TRAJANO

TRAJANO: “OPTIMUS PRINCEPS” (El mejor emperador)

De entre los emperadores romanos, he elegido a Trajano porque, además de ser de origen hispano, con su actuación militar, política, económica y social, puso de manifiesto que realmente fue un “optimus prínceps”, el mejor emperador, y también un emperador humanista, como prueba la institución de los “alimenta” para suprimir el hambre de los niños y niñas huérfanas, así como la creación de dos bibliotecas, una de libros griegos y otra de libros latinos, y su deseo de transmitir a la posteridad lo ocurrido en sus campañas militares en la Dacia, “grabado” en la columna trajana donde iban a reposar sus cenizas.

Todo lo aquí escrito está tomado de la obra “Emperadores de Hispania”: Trajano. Adriano. Marco Aurelio y Teodosio en la forja del Imperio romano, de Alberto Monterroso. Edit. La esfera de los libros.

Me ha parecido una biografía muy completa y que explica el contexto en que se desarrollaron los acontecimientos históricos.

Trajano fue el primer emperador no itálico de la historia de Roma.

Tito Flavio Vespasiano había obtenido el poder debido al influyente apoyo ibérico en hombres y recursos. Y por el “Edicto de Latinidad”, Vespasiano otorgaba a toda Hispania el “ius latium”, el “derecho latino”, y promulgó leyes a favor de las ciudades más romanizadas, dando la oportunidad a los hispanos de lograr la “plena ciudadanía” mediante el desempeño de cargos públicos.

Nada parecido había ocurrido desde el año 89 a. de C., siglo y medio atrás, cuando se otorgó la “ciudadanía romana” a toda Italia, ni volverá a verse hasta casi siglo y medio después, en el año 202 d. de C., cuando Caracalla otorgue la “ciudadanía romana” a todos los habitantes libres del Imperio.

El padre de Trajano fue gobernador de la Bética del año 71 al 74, justo después de haber sido cónsul en el año 70. Más tarde será gobernador de Asia en el año 79, lo que puede entenderse como la culminación de su carrera profesional.

En esta época entraron en el Senado personajes muy influyentes como el hispano Licinio Sura, que será el máximo responsable de que Trajano hijo llegue a ser emperador.

Trajano padre e hijo son dos de los más importantes colaboradores de Vespasiano y Tito: lucharon con Vespasiano y Tito, hombro con hombro, en la guerra de Judea.

Al igual que Séneca, Trajano, el futuro emperador, debe muchísimo a su padre.

Cuando fue asesinado Domiciano, Trajano hijo ya era el candidato más idóneo para el Imperio. Tenía lo que los romanos llamaban “dignitas”e “idoneitas”(dignidad e idoneidad), cualidades que se había ganado gracias a sus virtudes militares y políticas, a su cualificación económica y formación jurídica, a sus virtudes cívicas, a la habilidad y eficiencia demostrada en el desempeño de sus cargos públicos.

Trajano contaba, gracias a su padre, con un decidido apoyo político y militar, clientelas que lo fortalecían, pujanza económica y respaldo fiel de amistades muy influyentes.

Durante más de diez años, los partidarios de los Flavios, entre quienes se contaban Nerva y Trajano, siguieron siendo fieles a la dinastía.

Lo hicieron sin fisuras en los reinados de Vespasiano y Tito.

Cuando este último murió, apoyaron también sin reservas a su hermano Domiciano. De hecho, Nerva fue cónsul con él durante el año 90 y Trajano lo fue en el 91. Pero, cinco años después de aquellos consulados, la situación en Roma había dado un vuelco que lo trastornaría todo: el cesar (el emperador) está gobernando como un señor absoluto, se hace llamar “dominus et deus”, señor y dios, ha condenado a muerte a los sucesores, a su familia, a los hombres destinados a continuar un legado que no incluía la opción de la tiranía. Además, ha fracasado en Dacia.

La lealtad tiene límites y la muy posible intervención del grupo hispano narbonense en el asesinato de Domiciano no se produjo por ambición, sino por responsabilidad.

Aquel clan hispano tiene también una teoría del poder que se relaciona con la clemencia, las libertades y el respeto al Senado.

Sus orígenes se encuentran en el estoicismo, y van desde Séneca el Viejo hasta Marco Aurelio.

Hay una ideología política que ya plasmó Séneca el filósofo en su obra “De Clementia” y que caracterizará la forma de gobernar que siguieron todos los emperadores Antoninos excepto el último: el fundamento teórico que comparten es el rechazo de la tiranía.

Precisamente la actitud de Domiciano, como la de Nerón o Cómodo antes y después de él, es de un despotismo intolerable. El último de los Flavios ha tomado el camino del absolutismo y el endiosamiento. Desencadenará la reacción del Senado y su fin será el mismo que el de Nerón.

Con base en esa ideología contraria a la tiranía, los Antoninos gobernaron ejemplarmente durante casi un siglo, de forma respetuosa con el Senado, defendiendo las libertades y el bien común: dieron paso a los que se conoce como el “siglo de oro de Roma”, aquella época en que, según Edward Gibbon, la humanidad fue feliz.

Esa felicidad derivada de un buen gobierno no habría sido posible sin aquel compromiso ético cercano al estoicismo político. En ese partido militaban los hombres que apoyaron a Trajano y fueron responsables de aquel cambio de dinastía.

Uno de los personajes menos conocidos y más determinantes fue el cordobés de Espejo (entonces Ucubi) Marco Annio Vero, patricio con Vespasiano y Tito, destacado opositor del Senado contra Domiciano.

Marco Annio Vero y Licinio Sura acabarán de presionar a Nerva para que cumpla un compromiso que quizá ya podía haber adquirido cuando se planeó el asesinato de Domiciano, y que no era otro que nombrar hijo adoptivo y coemperador al primer hispano que vestirá la púrpura imperial: Marco Ulpio Trajano.

Trajano fue el mejor césar, modelo de emperadores durante siglos de Roma, Edad Media y la Edad Moderna.

Había llegado en sus conquistas hasta el mar Rojo y, en ese aspecto, había igualado la fama de Alejandro Magno. Se había ganado por propio mérito el título de “optimus prínceps”, el mejor emperador, porque, además, fue un gobernante astuto, inteligente y honesto.

No era menos eficaz en el plano militar y de gobierno.

Combatió la corrupción en el ejército. Llevó el Imperio a sus máximos límites.

Sus innegables virtudes morales lo hicieron atractivo desde el principio para el cristianismo, que no pudo combatirlo como pagano y optó por asimilarlo como uno de los suyos.

Basándose en su respeto de las libertades y de las minorías religiosas, se le presentó en la Edad Media como un gobernador favorable a la nueva religión.

Su piedad, su honradez, su generosidad al promover las “instituciones alimentarias” para niñas y niños huérfanos, lo convirtieron en un modelo social y moral.

La fama de Trajano como uno de los mejores gobernantes de la historia era un lugar común, un tópico conocido y citado frecuentemente.

Han pasado casi dos mil años, han cambiado civilizaciones y religiones, pero el prestigio de Trajano y sus valores éticos permanecen en el acervo cultural.

Para aprovechar ese tremendo potencial, su figura sufrirá un proceso de cristianización que comienza por resaltar su tolerancia hacia la nueva religión, tesis defendida por Eusebio de Cesarea.

Se identifican sus cualidades éticas de clemencia y justicia con las virtudes cristianas, hasta el extremo de que el papa Gregorio Magno (obispo de Roma entre los años 590 y 604 ) hará que Trajano consiga ganar la salvación de su alma a pesar de no haber sido bautizado, algo admirable y único en un pagano.

Siglos después encontraremos a Marco Ulpio Trajano en el “Paraíso cristiano”, como lo atestigua el propio Dante en su “Divina Comedia”.

Aquel emperador hispano había nacido en Itálica, en el sur de Hispania. Es la misma ciudad, actual Santiponce, a 12 kilómetros de Sevilla, donde nació Adriano, aunque en este último caso, hay algunos especialistas que, aún hoy, siguen negando tal hecho.

Extraña postura, cuando existen al menos 25 textos de historiadores antiguos y medievales que dicen que nació en Itálica, igual que su tío abuelo Trajano.

El origen de esta extraña postura, posiblemente esté en el odio hacia Hispania, en los siglos XVII Y XVIII, debido a motivos políticos y religiosos.

Disimulando el origen hispano de aquellas excelentes dinastías (de Trajano y Adriano), las mejores de Roma, se solventaban odios nacionales contemporáneos a la vez que se conseguía un elogio del nuevo imperio frente al decadente imperio español.

Es una vieja técnica que, conscientemente o no, pusieron en práctica aquellos historiadores europeos de los siglos XVII y XVIII. Todos ellos, con Gibbon a la cabeza, no iban a proclamar que el mejor siglo de la historia de Roma estuvo a cargo de una estirpe de emperadores que habían nacido o procedían de la actual España.

Se intentó disimular u ocultar aquel detalle dándole otros nombres a aquella prodigiosa dinastía del siglo II: se les llamó “Antoninos”, “emperadores adoptivos”, “emperadores sabios” o incluso “buenos emperadores” antes que explicar que Nerva, Trajano, Adriano, Antonino Pío, Lucio Vero, Marco Aurelio y Cómodo componían una sólida dinastía, la mejor de la historia de Roma, donde todos sus integrantes o bien habían nacido en Hispania como Adriano y Trajano, o bien estaban casados con una emperatriz hispana como Antonino Pío, o bien eran oriundos de la Bética como Lucio Vero, Marco Aurelio o Cómodo. Todo menos confesar que aquella prestigiosa estirpe, la que regaló, en palabras de Gibbon, un siglo de felicidad a la humanidad, era una dinastía hispana.

Se ha llegado al extremo de tratar por un lado a Trajano y Adriano; por otro, a los Antonino Pío y Marco Aurelio. Respecto a Lucio Vero, la mayoría de las veces ni se le cita y en cuanto a Cómodo sólo se dice que es hijo de Marco Aurelio, pero no que también es bisnieto de Trajano.

