TERENCIO: LA SUEGRA (HECYRA)
TERENCIO: “LA SUEGRA” (HECYRA)
Esta obra del comediógrafo Terencio (siglo II a. de C.) no tuvo un gran éxito entre el público de su época y sólo pudo ser representada hasta el final al tercer intento (160 a. de C.), varios años después de un malogrado estreno (165 a. de C.).
No es posible determinar hasta qué punto la falta de elementos cómicos fue la causa del fracaso de esta comedia. De hecho, según se informa en los prólogos, el público no abandonó el teatro porque no le gustara la pieza, sino que en ambos fracasos una muchedumbre vociferante entró en el teatro y abortó la representación. Al parecer, el gentío irrumpió buscando otro espectáculo programado en el mismo lugar de la representación, pero lo que sí es cierto es que el público asistente no los hizo callar. En todo este turbio asunto de comedias representadas a medias no hay que pasar por alto la inquina que algunos comediógrafos rivales de Terencio le tenían y la posible manipulación mediante propina, de un grupo de gente indisciplinada pagada para arruinar una función. Cervantes, Lope de Vega y Shakespeare también sufrieron y maquinaron estos asaltos entre colegas, por tanto, no debe extrañar que tal vez Terencio también los sufriera.
Con respecto al modelo (que imitó Terencio), también en este punto la pieza ofrece controversia; una de las “didascalias” (pequeños registros donde se comentaban aspectos de la obra) señala que Terencio siguió a Menandro (comediógrafo griego del siglo IV a. de C.) en la adaptación de su comedia “Epitrépontes” (el Arbitraje), pero este dato se ha visto desmentido por el comentario de Donato (gramático latino del siglo IV d. de C.), que, al menos, en cuatro ocasiones señala que la pieza que adapta Terencio es una comedia del mismo título, “Hecyra”, de Apolodoro, autor que también le sirvió de modelo para la obra “Formión”.
El argumento es bastante sencillo: el joven Pánfilo, de regreso de un viaje familiar, se entera de que su mujer, Filúmena, ha abandonado el hogar y se ha marchado a casa de sus padres. Se rumorea que la causa es la desavenencia entre la nuera y la suegra, Sóstrata, acusación que le echa en cara crudamente su marido Laques, pero que ella niega rotundamente. El joven Pánfilo entra sin avisar en casa de los padres de su mujer y descubre que, en realidad, el motivo de la marcha de su esposa es ocultar el parto, fruto de una violación ocurrida antes de la boda, según le explica al joven una compugida Mirrina, madre de la joven. Ante la vergüenza del descubrimiento, Pánfilo decide no volver a admitir en casa a su mujer, aunque promete a Mirrina guardar el secreto para no manchar la reputación de Filúmena. Como Laques y su consuegro Fidipo no entienden la razón del rechazo de Pánfilo a admitir de nuevo a la joven en casa, lo acusan de mantener de nuevo relaciones con su antigua amante, la meretriz Báquide; ante la falta de explicaciones, deciden interrogar a la joven prostituta, que jura y perjura que entre ella y Pánfilo ya no hay nada. Los hombres quedan convencidos, pero le piden a la joven que se lo jure igualmente a Mirrina y Filúmena, que, según ellos creen, están airadas con Pánfilo por sus escarceos con ella.
Báquide accede y se presenta en casa de Mirrina para contarle su versión de los hechos, pero en la entrevista Mirrina se percata de que la meretriz lleva un anillo que le perteneció y que le sustrajeron a su hija el día de la violación, anillo que, precisamente, le había regalado Pánfilo a ella (Báquide) una noche de embriaguez. De este reconocimiento resulta que Pánfilo es el padre del recién nacido y que, por tanto, puede volver a admitir en su casa a su esposa, joven a la que violó.
PASAJES DE LA OBRA:
(Diálogo entre dos prostitutas compañeras de Báquide)
FILOTIS (dirigiéndose a Sira, al salir con ella de casa de Báquide):
“¡Por Polux!, ¡qué poquísimos amantes podrías encontrar que resulten ser fieles a sus cortesanas, Sira!”. (señalando con la mirada la casa de Pánfilo) Por ejemplo, ahí tienes a Pánfilo. ¡Cuántas veces juró a Báquide y con qué solemnidad (hasta el punto de que cualquiera lo hubiese creído fácilmente) que jamás, mientras ella estuviera viva, se casaría con nadie! Y ya lo ves: se casó”.
