LA RELIGIÓN EN LA ANTIGUA ROMA

LA RELIGIÓN EN LA ANTIGUA ROMA

Los romanos se enorgullecían de ser el pueblo más religioso del mundo.

Cicerón(106 a.de C.- 43 a. de C.) decía: “Si nos comparamos con las demás naciones resultamos iguales o inferiores en diversos terrenos, excepto en el de la religión, que significa el culto de los dioses en que somos en mucho superiores”.

Varrón (116 a. de C. -27 a. de C.) habla de más de treinta mil dioses, a los que aún había que añadir las fuerzas divinas, numina, dispersas por la naturaleza.

Y es que parece que los romanos, cuando tomaban una ciudad, lo primero de lo que se apoderaban era de los dioses de esa ciudad, pensando que de esa manera dejaban de protegerla y defendían a los romanos.

Tito Livio (59 a. de C. -17 d. de C.) decía de Roma: “No hay espacio en esta ciudad que no esté impregnado de religión y que no esté ocupado por alguna divinidad. Los dioses la habitan”.

Fustel de Coulanges (1830 -1889) afirma que en Roma había más dioses que ciudadanos.

No hay un solo acto en la vida privada o pública de los romanos en que no se haga intervenir a los dioses.

La palabra “religión” (religio) es un término propiamente romano. No existe por ejemplo en griego una palabra equivalente. Del latín se ha extendido a todas las lenguas occidentales.

No hay acuerdo entre los eruditos en la etimología de la palabra “religio”. Se piensa que puede proceder tanto de “religare” (ligarse, vincularse con respecto a los dioses), como de “relegere”, teniendo en este caso el prefijo “re-“ un valor intensivo (observar escrupulosamente las normas del culto).

El romano pensaba que existía una interdependencia entre el cielo y la tierra, una relación entre los dioses y los hombres.

Sin estar seguro de la benevolencia y de la gracia de los dioses, el romano se sentía desamparado (1ª raíz etimológica).

Por otro lado, el romano pretendía con su culto obtener la “pax veniaque deum” (la paz y el perdón de los dioses) o alejar la “ira deum” (la ira de los dioses). Para ello tenía una gran preocupación por asegurarse la eficacia del culto (2ª raíz etimológica).

CARACTERÍSTICAS DE LA RELIGIÓN ROMANA

1.       Pureza (castitas):

A este respecto escribió Varrón:Durante más de ciento setenta años, los romanos honraron a sus dioses sin estatuas. De haberse mantenido así, el culto hubiera sido más puro”.

No contradice esta afirmación de Varrón, las figurillas que se han encontrado en tumbas de cremación del Lacio, correspondientes al siglo IX a. de C., pues no es claro que representen a dioses. Se tiende más bien a pensar que se trata de representaciones de seres humanos.

Confirma esa afirmación de Varrón:

-          La ausencia de antropomorfismo en la religión romana primitiva (hasta el siglo VI a. de C. no comenzaron los romanos a construir templos y estatuas. Y esto fue por influencias etruscas y griegas).

-          La ausencia de hierogamia en el panteón romano (las divinidades eran masculinas o femeninas, pero no formaban parejas. Esto fue una influencia griega.

-          La ausencia de “héroes”o semidioses, nacidos de los devaneos de alguna deidad.

2.       Funcionalidad:

El romano carecía, referente a sus dioses, de poéticas leyendas, al contrario de los griegos.

El romano sólo conocía a los dioses por la función que desempeñaban.

El culto a los diferentes dioses estaba relacionado con su funcionalidad.

3.       Sometimiento al Estado:

La religión romana tenía un carácter netamente político.

En Roma nada escapaba al control del Estado.

Los romanos no tenían “oráculos” como los griegos, que pudieran responder  a las ciudades o a los individuos.

Los “Libros Sibilinos”, de origen greco-etrusco, que se creían provenientes de Cumas, estaban bajo el control del Senado.

Todas las demás manifestaciones religiosas estaban controladas por “colegios sacerdotales especiales”, particularmente por los “pontífices”.

4.       Carácter antitético:

El culto religioso estaba entre el tradicionalismo y el aperturismo, como un “Janus bifrons” mirando hacia el pasado y hacia el futuro.

Mantenedor del “tradicionalismo” era el “Pontifex Maximus”, quien atendía a la ejecución de las ceremonias públicas para el mantenimiento de la “pax veniaque deum” (la paz y el perdón de los dioses).

El “aperturismo” estaba controlado por los “viri sacris faciundis” (cuyo número aumentó de dos a quince en tiempos de Sila). Éstos estaban encargados de vigilar la introducción de dioses extranjeros, lo cual solía ocurrir en épocas de crisis provocadas por calamidades.

EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LA RELIGIÓN ROMANA

La religión romana sufrió diversas vicisitudes (cambios) desde el nacimiento de Roma hasta la instauración del Imperio.

La escuela comparativa ha encontrado estrechos parentescos entre ciertos elementos de la religión romana y elementos de la religión védica. Lo cal prueba que la religión romana conserva herencias indoeuropeas.

1.   Restos indoeuropeos de la religión romana:

 

-          Ciertos ritos de la religión romana

Mater Matuta, cuyo significado “diosa de la aurora” llegó a perderse para transformarse en “diosa madre” o “madre buena”, recibía culto mediante dos extraños ritos el día de las “Matralias”, el 11 de junio.

Las matronas romanas llevaban en brazos y daban de mamar no a sus propios hijos, sino a los de sus hermanas.

Hacían también que entrara al templo de “Mater matuta” una sirvienta a la que golpeaban con varas antes de echarla fuera.

Ahora bien, la diosa de la Aurora es “una de la figuras femeninas más destacada del “Rig Veda”, donde aparece  amamantando y lamiendo a un niño, que unas veces es hijo suyo y de su hermana la “Noche” simultáneamente, y otras es sólo hijo de su hermana la “Noche”.

Todo parece indicar que a Roma llegó sólo la forma más lógica: La “Aurora” alimentando al hijo de su hermana la “Noche”.

Las matronas romanas conservaron el rito de imitar a la diosa y dejaron perderse el mito.

El rito de expulsar a la sirvienta puede explicarse mediante un paralelo védico: para que resulte benéfica, la “Aurora” debe aparecer por un momento y después dejar paso al día; se alaba a Indra (dios principal de la religión védica) por expulsar a la “Aurora” que es “demasiado lenta”.

El mito del “Rig Veda” se trasluce en el rito romano: la esclava representa a la “Aurora”.

Por el mismo procedimiento la escuela comparatista ha logrado esclarecer los ritos de la “Diva Angerona”, de la “Fortuna Primigenia” y de la “Lua Mater”, rito que para los romanos resultaban ininteligibles por encontrarse separados de su contexto mitológico.

-          La existencia de las estructuras jerárquicas tripartitas

La tradición romana guardó el recuerdo de las tres “tribus” que se suponían haber constituido la estructura básica de la sociedad original de Roma: los “ramnes”, los “tities” y los “luceres”.

Los romanos dieron una interpretación étnica para dar una justificación a esta división tripartita: representaban a los compañeros de Rómulo (ramnes), a los sabinos (tities) ya los etruscos (luceres).

Esta división tripartita tenía un carácter funcional, como la división social de la India por funciones: brahamanes o sacerdotes, guerreros y agricultores-ganaderos.

En Roma los “ramnes” eran los compañeros de Rómulo (rey-sacerdote), los “luceres” correspondían a los soldados por excelencia (los etruscos) y los “tities” a los agricultores-ganaderos (los sabinos).

Esta división funcional se refleja también en la jerarquía de los tres dioses principales de Roma antes de la “tríada capitolina”, que eran Júpiter, Marte y Quirino.

