ARISTÓTELES :“POLÍTICA”
El pensamiento aristotélico constituye una de las más destacadas aportaciones de todos los tiempos a la filosofía occidental.
Los conceptos fundamentales de su Metafísica, su creación de la Lógica, sus investigaciones psicológicas y científicas, sus doctrinas políticas y éticas, tienen vigencia a todo lo largo de la historia de la filosofía.
Aristóteles fue el primero en hacer una historia del pensamiento donde planteó los principales problemas filosóficos intentando una solución de los mismos. Destruye la separación platónica de los dos mundos (el mundo sensible y el mundo de las ideas) mediante los conceptos metafísicos de “sustancia” y “accidente”, “materia” y “forma”; y la oposición entre el ser y el devenir, explicando el movimiento mediante su teoría del “acto” y la “potencia”.
Aristóteles nació el 384 a. de C. en Estagira – de ahí que se le llame el “Estagirita” -, y era hijo de Nicómaco, médico del rey de Macedonia. Joven de diecisiete años, entró en la Academia de Platón, donde permaneció hasta la muerte de su maestro.
En 343 a. de C., invitado por Filipo, rey de Macedonia, se encargó de la educación de Alejandro Magno, sobre el que ejerció gran influjo.
Es posible que antes Aristóteles hubiese enseñado filosofía en Asia Menor en compañía de otros platónicos, según sostiene Jaeger.
Vuelto a Atenas en el año 334 a. de C., fundó una escuela filosófica en el Lyceo, donde enseñaba su doctrina paseando, de ahí que haya sido denominada “peripatética” (< περιπατέω= pasear).
Hacia el 323 a. de C. se inició en Atenas un movimiento antimacedónico, coincidiendo con la muerte de Alejandro Magno, que afectó a Aristóteles. El Estagirita fue acusado de impiedad y tuvo que huir a Calcis (“para que no se pecara por segunda vez contra la filosofía”, aludiendo a la muerte de Sócrates), donde murió el año 322 a. de C.
(Historia de la Filosofía y de las ciencias. Antonio Aróstegui).
De entre las muchas obras que escribió, aquí nos vamos a fijar en su obra “Política”.
De esta obra, que trata muchísimos temas, todos ellos relacionados con la “polis” o ciudad-estado, comenzando con el hombre, la familia, la casa, la aldea, la ciudad, el comercio, la propiedad, los esclavos, los componentes de la ciudad, los gobernantes y gobernados, las constituciones o regímenes políticos, las magistraturas, el régimen político ideal, la educación de los ciudadanos, seleccionaremos algunos de ellos.
1. El hombre “animal político”
El hombre es por naturaleza un “animal político”; ello quiere decir que el hombre es un ser peculiar, un intermedio entre los dioses y las bestias; aquellos no necesitan ningún tipo de Estado; éstas son incapaces de vivir en sociedad; sólo el hombre necesita de la sociedad racional, es decir, del Estado (la “polis”) para ser feliz.
El individuo aislado no puede vivir; necesita de la agrupación con sus semejantes; tal agrupación se manifiesta como “familia”, unidad social básica, como “aldea”, agrupación de varias familias, y la “polis”(la ciudad-estado griega, el Estado diríamos hoy). La “polis” es superior a las partes nucleares que la componen, pues es un organismo que vivifica todas sus partes.
La “polis es la organización más perfecta, aquélla en la que el hombre puede vivir una buena vida; una buena vida quiere decir: realizar sus actividades morales, intelectuales, científicas y culturales.
…La razón por la cual el hombre es un ser social, más que cualquier abeja y que cualquier animal gregario, es evidente: la naturaleza, como decimos, no hace nada en vano, y el hombre es el único animal que tiene palabra.
Pues la voz es signo del dolor y del placer, y por eso la poseen también los demás animales, porque su naturaleza llega hasta tener sensación de dolor y de placer e indicársela unos a otros. Pero la palabra es para manifestar lo conveniente y lo perjudicial, así como lo justo y lo injusto.
Y esto es lo propio del hombre frente a los demás animales: poseer, él solo, el sentido del bien y del mal, de lo justo y lo injusto, y de los demás valores, y la participación comunitaria de estas cosas constituye la “casa” y la “ciudad”.
… Y el que no puede vivir en comunidad, o no necesita nada por su propia suficiencia, no es miembro de la ciudad, sino o una bestia o un dios.
En todos existe por naturaleza la tendencia hacia tal comunidad, pero el primero que la estableció fue causante de los mayores beneficios. Pues, así como el hombre perfecto es el mejor de los animales, así también apartado de la ley y de la justicia, es el peor de todos.
… y el hombre está naturalmente provisto de armas al servicio de la sensatez y de la virtud, pero puede utilizarlas para las cosas más opuestas. Por eso sin virtud, es el ser más impío y feroz y el peor en su lascivia y voracidad.
La justicia, en cambio, es un valor cívico, pues la justicia es el orden de la comunidad civil, y la virtud de la justicia es el discernimiento de lo justo.
2. Los esclavos
La esclavitud (el esclavo, según Aristóteles, es un instrumento vivo de la acción, o sea una ayuda para la vida de su dueño) se basa en la naturaleza: “Desde el momento mismo de su nacimiento, unos están destinados a la sujeción, otros a mandar”. Es evidente que unos hombres son por naturaleza libres, y otros esclavos y que para éstos la esclavitud es a la vez conveniente y justa”.
Pero también dice: “Algunos, ateniéndose enteramente, según creen, a una cierta noción de justicia (puesto que la ley es algo justo), consideran justa la esclavitud que resulta de la guerra, pero al mismo tiempo lo niegan: pues se acepta que la causa de las guerras puede no ser justa, y de ningún modo se puede llamar “esclavo” a quien no merece la esclavitud.
De lo contrario sucederá que los que parecen mejor nacidos sean esclavos e hijos de esclavos, si por accidente son apresados y vendidos. Si bien, cuando dicen eso, no pretenden referirse a otra cosa que a esa noción de esclavo por naturaleza, como dijimos desde el principio; pues es necesario admitir que unos son esclavos en todas partes y otros no lo son en ninguna.
Al expresarse así, sólo por la virtud o la vileza distinguen al esclavo del libre, y a los nobles de los de bajo nacimiento; pues estiman que lo mismo que de los hombres nacen hombres, y de las bestias, bestias, así también de los hombres buenos nacen hombres buenos. Y eso intenta hacer la naturaleza muchas veces, pero no siempre puede.
… está claro, por estas razones, que no es lo mismo el “poder del amo” y el “poder político”, ni todos los poderes son idénticos entre sí, como algunos dicen; pues uno se ejerce sobre personas libres por naturaleza, y otro sobre esclavos, y el gobierno doméstico es una “monarquía” (ya que toda casa es gobernada por uno solo) mientras que el gobierno político es sobre hombres libres e iguales”.
3. Economía doméstica y crematística
“Los modos de vida de cuantos tienen una actividad productiva por sí misma, y no se procuran su alimento mediante el cambio y el comercio son: el pastoreo, la agricultura, la piratería, la pesca y la caza.
Otros, combinando estos modos de vida, viven plácidamente, supliendo lo que le falta a su modo de vida para ser suficiente. Por ejemplo, la agricultura y la caza.
…En los demás géneros de vida, los hombres se comportan del mismo modo según les obliga la necesidad.
Tal capacidad adquisitiva ha sido dada evidentemente por la naturaleza a todos los animales, tanto desde el mismo momento de su nacimiento, como cuando han acabado su desarrollo.
De hecho, desde el principio de la generación algunos animales producen junto con sus crías la cantidad de alimento suficiente, hasta que la prole pueda procurárselo por sí misma; por ejemplo, los vermíparos (gusanos, lombrices) o los ovíparos (los que nacen de un huevo). En cuanto a los vivíparos tienen en sí mismos un alimento para las crías durante cierto tiempo, el producto natural llamado leche.
De modo que hay que pensar evidentemente que, de manera semejante, las plantas existen para los animales y los animales para el hombre: los domésticos para su servicio y alimentación; los salvajes, si no todos, al menos la mayor parte, con vistas al alimento y otras ayudas, para proporcionar vestido y diversos instrumentos.
…Así pues, una especie de arte adquisitivo es naturalmente una parte de la economía: es lo que debe facilitar o bien procurar que exista el almacenamiento de aquellas cosas necesarias para la vida y útiles para la comunidad de una ciudad o de una casa. Y parece que la verdadera riqueza proviene de éstos, pues la provisión de esta clase de bienes para vivir bien no es ilimitado (La idea de que debe existir un límite en la riqueza se encuentra también en Epicuro).
Existe otra clase de arte adquisitivo que precisamente llaman “crematística”, para el cual parece que no existe límite alguno de riqueza y propiedad.
Cada objeto de propiedad tiene un doble uso. Ambos usos son del mismo objeto, pero no de la misma manera; uno es el propio del objeto y el otro no.
Por ejemplo, el uso de un zapato: como calzado y como objeto de cambio. Y ambos son utilizaciones del zapato.
De hecho, el que cambia un zapato al que lo necesita por dinero o por alimento utiliza el zapato en cuanto zapato, pero no según su propio uso; pues no se ha hecho el zapato para el cambio. Del mismo modo ocurre también con las demás posesiones, pues el cambio puede aplicarse a todas, teniendo su origen, en un principio, en un hecho natural: en que los hombres tienen unos más y otros menos de lo necesario.