Cuando Italia, a lo largo de las dos primeras dinastías de emperadores, vaya perdiendo peso económico y político, será Hispania la primera que coja el relevo, por su enorme capacidad económica, su elevado grado de romanización, el desarrollo de las instituciones municipales, el vigor de sus sociedades, la fuerza de la cultura y la sintonía ideológica de sus próceres con el régimen imperial. Sus élites acceden pronto a Roma, ganan honores y consulados, comienzan a aproximarse al poder y a acrecentarlo con talento y dinero.

Trajano y Adriano nacieron en Hispania, en Itálica, como Séneca y Lucano en la anterior generación lo hicieron en Córdoba.

Tras la terrible guerra civil en el año 69 d. de C., conocido como el “año de los cuatro emperadores”: Galba, Otón, Vitelio y Vespasiano, la nueva dinastía que se hace con el poder se llamará “Flavia” por ser el nombre de la familia de Tito Flavio Vespasiano. Será una dinastía breve. Durará sólo 27 años. Gobernarán tres hombres: Vespasiano primero, con inteligencia y eficacia. Después su hijo Tito durante dos años y en continuo conflicto con su hermano Domiciano, de quien comentan que facilitó su muerte. De Tito dicen que era un buen César, amable y generoso. En tiempos de Nerón había viajado a Oriente como general a las órdenes de su padre, donde tenía la misión de aplacar la revuelta judía. Allí conoció a Trajano padre e hijo y, desde entonces, favorecerá sus carreras.

Durante el reinado de Tito tuvo lugar la famosa erupción del Vesubio que sepultó de cenizas y lava las ciudades de Pompeya y Herculano.

Pero una enfermedad en el año 81 acabaría con su vida.

Le sucedió su hermano Domiciano, que ya desde joven apuntaba maneras autocráticas y crueles y no decepcionó.

Reinó durante 15 años, con políticas autoritarias y violentas, realistas al principio, fracasadas al final de su mandato.

Domiciano ordenó ser tratado con el título de “dominus et deus”, señor y dios, y exigió ser considerado dios viviente. Los césares (emperadores) que se endiosan en vida, como Calígula o Nerón, están relacionados con la tiranía, entendida como política autocrática que desprecian las libertades y privilegios de los senadores.

Domiciano había instaurado, al final de su reinado, un verdadero gobierno de terror, a la altura de los peores años de Nerón o Calígula.

Todo cambiará con su asesinato. Entonces llegará al poder la siguiente serie de emperadores, aquellos “Antoninos” que gobernaron durante 100 años de forma tan modélica y excelente que aquel tiempo llegó a conocerse como “El siglo de oro del Imperio”.

Tras el asesinato de Domiciano, Nerva fue proclamado emperador en menos de 24 horas, a la mañana siguiente en sesión urgente del Senado.

Todos los estamentos estaban conformes con aquel relevo: el Senado que lo propuso; el pueblo, unos hartos del tirano, otros completamente indiferentes; por su parte el ejército se sentía descontento especialmente en los últimos años de Domiciano, pues vivía como una humillación su claudicación ante el rey dacio Decébalo y su ineficaz defensa de las fronteras.

El único grupo claramente hostil a aquel magnicidio era la guardia pretoriana.

Marco Coceyo Nerva era uno de los miembros más influyentes de la Curia.

Nerva adoptó como hijo al hispano Trajano, el general más poderoso e importante de su tiempo.

Y no sólo lo adoptó como hijo: en el mismo acto lo nombro “coemperador”. Con esta medida la nueva dinastía quedaba firmemente afianzada en el poder.

Frente al despotismo de Calígula, Claudio o Nerón, el filósofo cordobés Séneca defendía el Imperio de Augusto, una monarquía racional, que garantizara las libertades y el buen gobierno.

Durante casi diez años se pudo llevar a cabo esa política gracias a que frenó la ambición de Agripina y la crueldad de Nerón. Especialmente cinco años fueron magníficos, aquel “quinquenio dorado”, del que fue responsable Séneca. En ese tiempo se puso en práctica una ideología política estoica que no se volverá a ver en su plenitud hasta la llegada de los Antoninos hispanos.

El propio Trajano elogiaba aquel lustro como el mejor del Imperio.

Tres años antes del asesinato de Domiciano, los filósofos habían sido expulsados de Roma por Domiciano.

Esta medida no sólo supuso una persecución de intelectuales, era también una persecución política, porque entre los filósofos estaban los críticos contra el poder, en especial los estoicos que siempre consideraron una obligación interesarse en las labores del gobierno.

Pero, además, el estoicismo defendía el “tiranicidio”.

Según esta corriente filosófica que compartieron Séneca y Marco Aurelio, es perfectamente ético matar a un tirano, porque la tiranía supone una catástrofe para la convivencia humana.

Cualquier medida es ética si evita la guerra civil, sangría indecente de ciudadanos contra ciudadanos, crimen que elimina la “concordia hominum”, la base de la convivencia y dignidad humanas.

En el año 95 Marco Ulpio Trajano estaba desempeñando el cargo de gobernador de Panonia, al mando de cinco legiones, en una zona peligrosa de la frontera del Danubio.

Es muy probable que se encontrara en Roma cuando tuvieron lugar los hechos del 18 de septiembre del 96 en que fue asesinado Domiciano y entronizado Nerva.

En el momento en el que se produjo el cambio de dinastía, Nerva traspasó el mando de Panonia a Pompeyo Longino y puso a Trajano al mando de Germania Superior.

Para cerrar el círculo nombrará a Sura gobernador de la Germania Inferior. Todos ellos eran hombres de la máxima confianza del hispano. Controlaban además los destacamentos de Recia y Nórico. En Moesia estaba Julio Marino con otras legiones que vigilaban el sur del Danubio.

Hay que entender que en estos momentos en que es asesinado Domiciano y alcanza el poder Nerva, al menos cinco generales de confianza de Trajano controlan casi trece legiones, más de la mitad de los efectivos del Imperio. No son sólo los soldados de Sura, Longino y Marino; hay más. Quinto Sosio Senecio, amigo de Adriano y de Licinio Sura, hispano como todos ellos, comandaba en ese momento la legión “I Minerva” y era gobernador de la Galia Belga. Por si fuera poco, las tropas más famosas y mejor preparadas eran las de Germania Superior, precisamente las que estaban a las órdenes de Trajano, que se encontraba en la capital, Maguncia, al mando de las legiones “XIV Gemina”, “I Adiutrix” y la “XXI Rapax”.

Este contingente, de por sí, constituía un verdadero ejército, el más combativo y cercano a Roma.

Además, el hispano contaba en todo momento con el apoyo de su sobrino Adriano, que precisamente comenzó su carrera militar en Panonia, en el año 95, uno antes de la muerte de Domiciano, como tribuno militar de la “Legio II adiutrix”, acuartelada en Aquincum (actual Budapest) a orillas del Danubio.

Durante el año 97, ya bajo las órdenes de su tío, se quedará en Germania, en Maguncia, al mando de la “Legio XXII Primigenia”.

Aunque Nigrino (otro general romano al mando de las tropas en Siria), en el otro extremo del Imperio, hubiera intentado algún movimiento, habría sido un suicidio. La instauración de la nueva dinastía no corrió en ningún momento el riesgo de una guerra civil.

Y no sólo el estamento militar, la intelectualidad también estaba con los hispanos.

Cuando fue asesinado Domiciano, se produjo un conato de revuelta en el Danubio, pero la intervención de Dión Crisóstomo, que había sido desterrado allí por el tirano, logró tranquilizar a los rebeldes.

El único estamento que buscaba la venganza por la muerte de Domiciano era la guardia pretoriana. Pero fue anulado, primero por sus cuadros de mando: sus generales en jefe, los dos prefectos del pretorio, estaban en la conjura y frenaron inmediatamente a los pretorianos. Segundo, desde el poder político y económico. Nerva garantizó el pago de un sustancioso “donativum” para los pretorianos, que colmó sus ansias de vengar a aquel Domiciano que les había costeado sus vicios.

Los dos primeros emperadores de esta nueva dinastía eran viejos conocidos. Coincidían en un mismo modo de ver la política, en la moderación, el estoicismo y la defensa de la libertad.

Ambos sufrieron, en los últimos años, los recelos de Domiciano, a pesar de haber sido siempre tanto ellos mismos como sus familias, fieles a los flavios.

Nerva era el representante del Senado, de un cariz más civil. Trajano era uno de los jefes militares más importantes del Imperio. Ambos pertenecían a un grupo de poder hispano narbonense que controlaba el Senado.

Nerva no sólo adoptó a Trajano, sino que lo hizo Coemperador.

Se produjo entonces, por primera vez, la unión de dos Césares en el trono, como si fueran cónsules vitalicios de la antigua República romana.

Nerva en Roma. Trajano en la frontera.

Aquella interesante iniciativa duró sólo tres meses, pues el anciano Nerva murió por causas naturales, pero tuvo continuidad en Adriano, que luchó junto a Trajano como un hijo junto a su padre.

Ese gobierno compartido volverá a la mente de Adriano cuando quiera legar el trono, vía Antonino, a sus familiares Lucio Vero y Marco Aurelio para que ambos jóvenes gobiernen juntos, en calidad de coemperadores, como así ocurrió 20 años después.

También Antonino asoció a Marco Aurelio durante su reinado y gobernó con él, aunque tuviera más autoridad que su sobrino.

Y esa es la tónica que quisieron implementar, dentro de sus posibilidades, todos los miembros de esta dinastía hispana Antonina, excepto el último, Cómodo, que revivió las viejas formas de la dictadura.

Gracias a aquella maniobra de Nerva, Trajano será ya emperador en octubre del 97.

Nadie pondrá en duda la legitimidad e idoneidad de aquel césar que venía de Hispania, el primero no italiano de la historia.

La elección de Trajano no era una casualidad. Su prestigio se remonta a los tiempos de su padre, que era gobernador de la Bética, su provincia de origen, cuando Séneca fue condenado a muerte por Nerón.

Entonces era un joven que iba a cumplir los doce años de edad. Su familia ya era influyente en aquel tiempo, pero acrecentará su poder cuando el progenitor desempeñe su cargo como procónsul. Un año después es nombrado comandante de la legión “X Fretense”, que luchó contra los judíos a las órdenes de Vespasiano, entonces gobernador de la provincia. Quien luego se convertiría en el primer emperador de la dinastía Flavia supo apreciar la importancia y fidelidad de aquel hombre y también la de su hijo, que entonces lo acompañaba y aprendía el oficio sobre el terreno de la mano de los mejores.