Según  Georges Dumezil esta “tríada” sólo puede explicarse recurriendo a la estructura conceptual que llama “ideología de las tres funciones”, que se advierte en la mayor parte de las sociedades indoeuropeas: Júpiter, dios de la clase sacerdotal, Marte, dios de la clase de los guerreros y Quirino, dios de los “quirites” o encargados de las ocupaciones productivas en tiempos de paz.

Este esquema se fue degenerando desde que los latinos se establecieron en la península itálica, debido a influencias diversas.

2.   Elementos antiguos de la religión histórica :

Prescindiendo de las reminiscencias indoeuropeas puestas de relieve por la escuela comparatista, los elementos más antiguos de la religión romana deben de ser los concernientes a la “religión familiar” y a la “religión concerniente a las faenas agrícolas”, pues sea cual fuere el origen del pueblo romano, al comienzo de la época histórica constituía una comunidad de labradores al sur del Tíber inferior. Antes de la fundación de Roma (753 a. de C.) debían vivir en pequeños poblados o en granjas dispersas.

-La religión familiar

El “pater familias” (el padre de la familia) actuaba como sacerdote, es decir, como representante de las personas constituidas bajo su autoridad ante las “fuerzas numinosas” que le rodeaban.

Los “Numina”  eran seres espirituales, cuyo favor era preciso alcanzar o conservar mediante determinados ritos.

Los “Numina” eran innumerables. Dentro del ámbito familiar los más importantes eran: Jano, Vesta, los Lares, los Penates y el “Genius” de la familia.

Jano era el espíritu de la puerta. Se le representaba con dos rostros, vigilaba las entradas y salidas de la familia y defendía los vanos de la casa. Su culto, en época posterior fue asumido por la religión estatal.

Vesta  era el “Numen” que habitaba el fuego, la dispensadora del calor, a quien los hombres debían acudir para preparar los alimentos. También ocupaba un lugar importante en la vida religiosa de la familia. Este culto fue asumido por la religión estatal.

El colegio de las vírgenes vestales, jóvenes con voto de castidad encargadas de mantener vivo el fuego que ardía en el altar de la ciudad consagrado a Vesta, tiene su origen en las hijas de familia que, en ausencia de los hombres, vigilaban el fuego del hogar.

 

Los Lares eran divinidades romanas de origen etrusco a los que se encomendaba la protección de los hogares, personas y determinados lugares vinculados o relacionados con el hogar familiar. Compartían funciones con los dioses “Penates”.

Los “Lares compitales” eran los lares de las encrucijadas de los campos o de la ciudad.

Los Penates  eran dos dioses protectores de la despensa (Penus), donde se conservaban las provisiones de la familia.

Cuando más tarde representaron los “numina” mediante imágenes, las imágenes de los “Penates” se colocaban sobre la mesa  para que presenciaran las comidas de la familia.

El “Genius”: cada hombre tenía su propio “genius”. Del “Genius” dependía la facultad procreativa del ser humano (sanscrito ganami = griego γίγνομαι = latín gigno= español engendrar). El lecho matrimonial se llamaba “lectus genialis”.

Del “Genius” dependía igualmente la personalidad del individuo y su propio destino.

Para la familia tenía importancia el “Genius” del “pater familias”. Era necesario conseguir el favor del tal “Genius”, pues de élj dependía la existencia y prosperidad familiar.

Cuando el “pater familias” moría, el heredero inhalaba su último aliento, rito que debía significar la creencia en la supervivencia y perpetuidad de vida de la familia.

Además, los romanos daban culto a los que consideraban fundadores de la “gens” (grupos de individuos que tenían un antepasado común).El fundador de la “gens” solía ser un ser mítico, a veces, una divinidad, como Venus, considerada fundadora de la “gens Iulia”. Siempre se trataba de un personaje cuya existencia era irrastreable históricamente.

Había “numina” específicas para la vida cotidiana:

Nundina, dios o genio protector del nacimiento y desarrollo del hombre.

Educa y Potina, dioses que enseñan al niño a comer y beber.

Cunina, diosa que guardaba a los niños en la cuna y a la cual ofrecían libaciones de leche las matronas romanas.

Osipagina y Osipago, dioses que robustecen los huesos en la infancia.

Abeona, diosa que enseña a andar al niño.

Fabulinus y Locutius, dioses que enseñaban al niño a hablar.

Iterduca, diosa de la infancia que guiaba al niño cuando salía de casa por primera vez.

Domiduca, diosa que lo devolvía al hogar desde la escuela y lo protegía en el camino.

Otro elemento de la religión familiar era el culto a los muertos, llamados  “manes”.

El motivo de este culto era en parte el miedo a los muertos, pues se pensaba que tenían capacidad de causar daño a los vivos, por lo cual era necesario aplacarlos.

Solían ofrecerles flores y alimentos en el día de su aniversario, no de su muerte, sino de su nacimiento.

En el mes de febrero se celebraban fiestas públicas en honor a los muertos.

-          La religión agrícola

Algunos “numina” estaban relacionados con determinados lugares; otros se distinguían por las funciones que tenían encomendadas.

Robigus, a quien se dedicaba la fiesta “Robigalia”, tenía poder sobre el tizón (robigo) que amenaza a los trigos.

Nodotus, que tenía el poder de aumentar los granos.

Volutina, que rodeaba a las espigas de su cáscara protectora.

Patelana, que era el “numen” que abría las espigas.

Verváctor, “numen” que estaba asociado  a la arada de los rastrojos.

Redarator, “numen” que estaba asociado a la segunda arada.

Ínsitor que era el “numen” de la siembra.

Obarátor era el “numen” de la arada que cubría la simiente.

Subruncinátor era el “numen” de la escarda.

Mesor era el “numen” de la siega.

Convector era el “numen” de la recogida del grano.

Conditor era el “numen” del almacenamiento.

Prómitor era el “numen” de su utilización y venta.

Es posible que muchas de estas divinidades eran creaciones artificiales de los pontífices romanos, que se complacían en la descomposición de las labores rurales.

Los ganaderos tenían sus divinidades propias:

Bubona, que velaba por los rebaños de bueyes.

Epona, que velaba por las yeguadas.

Pales, que velaba por los rebaños de carneros.

Flora y Silvano, dioses tutelares de los pastores.

Pomona, diosa tutelar de jardineros y hortelanos.

 

Existían además dioses considerados negativos:

Laverna, diosa de los ladrones y carteristas.

Dioses del aire pestilente.

Dioses de la fiebre, enfermedades.

Lémures o fantasmas que despertaban gran temor al pueblo.

3.   Religión estatal:

Cuando surgió el Estado cambiaron aspectos externos de la religión, pero no su finalidad.

Cuando Roma se convirtió en una ciudad-estado y por último en la capital de su reino, sus prácticas religiosas experimentaron una ampliación desmesurada, pero se mantuvo su finalidad.

La “religión familiar” pretendía asegurar la salud y prosperidad de la familia.

La “religión agrícola” pretendía asegurar  la prosperidad de los campos y ganados.

La “religión estatal” pretendía asegurar la prosperidad del  Estado, la “salus rei publicae”.

En la “religión estatal” surgirá un sacerdocio estatal, que desempeñará el papel del “pater familias” en la religión familiar.

A través de la “liturgia”, gracias a su conservadurismo, podemos descubrir la evolución de la religión de la ciudad de Roma, al compás de la evolución de ella misma.

*La festividad de las Lupercales  se celebraba el 15 de febrero: los“sacerdotes”(Luperci=hombres lobos, por el disfraz de pieles) con tiras de piel de cabrito flagelaban a los transeúntes especialmente a las mujeres, creyéndose que esos golpes las harían más fecundas.

