AGRIPINA: LA PRIMERA EMPERATRIZ DE ROMA
“Agripina la primera Emperatriz de Roma” es el título del libro de Emma Southon, que he resumido un poco y que me ha gustado porque se lee como una novela y porque, a través de la biografía de Agripina se puede conocer un poco de la vida de los emperadores de la dinastía Julio-Claudia: Tiberio, Calígula, Claudio y Nerón.
Por otra parte, Emma Southon da una visión de Agripina un poco distinta a la que a veces ofrecen las fuentes históricas de Tácito, Dión o Suetonio.
Para ella, Agripina fue una mujer que rompió los estereotipos de las mujeres romanas, normalmente pasivas y sometidas a sus maridos, haciendo frente a los problemas y mostrando su gran capacidad política y diplomática.
Su biografía muestra cómo fue capaz de superar todos los obstáculos que se le presentaron hasta conseguir su objetivo: poner en el trono del imperio a su hijo Nerón, aunque luego éste le quitara la vida.
También a través de su obra se puede ver el problema que causó, a partir del “principado de Augusto”, la acumulación de casi todo el poder en manos de los emperadores y la falta de ética en los comportamientos de algunos personajes de esa época.
[Agripina la Menor nació con el nombre de Julia Agripina y vivió entre noviembre del año 15 y marzo del año 59 d. de C.
Su vida abarcó el reinado de cuatro de los cinco primeros emperadores romanos, con los cuales estuvo íntimamente ligada: Tiberio, Calígula, Claudio y Nerón, es decir, de la dinastía julio-claudia.
Agripina es una mujer que vivió en un mundo en que se consideraba que las mujeres eran muy poco interesantes, cuando no irrelevantes del todo.
Los restos conservados de Tácito son extremadamente moralizantes. En su obra “Anales” (año 116) muestra a Agripina como símbolo de todo lo malo del sistema imperial.
Lo primero que nos dice Tácito en sus “Anales” es que escribirá “sin rencor ni favoritismo”, sin embargo más adelante nos dice que selecciona aquello que nos va a explicar de cada año porque cree que un historiador tiene la obligación de referir la historia de modo moralizante e instructivo, que debe alabar con vigor los comportamientos virtuosos y condenar los crueles.
En el mismo párrafo nos asegura que la época julio-claudia, sobre la que escribe, fue un tiempo “empozoñado y manchado de adulación”.
Suetonio también es moralizante, pero de un modo menos elaborado.
Buena parte de lo que nos han transmitido las fuentes históricas sobre los emperadores julio-claudios y sus familias son historias sobre sexo, sobre hábitos privados, sobre cosas que pasaron en islas que nadie visitó, cosas que pasaron tras puertas cerradas, e incluso que pasaron en la mente de los emperadores.
Un ejemplo de la poca fiabilidad de las fuentes que nos han transmitido la historia de esta dinastía es el fragmento clásico sobre Calígula, quizás uno de los hechos más conocidos sobre él : “A su caballo Incitato […] se dice que había decidido otorgarle también el consulado”.
Esto es lo que escribió Suetonio unos 80 años después de la muerte de Calígula.
Es un rumor, una historia, algo que nadie cree de verdad pero que todo el mundo considera divertido, porque encaja en lo que creen de Calígula: un lunático demente y descontrolado que quiere demasiado a su caballo y que no tiene el más mínimo respeto por la institución del Senado.
Todo lo que sabemos de Agripina procede de estas tres fuentes (Tácito, Suetonio y Dión Casio) y, en opinión de Emma Southon, en su conjunto, es un amasijo de misoginia, lugares comunes literarios, relatos moralizantes y hay que descubrir si queda algo debajo de todo esto.
Y se pregunta ¿qué criterios debe usar para decidir que historias son ciertas y cuáles son meros rumores?
Algunas parecen evidentes, como la del caballo de Calígula; otras, en su contexto, también parecen simples milongas. Podemos descartar casi cualquier acusación de incesto, porque es una acusación curiosamente habitual en el primer siglo de nuestra era; hay numerosos ejemplos de personas que acusan abiertamente de incesto a otras para quitarse de en medio a los enemigos.
Para el resto de los hechos, sin embargo tomar una decisión puede ser un verdadero problema.
Agripina aquí se presenta sólo a través de las relaciones con otras personas, todas las cuales son hombres, con la excepción de su madre, también llamada Agripina la Mayor.
Las dos mujeres reciben su nombre de un hombre, pues Agripina es la versión femenina de Agripa, igual que Julia es una versión femenina de Julio.
Como mujer, Agripina la Menor sólo existe cuando sus acciones tienen algún impacto sobre las vidas o acciones de hombres situados en las esferas política y militar, porque en el mundo antiguo una mujer sólo existe por su relación con los hombres que la rodean.
Podemos ver a Agripina en la historia sólo porque fue hija, sobrina, esposa y madre de hombres poderosos.
Dice Emma Southon que este libro es un relato sobre una mujer tan importante que muchos hombres hicieron todo lo que pudieron para atacarla, acusándola de incesto, adulterio, asesinato y maltrato infantil.
Es un relato sobre una mujer que gobernó el Imperio romano durante más tiempo que muchos emperadores, y sobre cómo reaccionaron ante ello los hombres que controlaban el mundo. Es, sobre todo, una historia acerca del poder.
Los romanos formaban un colectivo; cada individuo existía, en primer lugar, como parte de una familia y luego como parte del Estado romano, identidades que eran bastante más importantes que cualquier individualidad.
Es por esto que las hijas suelen tomar una versión feminizada del nombre de sus padres (Claudio/ Claudia, Druso/ Drusila, Agripa/ Agripina, Octaviano/ Octavia, etc.; su identidad familiar es el rasgo más importante en un sentido cultural.
En el mito del “rapto de las Sabinas” podemos ver algunos de los elementos más relevantes de la cultura romana: respeto por el padre, respeto por los dioses y el papel de la mujer como unión entre la familia.
Julia Agripina la Menor nació el 6 de noviembre del año 15 d. de C.
Su padre era Germánico, recordado como uno de los mejores generales de su tiempo; la madre Vipsania Agripina, cuyo nombre hace referencia a su padre Agripa, y era nieta del emperador Augusto, que en ese momento ya hacía un año que había muerto.
Será hermana, sobrina, esposa y madre de emperadores; será aclamada por las multitudes, ataviada con una capa de oro; pasará años en el destierro temiendo por su vida y tendrá una muerte violenta.
La historia empieza un 6 de noviembre del año 15, con una recién nacida envuelta en ropajes de bebé en un campamento militar a orillas del Rin, donde su padre estaba haciéndose un nombre como uno de los hombres más importantes y amados del Imperio.
Julia Agripina la Menor nació en una ciudad llamada “Ara Ubiorum”, y no en Roma, porque el emperador Tiberio había enviado a Germánico a la zona con el objetivo de supervisar las legiones estacionadas permanentemente en los límites germánicos del Imperio.
Tiberio era el segundo emperador romano propiamente dicho; heredó el trono de su padrastro Augusto, quien había creado el concepto de “emperador romano” y había conformado su papel, lo que conocemos como “principado”.
Tiberio tenía dos hijos: uno biológico, llamado Druso, y otro que Augusto le obligó a adoptar. Este segundo hijo era Germánico, que también era sobrino biológico de Tiberio.
Cuando nació Agripina la Menor, hacía poco más de un año que Tiberio era emperador y su popularidad estaba ya por los suelos. Germánico, en cambio, era tan popular como el vino con miel.
Germánico y Agripina la Mayor (sus padres) eran jóvenes atractivos y encantadores, a la vez que desprendían una cierta “realeza” sin proponérselo. Encarnaban todas las posibles virtudes que uno esperaría de ellos.
