PLATÓN: LISIS
Lisis es un diálogo de Platón (427 -347 a. de C.)
El tema del diálogo es la amistad.
Las dificultades para precisar conceptualmente estas palabras –valor, amistad, belleza, sensatez, justicia, etc. – provienen precisamente, de que la realidad desborda a la imagen que la lengua ha logrado sintetizar.
Se pregunta en el diálogo qué es la amistad, qué es ser amigo. Esta pregunta ha sido provocada por la presencia ante Sócrates, de cuatro jóvenes atenienses – Lisis, Menéxeno, Hipotales y Ctesipo – que le animan a dialogar con ellos en la bulliciosa atmósfera de la Palestra.
La historia de “philía” (amistad) es, pues, la historia de una parte importante de las relaciones humanas entre los griegos.
El término “philon” significó, en principio, aquello a lo que se tenía más apego, el propio cuerpo, la propia vida.
Pronto, sin embargo, sale de este círculo del “yo” para extenderse a bienes exteriores y significar, además, la consanguinidad.
De este ámbito familiar irrumpe, con la democracia, en un tipo de elección más libre: amigos son aquellos cuyo vínculo no es ya el parentesco sino la camaradería, surgida, en parte, en una comunidad militar. Jenofonte, por ejemplo, habla de “philoi” refiriéndose a soldados mercenarios.
Hay, pues, unos intereses de compañerismo, una comunidad de objetivos que organizan la libre elección de los individuos.
Al mismo tiempo, una forma privada de las relaciones amistosas va sustituyendo al concepto colectivo de “amistad”.
Este tipo de relaciones con las que se establecían otros vínculos diferentes de los del clan primitivo, implicaba, como es lógico, una cierta forma de utilidad.
El pueblo griego identificó muchas veces amistad y utilidad.
Se necesitaría la reflexión socrático-platónica para darle a la “philía” una profunda versión ética.
Lisis es el primer documento literario en el que se lleva a cabo una investigación sobre el amor y la amistad, en la que se elaboran y superan algunas de las ideas tradicionales sobre estos conceptos.
(Platón. Diálogos. Introducción general de Francisco Lisi. Traducción y notas de J. Calonge Ruiz, E. Lledó Íñigo, C. García Gual. Edit. Gredos).
El diálogo se inicia cuando Sócrates, que va de camino al Liceo, se encuentra con Hipotales. Éste le invita a que lo acompañe a la Palestra, un sitio de la ciudad dedicado a actividades de recreación que solía ser frecuentado por los jóvenes y en ocasiones por sofistas también.
Sócrates al descubrir el interés de Hipotales en Lisis, que se encontraba en el lugar, accede a la invitación para así conocer a quien era amado y admirado por su interlocutor. Tanto era el amor que sentía Hipotales que le dedicó a Lisis poesías y canciones que él mismo compuso.
A los ojos de Sócrates este tipo de comportamiento de Hipotales era errático y perjudicial para sí mismo ya que si no conseguía el amor de Lisis, quedaría en ridículo. Y es por esta observación que Hipotales le pide que lo aconseje sobre qué hacer para ganar el afecto de su amado.
La conversación entre Sócrates y Lisis se establece poco después de que Menéxeno tuviese que retirarse durante unos momentos.
Al primer acuerdo al que llegan ambos (Sócrates y Lisis) es que un hombre para ser feliz debe ser libre de hacer lo que quiera, a diferencia de un esclavo que no tiene poder de decisión.
Concuerdan también en que la libertad de Lisis está restringida por sus padres y por su maestro que delimitan sus acciones. Pero que sólo es así, no por la edad que Lisis posee sino por su conocimiento limitado. Y que su padre sólo podrá confiarle sus propiedades e incluso su persona, cuando vea que Lisis es suficientemente sensato para hacerse cargo de la administración. Sócrates le plantea la posibilidad de que incluso los vecinos o los habitantes de Atenas le confiarán sus cosas cuando perciban que es suficientemente sensato.
Pero en lo que respecta a los ámbitos de los que no se conoce (sabe), su posición será otra vez la de un súbdito que sólo debe obedecer. En este punto Sócrates hace referencia a la inutilidad, y que como consecuencia de no ser provechoso para sí mismo o para los demás, una persona no merecería el afecto de nadie. Ya que la amistad, por lo que se entiende hasta el momento, se ve determinada por la utilidad.
