LA MUJER EN LA GRECIA ANTIGUA. ASPASIA
Atenas es la principal fuente de información sobre las mujeres en Grecia. Pero las características que presenta la mujer en Atenas son diferentes de las que presenta la mujer en Esparta, donde la mujer gozaba de igualdad ante el hombre, tanto en la educación atlética y artística como también en la igualdad jurídica, incluso tenía un especial privilegio sobre las propiedades, bajo un sistema de gobierno de reyes y reinas, conocido como “diarquía”.
En cambio, la mujer ateniense era una eterna menor de edad, que no poseía ni derechos jurídicos ni políticos. Toda su vida, debía permanecer bajo la autoridad de un “tutor”: primero de su padre, luego de su marido, de su hijo si era viuda o de su más próximo pariente.
Como a las mujeres (atenienses) se les prohibía llevar a cabo procedimientos judiciales, el “kurios” (el tutor) los hacía en su nombre. Este tutor las acompañaba en cada acto jurídico, hablaba por ellas y defendía “sus intereses”.
Ningún juez hablaba directamente con las mujeres afectadas.
Los litigantes evitaban nombrarlas por su nombre personal y se referían a ellas citando a los hombres con los que estaban emparentadas o casadas.
Una mujer nombrada directamente por su propia identidad se consideraba generalmente indigna o que había infringido deliberadamente la ley.
En la sociedad ateniense, el término legal de esposa era conocido como “damar”, palabra que deriva del significado de la raíz de “someter” o “domesticar”.
Las mujeres atenienses tenían un limitado derecho a la propiedad y, por lo tanto, no eran consideradas “ciudadanas de pleno derecho”, ya que la “ciudadanía” y el derecho a tener “derechos civiles y políticos” se definían en relación con la propiedad y los recursos económicos.
Su existencia no tenía sentido más que para el matrimonio, que ocurría generalmente entre los 15 y 18 años. Este sistema se implantó como una forma de garantizar que las chicas siguieran siendo vírgenes cuando se casaran; también permitía a los maridos elegir quién iba a ser el siguiente marido de su mujer antes de que él muriera.
El matrimonio era un acto privado, un “contrato” realizado entre dos familias. Curiosamente, el griego antiguo no tiene una palabra específica para designar el matrimonio. Se habla de ἐγγύη, literalmente la garantía, la “caución”: es decir, el acto por el cual el cabeza de familia daba a su hija a otro hombre.
La ciudad no era testigo ni registraba en un acta este acontecimiento para conferir a la mujer el “estatus matrimonial”.
Por eso, había que añadir la cohabitación. A menudo, a ésta sigue el ἐγγύη. Sin embargo, sucedía que el “ἐγγύη” tenía lugar cuando la chica era una niña. La cohabitación no ocurría hasta más tarde.
De manera general, la joven no tenía ni una palabra que decir en su futuro matrimonio.
Según Aristóteles, en la pareja conyugal, la “autoridad” (ἀρχή ) del hombre sobre la mujer era de tipo “político” del tipo que ejercían en una ciudad los “gobernantes” sobre los “gobernados”.
La autoridad del padre sobre sus hijos era “real”, del tipo que tiene un rey sobre sus súbditos: la autoridad del marido estaba regulada y limitada.
Con su propia persona, la joven casada portaba también su “dote” a su nueva familia.
Ésta consistía generalmente en dinero.
La “dote” no era propiedad del marido: cuando su mujer moría sin hijos o en caso de divorcio por consentimiento mutuo, la dote debía ser devuelta.
Cuando la suma (de la dote) era importante, el tutor de la casada se protegía mediante una hipoteca especial, la ἀποτίμημα (apotimema): un bien inmobiliario era empeñado como contrapartida, empeño materializado por un ὅρος (hóros), mojón o señal de piedra que marcaba las tierras adscritas a un acreedor.
A falta de reembolso de la dote, el bien era embargado.
El “divorcio” a iniciativa de la esposa no estaba normalmente permitido: sólo el “tutor” podía pedir la disolución del contrato.
Sin embargo, los ejemplos muestran que la práctica existía.
Así, Hipareta, mujer de Alcibíades, pidió el divorcio presentándose en persona ante el “arconte”.
Los comentarios de Plutarco sugieren que se trataba de un procedimiento normal. En el discurso “Contra Onétor” de Demóstenes, es el hermano de la esposa, su tutor, quien introduce la demanda de divorcio.
Una estricta fidelidad era requerida de parte de la esposa: su rol (papel) era dar nacimiento a hijos legítimos que pudieran heredar los bienes paternos.
