LA ÉTICA ESTOICA
Ahora que el estoicismo está de nuevo de moda, me ha parecido bien exponer algunas de las cosas que dicen Javier G. Recuenco y Guillermo de Haro en su obra “El pequeño libro de la filosofía estoica”, y especialmente lo referido a la “Ética estoica”.
El principal creador de la Ética estoica es Zenón de Citio (siglo IV a. de C.).
Éste, en un principio, escuchó las ideas del filósofo cínico Diógenes de Sínope (412 -323 a. de C.), pero después, poco convencido con las enseñanzas de la escuela cínica, amplió su campo de estudio a filósofos platónicos y aristotélicos.
Diógenes de Sínope se hizo famoso por convertirse en un vagabundo (de él procede el nombre de “síndrome de Diógenes”) e intentar vivir sin deseos y con lo mínimo imprescindible, hasta el extremo de llegar a vivir en una tinaja y prácticamente sin propiedades materiales.
El objetivo de Diógenes en su vida era buscar la virtud, y consideraba que para conseguirlo el camino era renunciar a las posesiones materiales.
Abogaba por atacar las “costumbres” ya que las consideraba el disfraz de la falsa moral. La gente no se preocupaba de ser buena en el fondo, sino de cumplir con las formas, usos y costumbres.
Pero Zenón plantea una visión de cómo vivir la vida en contraposición a otro sistema filosófico de la época, el “epicureísmo”, que era hedonista y materialista y tenía como objetivo buscar el placer. Siendo más específicos, buscaba un estado de calma, tranquilidad y ausencia de miedo y dolor corporal (ataraxia). Pero esa tranquilidad interior o “ataraxia” es también muy importante para los filósofos estoicos.
El estoicismo vivió en la Antigüedad tres épocas:
- Primero el “estoicismo antiguo” que se centra en la época de Zenón.
- Le siguió el “estoicismo medio”, avanzando la difusión de sus enseñanzas en paralelo con el crecimiento del Imperio romano, gracias a su adopción por las élites.
De estas dos primeras épocas apenas quedan documentos escritos.
- El alto estoicismo, la tercera época, llamado “estoicismo tardío” o “estoicismo romano”, es de la época en la que quedan más documentos.
Este periodo es reconocido principalmente por las obras de Lucio Anneo Séneca, Epicteto y Marco Aurelio.
La llegada del cristianismo supone un freno en seco para ésta y otras escuelas helenísticas.
Su final se suele fechar en el año 529 d. de C., cuando Justiniano I el Grande cierra las tres principales escuelas filosóficas, la Stoa (estoicismo), el Liceo (aristotelismo) y la Academia (platonismo), aunque ya desde poco después de la muerte de Marco Aurelio, el estoicismo fue clara y paulatinamente cayendo en el olvido.
El estoicismo es una filosofía racional, basada en la ciencia y la razón.
El objetivo del estoicismo era alcanzar la “eudaimonía”, es decir, la felicidad.
El proceso para conseguirlo implicaba como paso imprescindible el autocontrol, basado en la sabiduría.
El control de las emociones personales (pathe), basado en el coraje y la capacidad de raciocinio, era absolutamente necesario para poder enfrentarse a la realidad que no se puede controlar.
Y es que una idea básica que debemos aprender en el estoicismo es que en la vida hay cosas que podemos controlar y otras que no. Pero lo que sí podemos hacer respecto a las segundas, es controlar cómo nos afectan. Controlar nuestras emociones.
Por lo tanto, el estoicismo no buscaba crear la ilusión de una sociedad perfecta donde no existía el mal ni el sufrimiento. Al contrario, acepta que en la vida habrá sinsabores, que no podemos evitarlos, pero que sí podemos elegir cómo enfrentarnos a ellos.
“No podemos elegir las cartas que nos tocan, pero sí cómo las jugamos”.
Al igual que los “epicúreos” tratan de evitar el miedo a la muerte, pues éste puede destruir la calma interior que se pretende encontrar.
Las epístolas de Séneca incluyen gran cantidad de referencias a la muerte.
Epicteto insistía a sus alumnos que, al visitar un ser querido, debían recordarse a sí mismos que son mortales.
El extremo de aceptar que la vida tiene aspectos negativos, duros e inevitables era aceptar la propia muerte.