Entre tanto Ctesipo y su discípulo Menéxeno regresan y se sitúan en el mismo lugar de antes.
A petición de Lisis, las preguntas de Sócrates ahora son dirigidas a Menéxeno, con quien se dispone a determinar quién es amigo de quien. Si es el amante el que es amigo del amado o si es el amado el amigo del amante, o bien si no hay diferencia entre ambos casos.
Comienza así un proceso de razonamiento lógico por parte de Sócrates que hace hincapié en que las situaciones son distintas ya que el amante muchas veces no es correspondido por aquel a quien ama y muchas otras en las que, incluso, llega a ser odiado.
Y en caso de que ninguno de los dos ame, entonces no serán amigos.
Concluyendo en que, si el amante no es correspondido, no hay amistad. (Wikipedia).
Después Sócrates dice que deberían preguntar a los poetas “que son para nosotros como padres y guías del saber”. Ellos dicen que es un dios el que los hace amigos, haciendo que coincidan entre sí. Y dicen cosas como: “Siempre hay un dios que lleva al semejante junto al semejante” y les hace conocerse. Pero también dice que ha oído a alguien que lo semejante es lo más enemigo de lo semejante, y lo mismo pasa con los buenos. Y aducía el testimonio de Hesíodo, cuando decía: “El alfarero se irrita con el alfarero y el recitador con el recitador // y el mendigo con el mendigo”, y en todos los otros casos decía que ocurría lo mismo y que resultaba necesario que los que más se asemejan entre sí están llenos de envidia, de rivalidad, de odio, pero que los que menos se parecen, (están llenos) de amistad. Porque el pobre está obligado a ser amigo del rico y el débil del fuerte, por la ayuda que ello pueda prestarles, y el enfermo del médico, y todo el que no sabe tiene que vincularse al que sabe y amarle.
Después habla de que si alguien ama o es amigo de alguien es a causa de algo. El que desea, desea porque no lo posee. Las cosas son apreciadas no por sí mismas, sino por otras, como el enfermo al médico, lo desea porque anhela la salud o lo bueno “philon” que este le puede restituir. Pero partiendo de estos casos, debe de haber un primer principio de esta “philía” que indique al primer amigo que no sea por ninguna especie de utilidad.
Dice que no se quiere a alguien por otra cosa a la que se quiere. Entonces – dice - ¿no es verdad que el “bien” es lo querido?
Luego dice que el amor, la amistad, el deseo apuntan, al parecer, a lo más propio y próximo.
“Así pues, si vosotros, Menéxeno y Lisis, sois amigos entre vosotros, es que, en cierto sentido, os pertenecéis mutuamente por naturaleza.
Y si, en efecto, muchachos, el uno desea al otro, dije yo, o lo ama, no lo desearía o amaría o querría si no hubiese una cierta connaturalidad hacia el amado, bien en relación con el alma, con su manera de ser, sus sentimientos o su aspecto.
Entonces, aquellos que se pertenecen por naturaleza tienen, según se ve, que amarse necesariamente, así pues, el genuino y no fingido amante será querido por su amado.
Si hay una diferencia entre “connatural” y “semejante”, entonces, me parece, amigos Lisis y Menéxeno, que estaríamos diciendo algo de lo que es la amistad.
Si, por el contrario, resulta que son lo mismo lo connatural y lo semejante, no es fácil rechazar el argumento anterior de que precisamente lo semejante es inútil a lo semejante por su misma semejanza; y sostener que se ama lo inútil, es desatinado.
¿Queréis que concedamos y afirmemos que lo connatural y lo semejante son distintos? De acuerdo, dijeron. ¿Sentamos entonces la tesis de que el bien es connatural a todo y lo malo, extraño? ¿Podemos también afirmar que lo malo es connatural a lo malo y lo bueno a lo bueno, y lo que no es ni bueno ni malo, a lo que no es ni bueno ni malo?