El marido que sorprendía a su mujer en flagrante delito de adulterio, tenía el derecho de matar al seductor en el acto. La mujer adúltera podía ser devuelta a su tutor.
Según algunos autores, el esposo burlado estaría en la obligación de matar al seductor so pena de perder sus derechos cívicos.
En cambio, el esposo no estaba sometido a este tipo de restricción: podía recurrir a los servicios de una “hetera” o introducir en el hogar conyugal una concubina (παλλακή) – a menudo una esclava - , pero podía ser también la hija de un ciudadano pobre.
Las mujeres de buena familia tenían como principal papel mantener el “ οἴκος” (la casa).
Las mujeres eran confinadas en el “gineceo”, literalmente la “habitación de las mujeres”, rodeadas de sus sirvientes.
En el “Económico” de Jenofonte se mencionan las pocas tareas que recaían en las mujeres atenienses: hilar la lana, preparar y reparar la ropa, vigilar el estado del grano y otras provisiones en la despensa, y cuidar de los sirvientes enfermos.
No se arriesgaban fuera del dominio familiar más que para cumplir “funciones religiosas”.
En cambio, las mujeres del pueblo aportaban a la economía familiar un complemento de recursos, vendiendo su producción agrícola o artesanal: aceitunas, frutos y hortalizas, hierbas, tejidos, etc.
Los autores cómicos así como los oradores mencionan a mujeres vendedoras al “detalle” (que venden directamente al consumidor final) de aceites perfumados, de peines, de pequeñas alhajas o incluso de cintas. Manejaban, pues, dinero.
Las mujeres atenienses, como en el resto de Grecia, no iban a la guerra y estaban excluidas de los órganos de deliberación y decisión política.
Sin embargo, en lo que respecta a la actividad cultural, en todas las ciudades, las mujeres (esposas o hijas legítimas de ciudadanos) estaban en igualdad de condiciones con los ciudadanos varones.
En primer lugar, las mujeres debían formar un “cuerpo” (grupo) para participar en las fiestas .
La ley también podía imponer una multa a quienes no cumplían con su deber.
Algunas mujeres desempeñan funciones más destacadas que otras, como las “canéforas” que llevaban las cestas rituales durante los sacrificios. Además, las mujeres estaban en igualdad de condiciones con los hombres en el ámbito religioso y debían desempeñar funciones sacerdotales: todas las ciudades tenían “sacerdotisas”.
La hija llamada “epiclera” es la que se hallaba en la circunstancia de ser la única descendiente de su padre: no tenía ni hermanos, ni descendientes de hermanos susceptibles de heredar.
Según la ley ateniense, no podía heredar, pero estaba “atada” (ἐπί) a la “herencia” (κλῆρος).
En consecuencia, debía casarse con su más próximo pariente: a través de ella, los bienes familiares pasaban a su marido, luego a sus hijos, los nietos del difunto.
El “Pseudo-Demóstenes” señala que el pariente más cercano podía negarse a casarse con la “epiclera”; sin embargo, “éste debía darla en matrimonio con una “dote”, “el pentacosiomedimno” de 500 dracmas, de 300 el “hippeis” (caballero) y de 150 dracmas el “thete”.
Se sabe poco de las “mujeres metecas” (mujeres extranjeras que vivían en Atenas o en otras ciudades-estado) excepto el costo del impuesto que les afectaba: el “metoίkon” (μετοίκιον) que era para ellas de seis dracmas, frente a las doce para un hombre.
Muchas de ellas seguían simplemente a su marido, llegado a Atenas por negocios o por seguir las enseñanzas de un maestro reputado.
Se puede suponer que su modo de vida era semejante al de las hijas y mujeres de los ciudadanos.
Una minoría estaba constituida de mujeres llagadas a Atenas para obtener fortuna.
Las más pobres acababan a menudo de “prostitutas” en los burdeles del Pireo o de Atenas misma.
Las más educadas podían convertirse en “heteras” o cortesanas. Eran las compañeras casi oficiales de los hombres de negocios y de los políticos atenienses.
En Esparta las mujeres gozaban de más libertad que en el resto de la antigua Grecia.
Esparta se distinguía de las otras ciudades griegas en que situaba a las mujeres más o menos en pie de igualdad con los hombres; todas estaban sometidas al Estado, y su fin primero era la reproducción de soldados vigorosos y disciplinados.
Esparta tenía un sistema educativo obligatorio para todos y organizado por el Estado, donde otras ciudades dejaban a los padres como únicos responsables de sus hijos.
Este sistema educativo era obligatorio para varones y mujeres desde la niñez.
Come en el caso de los chicos, las chicas comenzaban su etapa educativa a los siete años. Se acababa a los dieciocho años, edad a la cual las jóvenes se casaban.