De ahí que es evidente también que el comercio de compra y venta no forma parte de la “crematística” por naturaleza, pues entonces sería necesario que el cambio se hiciera para satisfacer lo suficiente.
En efecto, en la primera comunidad (es decir, en la “casa”), es evidente que no tiene ninguna función, pero sí cuando la comunidad es mayor ( la“aldea”/ la “ciudad”). Pues los unos tenían en común todas las cosas, pero los otros, al estar separados, tenían muchas pero diferentes, de las cuales es necesario que hagan cambios según sus necesidades, como aún hoy lo hacen muchos de los pueblos bárbaros al trueque.
Cambian unos productos útiles por otros, pero nada más (no intervención del dinero, que es opuesto a las cosas útiles por no servir de alimento). Por ejemplo, dan o reciben vino por trigo, y así cada cosa de las otras semejantes.
Este tipo de cambio ni es contra naturaleza ni tampoco una forma de la “crematística”, pues era para completar la autosuficiencia natural. Sin embargo, de este surgió el otro. Al hacerse más grande la ayuda exterior para importar lo que hacía falta y exportar lo que abundaba, se introdujo por necesidad el empleo de la moneda, ya que no eran fáciles de transportar todos los productos naturalmente necesarios.
…Una vez inventada ya la moneda por la necesidad del cambio, surgió la otra forma de la “crematística”: el comercio de compro y venta.
Al principio tal vez se dio de un modo sencillo, y luego se hizo, con la experiencia, más técnico, según dónde y cómo se hiciese el cambio para obtener máximo lucro.
Por eso la “crematística” parece tratar sobre todo de la moneda, y su función es el poder considerar de dónde obtendrá abundancia de recursos, pues es un arte productivo de riqueza y recursos.
Ciertamente, muchas veces consideran la riqueza como abundancia de dinero, porque sobre esto versa la “crematística” y el comercio.
Sin embargo, otras veces hay la opinión de que el dinero es algo insignificante y completamente convencional y nada “por naturaleza”, porque si los que lo usan cambian las normas convencionales, na vale nada ni es útil para nada de lo necesario, y siendo rico en dinero, muchas veces se carece del alimento necesario.
…De la economía doméstica, en cambio, no de la “crematística”, hay un límite, porque su función no es ese tipo de riqueza.
…Por eso la “crematística” a partir de los frutos de la tierra y de los animales es siempre conforme a la naturaleza.
Ahora bien, este arte tiene dos formas: una, la del comercio de compra y venta, y otra, la de la administración doméstica. Esta es necesaria y alabada; la otra, la del cambio, justamente censurada (pues no es conforme a la naturaleza, sino a expensas de otros).
Y muy razonablemente es aborrecida la “usura”, porque, en ella, la ganancia procede del mismo dinero, y no de aquello para lo que éste se inventó.
…Es útil también para los políticos conocer estas cosas, pues muchas ciudades tienen necesidad de recursos financieros y de tales medios de procurárselos, como una casa, o más aún. Por eso algunos gobernantes dirigen su política sólo hacia esas cosas.
4. Jerarquización: amo –esclavo; padre-hijo; marido-mujer
Las partes de la “administración doméstica” eran tres: una la del dominio del amo; otra, la paterna; la tercera, la conyugal.
Pues también hay que gobernar a la mujer y a los hijos, como a seres libres en ambos casos, pero no con el mismo tipo de gobierno, sino a la mujer como a un ciudadano, y a los hijos monárquicamente.
En efecto, el hombre es por naturaleza más apto para mandar que la mujer – a no ser que se dé una situación antinatural -, y el de más edad y maduro más que el más joven e inmaduro.
En la mayoría de los regímenes de ciudadanos, alternan los gobernantes y los gobernados (pues se pretende por su naturaleza que estén en pie de igualdad y no difieran en nada).
La relación del hombre con la mujer es siempre de esta manera. En cambio, la autoridad sobre los hijos es regia. Pues el que los engendró ejerce el mando por afecto y por su mayor edad, lo cual es precisamente lo específico del poder real.
Así pues, está claro que el cuidado de la administración de la casa debe atender más a los hombres que a la posesión de cosas inanimadas, y a las virtudes de aquéllos más que a la posesión de la llamada riqueza, y más a las de los libres que a las de los esclavos.
En primer lugar, pues, uno podría preguntarse sobre los esclavos si existe alguna otra virtud propia del esclavo, además de las instrumentales y serviles, más valiosa que éstas, como la prudencia, la fortaleza, la justicia, y demás hábitos tales, o no tienen ninguna aparte de los servicios corporales.
Con ambas respuestas se plantea una dificultad. Pues si las tienen, ¿en qué se diferenciarían de los libres? Y si no las tienen, siendo hombres y participando de la razón, es absurdo.
Aproximadamente lo mismo se plantea sobre la mujer y el niño… y en general hay que examinar esto respecto del que obedece por naturaleza del que manda, y si su virtud es una misma o es otra diferente.
Porque, si ambos deben participar de la perfección humana, ¿por qué uno debe mandar siempre y el otro obedecer?
En cuanto al marido y la esposa, los hijos y el padre, la virtud propia de cada uno de ellos y las relaciones entre sí, qué es lo que está bien y lo que no lo está, y cómo hay que perseguir el bien y evitar el mal, es necesario exponerlo al hablar de las formas de gobierno.
Porque, como toda casa es una parte de la ciudad, y éstos son asuntos de la casa, y la virtud de la parte debe examinarse en relación con la virtud del todo, es necesario educar a los hijos y a las mujeres con vistas al régimen de gobierno, si es que precisamente tiene alguna importancia para que la ciudad sea perfecta que sean perfectos los hijos y las mujeres.
Y necesariamente tiene importancia, pues las mujeres son la mitad de la población libre, y de los niños salen los miembros de la comunidad política.
5. La propiedad
Aristóteles trata de investigar, respecto de la comunidad política, cuál es la más firme de todas para los que son capaces de vivir lo más conforme a sus deseos, y dice que hay que examinar las otras formas de gobierno, tanto las que usan algunas ciudades que tienen fama de tener buen gobierno, como otras propuestas por algunos teóricos y que parecen estar bien, para ver lo que tengan de recto y útil.
Dice que es necesario que todos los ciudadanos lo tengan en común todo o nada, o unas cosas sí y otras no.
No tener nada en común es evidentemente imposible, pues el régimen de una ciudad es una especie de comunidad, y ante todo es necesario tener en común el lugar.
Pero la ciudad que va a estar bien administrada, ¿es mejor que tenga en común todo cuanto sea susceptible de ello, o es mejor que unas cosas sí y otras no?
Porque es posible que los ciudadanos tengan en común los hijos, las mujeres y la propiedad, como en la “República” de Platón: allí Sócrates dice que deben ser comunes los hijos, las mujeres y las posesiones.
Sobre todo, ¿es mejor la situación actual o la que resultase de la legislación descrita en la “República”?
Aparte de muchas otras dificultades que tiene el que las mujeres sean comunes para todos, está también que la causa por la que Sócrates afirma la necesidad de establecer tal legislación no parece deducirse de sus razonamientos.
…me refiero a que lo mejor es que toda ciudad sea lo más unitaria posible. Esta es la hipótesis que acepta Sócrates. Sin embargo, es evidente que al avanzar en este sentido y hacerse más unitaria, ya no será ciudad. Pues la ciudad es por su naturaleza una cierta pluralidad, y al hacerse más una, de ciudad se convertirá en casa, y de casa en hombre, ya que podríamos afirmar que la casa es más unitaria que la ciudad y el individuo más que la casa.
…Pero ni, aunque sea lo mejor esto: que la comunidad sea lo más unitaria posible, tampoco esto es evidentemente probado por el hecho de decir todos a la vez “mío” y “no mío”.
Además de eso, la propuesta tiene otro inconveniente: lo que es común a un número muy grande de personas obtiene menos cuidado. Pues todos se preocupan especialmente de las cosas propias, y menos de las comunes, o sólo en la medida en que atañe a cada uno.
Entonces, ¿es mejor que cada uno de los dos mil o diez mil ciudadanos diga “mío” refiriéndose a lo mismo, o más bien que digan “mío” como en las ciudades actuales?
En efecto, a una misma persona uno llama “mi hijo”, otro “su hermano”, otro “su primo” o cualquier otro nombre de parentesco, según los lazos de sangre, intimidad o afinidad con él o con los suyos. Y además de estas relaciones, a otro lo puede llamar “compañero de “fratría” o de “tribu”.
Es ciertamente mejor ser “primo” verdadero que “hijo” de aquella manera.
Por otra parte, tampoco es posible evitar que algunos lleguen a conjeturar quiénes son sus hermanos, hijos, padres y madres.
Por los parecidos que tienen los hijos con los padres, forzosamente obtendrían pruebas seguras.
Esto es precisamente lo que sucede, según dicen algunos de los que han escrito sobre viajes al mundo: algunos habitantes de Libia superior tienen en común las mujeres, y los hijos que nacen se reparten entre ellos según su parecido.
…Creemos, pues, que la amistad es el más grande de los bienes en las ciudades (con ella se reducirían al mínimo las sediciones (sublevaciones), y Sócrates alaba principalmente que la ciudad sea unitaria, lo cual parece ser y él dice, obra de la amistad…
Hay dos cosas principalmente que hacen que los hombres tengan interés y afecto: la pertenencia y la estimación.