Cuenta Flavio Josefo que cuando Trajano padre tenía ya prácticamente rendida la ciudad de Jafa, quiso reservar el honor de la victoria a Tito.

El general había cedido generosamente al hijo de su superior aquel honor y aquella victoria. Y ese es un detalle que no olvidarán nunca ni Tito ni Vespasiano, entonces simples generales, poco tiempo después emperadores.

En aquel momento Trajano (hijo) mandaba ya una legión como tribuno militar en el ejército del padre.

Es el mismo año en que Nerón es eliminado por el Senado y se produce aquella guerra civil que Vespasiano ganó apoyado entre otros por los Trajanos: por eso tanto el padre como su hijo siempre gozaron de la amistad y el respeto de los Flavios.

El propio Vespasiano, al año siguiente de llegar al poder, premió a Trajano padre con el consulado. Fue nombrado también miembro de uno de los cuatro colegios religiosos más importantes de Roma.

Tres años después lo integró en el estatus de los patricios y lo nombró gobernador de Siria entre el 73 y 78. Por eso, cuando el hijo viaje a Siria como césar para luchar contra el Imperio parto, sabrá muy bien qué terreno pisa. Allí estuvo veinte años atrás, con su progenitor como gobernador, a cargo de una legión y aprendió cómo se debía reorganizar y estabilizar el territorio.

Tuvo entonces conocimiento de los problemas defensivos, de la Administración militar de aquellas tierras y sus fronteras, ya que, en aquel momento, el padre de Trajano logró frustrar un ataque de los partos a cargo de su rey Vologases y en Roma le concedieron los “ornamenta triumphalia”.

Vespasiano, en el año 79, le otorgó el gobierno de la provincia de Asia. Era un honor y un broche de oro a su carrera militar, porque, junto con la de África, eran los dos cargos de más alto rango que se podían desempeñar en el Imperio.

Efectivamente, la elección de Trajano como emperador no fue una casualidad.

El primer césar hispano se sirvió de las influencias de las poderosas provincias de Hispania, Bética y Tarraconense, pero también del prestigio demostrado por su padre y de sus éxitos alcanzados en todos los cargos que se le encomendaron.

En el 79, cuando su progenitor ha llegado a la cumbre de su carrera militar, Trajano tiene 26 años y está desempeñando la “cuestura”; esa magistratura le garantiza entrar en el Senado. Obtiene la “pretura” en el año 84 y la comandancia de la legión “Octava gemina”, que tenía su base en León, en el año 87.

Fue cónsul en el 91, junto con otro hispano, Manio Acilio Glabrión. Y a partir de este momento ambos generales tendrán experiencia personal y directa de la tiranía de Domiciano.

Glabrión despertará la envidia del tirano, que lo condenará a muerte. Trajano salvará la vida y se convertirá en emperador dos años después.

Es muy probable que Nerva ya se hubiera comprometido a adoptar a Trajano antes de que se perpetuara el asesinato de Domiciano.

Nerva, este anciano senador, una vez aupado al poder, toma una primera medida: nombrar a Trajano comandante de los ejércitos del Rin.

Aquel ejército es el más aguerrido y cercano a Roma.

En caso de guerra civil por el poder, el hispano tiene una posición ventajosa.

El nombramiento de Trajano como hijo adoptivo y coemperador en octubre de ese mismo año, bajo el consulado del propio Nerva y de Licinio Sura, supone el afianzamiento definitivo de la nueva dinastía en el poder.

Cuando muera Nerva de muerte natural tres meses después de haberlo adoptado y nombrado coemperador, entonces, sin prisas, el propio Trajano ordenará a los pretorianos acudir al Rin y allí ajustará cuentas con todos aquellos que ofendieron a su padre adoptivo.

Cuando el 27 de enero del 98 falleció Nerva de muerte natural, Trajano y él eran los cónsules designados para ese año. Ahora el hispano gobernará en solitario y solicitará al Senado los honores de la “apoteosis” (divinización) para su predecesor.

El relevo en el poder estaba asegurado y no tuvo necesidad de acudir inmediatamente a Roma a ser nombrado emperador: ya lo era desde hacía tres meses. En aquellos momentos sabía que lo más urgente era proteger las fronteras.

Por eso permaneció los años 98 y 99 reforzando la línea del Rin y del Danubio, demostrando su interés y responsabilidad en la defensa del Imperio.

Cuando regresó a Roma año y medio después de culminar esta labor, lo hizo con humildad, sin fastos ni pompas, mostrando en todo momento respeto hacia el Senado.

No aceptó el título de “pater patriae”, padre de la patria, que tendrá tiempo para ganárselo, tampoco había aceptado el consulado del año 99 “in absentia”, en ausencia, que le ofreció el Senado, ni el impuesto que otorgaban todas las provincias al nuevo césar por su coronación, llamado “aurum coronarium”.

Trajano renunció a todo ese dinero y honores para continuar trabajando con humildad y firmeza.

Aquel año y medio que ha pasado en las fronteras será vital para la próxima guerra que se avecina en Dacia.

El nuevo emperador conoce perfectamente las amenazas exteriores que se ciernen sobre Roma. Durante los dos primeros años de su reinado está demostrando sus indudables virtudes militares, pero también las civiles.

Se comportó siempre de modo cortés y respetuoso con el Senado, al que propuso un sincero programa de colaboración y trabajo conjunto.

Con esta actitud, se respetó el acuerdo con que había comenzado el “principado” en tiempos de Augusto.

Los senadores ocuparon los puestos más relevantes de la Administración civil y el ejército.

Las cartas de Plinio y la obra historiográfica de Tácito muestran con claridad la naturaleza de sus relaciones con la Curia: cordialidad, respeto y reparto de las labores de gobierno, aunque el césar, como en tiempos de Augusto, será quien ostente el mando efectivo.

Hay que entender que el Senado nunca volverá a detentar el poder ejecutivo como en tiempos de la República, pero los buenos emperadores, como los de la dinastía Antonina, mostrarán siempre un gran respeto a las funciones de control que cumplen los senadores, quienes aumentarán considerablemente sus prerrogativas.

Las guerras en Dacia

Dacia se había convertido en un verdadero peligro para Roma después del año 69, aquel en que la muerte de Nerón dio paso a la terrible guerra civil conocida como el año de los cuatro emperadores.

Durante la dinastía “Julio-Claudia” las relaciones entre ambas potencias fueron relativamente cordiales, pero la inestabilidad derivada de aquel terrible conflicto entre romanos hizo que todo cambiara en la geopolítica del lugar: el Imperio había quedado muy debilitado tras la guerra civil y ese hecho dio esperanzas a Dacia para hacerse con la hegemonía de la Europa danubiana y oriental.

Aquel poderoso reino ambicionaba expandirse a costa de Roma en la línea sur del Danubio, ocupando lo que se conocía como la “Mesia romana”.

El enemigo no estaba solo. Un pueblo situado al este del Danubio, los sármatas roxolanos, era aliado suyo desde el año 69 y ambos llevaban tiempo planeando el ataque. Vespasiano, con su llegada al poder, consiguió detener aquel enfrentamiento anunciado entre Dacia y Roma, los imperios más poderosos de Europa en aquel tiempo, pero la rivalidad sólo quedará larvada y resurgirá con más fuerza quince años después, durante el reinado de su hijo Domiciano.

Domiciano, tras una derrota y una victoria pírrica, consiguió firmar una paz con los dacios en el año 89, pero será vista en el Senado como una paz humillante para Roma, que deberá pagar tributos a Decébalo, ocho millones de sestercios anuales.

Decébalo (caudillo de los dacios) se ha fortalecido en el transcurso de esta guerra. Ha conseguido unificar todo su reino y eliminar por completo a quienes dentro de sus fronteras se oponen a su política agresiva.

Ningún poder tienen ya quienes querían un pacto con Roma en la línea del que se mantuvo en época de los “Julio-Claudios”.

Ahora, el caudillo (Decébalo) ha reforzado su liderazgo y, lo que es más importante, ha conseguido dinero y valiosos asesores, militares expertos en maquinaria bélica y fortificaciones, que el emperador Domiciano ha aceptado enviar a Dacia para que se sirva de ellos. Las condiciones de esta paz son claramente desfavorables para Roma y entrañan un peligro monumental, porque Decébalo no quiere la paz, sino preparar una nueva guerra en mejores condiciones. Se ha marcado un objetivo irrenunciable: obtener la hegemonía en el Danubio a costa de las posesiones romanas.

Domiciano no ha podido mitigar, ni mucho menos detener, las ansias expansionistas ni la soberbia del enemigo. Este fracaso, unido a su autoritarismo, lo enfrentará al Senado y estos serán los principales motivos de su asesinato.

Ya no sólo se trataba de la mala propaganda que se hacía de un emperador que paga tributos al enemigo a cambio de la paz y le ofrece sus propios asesores militares. También Decebalo incumple con arrogancia y violencia los tratados que ha firmado con Roma: invade territorio romano con incursiones rápidas y destructivas para retirarse antes de que se le pudiera exigir responsabilidades; ataca caravanas y flotas de comerciantes; comete actos continuos de pillaje dentro de las tierras del Imperio.

El fracaso militar en Dacia será una de las causas de la caída de Domiciano.

Con su asesinato y la llegada de Trajano al poder, la situación cambia radicalmente.

Este hombre era el general más competente del momento.

Sabía muy bien que Decébalo se había aliado con un gran número de pueblos enemigos de Roma: roxolanos, bastarnos, sármatas, cuados o marcomanos, que podían actuar con ataques sincronizados desde el Rin hasta el Danubio.

Y no sólo estos al norte de Europa, sino aquel otro, más peligroso aún, situado en el extremo oriental del Imperio. El rey dacio llevaba tiempo entablando contacto diplomático con los partos, y Persia siempre fue un terrible enemigo para Roma.

Había que pacificar, pactar o derrotar al menos uno de esos frentes alejados antes de que se produjera un ataque conjunto que el Imperio romano no podría sostener.

