“EL CABALLO DE TROYA”
Uno de los relatos míticos más conocidos en torno a la guerra de los griegos contra los troyanos, debida al rapto de Helena por el troyano Paris, es el del “caballo de Troya”, hasta tal punto que, actualmente, se utiliza la expresión de “caballo de Troya” en el lenguaje cotidiano y en el lenguaje de la Informática.
En el lenguaje cotidiano “caballo de Troya” viene a significar algo que aparentemente es positivo, pero que se torna en vehículo de destrucción para quien lo recibe.
En Informática se denomina “caballo de Troya” o “troyano” a un malware (programa informático) que se presenta al usuario como un programa aparentemente legítimo e inofensivo, pero que, al ejecutarlo, le brinda a un atacante acceso remoto al equipo infectado. (Wikipedia).
También, relacionada con la “guerra de Troya”, existe la expresión coloquial “va a arder Troya”, que hace alusión a la destrucción de Troya por las llamas.
La “guerra de Troya” duró diez años y es en el último año cuando se produce el fatal desenlace para Troya, debido a la estratagema del “caballo de madera”, construido por Epeo, pero idea del astuto Ulises. En la “Pequeña Ilíada” se menciona que Epeo siguió las instrucciones de la diosa Atenea para construirlo.
Aunque en la “Odisea” de Homero (siglo VIII a. de C.), (capítulos IV, 265-290, VIII 490 y XI, 504 -533) se hace mención de este episodio del “caballo de madera”, el que más desarrolla el relato del “caballo de Troya” es el poeta romano Virgilio (siglo I a. de C.) en el libro II de su obra la “Eneida”.
El troyano Eneas, que ha logrado escapar de las llamas de Troya junto con algunos compañeros, con su padre Anquises y su hijo Ascanio, tras una tempestad provocada por la diosa Juno (enemiga de los troyanos), logra llegar a las costas de Libia, donde también se había refugiado la princesa Dido.
Ésta era hija del rey de Tiro y se había casado con Siqueo, sacerdote del templo de Melkart en Tiro, que poseía enormes tesoros.
Dido tenía dos hermanos : Pigmalión y Ana.
Pigmalión heredó el trono de Tiro y codiciaba los tesoros escondidos de Siqueo.
Para saber su paradero obligó a Dido a casarse con Siqueo sin revelarle el interés oculto en ese matrimonio.
Un tiempo después, Pigmalión le comentó a su hermana que sería conveniente saber dónde se escondían las riquezas de Siqueo. Entendiendo que había sido utilizada, Dido averiguó dónde estaban escondidos, pero sin contar la verdad a su hermano.
Los tesoros habían sido enterrados en el jardín del templo y Dido le dijo a Pigmalión que se hallaban ocultos debajo del altar.
Esa misma noche Pigmalión envió unos sicarios a matar a Siqueo.
Dido encontró a su marido asesinado y corrió a desenterrar el tesoro del jardín. Con él en su poder, huyó de Tiro llevándose a su hermana Ana y un séquito de doncellas, ayudada por amigos de Siqueo.
Dido llegó a las costas de África y pidió al rey de los gétulos, Jarbas, hospitalidad y un trozo de tierra para instalarse ella con su séquito.
Jarbas le expuso que le daría tanta tierra como ella pudiera abarcar con una piel de buey. Ella, a fin de que la piel abarcara la máxima tierra posible, la hizo cortar en finas tiras y así consiguió circunscribir un extenso perímetro.
Tras esto hizo erigir una fortaleza llamada “Birsa”, que más tarde se convirtió en la ciudad de Cartago.
Eneas y sus compañeros llegan a la ciudad de Cartago que está construyendo Dido, y son recibidos e invitados a un banquete en su palacio.
Y es en ese banquete cuando la reina Dido le pide a Eneas que cuente los últimos días de la destrucción de Troya.
Eneas, a petición de Dido, cuenta la caída y el saqueo de Troya.
El troyano (Eneas) cuenta hechos casi inmediatos a los que se refieren en el final de la “Ilíada” de Homero.
El relato que hace Eneas de la toma de Troya por los griegos se abre con el episodio del caballo de madera.
Habla Eneas:
“Un dolor indecible, reina, me mandas reavivar: cómo los dánaos (griegos) echaron por tierra el poderío troyano y su desgraciado reino, y las cosas tan penosas que yo mismo vi y de las que fui parte importante.
Al contarlas, ¿qué soldado mirmidón (habitante de Tesalia cuyo rey era Aquiles) o de los dólopes (tribu de la antigua Grecia) o del duro Ulises podría contener las lágrimas?
Y ya la noche húmeda pasa rápidamente en el cielo y los astros, al ponerse, invitan al sueño. Pero si tanto es tu deseo de conocer nuestras desventuras y oir brevemente el último sufrimiento de Troya, aunque el alma se horripila al recordarlo y da marcha atrás de pena, voy a empezar.