Agripina la Mayor había tenido seis hijos adorables y acabaría teniendo nueve, seis de los cuales llegarían a la edad adulta. Estos seis eran tres hombres (*Nerón, Druso III y Cayo (Calígula) y tres mujeres (Agripina la Menor, Drusila y Livila II). (*Su hijo Nerón no tiene nada que ver con el futuro emperador).
La capacidad de tener muchos hijos y de ser leal a un solo marido eran las virtudes principales que se exigían de una mujer romana.
Germánico era nieto de Marco Antonio, a través de su madre, Antonia la Menor (denominada así porque su hermana mayor se llamaba también Antonia, de ahí su nombre “Antonia la Mayor”).
Germánico y Agripina la Mayor se casaron por orden de Augusto.
Ella era la hija menor de la única hija biológica de Augusto, Julia.
Tanto Julia (la hija de Augusto) como su hija mayor (también llamada Julia) habían sido desterradas por Augusto por comportamientos impropios de una mujer, como emborracharse en compañía de unos cuantos muchachos o mear en los “rostra” del foro.
Agripina la Mayor tenía tres hermanos, dos de los cuales murieron hacia los veinte años; el tercero Agripa Póstumo, había sido también desterrado, por su comportamiento un tanto extraño, que aterraba a todo el mundo.
No resultaba difícil que Augusto desterrara a alguien; no era una persona que tolerara las diferencias.
Julia la Mayor, Julia la Menor y Agripa Póstumo murieron todos en extrañas y violentas circunstancias a los pocos días de que Tiberio heredara el trono en el año 14.
Así, en el año 15, Agripina la Mayor era el único miembro de la familia aún con vida, lo que significa que era la única persona de su generación que llevaba sangre de Augusto en las venas.
Germánico cimentó su fama y reputación en una serie de campañas contra las tribus germánicas entre el Rin y el Elba justo después de la muerte de Augusto en el año 14 d. de C.
Germánico llegó a Germania momentos antes de que llegara la noticia de que Tiberio había decidido no licenciar a los soldados que hubieran estado en servicio menos de 20 años.
El período de servicio se suponía que era de 16 años y Tácito nos indica que algunos soldados ya llevaban 30 ó 40 años.
Inmediatamente se produjo un motín, y con razón.
Muchos legionarios habían servido durante décadas, de campaña en Germania, un lugar que los romanos odiaban y temían, con frío y lluvias constantes y una paga muy baja y bien pocos derechos.
Las condiciones en que se hallaban eran también terribles; según Tácito, los amotinados mostraban “en tono de reproche las cicatrices de las heridas y las marcas de los azotes; sus encías desdentadas, sus miembros encorvados por la vejez”.
Germánico no tuvo mucho éxito en sofocar el motín, en parte porque su capacidad de aceptar sus demandas y pagas y licenciar a los legionarios era inexistente y en parte porque no era muy bueno en situaciones de crisis.
Su primer intento de sofocar el motín empezó con un largo y soporífero discurso sobre la lealtad, seguido de un poco de lagrimeo y acabó simulando un intento de suicidio frente a todos, esperando que los soldados se lanzaran a impedírselo; la realidad es que un legionario le ofreció una espada más afilada, de modo que Germánico se retiró, indignado a su tienda.
En esos momentos, Germánico tenía tres hijos, estaba llegando a la treintena, dirigía un ejército enorme, era el primero en la línea sucesoria si algo le pasaba a Tiberio y estaba actuando como el protagonista de un mal libro de literatura infantil.
A pesar de este fracaso inicial, Germánico no se marchó de la zona, sino que permaneció con su mujer ya en las últimas semanas de embarazo de Agripina la Menor, y con su hijo de tres años, Cayo (Calígula).
Entonces Agripina la Mayor tomó las riendas del asunto.
Organizó de un modo muy evidente una comitiva para partir, anunciando con claridad que ella y sus hijos dejaban el campamento romano y se iban al poblado de unos aliados germanos, puesto que ella, la nieta de Augusto, no podía confiar en las tropas y tenía que buscar la protección de unos extranjeros.
El discurso activó un mecanismo de vergüenza en las leales tropas, que adoraban a Agripina y a su hijo y no podían permitir que la nieta de Augusto se sintiera más segura entre germanos que entre ellos.
Con esto finalizó el motín. Germánico se llevó todo el crédito, dio algunos discurso más y luego hizo que los propios soldados mataran a los instigadores de la rebelión, para que todos aprendieran la lección. Y luego lloró por ello.
Es probable que decidieran enviar a su hija recién nacida a Roma, fuera de peligro y donde la podrían cuidar adecuadamente.
Agripina la Mayor y Germánico pasaron el año siguiente en campaña en el bosque de Teotoburgo, enmendando antiguos agravios en nombre de Roma.
Diez meses después del nacimiento de Agripina la Menor, Agripina la Mayor tuvo otra hija, Julia Drusila, en septiembre del año 16.
Pero Germánico estaba enfrascado en otras cosas, vengándose de algunos germanos.
El bosque de Teotoburgo se halla en la región de Osnabrück, cerca del río Weser, y era un lugar relevante para el ejército y para la familia de Augusto, pues en el año 9 había sido el escenario de una brutal masacre de soldados romanos a manos de una alianza de tribus germánicas lideradas por Arminio, un germano con ciudadanía romana.
El general romano Publio Quintilio Varo había conducido descuidadamente a tres legiones hacia su aniquilamiento en el interior de ese bosque, lo que representaba unos 15.000 hombres.
Augusto nunca llegó a recuperarse del trauma que le produjo esta pérdida; tanto es así que el aniversario de la masacre era un día de luto para Augusto, y los números de dos de las tres legiones aniquiladas no se volvieron a usar nunca más.
Para Germánico, llegar al lugar de la masacre tenía un simbolismo muy potente, y cuando lo hizo erigió ahí un túmulo funerario como homenaje a los legionarios muertos.
También intentó vengarse de Arminio, y Tácito afirma que obtuvo dos pequeñas victorias y consiguió que el caudillo germano se viera obligado a huir, pero Germánico fue reclamado en Roma antes de que pudiera atraparlo.
Tácito deja muy claro que la única razón por la que Germánico no pudo completar la venganza de Roma contra Arminio fue que un envidioso Tiberio no quería que lograse más gloria de la que ya tenía.
Tiberio suele tener una reputación bastante mala, parte de la cual es bien merecida (hizo asesinar a Julia y a Agripina Póstumo y asestó el golpe de gracia a la República romana), pero otra parte seguramente no (como las acusaciones de pederastia).
Una de las principales denuncias que le hace Tácito es que mentía acerca de todo.
Tácito insiste en que todo lo bueno y honorable que hizo Tiberio era, en realidad, una gran mentira.
Las reacciones de Tiberio a los éxitos de Germánico en Germania, bien documentadas, fueron darle el apelativo de “germánico”, concederle un triunfo y hacerle un panegírico en el Senado.
Sin embargo, según el relato de Tácito, las celebraciones de Tiberio fueron “tan ostentosamente elaboradas que no parecían sinceras”.
Emma Southon piensa que la afirmación de Tácito de que a Germánico se le impidió aplastar a Arminio sólo por la maliciosa envidia de Tiberio es también una falsedad.
Tiberio era cauto en extremo con sus tropas y durante todo su reinado dejó siempre bien claro que consideraba que las fronteras del Imperio debían mantenerse y protegerse, no ampliarse (de hecho, esta orden formaba parte de la voluntad de Augusto). Además, Germania no ofrecía nada tangible a Roma como territorio y, sin duda, no valía la pena emprender una guerra muy arriesgada contra un enemigo conocido por su belicosidad.