Ninguna de estas dos puede existir en los sometidos a tal gobierno (el gobierno de la República de Platón).
Luego dice que hay que examinar el tema de la “propiedad”, cómo deben administrarse los que pretenden regirse con el mejor régimen: si la propiedad ha de ser común o no.
Respecto de la propiedad, podemos preguntarnos – aunque los hijos y las mujeres no sean comunes – como sucede ahora en todas partes -, si no es mejor que la propiedad y el uso sean comunes; por ejemplo, que los campos sean de propiedad particular, pero que los frutos se pongan en común para su consumo (como hacen algunas tribus), o al contrario, que la tierra sea común y se la trabaje en común, pero que los frutos se repartan para sus necesidades particulares (se dice que algunos bárbaros también practican esta clase de comunidad), o que los campos y los frutos sean comunes.
Si los que cultivan la tierra no son sus dueños, la cuestión sería distinta y más fácil, pero si la trabajan para sí mismos, la cuestión sobre la propiedad puede presentar más dificultades; de hecho, al no ser iguales en los beneficios y en los trabajos, sino desiguales, es forzoso que surjan acusaciones contra los que disfrutan o reciben mucho y trabajan poco, por parte de los que reciben menos y trabajan más.
En general, la convivencia y la comunidad en todas las cosas humanas es difícil, y especialmente en éstas.
El tener en común la propiedad presenta dificultades.
El régimen actual, mejorado por las buenas costumbres y por la implantación de leyes justas, puede ser superior en no poco. Pues tendrá lo bueno de ambos. Quiero decir con lo de “ambos”: el régimen de propiedad común y el de propiedad privada.
Pues la propiedad deber ser en cierto modo común, pero en general privada.
Los intereses, al estar divididos, no ocasionarán acusaciones recíprocas, y producirán más, al dedicarse cada uno a lo suyo.
Pero, gracias a la virtud, se actuará para su uso según el proverbio: “Las cosas de los amigos son comunes”.
Cada ciudadano, teniendo su propiedad privada, pone unos bienes al servicio de los amigos y se sirve de otros comunes. Así, en Lacedemonia, se utilizan los esclavos de unos y otros, por decirlo así, como si fueran propios, y también los caballos y los perros y los productos del campo si están necesitados en sus viajes por el país. Es claro, por tanto, que es mejor que la propiedad sea privada, pero para su utilización que se haga común. El modo de tal realización es tarea del legislador.
Además, desde el punto de vista del placer, es indecible cuánto importa considerar algo como propio. Pues no en vano cada uno se tiene amor a sí mismo, y ello es un sentimiento natural. Se censura con razón el egoísmo, pero esto no consiste en amarse a sí mismo, sino en amarse más de lo que se debe, como el caso del amor al dinero.
Por otro lado, el hacer favores y ayudar a los amigos, huéspedes o compañeros es la cosa más agradable, y esto sólo se hace si la propiedad es privada.
Estos placeres ciertamente no se dan si se hace la ciudad demasiado unitaria, y además se destruye evidentemente la práctica de dos virtudes: la continencia respecto de las mujeres (pues es una bella acción abstenerse de la mujer ajena por continencia) y la generosidad en el empleo de las propiedades, ya que nadie podrá mostrarse generoso ni realizar ninguna acción generosa, pues en el uso de los bienes se ejercita la generosidad.
Se critican los males actuales que existen en los regímenes en la idea de que se han producido por no haber comunidad de bienes; me refiero a los procesos de unos contra otros por los contratos, juicios por falso testimonio, y adulaciones a los ricos.
Pero nada de esto ocurre por la falta de comunismo, sino por la maldad de los hombres, puesto que vemos que los que tienen sus propiedades en común y participan de ellas discrepan mucho más que los que tienen los bienes separados.
Además, es justo no hablar sólo de cuántos males se suprimirían con la práctica comunista, sino también de cuántos bienes se verán privados.
… Pero siendo la ciudad una multiplicidad, como se ha dicho antes, hay que hacerla una y común mediante la educación.
6. Las constituciones
También hace una crítica a las “Leyes” de Platón y habla de los distintos sistemas de gobierno, las causas de su desaparición y la forma de mantenerlos en vigor.
Dice del sistema de gobierno propuesto en las “Leyes” por Platón que “el sistema, en su conjunto, no quiere ser ni una democracia, ni una oligarquía, sino un término medio entre ambas, al que llama “república”, pues es el régimen de los que tienen armas pesadas.
…Algunos dicen que el mejor gobierno debe ser una mezcla de todos los regímenes, y por eso elogian el de los Lacedemonios (espartanos).
Éstos dicen que es una mezcla de oligarquía, monarquía y democracia; la realeza, según ellos es la monarquía, el gobierno de los ancianos la oligarquía, y que se gobiernan democráticamente bajo el gobierno de los “éforos”, ya que éstos se eligen del pueblo.
Según otros, el “eforado” es una tiranía, y el gobierno democrático está representado en las comidas en común y en el resto de la vida cotidiana.
En las “Leyes” se ha dicho que es necesario que el régimen mejor se componga de democracia y de tiranía, las cuales o no pueden considerarse en absoluto como regímenes de gobierno, o como los peores de todos. Opinan mejor los que mezclan más; pues el régimen compuesto de más elementos es mejor (una “aristocracia”, como la de Esparta que combina tres elementos, riqueza, libertad y virtud, es superior a una “república”, como la de las “Leyes”, que combina dos, riqueza y libertad).
Esto se ve claro por el modo de elegir a los “magistrados”.
El hecho de que sean sorteados de entre los ya elegidos es común a muchos sistemas, pero el que sea obligatorio para los más ricos asistir a la asamblea, elegir a los magistrados o intervenir en cualquier otro asunto político, mientras los demás quedan exentos, eso es “oligárquico”, así como procurar que sean más numerosos los magistrados procedentes de las clases ricas, y que las magistraturas más altas estén desempeñadas por los mayores tributarios.
…Existen también algunos otros regímenes. Unos propuestos por particulares; otros, por filósofos y políticos.
A algunos les parece que lo más importante es regular bien lo relacionado con la propiedad, pues dicen que todas las revueltas civiles se producen en torno a ella.
Faleas de Calcedonia fue el primero que introdujo esta cuestión, al decir, que las posesiones de los ciudadanos deben ser iguales. Y creía que esto no era difícil de hacer en las ciudades en el momento de su fundación. En las ya establecidas era más laborioso; sin embargo, muy pronto podrían igualarse si los ricos dieran dotes y no las recibieran, y los pobres no las dieran y sí las recibieran.
Platón, al escribir las “Leyes” pensaba que se debía permitir la propiedad hasta un cierto límite, pero eso no daría la posibilidad a ningún ciudadano de tener más del quíntuplo del mínimo fijado.
Pero no deben omitir los que así legislan una cuestión que de hecho olvidan: que, al fijar la cantidad de la propiedad, conviene también fijar el número de hijos. Pues si el número de hijos sobrepasase la magnitud de la propiedad, será forzoso anular la ley, y, aparte de esta anulación, es malo que muchos ciudadanos pasen de ricos a pobres; pues es difícil que tales no sean revolucionarios.
Así pues, la igualdad de la propiedad tiene una evidente influencia en la comunidad política, y algunos de los antiguos parecen haberlo reconocido. Por ejemplo, Solón lo estableció en su legislación, y en otras partes existe una ley que prohíbe adquirir toda la tierra que uno quiera.
… Por otra parte es posible que exista la igualdad de la propiedad y que ésta sea demasiado abundante, de modo que se viva en la molicie, o bien demasiado escasa de suerte que se viva penosamente. Es evidente, por tanto, que no es suficiente que el legislador establezca la igualdad de la propiedad, si no apunta como objetivo a un término medio. Y, aun cuando se estableciera para todos, una propiedad moderada, no serviría para nada, porque es más necesario igualar las ambiciones que la propiedad, y eso no es posible si no se da por medio de las leyes una educación suficiente.
…Además, las sublevaciones se producen no sólo por la desigualdad de la propiedad, sino también por la de los honores (cargos).
Las masas se sublevan por la desigualdad de las propiedades, y las clases distinguidas por los honores, si son igualados.
Los hombres no sólo delinquen por las cosas necesarias – cuyo remedio cree Faleas que es la igualdad de la propiedad, de modo que no se robe por pasar frío o hambre -, sino también para gozar y saciar sus deseos.
… El principio de la reforma consiste, más que en igualar las haciendas, en formar a los ciudadanos naturalmente superiores, de tal modo que no quieran obtener más, y a las clases bajas para que no puedan, es decir, que sean inferiores, pero sin injusticia.
Hipódamo de Mileto (el que inventó el trazado de las ciudades y diseñó los planos del Pireo) fue el primero que, sin ser político, intentó hablar sobre el régimen mejor.
Proyectaba una ciudad de diez mil hombres, dividida en tres grupos: uno de artesanos; otro de agricultores, y el tercero, de defensores en posesión de las armas.
Dividió el territorio en tres partes: una sagrada, otra pública y otra privada.
Sagrada, aquella de donde se hicieran los dones acostumbrados a los dioses; pública, aquella de la que vivieran los defensores, y privada, la de los agricultores.
Pensaba también que eran sólo tres los tipos de leyes, ya que las causas por las que tienen lugar los procesos son tres en número: injurias, daños y muerte.