La conquista de Dacia será el primer paso para hacer realidad esa visión estratégica que asegure la defensa nacional.

Pero no será Trajano quien tenga que declarar la guerra. Decébalo incumple sistemáticamente el tratado firmado en el año 89 por Domiciano.

Ni Decébalo se conforma con oro a cambio de paz ni respeta los tratados que ha firmado.

En el siglo II del Imperio muchas de las guerras que libró Roma fueron de legítima autodefensa, como se verá al principio del reinado de Marco Aurelio, el emperador pacífico y filósofo que tuvo que afrontar el ataque, sorpresivo y a traición, de aquellos dos frentes terribles, el Rin-Danubio en Europa, el persa en Asia.

La reacción militarista de Trajano y las guerras que acomete en Dacia son pura cuestión de defensa nacional.

Decébalo deseaba extender el Estado dacio a costa de la anexión de territorio romano para que así su aristocracia aumentara su poder territorial y económico.

Es él quien ha atacado y roto el statu quo en su intento de conquistar la Mesia romana.

Trajano se enfrentará a él ahora en el año 101 para exigir el cumplimiento del tratado del año 89, para imponer una situación más favorable a sus intereses en la región, para resarcir el prestigio de Roma y también el suyo propio como nuevo emperador.

Trajano abandonó Roma en dirección a Mesia Superior para asumir personalmente el mando de su ejército el 25 de marzo del año 101.

Le acompaña su sobrino Adriano, de 25 años de edad, un hombre que no es sólo sobrino suyo, sino casi un hijo adoptivo.

Este, sobrino nieto suyo era, desde el principio claro candidato a la sucesión. Y más aún después de su boda con la sobrina nieta de Trajano, Vibia Sabina, en el año 100, uno antes de iniciar la guerra en Dacia.

Trajano partió de Roma hacia Viminacium, donde le esperaba un ejército de 100.000 hombres.

Cruzó el Danubio sobre un puente de barcas, tal como aparece grabado en los relieves de la columna trajana.

En el valle de Tapas, Trajano obtiene una aplastante victoria sobre Decébalo y se dispone a preparar la campaña del año siguiente para asediar directamente la capital. No podrá hacerlo. El rey le reserva otra sorpresa. En ese momento, finales del año 101 d. de C., aparece un poderoso ejército dacio, roxolano y bastarno, apoyado por fuerzas navales de otros aliados bárbaros, que cae por sorpresa sobre la Mesia inferior romana, a sus espaldas, y aquella invasión sorpresiva obliga al emperador a acudir apresuradamente Danubio abajo para atender la defensa de la provincia; su pérdida acarrearía también la pérdida de la guerra.

Trajano tiene que cancelar la ofensiva y acudir inmediatamente a marchas forzadas.

Al sur del Danubio apenas había efectivos. La mayoría de los legionarios estaban ocupados en la invasión al mando de Trajano. En la retaguardia, en Mesia inferior, sólo se encontraba el general Marco Laberio Máximo, que no contaba con más de 5.000 soldados.

En el momento en que estalló la contraofensiva, la flota romana del Danubio no pudo contener la invasión dacia, porque aliados de ciudades griegas y de la zona habían aportado un gran número de naves que atenazaban a las romanas.

Los dacios cruzaron el Danubio con un contingente cercano a los 80.000 hombres entre guerreros propios, bastarnos, roxolanos y aliados griegos.

El enemigo había conseguido una importante ventaja psicológica al haber trasladado la guerra a territorio romano.

A Trajano se le presentaban dos opciones:

O marchar con todo el ejército, lo más recomendable, aunque eso implicaba renunciar a las ventajas de su costosa victoria en Tapas y abandonar las posiciones ganadas al enemigo, o bien afianzar su posición en Dacia, dejar allí los efectivos imprescindibles para defender lo conquistado y acudir sólo con una parte de su ejército. Elige la segunda opción, la más arriesgada. Escoge a los mejores soldados y avanza con la mitad de sus legiones a marchas forzadas para enfrentarse a un enemigo muy superior.

Quiere recorrer lo más rápido posible aquella distancia para unir sus fuerzas a las de Laberio en Mesia, antes de que se dé cuenta el adversario.

Trajano obtiene una victoria contundente en Adamclisi, la Mesia Inferior.

El rey Decébalo tuvo que huir de la Mesia romana después de haber sufrido grandes pérdidas de soldados, recursos y moral. Ahora, Decébalo sólo podía defenderse dentro de su territorio, porque ya carecía de los recursos mínimos para atacar.

En primavera del año 102 consigue Trajano llegar a la capital, Sarmizegetusa. Entonces se produce el cerco. Los dacios no pueden comunicarse con sus aliados porque todas las vías han sido ocupadas, previamente, por el ejército romano.

Decébalo tiene que rendirse y aceptar las condiciones de paz en otoñó del 102.

Pero en menos de tres años estallará una segunda guerra en Dacia.

El emperador hispano sabía perfectamente que el enemigo sólo esperaba una ocasión para atacar.

Las estipulaciones impuestas a Decébalo implicaban un desarme total. Suponían requisar sus armas y evitar que dispusieran de personal con capacidad para diseñar otras. También exigió que entregaran a todos los desertores romanos, que eran muy numerosos y constituían la élite del ejército dacio.

Obligó a Decébalo a evacuar todos los territorios conquistados por los romanos e impuso que su país quedara como un Estado cliente.

El emperador obligó a que las condiciones de aquel tratado se firmaran en el mismo Senado. Una embajada de la nobleza enemiga se presentó en Roma para capitular ante los senadores.

En diciembre del año 102 celebraba en Roma una solemne entrada triunfal y asumía el título honorífico de “Dacicus”.

El emperador había establecido una guarnición de soldados romanos cerca de Sarmizegethusa para vigilar y controlar en todo momento a Decébalo.

Otra de las condiciones de la paz había sido que se respetaran las conquistas de los Yáciges, aliados de Roma, y que los dacios se comprometieran a no atacarlos. De este modo se creaba un reino bisagra muy útil para impedir cualquier ataque por sorpresa. Mientras sus aliados los sármatas yáciges actuaran como protección ante una invasión, tenía garantías de que Decébalo no podría atacar las tierras de Roma.

En muchas ocasiones los romanos se sirvieron de pueblos aliados que actuaban como bisagra frente al enemigo. Armenia desempeñaba ese mismo papel en Persia.

Pero Decébalo pronto comenzó a retomar sus antiguas alianzas con los pueblos enemigos de Roma. Estableció otras nuevas, aprovechó esta paz, o esta tregua, para rearmarse y reclutar más desertores y mercenarios romanos, no directamente, pero sí a través de terceros.

En menos de dos años, en la primavera del 104, los dacios, aliados con los buros, invaden por sorpresa a los sármatas yáciges, aquellos aliados de Roma que son esenciales para la defensa del Imperio.

Esa invasión será el “casus belli” que motivó la “Segunda Guerra Dácica”.

Trajano le declara la guerra el año 105 d. de C., pero de nuevo Decébalo se adelantará a los romanos.

Dión Casio explica que el rey dacio capturó a traición al legado Gneo Pompeyo Longino, cuando concertó con él una reunión para parlamentar.

Longino creyó que le iba a proponer una alternativa de paz y acudió confiado a aquella cita.

El general romano fue apresado y las dos legiones romanas que estaban a su mando atacadas por sorpresa. Todos estaban desprevenidos y Decébalo aprovechó el caos para masacrar a toda la guarnición romana que había quedado en la capital dacia. Pero su éxito más valioso ha sido capturar vivo al comandante de las tropas, aquel Gneo Pompeyo Longino que es uno de los mejores amigos de Trajano y quiere utilizarlo como rehén para chantajear al emperador. Pero él para evitar el chantaje se quitó la vida.

En el año 106 d. de C. Trajano cruza otra vez el Danubio.

De nuevo lo acompaña Adriano, al mando de una legión, la “I Minerva”.

Pero Trajano no había perdido el tiempo en este período de paz. Sabía que Decébalo iba a volver a atacar y previéndolo había aprovechado aquellos dos años para crear potentes infraestructuras que conectaran la parte romana con Dacia.

Había encargado al arquitecto Apolodoro de Damasco que levantara un puente de piedra en el curso más estrecho del Danubio, en la actual Drobeta, en Rumanía. Suponía una construcción de enorme envergadura por la rapidez y violencia de la corriente.

Con 20 enormes arcos, soportados por pilares de piedra, fue una de las obras de ingeniería más colosales de la Antigüedad.

El puente medía 1.200 metros de longitud y se elevaba 19 metros sobre las aguas del río.

Decébalo no abandonó el engaño. Dión Casio cuenta cómo intentó asesinar a Trajano a traición, pero no lo consiguió.

Trajano cruza el Danubio por aquel puente de piedra y fuerza de nuevo el paso de Tapas.

La ofensiva la realiza ahora con 12 legiones de las 30 que posee.

Decébalo ha levantado a las tribus germanas contra los romanos y ha enviado una embajada a los partos entre los años 103 -104 para establecer una alianza militar con el emperador persa Pacoro II en contra de Roma.

Es precisamente lo que se produjo en tiempos de Marco Aurelio, cuando al ataque de Persia le siguió, mientras las legiones estaban en Oriente, el asalto a toda la frontera del Rin y el Danubio.

Pero en estos momentos, los persas no se veían seguros de tan tremendo conflicto y la negativa de aliarse en una guerra contra los romanos precipitó la caída de Decébalo, y con él, la de toda Dacia.

Trajano conquista Dacia, no por afanes imperialistas o esclavistas, sino porque es una amenaza para el Imperio, porque es vital para la salud de Roma, y lo hace para evitar invasiones futuras.

Los romanos no eran menos imperialistas que los dacios ni los persas. Pero lo que sí hay que admirar a lo largo del tiempo son las épocas de la historia de Roma en que la cultura buscó la convivencia de los ciudadanos en libertad, haciendo valer sus derechos, desarrollando una idea de cosmopolitismo típica de los estoicos. El siglo II fue una de ellas, con sus luces y sus sombras.