Este sistema educativo comprendía dos planes deportivos: por un lado un entrenamiento físico para dar firmeza al cuerpo; por otro, la “musiké” (μουσική), término que para los griegos aglutinaba el baile, la poesía y el canto.
Las mujeres en la antigua Grecia tenían innumerables oficios: sacerdotisas (“pitias”), poetisas, actrices de teatro, coristas, modelos de escultores, profesoras de ciencias como la retórica , logografía, etc.
Sobresale en lo artístico la poetisa Safo en la isla de Lesbos.
Platón en el libro V de la “República” admite a las mujeres en la clase de los “guardianes” y al final del libro VII reconoce la posibilidad de que existan filósofas gobernantes.
Aristóteles en “Política” III, 1 definió la “ciudadanía” como la posibilidad de participar en el poder político.
La mujer constituía, así, el sector social más alejado de la posibilidad de participar en él, por cuanto que, a diferencia de los “metecos” y los “esclavos”, no podía convertirse nunca en ciudadana.
Aristóteles no estaba de acuerdo con Platón sobre el tema de si las mujeres deberían ser educadas, pero ambos, sin embargo, consideran a las mujeres como inferiores.
Hubo que esperar a la “época helenística” para ver a grandes figuras femeninas emerger en el mundo griego, ya en decadencia después de la muerte de Alejandro Magno (323 a. de C.), tal es el caso de Berenice, Arsínoe o Cleopatra.
ASPASIA
Aspasia de Mileto fue una de las mujeres que sobresalen en la Atenas del siglo V a. de C.
Aspasia nació en la ciudad jonia de Mileto.
Se sabe muy poco de su familia, salvo que el nombre de su padre era Axíoco.
Es evidente que perteneció a una familia adinerada, por la excelente educación que recibió.
Se desconoce la razón que la llevó a Atenas.
Hay hipótesis verosímiles que datan la llegada de Aspasia a Atenas en torno al 450 a. de C., fecha en la que pudo haber conocido a Pericles.
De acuerdo con las afirmaciones (hoy discutidas) de los escritores antiguos, en Atenas se había convertido en una “hetera” y posiblemente llegó a dirigir un burdel.
Las “heteras” en Atenas eran cortesanas (semejantes a las “geishas”japonesas) y mujeres de compañía de clase alta que, además de ofrecer belleza exterior, se diferenciaban del resto de mujeres atenienses por el hecho de que recibían una buena educación. Además, tenían independencia económica y pagaban impuestos.
Eran posiblemente lo más cercano a mujeres liberadas que había en la sociedad ateniense.
Siendo una extranjera y, si lo que afirman los escritores antiguos es cierto, una “hetera”, estaba libre de las restricciones legales que tradicionalmente confinaban a las mujeres casadas al ámbito del hogar, y estaba por tanto capacitada para participar en la vida pública de la ciudad.
Aspasia se convirtió en la amante del político Pericles a comienzos de la década de 440 a. de C., aunque si su estado llegó a marital se discute.
En cualquier caso, hacia el año 445 a. de C. su unión con el “estratego” ateniense ya debía ser sólida, teniendo en cuenta que de su relación nació un hijo (Pericles el “Joven”), así como el hecho de que la milesia fue acusada de instigar el apoyo de Atenas a Mileto en su conflicto con Samos en 440 -439 a. de C., a través de su relación con Pericles. Esto último hace pensar que los enemigos de Pericles presuponían una fuerte influencia de Aspasia en asuntos de Estado.
Aspasia la milesia encajó perfectamente en el círculo de amistades de Pericles (algunos “sofistas” entre ellos Anaxágoras). Tan es así que el mismo Sócrates con sujetos bien conocidos frecuentó su casa y varios de los que la trataron llevaban a sus mujeres a que la oyesen.
Después de divorciarse de su primera esposa (alrededor del año 445 a. de C.), Pericles comenzó a vivir con Aspasia, aunque su estatus marital está en discusión.
Su hijo, Pericles el Joven, debió nacer alrededor del año 440 a. de C.
Aspasia en esa época debía haber sido muy joven, puesto que aproximadamente en el 428 a. de C. (ya muerto Pericles) fue capaz de concebir otro hijo de Lisicles.
Pericles, Aspasia y sus amigos íntimos no eran inmunes a los ataques, puesto que la preeminencia en la democracia ateniense no era equivalente a un gobierno absoluto.
Su relación con Pericles y su consiguiente influencia política provocó muchas reacciones.
Donal Kagan, historiador de la Universidad de Yale, cree que Aspasia fue particularmente impopular, en los años posteriores a la “guerra de Samos”.