Establecía por ley también un tribunal supremo, al que debían remitirse todos los procesos que parecieran mal juzgados. Y lo constituyó con algunos ancianos elegidos.
…Establecía también una ley para honrar a los que inventaron algo útil para la ciudad, y para que los hijos de los muertos en la guerra recibieran su alimento por cuenta del erario público.
Todos los magistrados serían elegidos por el pueblo y consideraba pueblo a las tres partes de la ciudad. Los elegidos debían cuidar de los asuntos de la ciudad, de los extranjeros y de los huérfanos”.
Después critica algunos aspectos de la Constitución de los Lacedemonios.
A continuación, compara la Constitución de Creta y la de Esparta. Repasa después la Constitución de Cartago, y dice que estas tres se diferencian de las demás.
7. Ciudadanos / gobernantes
“Una ciudad, en efecto, es una cierta multitud de ciudadanos, de modo que hemos de examinar a quién se debe llamar “ciudadano” y qué es el “ciudadano”.
… un ciudadano sin más por ningún otro rasgo se define mejor que por participar en las funciones judiciales y en el gobierno.
A quien tiene la posibilidad de participar en la función deliberativa o judicial, a ése llamamos “ciudadano” de esa ciudad, es decir, del Estado donde ese ciudadano posee tales derechos; y llamamos “ciudad”, por decirlo brevemente, al conjunto de tales ciudadanos suficiente para vivir en autarquía.
En la práctica se define al ciudadano como el nacido de dos padres ciudadanos y no de uno solo, el padre o la madre. Otros incluso piden más en tal sentido, por ejemplo, dos o tres o más antepasados.
…Pero existe un cierto “mando” según el cual se manda a los de la misma clase y a los libres.
Ése decimos que es el “mando político”, que el gobernante debe aprender siendo gobernado, como se aprende a ser jefe de la caballería habiendo servido en la misma…
Por eso se dice y con razón que no puede mandar bien quien no ha obedecido.
La virtud de éstos (los gobernantes) es distinta, pero el buen ciudadano debe saber y ser capaz de obedecer y mandar; y ésa es la virtud del ciudadano: conocer el gobierno de los hombres bajo sus dos aspectos a la vez.
…La prudencia es la única virtud peculiar del que manda; las demás parece que son necesariamente comunes a gobernados y gobernantes.
Pero en el gobernado no es virtud la prudencia, sino la opinión verdadera.
…La verdad es que no hay que considerar ciudadanos a todos aquellos sin los cuales no podría existir la ciudad, puesto que tampoco los niños son ciudadanos de la misma manera que los hombres, sino que éstos lo son absolutamente, y aquéllos, bajo condición, pues son ciudadanos, pero incompletos.
Puesto que hay varios regímenes políticos, es forzoso que haya también varias clases de ciudadanos, y especialmente de ciudadanos gobernados, de suerte que en algún régimen habrán de ser ciudadanos el obrero manual y el jornalero, en otros será imposible.
8. Regímenes políticos
Un régimen político es una ordenación de las diversas magistraturas de la ciudad y especialmente de la que tiene el poder soberano. Y en todas partes es soberano el gobierno de la ciudad, y ese gobierno es el régimen.
Digo, por ejemplo, que en las “democracias” es soberano el pueblo, y, por el contrario, en las “oligarquías” la minoría.
…Es evidente, pues, que todos los regímenes que tienen como objetivo el bien común son rectos, según la justicia absoluta; en cambio, cuantos atienden sólo al interés personal de los gobernantes, son defectuosos y todos ellos desviaciones de los regímenes rectos, pues son despóticos y la ciudad es una comunidad de hombres libres.
… De los gobiernos unipersonales solemos llamar “monarquía” a la que mira al interés común; “aristocracia” al gobierno de unos pocos, pero más de uno, bien porque gobiernan los mejores, o bien porque se propone lo mejor para la ciudad y para los que pertenecen a ella.
Cuando la mayor parte es la que gobierna atendiendo al interés común recibe el nombre común a todos los regímenes: “república”.
…Por ello precisamente en este régimen la clase combatiente tiene el poder supremo y participan en él los que poseen armas.
Las desviaciones de los regímenes mencionado son: la “tiranía” de la monarquía, la “oligarquía” de la aristocracia y la “democracia” de la república.
La “tiranía” es una monarquía que atiende al interés del monarca, la “oligarquía” al interés de los ricos y la “democracia” al interés de los pobres.
…Es evidente, pues, que la ciudad no es una comunidad de lugar para impedir injusticias recíprocas y con vistas al intercambio. Estas cosas, sin duda, se dan necesariamente si existe la ciudad; pero no porque se den todas ellas ya hay ciudad, sino que es una comunidad de casas y de familias para vivir bien, con el fin de una vida perfecta y autárquica. Sin embargo, no será posible esto si no habitan un mismo lugar y contraen entre sí matrimonios.
Por eso surgieron en las ciudades los parentescos, las “fratrías”, los sacrificios públicos y las diversiones de la vida en común. Todo es obra de la amistad, pues la elección de la vida en común supone amistad.
El fin de la ciudad es, pues, el vivir bien y esas cosas son para ese fin.
Una ciudad es la comunidad de familias y aldeas para una vida perfecta y autosuficiente, y ésta es, según decimos, la vida feliz y buena.
Se plantea un problema: ¿quién debe ejercer la soberanía en la ciudad? ¿Acaso la masa, o los ricos, o los ilustres, o el mejor de todos, o un tirano?
…La participación de la masa de los ciudadanos (es decir, todos aquellos que ni son ricos ni tienen ningún prestigio por su virtud) en las magistraturas supremas no deja de ser arriesgada (pues a causa de su injusticia o insensatez pueden cometer unas veces injusticias y otras veces errores). Pero no darles acceso ni participación en ellas es temible, pues cuando son muchos los privados de honores (cargos) y pobres, forzosamente esa ciudad está llena de enemigos.
Queda la salida de que participen en las funciones deliberativas y judiciales.
Por eso precisamente Solón y algunos otros legisladores les encargan de las elecciones de magistrados y de la rendición de cuentas, pero no les permiten ejercer individualmente el poder. Pues todos reunidos, tienen suficiente sentido y, mezclados con los mejores, son útiles a las ciudades, de la misma manera que el alimento no puro mezclado con el puro hace el conjunto más provechoso que una pequeña cantidad de alimento puro. Pero cada uno por separado es imperfecto para juzgar.
Las leyes bien establecidas son las que deben ejercer la soberanía, y que el magistrado, ya sea uno o varios, debe ejercerla sólo en aquellas materias en que las leyes no pueden expresarse con exactitud, por no ser fácil dar definiciones generales para todos los casos.
Las leyes, igualmente que los regímenes, necesariamente son malas o buenas, justas o injustas.
Las leyes deben establecerse de acuerdo con el régimen.
Y si es así, es claro que las leyes que están concordes con los “regímenes rectos” son justas, y las concordes con los “regímenes desviados” no son justas.
…el bien político es la justicia, es decir, lo conveniente para la comunidad.
…Es evidente que también en las cosas de la política, razonablemente no se disputan las magistraturas basándose en cualquier desigualdad, sino que la discusión por ellas es necesario que se base en aquellas facultades (o elementos: ser libre de nacimiento, riqueza, cultura y nobleza) con las que se constituye la ciudad.
Por eso, con razón, aspiran a los honores los nobles, los libres y los ricos.
…Pero, si esas condiciones son necesarias, es evidente que también lo son la justicia y el valor guerrero, pues tampoco sin ellas puede regirse una ciudad.
Igualmente diremos que la “virtud” aspira al poder justamente, puesto que afirmamos que la justicia es una virtud de la comunidad, a la que forzosamente acompañan todas las demás.
Pero también aspiran justamente los más frente a los menos; de hecho, son más fuertes, más ricos y mejores, tomados en su conjunto, que los menos.
…Por esta causa precisamente las ciudades democráticas establecen el “ostracismo”. Éstas, en efecto, parecen perseguir la igualdad por encima de todo, de modo que a los que parecían sobresalir en poder por su riqueza o por sus muchas relaciones o por cualquier otra fuerza política los “ostraquizaban” y los desterraban de la ciudad por un tiempo determinado.
Esto no sólo los tiranos lo hacen, sino que se encuentra igualmente en las oligarquías y en las democracias, pues el ostracismo tiene en cierto modo la misma eficacia, por eliminar y desterrar a los que sobresalen.
…El problema es general y se da en todos los regímenes incluso en los “rectos”.
La “monarquía” es uno de los “regímenes rectos”.
Dice que la monarquía comprende varias especies y que el modo de gobierno no es el mismo en todas ellas.
…Estas son las formas de monarquía, cuatro en número:
Una, la de los tiempos heroicos (esta se ejercía con el asentimiento de los súbditos, pero en asuntos determinados: el rey era general y juez y dueño soberano en los asuntos de los dioses); la segunda, la de los bárbaros (este es un poder despótico y legal basado en la estirpe); la tercera, es la que llaman “aisymneteia” (esta es una tiranía electiva); la cuarta la de laconia (esta es, para decirlo brevemente, un generalato vitalicio basado en la estirpe).
Pero hay una quinta forma de monarquía cuando un solo individuo es soberano de todo, como cada pueblo y cada ciudad lo es de los asuntos de la comunidad.
