La salud del mar¿Puede mejorarse?

LA TIERRA está mal nombrada. El océano cubre casi tres cuartas partes del planeta. Se divide en cinco cuencas: el Pacífico, el Atlántico, el Índico, el Ártico y los Océanos australes. Si toda el agua del planeta fuera colocada sobre los Estados Unidos, formaría una columna de líquido de 132 kilómetros de altura. El océano proporciona a 3,000 millones de personas casi una quinta parte de sus proteínas (lo que hace que el pescado sea una fuente más grande que la carne). La pesca y la acuicultura aseguran el sustento de una de cada diez personas en el mundo. El clima y los sistemas meteorológicos dependen de los patrones de temperatura del océano y de sus interacciones con la atmósfera. Si algo es muy grande para fallar, es el océano.

Los humanos habían asumido desde hace mucho tiempo que el tamaño del océano les permitía poner todo lo que quisieran en él y tomar lo que quisieran. Pero las temperaturas y la química cambiante, la sobrepesca y la contaminación han afectado sus ecosistemas durante décadas. El océano almacena más de nueve décimas partes del calor atrapado en la Tierra por las emisiones de gases de efecto invernadero. Así los arrecifes de coral están sufriendo y los científicos creen que casi todos los corales desaparecerán para el 2050.

Para mediados del siglo el mar podría contener más peso en plástico que peces. En trozos pequeños, este es comido por los peces y estos por la gente, con efectos inciertos sobre la salud. Sin embargo, el apetito por la pesca aumenta: casi el 90% de las poblaciones pesqueras están en o más allá de sus límites sostenibles (ver Reporte Getting serious about overfishing).

Profundidades hundidas

Tal comportamiento autodestructivo exige explicación. Hay tres razones. Una es geográfica. La mayor parte del océano está más allá del horizonte y debajo de la superficie. El daño que se está haciendo a su salud es visible en algunos lugares clave -la Gran Barrera de Coral, por ejemplo, o las granjas de ostiones del estado de Washington. Pero en su mayoría el mar está lejos de vista y poco se piensa en el. Es revelador que en el acuerdo de París sobre el cambio climático sólo hay una sola referencia fugaz al océano.

Un segundo problema es la gobernanza. El océano está sujeto a una maraña de leyes y acuerdos. La aplicación es difícil y los incentivos suelen estar desalineados. Las aguas fuera de las jurisdicciones nacionales - alta mar- son un bien común global. Sin derechos de propiedad definidos o una comunidad investida para su cuidado, los intereses de los actores individuales en la explotación de tales áreas superan el interés colectivo en el cuidado. Los peces son particularmente difíciles porque viajan. ¿Por qué observar las cuotas si piensa que el vecino puede arrastrar sus redes impunemente?

Tercero, el océano es víctima de otros procesos más grandes. La emisión de gases de efecto invernadero a la atmósfera está cambiando el ambiente marino junto con el resto del planeta. El océano se ha calentado en 0.7 ° C desde el siglo XIX, dañando a los corales y hace que los organismos emigren a los polos en busca de aguas más frías. Las mayores concentraciones de dióxido de carbono en el agua la hacen más ácida. Eso tiende a dañar a criaturas como cangrejos y ostiones, cuyas conchas de carbonato de calcio se dañan a medida que la química marina se altera.

Algunos de estos problemas son más fáciles de tratar que otros. La "apatía por el océano" se puede curar mediante el acceso a la información. Y de hecho, las mejoras en computación, la imagen satelital y los drones están llevando a una mejor visión como nunca antes sobre el océano. Se está trabajando para mapear el fondo marino en detalle usando la tecnología de sonar. En la superficie, los drones acuáticos pueden llegar a lugares remotos y tempestuosos a un costo mucho menor que los buques tripulados. Desde arriba, la radiometría del color del océano está mejorando la comprensión de como se mueve y prospera el fitoplancton, organismos unicelulares que soportan la cadena alimentaria marina. Minúsculos satélites que pesan entre 1 y 10 kg, están mejorando la vigilancia de los buques pesqueros.

La transparencia también puede mitigar la segunda dificultad de la gobernanza del océano. Más datos científicos pueden mejorar la vigilancia de industrias nacientes. A medida que proliferan los sondeos de los fondos marinos, la supervisión de la minería en aguas profundas, vigilada por la Autoridad Internacional de los Fondos Marinos en zonas más allá de la jurisdicción nacional debería mejorar. Más datos y análisis también facilitan vigilar los acuerdos existentes. El monitoreo por satélite puede proporcionar pistas sobre la actividad pesquera ilegal: por ejemplo provoca sospecha las embarcaciones que desconectan sus dispositivos de rastreo cuando se aproximan a un área marina protegida. Estos datos facilitan la aplicación de códigos como el Acuerdo sobre las medidas del Estado rector del puerto, que obliga a los buques extranjeros a someterse a inspecciones en cualquier puerto de escala y exige a los Estados del puerto que compartan información sobre cualquier presunta infracción que encuentren.

La información más clara también puede ayudar a alinear los incentivos y permitir que el capital privado premie el buen comportamiento. Las empresas de seguros, por ejemplo, tienen un incentivo para solicitar más datos sobre los buques pesqueros; Si los buques desconectan sus sistemas de rastreo, las posibilidades de colisiones aumentan, al igual que las primas. Una mayor trazabilidad da a los consumidores preocupados por la pesca una forma de presionar a las empresas de productos pesqueros para que se comporten en forma responsable.

Costos hundidos

Gracias a la tecnología, la extensión y la lejanía del océano son cada vez menos formidables -y menos una excusa para la inacción. La reunión de la ONU sobre el océano el próximo mes en Nueva York es una señal de que los políticos están prestando más atención al estado del reino marino. Pero la información superior no resuelve el problema fundamental de asignar y hacer cumplir los derechos y responsabilidades del patrimonio en alta mar. Y la efectividad de los incentivos para cuidar el océano varían. Las recompensas comerciales de dar tiempo a las poblaciones de peces para recuperarse, por ejemplo, son amplias y están bien documentadas; Pero las recompensas de retirar el plástico de alta mar no son claras.

Sobre todo, una mejor medición del efecto del calentamiento global sobre el océano no facilita la solución. El acuerdo de París es la mejor esperanza para proteger el océano y sus recursos. Pero Estados Unidos no está muy comprometido con el acuerdo; podría hasta retirarse. Y los límites acordados en París no impedirán que el nivel del mar suba y que los corales se blanqueen. De hecho, a menos que se fortalezcan drásticamente, esos problemas corren el riesgo de empeorarse. La humanidad es cada vez más capaz de ver el daño que está haciendo al océano. Si se puede o no detener es otra cuestión.

Este ensayo es basado en el artículo que apareció en la sección de Líderes de la edición impresa bajo el título "Problemas profundos" de The Economist.com