Mitología: ALCESTIS
Alcestis es una de las hijas de Pelias, rey de Yolco.
Es la más bella y piadosa de todas, la única que no participó en el asesinato de Pelias cuando Medea, con sus tretas y sortilegios, hizo que éste fuese inmolado por sus propias hijas.
Medea, esposa de Jasón, persuadió a sus hijas a que le hirvieran en un caldero bajo pretexto de rejuvenecerlo. Les dijo que era capaz de rejuvenecer a cualquier ser vivo hirviéndolo en una composición mágica cuyo secreto poseía. Ante su vista descuartizó un viejo carnero, echó los trozos en un gran caldero que había puesto al fuego y, a los pocos instantes, salió de él un corderillo alegre y retozón. Convencidas de su arte con este ejemplo, las hijas de Pelias despedazaron a su padre y echaron los pedazos en un caldero que les había procurado Medea, mas Pelias no volvió a salir de él.
Medea hizo esto para vengarse de Pelias, que había tratado de hacer perecer a Jasón al mandarlo en busca del “vellocino de oro”.
Cuando Admeto, rey de Feras (Tesalia), se presentó a pedir la mano de Alcestis, Pelias le impuso condiciones, que él cumplió con la ayuda de Apolo.
Pelias había decidido no entregar a su hija sino a un hombre cuyo carro llevara, uncidos bajo un mismo yugo, un león y un jabalí.
Apolo suministró a Admeto el necesario atalaje (las bestias de tiro), sea en agradecimiento al buen trato recibido de él durante el tiempo de su servidumbre, sea porque estuviese prendado de él.
Pues Apolo fue esclavo de Admeto durante un año.
Esto ocurrió cuando su hijo Asclepio (dios de la medicina), instruido por el centauro Quirón en el arte de la medicina, hubo realizado tales progresos que llegó incluso a resucitar muertos. Zeus entonces lo mató de un rayo. Esto hirió profundamente a Apolo, que, no pudiendo vengarse sobre el propio Zeus, dio muerte a flechazos a los “cíclopes”, forjadores del rayo de Zeus.
Zeus para castigarlo, pensó por un momento en precipitarlo en el “Tártaro” (región subterránea situada en el fondo de los “Infiernos”); mas por intercesión de Leto (madre de Apolo), consintió en suavizar el castigo y ordenó que Apolo sirviese como esclavo a un mortal durante un año. Así pues, se presentó el dios en Tesalia, en Feras, en la corte del rey Admeto, a quien sirvió como boyero. Gracias a él, las vacas parían siempre dos terneros a la vez, y, en general, trajo la prosperidad a la casa de Admeto.
Habiendo logrado Admeto la mano de Alcestis, gracias a la ayuda del dios Apolo, Admeto omitió, al celebrarse la boda, hacer un sacrificio a Ártemis. Ésta, enojada, llenó de serpientes el aposento nupcial. Apolo prometió a Admeto aplacar a su hermana (Ártemis) y al propio tiempo pidió a los Hados la gracia de que aquél no muriese el día designado por la suerte (el Destino), si se presentaba alguien dispuesto a morir en su lugar.
Para conseguir este favor, Apolo se valió de un subterfugio y embriagó a los Hados.
Sin embargo, llegado el día señalado como el último de Admeto, nadie consintió en sacrificarse por él, ni siquiera sus padres ya mayores. Sólo Alcestis se resignó, por amor, a morir en lugar de su esposo.
Ocurrió, sin embargo, que Heracles (Hércules), antiguo compañero de Admeto en la expedición de los “Argonautas”, se encontraba de paso en Feras cuando falleció Alcestis.
Al no ver en palacio más que a gente enlutada y no oir sino lamentaciones, preguntó la causa de ello, y cuando supo la muerte de la reina, descendió a los “Infiernos”, para regresar con Alcestis más joven y hermosa que nunca.
Tal es la versión seguida por Eurípides en su tragedia “Alcestis”.
Según otra tradición, Heracles no intervino en la resurrección de la joven. Perséfone (la esposa de Hades, dios de los “Infiernos”) admirada ante su sacrificio, la devolvió espontáneamente a la luz.
(Pierre Grimal. Diccionario de mitología griega y romana. Edit. Paidós).
En la tragedia de Eurípides, Alcestis ama tanto a Admeto que no quiere que sus hijos se queden sin su padre y da su vida por él.
A cambio, tan sólo le pide esto:
“No des una madrastra a estos hijos, volviéndote a casar: una madrastra que, siendo una mujer peor que yo, por envidia, se atreviera a poner la mano encima de estos hijos tuyos y míos. Eso, al menos no lo hagas, te lo ruego. La madrastra es odiosa para los hijos del matrimonio anterior, en nada más dulce que una víbora”.
Admeto admite la petición y promete no volver a casarse. Y se lamenta de la muerte de Alcestis: “Tu dolor no lo soportaré un año, sino mientras dure mi vida, esposa mía, odiando a la que me dio el ser y detestando a mi padre, pues me querían de palabra y no con obras.
Tú, en cambio, entregando lo más querido por mi vida, me has salvado”.
(Emilio del Río. Locos por los clásicos. Edit. Planeta. 2022)
Segovia, 10 de septiembre del 2022
Juan Barquilla Cadenas.