Pero cuando Germánico regresó a Roma, recibió el mayor de todos los honores romanos: fue aclamado como “imperator” y se le concedió un triunfo.
Y, lo que es más importante, Agripina la Menor fue testigo, por primera vez, de que había multitudes enardecidas en las calles de Roma que adoraban a sus padres, al igual que sus soldados.
Pero la estancia de sus padres en Roma fue breve.
Antes de transcurrir un año, partieron otra vez a Siria, donde Germánico tenía que resolver algunos asuntos diplomáticos.
Los dos niños mayores y las dos niñas menores se quedaron en Roma, pero sí se llevaron, curiosamente a su hijo favorito, Cayo (Calígula).
Agripina la Mayor tuvo a su último hijo durante el viaje, dando a luz a Julia Livila en Lesbos en el año 17.
Tras unas bonitas vacaciones en Dalmacia (en la actual Croacia), un poco turismo por Grecia, el nacimiento de Julia Livila en Lesbos y un poco más de paseo por Asia Menor, Germánico finalmente llegó a Siria para hacer su trabajo.
En lo que fue el mayor logro de su vida, negoció la coronación de un rey cliente favorable a Roma (Artaxias III de Armenia), que reinó durante los 16 años siguientes.
Germánico estaba tan satisfecho del éxito conseguido que se fue otra vez de vacaciones, esta vez a Egipto.
El problema era que Egipto era territorio prohibido para los senadores romanos y, sobre todo, para los más poderosos.
La razón de la prohibición es que Egipto era el principal proveedor de cereales de Roma, de modo que aquel que controlara Egipto tenía el poder de matar de hambre a la capital imperial. Así pues, las noticias de que el amado y exitoso cónsul del Senado romano y heredero al trono, Germánico, rondaba por esas tierras tan sensibles no fueron bien recibidas en la Urbe (Roma) y Tiberio le hizo regresar.
Al acabar sus vacaciones, Germánico regresó a Siria, donde había dejado a sus tropas, y se encontró con que el gobernador, Cneo Calpurnio Pisón, había empezado a inmiscuirse en los asuntos de sus ejércitos y había tomado decisiones que Germánico consideraba que no tenía derecho a tomar.
Germánico y Pisón ya se odiaban y parece que habían tenido conflictos sobre sus esferas de influencia en Siria.; ahora, este incidente complicó aún más las cosas.
Ambos se amenazaban mutuamente con lanzar a Tiberio contra el otro y la tensión aumentó. A todo esto, Germánico enfermó y murió.
Durante la enfermedad, Germánico estaba convencido de que le habían envenenado o maldecido, o ambas cosas.
Tanto Tácito como Suetonio nos dicen que Germánico encontró varios conjuros y objetos relacionados con maleficios en su hogar durante la enfermedad.
Las últimas palabras a su esposa, especialmente dramáticas, se hicieron famosas: “Llorarán a Germánico hasta los desconocidos, lo vengaréis vosotros si por mi persona más que por mi noble condición habéis sentido afecto. Mostrad al pueblo romano a la nieta del divino Augusto y que también es mi esposa”. Luego murió.
La creencia de que Tiberio hizo que Pisón asesinara a Germánico estaba muy extendida y quedó incorporada a la reputación de Tiberio.
El emperador (Tiberio) no dudaba en asesinar a personas que no eran de su agrado, sobre todo cuando estaban lejos de él.
La familia de Germánico y el pueblo de Roma aceptaron que Pisón había asesinado a Germánico a instancias de Tiberio, y no había manera de convencerles de lo contrario.
Germánico murió con 33 años y Agripina la Menor apenas lo conoció.
Pero Germánico será una de las figuras más importantes en la vida de Agripina la Menor, hasta el día de su muerte.
En parte, esto se debe a la forma en que su madre mantuvo viva la reputación de su esposo tras su regreso a Roma, y Agripina la Menor aprendió mucho de su madre.
A su regreso a Roma, el Imperio se vistió de luto. Suetonio nos explica que la gente se lanzó a las calles, que derribó estatuas de los dioses y que lanzó piedras a los templos, en su ira por la muerte de Germánico; otros lanzaban a los dioses del hogar por las puertas de sus casas y los destrozaban; otros rechazaban a sus recién nacidos, se afeitaban la cabeza y lloraban la muerte de Germánico.
Tácito contradice a Suetonio y afirma que no hubo grandes manifestaciones públicas de duelo, sino que la gente estaba tan conmocionada y afligida que se encerró en sus casas y dejó la ciudad desierta, “por doquier silencio y llanto”, sólo ocupada por una triste pesadumbre invernal.
Agripina la Mayor insistió en llevar las cenizas de Germánico a Roma de inmediato, a pesar de que era octubre y un viaje por mar resultaba peligroso en esta época.
Las noticias de su llegada la precedieron y el día de su llegada a Italia preparó una de las escenificaciones más espectaculares desde el tiempo de Augusto.
Cuando Agripina y sus acompañantes llegaron a Brundisium (actual Brindisi), en el sur de Italia, ya se había corrido la voz de que la nieta de Augusto estaba a punto de llegar.
Miles de personas se agolpaban en el muelle para recibirla y llenaban todo el puerto y las calles aledañas, e incluso treparon a las murallas para tener una buena visión del momento.
Cuando el barco arribó al puerto, el gentío guardó un silencio respetuoso y reverencial: luego, apareció ella, descendiendo del barco lentamente.
Era joven, pero su aspecto era de agotamiento por la pena y por el viaje; llevaba el pelo suelto en señal de duelo. Bajó a tierra con los ojos clavados en el suelo y aferrada con fuerza a la urna funeraria contra su pecho, la imagen perfecta de una princesa afligida y herida.
Tras ella, se agitaba el pequeño Cayo (Calígula), de seis años, con la cabeza cubierta, y Livila II, aún bebé.
Al verlos, la multitud rompió el silencio y sollozó como una sola persona, llorando por la muerte del marido perdido, por la princesa viuda y por los príncipes huérfanos.
Las noticias se propagaron como el fuego por todo el Imperio y la imagen de Agripina la Mayor llevando la urna de su esposa, encorvada y humilde, resonaría en toda la historia de la dinastía julio-claudia; el pequeño Cayo (Calígula), en particular, nunca la olvidaría.
Brundisium está a unos 600 Km de Roma y durante el viaje, Agripina la Mayor y su comitiva pasaron por muchos pueblos y ciudades y siempre del mismo modo, congregando a multitudes afligidas que los acompañaban durante varios kilómetros.
Finalmente, a 95 kilómetros de Roma, se encontraron con el resto de la familia: Agripina la Menor, sus hermanos Nerón y Druso III y su hermana Drusila se reunieron con su madre y hermanos, conociendo así a Livila II por primera vez.
Los niños estaban acompañados por Druso II, hijo de Tiberio, su esposa Livila I, que también era hermana biológica de Germánico y estaba embarazada de gemelos, y el hermano de Germánico, Claudio.
Agripina la Menor sólo tenía cuatro años y es probable que este momento, reunirse con su afligida y enferma madre, fuera aún más crucial para ella que el “triunfo” celebrado por su padre.
La familia regresó junta a Roma, donde una vez más fueron recibidos por miles de personas que se les unían en la vía que llevaba hacia la capital, la “Vía Apia”.
Unos pocos días después, se dirigieron al Mausoleo de Augusto, en el centro de la ciudad, donde Agripina colocó las cenizas en el lugar al que pertenecían.