Y termina diciendo: …Quizás nos falte, como a los oradores en los juicios, reconsiderar todo lo que ha sido dicho. Porque, si ni los queridos ni los que quieren, ni los semejantes ni los desemejantes, ni los buenos ni los connaturales, ni todas las otras cosas que hemos recorrido – pues ni yo mismo me acuerdo de tantas como han sido – si nada de esto es objeto de amistad, no me queda más que añadir”.
Pasajes de la obra:
Sócrates habla con Hipotales y le dice: “negligente y torpe como soy para la mayoría de las cosas, se me ha dado, supongo, por el dios, una cierta facilidad de conocer al que ama y al que es amado”.
Hipotales está enamorado de Lisis. Ctesipo se lo ha dicho a Sócrates.
“- Y bien Hipotales, dije, vaya un noble y limpio amor éste que te has echado. Vamos, muéstrame a mí lo que has mostrado a éstos, para que vea si sabes lo que tiene que decir el amante sobre su predilecto, bien sea a él mismo o a los demás.
¿Es que vas a negar, dije yo, que amas a éste, al que él (Ctesipo) se refiere?
- *No, no –dijo-; pero no hago poemas ni escribo nada para él.
- No está en sus cabales, terció Ctesipo; de verdad que desvaría y está como obsesionado.
Oh Hipotales, no necesito oir versos ni melodías, si es que alguna compusiste para el muchacho; el contenido es lo que me interesa para darme cuenta de qué modo te comportas con el amado.
.. El que entiende de amores, querido, no ensalza al amado hasta que lo consigue, temiendo lo que pudiera resultar. Y, al mismo tiempo, los más bellos, cuando alguien los ensalza y alaba, se hinchan de orgullo y arrogancia. ¿No te parece?
Por consiguiente, cuando más arrogantes son más difíciles se hacen de agarrar.
- * Así me lo parece.
- … Por ello precisamente, Sócrates, te consulto y, si tienes otro medio, aconséjame sobre lo que hay que decir o hacer para que sea grato a los ojos del amado.
No es fácil de decir, le contesté, pero si quisieras hacer que viniera a hablar conmigo, tal vez podría mostrarte aquellas cosas de las que conviene hablar, en lugar de aquellas que, como estos mismos dicen, recitas y cantas.
- * No es nada difícil, dijo. Si entras con Ctesipo y, sentándote, te pones hablar, estoy seguro de que él mismo se te aproximará, porque, por encima de todo, le encanta escuchar.
Si no lo hiciera, Ctesipo lo trata mucho por su primo Menéxeno, que de todos es su mejor compañero; que lo llame él, si es que no viene por sí mismo.
Lisis se ha acercado y Sócrates habla con él.
…Así son las cosas, querido Lisis, le dije. En aquello en lo que hemos llegado a ser entendidos, todos confían en nosotros, griegos y bárbaros, hombres y mujeres.
Haremos, pues, en esas cosas lo que queramos, y nadie podrá, de grado, impedírnoslo, sino que seremos en ellas totalmente libres y dominadores de otros, y todo esto será nuestro porque sacamos provecho de ello.
Pero en aquello en lo que no hemos logrado conocimiento no nos permitirá nadie hacer lo que a nosotros nos parezca, más bien nos lo impedirán todo lo que puedan, y no sólo los extraños, sino el padre y la madre e, incluso, alguien más próximo, si lo hubiera. En estas cosas seremos, pues, súbditos de otros y ellas mismas nos serán ajenas, porque ningún provecho sacamos de ellas.
Entonces, ¿seremos amigos de alguien y será alguno amigo nuestro por aquellas cosas por las que somos inútiles?
- * En modo alguno, dijo
Si, en cambio, llegas a ser entendido, oh hijo mío, entonces todos te serán amigos, todos te serán próximos, porque tú, a tu vez, serás provechoso y bueno; pero si no, entonces nadie te querrá, ni tu padre, ni tu madre, ni tus parientes. ¿Es posible, pues, estar orgulloso, Lisis, cuando aún no se sabe pensar? Si necesitas de un maestro es que todavía no sabes.
- * Es verdad.
Y yo, oyéndole, volví los ojos hacia Hipotales, y por poco cometo un fallo, pues estaba a punto de decir:” Así, oh Hipotales, es preciso dialogar con el amado, rebajándole y haciéndole de menos, y no, como tú, inflándole y deshaciéndote en halagos”.