La marcha de los “Luperci” se realizaba en torno al Palatino, es decir, en torno a los límites del antiguo “oppidum palatinum”, que había sido la cuna de la Urbs.

Esta festividad debe ser una de las más antiguas del calendario romano, no sólo por el recorrido, sino también por las costumbres pastoriles correspondientes a épocas pasadas que están implícitas en esa festividad.

*La fiesta  del septimontium  se celebraba el 11 de diciembre.

En esta fiesta participaban sólo los que vivían en los montes.

Dice Varrón: “Feriae no populi sed montanorum modo” (Fiestas no del pueblo sino sólo de los habitantes de los montes).

Conocemos la lista de estos siete montes (que no deben confundirse con las siete colinas de la futura ciudad de Roma): Palatinum, Germal, Velia (estos tres se incluirían más tarde en la única denominación de “Palatino”), Fagutal, Oppiano, Cispio (que quedarían más tarde absorbidos en el “Esquilino”) y el Celio.

La delimitación topográfica que supone esta fiesta corresponde a una etapa posterior a la de las “Lupercales”, y corresponde a un momento intermedio entre las aldeas aisladas y la organización final de la ciudad.

*Las fiestas de los Argei, que se celebraban en dos épocas del año (el 16 y 17 de marzo y el 14 de mayo).

En marzo eran llevados los “Argeis”, 27 muñecos de cañizo, a 27 capillas construidas para albergarlos.

En mayo los muñecos eran tomados de las capillas (sacraria) y arrojados al Tiber desde el puente Sublicio.

Prescindiendo de la significación de estas ceremonias, que no está clara, señalaremos los siguientes datos: el puente Sublicio  era el más antiguo de Roma.

La procesión, según datos de Varrón, recorría las colinas de Celio, Esquilino, Viminal, Quirinal, Aventino, Capitolio y Palatino, rodeando al “Foro”, que pertenecía ya a la ciudad.

Se aprecia en estas tres fiestas en ensanchamiento progresivo de Roma: La “Roma quadrata” del Palatino, los siete montículos y finalmente la “Urbs” centrada en torno al Foro.

En esta etapa última, el Foro era el corazón religioso de la ciudad, con el santuario de Vesta y las Vestales.

Pasado el tiempo sería en el Capitolio donde se construiría el templo más importante de Roma consagrado a la “tríada capitolina”

Pero la religión romana no realizó esta transformación por sí misma, sino debido a las influencias etruscas, debido a las cuales se sustituyó la primitiva tríada “Júpiter, Marte, Quirino” por la de  “Júpiter, Juno, Minerva”.

Al hundirse la “monarquía” (año 509 a. de C.) y desaparecer el rey-sacerdote se perdió también el equilibrio social del viejo sistema tripartito. Es verdad que en el plano religioso continuó la figura del “rex sacrorum” (el rey de los sacrificios), pero esta figura no ejercía ningún papel en la vida ciudadana.

La “republica” se caracterizó por los conflictos sociales entre “patricios” y “plebeyos”, conflictos sociales que, aunque tenían como origen problemas sociales y económicos, ejercieron influencia en el plano religioso.

Así los “plebeyos” consiguieron mediante la “Lex Ogulnia” (300 a. de C.) que la mitad de los puestos de los “colegios sacerdotales” estuviesen ocupados por ellos, sin embargo los puestos del “rex sacrorum”, “flamines maiores” y “salii”siguieron reservados a los “patricios”.

La construcción del templo de Cástor, originariamente dios griego, protector de la caballería, en el siglo V a. de C. y la construcción de otro templo consagrado a la tríadaDeméter, Dioniso, Ceres” (Ceres, Liber, Libera), cuyo culto estaba confiado a la “plebe”, construcción que se realizó por los mismos años, se debieron, entre otras razones, a una política de mantener satisfechas a las clases sociales.

El que la religión romana se transforme, tanto por factores internos provocados por las tensiones político-sociales como por influencias externas, se debía al hecho de ser la religión romana un “politeísmo abierto”.

Las transformaciones más serias, como la introducción de nuevas divinidades, permitidas por un politeísmo abierto y romano, sólo tuvieron lugar en circunstancias particulares de gran peligro para el pueblo, sea por guerras o por epidemias.

Así, la introducción del culto a Apolo, dios griego, cuya invocación más antigua es la de “médico”, ocurrió durante una grave epidemia.

En los “Campos Flaminios” se le consagró un santuario para que velara “pro valetudine populi” (por la salud del pueblo). El templo fue edificado en el año 431 a. de C.

A principios del siglo IV a. de C. se introdujo el culto a la divinidad etrusca “Juno de Veyes”.

Fue debido a una promesa (votum) del jefe de las tropas romanas en lucha contra los etruscos durante el asedio a la ciudad etrusca de Veyes.

Se construyó su templo en el monte Aventino, como divinidad de origen extranjero y distinta de  la “Juno Capitolina”, la “Juno Regina”, considerada diosa nacional.

A finales del siglo III a. de C. se introdujo el culto a Cibeles, la “Magna mater”, divinidad oriental que residía en el monte Ida (Frigia), país de los antiguos troyanos.

En ese momento estaban los romanos muy angustiados por los resultados iniciales de la “segunda guerra púnica”.

Un oráculo obtenido de los “Libros Sibilinos” prometió a los romanos la victoria a condición de que la “Madre del monte Ida” fuera trasladada de Pesinunte a Roma.

El año 204 a. de C. fue instalada Cibeles provisionalmente en el templo de la Victoria, y en el año 191 a. de C. se le erigió templo propio.

Once años antes había sido introducido el culto a Venus de Erix (Venus de Érice) a quien se construyó un templo en el Capitolio.

Los romanos recurrieron a Venus durante la “primera guerra púnica”. El cónsul Lucio Junio no dejó de reconocer a Venus en la “Afrodita” del monte Erix(en Sicilia), que logró ocupar definitivamente en el 248 a. de C.

Estos dos últimos cultos introducidos por los romanos en las graves circunstancias de las  “guerras púnicas” están relacionados con la leyenda de Eneas, troyano hijo de Venus.

La leyenda y las circunstancias peligrosas justificaron estas innovaciones.

 

EL CULTO ROMANO:

a)  El rito griego

Ya los antiguos distinguieron entre la “liturgia nacional” (sacra romana) y el “rito griego” (graecus ritus).

La influencia etrusca, no tenida en cuenta en esta división, se manifestaba en el arte de los “arúspices”.

En el “rito griego” el oficiante actuaba con la cabeza descubierta, coronado de laurel. En cambio, en el “rito romano” el oficiante actuaba con la cabeza cubierta.

En el “rito griego” las “plegarias” no invocaban a otras divinidades distintas de las que estuviesen siendo objeto de culto. En el “rito romano” se hacían las “plegarias” como invocación general a las “restantes divinidades”.

El “rito griego” se reservaba para aquellas divinidades que conservaban rasgos de su origen griego aunque hubiesen sido modificadas por un proceso de romanización.

Tal ocurría en el culto a Hércules romano, romanizado por la leyenda. Los sacrificios que se le ofrecían se hacían “graeco ritu”.

La influencia griega se manifestó también en la introducción de algunas ceremonias especiales:

Los “lectisternia”, que consistían en rendir culto a las imágenes de dioses colocados sobre lechos ceremoniales. El primer “lectisternium” se celebró en el año 399 a. de C.

De los “lectisternia” se derivó el culto de la “supplicatio”, la cual se prescribía en las crisis más graves, después de consultar a los “viri sacris faciundis”, y era obligatoria para todos los ciudadanos, hombres y mujeres, que debían acudir a todos los templos para suplicar a los dioses que los libraran de la angustia.