Los Antoninos hispanos no buscaron el imperialismo y la conquista que, sin duda, se produjeron en muchas etapas de la historia de Roma, sino el mantenimiento de sus derechos, de sus bienes, de sus posesiones, de su Imperio, es decir, de la Res publica, muchas veces en el sentido moderno del término.

Tras diversas batallas en terreno dacio, Trajano cercó de nuevo Sarmizegethusa, ahora de forma inexorable.

Derrotados completamente y sin esperanza, los enemigos incendiaron su capital para crear una confusión que permitiera escapar algunos.

Decébalo logró escapar de noche y se refugió en Apoulon, donde los romanos lo localizaron y persiguieron. Antes de ser apresado, el rey dacio se quitó la vida.

Su cabeza es entregada al césar y posteriormente expuesta en Roma como muestra de la contundente victoria.

Dacia se convierte en provincia romana.

La antigua capital será destruida, y a unos 30 Km. se construirá una nueva colonia, que será capital romana de Dacia con el nombre de Ulpia Traiana Sarmizegethusa.

Trajano había solucionado el problema de Dacia, pero la desestabilización geopolítica que produjo la eliminación de este reino tardará más tiempo en resolverse. Adriano será el encargado de consolidar aquel tremendo esfuerzo de su tío, que dará muchos años de paz y seguridad al Imperio.

Desde el año 117 d. de C., en que Adriano fue nombrado emperador, se dedicó a pacificar el “limes” del bajo Danubio.

Optimus prínceps. El mejor emperador

La Roma que se asoma al siglo II d. de C. es muy diferente a la de los años finales de la República.

Las últimas conquistas, las guerras civiles y la instauración del Imperio habían provocado profundos cambios sociales. Ahora es el dinero el que marca las verdaderas diferencias entre quienes tienen grandes riquezas y la enorme masa de pobres.

Cuando Augusto impuso el Imperio, consiguió el poder absoluto a través del control del ejército y el pueblo, pero los senadores no estaban dispuestos a renunciar a los privilegios de los que habían disfrutado en tiempos de la República.

Con él llegaron a un pacto, en que se basó el principio del régimen imperial. Octavio Augusto asumió todo el poder, pero, a cambio, benefició a los senadores, se apoyó en ellos para gobernar, les otorgó los mejores puestos en el gobierno, los consulados y proconsulados.

Y aquel equilibrio funcionó bien durante su reinado.

No así con los siguientes césares que le sucedieron, quienes prefirieron dejar a un lado a los senadores para poner los cargos importantes cada vez más, en manos de “libertos” de su confianza.

Con la llegada de Vespasiano al poder se procuró atajar la enorme influencia social de aquellos funcionarios y beneficiar preferentemente a senadores y miembros del orden ecuestre.

Este intento de concordia con las clases dirigentes y aristocráticas de la antigua Roma se había producido ya en tiempos de Séneca, en los años en que pudo contener la tiranía de Nerón.

El filósofo cordobés procuró que se mantuviera la concordia entre los estamentos, y en su época se alcanzó un equilibrio de poder entre la aristocracia política, compuesta por libertos y caballeros, y la verdadera clase dominante desde el punto de vista social y del dinero, los senadores.

Las bases para la estabilidad estaban afianzadas, pero los últimos años de Domiciano, ejercidos desde la tiranía, socavaron estos cimientos y llevaron de nuevo al imperio a tiempos de profunda crisis política, militar y social.

Con la llegada de Trajano al trono, se volverá a recuperar la concordia entre el emperador y el Senado, interrumpida gravemente por Domiciano.

Se atenuarán los conflictos sociales y se conseguirá una estabilización política, social, económica y cultural que se prolongará durante un siglo.

Por ello Trajano recibió en vida un apelativo que ningún otro podrá igualar. A Trajano se le conoce como “optimus prínceps”, es decir, el mejor emperador. Y ese justo título ha llegado indiscutido hasta nuestros días.

Nerva y Trajano no sólo controlaban el Senado y el Ejército. Contaban además con muchos apoyos en el mundo financiero y también en el de la cultura.

Nerva escogió una fórmula de adopción que daba a Trajano todo el mando: la asociación al Imperio como imperator et consors tribuniciae potestatis, es decir, emperador y consorte en la potestad tribunicia, lo nombra, en el mismo acto, césar (emperador) y hace su persona inviolable al investirlo del tribunado.

Después de la muerte de Nerva, Trajano gobernó en solitario, pero llevaba siempre consigo a Adriano, a quien había casado con su sobrina nieta, y lo nombró gobernador de Siria con mando sobre el ejército cuando se sintió enfermo.

En su momento, Adriano también gobernará en solitario, aunque apoyado siempre en su cuñado Annio Vero, abuelo de Marco Aurelio, que ejercerá el máximo poder en Roma mientras el emperador esté fuera, más de la mitad de su reinado. Y cuando el propio Adriano vea el final y piense en la sucesión, obligará al yerno de aquél, a Antonino Pío, a adoptar a Lucio Vero y Marco Aurelio como futuros coemperadores para que gobiernen juntos, ahora ya de forma explícita. Y así se hará. Durane ocho años llevarán ambos las riendas del Imperio.

A la muerte de Lucio Vero, Marco Aurelio gobernó con su hijo Cómodo y, prácticamente hasta la muerte de Marco Aurelio en 180 d. de C., aquella dinastía se empeñó, de una y otra forma, en compartir el poder y planificar la sucesión. Ese comportamiento aporto solidez a la estirpe y una gran estabilidad política.

Con la llegada de los emperadores hispanos, la estabilidad política será la mayor que se haya visto en la historia de Roma.

El nuevo papel del ejército en la geopolítica imperial

Si de algo entendía Trajano era del ámbito militar. Fue un soldado de carrera, con gran experiencia acumulada durante más de 40 años.

Cuando llegó al poder, a los 43 años, se propuso una profunda reorganización del ejército. Su prestigio como general victorioso lo facultaba para imponer las reformas que estimase oportunas.

Lo avalarán sus victorias en el Danubio y Persia, el mérito de haber llevado sus conquistas hasta donde nadie antes había llegado y quedaría en la historia como el emperador que alcanzó la máxima extensión del Imperio.

Su victoria contra los partos fue la primera en la historia desde los tiempos de Alejandro Magno, cinco siglos atrás.

Trajano empleará toda su experiencia y autoridad moral para poner orden en el ejército, restaurar el honor militar, imponer la disciplina y aumentar la eficacia de la maquinaria bélica. No en vano Plinio lo considera “el fundador y reformador de la disciplina militar”.

Mejoró las técnicas de combate del ejército con una combinación perfecta entre fuerzas navales y terrestres y no tuvo nunca que afrontar ningún levantamiento militar.

Alistó dos nuevas legiones, con lo que el Imperio llegó a contar con 30 bajo su reinado. Y desplazó dos legiones veteranas al Danubio, donde hacían falta tropas con experiencia.

Supo, igual que Adriano, que había que proteger la frontera. Creó fortificaciones nuevas y reforzó las antiguas en toda la línea del Rin y del Danubio, en Arabia, en Germania, Panonia, Mauritania, Numidia y Armenia.

Es cierto que Trajano pudo ser más militarista que Adriano, pero ambos compartían un mismo objetivo: la defensa de los límites del Imperio, entendido como un todo cultural y social opuesto al mundo bárbaro, situado más allá de las fronteras.

En Dacia y Persia, Trajano optó por la conquista de territorios que permitían neutralizar al enemigo y, a la vez, alcanzar límites geográficos más fáciles y menos costosos de defender.

Adriano, en cambio, vivirá en Persia el fracaso de la anexión y optará por la defensa estricta de las antiguas fronteras, aunque a costa de entregar algunas de las conquistas de Trajano.

Con Persia, Trajano primero pensará en la conquista y en la creación de provincias romanas como Mesopotamia. Luego, ante las dificultades surgidas, decidirá dejar en el trono de Persia a un rey vasallo. Es cierto que Trajano adoptó la estrategia de la anexión antes que la fortificación de las fronteras tradicionales, pensando que eso permitía mejor defensa.

Adriano, ilustrado por la experiencia en Persia, decidirá abandonar ciertos territorios conquistados para establecer una línea de protección más fácilmente defendible y menos costoso de mantener.

La estrategia de ambos emperadores hispanos es la misma, aunque la táctica sea diferente. Y, como consecuencia de esa diferencia, Adriano no será visto como un guerrero, sino como un césar viajero, enamorado de la cultura, reformador de las leyes y civilizador.

Reorganización del Estado y sus instituciones

Trajano acometerá una reforma de la Administración del Estado apoyándose en tres instituciones:

La primera es el Aula Caesaris, o Corte del César, un órgano consultivo de pocos miembros que pertenecen al ámbito más íntimo del emperador.

Lo componen sus familiares más directos: su esposa Plotina y su hermana Marciana, que son las dos mujeres más influyentes de la dinastía en las que siempre se apoyó.

Pertenece también Adriano al igual que algunos influyentísimos amigos íntimos del césar, como Licinio Sura, Urso Serviano, Annio Vero y Plinio entre otros.

Además de la Corte del César, hay una segunda institución que se encargará de preparar todas las iniciativas políticas y administrativas del Estado.

Es el Consejo de Gobierno, llamado Consilium Principis. Está compuesto por aquellos que ayudan al emperador en la preparación y ejecución de toda su actividad política y jurídica.

Sus integrantes son miembros de las clases dirigentes, équites y senadores.

Trajano se rodeará de hombres honestos y capaces, como harán también sus sucesores Adriano, Antonino Pío y Marco Aurelio, retomando esa ley no escrita de colaboración con el Senado.

En el caso de Trajano, los miembros de estas altas instituciones del Estado como el Consejo del Príncipe fueron altos funcionarios, generales del ejército, el prefecto del pretorio, amigos y familiares del césar, juristas eminentes, intelectuales y otras personas de confianza entre los que podían encontrarse también algunos libertos imperiales, aristócratas y secretarios de Estado.

En general, los emperadores de la dinastía hispana Antonina siempre procuraron evitar la corrupción y el abuso de poder.

Este órgano lo preside el césar, pero puede delegar su presidencia en un funcionario imperial, normalmente el prefecto del pretorio.