En el año 440 a. de C., Samos estaba en guerra con Mileto por la ciudad de Priene, una antigua ciudad de Jonia ubicada en la ladera del monte Micala. Encontrándose en desventaja, los milesios acudieron a Atenas y presentaron su caso a la Asamblea. Cuando los atenienses ordenaron a las partes en disputa que finalizasen las hostilidades y que sometieran el caso al arbitraje de Atenas, Samos se negó. En respuesta, Pericles hizo promulgar un decreto por el cual se enviaba una expedición a Samos.
La campaña resultó muy dura, y los atenienses sufrieron duras pérdidas antes de que Samos fuera finalmente derrotada. Según Plutarco, se creía que Aspasia, que procedía de Mileto, había sido responsable de la “guerra de Samos”, y que Pericles había tomado la decisión de atacar, influenciado o aconsejado por ella.
Antes del estallido de la “guerra del Peloponeso” (431 a. de C. – 404 a. de C.), Pericles, algunos de sus socios más cercanos y Aspasia se vieron enfrentados a una serie de ataques personales y judiciales incoados por sus enemigos políticos.
Aspasia, en particular, fue acusada de corromper a las mujeres de Atenas para satisfacer las perversiones sexuales de Pericles. Según Plutarco, fue llevada a juicio y acusada de “impiedad”, con el poeta cómico Hermipo como acusador.
Todas estas acusaciones, probablemente, no fueron más que demandas sin fundamento, pero la experiencia en sí fue muy amarga para Pericles.
Aunque Aspasia fue declarada inocente gracias a un estallido emocional de Pericles ( Ateneo cita a Antístenes diciendo que Pericles suplicó por ella frente a los cargos de “impiedad”, derramando más lágrimas que cuando su vida y sus propiedades se encontraron en peligro) .
Su amigo Fidias fue condenado y murió en prisión.
Otro amigo suyo, Anaxágoras, fue acusado por la ἑκκλεσία (la Asamblea ateniense) por sus creencias religiosas.
Aristófanes, en su obra “Los Acarnienses”, acusa a Aspasia de haber sido la causante de la “guerra del Peloponeso”. Para ello argumenta que el “Decreto de Megara” de Pericles, que excluía a la ciudad de Megara de todo comercio con Atenas o sus aliados, fue una venganza por el rapto de prostitutas de la casa de Aspasia.
Aristófanes retrata a Aspasia como responsable por motivos personales, del estallido de la guerra con Esparta, en lo que pudiera ser un reflejo del reciente episodio entre Mileto y Samos.
Según Podlecki, el tirano de Samos, Duris, pudo haber impulsado esa imagen de Aspasia como instigadora tanto de la “guerra de Samos” como de la “guerra del Peloponeso”.
Aspasia fue apodada “Ónfale” (reina de Lidia a la que sirvió Hércules), “Deyanira” (tercera esposa de Heracles que, no queriéndolo, mató a Heracles al entregarle una capa impregnada de la sangre del centauro Neso), “Hera” (la esposa celosa y vengativa de Zeus) y “Helena” (la mujer causante de la guerra de Troya).
Ateneo recogió más ataques a la relación entre Pericles y Aspasia e incluso el propio hijo de Pericles (del matrimonio anterior) Jantipo, no tuvo escrúpulos en atacar a su padre con asuntos personales para tratar con ello de favorecer su propia carrera política.
En el año 429 a. de C., durante la plaga de Atenas, Pericles fue testigo de la muerte en la epidemia de sus dos hijos legítimos, nacidos de su primera esposa (Jantipo y Paralos), en el plazo de cuatro días.
Pericles con su moral bajo mínimos, rompió a llorar, y ni siquiera su compañera Aspasia, pudo consolarle.
Justo antes de su muerte, los atenienses permitieron un cambio en la ley de 451 a. de C. que convertía a su hijo con Aspasia (Pericles el Joven), de sangre ateniense sólo por parte de padre, en ciudadano y heredero legítimo. Una decisión sorprendente teniendo en cuenta que fue el propio Pericles quien propuso en un principio la ley que limitaba la “ciudadanía” a aquellos que nacieran tanto de padre como de madre ateniense.
Plutarco cita a Esquines socrático, que escribió un diálogo hoy perdido sobre Aspasia, para afirmar que, tras la muerte de Pericles, Aspasia vivió con Lisicles, un general y líder democrático ateniense con quien tuvo otro hijo. También afirma que ella fue quien consiguió convertir a Lisicles en el primer hombre de Atenas. Lisicles murió en combate en 428 a. de C.