SIRA:
“Por eso precisamente te aconsejo y recomiendo encarecidamente que no te compadezcas de ninguno, sino que, al contrario, desplumes, desuelles y desvalijes a todo el que caiga en tus manos”.
FILOTIS.
“¿Sin exceptuar a nadie?”
SIRA:
“A nadie. Pues no hay ninguno, has de saberlo, que no acuda a ti dispuesto a satisfacer por medio de halagos sus deseos al menor coste posible. ¿A estos individuos, querida, no tenderás tú a tu vez una emboscada?”
FILOTIS:
“Sin embargo, por Polux, es injusto ser igual con todos”.
SIRA:
“¿Qué es injusto vengarse de los enemigos y cazarlos en las mismas redes en que tratan de cazarte a ti? ¡Ay, pobre de mí! ¿Por qué no tendría yo tu edad y tu belleza o tú mi forma de pensar?”
Parmenón (esclavo de Laques) se encuentra con Filotis y Sira y habla con Filotis, que dice haber estado en Corinto con un soldado brutísimo dos años enteros y le pregunta cómo fue para casarse Pánfilo. Parmenón le cuenta que fue la testarudez de su padre la que, aludiendo a que ya era viejo, que no tenía otro hijo y que quería un amparo para su vejez, la que lo involucró en la boda. Su padre Laques le comprometió con la hija de su vecino de al lado, Fidipo, y, cuando se quiso dar cuenta, se encontró con que ya estaban hechos los preparativos de la boda y que no podía conseguir un aplazamiento de la misma. También cuenta que Pánfilo no se acostó con ella al principio, intentando disuadirla de que se quedara con él y pensando que ella se marcharía. Entre tanto iba a casa de Báquide (su amante prostituta) todos los días, pero ésta, al saber que se había casado, se volvió más arisca y exigente.
Pánfilo, en parte compadecido de su esposa, en parte harto de las ofensas de la otra, poco a poco fue distanciándose de Báquide y trasladando su amor a su mujer.
Pero ocurrió que en Imbros murió un anciano pariente de sus padres. A ellos correspondía legalmente su herencia, y allí enviaron a Pánfilo, contra su voluntad, que ya estaba enamorado de su esposa. Y dejó a su mujer con su madre (Sóstrata), pues su padre se había recluido en el campo y rara vez venía por la ciudad.
…FILOTIS:
“Y hasta aquí, ¿qué tiene de inestable este matrimonio? “
PARMENÓN:
“Ahora lo sabrás. Al principio, durante unos poquitos días, reinó la concordia entre ellas. Pero pronto la nuera empezó a odiar de la manera más extraña a Sóstrata (la madre de Pánfilo), sin que mediara la menor discusión, la menor desavenencia entre ellas.”
FILOTIS:
“¿Y qué pasó?”
PARMENÓN:
“Si alguna vez la suegra se acercaba a hablar con ella, en el acto escapaba de su presencia, no quería verla. Por último, cuando ya no podía resistir más, finge que la llama su madre para celebrar un sacrificio. Se va. Cuando lleva allí varios días, su suegra manda a llamarla. Le ponen una excusa cualquiera. Manda (llamarla) otra vez. No la envían. Después de repetidas llamadas fingen que está enferma. Nuestra ama va inmediatamente a visitarla. No la dejan entrar. Cuando el viejo se enteró de eso (precisamente por este motivo vino ayer del campo), se reunió enseguida con el padre de Filúmena. Lo que trataron entre ellos, todavía no lo sé. Pero la verdad es que me preocupa pensar en qué va a acabar todo esto.”
Laques, el marido de Sóstrata y padre de Pánfilo, echa la culpa de que Filúmena se haya marchado a casa de sus padres a su mujer Sóstrata. Ella dice que no ha sido culpable ni responsable de lo ocurrido.
