Nazismo en Mexico

El nazismo es una ideología alemana gestada en los años 20 pero que no alcanzará importancia hasta los años 30, momento en que las duras condiciones de paz impuestas en el Tratado de Versalles (1919) se juntan con la grave crisis mundial del Jueves Negro en 1929 (ver Gran Depresión)

Quiere decir Nacional Socialismo.

La crisis arrastra el fuerte descrédito de las democracias liberales. Las dictaduras tanto de la URSS, como la Italia de Mussolini (elogiado por "hacer que los trenes corrieran a tiempo") y el Japón Imperial parece que ponen fin a la inestabilidad social de huelgas y caos económico. En todos se impusieron "gobiernos fuertes" de corte militar que mediante políticas de emisión de moneda y gasto público irresponsable parece que resuelven la crisis a mediados de los 30 y fueron percibidas como restauradores del orden social con anterioridad a la solución de problemas económicos.

Hitler es quien es concebido como encarnando todas las calidades y Voluntad de poder o vida de "la nación" y -como tal, el único que puede determinar que es y no correcto, aceptable o incluso ético.

Retrato a lápiz de Hitler, 1938.

En América latina corrientes similares se entronizaron en el poder a causa de los mismos factores de la gran depresión. Por ejemplo en Argentina con Domingo Perón, en México con Lázaro Cárdenas.

Hoy el nazismo es considerado mala ideología, aunque los partidos como el Partido Revolucionario Institucional y el Partido de la Revolución Democrática siguen en sus plataformas electorales, al menos, la vertiente nacionalista y socialista, pero se desmarcan de lo nazi.

La historia muestra que la gran depresión y el régimen de tipo nacionalista comunista de la época arrastró a México entre 1930 y 1940 a una miseria de actividad económica, quiebra de muchos negocios, emigración de capitales y un notable incremento de la pobreza de las clases marginadas. La recuperación se debió a la segunda guerra mundial y al notable apoyo económico y financiero de la posguerra por los Estados Unidos a todos, México incluido.

En 1938 con la llamada expropiación del petróleo la economía mexicana cayó en picada, y no se recuperó hasta después de Cárdenas con la entrada de Estados Unidos a la II Guerra en diciembre 7 de 1941.

La simpatía de Cárdenas y Perón con Hitler se dejan ver en su actividad política y económica. Antes del estallido de la guerra México vendió petróleo a Hitler, por acuerdo de Cárdenas, para poder seguir operando las ventas de Pemex para exportación que se detuvieron a cero por el embargo.

El debate de partido de quien es mas nazista en México es de ideólogos, de lo único que estamos seguros de ser nazi de facto por el apoyo a Hitler es Cárdenas.

Sin embargo a este personaje de antología se le relaciona por muchos grupos sociales como salvador de la patria, prócer de los pobres y defensor de la soberanía del petróleo. Y el nazismo sigue dando tela de cortar.

Estos dos artículos son muestra del debate sobre si el PAN es Nazi o no lo es.

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Romper una lanza

17 junio 2013

Bernardo Bátiz V.

No defiendo al PAN de hoy, cómplice de bandidos, hundido en el desprestigio, aliado del Ejecutivo en el Pacto por México, enredado en pleitos internos, con una reciente historia de negocios turbios y claudicación a sus principios y, lo peor, entregado al extranjero; pero sí voy a tratar de matizar y contradecir algunas afirmaciones de mi amigo Rafael Barajas en su ensayo “La raíz nazi del PAN” publicado en La Jornada Semanal del domingo 9 de junio.

Empiezo por una precisión; ingresé al PAN cuando Adolfo Christlieb Ibarrola era el presidente del partido y poco después de que él y Efraín González Morfín redactaron y lograron la aprobación de un documento renovador y modernizador denominado Proyección de los principios de doctrina. Data de 1965 y en él se definen conceptos y principios democráticos y de justicia social, inspirados en la doctrina social cristiana; nada que ver con el nazismo o cualquier otra doctrina totalitaria, entonces más cercanas al partido oficial que a la quijotesca oposición a la que me sumé. Valga lo anterior para explicar mi militancia en sus filas hasta 1992, cuando nos separamos los integrantes del Foro Democrático.

De esa proyección de los principios me convencieron especialmente la fe en la democracia para llegar al poder, el respeto a la dignidad de las personas, la convicción de que el bien común o colectivo tiene primacía sobre los bienes particulares o sectoriales y la defensa de nuestra soberanía e identidad latinoamericana.