Esta clase está situada en el mismo rango que la administración doméstica, pues como la administración doméstica es una especie de monarquía de la casa, así la monarquía de una ciudad o de un pueblo es una administración de uno o de varios.
…El punto de partida de esta investigación es si conviene ser gobernados por el mejor hombre o por las mejores leyes.
Los que consideran conveniente la monarquía opinan que las leyes hablan sólo en términos generales, y no dan disposiciones para los casos concretos, de modo que en cualquier arte es insensato mandar según la letra de las normas.
.. Se puede decir que un hombre decidirá mejor sobre los casos particulares.
Reunidos todos los ciudadanos juzgan, deliberan y deciden, y esas decisiones se refieren todas a casos concretos.
Cada uno de ellos, en efecto, tomado individualmente, es por comparación inferior al mejor, pero la ciudad se compone de muchos, y, como un banquete al que contribuyen muchos es mejor que el de una sola persona, por la misma razón juzga mejor muchas veces una multitud que un individuo cualquiera.
Además, una gran cantidad es más difícil de corromper.
…y si hay que considerar “aristocracia” al gobierno de la mayoría de los hombres todos buenos, y “monarquía” al de uno solo, la aristocracia será preferible que la monarquía para las ciudades, tanto si el gobierno se apoya en la fuerza como si no, a condición de que se pueda encontrar un gran número de hombres semejantes. Y, tal vez, por esta razón eran monarquías al principio, porque era raro encontrar hombres que se distinguieran mucho por su virtud, especialmente entonces cuando habitaban en ciudades pequeñas.
Además, designaban a los reyes por los servicios realizados, lo cual es obra de hombres buenos. Pero cuando resultó que había muchos semejantes en virtud, ya no soportaban el gobierno de uno solo, sino que buscaban cierta comunidad y establecieron una constitución ciudadana.
Después, al hacerse peores, se enriquecían a expensas del tesoro público, y de ahí es razonable pensar surgieron las “oligarquías”, puesto que consideraron como honor la riqueza. De las oligarquías pasaron primero a las “tiranías”, y de las tiranías a la “democracia”.
Pues al reducir cada vez más el número por su vergonzosa codicia, hicieron más fuerte a la multitud hasta que se impuso y nació la “democracia”.
Y desde que las ciudades han llegado a ser mayores, tal vez no es fácil ya que surja un régimen distinto de la democracia.
…Pero el “gobierno tiránico” no es conforme a la naturaleza, ni ninguno de los otros “regímenes desviados”; esas formas se producen en contra de la naturaleza.
…Está dispuesto a un “gobierno monárquico” el pueblo que de modo natural produce una familia que sobresale por sus cualidades para la dirección política.
Está hecho para un “gobierno aristocrático” el pueblo capaz por naturaleza de producir una multitud de ciudadanos capaces de ser gobernados como hombres libres por aquellos que, por su virtud, son jefes aptos para el poder político.
Y es un “pueblo republicano” aquel en el que se produce naturalmente una multitud de temperamento guerrero capaz de obedecer y de mandar conforme a la ley que distribuye las magistraturas entre los ciudadanos acomodados según sus méritos.
… Un régimen político es una organización de las magistraturas en las ciudades, cómo están distribuidas, cuál es el órgano soberano del régimen y cuál es el fin de cada comunidad. Mas las leyes están separadas de las características del régimen, y según ellas deben mandar los gobernantes y vigilar a los transgresores.
Por tanto, es evidente que deben tenerse en la mente las variedades de cada régimen y su número, incluso para el establecimiento de las leyes, pues no es posible que las mismas leyes convengan a todas las oligarquías ni a todas las democracias, si realmente hay varias clases y no una sola democracia o una sola oligarquía.
…entre los regímenes hay dos y los demás son como desviaciones de éstos: la democracia y la oligarquía.
La “aristocracia” la consideran como un tipo de oligarquía, puesto que es una cierta oligarquía, y la llamada “república” como una democracia.
…Las formas oligárquicas son las más rígidas y más despóticas y las relajadas y blandas son las formas democráticas.
Hay “democracia” cuando los libres y pobres, siendo mayoría, ejercen la soberanía del poder, y hay “oligarquía” cuando la ejercen los ricos y de origen noble, siendo pocos.
Dicen que hay varias clases de democracia y de oligarquía: pues hay varias clases tanto del pueblo como de los llamados notables.
Así pues, la primera forma de democracia es la que recibe su nombre especialmente basándose en la igualdad.
La ley de tal democracia llama “igualdad” a que no sobresalgan más los pobres que los ricos, y que ninguno de estos dos grupos ejerza soberanía sobre el otro, sino que ambos son iguales.
Pues si la libertad, como algunos suponen, se da especialmente en la democracia, y también la igualdad, esto se lograría especialmente si todos participan en el mayor grado posible y por igual en el gobierno.
Y, como el pueblo es mayoría y la decisión de la mayoría es soberana, este régimen es necesariamente una democracia.
Otra forma de democracia es aquella en que las magistraturas se conceden a partir de los tributos, pero siendo éstos poco elevados; el que alcanza esa renta debe tener la posibilidad de participar en el gobierno, y el que no llegue a ella que no participe.
Otra forma de democracia consiste en que todos los ciudadanos no desacreditados participen del gobierno, pero la ley es la que manda.
Otra forma de democracia es en lo demás igual a ésta, pero es soberano el pueblo y no la ley; esto se da cuando los decretos son soberanos y no la ley. Y esto ocurre por causa de los demagogos.
Pues en las ciudades que se gobiernan democráticamente no hay demagogos, sino que los ciudadanos mejores ocupan los puestos de preeminencia; pero donde las leyes no son soberanas, ahí surgen los demagogos.
El pueblo se convierte en monarca, uno solo compuesto de muchos, ya que los muchos ejercen la soberanía, no individualmente, sino en conjunto.
Un pueblo de esta clase, como si fuera un monarca, busca ejercer el poder monárquico, sin estar sometido a la ley, y se vuelve despótico, de modo que los aduladores son honrados, y una democracia de tal tipo es análoga a lo que la tiranía entre las monarquías.
…En cuanto a las formas de “oligarquía”, una es la que hace depender las magistraturas de rentas tan altas que los pobres, aun siendo mayoría, no participan de ellas, pero el que las adquiere puede participar del gobierno.
Otra se da cuando las magistraturas dependen de rentas elevadas y ellos mismos eligen a los que deben ocupar los cargos vacantes (si hacen la elección entre todos ellos, éste parece ser un régimen más bien aristocrático, y si la hacen entre algunos determinados, oligárquico).
Otra forma de oligarquía es cuando el hijo sucede al padre en el poder.
La cuarta, cuando ocurre lo que ahora se dijo y manda no la ley, sino los magistrados.
También ésta, entre las oligarquías, se corresponde a la “tiranía” entre las monarquías, y a la última forma de democracia de la que hemos hablado, entre las democracias.
A la oligarquía de tal clase la llaman “dinastía”.
Una quinta forma de democracia es la que cronológicamente ha surgido la última en las ciudades.
Por haberse hecho las ciudades mucho mayores de lo que fueron en un principio y por disponer de abundancia de recursos, todos participan en el gobierno a causa de la superioridad numérica de la multitud, y todos toman parte en él y gobiernan por la posibilidad de disponer de tiempo libre, incluso los pobres al recibir un salario. Y una multitud de esta clase es la que sobre todo dispone de tiempo libre, pues el cuidado de sus intereses privados no les estorba en absoluto, mientras que para los ricos es un obstáculo, hasta el punto, muchas veces, de no tomar parte en la asamblea ni en la administración de la justicia. Por eso la multitud de los pobres es el elemento del régimen, y no las leyes.
En cuanto a las formas de “oligarquía”, la primera es aquella en que la mayoría tiene propiedad, pero relativamente pequeña y no demasiada; dan al propietario el derecho de participar en el gobierno, y al no ser grande el número de los que participan en el gobierno, necesariamente la soberanía recae no en los hombres, sino en la ley, pues cuanto más se alejan de la monarquía y no tienen tanta fortuna que puedan disponer de tiempo libre sin preocupaciones, ni tan poca como para ser alimentados a expensas de la ciudad, es necesario pensar que es la ley la que les gobierna y no ellos mismos.
Si los que tienen la propiedad son menos que los de antes, pero la propiedad es mayor, surge la segunda forma de oligarquía, pues al tener más poder se creen con derecho a prevalecer, y por eso ellos mismos eligen entre los demás a los que van a entrar en el gobierno; pero no siendo aún tan fuertes como para gobernar sin ley, promulgan la ley en este sentido.
Si se estira más la situación, por ser menos los propietarios que tienen mayores fortunas, surge el tercer estadio de la oligarquía, en el que tienen en sus manos las magistraturas, según una ley que ordena que de los que mueran sean sucesores sus hijos.
Y cuando llevan esta situación aún mucho más lejos por sus propiedades y numerosas amistades, una dinastía semejante está cerca de la monarquía, y ejercen la soberanía y no la ley.
Esta es la cuarta forma de oligarquía, que corresponde a la última de la democracia.
Además de la “democracia” y la “oligarquía” hay aún otros dos regímenes; uno de los cuales todos lo reconocen y se ha citado como uno de las cuatro formas de gobierno (monarquía, oligarquía, democracia, “aristocracia”); una quinta forma es a la que se le aplica el nombre común a todas ellas (pues se llama “república”).