… En esto que vino Menéxeno de nuevo y se sentó junto a Lisis, en el mismo lugar del que se había levantado.
…Estábamos charlando de estas cosas entre nosotros cuando preguntó Ctesipo:
- * Eh, vosotros, ¿Qué hacéis ahí solos, sin hacernos partícipes de lo que habláis?
Al contrario, dije, íbamos a comunicároslo, pues éste (Lisis) no entiende lo que digo, pero afirma que cree que Menéxeno lo sabe y me pide que le pregunte.
- * ¿Y por qué no lo haces?
Ahora mismo voy a hacerlo. Contéstame, Menéxeno, a lo que te pregunto. Hay algo que deseo desde niño, como otros desean otras cosas. Quien desea tener caballos, quien perros, quien oro, quien honores. A mí, sin embargo, estas cosas me dejan frío, no así el tener amigos, cosa que me apasiona; y tener un buen amigo me gustaría más que la mejor codorniz del mundo o el mejor gallo, e incluso, por Zeus, más que el mejor caballo, que el mejor perro. Y creo que preferiría, con mucho, tener un compañero, a todo el oro de Darío. ¡Tan amigo de los amigos soy!
Viéndoos a vosotros, a ti y a Lisis, me asombro, y os felicito porque, tan jóvenes, habéis llegado a poseer tal don, de una manera tan rápida y sencilla.
Has logrado rápida y fácilmente que él sea tu amigo y tú, el suyo. Pero yo estoy tan lejos de tal cosa que no sé de qué modo se hace uno amigo de otro.
Por ello, dada tu experiencia, quisiera preguntarte sobre todo esto.
Dime, entonces. Cuando alguien ama a alguien, ¿quién es amigo de quién, el amante del amado, o el amado del amante? ¿O no se diferencian en nada?
- * En nada, dijo, me parece que se diferencian.
¿De qué hablas?, dije yo. ¿De modo que los dos llegan a ser amigos entre sí, aunque sólo sea uno el que ama al otro?
- * A mí, al menos, así me lo parece, dijo.
¿Cómo? ¿No ocurre, a veces, que el amante no es correspondido por aquel a quien ama?
- * Ocurre.
¿Y no pasa también que el amante es odiado?
Cosas así parece que tienen que soportar los enamorados por parte de sus predilectos; pues amando todo lo que pueden, unos, sin embargo, creen que no son correspondidos, otros, que son odiados. ¿No te parece esto verdad?
- *Sí que me parece verdadero.
Y también en este caso, dije yo, uno ama y el otro es amado.
¿Quién, pues, de ellos es el que ama?, ¿el amante al amado, ya sea correspondido o ya sea odiado, o el amado al amante? ¿O, por el contrario, ninguno, en este caso, es amigo del otro, si ambos no se aman entre sí?
Pero ahora nos parece distinto de lo que nos pareció antes. Porque entonces, si uno ama, aman ambos, pero ahora, si no aman ambos, no ama ninguno.
- * Es muy probable dijo.
Así pues, no hay amigo para el amante, si no es correspondido.
…O sea, el amado es amigo del amante, al parecer, oh Menéxeno, ya le ame o le odie. Es lo mismo que pasa con los niños que acaban de nacer que aún no aman, o con aquellos que odian si son reprendidos por su madre o por su padre, y que, incluso en el mismo momento en que odian, son extraordinariamente queridos por sus progenitores.
Según este ejemplo, no es el amado el que es amigo, sino el amante.
Y, en consecuencia, el que odia es el que es enemigo, no el odiado. Muchos, pues, aman a los que les son enemigos y odian, por el contrario, a los que les son amigos, y son, así, amigos de sus enemigos y enemigos de sus amigos, si es que el amado es amigo, y no sólo el que ama. En verdad que es una gran sinrazón, compañero mío, o mejor, pienso yo, es totalmente imposible ser amigo del enemigo, y enemigo del amigo.
Por tanto, si esto es imposible, el amante es el que es amigo del amado.