Pertenecían también al “ritus graecus” las espectaculares ceremonias de los “Juegos Seculares”, cuyo objeto era conseguir una “lustración” (purificación) general, en casos excepcionales.

Los “Juegos Seculares” fueron instituidos el año 249 a. de C. con las prescripciones que se celebrasen cada 100 años. Tenían como finalidad propiciar la renovación del siglo.

Fueron instituidos en el año 249 a. de C. bajo el nombre de “Juegos Tarentinos”.

Ante determinados sucesos los “decenviros” consultaron los “Libros Sibilinos” y determinaron que durante tres noches se celebraran los “Juegos Tarentinos” en el Campo de Marte en honor  de “Dis pater y Proserpina” (dioses del inframundo), así como un sacrificio de víctimas de pelaje negro.

Más tarde Octavio Augusto celebró los “Juegos Seculares” el año 17 a. de C. e introdujo importantes modificaciones en estos “Juegos Seculares”.

 

b)  El rito romano

Las celebraciones litúrgicas, unas eran de carácter regular (Feriae) y otras eran excepcionales (Feriae imperativae) con intención expiatoria.

El término “Feriae” quizás indique “dedicación exclusiva en honor de los dioses”, prescindiendo de ocupaciones profanas.

El sacerdote más importante de la ciudad, el “Flamen Dialis” debía permanecer “cotidie feriatus” (todos los días dedicado a los dioses). No le estaba permitido alejarse de la ciudad.

Las festividades regulares, normales, pertenecían a dos categorías: las que caían en días fijos (feriae stativae) y las que tenían fechas móviles (feriae conceptivae).

Entre las “ fiestas móviles” estaban especialmente las festividades agrarias, cuya celebración dependía de las variaciones estacionales, pero el mes era fijo. Así, las “sementivae” podían caer en distintos días de enero; las fiestas de los campos, celebradas por los “fratres arvales”, ocurrían en días variables de mayo.

Las “fiestas fijas” figuraban con letras capitales en los calendarios.

Las “feriae” más antiguas se destacan en los calendarios por un tamaño mayor de las letras capitales.

Aunque la tradición ha guardado memoria del “año Romuleano” que empezaba en marzo, los calendarios consideraban enero como el primer mes del año.

Durante el mes de enero se celebraban tres ceremonias públicas:

-          El “Agonium”, el día 9 de enero, en que se sacrificaba un carnero, ofrecido al dios Jano por el “rex sacrorum”. (Al dios Jano estaba consagrado el mes de enero).

-          Las “Carmentalia”, los días 11 y 15 de enero, es decir, antes y después de los “idus”, festividad dedicada a Carmentis o Carmenta, divinidad tutelar del “Carmen” (canción/canto profético) como elemento de la liturgia. A esta divinidad se le ofrecía un sacrificio incruento.

El mes de febrero estaba dedicado a las “purificaciones” de vivos y muertos. (Según los antiguos “februare” significaba  “lustrare”o “purgare”.

El día 15 de febrero se celebraban las “lupercalia” o purificación del fundamento de la antigua Roma.

El día 17 de febrero se celebraban las “Quirinalia”, en la que se celebraba el rito purificativo de tostar el grano destinado a los vivos.

El día 21 de febrero se celebraban las “Feralia”, con las que se terminaban los días dedicados a los muertos (“dies parentales”).

El día 24 de febrero se celebraba el “regifugium” (huida del rey). Se conmemoraba la caída de Tarquinio el Soberbio. Era la purificación de la institución real.

El día 27 de febrero se celebraban las “Equirria” o purificación de las “tribus” mediante una carrera de caballos, y estaban dedicadas al  dios Marte.

Al correr de los meses las festividades se suceden según las necesidades de la ciudad y las exigencias de la estación.

Así como las campañas militares solían iniciarse en marzo y se les daba término en octubre normalmente, muchas festividades de marzo tienen el carácter de ritos inaugurales de la estación militar, mientras que en octubre se celebraban ceremonias que aluden a la clausura.

El ritmo de la naturaleza explica otras celebraciones. Así, la mayor parte de los ritos relacionados con el desarrollo de la vegetación tiene lugar en abril, mientras que los relacionados con la maduración y conservación de los frutos ocurría respectivamente en agosto y diciembre.

El culto consistía en “plegarias” acompañadas de un sacrificio (“Sin plegarias, el sacrificio es inútil”. Plinio el Viejo, Historia Natural 28, 10).

Estos dos elementos (plegarias y sacrificio) constituyen la base de la liturgia romana.

La “oración” (plegaria) se hacía con la cabeza cubierta y vuelto el rostro hacia el este al mismo tiempo que se estaba tocando el altar o la estatua de la divinidad.

El sacerdote leía las “fórmulas” de las oraciones para no equivocarse, y el fiel las repetía cuidadosamente.

La “oración” se terminaba mediante la “adoratio”, que consistía en enviar un beso con la mano izquierda (oscula facere), o mediante la “supplicatio”, que consistía en una prosternación (arrodillarse).

Los “sacrificios”  podían ser cruentos o incruentos.

Los sacrificios incruentos consistían en ofrendas que podían ser  sencillas (las primicias (frutos primeros de cualquier cosa), libaciones de vino, tortas sacrificales), o copiosas (el “Epulum Iovis”= Banquete de Júpiter).

Los sacrificios cruentos implicaban la muerte de animales.

La elección de la víctima estaba sometida también a prescripciones legales. Según la divinidad de que se tratara había que elegir animales adultos (hostiae maiores), de leche (lactantes), machos (mares) o hembras (feminae).

Estos animales, antes de ser definitivamente elegidos, debían ser examinados (probatio) para asegurarse de su buen estado de salud, su hermosa apariencia, y de ciertos detalles accidentales que debían tener según las prescripciones.

La víctima elegida era coronada con bandas (infulae) y tiras de lienzo (vittae) y luego era llevada ante el altar.

Se la consagraba mediante la “immolatio”, rito que consistía en derramar sobre la cabeza de la víctima harina salada (mola salsa) y vino; además el sacrificador pasaba la hoja del cuchillo todo a lo largo del espinazo del animal, desde la cabeza a la cola (immolavitque vino mola cultroque). Mediante este rito la víctima era separada del mundo profano.

La muerte del animal corría a cargo de los ayudantes del sacerdote (los “ministri” o “victimarii” o “popae”) en la época clásica.

A continuación se examinaban los órganos internos (“exta”) para determinar si la divinidad aceptaba o no el sacrificio o, dicho de otro modo, si se da una “litatio”(que el sacrificio es agradable a la divinidad).

En el sacrificio romano, los órganos internos (exta) y la “sangre” se reservaban para los dioses, mientras que la carne (viscera) se destinaba a usos profanos. (Se suponía que la vida residía en los “exta” y en la “sangre”, y que a los dioses sólo podía interesarles la vida).

Entre los griegos, sin embargo, tanto la carne como los órganos internos se repartían entre los dioses y los oferentes.

Se consideraban “exta” la vesícula biliar (fel), el hígado (jecur), el corazón (cor), las asaduras (pulmo). Lucano menciona también la membrana del peritoneo (omentum =membrana grasa que envuelve los intestinos). Según Plinio el Viejo, el corazón no se consideró “exta” antes del 274 a. de C.

En principio, el examen de los “exta” (inspicere exta) era un acto sencillo: si aparecían en buenas condiciones, se suponía que la divinidad estaba conforme. Entonces el oficiante los cocía en un caldero (aula) o a veces los asaba en un espetón (veru) para  ofrecerlos (exta porricere, dare o reddere) a la divinidad.