(El término “politeia”, “república”, designa a la vez toda constitución en general, y esta clase de democracia moderada).
…pues el régimen formado por los ciudadanos absolutamente mejores en virtud, y no buenos en relación a un supuesto determinado, es el único que puede llamarse con justicia “aristocracia”, pues en él sólo la misma persona es en términos absolutos a la vez hombre bueno y buen ciudadano, mientras que en los demás regímenes los ciudadanos son buenos respecto a su propio régimen.
Sin embargo, hay algunos regímenes que presentan diferencias con los “oligárquicos” y con la llamada “república”; en ellos las magistraturas se eligen no sólo por la riqueza, sino también por la virtud. Tal régimen difiere de los dos mencionados y se llama “aristocrático”; pues incluso en los regímenes que se cuidan públicamente de la virtud hay sin embargo quienes son estimados y tenidos por hombres de bien. Así pues, donde el régimen tiene en cuenta la riqueza, la virtud y el pueblo, como en Cartago, ese sistema es “aristocrático”, y también lo es en aquellas ciudades en las que, como la de los lacedemonios, atiende sólo a dos de esos factores, a la virtud y al pueblo, y es una mezcla de esos dos, de la democracia y de la virtud.
Por consiguiente, éstas son, además de la primera que es el régimen mejor, las otras dos formas de “aristocracia”, y, en tercer lugar, cuantas de la llamada “república” se inclinan más bien hacia la oligarquía.
Aristocracia y república son consideradas respectivamente como formas de oligarquía y de democracia.; “oligarquía” y “democracia” son respectivamente desviaciones de las formas llamadas aristocráticas y de la república.
En cuanto a la “tiranía” es una desviación de la monarquía.
La “república” es, por decirlo sencillamente, una mezcla de oligarquía y democracia.
Pero se suele llamar “repúblicas” a las formas que se inclinan a la democracia, y “aristocracias” a las que se inclinan más bien a la oligarquía, porque la educación y la nobleza acompañan preferentemente a los más ricos.
…y como la “aristocracia” tiende a atribuir la supremacía a los mejores ciudadanos, también se dice que las “oligarquías” están formadas principalmente por hombres de bien.
Parece del dominio de lo imposible que una ciudad que no esté gobernada por los mejores, sino por los malos, esté bien ordenada, e igualmente que una ciudad mal ordenada que esté gobernada por los mejores.
La “aristocracia” parece consistir en la repartición de los honores (cargos) de acuerdo con la virtud (mérito).
La aristocracia, en efecto, se define por la virtud, la oligarquía por la riqueza y la democracia por la libertad.
Pero la opinión de la mayoría permanece en todos los regímenes.
De hecho, en una oligarquía, en una aristocracia y en una democracia, la opinión de la mayor parte de los que participan del gobierno es lo que ejerce la soberanía.
En la mayoría de las ciudades existe la forma llamada “república”: que es una síntesis de elementos democráticos y oligárquicos.
La mezcla alcanza solamente a los ricos y a los pobres, riqueza y libertad, pues en casi todos los pueblos los ricos parecen ocupar el lugar de los hombres de bien.
En cuanto a la “tiranía”, desviación de la monarquía, distinguimos dos formas, porque su poder coincide de algún modo con la monarquía, por estar ambas formas de gobierno de acuerdo con la ley.
Pero estas dos formas de monarquía tienen entre sí algunas diferencias: son regias por estar de acuerdo con la ley y mandar uno solo con el consentimiento de los súbditos, y tiránicas por ejercer el poder despóticamente al arbitrio del monarca.
Una tercera forma de tiranía es la que precisamente parece serlo por corresponder a la monarquía absoluta. Tal tiranía es necesariamente la monarquía que ejerce un poder irresponsable sobre todos los ciudadanos, iguales y superiores, con vistas a su propio interés, y no al de sus súbditos; por eso es contra la voluntad de estos, pues ningún hombre libre soporta con gusto un poder de tal clase.
9. La mejor forma de gobierno
La “aristocracia” es la mejor forma de gobierno para un conjunto de gentes que pueden ser gobernados como hombres libres por hombres cuya excelencia les hace ser capaces del mando político. Con todo, Aristóteles reconoce que hasta el de la aristocracia es quizás un ideal demasiado elevado para el Estado contemporáneo, y así preconiza la “politeia”/ “república” en la que “existe naturalmente una multitud que, como ocurre en el ejército ateniense, es capaz de obedecer y de gobernar alternativamente por una ley que da los cargos a los que pueden desempeñarlos bien y lo merecen.
Esto equivale, en la práctica, a poner el gobierno en manos de la clase media, y viene a ser como una vía media entre la oligarquía y la democracia, pues en tal régimen es el pueblo quien gobierna – a diferencia de lo que pasa con la oligarquía – y, sin embargo, los gobernantes no son la hez de los desheredados, como en la democracia, pues la capacidad para ser “militantes” o guerreros, es decir, para servir como hoplitas o soldados de armamento pesado, presupone la posesión de ciertos bienes.
Aristóteles afirma que la clase media es la más estable, porque tanto los ricos como los pobres se inclinan a confiar en ella más que en ninguna otra (de suerte que la clase media no ha de temer ninguna coalición en contra suya.
10. Clases de revoluciones y cambios de régimen
En todas partes la sublevación tiene por causa la desigualdad, pues en general se sublevan intentando buscar la igualdad.
Pero la igualdad es de dos clases: igualdad numérica e igualdad según el mérito.
Por eso existen principalmente dos regímenes:
La democracia y la oligarquía, porque nobleza y virtud se encuentra en pocos, pero los atributos de éstos (es decir, riqueza y pobreza) en más. En efecto, nobles y buenos en ninguna parte existen cien, pero ricos en muchos lugares.
… Por eso se debe hacer uso unas veces de la igualdad numérica, y otras de la igualdad según el mérito.
Sin embargo, la democracia es más segura y menos sujeta a cambios que la oligarquía.
Además, la “república” de la clase media está más cerca de la democracia que de la oligarquía, y es ése precisamente el más seguro de tales regímenes.
Si son inferiores, se sublevan para ser iguales, y si son iguales, para ser superiores.
…Las causas por las que se sublevan son el lucro, el honor y lo contrario de esto. También por escapar a la deshonra y al castigo, ya de ellos mismos o de sus amigos, se sublevan en las ciudades.
Además, por la soberbia, por el miedo, por la supremacía, por el desprecio, por el crecimiento desproporcionado.
Y otra clase de causas son la intriga, la negligencia, las nimiedades y la disparidad.
…En las oligarquías se subleva la mayoría al pensar que son objeto de injusticias, porque no participan de los mismos derechos, siendo iguales, y en las democracias se sublevan los distinguidos (los notables) porque tienen los mismos derechos, no siendo iguales.
Cambian también en oligarquía, en democracia, en república por adquirir prestigio o aumento de poder de una magistratura o de otro elemento de la ciudad.
Se alteran los regímenes unas veces mediante la violencia y otras mediante el engaño.
Las democracias se alteran sobre todo por la insolencia de los demagogos.
Las oligarquías se transforman principalmente de dos formas muy claras: una, si los oligarcas tratan injustamente al pueblo; pues todo el mundo está capacitado para ser jefe, especialmente cuando resulta que ese jefe surge de la propia oligarquía.
…Unas veces, la sedición parte de los mismos ricos, pero no de los que se encuentran en los cargos, cuando son muy pocos los que tienen los honores.
…Las alteraciones de las oligarquías proceden de sí mismas a causa de la rivalidad entre los que hacen demagogia.
Otras, cuando los que forman parte del gobierno oligárquico se atraen con procedimientos demagógicos al pueblo.
…sucede lo mismo en todas las oligarquías, donde los magistrados no son elegidos por la misma clase que desempeña las magistraturas, sino que las magistraturas salen de los que tienen grandes rentas, o de los círculos políticos, pero los eligen los hoplitas o el pueblo.
En las aristocracias se producen las sublevaciones, unas porque son pocos los que participan de los honores, lo cual se ha dicho que también altera las oligarquías, porque la aristocracia es en cierto sentido una oligarquía; pues en ambos regímenes son pocos los que mandan.
…Pero se disuelven principalmente las repúblicas y las aristocracias por la desviación de la justicia en el propio régimen.
En efecto, las aristocracias se distinguen de las llamadas “repúblicas” en esto, y por ello unas de ellas son menos duraderas y otras más: las que se inclinan más hacia la oligarquía se llaman “aristocracias”; las que se inclinan más hacia las masas, “repúblicas”; y es precisamente por lo que éstas son más seguras que las otras, porque lo más numeroso es más fuerte y están más contentos cuando tienen una participación igual, mientras que los que viven en abundancia, si el régimen les da supremacía, tienden a enorgullecerse y a ser insaciables.
En general, a cualquier parte que se incline el régimen, se produce el cambio en este sentido, al aumentar su fuerza una u otra de las dos partes; así la “república” pasa a democracia y la “aristocracia” a oligarquía, o a sus contrarios, como la aristocracia a democracia (pues los más pobres, considerándose perjudicados, arrastran el régimen en sentido opuesto), y la república a la oligarquía (pues lo único duradero es la igualdad según el mérito, el poseer cada uno lo que le corresponde).