No hubo ningún funeral romano como tal de Germánico, porque su cuerpo se había incinerado en Siria, de modo que, en su lugar, la gente iluminó el Campo de Marte con antorchas toda la noche y lloró, rogó y pronunció discursos.
Aclamaron a Agripina la Mayor como su única esperanza, calificándola de “honra de la patria, la verdadera sangre de Augusto, el único modelo de las prístinas virtudes”; la muchedumbre alzaba los brazos al cielo, aunque en esencia, estaban congregados en el exterior de la casa de Tiberio, y pedían a los dioses que protegieran a Agripina y a sus hijos de la persecución del emperador.
Agripina la Mayor estaba convencida de que su esposo había sido asesinado por orden de Tiberio, y el hecho de que éste no asistiera al enorme pseudo-funeral de su hijo adoptivo, ni tan sólo de modo simbólico, era una prueba más de su culpabilidad.
Desde el punto de vista de Agripina la Mayor, Germánico había sido liquidado como parte de una disputa dinástica.
Los “julios” y los “claudios” eran dos familias que se habían unido en una sola a través del matrimonio, pero las dos mitades nunca dejaron de sospechar una de la otra.
Livia (la esposa de Augusto) fue acusada de envenenar a los hermanos de Agripina la Mayor (Cayo y Lucio), para que el trono de Augusto pasara a un “Claudio” (Tiberio) en lugar de a un “julio” (uno de ellos).
Técnicamente, Germánico era un “Claudio”, pero sus hijos eran “julios” porque su relación con Augusto era tan potente que se anteponía a cualquier otra.
Que Germánico se convirtiera en “emperador” significaba que el trono volvería a manos de la “familia julia” durante dos generaciones, por lo menos, condenando a los “claudios” a una relativa oscuridad.
Sin Germánico, el heredero del trono sería un “claudio”, Druso II, el hijo de Tiberio, asegurando así la gloria de la familia.
Agripina la Mayor consideraba la muerte de su esposo como una “traición”, un robo de la justa herencia de sus hijos por parte de sus usurpadores del trono “julio”; es posible que incluso pensara que ella misma tenía más derecho al trono que el propio Tiberio.
Cuando Germánico murió, en sus últimas palabras le pidió que buscara venganza, pero también le dijo que “depusiera su fiereza, que doblegase su orgullo a la cruel fortuna y que, tras regresar a la Ciudad, no irritase, en su afán de rivalizar con el poder, a los que gozaban de situación más ventajosa”. Pero, siendo consciente de las contradicciones de estas exigencias, no les hizo caso.
Si bien Germánico estaba un poco sobrevalorado como general, Agripina la Mayor estaba algo infravalorada, en general.
Había sobrevivido a toda clase de problemas, aunque de acuerdo con los patrones julios su infancia y juventud fueron bastante normales, la pérdida de toda una familia antes de los 30 años debió de ser horrible.
Luego dio a luz a nueve niños en campamentos legionarios y casas ajenas por todo el Imperio, y enterró a tres de ellos.
Con un embarazo ya muy avanzado había sofocado un motín en Germania.
Estando también en cinta (esta vez de un hijo que murió), había salvado la vida de su esposo y las de toda una legión cuando intervino para impedir que, en medio de una batalla, un grupo de soldados demoliera un puente, cabalgando a través de la confusión y dando ánimos a las tropas.
Era una mujer tremendamente pro activa y competente.
El pueblo, el ejército y el Senado de Roma la aclamaban como hija de Roma y la adoraban como última descendiente de Augusto.
AGRIPINA LA MAYOR
Agripina la Mayor quería expulsar a Tiberio del trono, quería recuperar el poder que consideraba que le pertenecía.
Agripina la Menor creció junto a una madre que despreciaba las tradiciones, que estaba profundamente orgullosa de su estirpe y que era un obstinado personaje público en batalla constante con un emperador tercamente tradicional, malhumoradamente engreído y profundamente recluido.
El drama entre Tiberio y Agripina la Mayor tardaría 15 años en llegar a su fin.
Toda la infancia de Agripina la Menor estuvo enmarcada por esta lucha.
Para complicar más la situación, entró en escena un tercer actor, Sejano, el prefecto del pretorio de Tiberio.
Sejano quería, en realidad, ser emperador, a pesar de que no pertenecía a la “clase senatorial” sino a la “clase ecuestre” o clase empresarial de Roma.
Parece que creía que, si Tiberio podía ser emperador, cualquiera podría serlo; así, maniobraba con agilidad para ganarse el afecto de Tiberio, separarlo de su familia, obtener su confianza y finalmente convertirse en su heredero.
Como consecuencia, veía a Agripina la Mayor y a sus hijos como rivales, e hizo todo lo que pudo para destruirlos.
La familia de Agripina la Mayor fue el tercero de los objetivos de Sejano.
El primero fue el único hijo biológico de Tiberio, y el único hijo que le quedaba tras la muerte de Germánico, Druso II. Ambos se odiaban personalmente.
En cierto momento, Druso II asestó un puñetazo a Sejano (una afrenta grave para un romano) porque Sejano se había convertido en el hombre de confianza de Tiberio y Druso se sentía ninguneado por su padre.
Como respuesta, Sejano se acostó con la esposa de Druso II y maquinó con ella para asesinarlo supuestamente. Sea como fuere, Druso II murió de repente no mucho después del asunto del puñetazo y un poco más tarde Sejano pidió permiso a Tiberio para casarse con la viuda de Druso II, a lo que Tiberio se negó.
Este fue el segundo plan fracasado de Sejano para convertirse en miembro de la familia imperial.
Antes, había prometido a su hija de cuatro años al sobrino de Germánico, el hijo mayor de Claudio, pero este plan se desbarató cuando el chaval se atragantó con una pera y murió.
Sejano estaba colérico y se fijó en Agripina la Mayor para urdir un nuevo plan.
Sejano apuntó inmediatamente a Agripina la Mayor, tanto por ser miembro destacadísimo de la familia imperial como porque parecía que Tiberio empezaba a tener en cuenta a los hijos mayores de Agripina como posibles sucesores, en lugar de considerar al único hijo vivo de Druso II, Tiberio Gemelo.
Los hijos mayores de Agripina la Mayor eran Nerón y Druso III y, al poco de la muerte de Druso II, Tiberio comenzó a acercárselos y a darles más visibilidad pública.
Pero ahí donde iban Nerón y Druso III, también iba su madre.
Su influencia quedó bien patente por primera vez el día de año nuevo del año 24, cuando los sacerdotes ofrecían plegaria anual por la salud y seguridad del emperador.
Se trataba de una ocasión solemne e importante, de modo que todo el mundo quedó sorprendido cuando los sacerdotes no sólo rogaron por Tiberio sino también por Druso y Nerón.
Tiberio también quedó sorprendió, y su reacción inmediata fue de indignación con Agripina la Mayor por haberlo planeado.
Pero Sejano se aprovechó tanto de las iras de Tiberio como del atrevimiento de Agripina.
Sejano siempre había odiado a Agripina la Mayor, tanto por ser una engreída como por ser una persona con más poder que él.
Y aún la odiaba más porque se enfrentó a él en todo lo que pudo, utilizando a representantes suyos en el Senado. Agripina la Mayor organizó una facción a su alrededor, un grupo con intereses coincidentes que se ocupaba de proteger y promover a la familia de Agripina por encima de cualquier otra.
Sejano planteó un ataque en dos frentes contra Agripina la Mayor: en primer lugar, arremeter contra sus amigos y miembros de su facción con pleitos, acusaciones y procesos penales que les resultaran caros, agotadores y perjudiciales para su reputación; en segundo lugar, pasaba todo el tiempo parloteando con Tiberio sobre las terribles acciones que se suponía que Agripina estaba llevando a cabo y cuán mezquina era con la figura del emperador.