Generalmente  antes de cocer o asar los “exta” eran rociadas de harina salada (mola salsa) y se les  añadía otras porciones tomadas de diferentes partes del animal (magmentum). “Exta” y “magmenta” después de cocidos o asados se cortaban (prosecta) antes de ofrecerlos a la divinidad.

El examen de los “exta” se contaminó pronto con las doctrinas etruscas del arte adivinatorio. Así los “arúspices” consultaban (consulere) los “exta” para hacer predicciones y se basaban en el supuesto de que los “exta” y especialmente el “hígado” era un microcosmos en relación “simpática” con el universo. El hígado tenía una parte que se refería al consultante (“pars familiaris”).

Los sacrificios tenían la finalidad de obtener la aprobación de los dioses, sobre todo si se tenía conciencia de haber perdido la “pacem veniamque deum” (la paz y el perdón de los dioses).

Según esto, los sacrificios podían ser “votivos”, cuando simplemente se trataba de asegurar el favor de los dioses, y “expiatorios”, cuando se trataba de establecer la paz con los dioses.  (Para un romano una calamidad o desastre era síntoma de la “ira deum” (ira o enfado de los dioses).

El “votum” era una solemne promesa hecha a los dioses, en virtud de la cual un magistrado se entregaba en prenda a los dioses a cuenta del Estado, hasta que se cumpliera lo prometido (votum solvere). El magistrado que se entregaba en prenda era “voti damnatus”.

Los votos podían convertirse en tradicionales o podían ser debidos solamente a circunstancias excepcionales, como el “ver sacrum” ofrecido después del desastre del lago Trasimeno.       (El  “ver sacrum” consistía en un sacrificio de todas las crías del ganado de cerdo, ovino, caprino y bovino nacidas durante la primavera).

En el siglo I d. de C. los “incondicionados”, como el hecho por Augusto en los “Juegos Seculares”, eran  poco frecuentes. Predominaba el “voto condicionado o contractual” (dabo cum dederis = te daré (tal cosa) cuando me hayas concedido (lo que pido) ).

La corriente contractual (do ut des= te doy para que tú me des), que tanto distinguió a la piedad (pietas) romana, parece que nació con el rey Numa.

c)   Los sacerdotes

En la época monárquica el rey era el jefe supremo de la religión estatal, siendo asistido por sacerdotes.

En la época republicana se desdoblaron las funciones políticas y religiosas para evitar la tentación de volver al restablecimiento de un poder absoluto, siendo encomendada la suprema potestad religiosa a un sacerdote con el título de “rex sacrorum” o “rex sacrificulus”, el cual debía renunciar al ejercicio de cualquier magistratura civil.

Al final de este período el “rex sacrorum” es simplemente el sacerdote de Jano, y el jefe de la religión nacional es el “Pontifex máximus”.

En la época imperial el jefe de la religión nacional sigue siendo el “Pontifex máximus”, cargo que los emperadores procuran que les sea concedido.

Los sacerdotes , que al principio sólo se reclutaban entre los “patricios”, estaban organizados en “colegios” (collegia) excepto los “flamines”.

El reclutamiento se realizaba por “cooptatio” (selección por votación de los componentes antiguos).

Solamente las “Vestales” hacían votos de castidad.

Los principales “colegios sacerdotales” eran:

*Los  Flamines (palabra emparentada con “brahaman”= sacerdote).

Cada uno de ellos estaba dedicado al servicio de una divinidad.

Se dividen en “flamines maiores” y “flamines minores”.

Los “flamines maiores” eran el “flamen dialis”, el “flamen martialis” y el “flamen quirinalis”, dedicados al culto de Júpiter, Marte y Quirino respectivamente.

El oficio de “flamen dialis”, que fue abandonado en los últimos tiempos de la República, fue restablecido nuevamente por Augusto.

El “flamen dialis” no debía realizar ningún trabajo, ni permanecer fuera de su casa ninguna noche. Pertenecía al Senado, tenía un “lictor” y usaba “silla curul”.

*Los Pontífices , que eran primitivamente  tres, cuatro o cinco.

Eran en un principio los encargados del cuidado y conservación del puente sagrado llamado “Sublicius”. De esta función recibieron el nombre de “pontífices”.

Además los “pontífices” estaban encargados de las prácticas religiosas públicas y privadas.

El más importante de ellos, el “Pontifex maximus”, que llegó a convertirse en la máxima autoridad religiosa de los romanos, era el que redactaba el calendario, señalando los días “fastos” (en los que se podía trabajar) y los días “nefastos” (festivos).

Además el “Pontifex maximus” controlaba la lista de los dioses “indigetes”, “indigetamenta”, en la cual estaban registrados los dioses propiamente romanos. Esta lista solía ser revisada y aumentada de cuando en cuando.

*Las Vestales, cuyo número fue primero de cuatro, más tarde de seis y finalmente de siete.

La que dirigía el grupo se llamaba “Gran Vestal”.

Estaban encargadas del culto de la diosa Vesta.

Las Vestales eran “patricias”, no debían tener defectos físicos, debían hacer voto de castidad y estar dedicadas al culto de la diosa durante 30 años: los diez primeros para instruirse, los diez siguientes para ejercer el cargo y los diez últimos para enseñar a las nuevas Vestales.

Vivían todas en una casa común llamada “Atrium Vestae”.

*Los Salios (saltadores), cuyo número era de doce y estaban encargado del culto de Marte.

En el mes de marzo realizaban una danza sagrada, de carácter militar, llamada “saltatio”, la cual era acompañada de un canto rítmico (saltatus).

*Los Feciales, que eran veinte.

La función que les estaba encomendada era la de las relaciones internacionales.

Intervenían en el proceso de la declaración de guerra.

Los “feciales” debían comprobar previamente que los culpables eran los enemigos.

Igualmente intervenían en la conclusión de la guerra (foedera).

El sacerdote fecial al que se encomendaba la negociación recibía el nombre de “pater patratus”.

*Los Lupercales, que eran doce y pertenecían a las familias patricias de los Quintilios y de los Fabios.

En la fiesta de las “Lupercales” recorrían las calles de Roma y daban golpes con tiras de piel de cabrito a cuantos quisieran tener hijos. Era éste un rito mágico con el que pretendían suscitar la fecundidad.

Celebraban también otros ritos mágicos para proteger al ganado contra el peligro de los lobos.

El dios Lupercus a quien servían se identificó más tarde con el dios griego Pan.

*Los Arvales, que eran doce y estaban encargados del culto a la diosa Ceres.

Su misión era la protección mística de los campos labrados (arva).

*Los intérpretes de los Libros Sibilinos, que fueron primeramente dos (duoviri sacris faciundis). Más tarde fueron diez (decemviri sacris faciundis). Sila amplió este colegio a 15 miembros (quindecimviri sacris faciundis).

Su función era interpretar los “Libros Sibilinos”, adquiridos por Tarquinio el Soberbio y procedentes de la Sibila de Cumas.

Mediante los libros trataban de ver la voluntad de los dioses en los acontecimientos religiosos (prodigia) y decretaban lo que era necesario hacer para proteger a Roma del castigo que los dioses anunciaban mediante los “prodigia”.

*Los Arúspices, que eran sacerdotes de inferior categoría.

Les estaba encomendado analizar las entrañas (exta) de las víctimas ofrecidas en sacrificio y a través de ellas hacer predicciones.

*Los Augures, que no eran sacerdotes sino expertos oficiales, encargados de la interpretación de los signos celestes.

Al principio la pertenencia a estos “colegios”era un derecho reservado a los “patricios”.

Hasta el año 367 a. de C. no fueron admitidos los “plebeyos” al colegio de los “viri sacris faciundis”, derecho que consiguieron gracias a la “Lex Licinia”.

