APIANO: Texto: “La toma de Sagunto por Aníbal”
Apiano (95 d. de C. -160 d. de C.) fue un historiador romano de origen griego, autor de la “Historia romana”, relato escrito en griego de la historia de la ciudad desde su fundación hasta la muerte de Trajano.
Natural de Alejandría, ocupó altos cargos como funcionario en Egipto durante el reinado de Antonino Pío a mediados del siglo II d. de C., por lo que tuvo acceso a documentación imperial.
Escribió una larga historia de Roma en 24 libros, que abarca desde su fundación hasta la muerte de Trajano.
En ellos escribió la historia de Iberia (Hispania) y también relató las guerras celtíberas y la conquista de Numancia.
Su fuente principal fue Polibio – lo cual permite conocer muchas partes actualmente perdidas de éste historiador -, aunque también tomó datos de Salustio, Posidonio, Livio, Celio Antipatro, Jerónimo de Cardia, Julio César, Augusto, Asinio Polión, Diodoro Sículo y otros autores.
De los 24 libros sólo se conservan 10 completos (del VI al VIII y del XI al XVII) y secciones parciales de otros; algunos se han perdido completamente.
(Wikipedia).
Compuso su “Historia romana” dándole una presentación singular. En efecto, ordenó el relato según los diferentes pueblos y tribus con que se fueron encontrando en sus conquistas las legiones de Roma, combinando así el interés geográfico con el de las expediciones militares.
Los libros de mayor interés en su conjunto son del 13 al 17, que corresponden a las guerras civiles de los años 146 – 70 a. de C.
La obra carece, desde luego, de las reflexiones conceptuales y las categorizaciones de Tucídides, pero constituye una obra bien diseñada y concebida desde un principio por su autor.
El texto que aquí reproducimos corresponde a la conquista romana de la península Ibérica (libro VI), en la que caben destacar tres momentos o fases consecutivas:
- Las primeras actuaciones de Aníbal en la Península, que iban a provocar las campañas de Escipión el Africano contra los cartagineses.
- Las escaramuzas de la guerra celtibérica, que concluye con la rendición de Numancia a manos de Escipión Emiliano.
- El relato de la guerra contra los “lusitanos”, acaudillados por su líder Viriato.
Texto: “De los libios (cartagineses) pereció un gran número, de los saguntinos, en cambio, la totalidad”.
El texto aquí presentado muestra cómo se originó el asedio y la toma de Sagunto.
Apiano nos cuenta este conocido episodio de la guerra de Aníbal contra los romanos y origen de la llamada “segunda guerra púnica”.
“Y se decía también que, siendo todavía niño ( Aníbal), su padre le había hecho jurar sobre los altares que sería un enemigo implacable de los romanos cuando alcanzara sus plenos derechos cívicos. Por estas razones, en efecto, proyectaba asegurar su posición y las de sus amigos, implicando a la patria (Cartago) en grandes y prolongados problemas y sumiéndola en dificultades y miedos. Así pues, veía que Libia estaba en paz y aquellas partes de Iberia (que correspondían al espacio pactado con los romanos) estaban sometidas, pero si volvía a encender de nuevo una guerra contra los romanos, una guerra que deseaba de modo especial, tenía la impresión de que los cartagineses se habrían de ver envueltos en grandes preocupaciones y temores, y él en persona, si es que tenía éxito, alcanzaría la gloria imperecedera, al haber puesto a su patria a la cabeza de la tierra habitada (pues no tenían otros adversarios en esto fuera de los romanos) e incluso, si fracasaba, el solo intento también le supondría una gran fama.
Suponiendo que sería un comienzo brillante, si es que lograba cruzar el Ebro (que era el límite establecido en el pacto con los romanos de influencia en Hispania de los cartagineses), persuadió a los “turboletas”, que eran vecinos de los “saguntinos”, para que se quejaran ante él de que los saguntinos hacían correrías contra su territorio y sufrían muchas injusticias de su parte. Y ellos (los turboletas) se dejaron convencer. Y a sus embajadores (los de los turboletas) Aníbal los enviaba hacia Cartago mientras él, por su parte, les escribía en secreto que los romanos intentaban persuadir a la parte de Iberia (Hispania) sometida a los cartagineses para que hicieran defección de ellos y que los saguntinos colaboraban en esto con los romanos.
Y no desistía en absoluto en su engaño enviando numerosos mensajes de tal índole, hasta que el Senado (de Cartago) le ordenó actuar contra los saguntinos en la forma en que estimase oportuna.
Y, cuando se le presentó la ocasión, éste hizo que de nuevo los “turboletas” intercedieran ante él contra los saguntinos y mandó venir embajadores de los saguntinos y ellos acudieron, pero cuando Aníbal les exhortó a que expusieran ante él los motivos de sus mutuas diferencias, afirmaron que remitirían el juicio a los romanos. Y éste envió fuera del campamento a los que mantenían esta postura y a la noche siguiente, después de cruzar el Ebro con todo su ejército, se puso a saquear su territorio y situó las máquinas de guerra contra la ciudad (de Sagunto). Pero, como no pudo conquistarla, excavó un foso alrededor, y después de haber situado numerosos puestos fortificados a intervalos, llevaba a cabo frecuentes incursiones.