“La única forma de vivir es sabiendo que vas a morir. Si tienes miedo de morir, nunca podrás vivir” (James Baldwin).
Una vez aprendido este principio universal, se podía comenzar a trabajar en alcanzar un estado de calma, de tranquilidad o de “ataraxia”.
Este proceso implica aprender a no verse afectados en la toma de decisiones por bienes materiales, fortuna, placer, dolor o deseo.
Si se consiguen eliminar estas ataduras, se alcanza libertad, felicidad y tranquilidad.
Se consigue, entonces, una vida plena, feliz y virtuosa, obtenida gracias al uso de la razón (lógos).
Los estoicos llamaban a esto “vivir de acuerdo con la naturaleza”
Todos vamos a morir. Los bienes materiales no vendrán con nosotros. Así que las experiencias, cómo vivimos la vida, cómo seremos recordados, es lo más importante.
Otro aspecto importante de la filosofía estoica es que la felicidad no se podía alcanzar sin “virtud”.
Dicha “virtud” era el único bien preciado, en contraposición a los bienes materiales, e incluso a la salud o el placer.
De hecho, no consideraban a estos últimos ni buenos ni malos intrínsecamente, todo dependía de cómo afectaran en el comportamiento virtuoso del sujeto.
Por eso para los estoicos lo importante no era lo que decían las personas, sino cómo se comportaban.
Años después E. Kant discutirá sobre nuestra “voluntad” y cómo influye a la hora de hacer el bien o el mal.
E. Kant dirá que la buena voluntad es indispensable para ser felices. No basta con la virtud.
Todo lo que tenemos y hacemos puede terminar sirviendo para el mal si no tenemos buena voluntad.
Esto lo desarrolla Pablo Malo en su obra “Los peligros de la moralidad”, donde explica cómo las mayores barbaridades han sido realizadas por personas que estaban convencidas de estar haciendo el bien, y en pro de ese bien superior creían adecuado hacer cosas horribles a otros seres.
Los estoicos consideraban a todas las personas parte de una gran comunidad, una gran familia.
Para ellos, los humanos debían ayudarse unos a otros, vivir en comunión fraternal y no prestar atención a diferencias de riqueza o posición social.
Esto se tradujo en ver a los esclavos – la esclavitud era algo normal en la época – como iguales, lo que supuso, roces lógicos con lo políticamente correcto de su tiempo.
Los estoicos consideraban que el estudio de la filosofía estaba compuesto por tres áreas conectadas entre sí:
- La ÉTICA que se refería a la conducta.
- La LÓGICA que estaba centrada en la teoría de la ciencia y el conocimiento.
- LA FÍSICA que era la ciencia sobre bienes materiales, mundo y naturaleza.
El conjunto de las tres áreas proporcionaba la capacidad para entender el universo.
LA ÉTICA ESTOICA
El objetivo de los estoicos era llevar una vida buena, es decir, virtuosa y, por lo tanto, feliz.
El propósito era alcanzar la “eudaimonía” (la felicidad).
Según Aristóteles, una vida eudemónica (feliz) consistía en una “actividad virtuosa de acuerdo con la razón”.
Epicuro, que también buscaba la “eudaimonía”, consideraba que el “placer” era virtud, por lo que una vida de placer era una vida eudemónica.
El problema es que la realidad es tozuda y a menudo no permite acceder al placer, o un exceso de placer puede provocar un gran dolor cuando se termina.
El estoicismo se fundamenta en que la “virtud” es lo que nos proporcionará la felicidad. Es decir, la búsqueda de la felicidad era la motivación para ser virtuoso. Y ser virtuoso para los estoicos es lo mismo que actuar de manera correcta. Actuar de manera correcta, finalmente, es “actuar de acuerdo con la naturaleza”.
Partiendo de las enseñanzas de Sócrates, para los estoicos la infelicidad y el mal son el resultado de la ignorancia (agnoia) humana. Básicamente de no usar la razón.
Cuando alguien se porta mal, es porque no sabe cómo usar la razón.
La verdad y la razón eran la base de la moral.
Para poder aprender cómo comportarnos, debemos descubrir cuándo las emociones, los placeres, el miedo, el dolor o el deseo han influido negativamente en la toma de decisiones.
Veamos un ejemplo: el suicidio.
