del Este que llegaron con la Tercera Aliá; y ello intentando conjugarlos con los ideales y necesidades del empeño sionista.

En los años 20, miembros del movimiento ruso Hejalutz (pioneros) fundan el Guedud Ha'avoda (Batallón del Trabajo) de Joseph Trumpeldor, así llamado en homenaje a éste, que se transformaría en una comuna cerca de Migdal con ocasión de los trabajos en las carreteras que en aquel entonces, y durante apenas cuatro años, habían lanzado las autoridades británicas contratando como mano de obra a los recientemente llegados pioneros inmigrantes de Rusia, sobre todo, imbuidos del espíritu revolucionario social de la época.

Así, los del Guedud Ha'avoda fundan dos kibutzim -el kibutz es una idea crativa de Shlomo Lavi (Levcovih), de la Segunda Aliá- en el Emek: Ein Harod y Tel Yosef. Y más adelante, los del Hashomer Hatza'ir fundan otros al este de los anteriores: Beit Alfa, en colaboración con los del Guedud Ha'avoda, primero, y luego Merhavia y Mishmar Ha'emek y otros. 

La mayoría de los miembros provenientes del Guedud H'aavoda eran animosos pero poco educados, la mayoría de los colonos del Hashomer Hatza'ir eran jóvenes, educados, seguidores de ideas anarquistas y freudianas. Lo que diferencia estos kibutzim de los primeros como Degania es el tamaño; con estos nuevos se buscaban tamaños más grandes, de más de mil personas, así como integrar en los mismos industria y agriucultura; y, en general, adoptaron unas políticas de admisión mucho más estrictas.

En la parte occidental del Emek colonos que habían salido desilusionados de la experiencia de Degania, se asientan fundando otro tipo de colonias también, el moshav, el primero de los cuales fue el Nahalal: aquí no se comparte todo, incluso niños, ingresos, etc., sino que se fundan en la ayuda mutua y en compartir algunos medios e infraestructuras, como la comercialización conjunta de los productos de cada uno. El moshav se consideraba entonces el extremo límite, más allá del cuál se caía en el odiado capitalismo, como diría Ben-Gurión.

En todo caso, el objetivo de los asentamientos colectivos, fueran kibutzim pequeños o grandes o moshavot, aprendiendo la lección de lo ocurrido en la Segunda Aliá, era dotarse de una estructura y unas maneras que desincentivaran la contratación de mano de obra, pues tal abría la puerta a la contratación de árabes, dispuestos a trabajar por menos dinero que los nuevos inmigrantes judíos, entre otras cosas, porque auéllos pertenecían a familias con sus propias tierras, por lo que el dinero que necesitaban no era de superviviencia sino de complemento de los ingresos familiares, mientras que los nuevos inmigrantes judíos, que mayoritariamente habían llegado con lo puesto y a menudo sin familia, necesitaban jornales más altos para sobrevivir.