MITOLOGÍA: ENEAS
Eneas es un héroe troyano.
Hijo de Anquises y de Venus (Afrodita).
Venus, cuando Anquises estaba apacentando su ganado en el monte Ida, se le acercó presentándose como la hija del rey de Frigia, y de este modo se unió a él.
Más tarde le reveló quién era y le anunció que le daría un hijo, pero le recomendó que no dijera a nadie que el niño era hijo de una diosa, pues si Zeus se enteraba, fulminaría al pequeño.
Pero un día Anquises, en una fiesta en que había bebido demasiado vino, se jactó de sus amores y Zeus le castigó por ello volviéndole cojo de un rayo, o según otros, ciego.
En su tierna infancia, Eneas fue criado en la montaña, y, a los cinco años, su padre lo llevó a la ciudad y lo confió a su cuñado Alcátoo, esposo de su hermana Hipodamía, para que se encargase de su educación.
Eneas aparece como el más valeroso de los troyanos después de Héctor.
No pertenece a la casa reinante, pero ciertas predicciones se asocian a su nacimiento y le auguran el poder.
En efecto, al revelar Venus a Anquises quién era la que acababa de unirse amorosamente a él, le dijo: “Tendrás un hijo que reinará sobre los troyanos, y otros hijos nacerán de este hijo, y así sucesivamente para toda la eternidad”.
El primer encuentro entre Eneas y Aquiles, en la guerra de Troya, se dio en el monte Ida, durante las incursiones de pillaje efectuadas por Aquiles contra los rebaños de Eneas. Éste trató inútilmente de oponerse al héroe (Aquiles) y hubo de refugiarse en Lirneso, donde fue salvado gracias a la protección de Zeus cuando Aquiles se apoderó de la ciudad.
Eneas interviene repetidas veces en los combates que se libran en torno a Troya;
Una primera vez es herido por el griego Diomedes. Venus trata de salvarlo pero también ella es herida. Entonces Apolo arrastra a Eneas lejos del campo de batalla, envolviéndolo en una nube, pero Eneas vuelve pronto al combate e inmola a Cretón y a Orsíloco.
Asimismo se distingue en el ataque al campamento aqueo (griego), donde se enfrenta a Idomeneo, aunque sin resultado.
Luego hace una gran matanza entre los griegos.
Se halla al lado de Héctor cuando éste pone en fuga a los griegos; combate en torno al cadáver de Patroclo y lucha con Aquiles.
Como sea que, de todos los griegos sólo Aquiles podría matarlo, Poseidón le sustrae a tiempo a su enemigo, cubriéndolo con una nube. Esta vez Poseidón recuerda la profecía de Afrodita de que un día Eneas ha de reinar en Troya y que sus hijos y los hijos de sus hijos mantendrán para siempre esta supremacía.
Así pues, desde las narraciones homéricas Eneas aparece como un héroe protegido por los dioses – a los cuales obedece respetuoso – y marcado para un glorioso destino: en él descansa la suerte futura de la raza troyana.
Virgilio en su “Eneida” volverá a utilizar todos estos elementos, y los interpretará dentro del marco de la leyenda romana.
Los poetas posteriores a Homero presentaban a Eneas participando en los últimos combates en torno a la ciudad y asumiendo en la defensa de Troya el papel del desaparecido Héctor, pero su importancia crece todavía más después de la caída de la fortaleza.
Comprendiendo, ante el prodigio que costó la vida a Laoconte y a sus hijos, que se acercaba el fin de la ciudad (Troya), siguió el consejo de su padre y las indicaciones de Afrodita (Venus), y se dirigió a la montaña junto con Anquises, su hijo Ascanio, todavía niño, y su esposa Creusa.
Laoconte era el sacerdote de Apolo Timbreo, en Troya.
Laoconte se atrajo la cólera del dios al unirse con su mujer ante la estatua consagrada (del dios Apolo), lo cual constituía un sacrilegio.
Cuando los griegos desembarcaron en Troya, los troyanos habían lapidado al sacerdote de Poseidón con el pretexto de que no había sabido obtener, mediante sacrificios, la protección de ese dios, ni tampoco impedir la llegada de la flota enemiga.
En el momento en que los griegos simularon el reembarque dejando un caballo de madera en la playa, los troyanos encargaron a Laoconte que ofreciera un sacrificio a Poseidón con el ruego de que acumulase tempestades en la ruta de las naves enemigas a su regreso a Grecia.
Pero cuando el sacerdote se disponía a inmolar al dios un toro gigantesco, dos enormes serpientes salieron del mar y se enroscaron en sus dos hijos que le ayudaban en el sacrificio. Laoconte corrió en su ayuda, pero los tres perecieron ahogados por los monstruos, los cuales fueron luego a enroscarse al pie de la estatua de Atenea, en el templo de la ciudadela.