…LAQUES:
“A mí me da la impresión de que es tu carácter más que ninguna otra cosa lo que la enferma y no me extraña nada, pues no hay ninguna madre que no quiera que su hijo se case y siempre se les da la esposa que es de vuestro agrado; pero después de haberlo inducido a casarse, sois vosotras las que los inducís a divorciarse de sus esposas.”
Laques se encuentra con Fidipo (padre de Filúmena) y le pide explicaciones de por qué no regresa Filúmena a su casa. Le dice que, si está enferma, que allí la cuidarían y que estarían deseando que se pusiera bien. Fidipo dice que él está deseando que vuelva a casa de sus suegros. Laques le pregunta qué le impide conseguir que vuelva, y le pregunta si acaso tiene alguna acusación contra su marido.
FIDIPO:
“En absoluto. Pues cuando insistí y traté de obligarla a regresar por la fuerza, me jura por lo más sagrado que, mientras Pánfilo estuviera ausente, ella no podía aguantar en vuestra casa. Sin duda cada uno tiene sus defectos: yo soy por naturaleza de carácter débil; no soy capaz de llevar la contraria a los míos.”
LAQUES:
“¡Ahí tienes, Sóstrata! “
…SÓSTRATA:
“Por Polux, ¡qué injusto es que nuestros maridos nos aborrezcan a todas por igual, por culpa de unas pocas, que hacen que parezcamos todas merecedoras de un buen castigo!
Pues juro por los dioses que respecto a las acusaciones que formula mi marido contra mí, soy inocente.
Pero no es fácil disculparse: ¡tan convencida está la gente de que las suegras son todas unas malvadas! Pero, por Polux, que este no es mi caso; pues siempre traté a mi nuera como si fuera mi propia hija. No sé por qué me pasa esto. Pero, por Pólux, ¡qué ganas tengo de que mi hijo regrese cuanto antes a casa! “
Llega del viaje Panfilo y le cuenta al esclavo Parmenión lo desgraciado que se siente, al enterarse de que su esposa se ha ido a casa de sus padres.
PÁNFILO:
“…Además supongo que voy a descubrir que es mi madre o mi esposa la culpable de este asunto. Cuando descubra que es así, ¿qué otro remedio me queda sino ser un desgraciado? Pues los agravios de mi madre, Parmenón, la piedad filial me obliga a soportarlos; pero también estoy en deuda con mi mujer, por la forma en que ella, en el pasado, con su carácter ha sabido soportarme, y por no haber revelado nunca en ninguna circunstancia tantos agravios, como yo le hacía. Pero tiene que haber ocurrido, Parmenón algo muy grave para haber provocado entre ellas un enfado tan duradero.”
Pánfilo se dirige enseguida a casa de Fidipo para interesarse por su mujer. Al salir de la casa se encuentra con su madre Sóstrata, que no sabía que había regresado de Imbros. Le dice que ha llegado bien, y la madre le pregunta, al verlo abatido, cómo se encontraba su esposa Filúmena, y él trata de evitar hablar de ello, y le dice a su madre que entre en casa y que enseguida va él.
PÁNFILO (solo):
“…En cuanto entré en su alcoba, en el acto, ¡pobre de mí!, me di cuenta de la enfermedad que padecía; pues ni las circunstancias daban tiempo para ocultarla ni ella se podía quejar con otros lamentos distintos a los que requería su estado. En cuanto la vi, dije: “¡Qué infamia!”, y, al instante, me precipité fuera de allí, llorando, golpeado por la increíble y cruel realidad. Su madre me sigue: cuando ya estaba cruzando el umbral, cae a mis pies llorando la pobre; me dio pena.
No cabe duda, a mi juicio, de que todos nosotros, según las circunstancias, así nos mostramos soberbios o humildes. Empezó a pronunciar las siguientes palabras: “¡Oh querido Pánfilo! Ya ves el motivo por el que mi hija se marchó de tu casa; pues fue víctima de una violación, cuando todavía estaba soltera, por parte de un canalla cualquiera. Pues bien, se ha refugiado aquí para ocultaros a ti y a los demás su parto”.