Quebrantados por la guerra y rechazados por los hados celestiales, los caudillos de los dánaos, así que pasaban ya tantos años, construyen con el arte divino de Palas (Atenea) un caballo como una montaña, y entretejen sus costillas con el abeto aserrado.
Fingen que es una ofrenda (a los dioses) por el regreso; este es el rumor que se extiende. En él, sorteándolos, encierran a escondidas las figuras señeras de los héroes en su ciego costado, y llenan a tope con soldados armados sus enormes cavernas y el vientre”.
Los griegos fingen que se marchan de Troya y se esconden en la isla de Ténedos (isla situada frente a Troya).
Los troyanos piensan que se han marchado los griegos. Y dice Eneas “que toda Teucria (Troya) se sintió liberada del duelo; se abren las puertas; da gusto ir a ver los campamentos dóricos (griegos) y los parajes desiertos y la costa abandonada”.
Entonces ven el caballo de madera y se quedan impresionados ante la enormidad del caballo, que creen que es una ofrenda a la diosa Minerva (Atenea).
Unos creen que se debe introducir dentro de las murallas de Troya.
“Otros, que tenían mayor lucidez mental insisten en echarle de cabeza al mar o aplicarle fuego por debajo y quemarlo o perforar los huecos escondrijos del vientre y examinarlos.
La gente desconcertada se divide en bandos contrarios.
Allí, el primero, antes que nadie, Laoconte (sacerdote troyano de Neptuno) baja enardecido del alto alcázar, acompañado de un grupo numeroso, y grita de lejos: “¡Oh desgraciados ciudadanos, qué locura tan grande! ¿Creéis que se han marchado los enemigos? ¿Pensáis que algún regalo de los dánaos está al abrigo de engaños? ¿Así es como conocéis a Ulises? O en este madero se ocultan encerrados los aqueos (griegos), o esta máquina se ha construido contra nuestros muros, para inspeccionar nuestras casas y llegar a la ciudad por encima, o se esconde cualquier artimaña.
No fiaros del caballo, troyanos. Sea lo que fuere, temo a los dánaos hasta cuando hacen regalos”.
Después de expresarse así arrojó con gran fuerza una lanza enorme contra el costado y el vientre de tablones alabeados (curvados) del animal.
La lanza se quedó recta vibrando, y por el impacto las huecas cavernas retumbaron en el interior del vientre y profirieron un lamento. Y si lo hubiesen querido los Hados celestiales, si nuestra razón no hubiese estado embotada, nos habría empujado Laoconte a desbaratar con el hierro los escondrijos argólicos (griegos) , y Troya estaría de pie ahora, y tú subsistirías, alta fortaleza de Príamo.
Y en esos momentos unos pastores troyanos arrastraban con gran griterío ante el rey a un joven con las manos atadas a la espalda.
Este joven es Sinón, primo de Ulises que los griegos lo habían dejado para que contribuyera a que los troyanos introduzcan el caballo dentro de la ciudad.
Sinón (algunos dicen que era un actor griego) dice que le han dejado allí los griegos debido a que era amigo de Palamedes, al que Ulises había hecho matar acusándole falsamente de traición, pues éste se oponía a la guerra. Dice que él no se quedó callado ante la muerte de su amigo, sino que prometió vengarse si algún día volvía victorioso a Argos, su patria.
Y desde entonces Ulises le odiaba y le atemorizaba con acusaciones nuevas.
Dice que muchas veces los griegos ansiaron emprender la huida y marcharse de Troya, cansados ya de la larga guerra. Pero que el temporal en el mar se lo impedía.
Entonces decidieron enviar a Eurípilo (jefe tesalio) a interrogar el oráculo de Febo (Apolo) y les transmitió estas sagradas palabras: “con sangre y con la muerte de una doncella (se refiere a Ifigenia, hija de Agamenón y Clitemnestra) aplacasteis los vientos, dánaos, cuando llegasteis por primera vez a las riberas ilíacas (troyanas): con sangre debéis ganaros la vuelta ofreciendo en holocausto la vida de un griego”.
Entonces Ulises arrastra al adivino Calcante y le pregunta cuál es el deseo de los dioses.
Durante diez días Calcante guarda silencio y se niega a dejar salir de su boca el nombre de nadie para destinarlo a morir.
Finalmente, apremiado por los grandes gritos de Ulises, rompe a hablar con fingida desgana y me señala a mí para el sacrificio.
Pero Sinón dice que logró escapar y se ocultó durante la noche entre las ovas de una charca hasta que se marcharon los griegos. Y le pide al rey Príamo que se apiade de él.
“Ante estas lágrimas le concedemos la vida y, encima, nos compadecemos de él. El propio Príamo es el primero en ordenar que quiten al sujeto las esposas y las apretadas ligaduras”.
Luego le pregunta con qué fin construyeron los griegos la mole de este caballo descomunal.
