CATULO: Poema 66 “LA CABELLERA DE BERENICE”
Catulo (87 a. de C. -57 a. de C. o, según otros, al 54 a. de C.) es uno de los poetas llamados por Cicerón “poetae novi” o “neoteroi”, es decir, “vanguardistas”, porque su poesía es extraña a la tradición cultural romana.
Estos poetas romanos son imitadores de la poesía alejandrina, especialmente del poeta alejandrino Calímaco.
Debido a las grandes conquistas y a la expansión económica de Roma en esta época (siglo I a. de C.), se crea una sociedad noble y adinerada que se entrega a la “luxuria” y al “otium” y que cultiva la literatura por “hobby”.
Estos jóvenes romanos viajan, además, por Oriente para completar su formación en las mismas fuentes del pensamiento: Atenas, Rodas o Alejandría.
Mientras una clase social determinada prospera por la coyuntura favorable, el pueblo se hunde aún más en la miseria y en su duro quehacer cotidiano no encuentra lugar para la literatura y el arte.
Esta bipolarización de la sociedad romana originará que frente a una masa “indocta”, la “élite” noble y culta busque formas de expresión cada vez más selectas y refinadas.
Es precisamente este afán por una nueva estética, el que va a hacer posible la ruptura con la tradición literaria romana.
Esta nueva poesía se caracteriza:
- Por el abandono y desprecio del “epos” homérico y enniano (de Ennio), lo que provocará la reacción de “tradicionalistas” como Cicerón.
- Por el empleo de “brevia carmina” (poemas breves) ya sea de tipo subjetivo, como la elegía sentimental o amorosa y el epigrama, ya sea de tipo narrativo, como el “epilio”, poemitas en los que relatan célebres amores mitológicos.
- Por la tendencia al “subjetivismo”, a expresar sus propios sentimientos directamente o a través de un relato mitológico.
- Por la ostentación de la erudición, a la que, a veces, se subordina el relato y un cuidado escrupuloso por el metro.
Entre estos poetas “neotéricos” o vanguardistas se encontraban los amigos de Catulo: Helvio Cinna, Licinio Calvo, Valerio Catón, Cornificio, Marco Furio Bibáculo y los eruditos Marco Terencio Varrón y Cornelio Nepote.
Estos poetas eran conservadores y enemigos de César, pues defendían las comodidades burguesas del momento, aunque demolieron las tradiciones morales y literarios de la literatura anterior. Con mayor exactitud se les podría calificar de “apolíticos”, siendo su visión hedonista de la vida la causa de su apoliticismo. La filosofía del grupo es el “epicureísmo”.
Catulo se enamoró de una dama muy bella y licenciosa, Clodia, casada con Quinto Cecilio Metelo Céler, gobernador de la Galia Cisalpina, y hermana del tribuno de la plebe Publio Clodio Pulchro, enemigo de Cicerón.
Clodia, que aparece en sus versos con el nombre de “Lesbia”, tras concederle sus encantos, le fue infiel a la primera ocasión y dejó a Catulo debatiéndose entre el odio y el amor.
De la violenta pasión que despertó en Catulo, éste tardó en recuperarse y lo hizo a duras penas: “Una salus haec est, hoc est tibi pervincendum” / Hoc facias sive id non pote, sive pote!” (La única salvación es ésta: esto ha de ser superado por ti. ¡Hazlo puedas o no puedas!).
Pero la agonía se prolongó merced a los arrepentimientos de la amante, mera excusa para nuevas y fallidas reconciliaciones.
Clodia sirvió de inspiración de muchas de sus poesías.
Por otro lado, en sus poemas también se refleja, directa o indirectamente, una relación homosexual con un joven de nombre Juvencio.
Catulo es el representante arquetípico de los “poetae novi”: se entrega de lleno al “otium”, a la dulzura de la vida, al lujo, a los amigos, a las reuniones sociales y al amor igualmente compartido por las mujeres y la poesía.
Murió a los 30 años, o, según otros, a los 33.
Su modelo principal fue Calímaco, poeta cortesano y filósofo de Alejandría, del siglo III a. de C.
La obra de Catulo, al menos lo que se ha conservado, es una colección de 116 poemas que se pueden dividir en tres partes:
- Composiciones breves, en metros variados, denominadas por el propio autor “nugae”, “ineptiae” o “versiculi”, es decir, bagatelas, naderías.
- “Carmina docta”, composiciones eruditas de mayor extensión.
- “Epigramas” en dísticos elegiacos.