Agripina la Menor escribió en sus memorias sobre la crueldad de Tiberio con su madre.
Agripina relata que cuando Agripina la Mayor tenía 40 y ella entre 10 y 12, su madre cayó enferma, nada grave, pero lo suficiente para que estuviera recluida en casa durante un tiempo.
Tiberio vino a visitarla y Agripina le pidió permiso para casarse de nuevo. Tiberio suspiró, dejó su taza y se marchó sin responder. Nunca se le permitiría volver a contraer matrimonio y permanecería sola.
Tras meses y meses de soportar los embates de los aliados de Sejano contra sus amigos y conocidos, perdió la paciencia.
La inculpación que colmó el vaso fue la que acusaba a su prima Claudia Pulchra de brujería, de intento de envenenamiento del emperador y de adulterio.
Cuando Agripina lo supo, fue a hablar con Tiberio para dejar claras unas cuantas cosas; entró en el palacio como un torbellino, abriendo puertas hasta que encontró al emperador en una pequeña estancia, haciendo un sacrificio personal a una estatua de Augusto.
Agripina le exigió que detuviera el proceso contra su prima, que dejara de hacer caso a las ridículas insinuaciones de Sejano y que empezara a proteger a su propia familia.
Al ver que Tiberio estaba haciendo un sacrificio a Augusto, le dijo que la sangre de Augusto no corría por estatuas mudas y que era ella “su verdadera imagen, nacida de su sangre celestial”.
Pero Claudia Pulchra fue condenada a muerte.
Tras casi una década de luchas y fracasos, bajo los ataques constantes de Sejano, convencida de que Tiberio quería matarla y cansada de estar sola, Agripina la Mayor empezaba a sentirse insegura.
Pero la familia era lo primero, de modo que siguió asistiendo a las cenas del emperador. Pero no comía nada. Y esto era porque Sejano había empezado a cuchichearle que Tiberio la mataría tal como había matado a su esposo, que el emperador pensaba envenenarla durante la comida.
Un día Tiberio le lanzó una manzana para que se la comiera; Agripina cogió la manzana pero, sin mutar su expresión ni decir una sola palabra, la dejó sobre la mesa y la ignoró.
Esto era una acusación directa a Tiberio de intento de asesinato.
Este suceso marcó la ruptura definitiva de la poca relación que todavía tuvieran.
Y cuando Tiberio, harto de los politiqueos de la corte, de Agripina la Mayor, de su madre Livia, de la aristocracia y de todo en general, abandonó la Ciudad y se retiró a Capri, dejó a cargo de Roma a Sejano y confió plenamente en los informes de éste para saber lo que estaba sucediendo.
A Sejano sólo le quedaba destruir por completo a Agripina y a sus hijos.
Parece que trató de enfrentar a sus dos hijos mayores, Nerón y Druso III, para desacreditarlos.
Y, cuando murió la madre del emperador Livia, a los 75 años, y ya no tenía que actuar con cautela y disimulo, puesto que Livia tenía todavía mucho poder, escribió a Tiberio acusando a Agripina la Mayor y a Nerón de amores impúdicos y depravación moral (es decir, de incesto).
Cuando se leyó una carta (como prueba de ello) en el Senado, todos los asistentes escucharon atónitos y silenciosos.
El pueblo, al saberlo, consiguió (de algún sitio) unas efigies de Agripina y Nerón y las llevaron a la curia, la sede del Senado, donde improvisaron una protesta para exigir la protección de ambos.
Luego hay una laguna en los manuscritos de los “Anales” de Tácito.
Dos años más tarde, Agripina la Mayor y Nerón están en el exilio y Druso III está prisionero en una mazmorra del palacio.
Pero parece ser que el exilio de Agripina y Nerón enfureció a la madre de Germánico, Antonia la Menor, con quien habían ido a vivir nuevamente los hijos más pequeños.
Escribió a Tiberio y le explicó con todo detalle cómo Sejano se estaba aprovechando de él y de su familia y que tenía planes para llegar al trono, con lo que no era improbable que le matara también a él.
Tiberio ordenó ejecutar a Sejano y a toda su familia.
Sin embargo, para Agripina la Mayor, Nerón y Druso III ya era demasiado tarde.
Tiberio los aborrecía tanto y había soportado tantas veces los gritos y reproches de Agripina en su propia casa, que sacó su vena más mezquina y cruel contra ellos.
Hizo apalear regularmente a Agripina la Mayor; de hecho, uno de estos castigos fue tan terrible que le provocó la pérdida de un ojo. Finalmente, Agripina no pudo soportarlo más y se dejó morir de inanición.
Druso III murió del mismo modo.
A Nerón se le dio la opción de dejarse caer sobre su propia espada o de ser asesinado con otra; escogió el suicidio.
En el año 31 todos ellos estaban muertos.
Tras todos estos sucesos, Agripina la Menor tenía 16 años y, por edad, era la segunda de los hermanos que quedaban vivos. Era huérfana y una buena parte de su familia había sido asesinada.
Pero, en el año 31, ya hacía tres años que estaba casada.
EL PRIMER ESPOSO
La boda de Agripina la Menor es la única ocasión por la que aparece mencionada en las fuentes durante sus dos primeras décadas de vida.
Fue un matrimonio planeado por Tiberio.
El elegido fue Cneo Domicio Enobarbo, casi 20 años mayor que su nueva esposa.
La abuela de Domicio era la hermana de Augusto, Octavia, y su padre Lucio Domicio Enobarbo.
La “familia domicia” era tan antigua como la “familia Claudia” e igual que distinguida.
Domicio había sido cónsul (el cargo más elevado posible) y era riquísimo.
Su reputación póstuma, por el contrario, es pésima; no se explica ninguna historia agradable sobre él y Suetonio lo describe como “abominable en todos los aspectos de su vida”.
Parece ser que el día de la boda fue hacia finales del año 28, justo después del décimo tercer aniversario (13 años) de Agripina y al mismo tiempo que Tiberio se decidía a abandonar Roma.
El día de su boda era un momento muy importante; era la primera vez que Agripina la Menor aparecía en público, donde todo el mundo podía observarla y homenajearla, donde era el centro de atención por ser quien era y por ir vestida como iba.
El desfile hasta la casa del novio (el esposo) era un momento público lleno de júbilo y entusiasmo por la novia adolescente, que se dirigía a su nuevo hogar.
La casa principal de Domicio se hallaba en la “Vía Sacra”, no muy lejos, y así la mayor parte del recorrido de la comitiva nupcial de Agripina fue por el centro monumental de Roma, pasando ante los gloriosos templos y estatuas de sus antepasados.
Agripina la Menor se asemejaba a su madre Agripina la Mayor en muchos más aspectos que sólo el nombre.
A Agripina la Mayor se la describe “ávida de poder, [que] se había despojado, con pasiones viriles, de los vicios propios de las mujeres”. No obstante, su fallo fue ser demasiado beligerante, demasiado áspera, demasiado transparente en sus objetivos.
Su hija aprendió la lección; aprendió que enfrentarse a hombres poderosos siempre acababa mal. Los hombres con poder pueden herirte, y lo harán; sólo puedes protegerte teniendo tú el mismo poder.
Agripina la Menor tenía que forjarse un nuevo camino para recuperar sus derechos de nacimiento; y ésta es otra cosa que aprendió, que era la descendiente de una divinidad y que merecía gobernar.
Por el momento, Agripina aún vivía bajo el dominio de Tiberio, y lo más importante que aprendió acerca del emperador era que le convenía desviar la atención que éste podría prestarle.