La tercera institución a la que llenó de contenido fue el Senado.

Darán entrada en la Curia, por primera vez, a las élites de otras provincias, no sólo de occidente, que comenzarán a ostentar con el paso de los años más poder e influencia política y cultural. Basta saber que Adriano era un enamorado de Grecia y que el propio Marco Aurelio escribió un libro “Meditaciones” en griego por ser la lengua de la filosofía y la cultura.

Además de helenos, también ingresaron en el Senado hombres de África. Y esa influencia se observará asimismo en el terreno de la cultura.

En la siguiente generación serán dos africanos los escritores más importantes: Floro, consejero y profesor de los emperadores Lucio Veo y Marco Aurelio, y Apuleyo, autor que puede considerarse inaugurador del género de la novela con su “Metamorfosis” o “El asno de oro”.

Estabilización económica y superávit del Estado

Trajano logró una muy saneada economía gracias a su éxito en la guerra contra Dacia y una acertada política financiera.

La victoria sobre Decébalo supuso la entrada de enormes capitales en oro y plata, además de la conquista de tierras para los veteranos y una gran cantidad de esclavos para el Imperio. Eso promovió un superávit y un esplendor económico que se acrecentó aún más gracias a la explotación de las ricas minas dacias, la puesta en valor de las antiguas situadas en otras zonas del Imperio y la solución de la crisis agrícola.

Se produjo una bonanza económica que ocasionó una gran inflación, que Trajano controló devaluando en el año 107 d. de C. un 5% la cantidad de oro y plata de las monedas.

Se mantuvieron o rebajaron los impuestos, pero se recaudó más dinero que antes. Aquello fue posible gracias a una completa reorganización del cobro de tributos, del que ya no se encargaban arrendadores privados, sino funcionarios del Estado, procuradores imperiales que estaban bajo el control directo de la Administración.

Por otra parte, el gobierno puso en funcionamiento toda su potencialidad productiva. Así, se explotaron adecuadamente los bienes que poseía el Estado: bosques, tierras, pastizales, minas, y se fortaleció el sistema de correos, la seguridad en los caminos, las vías terrestres y marítimas, y el abastecimiento de trigo.

El auge de la cultura

El advenimiento de la dinastía hispana Antonina promovió una prosperidad que se reflejó también en el mundo de la cultura, favorecida por ese ambiente de libertad del que gozaron los intelectuales, poetas, escritores y artistas.

Juvenal es el máximo representante de la sátira.

La sátira es un género muy crítico que necesita libertad de expresión para sobrevivir. Por eso Juvenal desarrollará su actividad literaria durante los reinados de Trajano y Adriano.

El reinado de Trajano verá nacer la obra más importante del historiador Suetonio, autor de las “Vidas de los doce césares”, además de biografías de hombres ilustres, oradores y poetas.

Este gran escritor encontró primero el patronazgo privado de Plinio el Joven y de Septimio Claro, gracias al cual obtuvo un cargo como responsable de las bibliotecas públicas bajo Trajano. Y con Adriano le nombraron secretario de los archivos y la correspondencia imperial.

Aunque escritores tan importantes como Juvenal, Suetonio, Tácito o Plinio el Joven se habían formado en la época anterior, será ahora cuando puedan componer su obra en libertad, y, por tanto, el legado intelectual que dejen a la posteridad será fruto de la política cultural que estimularon los emperadores hispanos Antoninos.

Precisamente el reinado de Trajano verá nacer también las obras del último gran historiador de Roma: Cornelio Tácito, que escribió sus “Annales” e “Historias”-

Tácito fue un senador influyente que llegó a ser cónsul. Su producción histórica es importantísima, pero además supone una fuente inagotable para conocer la política e ideología de los Antoninos.

De Nerva, el iniciador de la dinastía, dice que consiguió algo en principio impensable: “conciliar principado y libertad”. Este historiador tiene la habilidad de expresar en frases breves todo un mundo de significados. En cuatro palabras explica que, por primera vez, gobiernan emperadores liberales y no autoritarios, es decir, que el Imperio, entendido como monarquía, podía garantizar la libertad.

Tras la caída de la República se demostró que la estabilidad de Roma, al descansar sobre los césares, había sacrificado la libertad para asegurarse la seguridad y el orden. Ahora, con Nerva y con los Antoninos, encontraremos que se puede disfrutar de la seguridad y de la libertad a la vez, bajo el gobierno de emperadores que respetan al Senado, imbuidos de la filosofía estoica y de una ideología contraria al despotismo y, por tanto, aliada de la justicia y la equidad.

Plinio el Joven es uno de los máximos representantes de la intelectualidad y la política en época de Trajano.

A ambos lados de la columna de Trajano, en Roma, se construyeron dos enormes bibliotecas, una para textos en latín, otra para textos en griego.

Esto demuestra otra característica esencial de su reinado: la integración de Oriente y Occidente, también en sus lenguas, latin y griego, que pasaron a ser las dos lenguas oficiales del Imperio.

Aquel esfuerzo suponía la plasmación de la integración y el bilingüismo en plena armonía a lo largo de todo el Imperio: un homenaje a Grecia, la cuna de nuestra civilización y cultura.

Trajano fue el primer emperador que visitó Atenas desde Augusto. Precisamente allí recibió a los embajadores del gran Rey persa. Con este gesto, dignificó la ciudad y le reservó una función destacada en las relaciones entre Oriente y Occidente.

La potencia de la cultura volvió a desplazarse al mundo helénico y ayudó a formar un movimiento intelectual que se conoce como la “Segunda Sofística”, en honor a aquella primera de la Grecia clásica que vio nacer a los grandes filósofos, como Sócrates, Platón o Aristóteles.

Los más potentes intelectuales del siglo II vendrán de allí y en griego escribirán Plutarco, Epicteto, Dión Casio, Díón de Prusa, Herodes Ático, Elio Arístides o Filóstrato; también grandes romanos lo harán.

Su política en Oriente ayudó a unir la parte este y oeste del Imperio en un todo cohesionado.

La prosperidad de aquellas ciudades de Grecia y la creación de infraestructuras, como puentes y calzadas, contribuyeron a mejorar sensiblemente el nivel de vida de sus ciudadanos y convirtieron aquella rica región, dormida hasta aquel momento, en una de las vanguardias del Imperio romano.

En el año 100, construyó en Atenas la biblioteca de Panteno, en plena vía Panatenaica, en el camino que lleva a la Acrópolis. Debe su nombre al mecenas que la costeó, el famoso estoico Flavio Panteno.

Las grandes fortunas de cada una de las provincias se vieron animadas a realizar una política de mecenazgo y evergetismo que culmina en la mejora urbanística de las ciudades.

Este filohelenismo, característico de la dinastía, llegará a su culmen con Adriano y Marco Aurelio, pero ya existía desde medio siglo atrás.

La dinastía hispana Antonina fomentó el helenismo desde el conocimiento exacto de su lengua y literatura, como una más de sus políticas culturales, económicas y sociales, porque el cosmopolitismo de aquel Imperio, su vocación universal y ecuménica, pasaba por una verdadera incorporación de todas las fuerzas intelectuales, más aún la griega, base de la cultura de Roma y de nuestra cultura actual.

Trajano supo imprimir a su reinado características que eran habituales en su persona: la inteligencia, la sencillez, el espíritu de concordia y colaboración.

Era un militar eficaz y experimentado, pero también un hombre preocupado por la cultura, la filosofía, la literatura, la arquitectura y el urbanismo.

Obras pública y urbanismo

A través de una política de construcción y mejora de las obras públicas, quiso atender desde el principio a las necesidades de la ciudadanía. Alivió algunas cargas e impuestos que caían sobre ella.

Renunció a cobrar algunos tributos, como el aurum coronarium, en honor de su coronación, o la vicesima hereditatum, un impuesto por derechos de sucesión.

Resolvió el problema del abastecimiento de trigo en Roma, construyendo nuevos almacenes y graneros, mejorando la navegación sobre el Tiber y su tráfico fluvial, ampliando el puerto de Ostia y favoreciendo el trabajo de aprovisionadores y transportistas (congiaria y frumentationes).

Con esto resolvió el pan, pero no olvidó el circo: celebró unos juegos espectaculares para festejar la victoria sobre Dacia que duraron 123 días y en los que combatieron 10.000 gladiadores y 11.000 fieras.

Las obras públicas que promovió se extendieron, no sólo por Roma o Italia, sino por todas las provincias del Imperio, aunque la más conocida es, sin duda, la del “Foro de Trajano” en Roma, construido según el diseño de Apolodoro de Damasco.

Es el último de estos grandes espacios públicos y también el mayor y más soberbio.

En el centro del foro colocó la monumental “columna trajana”, que muestra en relieve cada episodio de las Guerras Dácicas. A un lado y otro había dos bibliotecas; una de textos latinos y, otra, enfrente, de libros en griego. Subiendo las distintas plantas de uno y otro edificio, los romanos podían ver grabados, como si fuese una película o un álbum de fotos cinceladas en piedra, los 150 episodios de las Guerras Dácicas en espiral, con más de 2.500 figuras en relieve a uno y otro lado, de gran calidad técnica y artística, hasta alcanzar los 46 metros de altura.

En su extremo elevado al cielo lucía una estatua en bronce dorado del propio Trajano.

La columna no es solo una maravilla de arte, se trata también de una especie de película grabada en mármol que cuenta en imágenes las dos guerras que afrontó en Dacia.

Aquel Foro majestuoso será luego embellecido aún más por Adriano, que levantó allí el templo de Trajano y Plotina.

En la base de esa columna, en una urna de oro descansarán, cuando muera, sus cenizas.

Será el único césar enterrado dentro de las murallas de Roma, excelso honor a quien fue su mejor emperador.

En el ámbito urbanístico, Trajano también demuestra su ideología y su concepción de gobierno.

Devuelve el complejo de la “Domus aurea” (casa de oro) de Nerón al pueblo de Roma para dejar en evidencia la extravagancia de aquel tirano frente a sus intenciones como emperador estoico e ilustrado.

Nerón había aprovechado, muchos dicen que incluso promovido, el incendio de Roma en el año 64 para construir un complejo palaciego descomunal que englobaba las colinas del Palatino, el Opio y el Celio, incluido un enorme valle central con un lago artificial en lo que más que un palacio parecía una ciudad.