Ante este prodigio, los troyanos recordaron que Laoconte se había opuesto a que se introdujese en la ciudad el caballo de madera abandonado por los griegos. Había aconsejado quemarlo e incluso había disparado contra él una jabalina, que, al hacer resonar el vientre de la estatua, había revelado que era hueca.
Creyeron que la muerte de Laoconte y sus dos hijos era un castigo por este acto sacrílego – cuando, en realidad, aunque ellos no podían saberlo, Apolo vengaba otro sacrilegio: la profanación de su templo.
A partir de este prodigio de las serpientes, ya no se dudó en consagrar el caballo (de madera) a la divinidad, y ello originó la ruina de Troya.
Una versión más novelesca de la leyenda contaba que Eneas había sido sorprendido en la ciudad por el ataque de los griegos, después de introducir éstos el “caballo de madera” en la ciudad, y en este caso habría huido en medio de las llamas llevando a cuestas a su padre Anquises y de la mano a su hijo Ascanio, y cargado además con los dioses más sagrados de Troya, los Penates, así como el Paladio (estatua de madera de Palas Atenea). Su esposa Creusa murió allí, al separarse del grupo de troyanos que huían.
De este modo se habría retirado al monte Ida, donde, reuniendo a todos los habitantes dispersos, supervivientes de la matanza realizada por los griegos, habría fundado una nueva ciudad sobre la que habría reinado, justificando el vaticinio de Afrodita, la cual, se decía, que había provocado la guerra de Troya con el solo objeto de arrebatar la realeza a Príamo y darla a su propia raza.
Pero la leyenda más difundida – leyenda a la que se refiere el poema de Virgilio – es la del relato de los viajes de Eneas.
Tras permanecer un breve período de tiempo en el Ida, el héroe habría partido con rumbo a “Hesperia”, o sea, a los países del Mediterráneo occidental.
Las etapas de su viaje son las siguientes:
Se encuentra en Tracia y en Macedonia después de una escala en Samotracia; luego en Creta y Delos, Citera y después en Laconia y Arcadia; de allí pasa a Léucade y Zacinto, remontando las costas del Epiro, desembarcando en Butrotis, donde encuentra a Heleno y Andrómaca.
Finalmente, llega a Italia meridional, donde choca con las numerosas colonias griegas establecidas en el país. Decide entonces dar la vuelta a la isla de Sicilia evitando el estrecho de Mesina – donde se hallan los monstruos de Escila y Caribdis – y hace escala en Drepano, donde muere su padre Anquises.
Cuando se hace de nuevo a la mar, una tempestad lo arroja a las costas cartaginesas.
Virgilio en la “Eneida”, libro IV, nos cuenta la historia de Dido y Eneas.
El rey de Tiro tenía dos hijos, Pigmalión y Elisa (Dido).
Al morir legó el reino a sus hijos, y el pueblo reconoció como rey a Pigmalión, pese a que todavía era un niño.
Elisa (Dido) se casó con su tío Sicarbas, sacerdote de Heracles, y el segundo personaje del Estado después del rey.
Pero Pigmalión hizo asesinar a Sicarbas para apoderarse de sus tesoros, pues era muy rico, pero no lo logró, pues Dido horrorizada por el crimen, decidió huir.
Cargo en secreto los tesoros de su esposo Sicarbas en varios barcos y escapó, acompañada de nobles tirios descontentos con el rey Pigmalión.
Luego desembarcaron en África, donde fueron bien recibidos por los indígenas.
Éstos permitieron a Dido, que les pedía una porción de tierra donde establecerse, que tomase la extensión “que puede abarcar una piel de buey”.
Dido recortó una piel de vaca en tiras delgadísimas, y obtuvo de este modo un largo cordón, con el que rodeó un territorio bastante extenso.
Los indígenas, ligados por su promesa, le concedieron la tierra así delimitada.
Y después que las aportaciones de nuevos colonos llegados de la metrópoli (Tiro) hubieron dado nueva fuerza a la ciudad, Yarbas, el rey indígena de un pueblo vecino, quiso casarse con Dido y la amenazó con declararle la guerra si rehusaba.
Dido, impotente para negarse, pero horrorizada ante esta nueva unión, pidió un plazo de tres meses con el pretexto de calmar, mediante sacrificios, el alma de su primer marido.
Expirado este plazo, subió a una pira y se suicidó.
Sobre este tema Virgilio construyó la novela de Eneas y Dido.