Los historiadores romanos no tienen ningún interés en las mujeres, sólo se interesan por la política y la guerra.
Y en este sentido, los sucesos principales se estaban produciendo fuera de Roma, en Capri, donde Tiberio había recibido al único hermano de Agripina aún vivo, Calígula, y al hijo de Druso II, Tiberio Gemelo, y los estaba preparando para la sucesión de la peor manera posible.
Lo único que podemos entrever de Agripina durante estos años nos llega a través de su marido.
En el año 37, tras seis años de no saber nada, Domicio se vio envuelto en un proceso judicial, en que se acusó de impiedad y adulterio a una mujer llamada Albucila; Domicio fue uno de los muchísimos nombres que aparecieron como cómplices en el crimen (delito).
El caso acabó implicando a la mitad de toda la aristocracia romana y el nuevo prefecto del pretorio, Macrón, se encargó personalmente de los interrogatorios.
Las acusaciones eran cada vez más graves y Domicio fue acusado de incesto con su hermana pequeña Lépida. En Roma, el ambiente se caldeó de nuevo y se empezó a sospechar que el proceso contra Albucila era en realidad un ataque contra Domicio, y que Macrón era un fiel aliado de Calígula y fue fundamental para negociar su acceso al trono.
Antes de que pudiera iniciarse el juicio, Tiberio murió tras una larga enfermedad, a la edad de 77 años. En este momento, Agripina y Domicio tenían un derecho al trono tan sólido como cualquier otro.
Lo típico de las acusaciones de incesto y adulterio, el momento en que se iniciaron éstas durante la enfermedad de Tiberio y la íntima implicación de Macrón con Calígula y con las acusaciones, son elementos que se conjuran para dar una imagen de Macrón intentando (quizás con la aquiesciencia de Calígula) sacar a Domicio de escena como posible rival al trono antes de la muerte de Tiberio.
Por fortuna, Domicio no tenía interés en ser emperador y, así, la ascensión de Calígula al trono fue más tranquila.
Agripina la Menor se convertía en la hermana del emperador y pasó de la invisibilidad a ser una de las mujeres más importantes del mundo romano.
HERMANA
Cayo Calígula
Cayo es más conocido como “Calígula”. Calígula significa “pequeña sandalia”, “pequeña bota” o “botita”.
Es el diminutivo de “caliga”, que es el tipo de sandalia que calzaban los legionarios y “Calígula” es el apodo cariñoso que recibió Cayo a la edad de tres años.
Recibió su apodo cuando estaba en los campamentos de Germania, con su padre y su madre, donde era casi como una mascota para las tropas; su madre incluso le hizo un diminutivo uniforme.
Parece que era el favorito de sus padres, pues fue el único hijo que se llevaron a Siria cuando Germánico se ocupó de las cuestiones diplomáticas con el rey armenio, y estaba al lado de su padre cuando éste murió. Luego acompañó a su madre y a su hermanita acabada de nacer, Livila II, en su regreso a Roma para llevar las cenizas de su padre, y formó parte de la comitiva fúnebre que viajó de Brundisium a Roma.
Vivió con su madre hasta su confinamiento (en Capri), pero era demasiado joven para que fuera sospechoso de nada cuando sus hermanos mayores fueron a parar a la cárcel.
Luego, cuando su madre y sus hermanos mayores fueron desterrados, se trasladó a vivir con su abuela, Antonia la Menor, junto con sus hermanas Drusila y Livila II.
Cayo permaneció ahí hasta los 19 años, cuando se le pidió reunirse con su tío-abuelo (Tiberio) y se le concedió, sin gran ceremonia, la “toga virilis”.
Este momento era el más significativo en la vida de un chico y solía celebrarse hacia los 14 años. Era el punto en que se convertía en adulto y pasaba a ser ciudadano romano de pleno derecho.
Pero Cayo (Calígula) había sido deliberadamente marginado y mantenido como menor legal durante muchos años más de los que debería, quizás por lo que había sucedido con su madre y hermanos y por el recelo que despertaban él y su legítima aspiración al trono.
Tiberio lo mantuvo en la seguridad de una infancia legal, una jugada política astuta pero cruel.
Como comparación, Augusto tomó su “toga viril” a los 15 años y fue sacerdote y prefecto de la ciudad a los 16; Tiberio dio su primer discurso público a los nueve años y a los 17 ya se sentaba en el Senado.
La humillación debió ser bien evidente para Cayo (Calígula), que estaba siendo castigado y ocultado a causa de su familia cercana.
Pero un día, el excéntrico tío Tiberio, que, a sus ojos, había asesinado a su padre (Germánico), a su madre (Agripina la Mayor) y a sus hermanos (Druso III y Nerón), lo llamó.
Fue arrojado a la edad adulta legalmente y se le arrancó de Roma para llevarlo a una hermosa pero aburrida isla (Capri) con un hombre que seguramente lo aterrorizaba.
Y allí permaneció año tras año, sólo en compañía de Tiberio, algunos parásitos y su pequeño primo Tiberio Gemelo. Hasta que Tiberio murió en el año 37, cuando Cayo tenía 24 años.
Los años de formación más intensa de la vida adulta de Cayo (Calígula) como ciudadano romano, en los que debería haber aprendido a tratar con el Senado y el pueblo de Roma, trabando amistades, dirigiendo ejércitos y lanzándose a aventuras, los pasó atrapado en una diminuta isla en compañía de un viejo amargado. Esto explica muchas cosas de él y de su reinado.
En el año 37, Cayo por fin salió de Capri.
Cayo César Augusto y sus hermanas
Cuando llegaron a Roma las noticias de la muerte de Tiberio y de que Cayo (Calígula) era el nuevo emperador, a todo el mundo le pareció maravilloso.
En primer lugar, Cayo (Calígula) no era Tiberio. En segundo lugar, el pueblo de Roma sólo sabía una cosa sobre Cayo en el momento de su acceso al trono: era hijo de Germánico. Era el último hijo vivo del gran príncipe de Roma. Había esperanza de un futuro nuevo y prometedor. Era descendiente del divino Augusto.
Pero parece que hubo una lucha de poder en el momento de acceder Cayo (Calígula) al trono.
De hecho, Tiberio quería que su nieto biológico Tiberio Gemelo fuera , como mínimo, coemperador junto a Cayo. Tiberio Gemelo era el único hijo vivo de Druso II Y su esposa Livila I, y tenía todo derecho al trono como Calígula. Sin embargo, Gemelo tenía 18 años y no era hijo de Germánico. Al ser el hijo del hijo favorito del ejército, Calígula había trabado amistad con el prefecto del pretorio, Macrón.
Por todo ello, cuando Cayo regresó a Roma, iba acompañado del fantasma de su padre, por un lado, y de la lealtad de un ejército personal, por el otro.
Cuando Calígula entró en Roma en olor de multitudes, su hermana Agripina tenía 21 años y estaba a punto de quedarse embarazada.
Parece que, tras la muerte de Tiberio y el acceso al trono de Calígula, Agripina, por fin, se sintiera lo bastante segura como para tener un hijo y cumplir con su obligación para con el Estado.
Con el cambio de emperador, que ahora era ni más ni menos que su propio hermano, desaparecían la mayoría de las amenazas que pendían sobre Agripina.
Calígula dedicó buena parte de sus primeros meses como emperador a rehabilitar a su familia cercana.
Uno de sus primeros actos fue navegar hasta las islas donde murieron su madre y sus hermanos, recuperar sus cenizas y llevarlas a Roma, para ser depositadas en el Mausoleo de Augusto con gran pompa.