Cuando recuerdo sus súplicas, no puedo, pobre de mí, contener las lágrimas. “Sea cual fuere –añadió- la buena Fortuna que te ha traído hoy junto a nosotras, por ella te suplicamos las dos que, si es justo, si es lícito, su desgracia sea por ti mantenida en secreto y ocultada a todos. Si alguna vez, querido Pánfilo, te has dado cuenta del cariño que te tenía, ahora te ruega que en agradecimiento le hagas ese favor que no te cuesta ningún esfuerzo.
Por lo demás, en cuanto a llevarla de nuevo a tu casa, haz lo que te convenga; eres el único que sabe que está de parto y que no está embarazada de ti; pues tengo entendido que no se acostó contigo hasta transcurridos dos meses; y va a hacer siete meses que se fue a vivir contigo. Y los hechos confirman lo que tú sabes. Pues bien, si es posible, Pánfilo, lo que más deseo y trato de conseguir es que el parto tenga lugar sin que se entere su padre e, incluso, sin que se entere nadie; pero, si no se puede evitar que se enteren, diré que ha tenido un aborto; sé que nadie sospechará otra cosa, sino que todos pensarán, como es natural, que es hijo legítimo tuyo. Al niño lo expondremos inmediatamente; en ello no hay para ti el menor perjuicio, y, en cambio, habrás mantenido en secreto la indigna ofensa inferida a esta desgraciada”. Se lo he prometido y estoy decidido a cumplir mi palabra. Pues en cuanto a llevarla nuevamente a casa, eso sí que no lo considero decoroso en absoluto, y no lo haré a pesar de que el amor y la convivencia pesan mucho sobre mí.
Lloro, cuando pienso en la vida y en la soledad que me esperan en el futuro. ¡Oh Fortuna, qué cierto es que nunca eres propicia para siempre! Pero ya me sirvió de entrenamiento para esto mi primer amor, al que entonces renuncié deliberadamente; también me esforzaré por renunciar a éste. (Viendo llegar a Parmenón con los esclavos). Ahí está Parmenón con los esclavos; él es quien menos falta hace que esté presente en estas circunstancias; pues él fue el único al que en su momento le confié el secreto de que no había tenido relaciones con ella al comienzo del matrimonio; temo que, si oye repetidamente sus gritos, comprenda que está de parto; he de enviarlo a alguna parte, mientras Filúmena da a luz.”
Pánfilo manda a los esclavos que entren en casa, y a Parmenón, que se acerca a él, le envía a la acrópolis a un recado.
PÁNFILO (solo):
“Se ha ido. ¿Qué debo hacer desgraciado de mí? No sé de qué manera puedo mantener en secreto, como me ha pedido Mirrina, el parto de su hija; pues me da pena de esa mujer. Haré lo que pueda, sin faltar en todo caso a la piedad filial, pues debo complacer antes a mi madre que a mi amor.
(Viendo llegar a Laques y Fidipo) ¡Caramba, si ahí estoy viendo a Fidipo y a mi padre! Se dirigen hacia aquí. No sé qué voy a decirles. (Se retira al fondo de la escena).”
Pánfilo saluda a su padre y éste le dice que ayer Fidipo mandó a buscar a Filúmena, pero que enseguida se la volverá a enviar. Pánfilo le dice a Fidipo que se ha portado bien con su hija y que no ha sido culpable de que ella se marchara. Y que, puesto que ella no ha sido capaz de aguantar las manías de su madre, dice que tiene que elegir entre su madre y Filúmena, pero que la piedad filial le aconseja buscar preferiblemente el bien de su madre.
Pánfilo le dice a Fidipo que Filúmena se ha portado siempre bien con él y le desea que pase el resto de su vida con un marido que sea más afortunado que él, ya que la fatalidad la arranca de sus brazos. Fidipo le dice que está en sus manos evitarlo. Sigue insistiendo Pánfilo en que quiere defender los intereses de su madre, y Fidipo le dice que, si realmente quiere llevarse a casa a su mujer, puede hacerlo; si es otra su intención, que le devuelva la dote y que se vaya a paseo.
Laques le dice a Fidipo que ya se le pasará el enfado. Fidipo le dice que, como han heredado un poquito de dinero, que se les han subido los humos a la cabeza. Y dice que Pánfilo se lo piense y que le comunique ese mismo día si quiere o no quiere a su hija por esposa, para que, si no puede ser suya, sea de otro.
