1915 - Hussein-McMahon - Promesa británica a los árabes

Resumen

Fuente: One Land, Two Peoples: The Conflict Over Palestine (Deborah J. Gerner, 1994), e Israel and the Middle East (Harry B. Ellis,1957), según se recoge en ProCon.org; Setting the Desert on Fire: TE Lawrence and Britain's Secret War in Arabia, 1916-1918 (James Barr, 2006); The Israel-Arab Reader: A Documentary History of the Middle East Conflict (Walter Laqueur y Barry Rubin (Editors); y, sobre todo, In the Anglo-Arab Labyrinth: The McMahon-Husayn Correspondence and its Interpretation​s 1914-1939 (Elie Kedourie, 1976), Cairo and Khartoum on the Arab Question, in The Chatham House Version and other Middle-Eastern Studies (Elie Kedourie, 1970) y The Capture of Damascus, 1 October 1918 (Elie Kedourie, en Middle Eastern Studies Vol.1 No. 1, October 1964, pp. 66-83) y England and the Middle East: The Destruction of the Ottoman Empire 1914-1921 (Elie Kedourie, 1956)

La correspondencia entre Hussein, Jerife de la Meca y gobernador del Hijaz, en Arabia, y Sir Henry McMahon, Alto Comisionado británico para Egipto, representa uno de los aspectos más controvertidos de la involucración británica en Oriente Medio.

En diez cartas escritas (otra fuente) entre el 14 de julio de 1915 y el 10  de marzo de 1916, ambos negociaron las condiciones bajo las que Hussein animaría a los árabes a revolverse contra el Imperio Otómano y participar con los aliados en la Primera Guerra Mundial. Acaso la esencial sea la 4ª carta de 24 de octubre de 1915 dirigida por McMahon a Hussein.

El ánimo y las razones de McMahon en el momento las expone el mismo McMahon el 12 de septiembre de 1916 durante una conferencia de altos funcionarios británicos celebrada en El Cairo, según se recoge en los denominados Wingate Papers, que Kedourie cita:

"El día en que me dejaron encargado de este Movimiento Árabe fue el más desafortunado de mi vida y creo necesario decir algunas palabras para explicar que nada tiene que ver conmigo: se trata de un asunto puramente militar. Comenzó por una petición urgente de Sir Ian Hamilton en Galípoli. El Foreign Office me rogó actuar inmediatamente para apartar a los árabes de la guerra. En ese momento, una gran parte de la fuerza [turca] en Galípoli y prácticamente toda la fuerza en Mesopotamia estaban formadas por árabes, y al tiempo los alemanes dedicaban grandes sumas de dinero para apartar al resto de los árabes, de manera que los árabes se encontraban entre los dos [aliados y eje]. ¿Podríamos darles algunas garantías de asistencia en el futuro que justificaran su separación de los turcos? Se me dijo que actuara inmediatamente y, de esa manera, puse en marcha el Movimiento Árabe."

El cándido reconocimiento de McMahon pone fecha precisa al momento en que las posibilidades de la rebelión del Sharif de la Meca, Hussein, empezaron a ser tomadas en serio, no antes del otoño de 1915. En concreto, Hussein requirió a los británicos el reconocimiento de la independencia de algunas zonas árabes del imperio otomano.

En su monumental estudio sobre la correspondencia McMahon-Hussein (In the Anglo-Arab Labyrinth: The McMahon-Husayn Correspondence and its Interpretation​s 1914-1939), Elie Kedourie demuestra (como recuerda y resume Martin Kramer) cómo fueron posteriores funcionarios británicos, motivados por una mezcla de dudas e intereses propios, quienes aceptaron las alegaciones árabes de que Gran Bretaña había prometido a Hussein un vasto reino árabe, incluyendo Palestina. Kedourie sostiene que los británicos nunca hicieron tal promesa, y que el reproche de que los británicos defraudaron a los árabes se funda en un mito creado por los propios británicos. 