Eneas y sus compañeros, arrojados a las costas africanas por una tempestad, son acogidos por los habitantes de Cartago, que todavía entonces están construyendo la ciudad.
En el curso de un banquete celebrado en su honor, Eneas narra sus aventuras y la caída de Troya.
Después, mientras sus compañeros reparan las naves, él se acoge a la hospitalidad de la reina Dido, que, poco a poco, va enamorándose de él.
Al fin en una cacería, cuando una tormenta los ha reunido en busca de cobijo en una misma gruta, ella se convierte en su amante por voluntad de Venus y a instigación de Juno.
Mas pronto el rey Yarbas, informado de la aventura e indignado al verse preferido por un extranjero, pide a Júpiter (Zeus) que aleje a Eneas.
Y Júpiter, que conoce los “destinos”, y sabe que Roma ha de nacer lejos de las riberas africanas, da orden a Eneas de partir y rompe esta unión pasajera.
Eneas se va sin volver a ver a la reina. Ésta, al saberse abandonada, levanta una gran pira y se quita la vida arrojándose a las llamas.
En Virgilio, Dido había estado ya casada, como en la forma anterior de la leyenda, pero el nombre de su primer marido es Siqueo. Aparece, además, su hermana Anna, que quizás no había sido mencionada anteriormente.
Eneas, de allí, obedeciendo la orden de los dioses, que no quieren dejar que se establezca en paz en la ciudad (Cartago) llamada a ser la rival de Roma, reanuda el viaje y desembarca en Cumas. En esta localidad Virgilio sitúa la visita a la Sibila y el descenso a los infierno.
Pronto se aleja Eneas de Cumas y avanza, bordeando las costas de Italia, hacia el noroeste. Se detiene en Cayeta (Gaeta) para rendir los últimos honores a su nodriza. Evita cuidadosamente detenerse en la isla de Circe y alcanza la desembocadura del Tiber, donde lo aguardan los combates contra los rútulos.
En la “Eneida”, Virgilio nos presenta a Eneas bien recibido por el rey Latino (rey de los Aborígenes – el pueblo más antiguo de Italia – y el héroe epónimo de los latinos.
A Latino los adivinos han aconsejado que otorgue la mano de su hija a un héroe extranjero.
Cuando los emisarios de Eneas llegan a su capital, el rey comprende que el oráculo debe cumplirse, y, espontáneamente, ofrece al forastero la mano de su hija Lavinia. Pero antes de que pueda concertarse solemnemente la alianza entre Latino y los troyanos, se produce un accidente. En el curso de una cacería, Ascanio, hijo de Eneas, mata a un ciervo domesticado, lo cual origina un combate entre los troyanos que acompañan al joven y unos pastores aborígenes, indignados por esta muerte.
Amata, la esposa de Latino, que deseaba la mano de Lavinia para Turno, rey de los rútulos, y el propio Turno, incitan a Latino a declarar la guerra a los troyanos; pero éste se niega y se recluye en el fondo de su palacio, mientras Juno en persona (enemiga de los troyanos) abre las puertas del templo de Jano que, en Roma, permanecía cerrado en tiempos de paz y se abría en tiempo de guerra, y Turno, subiendo a la ciudadela, iza la bandera que llama al pueblo a las armas.
Declarada la guerra por parte de Turno, Eneas dejando el mayor número de sus compañeros en el campamento levantado en la costa, remonta el Tíber hasta la ciudad de Palanteo, emplazada en el lugar en que más tarde se levantará la de Roma (el Palatino), y solicita la alianza del anciano rey Evandro, arcadio de origen, pero que en otro tiempo ha sido huésped de Anquises y, por ello, no siente hostilidad contra los troyanos.
Evandro acoge favorablemente a Eneas, le otorga su alianza y le envía en su ayuda un contingente al mando de su propio hijo Palante.
Después Eneas, siguiendo los consejos de Evandro, se dirige a Agila, en Etruria, donde llama a las armas a los súbditos de Mecencio sublevados contra su rey.
Pero durante su ausencia, las tropas de Turno, el rey de los rútulos, atacan el campamento troyano y tratan de incendiar la flota troyana.
En la guerra que se desencadena, Latino se mantiene al margen, limitándose a mandar pedir a los troyanos una tregua para enterrar a los muertos, y a tratar de disuadir a Turno de su propósito de desafiar a Eneas en combate singular.
Turno desoye su consejo y se produce el combate singular entre Turno y Eneas. Muere Turno y tras su muerte, el rey Latino concierta la paz con los troyanos. Su hija Lavinia se casa con Eneas.
(Diccionario de mitología griega y romana. Pierre Grimal. Edit. Paidós)
Segovia, 18 de noviembre del 2023
Juan Barquilla Cadenas.