Nada de eso tiene que ver con el nazismo; pero Rafael Barajas se refiere no al panismo de 1965, sino a quienes, una generación atrás, fundaron el partido y de los que afirma que “una buena parte … eran simpatizantes del nazismo”. Aceptando que algunos lo fueran, serían unos cuantos y en una circunstancia histórica en la que medio México era germanófilo. Para esa actitud general, influían el sentimiento antiestadunidense y el rencor latente en contra de los caudillos sobrevivientes de la revolución armada, los sonorenses Obregón y Calles, que vapulearon al pueblo mexicano y comprometieron en los Tratados de Bucareli la soberanía nacional.

Puede ser que como otros muchos ciudadanos de esa época, algunos panistas simpatizaran con la parte que a la postre perdió en la contienda, de lo que no hay duda es de que el gobierno y una minoría de mexicanos, simpatizaban abiertamente con el otro contendiente, el odiado gobierno intruso y ventajoso de Estados Unidos.

No había en ese tiempo Televisa para aturdir y vender la convicción proyanqui, pero la propaganda funcionó a través de revistas como México en Guardia, claramente belicista o Selecciones del Reader’s Digest, de películas, canciones, historietas, que lograron su objetivo, inclinar a muchos en favor de los Aliados y en contra de las potencias del Eje.

El nazismo tenía hinoptizados a otros, no al PAN, ni a sus mejores hombres; en una extra del periódico Últimas Noticias de 10 de abril de 1936 se informa del destierro de Plutarco Elías Calles del país; el reportero que hace la crónica dice que cuando lo detuvo la policía para llevarlo al aeropuerto, Calles leía un ejemplar empastado en rojo de Mein kampf (Mi lucha), de Adolfo Hitler, y unos años antes, al partido oficial fundado por él lo denominó a semejanza del Partido Nacional Socialista alemán, Partido Nacional Revolucionario. ¿En qué lado estaban los pro nazis?

Quizás Aquiles Elourduy o el escritor Jesús Guiza y Acevedo o el abogado yucateco Gustavo Molina Font, que salieron pronto del PAN, fueron simpatizantes de la Alemania hitleriana; lo fueron Nemesio García Naranjo y el doctor Atl entre otros, que no militaron en el PAN, pero ni los más ni los mejores de 1939.

No eran pro nazis Ezequiel A. Chávez, escritor y educador; Rafael Preciado Hernández, maestro emérito de la UNAM y director por años del Seminario de Filosofía del Derecho; Efraín González Luna, jalisciense, culto jurista y orador admirado; Valentín Gama, reconocido matemático; ni el también jurista y filósofo Daniel Kuri Breña ni Carlos Septién García, periodista y formador de periodistas, ni muchos miles más de militantes anónimos convencidos y leales que todavía me tocó conocer y tratar en la lucha cuesta arriba de la oposición democrática y pacífica.

Disiento, por justicia y por congruencia, de mi estimado Rafael Barajas, no de su condena a la extrema derecha, que hoy se sitúa al lado del neoliberalismo y compromete petróleo y soberanía, pero sí de la generalización y de la condena sin matices a los militantes de un partido, ahora errático y huérfano de ideología, pero entonces y por muchos años, sincero y sacrificado luchador por la democracia, la libertad y la justicia social, valores que nada tienen que ver con el nacional socialismo, ni con el fascismo, ni con la superstición de la superioridad de los arios, ni con los campos de exterminio y mucho menos con el odio y la guerra.

jusbbv@hotmail.com

Precisiones a unas precisiones sobre la raíz nazi del PAN

Periódico La Jornada

Miércoles 26 de junio de 2013, p. 13

Por Rafael Barajas, el Fisgón.

Siempre he tenido un gran respeto por Bernardo Bátiz y Héctor Santiago Vasconcelos. Son hombres de convicciones democráticas y siempre he tomado en cuenta sus observaciones, invariablemente amistosas, y cuando disentimos en algún punto procuro revisar mis planteamientos.

En un artículo publicado el 17 de junio, Bernardo Bátiz hace algunos señalamientos a mi ensayo La raíz nazi del PAN, publicado en La Jornada Semanal del domingo 9 de junio. Bátiz cuestiona que una buena parte de quienes fundaron (el PAN) eran simpatizantes del nazismo y disiente por justicia y por congruencia de la generalización y de la condena sin matices a los militantes de un partido que luchó muchos años por la democracia.