El  acceso a los colegios de los “pontífices” y “augures” no fue permitido a los “plebeyos” hasta el año 300 a. de C., año en el que se promulgó la “Lex Ogulnia”.

EL CULTO AL EMPERADOR

En Oriente, a partir de Alejandro Magno, que fue deificado por el sumo sacerdote de Amón en Egipto, se introdujo en el mundo griego el culto a los reyes helenísticos.

En Roma fue Octavio Augusto quien comenzó a fomentar la veneración del emperador y no rechazó el título de “divus” que le tributaron los poetas.

Difundió las leyendas que le entroncaban con Venus. Presentaba a Apolo como su especial protector y a Marte Ultor, como el vengador de César.

En Roma no autorizó su veneración directa, pero sí admitía veneración especial a su “Genius” como si fuera el “Genius” de la ciudad.

Su “Genius” fue colocado junto a los “Lares Compitales” en las encrucijadas.

Fuera de Roma se le erigieron templos y se le tributaba un culto directo.

A su muerte su “divinización” fue espontánea y rápidamente oficializada, dando lugar a la ceremonia de la “apoteosis imperial”, sin embargo el difunto no era proclamado “Deus” (Dios), sino únicamente “divus” (divino).

A partir de Calígula el culto imperial fue cambiando progresivamente.

El “culto imperial” sirvió de vínculo entre Roma y las provincias, consolidando la unidad del Imperio en medio de la creciente multiplicidad de cultos y dioses.

El culto llevaba consigo “Juegos” y “Fiestas” y era celebrado por los sacerdotes.

Cada provincia poseía su templo o su altar de Roma y Augusto.

El culto provincial y el culto municipal eran atendidos por los “flamines”.

Al lado de este culto oficial existía un culto popular atendido por los “Seviri Augustales”.

INFLUENCIAS ETRUSCAS

Las influencias externas que más transformaciones operaron sobre la religión romana fueron las provenientes de los etruscos y griegos.

Los etruscos fueron los que enseñaron a los romanos a construir estatuas de los dioses.

La primera estatua de Júpiter hecha en terracota y colocada en el Capitolio fue obra de un escultor etrusco, Vulca de Veyes (Plin. Historia Natural 35, 157).

Al asumir los dioses forma humana mediante las estatuas, se pensó enseguida en una “morada” para ellos.

De esta manera, el lugar sagrado (fanum), que muchas veces consistía en un bosque sagrado (lucus) adoptó forma de un santuario (aedes), que solía erigirse en el lugar  consagrado a la divinidad.

Fueron también los etruscos los que enseñaron a los romanos a construir los templos.

A los etruscos se debió la construcción del templo del Capitolio, consagrado a la tríada capitolina, “Júpiter, Juno y Minerva”, mediante la cual se sustituyó la primitiva tríada, “Júpiter, Marte y Quirino”.

Esta transformación de la “tríada” se explica por la importancia que tenía la mujer en Etruria. Importancia social superior a la que tenían en las sociedades indoeuropeas.

Estas innovaciones debieron realizarse durante el período en que los etruscos gobernaron Roma al final de la “Monarquía”.

De los etruscos aprendieron  también los romanos el arte de los “arúspices”.

Ya en el siglo IV a. de C. se introdujo en Roma el culto a la divinidad etrusca de Juno de Veyes.

CONTACTOS CON LA MITOLOGÍA GRIEGA

Los romanos fueron adoptando el culto de algunas divinidades griegas: Apolo, Venus de Erix.

Pero la influencia griega fue mucho más profunda.

La religión romana primitiva era una religión eminentemente práctica: los romanos no se preocuparon  de elaborar una cosmogonía, ni una mitología ni una teología.

Esta laguna teórica la llenaron los romanos apropiándose de los mitos griegos al realizar una labor de identificación entre sus divinidades nacionales (fundamentalmente agrícolas) y las de los griegos.

El proceso asimilatorio comenzó en el siglo VI a. de C. por mediación de los etruscos y se acentuó durante la República al aumentar progresivamente los lazos culturales directos entre latinos y griegos.

La base que sirvió a los romanos de apoyo para realizar esta asimilación no fue arbitraria, ya que los romanos y los griegos tuvieron un pasado indoeuropeo, como queda de manifiesto con el nombre de “Júpiter” que procede de *dyeu  pater y de *Diaus Pitar de los indúes.

A lo largo del tiempo que transcurre entre el siglo VI a. de C. y el III a. de C. se creó el “Olimpo greco-romano”, como resultado del proceso de identificación de las divinidades romanas con las griegas.

Este “Olimpo greco-romano” contenía las doce principales divinidades. De todas ellas sólo Apolo fue en Roma una divinidad enteramente nueva.

Júpiter (Zeus) representaba el cielo y el poder supremo y sus atributos eran el águila, el cetro y el rayo.

Juno (Hera) representaba el cielo y el matrimonio y sus atributos eran el pavo real y la granada.

Minerva (Atenea) representaba la inteligencia y sus atributos eran la lanza, la égida y el olivo.

Apolo (Apolo) representaba el sol y las artes, y sus atributos eran el arco y la lira.

Diana (Ártemis) representaba la luna, la caza y la castidad, y sus atributos eran media luna, el arco y la cierva.

Mercurio (Hermes) representaba el comercio y la elocuencia, y sus atributos eran alas y el caduceo.

Vulcano (Éfesto) representaba el fuego, la forja, y sus atributos eran el yunque y el martillo.

Vestía (Hestía) representaba el hogar, y su atributo era la llama.

Marte (Ares) representaba la guerra, y sus atributos eran el casco y las armas.

Venus (Afrodita) representaba el amor y la belleza, y su atributo era la paloma.

Ceres (Deméter)  representaba la tierra y la fecundidad, y sus atributos eran la gavilla y la hoz.

Neptuno (Poseidón) representaba el mar, y sus atributos eran el tridente y el caballo.

La influencia griega no sólo se limitó al campo de la mitología sino que también alcanzó a la liturgia.

OTROS CULTOS ORIENTALES

Los cultos orientales más importantes introducidos en Roma fueron el  de Isis, Cibeles y Mitra.

*El culto de ISIS

Este culto tenía como base el mito de Osiris que simbolizaba poéticamente las condiciones especiales que tiene la vegetación en Egipto.

Una de las versiones  del mito dice que Gob y Nat tuvieron dos hijos llamados Osiris y Set y dos hijas llamadas Isis y Neftis.

Isis era esposa de Osiris, mientras que Neftis atendía a Set.

Osiris gobernaba el mundo como un monarca bondadoso, pero Set adoptó frente a él una actitud hostil y logró asesinarlo a pesar de la protección de Isis, engañándolo para que se dejara encerrar en un sarcófago, luego Set con sus ayudantes lo arrojaron al Nilo.

Isis, abatida por la tristeza, sin embargo no descansó hasta que encontró a su esposo muerto.

En unión de Neftis pronunció una lamentación con virtudes mágicas sobre el cadáver. Esto y las atenciones prodigadas  por las dos hermanas y por Anubis al cuerpo mutilado, lograron devolverlo a la vida.

Entre tanto Isis concibió del difunto Osiris a su hijo Horus.

Set logró apoderarse nuevamente de Osiris y lo descuartizó en 14 trozos, que Isis enterró conforme los iba encontrando.

Horus fue guardado en la región pantanosa del Delta.

Cuando Horus alcanzó la edad viril, Isis lo llevó a presencia de los dioses.

Se celebró un juicio en el que Thot (dios de la inteligencia y consejero o mediador entre dioses, o entre éstos y los hombres) defendió a Osiris y a Horus.