Mientras en algunas religiones es un acto inmoral, los estoicos podían considerar el suicidio como una decisión buena para una determinada persona, si racionalmente llegaba a la conclusión de que las circunstancias le impedían vivir una vida virtuosa.
También si se sufría un dolor intenso o una enfermedad que imposibilitaba alcanzar la calma necesaria. También cuando el entorno nos nubla la razón, como decía Plutarco que le pasó a Catón el Joven viviendo bajo la tiranía.
En general, para el resto de los casos, el suicidio no estaba aceptado, al suponer negarse a cumplir con nuestro deber como “parte de un todo”.
Para poder proporcionar un listado de acciones prácticas y aplicables, la escuela estoica intentó definir la bondad y maldad de múltiples aspectos de la vida cotidiana.
Al clasificar las acciones como “convenientes” (las que son de acuerdo con la naturaleza) y “erróneas” (las que no son de acuerdo con la naturaleza), hubo que crear una tercera categoría: las acciones “indiferentes”. Se definían como tales aquellas acciones que no estaban prohibidas, por no afectar a la moral, ni eran de necesario cumplimiento para alcanzar la verdad.
A Zenón le parecía incorrecto el desprecio de los filósofos cínicos por comportamientos tan humanos como la investigación, nacida de la curiosidad.
Por otro lado, como explica el sesgo humano de la aversión a la pérdida (nos afecta más perder que ganar), los estoicos ya se planteaban que era necesario impulsar virtudes como la del “coraje” para enfrentarse a este sesgo, a este sistema de toma de decisiones que viene de fábrica con los seres humanos.
El interés de los estoicos en buscar la verdad en la naturaleza y plantear un “materialismo determinista”, nace de su necesidad de crear un contrapeso práctico a los movimientos en los que una o varias deidades decidían qué estaba bien o mal arbitrariamente.
Este “determinismo” implicaba asumir que la libertad residía en aceptar el “destino”, ya que este “destino” estaba ligado a las leyes naturales, a la relación entre causa y efecto.
Aceptar el “destino” implicaba también dejar de confiar en los dioses caprichosos como fuente de solución a los problemas y comenzar a confiar en las propias acciones de los hombres. Tomar las riendas de la propia vida.
La Ética estoica se parece en cierto sentido al conocido proverbio de origen chino: “Si tu problema tiene solución, ¿por qué te preocupas? Y si no la tiene … ¿Por qué te preocupas?”.
Esta despreocupación se traducía de manera práctica en evitar el pathos, las pasiones o emociones que podían afectar a la tranquilidad y la razón.
Para los estoicos el pathos se reducía a cuatro emociones: placer, tristeza, dolor y temor.
Y la manera de evitar o controlar esas emociones era trabajar el autocontrol consciente, a partir de la razón (lógos). ¿Cómo? Preguntándose qué podemos controlar y qué no podemos controlar en cada situación.
Lo que no podemos controlar es parte de nuestro “destino determinista”, que debemos aceptar tal y como viene.
Lo que podemos controlar es cómo nos sentimos ante esos hechos inevitables. Y debemos hacerlo utilizando la razón (lógos), para volver al estado de tranquilidad y calma deseado.
Los estoicos aceptan que las emociones no se pueden evitar, ya que somos seres humanos con emociones. Pero sí podemos elegir cómo reaccionamos ante ellas, controlando el sufrimiento que nos puedan generar.
Las personas que no son capaces de aprender a controlar sus emociones o cómo reaccionar ante ellas son considerados ignorantes.
Es decir, son gente que desconoce la “razón universal”, las herramientas básicas de la naturaleza, no entiende las relaciones de causa y efecto.
Esta gente es totalmente lo opuesto al concepto de “sabio”, que utiliza la razón para que las emociones no le afecten.
Siguiendo este planteamiento, la infelicidad y la maldad son en realidad el resultado de la ignorancia. Por lo tanto, se pueden revertir practicando la filosofía de los estoicos, es decir, usando la razón para entender nuestro comportamiento y aprender técnicas para que las emociones no nos afecten.
Para los estoicos existían cuatro virtudes cardinales: sabiduría, coraje, justicia y templanza, que se adoptan a partir de los planteamientos de Platón.
(El pequeño libro de la filosofía estoica. Javier G. Recuenco y Guillermo de Haro. Alienta Editorial).
Segovia, 17 de diciembre del 2022
Juan Barquilla Cadenas.