Bátiz tiene razón. Sin duda en ese partido militaron muchos demócratas consecuentes y de buena fe, como él. No se puede generalizar y nunca fue mi intención hacerlo. De hecho, en mi ensayo escribí que a lo largo de su historia, Acción Nacional atrajo a ciudadanos que creían en los valores de la democracia (entre ellos, los miembros del Foro Doctrinario) y el mismo título del ensayo (La raíz nazi del PAN) lleva implícita la idea de que ese partido tuvo otras raíces, distintas a las del nazismo (a diferencia de una planta, un organismo político tiene, siempre, múltiples raíces). Si en mi ensayo me centré en el tema de la raíz nazi del PAN fue porque de las otras raíces de ese partido se ha hablado mucho y ésta no se había podido documentar.

Por su parte, Héctor Vasconcelos precisa que la influencia que tuvo José Vasconcelos en Manuel Gómez Morín surgió más de 15 años antes de que éste fundara el PAN y de ahí concluye que, por lo tanto, no tiene nada que ver con el nazismo. En su biografía de Gómez Morín, Teresa Gómez Mont documenta que la relación del fundador del PAN con el Maestro de América fue una relación política maestro-alumno que se extendió por décadas; por tanto, el que ambos personajes hayan defendido el respeto al voto y el maderismo en las primeras décadas del siglo XX no excluye que hayan evolucionado juntos hacia otros horizontes. El hecho de que en 1940 Vasconcelos dirigiera Timón y que Gómez Morín haya apoyado La Reacción (?) prueba que los dos evolucionaron hacia posiciones germanófilas.

Bátiz plantea que, aceptando que algunos panistas fueran pronazis, serían unos cuantos y en una circunstancia histórica en la que medio México era germanófilo. Héctor Vasconcelos añade que “en toda América Latina había una extendida germanofilia, producto de la recuperación y desarrollo alemán a partir de 1933… además de que se veía a ese país como un contrapeso global al poderío estadunidense”, y Bátiz agrega que en México había una germanofilia general y que ésta se explica por el sentimiento antiestadunidense y el rencor por los Tratados de Bucareli, que comprometían la soberanía nacional. Mis amigos tienen razón. La germanofilia era grande en muchas partes del mundo; en México tenía motivaciones propias y asumió formas particulares. Para entender este fenómeno es necesario hacer un breve recuento de hechos.

El crecimiento de los movimientos de derecha radical en las décadas de 1920 y 1930 se explica, en buena medida, como una reacción ante el rápido crecimiento de los movimientos de izquierda después de la primera Guerra Mundial y la Gran Depresión de 1929. En aquellos años crecieron como nunca los sindicatos, los partidos socialistas y nació el primer país que se autodenominaba socialista. Los sectores más conservadores de la sociedad reaccionaron exigiendo el restablecimiento del antiguo régimen y hubo movimientos de restauración monárquica (Maurras en Francia y Franco en España) y proyectos de restauración imperial (Mussolini soñaba con reinstaurar una suerte de Imperio Romano, Hiroito el Imperio del Sol Naciente y Hitler el Tercer Reich). Al ser reactivos, estos movimientos copiaban el discurso y las formas de sus rivales y se cohesionaban en contra de ellos (por eso se caracterizaban por ser tan anti: anticomunistas, antisocialdemócratas, anticatólicospopulares, antisocialistas, antisemitas y demás).

En México, el cardenismo impulsó una serie de iniciativas que dieron conquistas sociales históricas a trabajadores y campesinos: el respeto al derecho de huelga, el reparto agrario, la expropiación petrolera, la educación socialista… Estas medidas provocaron el crecimiento de una derecha radical mexicana que tuvo diferentes manifestaciones.1 Hugh G. Campbell documenta que hubo una derecha radical religiosa, cuya manifestación más espectacular fue el movimiento sinarquista, y una derecha laica que dio lugar a grupos como Los Camisas Doradas de Acción Revolucionaria Mexicanista y a movimientos como la rebelión de Saturnino Cedillo. Las diferencias entre estos grupos ultraderechistas nacionales eran grandes; la derecha religiosa se identificaba con la Falange y con Franco; en cambio, la laica era más proclive al hitlerianismo. La derecha radical mexicana hizo varios intentos por cohesionarse; uno de los más importantes fue la campaña presidencial de Juan Andrew Almazán, donde convergieron desde revolucionarios inconformes hasta abogados petroleros y partidos en formación (uno de ellos fue Acción Nacional, fundado en 1939).

Bátiz afirma que “el nazismo tenía hipnotizados a otros, no al PAN, ni a sus mejores hombres… quizás Aquiles Elorduy o el escritor Jesús Guiza y Acevedo o el abogado yucateco Gustavo Molina Font, que salieron pronto del PAN, fueron simpatizantes de la Alemania hitleriana”, pero que muchos otros panistas no lo fueron. En realidad es muy difícil saber cuántos y quiénes estaban hipnotizados por el nazismo en aquel tiempo (muchos nunca lo confesaron y otros siempre lo negaron), de modo que nos tendremos que atener a hechos y documentos históricos. Y cada vez encontramos más datos duros que nos dicen que la enorme germanofilia que había en México en esos años encontró su cauce y sus simpatizantes en la derecha… y esto incluye al PAN.