El poema “la cabellera de Berenice” está dentro del grupo de “carmina docta”.
Consiste en una adaptación latina del poema perdido del mismo título de Calímaco, que un papiro nos ha devuelto en parte.
Es una elegía sobre el tema de Berenice, esposa de Ptolomeo Evergetes, faraón de la Dinastía Ptolemaica de Egipto.
Berenice había realizado el voto de que, si su marido volvía vencedor de una expedición, se cortaría la cabellera y la ofrecería a Venus; pero al día siguiente de este generoso sacrificio, los cabellos desaparecieron del templo, donde habían sido depositados, hasta ser hallados en el cielo, convertidos en constelación.
Catulo eligió probablemente este poema por ser un canto a la fidelidad.
POEMA 66: “La cabellera de Berenice”
“El que ha observado todos los astros de la bóveda celeste, el que ha averiguado los nacimientos y ocasos de las estrellas, cómo el brillo de llama del rápido Sol se eclipsa, cómo se retiran las constelaciones en estaciones fijas, cómo un dulce amor que destierra a la Trivia (Selene, la Luna) furtivamente al pie de las rocas de Latmio (sobrenombre de Endimión), la desvía de su órbita en el cielo, es el mismo famoso Conón (astrónomo real de Ptolomeo III de Egipto) (1) que me ha visto entre las estrellas del cielo a mí, cabellera de la cabeza de Berenice, (2) brillar con toda claridad, [cabellera] que ella prometió a muchas diosas extendiendo sus delicados brazos en la época en que el rey, ampliado su reino con una nueva boda, había acudido a devastar los territorios asirios, llevando las dulces huellas de la riña nocturna, que había sostenido por el botín de una virgen. ¿Las nuevas esposas odian a Venus? ¿O es que engañan el contento de los padres con falsas lágrimas que derraman en abundancia delante de la alcoba nupcial? ¡Válganme los dioses, no lloran sinceramente! Esto me lo enseñó mi reina con sus muchas quejas, mientras su nuevo esposo proyectaba feroces guerras. ¿Y tú, abandonada, lloraste no sólo el lecho vacío, sino la penosa separación de tu querido hermano? ¡Cuán profundamente consumió tus tristes médulas esta tristeza!
¿De qué forma angustiosa entonces en todo tu corazón, privada de los sentidos, se te borra la consciencia! Pero yo, por cierto, [te] sabía de gran corazón desde pequeña. ¿Es que te has olvidado de la buena acción, por la que conseguiste un matrimonio real, hazaña a la que no se atrevería otro más fuerte? (3).
Entonces triste, mientras despedían a tu esposo, ¡qué palabras pronunciaste!
¡Por Júpiter! ¡Cuántas veces restregaste tus ojos con la mano!
¿Qué dios tan grande te ha cambiado? ¿O es quizás porque los amantes no quieren estar lejos del cuerpo que aman? Y, entonces, tú me prometiste a todos los dioses por tu dulce esposo junto a la sangre de un toro, si él regresaba. En poco tiempo, había añadido la conquista de Asia a los territorios de Egipto.
Yo (se refiere a la cabellera) por estas hazañas, ofrecida a los dioses del cielo, pago el antiguo voto con un regalo nuevo.
De mala gana, oh reina, me retiré de tu cabeza, de mala gana. Lo juro por ti y por tu vida, que lleve lo merecido quien jure en falso. Pero, ¿quién puede pretender rivalizar con el hierro? También fue excavada aquella montaña (4), la más grande de las tierras, sobre las que viaja el resplandeciente hijo de Tía (el Sol), cuando los medos crearon un nuevo mar y cuando los jóvenes extranjeros con su flota navegaron por el centro de Atos. ¿Qué harán los cabellos, cuando ante el hierro ceden montañas tales? ¡Por Júpiter, que muera toda la raza de los cálibes (5) y quien, al principio, se obstinó en buscar las venas del metal debajo de la tierra y en moldear la dureza del hierro! Los cabellos hermanos de los míos recién cortados lloraban mi destino, cuando el caballo alado de la locria Arsínoe (6), hermano gemelo del etíope Memnón, golpeando los aires con el batir de sus alas se me presentó, y él, cogiéndome, vuela por las etéreas sombras y me coloca en el casto regazo de Venus. A su propio criado había enviado allí la misma Cefirítide (7), la habitante griega de las playas de Canopo.
