Los Protocolos de Sión como instrumento antisemita

Los Protocolos de Sión es un documento antisemita redactado a finales del siglo XIX que, supuestamente, contendría las líneas maestras de un plan de dominio mundial por parte de los judíos. La wiki dice que el Museo Británico conserva 43 ediciones distintas de este texto. Aquí se publica una versión. Y aquí otra. Y aquí una cronología. 

El mejor estudio de los Protocolos probablemente sea Warrant for Genocide (Orden o Mandato o Justificante de Genocidio), de Norman Cohn (1967) probablemente el mayor erudito sobre los Protocolos, al menos hasta la llegada del Die Protokolle der Weisen von Zion vor Gericht (Los Protocolos de los Ancianos de Sión ante el Tribunal) (2017) de otro gran erudito sobre el tema, Michael Hagemeister, como expone otro estudioso del asunto Walter Laqueur en The Many Lives of "The Protocols of the Elders of Zion" (2017).

César Vidal también pone en su sitio lo que ya se sabe sobre esta tontería: aquí-1 y aquí-2

Evil Genius (Alex Joffe, February 23, 2012).

The Jewish Conspiracy: A Strategic Weapon to Demonize Jews and Delegitimize Israel (De la Juez israelí Hadassa Ben Itto, April 27, 2011) - Un comentario al artículo. - Su traducción al español: La Mentira que no ha querido morir: cien años de los Protocolos de Los Sabios de Sión (Hadassa Ben-Itto) - De la presentación de la edición en español del libro por Juan Juaristi (ligerísimamente editado): 

"Los Protocolos se revelan así como el punto de encuentro entre el antijudaísmo tradicional, de signo religioso, y el antisemitismo moderno, antirreligioso o neopagano. (...) Este libro de una magistrada israelí es, ante todo, una historia judicial centrada en dos procesos que tuvieron lugar en el mismo año, 1934, en Suiza y Sudáfrica, y que produjeron una verdad jurídica determinada: los Protocolos eran una falsificación palmaria. Al mismo tiempo, es una implacable reflexión sobre la forma en que el nazismo consiguió deteriorar más allá de las fronteras de Alemania el sentido común de la Justicia. Contiene asimismo semblanzas de gentes muy diversas: algunas encarnaron la valentía y la dignidad en tiempos no demasiado propicios a la expresión de este tipo de valores y, desde luego, no todos ellos fueron judíos. Su existencia personal no estaba directamente amenazada por el ascenso de la rabia antisemita. Eran jueces honestos, profesores, exilados liberales rusos que, sencillamente, se sentían personalmente interpelados y ofendidos por la demagogia criminal de los antisemitas. Optaron por plantarle cara. Por desgracia, su resistencia no fue suficiente para contener la marea de odio y estupidez que ya inundaba Europa. Otros gentes aparecen en el libro: cómplices voluntarios, fanáticos o venales, del proyecto nazi de exterminio de los judíos. La minuciosa reconstrucción de amplios episodios de los procesos hace revivir a unos y a otros con la eficacia psicológica y la verosimilitud de la mejor literatura narrativa. Además, esboza una teoría general sobre el éxito editorial de los Protocolos y su recalcitrante continuidad, mucho tiempo después de que su falsedad fuese probada. Ya en vísperas de la Gran Guerra, toda Rusia, empezando por el Zar, sabía que habían sido fabricados por la policía secreta del régimen, la Okhrana. En 1921, el periodista inglés Philip Graves (hermanastro del poeta Robert Graves) había desvelado su fuente principal: un libelo antibonapartista del escritor francés Maurice Joly, escrito hacia 1860 y publicado poco después en Bélgica bajo el título de Diálogo de Maquiavelo y Montesquieu en el Infierno. Nada de ello fue suficiente para impedir su difusión ni disminuyó el crédito que un gran número de lectores, tanto en Europa como en América, estaba dispuesto a concederles. Todavía hoy se siguen editando. En determinados países islámicos, los gobiernos los ofrecen como regalo a los visitantes oficiales. Organizaciones musulmanas perfectamente legales en el permisivo Occidente los reparten gratuitamente, mientras grupos de extrema derecha multiplican sus ediciones.