En el periódico filonazi La Reacción (?), además de Gómez Morín, Elorduy, Herrera Lasso, Molina Font y Pedro Zuloaga, también colaboraba otro connotado panista: Alfonso Junco (candidato a senador por el PAN en 1946). Pablo Serrano documenta que cuando Gómez Morín decidió sacar a luz La Nación, el periódico de Acción Nacional, le ofreció la dirección de ese medio al periodista pro nazi más conspicuo del México de aquel tiempo: Miguel Ordorica, el entonces director de Últimas Noticias de Excélsior2 (quien, por cierto, la rechazó). Según varios testimonios, Ordorica fue el maestro de Salvador Borrego, el autor de Derrota Mundial y reciente orador estrella del panismo mexiquense. No sería justo afirmar que el PAN fue fundado sólo por nazis, pero, ante tantas evidencias, no se puede negar que ese partido tuvo una raíz nazi y que ésta fue más importante de lo que se ha señalado. Todavía no conocemos la verdadera dimensión de la corriente filonazi en los primeros años del PAN y es necesario investigar más a fondo para llegar a conclusiones firmes. El tema apenas empieza a estudiarse, a pesar de que los panistas quieran correr un velo sobre el tema.

En una entrevista publicada en este diario, el historiador panista Aminadab Pérez Franco consideró que no se puede decir que porque Gómez Morín aparece en el directorio de La Reacción (?), “ese semanario, que El Fisgón señala como germanófilo, él haya sido un pro nazi o que el partido tenga esa base”, y Gerardo Ceballos, director del Centro de Estudios, Documentación e Información del PAN, negó rotundamente que el nazismo sea una de las raíces de este instituto político.

Me parece poco serio que la derecha quiera despachar este tema con la misma ligereza con la que los legionarios trataron de despachar –en un principio– el caso del padre Maciel. Las pruebas de la raíz nazi del PAN son muy gordas. Sólo quien no ha leído La Reacción (?) puede poner en duda que la publicación era germanófila, pro nazi y antisemita. Para muestra bastaría esta línea escrita por el panista Pedro Zuloaga: “Por lo que atañe al aspecto político del racismo alemán, es evidente que todo él va dirigido contra la preponderancia política y social de los judíos en Alemania. Y en esto les asiste la razón por toneladas…”3

El hecho de que el fundador del PAN, Aquiles Elorduy, fuera el director de la revista; el hecho de que Gómez Morín y cuatro connotados panistas más hayan avalado esta publicación, y el hecho de que la revista reprodujo íntegro el Segundo Informe de Gómez Morín ante el PAN, compromete a los fundadores del PAN y a ese partido más de lo que quieren aceptar Ceballos y Pérez Franco.

Por lo demás, el señor Ceballos declaró que frente a la Segunda Guerra Mundial, en México se configuraron tres posiciones: la de quienes admiraban el nazismo, la de los proyanquis y la de quienes no terminaba de gustarles la actitud del gobierno mexicano ante la conflagración. En este tercer segmento se colocó el PAN.

Este análisis es simplista. En aquel momento se configuraron muchas posiciones; no sólo esas. La posición de La Reacción (?) ante el conflicto mundial siguió pautas que le convenían a Alemania en aquel momento. Ni la embajada germana en México ni sus aliados nacionales tenían cómo presionar al gobierno de Ávila Camacho para que tomara partido por Hitler, y cuando el canciller Padilla empezó a perfilar que México entraría en guerra del lado de los Aliados, los nazis mexicanos entraron en crisis. En una actitud pragmática, La Reacción (?) le exigió al gobierno mexicano que se mantuviera neutral. Ese alegato es el centro del Segundo Informe de Gómez Morín ante el PAN que La Reacción (?) publicó, íntegro y en exclusiva, el 29 de septiembre de 1941.

Sin duda, el actual presidente del PAN en el Edomex hubiera apoyado esta iniciativa.

1 Hugh G. Campbell. La derecha radical en México.1929-1949. México, Secretaría de Educación Pública, 1976.

2 Ver Pablo Serrano Álvarez. Prensa y oposición política en México, La Nación, 1941-1960, SEP-INHERM, 2012, pp. 18 y 19.

3 Pedro Zuloaga, El racismo alemán, La Reacción (?), 17 de noviembre de 1941. p. 7.