Además, como todos los regímenes aristocráticos son oligárquicos, los notables adquieren cada vez más ventajas, y así en Lacedemonia las fortunas pasan a manos de unos pocos y los notables pueden hacer lo que quieran y casarse con quien quieren.
Una medida común (para conservar los regímenes) común a la democracia, a la oligarquía, a la monarquía y a todo régimen, es que nadie crezca excesiva y desproporcionadamente, sino que más bien se intente asignar cargos modestos y de larga duración que cargos importantes por poco tiempo (pues los hombres se corrompen y no todo el mundo es capaz de soportar la buena suerte).
…En efecto, que puedan acceder al gobierno todos es democrático, y que los notables estén en las magistraturas es aristocrático.
Tres condiciones deben tener los que van a desempeñar magistraturas supremas: en primer lugar, amor al régimen establecido; en segundo lugar, la mayor competencia en las tareas de su cargo; y, en tercer lugar, una virtud y una justicia en cada régimen adecuadas a ese régimen.
En general, todo lo que en las leyes presentamos como útil para los regímenes, todo eso conserva los regímenes y además el elemento más importante mencionado con frecuencia: el vigilar para que la masa de ciudadanos que quiere al régimen sea superior a la que no lo quiere.
Pero lo más importante para que perduren los regímenes, y que ahora todos descuidan, es la educación de acuerdo con el régimen.
Educar conforme al régimen no es esto: hacer lo que les place a los miembros de la oligarquía o a los partidarios de la democracia, sino aquellas cosas con las que puedan unos gobernar oligárquicamente y otros democráticamente.
…Así pues los orígenes de los cambios son los mismos en las repúblicas y en las monarquías. Por injusticia, por miedo y por desprecio, atacan a las monarquías muchos de sus súbditos; y entre las causas de injusticia, especialmente por insolencia y a veces también por el despojo de los bienes particulares.
Son también los fines, igual que en las repúblicas, los mismos en las “tiranías” y en las “monarquías”, pues los monarcas tienen abundancia de riqueza y honores que todos codician.
Los ataques son unas veces contra la persona de los gobernantes y otras contra su gobierno.
…La realeza es el régimen menos frecuentemente destruido por causas externas, y por eso es muy duradero.
…Sin embargo, entre todos los regímenes los menos duraderos son la oligarquía y la tiranía.
El fundamento básico del sistema democrático es la “libertad”, pues esto suelen decir, en la idea de que sólo en este régimen se participa de libertad, pues éste es, como dicen, el objetivo al que tiende toda democracia.
Una característica de la libertad es gobernar y ser gobernado por turno.
De hecho, la justicia democrática consiste en tener lo mismo según el número y no según el mérito, y siendo esto lo justo, la muchedumbre forzosamente debe ser soberana, y lo que aprueba la mayoría, eso tiene que ser el fin y lo justo.
En efecto, dicen que todo ciudadano debe tener lo mismo, de modo que en las democracias resulta que los pobres son más poderosos que los ricos, ya que son más, y la opinión de la mayoría es la autoridad soberana. Este, pues, es un signo distintivo de la libertad, que todos los demócratas consideran como elemento definidor de su régimen.
Otra característica es vivir como se quiere; pues dicen que esto es obra de la libertad, si precisamente es propio del esclavo vivir como no quiere.
Procedimientos democráticos son: elegir todas las magistraturas entre todos; que todos manden sobre cada uno y cada uno, por turno, sobre todos; que las magistraturas se designen por sorteo, todas o las que no requieran experiencia y conocimientos técnicos; que las magistraturas no dependan de ninguna tasación de la propiedad o de la menor posible; que la misma persona no ejerza dos veces ninguna magistratura, o en pocos casos, o pocas magistraturas fuera de las relacionadas con la guerra; que las magistraturas sean de corta duración, todas, o en las que sea posible; que administren justicia todos los ciudadanos, elegidos entre todos, y sobre todas las cuestiones o sobre la mayoría, y las más importantes y primordiales, por ejemplo, la rendición de cuentas, la Constitución y los contratos privados; que la asamblea tenga soberanía sobre todas las cosas, o sobre las más importantes, y que ninguna magistratura la tenga sobre nada o sobre cuestiones mínimas.
También que reciban una paga a ser posible todos, asamblea, tribunales, magistraturas, y si no es posible, que se pague a los magistrados, los tribunales, el Consejo y las asambleas principales, o aquellas magistraturas que deben hacer las comidas comunitarias entre ellas.
Además, puesto que la oligarquía se define por el linaje, la riqueza y la educación, los rasgos democráticos parecen ser contrarios a éstos: falta de nobleza, pobreza, trabajo manual.
Además, que ninguna magistratura sea vitalicia, y si alguna queda de un cambio antiguo, debe despojársela de su fuerza y hacerla sorteable en lugar de electiva.
Pero la democracia y el pueblo, que especialmente parecen serlo, resultan del concepto de justicia que se reconoce como democrático (esto es, que todos tengan lo mismo numéricamente), pues así podría pensarse que hay en el régimen la igualdad y la libertad.
… Pero el verdadero demócrata debe velar para que el pueblo no sea demasiado pobre, pues esto es la causa de que la democracia sea mala. Por tanto, hay que ingeniárselas para que se produzca una prosperidad duradera. Y esto conviene también a los ricos: el producto de los recursos, una vez reunido todo, debe distribuirse a los pobres, sobre todo si cada uno puede reunir tanto como para la adquisición de un pequeño terreno, y si no, los fondos para emprender el comercio o la agricultura, y si no es posible para todos, distribuirlo alternativamente, por tribus o cualquier otra división, y entre tanto los ricos aportarán la paga para las reuniones indispensables, quedando libres de las cargas superfluas.
Y es propio de los notables gratos e inteligentes que se repartan los pobres y les den fondos para orientarlos a algún trabajo.
…A la democracia en general la salva el gran número de ciudadanos (pues este factor es opuesto a la justicia basada en el mérito); en cambio, la oligarquía, por el contrario, debe encontrar su salvación por medio de la buena organización.
Pues sin las magistraturas necesarias es imposible que exista una ciudad, y sin las magistraturas que miran la buena organización y el orden, es imposible que sea bien administrada. Además, es necesario que en las ciudades pequeñas haya menos magistraturas y en las más grandes más.
Así pues, estos son los servicios necesarios de estos cargos que podemos recapitular así: lo relativo a lo divino, a la guerra, a la inspección, a la rendición de cuentas de los magistrados, y finalmente las referentes al cuerpo que delibera sobre los intereses comunes.
…Siendo tres las magistraturas de acuerdo con cuyas normas se eligen los magistrados supremos: los guardianes de las leyes, los Consejeros previos y el Consejo; los guardianes de las leyes es una constitución aristocrática; los Consejeros previos es oligárquica; el Consejo democrática.
11. El Estado ideal
Sobre el régimen mejor, es necesario determinar primero cuál es la vida preferible, por así decir, para todos, y después de esto, sobre si es la misma para la comunidad y para el individuo tomado aisladamente, o si es diferente.
Pues, en verdad, nadie podría discutir aquella división de los bienes según la cual los reparte en tres grupos: los externos, los del cuerpo y los del alma, y todos ellos deben tenerlos los hombres felices.
Pues nadie podría llamar feliz al que no participa en absoluto de la fortaleza, ni de la templanza, ni de la justicia, ni de la prudencia, sino que teme a las moscas que vuelan junto a él, y no se abstiene de las peores acciones, si le acucia el deseo de comer o de beber, sino que sacrifica por un cuarto a sus más queridos amigos, y semejantemente también, en lo que concierne a las cualidades de la mente, es tan insensato y falso como un niño o un loco.
Pero si casi todos estarían de acuerdo en estas cosas dichas, difieren en cambio cuando se trata de la cantidad y de la superioridad relativa; de la virtud, en efecto, creen que basta tener el grado que sea; en cambio de la riqueza de los bienes materiales, de poder, de gloria y de todas las cosas de este tipo buscan una superabundancia infinita.
Pero vemos que no se adquieren y se conservan las virtudes por medio de los bienes exteriores, sino éstos por medio de aquéllas, y que la vida feliz, ya consista para el hombre en el placer, en la virtud o en ambas cosas, corresponde a quienes están adornados con los dones del carácter y de la inteligencia en grado sumo, aunque estén moderadamente favorecidos en la posesión de bienes exteriores, más que a los que poseen estos bienes por encima de lo necesario, pero están faltos de aquéllos.
En efecto, los bienes exteriores tienen un límite, como cualquier instrumento (todo lo que es útil sirve para una cosa determinada); y un exceso, necesariamente, o perjudica, o no sirve de nada a los que lo poseen; en cambio, cada uno de los bienes relativos al alma, cuanto más abundan, más útiles son, si hemos de atribuirles no sólo la belleza, sino también la utilidad.
…Así pues, convengamos en que a cada individuo corresponde tanto de felicidad cuanto tenga de virtud, de prudencia, y actúa de acuerdo con ellas.
…La causa de los bienes exteriores al alma es lo fortuito y el azar, mientras que nadie es justo ni prudente por suerte ni mediante la suerte.
Se sigue de ello… que la ciudad mejor es a la vez feliz y próspera; pero es imposible que le salgan bien las cosas a los que no obran bien, y no hay obra buena ni del individuo ni de la ciudad sin virtud y prudencia.
La belleza, la justicia y la prudencia de la ciudad tienen la misma capacidad y la misma forma que las virtudes por cuya participación se llama al hombre justo, prudente y moderado.