Mirrina teme que su marido se haya enterado de que su hija ha tenido un niño, pero es el propio marido el que le reprocha el que le haya ocultado el parto. Y le echa la culpa de que Filúmena y Pánfilo estén separados, pues recuerda que antes de la boda Mirrina decía que no podía soportar ver a su hija casada con un hombre que era amante de una cortesana y que pasaba las noches fuera de casa. Fidipo le dice que antes que ella sabía que Pánfilo tenía una amante, pero le parecía una cosa natural para un joven.
Mirrina le dice que se reúna a solas con él y le pregunte si la quiere o no la quiere por esposa; en el caso que diga que sí, que se la devuelva; en el caso de que no la quiera, que ella ha velado como es debido por los intereses de su hija.
Mirrina tiene pensado exponer al niño que ha tenido su hija.
Pero Fidipo le prohíbe terminantemente que saque al niño de casa, y entra en casa para ordenar a los esclavos que no permitan sacar al niño a ninguna parte.
MIRRINA (sola):
“Ninguna mujer, creo, por Polux, que haya en el mundo más desgraciada que yo. Pues, no se me oculta, por Polux, cómo va a reaccionar mi marido, si se entera de la verdad, cuando ante un motivo tan insignificante ha reaccionado tan airadamente; y no sé cómo se le puede hacer cambiar de opinión. Entre tantas desgracias, esta era la única que me faltaba: verme obligada a reconocer un niño cuyo padre no sabemos quién es. Pues mi hija, cuando la violaron, en medio de la oscuridad no pudo distinguir la cara del violador ni quitarle nada que permitiera posteriormente averiguar su identidad.
En cambio, él, al marcharse, le arrebató por la fuerza a mi hija un anillo que llevaba en el dedo. También tengo miedo de que Pánfilo no pueda guardar durante mucho tiempo el secreto que le pedimos, cuando sepa que un niño de otro es reconocido como hijo suyo. (entra en casa).”
SÓSTRATA (saliendo de casa con Pánfilo):
“No se me escapa, hijo mío, que sospechas que tu mujer se ha ido de nuestra casa por culpa de mi comportamiento, aunque te esfuerzas por disimularlo. Pero, así me protejan los dioses y obtenga de ti lo que te pida, como es cierto que jamás a sabiendas hice nada para merecer que me cogiera odio. En cuanto a ti, si ya antes pensaba que me querías, ahora me has reafirmado en mi convicción, pues tu padre acaba de contarme en casa cómo me has antepuesto a tu amor. Pues bien, estoy decidida a corresponderte, para que sepas que para mí la piedad filial merece una recompensa. Querido Pánfilo, tanto para vosotros como para mi refutación estimo conveniente lo siguiente: estoy firmemente decidida a marcharme al campo con tu padre, para que mi presencia no constituya un obstáculo ni haya ningún motivo para que tu querida Filúmena vuelva a tu lado.”
Pánfilo le dice a su madre que no se marche por su culpa y abandone a los amigos, a las parientes y las fiestas. Ella le dice que mientras la edad se lo permitió disfrutó de ellas, pero que ya estaba harta de esos entretenimientos y que ahora su preocupación más grande consiste en que la larga duración de su vida no sea un estorbo para nadie y que nadie desee su muerte. Dice que allí la odian sin razón y que es el momento de retirarse. Y que es la mejor manera de cortar de raíz todos los motivos de queja de todo el mundo, y le pide a Pánfilo que traiga a Filúmena de nuevo a casa.
Sóstrata y Laques se preparan para marchar al campo.
Pánfilo se opone a que Sóstrata se marche.
Se encuentran Fidipo, Laques y Pánfilo.
LAQUES:
“Dile a nuestra hija que Sóstrata se va a marchar al campo, que no tenga miedo de volver a casa.”
FIDIPO:
“¡Oh! Tu mujer no tiene ninguna culpa de esto: ha sido Mirrina, mi mujer, la que ha creado estos problemas.”
…FIDIPO:
“Yo, Pánfilo, quiero que, si es posible, nuestro parentesco dure para siempre; pero en el caso de que sea otro tu parecer, hazte cargo del niño.”