Trajano, con ayuda del genial arquitecto Apolodoro de Damasco, levantó unas enormes termas sobre la zona residencial de la “Domus aurea”. Ocupaban más de 300 metros de lado y constituían una obra de ingeniería impresionante que sería modelo para las posteriores termas de Caracalla y Diocleciano.

Además de estas magníficas termas, Trajano construyó un odeón (sala de conciertos), una naumaquia (lugar para batallas navales), teatros y templos.

Quiso también cubrir las necesidades materiales de los ciudadanos de Roma, levantando un gran complejo comercial llamado el “Mercado de Trajano” y un potente acueducto conocido como Aqua Traiana, que traía el agua a lo largo de 48 kilómetros.

Bajo el Mercado y las Termas quedó enterrada la mansión de Nerón, rellena de escombros para que sirviera de cimentación a la nueva construcción.

En toda Italia se mejoró la red viaria y portuaria: calzadas como la Via traiana entre Benevento y Brindisi o nuevos puertos en Civitavecchia, Terracina y Ancona.

El césar fundó por todo el Imperio nuevas colonias, restauró caminos, puentes y calzadas, sufragó los gastos de reconstrucción de ciudades asoladas por terremotos y otros desastres naturales.

Las “urbes” del Imperio se embellecieron con la construcción de nuevos templos, bibliotecas públicas, teatros, anfiteatros, acueductos, puentes y calzadas.

En Hispania se reparó todo el trazado de la “Vía de la plata”, se amplió el acueducto de los Milagros en Mérida, en el centro de cuya ciudad se construyó el “Arco de Trajano”.

También se fomentó la iniciativa privada y el mecenazgo por todo el imperio.

En Tarragona, por ejemplo, Licinio Sura pagó el “Arco de Bará”. El emperador restauró la calzada que unía Astorga y Mérida a través de Salamanca, reparó el puente sobre el río Tormes, levantó el anfiteatro de Tarragona, el acueducto de Segovia y el Puente de Alcántara (sobre el río Tajo en la provincia de Cáceres).

Estas dos últimas construcciones se mantienen aún hoy día en perfectas condiciones.

El acueducto de Segovia es uno de los más famosos del Imperio romano.

El Puente de Alcántara es uno de los muchos que se construyeron o restauraron en tiempos de Trajano.

Se trazó una vía secundaria para cruzar el Tajo entre Cáceres y Portugal. Tiene 71 metros de altura desde el lecho del río hasta el famoso remate del arco alzado sobre la vía del puente. Con casi 200 metros de longitud total, es uno de los más impresionantes que se conservan hoy día.

La administración del Estado y la justicia

Durante el siglo II adquieren fuerza de ley los senatus consulta o senado-consultos que son decisiones votadas y aprobadas por el Senado en sesión pública.

Desde entonces no serán simples consejos que se dan a los magistrados que consultan a la Curia sobre cuestiones legales o de gobierno, sino que alcanzarán el rango de preceptos jurídicos, es decir, tendrán fuerza de ley.

Los miembros de esta dinastía se rodearon de verdaderos expertos en esta materia.

Sabemos que después el propio Adriano encomendará al jurista Juliano que recopile los edictos anuales de los pretores para agruparlos todos en un único corpus jurídico que se llamó “Edicto perpetuo adrianeo”.

Desgraciadamente, no se conserva el documento, pero llegó a ser una especie de “constitución imperial”, que se convertirá en fuente de primer orden para toda la legislación posterior.

En el mundo de la judicatura, tiene una gran importancia el crecimiento y sistematización que se produjo en época de Adriano de los rescriptos. Estos son una respuesta escrita a una pregunta previa que solicita una aclaración o delimitación de leyes de carácter general.

En época de esta dinastía hispana serán los principales expertos en cuestiones jurídicas los que se encarguen de la preparación y emisión de los “rescriptos”.

Aquellos juristas prestigiosos desempeñarán también cargos relevantes en la cancillería imperial o en el Consejo del Príncipe, muchos de ellos como prefectos de pretorio, que era el segundo puesto en la jerarquía imperial.

Trajano eligió como colaboradores a los hombres más capaces.

Un ejemplo puede ser el propio Neracio Prisco, persona de máxima confianza, a quien confió diferentes labores militares y el gobierno de varias provincias.

A Julio Celso lo nombró pretor durante la Segunda Guerra Dácica.

Ambos son dos de los más prestigiosos juristas de la época: lideraban cada una de las dos principales tradiciones de interpretación del Derecho Romano surgidas desde tiempos de Augusto.

Los emperadores hispanos se esforzaron por que todas las leyes estuvieran imbuidas de un espíritu humanista, que buscaba en todo momento criterios de justicia y equidad.

En ningún otro momento del Imperio se hizo un esfuerzo ni siquiera parecido en lo que a las ciencias jurídicas se refiere.

Toda la dinastía se esforzó en crear leyes claras, justas, humanas que hicieran realidad su ideología de gobierno: garantizar la paz, la justicia, la equidad y la libertad de sus conciudadanos.

La política social y el estado del bienestar

Trajano representa la concordia entre los diferentes estamentos de la sociedad romana.

Supo resolver los problemas de los senadores y también los de la plebe, a la que asistió mediante medidas protectoras que eran vitales para su supervivencia en un contexto de crisis como el heredado de los tiempos de Domiciano.

Puso en marcha abundantes distribuciones gratuitas de trigo y también una institución que puede ser el germen de lo que hoy conocemos como el moderno estado de bienestar: los “alimenta”, fundaciones públicas destinadas a paliar la pobreza infantil y alimentar a los niños pobres de Italia, y su diseño se trasladó a todas las ciudades del Imperio.

Con este tipo de medidas no sólo se atendía a las necesidades de la población, sino que se pretendía levantar la natalidad y la demografía.

Fue Nerva quien diseñó los “alimenta” pensada como obra de beneficencia pública y a la vez como línea de crédito para estimular la productividad.

Estos préstamos estatales se otorgaban a los propietarios de fincas rústicas italianas a un interés mucho menor que el que se hacía entre particulares, cuyo máximo estaba regulado en un 12% al año.

Normalmente el que ofrecía el Estado para este tipo de instituciones fluctuaba en torno al 6% anual, e incluso menos.

Los réditos generados a partir de estos préstamos se destinaban íntegramente a la manutención de niños y niñas pobres, hasta probablemente los dieciocho y catorce años, respectivamente.

Este tipo de iniciativas muestra la predisposición de estos gobernantes a la hora de atender los problemas reales de la ciudadanía, ayudando tanto a los empresarios que se beneficiaban de un interés muy favorable, como a los pobres y huérfanos, que encontraban medios de subsistencia.

Estas políticas sociales comenzarán con Nerva y Trajano y tendrán continuidad en todos los emperadores de la dinastía. Antonino Pío y Marco Aurelio serán quienes más se destaquen en su implementación y perfeccionamiento.

La administración y control de esta institución dependía del cuerpo de funcionarios del Estado.

La institución alimentaria pervivió durante todo el siglo II bajo los Antoninos.

En época de Antonino Pío se crea además la Institución Alimentaria de las “Niñas Faustinas”, en honor a su mujer, Faustina la Mayor. Esta fundación se dedicaba a la asistencia social de las niñas pobres.

Marco Aurelio también siguió el ejemplo con otra fundación del mismo carácter denominada “Nuevas Niñas Faustinianas”, en honor a su hija Lucila y a su esposa Faustina la Menor.

Tras los Antoninos, llegará el absolutismo de los Severos y la crisis militar, económica y política del siglo III.

La guerra en Persia

Persia fue siempre el gran imperio rival de Roma.

Los persas eran herederos de la antigua Mesopotamia y su imperio tenía fuerza y capacidad suficientes para invadir territorio romano en Oriente.

En tiempos de Nerva hubo un conflicto militar con el Imperio parto. Gracias a una política doble de intimidación y diplomacia, los romanos pudieron evitar una guerra de consecuencias devastadoras.

Salvaron sus intereses en la zona y obtuvieron el control sobre el reino de Armenia, que les servía de primera línea de defensa ante una posible invasión persa.

El primer emperador hispano sabía que la supervivencia del Imperio dependía de resolver los posibles ataques simultáneos en Europa y Asia.

Trajano pensaba que la mejor estrategia consistía en fijar fronteras firmes y seguras. Con ese fin había derrotado definitivamente a los dacios. Pero sabía que debía afrontar también el peligro del este, el que provenía del Imperio parto.

Roma había intervenido en la región hacía treinta años y había conseguido que el reino de Armenia se convirtiese en un protectorado romano. Ese hecho impedía un fácil ataque contra Roma.

Los persas siempre habían querido dominar Armenia y ambos imperios, el romano y el persa se sabían rivales.

En este caso será el rey de los partos, Cosroes, quien le dé a Trajano la excusa perfecta para iniciar la guerra. El soberano decide atacar por su cuenta al rey de Armenia y lo destrona.

Trajano declaró inmediatamente la guerra a Cosroes. Con las espaldas cubiertas tras la conquista de Dacia, hacía tiempo que deseaba solucionar definitivamente el problema persa. Aquel era un conflicto antiguo y lleno de fracasos. Allí había muerto Craso, el triunviro, en el año 63 a. de C.; dicen que Julio César quiso emprender una campaña contra aquel enemigo, pero su asesinato en el Senado lo impidió; Marco Antonio había fracasado en el año 36 a. de C. Octavio Augusto tampoco había podido solucionar la amenaza que suponía aquel imperio de Oriente.

Desde el punto de vista de su seguridad, Roma necesita fijar definitivamente su frontera con Persia.

Trajano sabía que, desde el punto de vista militar, debía conjurar dos amenazas muy serias. La primera Dacia, que ya había resuelto en la anterior guerra; la segunda, Persia, que ahora se disponía a acometer.

Lo explica con claridad el historiador Amiano Marcelino cuando dice que el emperador hispano “había jurado cruzar el Danubio y el Éufrates”, los ríos que hacen frontera con Dacia y Persia, respectivamente.