Asumiendo el apoyo británico a su requerimiento deducible de las cartas cruzadas, Hussein dirigió, con el más que diligente impulso y colaboración británicos dirigidos por T.E. Lawrence, las revueltas árabes frente a los otómanos que comenzaron el 5 de junio de 1916. No obstante, al final de la Primera Guerra Mundial surgieron discrepancias sobre las zonas árabes cuya independencia garantizaban las cartas, con gran disgusto árabe.

Las cartas, que se mantuvieron secretas muchos años, son ambiguas; su interpretación ha sido muy controvertida.  McMahon sostuvo que nunca pretendió asegurar la independencia de Palestina mientras Hussein creía lo contrario. En concreto, y tras guardar silencio sobre la polémica durante mucho tiempo, McMahon escribe una carta abierta en el Times londinense del 23 de julio de 1937 en la que dice:

Siento que es mi deber afirmar, y así lo hago con énfasis, que cuando le di mi palabra al rey Hussein nunca tuve la intención de incluir Palestina en la zona para la que se prometía independencia árabe. Y también tenía todos los motivos para pensar en aquél momento que el hecho de que Palestina no estuviera incluida en mi promesa era bien entendido por el Rey Hussein.

No obstante, hasta hoy sigue la controversia entre británicos y árabes.

Los británicos sostienen que la exclusión de Palestina del compromiso de McMahon estaba incluida en la exclusión de "las partes de Siria al oeste de los distritos de Damasco, Homs, Hama y Aleppo" señalada por  McMahon, que la parte de Siria excluida era la situada entre "los dos Vilayets de Aleppo y Beirut", en general las zonas con grandes minorías dentro de la llamada Gran Siria. 

Según los árabes, si Sir Henry hubiera querido excluir Palestina debiera haber añadido, el Sanjaq de Jerusalén, y sin embargo no lo menciona ni una vez, ni tampoco el Vilayet de Beirut (que con aquél componen Palestina), para excluirlos del estado árabe prometido, mientras que en otros casos tuvo buen cuidado en señalar cada uno de los distritos que los británicos se reservaban. Los árabes también se apoyan en que en su propaganda durante la guerra para ganarse la voluntad árabe los británicos solo excluían Líbano. Los árabes añaden que esa exclusión se debía a intereses franceses, pero luego los británicos niegan a Francia derecho alguno sobre esos territorios.

Claro que este argumento es de doble vía, pues tampoco el Rey Hussein se refiere a ellos aunque en sus cartas a McMahon intenta modificar la posición británica sobre las zonas excluidas. Es muy probable que si Hussein no discute Jerusalén fuera porque sabía que eso estaba fuera de lo que podía obtener de los británicos, y al tiempo, bastante tenía él con defender su dominio sobre el Hijaz, Meca y Medina incluidos, amenazados por los Wahabis de Arabia Saudí (para enfrentarse a los cuales necesitaba el fuerte apoyo de las fuerzas británicas).

Esta interpretación viene apoyada por el posterior comportamiento de la delegación árabe en la Conferencia de Paz de París, que encabezó el Emir Faisal, hijo de Husseini, futuro rey de Iraq y líder de la revuelta contra los otómanos, y en la que éste manifestó:

Nuestra diputación aquí en París está plenamente al tanto de las propuestas remitidas ayer por la Organización Sionista a la Conferencia de Paz, y las consideramos moderadas y adecuadas. Haremos lo que esté en nuestra mano, en lo que nos concierne, para ayudar a que salgan adelante; desearemos a los judíos una sentida bienvenida a casa."

Luego, el 3 de enero de 1919, Faisal, que en esa época buscaba la complicidad judía para enfrentarse a los pactos franco-británicos sobre Oriente Medio que podían perjudicar lo antes hablado con judíos y árabes, firmaría un acuerdo con Weizmann para crear dos estados, uno árabe y otro judío.