…Queriendo yo que Menéxeno descansara y gozando con la curiosidad de Lisis, me dirigí a él para que prosiguiéramos la conversación y le dije:
Me parece, Lisis, que hablas con verdad y que, si hubiésemos seguido el buen camino, no nos habríamos extraviado de esta manera. Pero no sigamos ya por aquí – porque difícil me parece a mí también, como camino, esta indagación y creo que es más fecundo volver allí donde nos desviamos – y preguntemos a los poetas, pues éstos son para nosotros como padres y guías del saber. Ellos, naturalmente, no se manifiestan desinteresados de los amigos cuando los tienen; pero dicen que es un dios el que los hace amigos, haciendo que coincidan entre sí. Si no me equivoco dicen cosas como: “Siempre hay un dios que lleva al semejante junto al semejante” y les hace conocerse.
… Pero no serán amigos, si no llegan a valorarse mucho mutuamente.
Alguna vez he oído a alguien que hablaba – y ahora me acabo de acordar – de que lo semejante es lo más enemigo de lo semejante, y lo mismo pasa con los buenos (respecto de los buenos). Y se aducía el testimonio de Hesíodo, cuando decía:
“El alfarero se irrita con el alfarero y el recitador con el recitador // y el mendigo con el mendigo”. Y en todas las otras cosas decía que ocurría lo mismo, y que resultaba necesario que los que más se asemejan entre sí están llenos de envidia, de rivalidad, de odio, pero que los que menos se parecen, (están llenos) de amistad. Porque el pobre está obligado a ser amigo del rico y el débil, del fuerte, por la ayuda que ello pueda prestarles, y el enfermo, del médico, y todo el que no sabe tiene que vincularse al que sabe y amarle.
Y continuamente así con su discurso, de una manera aún más grandilocuente, hablando de que carecía de todo fundamento el que lo semejante fuese amigo de lo semejante y de que, más bien, lo que ocurre es lo contrario, porque lo opuesto es lo más amigo de lo opuesto. En consecuencia, es esto, pero no lo semejante, lo que cada uno desea: lo seco a lo húmedo, lo frío a lo caliente, lo amargo a lo dulce, lo agudo a lo obtuso, lo vacío a lo lleno y lo lleno a lo vacío, y así todo lo demás, según el mismo sistema. Pues lo contrario es el alimento de su contrario; pero lo semejante no saca provecho de lo semejante.
¿Diremos, pues, que lo opuesto es lo más amigo de aquello que se le opone?
- * Claro que sí.
… ¿Y no saltarán rápidamente sobre nosotros esos varones sabelotodo, quiero decir esos buscadores de contradicciones, que nos preguntarán si no es la amistad lo más opuesto a la enemistad?
.. Así pues, dirán que lo que más quiere el amigo es lo enemigo, y viceversa.
- * Ninguna de las dos cosas, dijo.
¿Pero sí (se opone), lo justo a lo injusto, o lo moderado a lo intemperante, o lo bueno a lo malo?
No me parece que sea éste el caso. Pero, en verdad, dije yo, si, por oponerse, algo es amigo de algo, necesariamente tendría que haber entremedias un vínculo de amistad.
- * Por supuesto.
Así pues, ni lo semejante es amigo de lo semejante, ni lo opuesto de lo opuesto.
… Y me estoy temiendo que al final, conforme al viejo proverbio, lo bello sea lo amado.
… Insisto, pues, en que lo bueno es lo bello.
… Y digo, además, como presintiéndolo, que lo amigo de lo bello y lo bueno no es ni bueno ni malo.
… me parece como si hubiera algo así como tres géneros: primero, lo bueno, después, lo malo y, por último, lo que no es ni bueno ni malo.
Y ni lo bueno es amigo de lo bueno; ni lo malo, de lo malo; ni lo bueno, de lo malo, si somos consecuentes con lo dicho anteriormente. Nos resta pues – si es que algo es amigo de algo -, que lo que no es ni bueno ni malo sea amigo de lo bueno o de otra cosa parecida a él mismo. Porque lo que no puede ser es que algo sea amigo de lo malo.
Por tanto, sólo lo que no es ni bueno ni malo puede ser amigo de lo bueno.
…Si, según esto, quisiéramos fijarnos en el cuerpo sano, veríamos que no necesita de medicina ni de ayuda alguna, porque se basta a sí mismo, de forma que ningún sano será amigo de un médico por causa de la salud.
Pero el enfermo, creo, lo será por su enfermedad.