El primer motivo que lleva a Trajano a combatir a los persas es la autodefensa. El segundo es puramente económico. Roma quiere controlar el comercio que ha establecido con el Medio y Lejano Oriente.

Desde muy antiguo había rutas caravaneras que llevaban los productos desde India y China hasta Egipto y Siria. Roma necesitaba que estas rutas fueran seguras para garantizar así el comercio con aquellas tierras.

Este fue el motivo de que en el año 106 d. de C., justo después de la victoria sobre Dacia, Trajano ordenase a Cornelio Palma, legado de Siria, que ocupara el reino nabateo y fundase una nueva provincia que se llamaría “Arabia” y cuya capital sería la famosa ciudad de Petra.

Se construyó entonces una importante calzada que iba desde Damasco a Eilat, en el golfo de Áqaba, pasando precisamente por la ciudad de Petra. Aquel camino permitía tanto el paso de caravanas como el rápido traslado de tropas por detrás de la zona fronteriza con Persia.

Se construyó también una línea fortificada, un “limes”, adaptado a las condiciones del terreno y al propio desierto. Eilat separa las penínsulas del Sinaí y Arábiga. Allí establecieron los romanos una flota, con acceso al mar Rojo, cuyo cometido no era sólo militar, sino que también buscaba comerciar con la India.

El emperador hispano se pone en movimiento para volver a controlar Armenia, pero no piensa detenerse ahí: su verdadero objetivo es atacar y vencer definitivamente a los persas.

Sale de Roma en octubre del año 113, y al llegar a Atenas, tiene que acudir allí a una entrevista con los emisarios del rey Cosroes, pero no los escucha.

En el año 114 llega a la Antioquía romana, capital de Siria, donde ya casi todo está preparado para la gran ofensiva. Esa misma primavera conquista Armenia con sorpresiva rapidez. Esto le coloca en una posición de ventaja para invadir a los partos.

Las tropas romanas descienden por el curso de los ríos Tigris y Éufrates y continúan su avance por el norte de Mesopotamia, que es conquistada completamente.

Trajano ha penetrado directamente en territorio persa, un país compuesto por varios principados que funcionan con cierto grado de independencia, aunque sometidos al gran Rey.

En menos de diez meses el ejército romano, combinando inteligentemente la diplomacia y la fuerza, había conseguido conquistar Armenia y Mesopotamia.

Durante el año 115 se dedica a consolidar la situación.

Excepto la conquista de Dura Europos, lo que hacen los romanos es fortalecer la orilla izquierda del Tigris, crear la provincia de “Mesopotamia” entre los ríos Tigris y Éufrates y establecer una alianza con el reino de Osroene, que conservará su independencia como reino cliente de Roma.

Trajano, que ahora controla los ríos de la antigua Mesopotamia, construye durante el invierno una impresionante escuadra fluvial destinada a la conquista definitiva de Persia.

Decide descansar mientras tanto en Antioquía, donde le sorprende un violento terremoto en el que queda destruida la mayor parte de la ciudad. Pero Trajano salió vivo del desastre, apenas con heridas leves.

Ante la adversidad, destinó sus recursos y suministros de guerra para ayudar a la ciudad y sus habitantes.

En mayo de 116 Trajano ya avanzaba en dos columnas simultáneas hacia Ctesifonte, la capital de los partos. La primera seguía el curso del río apoyada en su potente flota; la segunda transitaba el camino que 500 años atrás había emprendido el propio Alejandro Magno en su conquista de Persia. Ambas rutas confluían en la capital, el corazón del Imperio persa, su principal objetivo.

En su avance, el emperador somete Asiria y sigue marchando por el valle del Tigris hacia las grandes ciudades de Babilonia y Seleucia.

El enemigo se ve sorprendido al ver avanzar a los romanos dentro de su país. Saben que están en clara inferioridad y no son rival para las legiones. En estas circunstancias, los ejércitos partos, si quieren evitar una derrota segura, deben ceder terreno y retirarse. Así lo hacen.

Y esta huida es vista por los partos como falta de valor y, cuanto más avanza Trajano por aquellas tierras, más prestigio va perdiendo el rey Cosroes entre sus propios soldados.

Entre los partos se producen conflictos civiles que el emperador hispano aprovecha para avanzar con más resolución aún hasta conquistar las grandes ciudades y acercarse peligrosamente a la propia capital de Persia.

Las ciudades persas de origen griego o las fundadas por Alejandro Magno tienen noticia de que Trajano es admirador de todo lo helénico: es un césar enamorado de Grecia, de su lengua y su filosofía. Le abren las puertas de sus murallas en cuanto se les promete protección. El avance romano hacia Ctesifonte, la capital del reino, es imparable. La ciudad sucumbe y es conquistada en julio de ese mismo año.

El rey Cosroes consiguió huir y se refugió en la meseta irania, mientras los romanos llegaban hasta el golfo Pérsico.

Llegado ya el invierno, decidió pasarlo en la también conquistada ciudad de Babilonia.

Cuentan que se hospedó en el mismo palacio en que murió Alejandro Magno.

En estos años ha logrado crear tres nuevas provincias: Armenia, Asiria y Mesopotamia, pero tanto él como Adriano se darán cuenta entonces de que la anexión de Persia va a ser imposible.

Las ciudades persas de población griega y macedónica que antes habían abierto las puertas al conquistador romano, ahora se sublevan por los impuestos.

Los nobles partos se conjuran y se alían para atacar por su cuenta, aunque su rey haya sido vencido.

Todo esto podría estar más o menos previsto, pero lo que trastoca absolutamente los planes de invasión es la violenta explosión de una revuelta judía que se produce a sus espaldas.

Es verano de 116; la guerra ha estallado primero entre las comunidades hebreas de Mesopotamia, pero no parará ahí.

Inmediatamente se sumaron sus correligionarios de Egipto, Cirenaica y Chipre.

Sólo en Egipto, y a duras penas, los romanos pudieron resistir. En el resto de las provincias triunfó la rebelión.

Es cierto que los persas habían incitado a los judíos a rebelarse, pero había otro motivo más poderoso: los hebreos mantenían vivo un odio implacable contra Roma por la destrucción, años atrás, del templo de Jerusalén.

Los nobles partos aprovecharon las revueltas de los judíos para lanzar una contraofensiva.

A pesar de las dificultades, Trajano volvió a la lucha y reprimió la contraofensiva con dureza.

Su legado Lusio Quieto tomó Nísibis. Las ciudades insurgentes fueron nuevamente conquistadas. Edesa y Seleucia fueron incendiadas. La propia Dura Europos sufrió el saqueo de las tropas romanas.

Trajano necesita aplastar la rebelión judía que ha surgido a sus espaldas.

Por ello se sirve del éxito militar, pero también de la diplomacia, para pactar, como sea posible, una paz con los partos que le permita restablecer la situación en el resto del Imperio.

Se ve obligado a firmar un acuerdo por el que se compromete a no anexionar Persia, sino a darle un rey vasallo.

La opción más acertada es la que toma y secundará después su sucesor Adriano: intentar crear un Estado cliente, aliado de Roma.

Trajano colocó en el trono de Persia a un hijo rebelde de Cosroes llamado Partamaspates.

Y en la parte occidental había coronado también a un tal Vologases como rey de Armenia.

Aquellos serán dos reyes vasallos fieles a Roma, pero el rey Cosroes permanecía vivo en Irán; y, en el futuro, los monarcas que ahora pone Roma los podría quitar después el persa, si resurge la guerra y la situación le es favorable.

Los judíos se habían levantado en diferentes partes del Imperio de forma coordinada.

El emperador hispano desplazó a sus mejores generales a las tierras sublevadas: Lusio Quieto fue enviado a Palestina y Marcio Turbón a Egipto.

Pero Trajano había comenzado a sentirse mal en primavera del 117, agotado por la edad y el tremendo esfuerzo realizado durante aquellos continuos años de guerra.

Dejó el mando supremo a su sobrino Adriano, a quien había otorgado el gobierno de Siria y la comandancia de los ejércitos desplazados en Oriente.

Su intención era regresar a Roma, pero no lo conseguirá.

Se sintió peor durante el viaje y tuvo que desembarcar en Selinunte, en Cilicia, donde murió el 8 de agosto del año 117 como consecuencia de una hemorragia cerebral.

Adriano permanecerá en Oriente hasta que se calme la situación. En Antioquía se despedirá de Plotina y Matidia, que embarcan rumbo a Roma para llevar las cenizas del emperador en una urna de oro y sepultarlas bajo la columna trajana, aquella portentosa obra de arte que simbolizaba sus éxitos militares y su tremenda valía como “optimus prínceps”.

Trajano, el primer césar nacido en Hispania, será también el primero que muera fuera de Italia en una campaña militar y es el único emperador romano a quien el Senado honró permitiendo que fuera sepultado dentro de los límites de la Ciudad Eterna.

La muerte le sorprendió sin que hubiera dado tiempo a proclamar con toda claridad el deseo de que Adriano fuera su sucesor.

Las fuentes cuentan que, en su lecho de muerte, expresó su intención de que le sucediera Adriano, pero sus enemigos negarán la validez de tal acto.

Iniciarán una campaña de desprestigio diciendo que nadie lo había nombrado sucesor, sino que aquella adopción había sido una maniobra de la esposa de Trajano, enamorada de Adriano, que quiso investirlo de un poder que no le correspondía.

Algunos senadores en Roma pondrán en duda su derecho al trono, añadiendo una crisis más, la sucesoria, que se suma a la guerra en Persia y a la rebelión de los judíos.

Plotina es la que va a resolver la crisis sucesoria.

Sabe que su sobrino, a quien ha criado como a un hijo en su propia casa, es el llamado a sustituir a su esposo.

Ella fue quien solucionó magistralmente la crisis y garantizó la sucesión.

Cuentan los historiadores que, para hacerlo, escenificó, ya con su marido muerto, una adopción de Adriano por parte de un Trajano moribundo.

(“Emperadores de Hispania: Trajano. Adriano. Marco Aurelio y Teodosio en la forja del Imperio romano. Alberto Monterroso. Edit. La esfera de los libros.)

Segovia, 15 de mayo del 2022

Juan Barquilla Cadenas.