…LAQUES:
“¿Del niño? ¿De qué niño?”
FIDIPO:
“Nos ha nacido un nieto; pues mi hija estaba embarazada cuando la trajeron de vuestra casa, pero yo no supe que estaba embarazada hasta hoy.”
LAQUES:
“Buena noticia, te lo juro, me das; me alegro de que haya nacido el niño y de que la madre esté bien; ¿pero qué clase de mujer tienes por esposa? ¿Qué forma de actuar tiene? ¡Mira que habérnoslo ocultado tanto tiempo! No tengo palabras para expresarte lo mal que me parece este comportamiento.”
FIDIPO:
“No te disgusta a ti más que a mí ese comportamiento, Laques.”
PÁNFILO (aparte):
“Aunque antes tenía dudas, ya no las tengo, sabiendo que viene acompañada por el hijo de otro.”
LAQUES:
“No tienes, Pánfilo, ya nada que pensar.”
Pero Pánfilo se opone a que regrese su mujer a casa de sus padres, porque dice que ella no le tiene afecto y además se opone a acoger al niño, porque dice que es el niño de otro.
Laques se enfada con él, pues cree que Pánfilo ha vuelto a las relaciones anteriores con una amante cortesana.
PÁNFILO:
“¿Yo?”
LAQUES:
“Sí, tú; y la ofendes. Inventas falsos pretextos de separación para poder vivir con la cortesana, después de haberte liberado de esta testigo. De ello se ha dado cuenta precisamente tu mujer; ¿pues qué otro motivo pudo tener para irse de tu casa?”
Pánfilo se marcha precipitadamente.
LAQUES:
“¿Huyes, eh? ¿Y no me das una respuesta concreta? (A Fidipo) ¿Te parece que está en su sano juicio? Déjalo; el niño, Fidipo, dámelo a mí; yo lo criaré.”
Fidipo dice que está de acuerdo, y que ahora entiende a su mujer Mirrina, pues ve que Pánfilo es acérrimo enemigo del matrimonio. Y luego aconseja a Laques ir a ver a la cortesana amante de Pánfilo, y que la supliquen, la acusen y la amenacen si mantiene relaciones con Pánfilo en el futuro. Laques envía a un esclavo a llamar a la cortesana Báquide.
…LAQUES (hablando con la cortesana Báquide)
“Tú recibes continuamente en tu casa a mi hijo Pánfilo.”
BÁQUIDE:
“¡Oh, no!”
LAQUES:
“Déjame hablar. Antes de que se casara con su mujer, toleré vuestros amores… (Báquide pretende interrumpir a Laques). Espera; todavía no he acabado de decir lo que quería. Él ahora está casado. Búscate otro amante más seguro mientras estás a tiempo de reflexionar; pues ni él va tener los mismos sentimientos hacia ti toda su vida ni tú, por Polux, tendrás siempre la misma edad que ahora.”
Báquide niega que siga teniendo relaciones con Pánfilo, y dice que desde que Pánfilo se casó le ha mantenido alejado de ella.
Entonces Laques le pide que entre en casa de Fidipo y jure a las mujeres de esa casa que no ha vuelto a tener relaciones con Pánfilo.
Báquide, aunque le da vergüenza entrar en casa de dos mujeres casadas, finalmente entra para jurar lo que le ha dicho a Laques (que no ha vuelto a tener relaciones con Pánfilo desde que éste se casó).
Al salir de la casa Báquide se encuentra con el esclavo Parmenón y le manda ir a buscar a Pánfilo.
BÁQUIDE:
“Dile que le ruego que venga.”
PARMENÓN:
“¿ A tu casa?”
BÁQUIDE:
“No, a casa de Filúmena”.
…PARMENÓN:
“¿No tengo que decirle nada más?”
BÁQUIDE.
“Sí, que Mirrina reconoció como perteneciente a su hija el anillo que él hace tiempo me había regalado a mí.”