Los saguntinos, cuando se vieron abatidos por una desgracia repentina e inesperada, enviaron embajadores hacia Roma. Y el Senado (romano) envió con ellos legados que en primer lugar iban a recordar a Aníbal lo acordado, y en caso de que no obedeciera, a navegar hacia Cartago para quejarse contra él.
A estos embajadores que habían venido por mar a Iberia (Hispania), en el momento en que desembarcaban desde el mar hacia su campamento, Aníbal les prohibió el acceso al mismo. Y ellos volvieron a partir hacia Cartago junto con los embajadores de los saguntinos y les recordaron los acuerdos (entre Roma y Cartago de no sobrepasar el Ebro). Los cartagineses, por su parte, acusaron a los saguntinos de haber inferido numerosas injusticias contra sus súbditos (los turboletas). Y los embajadores de los saguntinos los remitieron a juicio ante jueces romanos; pero ellos replicaron que no necesitaban juicios, pues eran capaces de tomar venganza.
Cuando llegaron a Roma estas noticias, unos (romanos)incitaban a realizar de forma inmediata una alianza con los saguntinos, otros, en cambio, se mostraban todavía recelosos, alegando que no habían sido inscritos en los pactos como aliados, sino como autónomos y libres, y libres eran todavía a pesar de estar sometidos a un asedio y se impuso esta opinión.
Y los saguntinos, cuando desesperaron de la ayuda romana, y el hambre los apremiaba y Aníbal les asediaba sin cesar (pues, como había oído que la ciudad era próspera y abundante en oro, no cejaba en su asedio), mediante un decreto mandaron reunir en el ágora (plaza) el oro y la plata, tanto el que era propiedad pública como el privado, y lo fundieron conjuntamente con plomo y bronce, para que le resultara inservible a Aníbal, y ellos por su parte, tras haber tomado la resolución de morir en combate más que por causa del hambre, irrumpieron cuando todavía era de noche contra los puestos fortificados de los libios (cartagineses), que todavía se hallaban en pleno descanso y no sospechaban nada semejante.
Por lo que pudieron dar muerte a algunos cuando se estaban levantando del lecho y a duras penas habían podido armarse, e incluso otros ya en pleno combate. Tras una batalla prolongada, de los libios pereció un gran número, de los saguntinos, en cambio, la totalidad. Por su parte las mujeres, viendo desde las murallas el fin de sus maridos, unas se arrojaban por los tejados, otras se colgaban, otras incluso degollaban a sus hijos con antelación.
Y este fue el final de los saguntinos, una ciudad que había sido grande y poderosa.
Por su parte, cuando Aníbal se enteró de lo ocurrido con el oro, movido por la cólera, aniquiló a los que habían sobrevivido y estaban todavía en la edad adulta, después de haberlos sometido a torturas, pero, al darse cuenta que la ciudad se hallaba junto al mar, no lejos de Cartago, y tenía bajo su dominio un territorio fértil, la volvió a poblarla de nuevo y la convirtió en una colonia de los cartagineses, a la que creo que se la llama ahora “Cartago Espartagena”.
Los romanos enviaron legados a Cartago a los que se ordenó que reclamaran la entrega de Aníbal por parte de los cartagineses por haber violado los pactos, si es que no consideraban el hecho obra común; y si no lo entregaban, que les declararan la guerra de forma inmediata. Y ellos actuaron de esta forma y les anunciaron la guerra, dado que no les hicieron entrega de Aníbal. Y se dice que ocurrió de esta forma. El legado (romano), sonriendo, les dijo, señalando el pliegue de su toga: “Os traigo aquí, cartagineses, tanto la paz como la guerra; vosotros por vuestra parte tomad de las dos la que elijáis”. Y ellos dijeron: “Danos, por consiguiente, la que tú quieras”. Al haberles propuesto la guerra, todos al unísono prorrumpieron en griterío: “La aceptamos”.
Y de forma inmediata le mandaron decir a Aníbal que podría hacer correrías por toda Iberia (Hispania) impunemente, dado que los tratados estaban rotos. Y éste (Aníbal), en su marcha, sometió a todas las tribus de las proximidades, bien mediante la persuasión o infundiéndoles miedo o reduciéndolas por la fuerza, y congregó un ejército numeroso, sin darles a conocer el objetivo, ya que tenía en mente atacar Italia. Envió embajadores entre los gálatas y examinó con cuidado los pasos de los Alpes. “…
(Sobre Iberia I, 9 ,13. Traducción de F.J. Gómez Espelosín. Antología de la literatura griega. C. García Gual y A. Guzmán Guerra. Alianza Editorial.)
Este ataque y victoria de Aníbal sobre Sagunto fue el motivo y comienzo de la “segunda guerra púnica”, en la que Aníbal atravesó los Alpes y venció a los romanos en las batallas de Tesino, Trebia, Trasimeno y Cannas, y a punto estuvo de acabar con Roma, pero, al final, Aníbal fue vencido por Escipión el Africano en la batalla de Zama, el año 202 a. de C.
Segovia, 30 de octubre del 2021
Juan Barquilla Cadenas.