La enfermedad es, a buen seguro, un mal; sin embargo, la medicina es algo útil y bueno.
… Y lo malo no es amigo de lo bueno.
Según esto, podemos, en consecuencia, decir que los que ya saben no quieren el saber, bien sean dioses, bien sean hombres; y que tampoco lo quieren los que están llenos de ignorancia que son malos, porque ningún necio o malo busca el saber. Quedan, pues, aquellos que tienen este mal, la ignorancia; pero, no por ello, son insensatos ni necios, sino que se dan cuenta de que no saben lo que no saben. Por consiguiente, sólo buscan el saber los que no son ni buenos ni malos; pues todos los que son malos no buscan el saber, ni tampoco los buenos.
Ahora, pues, les dije, hemos encontrado, con toda seguridad, oh Lisis y Menéxeno, qué es lo amigo y qué no lo es. Ya que dijimos que tanto por lo que respecta al alma, como al cuerpo, lo que no es ni bueno ni malo, por la presencia de lo malo, tiende precisamente al bien.
Dijeron que estaban completamente de acuerdo y que así eran las cosas.
Yo mismo también me alegré. Pero enseguida, y no sé bien de dónde, me vino una extraña sospecha de que no era verdad todo aquello en lo que habíamos convenido, y muy contrariado les dije: Oh Lisis y Menéxeno, me parece que ha sido un sueño nuestra riqueza.
…Afirmábamos, entonces, según parece, que el cuerpo no es ni bueno ni malo y que, por causa de la enfermedad, que es un mal, es amigo de la medicina, y que la medicina es un bien. Y es por la salud por lo que la medicina ha adquirido esta amistad, pues la salud es un bien. ¿No es así?
… Por consiguiente, debido a lo que se quiere y por culpa de lo que se detesta es por lo que el amigo es amigo del amigo.
… Esto es, pues, lo que me hace afirmar que todas las cosas de las que decimos que somos amigos por causa de otras, nos engañan, como si fueran simulacros de ellas; pero donde está ese primer principio, allí está lo verdaderamente querido. Veámoslo en un ejemplo. Cuando alguien valora mucho algo, como un padre que se preocupa de su hijo más que de todas las otras cosas, por el hecho mismo de quererlo por encima de todo, ¿no podría tal padre, por eso de que pone a su hijo por encima de todo, valorar mucho, también, otras cosas? Supongamos que se diese cuenta de que su hijo ha bebido cicuta, ¿valoraría mucho el vino, si creyese que con esto le salvaría?
- *Ciertamente, dijo
¿Y también, pues, la vasija en la que el vino se contiene?
- * Sin duda.
¿No hace entonces distinción, en cuanto al valor, entre la vasija de arcilla y su hijo o de tres medidas de vino y su hijo? O más bien se comporta como si todo este cuidado no se proyectase sobre aquellas cosas que se han preparado para algo, sino sobre aquel algo para el que tales cosas se preparan. Y aunque muchas veces decimos que apreciamos mucho el oro y la plata, sin embargo, nada más lejos de la verdad que esto, porque lo que valoramos por encima de todo es lo que se nos presenta siendo objeto para el que se procura el oro y todas las otras cosas. ¿No estaríamos en lo cierto?
- * Sin duda.
¿No tendríamos que discurrir de la misma manera sobre el amigo? Porque, cuantas cosas decimos que nos son queridas por causa de una u otra cosa querida, al decirlas parece que lo que estamos haciendo es una simple frase; ya que, en realidad, amigo sólo parece ser aquel en el que todas estas llamadas amistades confluyen y acaban.
Por consiguiente, de aquel de quien realmente somos amigos, no lo somos por causa de algo de lo que también fuéramos amigos.
Algo, pues, se ha logrado sacar: que no se quiere a alguien por otra cosa a la que se quiere. Entonces, ¿no es verdad que el “bien” es lo querido?
… ¿Pero es que acaso, dije yo, por Zeus, si se elimina el mal, no habrá ya ni hambre, ni sed, ni ninguna cosa de éstas? ¿O continuará habiendo necesidades mientras existan hombres y otros animales, pero dejarán, al menos, de ser dañina? ¿y habrá también sed y todos los otros apetitos, sólo que no serán malos, ya que el mal ha desaparecido?