Set fue condenado. Horus fue reconocido heredero y Osiris no regresó a la tierra, sino que fue nombrado señor del inframundo y juez supremo de los muertos.

Osiris representa al rey bondadoso. Isis a la amante esposa. Neftis a la hermana fiel. Horus al hijo vengador de la injusticia. Anubis y Thot a los amigos que socorren en el desamparo.

La dramatización del dolor y de la resurrección de Osiris inspiró al pueblo la esperanza de una vida bienaventurada más allá de la tumba.

Según algunos egiptólogos la “forma mistérica” del culto a Isis y Osiris tuvo lugar en una época avanzada, cuando los romanos entraron en contacto con el mundo griego, en la época helenística.

El misterio del culto consistía en una interpretación más profunda del mito y en una serie de ceremonias que se iban recibiendo gradualmente y que se mantenían secretas para los no iniciados.

En los misterios de Isis había tres grados. El grado segundo y tercero nos son desconocidos. El grado primero insinuado en las “Metamorfosis” de Apuleyo.

Parece ser que consistía en la anticipación del viaje al “transmundo” sugerida por medios sugestivos-hipnóticos.

De las excavaciones del “Iseum” de Pompeya se deduce que este culto se introdujo allí en el siglo II a. de C.

El Senado tomó enérgicas medidas para que el culto no fuera introducido en Roma.

Particularmente Augusto y Tiberio, que estuvieron empeñados en la revitalización del culto oficial y tradicional de Roma, se mostraron hostiles para con los devotos de Isis, a quienes por otra parte consideraban partidarios de Cleopatra.

A partir de Calígula el culto a Isis comenzó a florecer en todo el Imperio: en el Campo de Marte se edificaron un “Iseum” y un “Serapeum”.

Durante el reinado de Caracalla se introdujo otro “Iseum” en el Quirinal.

Junto con el culto a Isis se introdujo el culto a Serapis, dios puesto en circulación por el faraón Tolomeo I Soter. Serapis era un dios sincrético, elaborado a base de Osiris y el buey Apis.

*Culto a Cibeles y a Atis

El culto fue introducido en Roma el año 204 a. de C. por disposición oficial del Senado, previa consulta a los “Libros Sibilinos” durante la grave crisis de la “segunda guerra púnica”.

El mito de Cibeles cuenta  que una enorme roca llamada Agdo, en Frigia, adoptó la forma de la “Gran Madre” (Magna Mater). Dormida, Zeus quiso hacerle el amor, pero la diosa se resistió luchando con Zeus, quien dejó caer el semen durante la lucha.

De la roca nació un monstruo bisexual. Los dioses trataron de domesticarlo. Líber o Baco mezcló vino en el agua de la fuente en la que el monstruo, llamado Agdistis, solía beber. Cuando éste, como consecuencia del vino cayó en un profundo sueño, Baco le ató sus partes viriles a un árbol.

Al despertarse el monstruo, se arrancó las partes viriles, y de su sangre brotó un granado o un almendro, que fructificó a su debido tiempo. Nana, hija del río Sangario, comió de sus frutos y quedó embarazada. Ésta, cuidada por la diosa Cibeles, dio a luz al niño Atis.

Su abuelo lo expuso (lo dejó abandonado), pero fue cuidado por una cabra.

El niño se hizo mayor y fue pastor.

Cibeles, la madre de los dioses, se enamoró de él y lo hizo su favorito con la condición de que únicamente aceptara sus favores. Pero Atis se dejó  seducir por una ninfa, por lo que Cibeles se vengó volviéndolo loco.

Bajo el efecto de la locura Atis se emasculó bajo un árbol a las orillas del río Gallo y de su sangre brotó una fuente de cuatro bocas. Esta acción de la emasculación era imitada por los “Gallos”, sacerdotes de la diosa Cibeles.

Según una versión Atis se transformó en pino, pero según otra murió. Entonces la diosa Cibeles sintió compasión y pidió a Júpiter que lo resucitara.

Cibeles lo volvió a aceptar en su culto y tras su muerte lo elevó al rango de los dioses.

Según una versión Atis dormía durante el invierno y se despertaba durante el verano.

Este mito está relacionado con los ciclos de la naturaleza. Y también con la esperanza de la vida de ultratumba para los iniciados en estos misterios.

Cibeles también era llamada “Magna mater”. Es la diosa frigia de la fertilidad y la naturaleza salvaje, considerada madre de los dioses.

El culto de Cibeles estaba servido exclusivamente por sacerdotes orientales. Éstos eran eunucos y recibían el nombre de “galos”. Formaban un colegio sacerdotal, presidido por el Archigalo, pero sometidos en todo momento a la jurisdicción y control de los “decenviros” encargados de las ceremonias sagradas.

Las fiestas en honor de Cibeles y Attis se celebraban del 15 al 18 de marzo, durante esos días se iban reviviendo las diversas partes del mito.

En abril se celebraban los “Juegos Megalenses” (μάτερ μεγάλη ) en honor de Cibeles solamente, pues el día 4 de abril era el aniversario de la introducción del culto en Roma, en el año 204 a. de C.

[Las fiestas de Atis (las “Atteias”) tenían lugar del 15 al 27 de marzo. El primer día se celebraba una procesión de “portadores de cañas”, con la que se conmemoraba el nacimiento del niño, expuesto  en una cuna de cañas en las aguas de un río, o el encuentro de Atis en un cañaveral, en el que se había escondido tras su emasculación. Acto seguido se procedía al sacrificio de un toro de fertilidad. Se guardaba, a continuación, una semana de continencia y abstinencia, tras la cual venía la “ceremonia del árbol”: un pino cortado, que representaba a Atis, era llevado al templo de Cibeles, cubierto de violetas como un muerto, en medio de lamentaciones.

Al día siguiente, el 24, conocido como “día de la sangre”, los Galos se infligían sangrientas heridas y los iniciados se castraban con un cuchillo de pedernal.

Tras unas horas de ayuno, por la noche tenía lugar una misteriosa velada fúnebre, al final de la cual, el Archigalo anunciaba la resurrección del dios y la esperanza de salvación para sus iniciados, con lo que daba paso al “día de la alegría”, con violentas manifestaciones de júbilo en que estallaban los fieles.

Después de un día de descanso, el día 27, una procesión acompañaba al ídolo de Cibeles, conducido en un carro de plata, hasta el río Almo, en cuyas aguas se le bañaba, rito este destinado a atraer la lluvia y asegurar la fertilidad de los campos. Con él concluía la fiesta].

(Diccionario de la Religión romana. José Contreras Valverde. Gracia Ramos Acebes. Inés Rico Rico. Ediciones Clásicas. Madrid 1992).

Una de las ceremonias más impresionantes del culto a Cibeles y Attis era el “Taurobolio”, a veces llamado también “Criobolio”, aunque en este caso en lugar de un toro se sacrificaba un carnero.

En Roma se celebraba todavía esta ceremonia por lo menos entre el 295 y 390 a. de C.

Consistía en que el sumo sacerdote (Archigalo) revestido de los ornamentos sagrados era metido en un hoyo, tapado con una especie de parrilla de madera sobre la que se colocaba al toro sacrificado, cuya sangre al derramarse caía sobre el sacerdote. Éste salía después con un aspecto horrible y se presenta ante el pueblo como “renacido para la eternidad”.

Quizás esta ceremonia expresaba una purificación espiritual.

*El culto a Mitra

El mito dice que después de la creación del mundo, Saturno o Cronos entregó sus poderes a Júpiter, identificado con el dios iranio AhuraMazda (dios del bien). Este dios de la luz, que representaba la vida y el bien, tiene entablado un combate eterno con el poder de las tinieblas (Ahrimán), que representaba el mal y la muerte.