[Entonces], para que la corona de oro de las sienes de Ariadna no estuviera sola fija en la variada luz [del divino] cielo, sino para que también brillara yo, consagrado despojo de una rubia cabellera, a mí, al llegar a los templos de los dioses empapada de llanto, la diosa me colocó como nueva constelación entre las antiguas. En efecto, al lado de los astros de la Virgen (8) y del feroz León, unida a Calisto, hija de Licaón, me vuelvo hacia el ocaso, guía del lento Bootes (el Boyero), quien se sumerge con dificultad tardíamente en el profundo Océano.
Pero, aunque me oprimen de noche los pasos de los dioses, el día, en cambio, me devuelve a la canosa Tetis (con su consentimiento séame lícito hablar aquí, virgen ramnusia, pues yo no ocultaré la verdad por miedo de ninguna clase, ni aunque los astros me hieran con palabras hostiles; es más, revelaré los secretos de mi corazón verdadero), no me alegro tanto con mi suerte actual como sufro por estar separada siempre, por estar separada de la cabeza de mi dueña, con quien yo, mientras fue virgen, en otro tiempo sin conocer todos los perfumes me embebí de muchos humildes. Vosotras, ahora, a quienes la antorcha nupcial unió en el día deseado, no entreguéis vuestros cuerpos a vuestros esposos con los mismos deseos, descubriendo vuestros pechos, desvestidas, antes de que derrame para mí amables ofrendas el vaso de alabastro, el vaso de alabastro de vosotras las que observáis los juramentos de un casto lecho.
Pero la que se entregó al impuro adulterio, ah, sus malas y vanas ofrendas las beba el polvo ligero, pues yo no busco ningún premio de las mujeres indignas, sino más bien, oh casadas, siempre la concordia, siempre un amor constante habite vuestras moradas. Tú, reina, cuando al mirar las estrellas aplaques a la diosa Venus los días de fiesta, no permitas que yo, que soy tuya, me halle falta de perfumes, sino más bien obséquiame con abundantes regalos. ¡Ojalá las estrellas se conviertan en fugaces! ¡Yo me haría cabellera de reina! ¡Cerca de Hidrocoo brillaría Orión! (9).
Notas:
(1) Conón es un astrónomo real de Ptolomeo III de Egipto.
Según Calímaco, este astrónomo conoce los astros, el rápido movimiento del Sol, los eclipses de la Luna, etc.
Para hablar del eclipse de Luna utiliza una bella imagen: la Luna, Trivia, se oculta para visitar en la tierra a su amante Endimión, hermoso pastor, y lo hace en una cueva del monte Latmo, en Caria.
(2) Berenice, hija de Maga, rey de Cirene, casó con Ptolomeo III Evergetes.
La expedición militar de lo que a continuación se habla es la comprendida contra Seleuco II, rey de Siria.
(3) Berenice, a los quince años, muerto su padre, hizo matar a Demetrio de Cirene, con quien quería casarla su madre, Apama.
(4) Es el monte Atos, al norte de Grecia.
“El hijo de Tía” es el Sol. Tía era madre del Sol, de Eos (la Aurora) y de Selene (la Luna).
Jerjes abrió un canal en el istmo de Atos cuando invadió Grecia.
(5) Cálibes: se creía que este pueblo, habitante de la costa del mar Negro, había descubierto el hierro y su forjado.
(6) Arsínoe está asociada al culto de Venus.
Este caballo alado se interpreta como Céfiro, hermanastro de Memnón. Su madre Eos tuvo de Astreo a los vientos y de Titono a Memnón y Ematión. Céfiro es el criado de Arsínoe II, venerada en un templo de la ciudad de Arsínoe de Pentápolis, región habitada en otro tiempo por los locrios.
(7) Es venerada como tal con sus atributos. Esta Venus Arsínoe es llamada “Cefiritis” por tener un templo en el promontorio de Cefirio.
(8) La cabellera de Berenice está cerca de Virgo, Leo y la Osa Mayor. Calisto, hija de Licaón, fue una princesa arcadia de la que Zeus se enamoró, por lo que la catasterizó en Osa Mayor. Bootes es la constelación del “Boyero”.
(9) Los términos griegos “Hydrochoos “ y “Oarion” se refieren a nuestros “Acuario” y “Orión”. Estas dos constelaciones están muy separadas. Sólo una catástrofe las podría acercar.
(Catulo. Poemas. Introducción, traducción y notas de Arturo Soler Ruiz. Edit. Planeta DeAgostini).
Segovia, 30 de abril del 2023
Juan Barquilla Cadenas