Tal como pasó con el regreso de su madre a Roma con las cenizas de su marido Germánico, el retorno de Calígula culminó con una enorme y solemne procesión hasta Roma y, una vez ahí, hasta el Mausoleo de Augusto.
Por suerte, la inscripción dedicada a su madre Agripina la Mayor en el Mausoleo se ha conservado: “Agripina, hija de Marco Agripa, nieta del divino Augusto, esposa de Germánico César y madre de Cayo Cesar Augusto Germánico (Calígula), príncipe”.
Al mismo tiempo, borró la mancha que Tiberio había colocado sobre el día del nacimiento de su madre, haciéndolo de nuevo día laborable (fasti), e instauró unos juegos en su nombre, para los cuales se transportó una estatua de Agripina la Mayor en un carro ceremonial llamado “carpentum”.
También hizo acuñar una serie de enormes monedas de oro y plata con las efigies de sus padres; una de estas monedas mostraba a Agripina la Mayor, en el reverso y una imagen de su estatua en el “carpentum” en el anverso.
La verdadera legitimidad de Calígula recaía en Agripina la Mayor, puesto que era su vínculo de sangre con Augusto.
Su padre no necesitaba ninguna rehabilitación, de modo que Calígula se limitó a rebautizar el mes de septiembre como “germánico” (a diferencia de los meses de julio y agosto, este nombre no triunfó).
Calígula llevó a sus hermanas a todas estas celebraciones.
Para legitimar su reinado decidió hacer todo lo posible para llevar a sus hermanas al ámbito público como si fueran ramificaciones de él mismo.
En primer lugar, se les concedieron los privilegios de las “vírgenes vestales”.
Quedaron libres de tener un tutor masculino, lo que significaba que podían tomar sus propias decisiones legales, hacer negocios y expresar su propia voluntad; esto las colocaba aparte de todas las demás mujeres en asuntos comerciales y legales. También recibían honores públicos cotidianamente, lo que las situaba siempre bajo los ojos del pueblo.
Lo más sorprendente es que se les concedió ir acompañadas de un “lictor” cuando salían de casa.
Las hermanas de Calígula también recibieron asientos reservados en todos los juegos, festivales y celebraciones; de este modo quedaban siempre separadas del pueblo y bien visibles para todo el mundo.
Finalmente, sus cuerpos eran sacrosantos; tocar o dañar a una virgen vestal se castigaba con la muerte.
En el año 37, todos estos privilegios recayeron sobre Agripina, con 21 años, y sobre sus hermanas pequeñas.
Su siguiente paso fue incluirlas en las plegarias que se daban para el bienestar del Imperio y del emperador.
Calígula quería que sus hermanas fueran consideradas parte del Estado romano.
También añadió a sus hermanas a la fórmula ritual que se usaba cuando los cónsules presentaban mociones al Senado.
Todas las propuestas consulares acabarían con las palabras: “Que sea bueno y venturoso para Cayo César (Calígula) y sus hermanas”.
Luego fueron añadidas al juramento de lealtad al emperador que hacían los ciudadanos al inicio de un nuevo reinado y en tiempos de crisis; antes se juraba sólo a Augusto o a Tiberio, pero ahora el juramento rezaba: “No me querré a mí ni a mis hijos más que quiero a Cayo (Calígula) y a sus hermanas”.
Se estaba presentando a Agripina, Livila y Drusila como parte intrínseca del principado, tan importantes para el Estado como el mismo emperador.
Se acuñaron asimismo monedas con sus efigies y en esto Calígula fue también revolucionario; fue el primero en hacer aparecer a mujeres jóvenes y aún vivas en una moneda.
Su último y teatral acto de amor filial fue hacerlas aparecer con sus nombres, en las monedas.
Este acto convirtió a las tres hermanas en las primeras mujeres vivas identificadas por su nombre en una moneda romana.
Calígula utilizó a sus hermanas para transmitir una sensación de continuidad. Pues Cayo no tenía hijos y la única persona válida de la siguiente generación era aquel adolescente de 18 años del cual había intentado desviar la atención de la gente durante meses; Tiberio Gemelo era un rival, no un heredero; sus hermanas, en cambio, eran jóvenes, hermosas y fértiles.
La segunda oportunidad que tenemos para ver a Agripina y sus hermanas en público es también el año 37, en la dedicación del templo del divino Augusto. El templo había sido iniciado durante el gobierno de Tiberio y, al final, quedó completado durante los dos primeros meses de Calígula como emperador, justo cuando estaba esforzándose para recordar a todo el mundo sus vínculos de sangre con su divino antepasado.
La dedicación significaba la apertura oficial del templo como lugar de culto y era un acontecimiento público de primera magnitud, con juegos, carreras y festejos durante varios días.
Pero en septiembre del año 37, Cayo se puso misteriosamente enfermo.
Desapareció de la vida pública, llevándose también a sus hermanas.
En el aparente vacío, algunos intentaron forzar al pobre Tiberio Gemelo, pero Calígula no estaba lo bastante enfermo como para no darse cuenta del problema y, así, Gemelo fue asesinado con discreción.
Calígula decidió que necesitaba un hijo propio, de modo que contrajo matrimonio con Livia Orestila.
Durante meses se paseó por Roma una sensación de incertidumbre; el Senado y el pueblo se ponían nerviosos si no podían ver al emperador.
No les faltaba razón, porque si Calígula moría, la sucesión no sería pacífica, sobre todo ahora que Tiberio Gemelo ya no estaba. La amenaza de otra guerra civil se cernía de nuevo sobre Roma.
AGRIPINA “MATER”
En esta atmósfera de incertidumbre y enfermedad, Agripina dio a luz a su hijo, que recibió el nombre tradicional de su familia paterna, no su nombre maternal julio-claudio.
Su hijo nació el 15 de diciembre del año 37 y recibió el nombre de Lucio Domicio Enobarbo.
Pero a los 14 años se le cambió el nombre y recibió el nombre de “Nerón”.
Plinio el Viejo presentó el nacimiento de Nerón como ejemplo de parto de nalgas en su “Historia natural”, y Plinio lo sabía porque Agripina lo explicó en sus “Memorias”.
Plinio consideró que un parto de nalgas era algo bastante antinatural y una señal de que el niño se convertiría en un ser horrible, espantoso y seguramente en todo una maldición para el mundo.
Que Nerón naciera de nalgas era una magnífica prueba de su teoría, pues Nerón resultó ser horrible, espantoso y una especie de maldición para el mundo.
En Roma, la mejor manera que tenía una madre de demostrar su amor por un hijo era esforzándose para garantizar que accedía a un mundo en el que su familia era rica, respetada y bien situada.
Agripina se puso a trabajar para este objetivo casi desde inmediato. En ese momento ya era una de las tres mujeres mejor situadas del mundo (y aún más cuando el matrimonio de Calígula con Livia Orestila duró menos de un año), no tenía ningún tutor masculino, podía ir allá donde quisiera y, a diferencia de sus hermanas menores, había demostrado su fertilidad y traído al mundo el primer retoñó de la siguiente generación de julio-claudios.
Tenía entonces, a inicios del año 38, 22 años.
EL INCESTO
En rápida sucesión, Calígula se había deshecho de su hijo adoptivo Tiberio Gemelo, de su antiguo suegro Marco Junio Silano y del prefecto del pretorio Macrón. Todo daba a entender una eliminación de todos aquellos que habían estado cerca de Calígula antes de su acceso al trono y que tenían algún tipo de poder (real o simbólico) o no estaban muy lejos de él.