Mitra es el fiel auxiliar de AhuraMazda.

Había nacido de una roca (petra genetrix), símbolo de la bóveda celeste, y estaba provisto de arco, aljaba y puñal.

La hazaña más famosa de Mitra fue el sacrificio del toro.

Primeramente el dios cazó al toro que pastaba tranquilamente en las praderas. Después de mucho luchar y dominar a la bestia la llevó triunfalmente sobre sus hombros a una gruta (transitus dei), en la que sacrificó al toro contra su voluntad por orden del dios supremo.

De la sangre del animal agonizante brotó una nueva vegetación en forma de espigas de trigo, animales y la primera pareja humana.

Mitra concluye un acuerdo con el dios Sol, quien al parecer le había dado la orden de parte de Júpiter (AhuraMazda) de matar al toro.

En un banquete sagrado comen la carne de toro y beben su sangre.

Al final de su vida terrena, Mitra asciende al cielo junto con el Sol en una carroza.

Su fiesta se celebraba el 25 de diciembre, que era la fecha en que había nacido de una roca. Esta fecha es la misma en la que se celebraba la fiesta del Sol Invicto y que más tarde (en el siglo IV d. de C.) adoptará el Cristianismo para conmemorar el nacimiento de Cristo.

Se presenta su culto bajo la forma de una religión mistérica y estaba reservado exclusivamente a los hombres.

Sólo del “mitraismo”, entre los cultos mistéricos orientales, se conoce la doctrina.

El dios era concebido como defensor de la justicia y guía victorioso.

Garantizaba la felicidad eterna a los iniciados que llevaran una vida virtuosa y honrada.

El nuevo “mistes” (iniciado) nacía al culto como un niño desnudo, después de haber superado numerosas pruebas.

Tenían un rito de purificación con perdón de los pecados.

Los grados de iniciación eran siete. Los tres primeros eran diversos grados de los aspirantes. A partir del cuarto se formaba parte como miembro con pleno derecho.

Los “iniciados” del grado más alto son los representantes del dios en la tierra.

Celebraban procesiones, en alguna de las cuales participaba el toro que había de ser sacrificado, no sólo para ofrecérselo al dios, sino también para recordar su gloriosa hazaña. Después se celebraba un banquete sagrado

Debe tenerse en cuenta que la sangre y carne del toro se consideraba como semilla de la eternidad.

A veces en lugar de la carne y sangre del toro  comían como sustituto pan y vino.

Plutarco nos informa que los romanos establecieron contacto con el “mitraismo” por medio de los piratas cilicios, asentados en Italia después de su derrota a manos de Pompeyo el Grande.

En el siglo I a. de C. no fue reconocido oficialmente por el Senado, por lo que no pudo entrar en Roma.

Fue favorecido por los sucesores de Augusto y Tiberio. Nerón lo fomentó.

En el siglo II d. de C., la imagen de Mitra aparece en todas las provincias del  Imperio, cuyo culto fue divulgado principalmente por los soldados y comerciantes.

Durante este mismo siglo llegó a penetrar en el palacio imperial del Palatino.

El triunfo del Cristianismo supondría el fin del “mitraismo” (hacia el siglo IV d. de C.), aunque su influjo llegó hasta la Edad Media a través de las enseñanzas del profeta Mani, fundador del “maniqueísmo”, que pretendió conciliar ambas religiones.

EL CRISTIANISMO

El cristianismo entró en contacto con el mundo romano poco después de su nacimiento.

San Pedro y San Pablo ejercieron una amplia labor de difusión del cristianismo en el mismo corazón de Roma.

El cristianismo aportaba importantes novedades que lo distinguían de la religión romana.

-          El concepto de “sobrenaturalidad”.

El romano no creía que la “fuerza numinosa” fuera de orden distinto al natural. Esto explica que pudieran aceptar un cierto parentesco natural de algunos hombres con la divinidad.

-          El “espiritualismo cristiano” restaba importancia a la letra de las leyes, mientras que la religión romana era altamente formalista.

-          El cristianismo presentaba un “carácter universal”, mientras que la religión romana, a pesar de su aperturismo, no tenía más aspiraciones que las del Imperio romano.

-          El cristianismo tenía una fundamentación histórica, mientras que la religión romana, bajo la influencia griega, adoptó una fundamentación mítica.

-          La religión romana no consideraba al individuo, sino a la colectividad, por lo que ni desarrolló la mística ni la ética individual. En cambio en el cristianismo el individuo reviste una particular importancia.

-          A los romanos les faltaba igualmente el concepto de “inmortalidad”. Más exactamente, tenían fe en cierta inmortalidad de ultratumba, pero se trataba de una inmortalidad familiar. La inmortalidad personal se fue abriendo camino en el último siglo de la República, pero se la consideraba privilegio de los grandes personajes.

El cristianismo aportará el mensaje de la inmortalidad individual.

-          Al “politeísmo” romano opuso el cristianismo el más estricto “monoteísmo”.

La lucha entre ambas religiones  se prolongó durante cinco siglos.

El golpe definitivo fue asestado a la religión romana por el emperador Teodosio: ordenó la clausura de los templos, prohibió los sacrificios públicos, así como los cultos domésticos en honor de los “lares”, “manes”, “penates” y “genios”.

La religión romana permaneció entre los pobladores de los pueblecitos (pagi), llamados por eso “paganos” desde el siglo V d. de C. por los cristianos.

Labradores y pastores continuaron con sus sacrificios y ofrendas a los “penates”, “lares”, “genios” y a los “manes”.

La Iglesia no suprimió sus costumbres ancestrales, sino que las sustituyó, cristianizándolas cuando se podía.

No se derribaron los “fani”, sino que se dedicaron a algún misterio de la vida de Cristo, a la Virgen Santísima o a algún mártir.

Los “calvarios” e imágenes de la Virgen y los santos sustituyeron a los “Lares compitales”.

El ritual de las “Saturnales” influyó en el Carnaval que se celebró en las mismas fechas que las “Lupercales”.

Sin embargo, la religión romana no desapareció sin dejar huella en el cristianismo.

-          El obispo de Roma (el Papa) adoptó el título de “Pontifex Máximus”.

-          El cristianismo adoptó muchas palabras de la religión romana: religio, sacrificium, pietas, sanctus, hostia, sacramentum.

-          El báculo del Papa y de los obispos recuerda el “lituo” de los augures. El “lituo” era un bastón curvo, sin  nudos, con el que los “augures” trazaban líneas imaginarias en el cielo hasta dividirlo en cuatro regiones.

-          El cristianismo asumió algunas festividades romanas: Las “Lupercalia” influyeron en la fiesta de la Purificación de la Virgen; Las “Ambarvalia” en las rogativas por los campos.

-          El culto a los muertos adoptó rasgos de las costumbres romanas: el empleo de las flores, particularmente las violetas.

-          La estructura de las plegarias.

-          Los cultos paganos festejaban el nacimiento de su dios. Se pudo también festejar el de Cristo. Para su fecha hubo vacilaciones. Se escogió primero el 6 de enero. Luego en el siglo IV, esa fecha dejó de ser la de Navidad para convertirse en la de la Epifanía, pues los romanos impusieron a toda la cristiandad el 25 de diciembre. Ese día, desde el siglo I a. de C., correspondía para ellos al “solsticio de invierno” y querían consagrar a Cristo la fiesta que en dicha ocasión se celebraba el nacimiento del Sol.

-          Los que hoy hacemos regalos en Navidades o nos ponemos un gorro, no hacemos más que reproducir las antiguas costumbres romanas en las “Saturnales”.

(Equipo de profesores de CEDE)

 

    Segovia, 25 de enero del 2025

        Juan Barquilla Cadenas.