…Pero hay algo que nosotros sabemos: que quien tiene hambre puede perjudicarse o beneficiarse con ello.
¿No es verdad también que quien tiene sed o desea cosas de este estilo, a veces desea con provecho, otras veces, con daño?
… ¿Quedarán, pues, los deseos que no son ni buenos ni malos, aunque desaparezca el mal?
¿Es posible, sin embargo, que el que desea y está enamorado no ame aquello que desea y de lo que se enamora?
Cuando desaparezcan los males, habrá, según parece, algunas cosas queridas.
Pero, si el mal es la causa de querer algo, después de que desaparezca el mal nadie podría querer a nadie; porque, desaparecida la causa, es imposible que siga existiendo aquello de lo que es causa.
Bien, habíamos reconocido que el que quiere, quiere algo y por algo, y habíamos creído entonces que, al menos, lo que no es ni bueno ni malo quiere el “bien” por causa del mal.
Mas ahora, al parecer, se presenta otra causa del querer y del ser querido.
En realidad, ¿no es, como antes decíamos, el deseo la causa de la amistad, y el que desea quiere aquello que desea y cuando lo desea?
…Pero, sin embargo, dije yo, el que desea, ¿no está acaso privado de aquello que desea?
Así pues, el que está privado de algo, ¿no es amigo de aquello de lo que está privado?
Y al que se le quita algo está privado de aquello que se le quita.
Luego el amor, la amistad, el deseo apuntan, al parecer, a lo más propio y próximo. Esto es, al menos, lo que se ve, oh Menéxeno y Lisis.
Así pues, si vosotros sois amigos entre vosotros, es que, en cierto sentido, os pertenecéis mutuamente por naturaleza.
Y si, en efecto, muchachos, el uno desea al otro, dije yo, o lo ama, no lo desearía o amaría o querría, si no hubiese una cierta connaturalidad hacia el amado, bien en relación con el alma, con su manera de ser, sus sentimientos, o su aspecto.
Entonces, aquellos que se pertenecen por naturaleza tienen, según se ve, que amarse.
Necesariamente, pues, el genuino y no fingido amante será querido por su amado.
Si hay una diferencia entre “connatural” y “semejante”, entonces, me parece, amigos Lisis y Menéxeno, que estaríamos diciendo algo de lo que es la amistad.
Si, por el contrario, resulta que son lo mismo lo “connatural” y lo “semejante”, no es fácil rechazar el argumento anterior de que precisamente lo semejante es inútil a lo semejante por su misma semejanza; y sostener que se ama lo inútil, es desatinado. ¿Queréis que concedamos y afirmemos que lo “connatural” y lo “semejante” son distintos?
- * De acuerdo.
¿Sentamos entonces la tesis de que el “bien” es connatural a todo y “lo malo”, extraño?
¿Podemos también afirmar que lo malo es connatural a lo malo y lo bueno a lo bueno, y lo que no es ni bueno ni malo a lo que no es ni bueno ni malo?
…Quizás nos falte, como a los oradores en los juicios, reconsiderar todo lo que ha sido dicho. Porque, si ni los queridos ni los que quieren, ni lo semejantes ni los desemejantes, ni los buenos, ni los connaturales, ni todas las otras cosas que hemos recorrido – pues ni yo mismo me acuerdo de tantas como han sido -, si nada de esto es objeto de amistad, no me queda más que añadir.
Y en ese momento llegaron los pedagogos, el de Menéxeno y el de Lisis, con los hermanos de ellos, y les llamaban, mandándoles ir a casa.
…Al tiempo que se iban les dije: “Ahora, Lisis y Menéxeno, hemos hecho el ridículo un viejo, como yo, y vosotros. Pues cuando se vayan éstos, dirán que nosotros creíamos que éramos amigos – porque yo me cuento entre vosotros – y, sin embargo, no hemos sido capaces de llegar a descubrir lo que es un amigo”.
(Platón. Diálogos. Introducción general de Francisco Lisi. Traducción y notas de J. Calange Ruiz, E. Lledó Íñigo, C. García Gual. Edit. Gredos.)
Segovia, 20 de marzo del 2022
Juan Barquilla Cadenas.