La fecha que la mayoría de los historiadores calculan como año de la muerte de Aspasia (aproximadamente 401 y 400 a. de C.) se calcula partiendo de la base de que Aspasia murió antes de la ejecución de Sócrates en 399 a. de C.
Al parecer, en los círculos sociales de la antigua Atenas, Aspasia se hacía notar por su capacidad en “retórica” y por su brillante conversación, y no tanto como mero objeto de belleza física.
Según Plutarco, su casa se convirtió en un centro intelectual de Atenas, y atrajo a los más prominentes escritores y pensadores, entre los que se incluía al filósofo Sócrates.
El biógrafo (Plutarco) escribe que, a pesar de su vida inmoral, los hombres atenienses se acercaban acompañados de sus mujeres para que la oyeran conversar.
Hay diversas controversias en lo referente a la formación de Aspasia como experta en “retórica”.
Algunos piensan que adquirió estos conocimientos en Mileto, dado que en las ciudades jonias los niños y las niñas convivían en la escuela pública y compartían el aprendizaje en situación de igualdad. También era normal entre las mujeres jonias asistir a los círculos culturales y participar en asuntos políticos, lo que entre los atenienses era totalmente impensable, ya que el rol social de las esposas estaba restringido al ámbito doméstico.
Otros, por el contrario, opinan que su formación pudo tener lugar en Atenas. Esta ciudad era en aquellos momentos un foco de atracción de sofistas y retóricos y bien pudo la milesia adquirir estos conocimientos de maestros como Antifonte de Ramnunte.
Donde quiera que adquiriese esta formación, lo que es innegable es su condición de experta en “retórica”, tanto como “logógrafa” como en lo concerniente a su faceta “pedagógica”.
Por su extrema pericia en este arte, por su capacidad para rodearse de los más ilustres y reconocidos intelectuales de su época y por contribuir de forma activa al florecimiento de la vida cultural en Atenas, consiguió la admiración y el respeto de filósofos, artistas e ilustres demócratas.
Pero también por su condición de “extranjera”, por su supuesta influencia sobre Pericles y por llevar una vida de mujer libre e independiente, impropia de una esposa ateniense, fue atacada, ridiculizada y vilipendiada por los “conservadores” y por los cómicos, entre los que cabría destacar a Aristófanes en su obra “Los acarnienses” y el poeta Hermipo que fue el acusador en el proceso seguido contra Aspasia por “impiedad” y en un segundo proceso en el que también se la acusaba de proporcionar a Pericles mujeres libres en su casa. Se cuenta que Pericles suplicó derramando lágrimas ante el tribunal para pedir la absolución de la milesia.
El nombre de Aspasia está vinculado a la fama y la gloria de Pericles.
Plutarco acepta que Aspasia fue una figura significativa, tanto política como intelectualmente, y expresa su admiración por una mujer que fue capaz de “dirigir a su antojo a los principales hombres de Estado y ofrecía a los filósofos la ocasión de discutir con ella en términos exaltados y durante mucho tiempo”.
Plutarco dijo que Aspasia tuvo tal renombre que incluso Ciro el Joven, el príncipe persa, que fue a la guerra contra su hermano Artajerjes II de Persia, dio su nombre a una de sus concubinas, que anteriormente se llamaba Milto. Cuando Ciro murió en la batalla, la mujer fue llevada cautiva ante el rey Artajerjes, y adquirió una gran influencia sobre éste.
Luciano de Samosata, por su parte, otorga a Aspasia los epítetos de “modelo de sabiduría”, la “admirada del admirable Olimpo” y ensalza “su sabiduría política y su visión, su agilidad de mente y su penetración”.
Por otro lado, un texto siríaco, según el cual Aspasia redactó un discurso y dio instrucciones a un hombre para que lo leyese en su nombre en la corte, confirma la fama de “retórica” de Aspasia.
Según la “Suda”, una enciclopedia bizantina del siglo X, Aspasia había sido “lista más allá de las palabras, una “sofista”, y profesora de “retórica”.
Investigadores como Cheryl Glen, de la Universidad Estatal de Pensilvania, argumenta que Aspasia parece haber sido la única mujer en la Grecia clásica que se distinguiera en la esfera pública, y que debió haber influido a Pericles en la composición de todos sus discursos.
Algunos estudiosos creen que Aspasia llegó a abrir una academia para mujeres jóvenes de las familias aristocráticas e incluso habría inventado el “método socrático”.
Donal Kagan describe a Aspasia como “una bella, independiente, brillante y lista joven, capaz de mantener su propia conversación con las mejores mentes de Grecia y de discutir y arrojar luz sobre cualquier tipo de cuestión con su marido”.
(Wikipedia).