BÁQUIDE:
“¡Qué gran alegría le he proporcionado hoy a Pánfilo con mi visita! ¡Cuántas satisfacciones le he dado! ¡Y cuántas preocupaciones le he quitado! Le restituyo un hijo que, por culpa de esas mujeres y de sí mismo, estuvo a punto de perder; le devuelvo una esposa, que nunca jamás pensó recobrar; lo libré de las sospechas que de él tenían su padre y Fidipo.
Este anillo fue precisamente el punto de partida para descubrir la verdad. Pues recuerdo que hace casi diez meses, a primera hora de la noche, vino a refugiarse en mi casa, jadeando, sin ninguna compañía, completamente borracho y con este anillo. En un primer instante me asusté: “Pánfilo mío, cariño –exclamé -, ¿por qué llegas sin aliento, por favor? ¿y de dónde has sacado ese anillo? Dímelo”. Él fingía pensar en otra cosa. Al ver esto, empiezo a sospechar cualquier cosa, a insistir para que hable. El hombre confiesa que había violado en la calle a una desconocida, y dice que en el forcejeo le había quitado el anillo. Ha sido Mirrina la que le ha reconocido al vérmelo, hace un momento, puesto en el dedo; me pregunta cómo llegó a mi poder; le cuento todo esto; así se descubre que fue él quien la violó y que, en consecuencia, el niño era hijo suyo. Me alegro de que, gracias a mí, le hayan sobrevenido tantas alegrías; aunque otras cortesanas no piensan lo mismo, pues a nosotras no nos reporta ningún provecho que ninguno de nuestros amantes sea feliz en el matrimonio; sin embargo, por Cástor, que jamás me decidiré a hacer daño por afán de lucro. Yo, mientras me fue permitido, disfruté de su amabilidad, simpatía y gentileza. Su boda ha sido una contrariedad para mí, lo reconozco. Pero creo, por Polux, que no tengo culpa de lo sucedido. Cuando una persona te ha dado muchas satisfacciones, es justo soportar las molestias que te ocasiona.”
Se encuentran Pánfilo, el esclavo Parmenón y Báquide.
PÁNFILO (hablando con Parmenón)
“Creo, pues, que has dicho que Mirrina ha descubierto que Báquide tenía su anillo.”
PARMENÓN:
“Sí.”
PÁNFILO:
“El que yo le regalé hace meses. Y fue ella quien te mandó a traerme esta noticia. ¿Es así?”
PARMENÓN:
“Así es.”
…BÁQUIDE.
“Salud, Pánfilo.”
PÁNFILO.
“¡Oh Báquide! ¡Oh Báquide mía, salvadora mía!
Con tu conducta haces que te crea; conservas tu encanto de siempre hasta tal punto que encontrarse contigo, conversar contigo, recibir tu visita, dondequiera que sea, es siempre un placer.”
BÁQUIDE:
“También tú, por Cástor, conservas tus modos y tu carácter de siempre hasta el punto de que no hay en el mundo ni un solo hombre más amable que tú.”
PÁNFILO:
¡Ja,ja, ja! ¿Eres tú la que me dice a mí ese cumplido?
BÁQUIDE:
“Con razón, Pánfilo, te has enamorado de tu esposa; nunca hasta hoy la había visto con mis ojos, que yo sepa; me ha parecido muy distinguida.”
PÁNFILO:
“Dime, ¿ya has dicho algo de esto a su padre?”
BÁQUIDE:
“Nada.”
PÁNFILO:
“No hay que abrir la boca; no me gusta que pase aquí como en las comedias, donde todos se enteran de todo; aquí, los que tenían que saberlo ya lo saben; en cambio, los que no tienen que saberlo ni se enterarán ni lo sabrán.”
BÁQUIDE:
“Más aún, te voy a dar una razón para que te convenzas de lo fácil que es mantener la cosa en secreto: Mirrina dijo a Fidipo que ella había dado crédito a mi juramento (de que no había vuelto a tener relaciones contigo) y que, en consecuencia, ante ella estabas disculpado. (Báquide entra en casa)”
(Plauto – Terencio. Comedia latina. Obras completas de Plauto y Terencio. Traducción de José Ramón Bravo. Edición, introducciones y notas de Rosario López Gregoris. Edit. Cátedra).
Segovia, 27 de marzo del 2022
Juan Barquilla Cadenas.