Quede establecido que la vida mejor, tanto para el individuo en particular como para las ciudades en común, es la que está acompañada de virtud y dotada de recursos suficientes como para poder participar en las acciones virtuosas.
… Pues bien, es evidente que el régimen mejor es esa organización bajo la cual cualquier ciudadano puede prosperar y vivir felizmente; pero se discute por parte de aquellos que están de acuerdo en que la vida virtuosa es la más deseable, si es preferible la vida política y práctica o más bien la que está desligada de todas las cosas exteriores, por ejemplo, una vida contemplativa, que, según algunos, es la única filosófica.
… Por otra parte, alabar más la inactividad que la acción tampoco es verdad, ya que la felicidad es una actividad; y, además, las acciones de los hombres justos y prudentes tienen como resultado muchas y nobles obras.
… siempre que alguien sea superior en virtud y en capacidad para realizar las mejores acciones, a ése es noble seguirle y justo obedecerle. Pero debe poner no sólo virtud, sino capacidad que le haga apto para la acción.
Pero si estas afirmaciones son exactas y si la felicidad debe ser considerada como prosperidad, la vida activa será la mejor, tanto para la ciudad en común, como para el individuo.
Respecto a la dimensión de la ciudad ideal dice:
Ciertamente la mayoría de la gente cree que la ciudad feliz conviene que sea grande.
…no es lo mismo una ciudad grande que muy populosa.
También, la ciudad que se compone de demasiados pocos habitantes no es autosuficiente.
…Es evidente, por tanto, que este es el límite ideal de la ciudad: el mayor número posible de población para la autarquía de la vida y que pueda abarcarla fácilmente en su totalidad.
Lo mismo respecto al territorio: todos elogiarán al más autárquico (el que sea tal que produzca de todo, pues autosuficiente es tener de todo y no carecer de nada).
Debe ser inaccesible para los enemigos y de fácil salida para los habitantes.
… La ciudad debe estar comunicada con todos los lugares para el envío de socorro, y que ofrezca facilidades de paso al transporte de los productos recogidos, de la madera de construcción y de cualquier otra industria que el país pueda poseer.
…es mejor para la seguridad y para la abundancia de productos necesarios que la ciudad y el país tengan acceso al mar.
…labradores, artesanos y toda clase de jornaleros son necesarios a las ciudades, pero partes propias de la ciudad son la clase militar y la deliberativa, y cada una de éstas están separadas entre sí, ya sea siempre o alternativamente.
No parece ser un descubrimiento, ni actual ni reciente, de los que filosofan sobre el Estado, que debe separarse por clases la ciudad y ser distinta la clase militar de la de los agricultores.
Hemos de tratar ahora, en primer lugar, de la distribución de las tierras y de los campesinos, cuáles y cómo tienen que ser, puesto que nosotros afirmamos que la propiedad no debe ser común, como algunos han dicho, sino que en la práctica debe hacerse de ella, como entre amigos, un uso común, y que ninguno de los ciudadanos carezca de alimentos.
Pero, puesto que nuestro propósito es conocer el régimen mejor y ése es con el que una ciudad puede ser mejor gobernada, y la ciudad es mejor gobernada por el régimen que hace posible la mayor medida de felicidad, es evidente que no nos debe pasar por alto en qué consiste la felicidad.
…La felicidad consiste en el ejercicio y uso perfecto de la virtud, y eso no condicionalmente, sino absolutamente. Y entiendo por “condicionalmente” lo que es necesario, y por “absolutamente” lo que está bien.
Por ejemplo, en el caso de las acciones justas, las correcciones y castigos justos proceden sin duda de la virtud, pero son necesarios y son buenos por ser necesarios (pues sería preferible que no necesitara de esas cosas ni el hombre ni la ciudad); en cambio, las que buscan los honores y la prosperidad son las acciones más hermosas en un sentido absoluto; en efecto, la primera categoría de acciones es el rechazo de algún mal, y las acciones de la segunda categoría son lo contrario, ya que preparan y generan bienes.
El hombre bueno puede hacer buen uso de la pobreza, la enfermedad y los demás infortunios, pero la felicidad consiste en sus contrarios, (que el hombre bueno es aquel para quien, a causa de su virtud, los bienes absolutos son bienes, y es evidente que el uso que haga de ellos será también, necesariamente, bueno y noble en sentido absoluto); y por ello los hombres suelen pensar que los bienes exteriores son causa de felicidad, como si la causa de tocar con brillantez y destreza la cítara se asignara como causa a la lira más que al arte.
Por ello hacemos votos para que la constitución de la ciudad disponga de esos viene de los que la suerte es dueña soberana, pues pensamos que es (dueña) soberana. Pero que la ciudad sea buena ya no es obra de la suerte, sino de la ciencia y resolución. Sin embargo, una ciudad es buena cuando los ciudadanos que participan en su gobierno son buenos. Y para nosotros, todos los ciudadanos participan del gobierno.
…Y puesto que afirmamos que la virtud del ciudadano y del gobernante es la misma que la del hombre bueno, y que la misma persona debe primero obedecer y luego mandar, sería tarea del legislador ver cómo los hombres serán buenos, mediante qué medios, y cuál es el fin de la vida mejor.
…Pues el gobierno de hombres libres es más noble y más conforme a la virtud que el gobierno despótico.
Pues las mismas cosas son las mejores para el individuo y para la comunidad, y éstas son las que el legislador debe imbuir en las almas de los ciudadanos…
12. La educación
Así pues, que el legislador debe ocuparse sobre todo de la educación de los jóvenes, nadie lo discutiría.
De hecho, en las ciudades donde no ocurre así, eso daña a los regímenes, ya que la educación debe adaptarse a cada uno de ellos.
… el carácter democrático engendra la democracia, y el oligárquico la oligarquía, y siempre el carácter mejor es causante de un régimen mejor.
Y, puesto que hay un fin único para toda ciudad, es manifiesto también que la educación debe necesariamente ser única y la misma para todos, y que el cuidado de ella debe ser común y no privado, como lo es actualmente, cuando cada uno se cuida privadamente de sus propios hijos, instruyéndolos en la enseñanza particular que le parece.
Está, pues, claro que la legislación debe regular la educación y que ésta debe ser obra de la ciudad.
…no es dudoso que deben aprenderse los conocimientos útiles que son necesarios, pero no todos; conviene participar de aquellos trabajos útiles que no embrutezcan al que se ocupa de ellos.
Hay que considerar embrutecedor todo trabajo, arte y disciplina que inutilice el cuerpo, el alma o la inteligencia de los hombres libres para el uso y la práctica de la virtud.
Las disciplinas que suelen enseñarse son cuatro: la lectura y escritura, la gimnasia, la música y, en cuarto lugar, algunas veces el dibujo.
De modo que es manifiesto que también debe aprenderse y formar parte de la educación ciertas cosas con vistas a un ocio en la diversión.
…la música es para diversión en el ocio, y por ello precisamente parecen haberla introducido; porque creen que es una diversión propia de hombres libres, la ordenan en la educación.
El buscar en todo, la utilidad, es lo que menos se adapta a las personas magnánimas y libres.
De modo que lo noble y no lo brutal debe desempeñar el principal papel, pues ni el lobo ni ninguna otra fiera afrontaría un riesgo noble, sino más bien el hombre bueno.
…Como la gimnasia proporciona al cuerpo ciertas cualidades, también la música infunde ciertas cualidades al carácter acostumbrándolo a poder recrearse rectamente y también contribuye a la diversión y al cultivo de la inteligencia.
También la música es útil para el descanso.
Y como resulta que la música es una de las cosas agradables y que la virtud consiste en gozar, amar y odiar de modo correcto, es evidente que nada debe aprenderse tanto, y a nada debe habituarse tanto como a juzgar con rectitud y gozarse en las buenas disposiciones morales y en las acciones honrosas.
El estudio de la música se adapta a la naturaleza de los jóvenes, pues éstos, por su edad, no soportan de buen grado nada falto de placer, y la música es por naturaleza una de las cosas placenteras.
Parece también que hay en nosotros una cierta afinidad con la armonía y el ritmo.
“La única garantía auténtica de la estabilidad y de la prosperidad del Estado es la bondad moral y la integridad de sus ciudadanos, y, a la inversa, solamente si el Estado es bueno y si el sistema educativo es racional, moral y sano, llegarán a ser buenos ciudadanos.
El individuo logra alcanzar el desarrollo y la perfección que le son propios mediante los actos de su vida concreta, que es una vida en la sociedad, es decir, en el Estado; y la sociedad alcanza su fin propio por la perfección de los miembros que la componen.
Es grave error –dice- suponer que la naturaleza y el fin del Estado se reducen a la guerra y a la dominación.
El Estado existe para el buen vivir, y está sujeto al mismo código de moralidad que el individuo. O, como lo expresa él, “unas mismas cosas son las mejores para los individuos y para los Estados”.
La razón y la historia demuestran a la vez que el legislador debe orientar todas sus medidas, militares o de cualquier clase que sean, al establecimiento de la paz. Los Estados militaristas únicamente son fuertes durante la guerra: una vez han conquistado su imperio, se herrumbran como el hierro y se arruinan”.
(Aristóteles. Pensamiento y obra. Colección “Grandes pensadores”).
Segovia, 10 de febrero del 2022
Juan Barquilla Cadenas.