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En tiempos electorales de los Estados Unidos, el debate principal es la pérdida de empleos y de economía doméstica por causa de la globalización, según los candidatos Trump y Hilary
No hay que negar que la globalización tenga defectos. Desde la década de 1840 los defensores del libre comercio han sabido que aunque hay grandes beneficios para la mayoría, también hay algunos perdedores. Pero muy poco se ha hecho para ayudar a estas personas. Quizá una quinta parte de las pérdidas de empleo en las empresas de manufactura estadounidense entre 1999 y 2011 provinieron de la competencia china, menos del 2% de la mexicana; muchos de los que perdieron su trabajo no encuentran otros nuevos.
Lo más triste sobre el tema de los empleos es que ninguno de los candidatos en las elecciones presidenciales de Estados Unidos es un campeón. Donald Trump, incoherente en tantos frentes, es claro en esta área: la competencia desleal de los extranjeros ha destruido los puestos de trabajo en casa, y amenaza con desmantelar el Tratado de Libre Comercio, retirarse de la Asociación Trans-Pacífico (TPP) e iniciar una guerra comercial con China. Para su descrédito, Hilary Clinton ahora denuncia el TPP, un pacto que ella misma ayudó a negociar.
Algunos datos son irrefutables sin embargo:
Las empresas exportadoras son más productivas y pagan salarios más altos que los que sirven al mercado interno. La mitad de las exportaciones de Estados Unidos se dirige a países con los que tiene un acuerdo de libre comercio, a pesar de que sus economías representan menos de una décima parte del PIB mundial. El arrastre de la industria exportadora mexicana ha evitado crisis mayores como las de 1982 y 1987.
El proteccionismo, por el contrario, perjudica a los consumidores y hace poco para los trabajadores. Beneficia más a la mayoría de pobres que a los pocos ricos las fronteras de comercio cerradas. Un estudio de 40 países encontró que los consumidores más ricos perderían el 28% de su poder adquisitivo si terminara el comercio transfronterizo; pero los de la décima parte inferior, los más pobres, perderían el 63%. El costo anual para los consumidores estadounidenses por cambiar a neumáticos no chinos después de que Barack Obama aprobara los aranceles antidumping en 2009 fue de alrededor de 1.1 mil millones de dólares, según el Instituto Peterson de Economía Internacional. Eso equivale a más de $ 900,000 dólares para cada uno de los 1, 200 puestos de trabajo que fueron "salvados".
La inversión extranjera directa -IED- ofrece competencia, tecnología, gestión del conocimiento y empleo, por esta razón decepciona la cautela excesiva de China para fomentar la IED.
Estados Unidos gasta solo el 0.1% de su PIB, una sexta parte de la media de los países ricos, en las políticas de re-capacitación de los trabajadores para ayudarles a encontrar nuevos puestos de trabajo. En este contexto, es lamentable que ni Trump ni Clinton ofrezcan en sus plataformas políticas ayuda para aquellos cuyos trabajos han sido afectadas por el comercio o la tecnología más barata.
En materia de migración, tiene sentido seguir el ejemplo de Dinamarca, vincular los ingresos de los gobiernos locales con el número de inmigrantes, por lo que las presiones sobre las escuelas, los hospitales y la vivienda se pueden aliviar. En contraparte el gobierno mexicano gasta mucho más per cápita en la Ciudad de México que en las ciudades fronterizas, donde hay mayor generación de empleo y también más presión sobre los servicios públicos por las oleadas de inmigrantes. La razón? Las elites gobernantes se concentran en la metrópoli desde el imperio Azteca hasta hoy.
Muchos ven como una afrenta a la democracia las leyes que unen a los firmantes con acuerdos comerciales . Pero hay maneras que compartir reglas que pueden mejorar la autonomía nacional. La armonización de las normas sobre cómo sean gravadas las empresas multinacionales daría a los países mayor control sobre sus finanzas públicas.
Un enfoque coordinado para controlar los flujos de capital volátiles restablecería el dominio sobre la política monetaria nacional. El patético caso de la devaluación del peso tiene mucho que ver con falta de política monetaria y no necesariamente con la globalización.
Estas son en parte algunas de las respuestas sensatas a los vendedores ambulantes del proteccionismo como Trump, Hilary y el Peje. La peor respuesta sería que los países dieran la espalda a la globalización. El caso de la apertura sigue siendo el mismo de cuando fue expropiado el petróleo mexicano en 1938, que en lugar de negociar una mejor plataforma industrial, se creó un monstruoso corrupto y despilfarrador negocio privado de la elite del gobierno, que finalmente hubo que desmantelar casi un siglo después y cuyos efectos de despilfarro se sentirán todavía al menos 30 años más. Lo mismo paso en Reino Unido y muchos paises, pero el rumbo se corrigió hace 30 años, con Thatcher y Reagan
Se ha sabido desde la década de 1840 que las economías cerradas y dirigidas por el gobierno favorecen a los poderosos y perjudican a las clases trabajadoras. Fue en ese momento. Y continúa en este momento. Pero en venezuela, Cuba y otros se sigue en el mismo tono.