Y dice: “Todas las esperanzas de los dánaos y la confianza en la guerra emprendida radicaron siempre en el auxilio de Palas (Atenea)”.
Pero que desde que Ulises y Diomedes robaron el “Paladio” (estatua de madera de la diosa Palas Atenea, cuya presencia hacía intocable e inexpugnable la ciudad de Troya), tras matar a los guardianes de la alta ciudadela, y osaron tocar con sus manos ensangrentadas las cintas virginales de la diosa, desde ese instante se tambalearon las esperanzas de los dánaos…
Apenas instalado el icono (la estatua de la diosa) en el campamento griego, en sus ojos enfurecidos ardieron llamas chispeantes y un sudor salado corrió por sus miembros…
El adivino Calcante, al verlo, vaticina que deben arriesgarse a huir inmediatamente por mar.
Y dice que el caballo es una ofrenda a la diosa Palas Atenea en desagravio por el robo del “Paladio” en Troya, realizado por Ulises y Diomedes y expiar con ella el sombrío sacrilegio.
Dice que Calcante mandó levantar tal mole y elevarla hasta el cielo para que no cupiese por las puertas y no pudiese ser introducido dentro de las murallas. “Pues si vuestras manos violasen el don de Minerva (Atenea), entonces se originaría una gran perdición (¡que los dioses la dirijan antes contra el propio augurio!) para el imperio de Príamo y los frigios (los troyanos). Pero si trepase a vuestra ciudad por vuestras propias manos, por propia voluntad, Asía llegaría con una gran guerra a las murallas de Pélope (Atenas) y ese sino alcanzaría a nuestros nietos”. Quiere decir que, una vez introducido el caballo en Troya, la ciudad sería invencible.
Entonces, mientras Laoconte, sacado a suerte como el sacerdote de Neptuno, se halla sacrificando un toro gigantesco ante los solemnes altares, surgen desde la isla de Ténedos dos enormes serpientes que se dirigen en formación hacia Laoconte. Y primero matan a sus hijos y luego a él que acudía en ayuda de ellos.
Los troyanos piensan que Laoconte ha sido castigado por haber lanzado su criminal lanza contra el vientre del caballo.
Entonces rompen las murallas e introducen el caballo en la ciudad.
Todavía Casandra, hija de Príamo, que había adquirido el don de la adivinación concedida por Apolo que estaba enamorado de ella, pero también el imperativo de que nadie la creyese, por no haber mantenido relaciones con él, les vaticina que el caballo va a ocasionar la destrucción de Troya.
Por la noche, cuando los troyanos estaban dormidos, Sinón, con antorchas, hace señas a la flota oculta en Ténedos y abre las puertas del caballo.
Salen los dánaos encerrados en él, dan muerte a los centinelas y, abriendo las puertas de la ciudad, acogen a todos los compañeros que habían regresado de la isla de Ténedos.
Y Eneas cuenta que, en sueños, se le apareció Héctor muy triste y que derramaba copioso llanto y que le dijo: “¡Ay! Huye, hijo de diosa, y sustráete a estas llamas. El enemigo tiene las murallas. Troya se derrumba desde su alta cumbre. Bastante hemos dado a la patria y a Príamo. Si se pudiese defender Pérgamo (Troya) con la diestra, también con la mía habría sido defendida. A ti te encarga Troya su culto y sus Penates. Tómalos como compañeros del destino, búscales una murallas grandes, las que levantarás cuando finalmente hayas terminado de vagar por el mar”.
(Virgilio. Libro II de la Eneida. Traducción de Bartolomé Segura Ramos. Edit. Círculo de lectores. Barcelona. 1982).
[Los ruidos del combate terminan de despertar a Eneas, que, viendo su ciudad en llamas y a merced de los griegos, decide al principio luchar con sus compañeros hasta la muerte. Visita el palacio del rey Príamo y contempla la muerte del hijo de éste, Polites, a manos de Pirro (el hijo de Aquiles), que luego decapita a Príamo.
En medio del caos, Eneas ve a Helena y, lleno de ira, se dispone a castigar a la culpable de la guerra.
Venus, madre de Enea, se le aparece y le manda contenerse: los verdaderos culpables son los dioses, no Helena. Luego, Venus manda a Eneas que busque a su familia y a los dioses Penates.
Eneas busca y encuentra a su padre Anquises y a su hijo Ascanio.
En principio, Anquises se resiste a partir, hasta que un presagio divino lo convence.
Escapan entonces de la ciudad en llamas.
Habiendo perdido de vista a su mujer, Creusa, que ha sido apartada por Venus y luego ha sido una víctima más de la matanza de los griegos; Eneas regresa a Troya en busca de ella. Finalmente, tras aparecérsele la sombra de Creusa y serle revelado por ella que su destino es la fundación de Roma, Eneas vuelve con los suyos a las afueras de Troya, y allí prepara lo necesario para la partida] (Wikipedia).
Segovia, 25 de marzo del 2023
Juan Barquilla Cadenas.