No sabemos absolutamente nada de lo que hizo Agripina durante este año. Todo lo que nos ha llegado es una serie de extrañas acusaciones contra las tres hermanas y el esposo de Drusila, Lépido, en las que todos estaban implicados simultáneamente en un conjunto de aventuras adúlteras, incestuosas, homosexuales y, con mucha probabilidad, no consentidas. Lépido era el mejor amigo de Cayo; era el esposo de Drusila, por lo que estaba casado con la hermana favorita de Calígula.
Calígula apreciaba tanto a Lépido que incluso empezó a incluirlo en las estatuas familiares que se hallaban por todo el Imperio.
Cuando Calígula estaba enfermo y todos pensaban que iba a morir, posiblemente nombró a Lépido heredero al trono.
Suetonio explica que Calígula tenía relaciones sexuales regulares con sus hermanas. Pero a Drusila “la trataba como una esposa”, supuestamente habiendo empezado a tener relaciones sexuales con ella cuando vivían con su abuela (Antonia la Menor).
También tenía relaciones sexuales con Lépido con regularidad, así como con las mujeres de varios senadores.
Sin embargo, es relevante que ningún contemporáneo de las hermanas tuviera nada que decir acerca de esta historia de incesto.
A Emma Southon le parece mucho más probable que todo esto sea una proyección de los comentaristas romanos que no eran capaces de concebir una relación cercana sin que hubiera sexo de por medio.
La razón por la que Drusila estaba considerada la hermana favorita del emperador fue que, el 10 de junio del año 38, murió de golpe a causa de unas fiebres y Calígula no lo llevó muy bien. Dejó de cortarse el pelo y de afeitarse, se marchó fuera de Roma e instituyó un período de luto público por Drusila. El luto público implicaba que nadie podía trabajar ni celebrar festivales públicos ni privados.
Ofreció a Drusila un gran funeral público y estaba tan descompuesto que se desmoronó mientras leía el panegírico, y fue Lépido quien tuvo que acabarlo.
Luego hizo que el Senado le concediera varios honores, incluida la divinización.
Técnicamente, pues, Drusila es una diosa llamada “Drusila Pantea”, aunque nunca nadie la adoró mucho.
Fue la primera mujer de la familia imperial en recibir tal honor, y la primera persona después de Augusto, pues Tiberio no había querido divinizar a su madre Livia y nadie quería divinizar a Tiberio.
A Drusila se le concedió un santuario público con veinte sacerdotes, se instituyó un festival de dos días para su natalicio y en Egipto se nombró el mes de payni (mayo-junio) como “drusileios”.
Pero parece que todo esto es falso.
Sin embargo, no tenemos ninguna razón para pensar que la consternación no fuera real y dolorosa para todos, incluidos los senadores y que Agripina estuviera tan afectada por esta pérdida como su hermano.
LA CONSPIRACIÓN
A principios del año 39 Agripina era la hermana estimada del emperador, situada siempre en primera línea en las carreras y con derecho preferente de paso por las calles, mientras que a finales de año estaba desterrada en una isla diminuta.
El año empezó mal por la restauración de la acusación de “maiestas”, que al principio Calígula había abolido dos años antes.
La “maiestas” era algo serio y complicado; en general, se refería a un ataque contra la grandeza del emperador y a menudo se equipara a una traición. Pero la idea de “traición” implica que alguien conspira para dañar físicamente al emperador o al Imperio de un modo u otro; en cambio, la “maiestas” engloba muchas más cosas.
La “maiestas” tenía una connotación religiosa, pues en su origen se aplicaba sólo a los dioses; luego pasó a aplicarse también a los emperadores semidivinos a través de los sacerdotes y los cónsules e incorporó también la idea de ofensa, sacrilegio y cualquier subversión de la dignidad del emperador.
Y el problema es que todas estas ideas son mucho más insidiosas y fáciles de lanzar contra alguien que no la simple traición.
Por ejemplo, Tiberio hizo ejecutar a Cremucio Gordo por ser demasiado amable con Bruto y Casio (los asesinos de César) en un libro de historia, y Vocieno tuvo el mismo final por haber insultado a Tiberio en privado. Otros eran procesados por hacer unas vagas alusiones al hecho de que Tiberio no había divinizado a su madre (Livia), por cambiarse de ropa delante de la estatua de divino Augusto o por ir a las letrinas con la intención de pagar con una moneda con la efigie de Tiberio.
En resumen, la “maiestas” era lo que quisiera el emperador que fuese para deshacerse de algún senador problemático.
Además, había buenos incentivos para acusar a los demás de “maiestas”. Si tú eras un senador o un ecuestre cualquiera, acusabas a alguien de “maiestas” y era ejecutado, te quedabas con todo su dinero y sus propiedades.
La abolición de los juicios por “maiestas” fue uno de los actos más populares de Calígula al principio de su reinado, porque Tiberio lo usaba con mucha frecuencia; y la flexibilidad de la ley aterraba a todo el mundo.
Pero luego Calígula revocó su decisión, y el terror empezó adueñarse de toda la población, incluidos Agripina y Domicio.
Por la misma época, Calígula dio a Agripina una nueva cuñada. En el año 38 se había casado con Lolia Paulina para divorciarse poco después.
La esposa de este año 39, Cesonia, duró un poco más.
Cesonia era mayor que Calígula, ya había enviudado y era madre de tres hijas. Parece que cuando contrajo matrimonio con Calígula, ya estaba embarazada; este embarazo daría a Calígula su único hijo y un primo para el pequeño Nerón, una niña llamada “Julia Drusila”.
La madre de Cesonia era Vistilia, que se había casado seis veces.
Otra mujer de la familia, también llamada Vistilia, provocó un escándalo público al hallar un modo novedoso de evitar una acusación de adulterio: como el adulterio romano no era más que el sexo entre una mujer de alto rango y un hombre con el que no estuviera casada, las mujeres de baja clase social y determinadas profesiones quedaban exentas de la ley; éstas eran actrices, propietarias de tabernas y, claro está, prostitutas. Así, Vistilia se inscribió como prostituta pública. La idea no funcionó y fue desterrada por ser repugnante a los ojos de los romanos.
Así pues, Cesonia ya llevaba la mancha de sus parientes femeninas y en la mayoría de las referencias los hombres antiguos y modernos la describen como una zorra horrible y ordinaria que sólo merece nuestra crítica.
Suetonio y el historiador judío preferido de Vespasiano, Flavio Josefo, nos dicen que era tan vieja y grotesca que todo el mundo suponía que había usado alguna poción amorosa para ganarse el corazón de Calígula.
Y eran estas pociones de amor las que pensaba que habían hecho enloquecer al emperador y lo habían convertido en una persona tan malvada.
En realidad, Cesonia estaba bien conectada. Cinco de sus seis hermanos habían sido cónsules, así como varios de los exesposos de su madre. Su tío era muy buen amigo de Druso I, hijo de Livia y hermano de Tiberio. No deja de ser curioso que este tío se suicidara en el año 32, cuando Tiberio se enfadó con él por, supuestamente, dar a entender que el joven Calígula era un inmoral. Años más tarde, la sobrina de Cesonia se casaría con el emperador Domiciano.
Cesonia era de buena estirpe, y ofrecía bastante más que una virgen de 16 años.
Calígula la adoraba y la adoró todavía más cuando tuvo su cuarta hija y le ofreció una heredera.
Suetonio nos cuenta que tras contraer matrimonio con Cesonia, Calígula se volvió monógamo de golpe y que pensaba que era tan hermosa que la hacía desfilar desnuda frente a las tropas para alardear.
Le gustaba tanto que hizo algo que sólo había hecho con sus hermanas: ponerla en una moneda.
Al mismo tiempo mostraba una clara devoción pública por su hijita, llamada Julia Drusila a partir de la difunta Drusila.
Con todos estos acontecimientos, el año 39 avanzaba con el sonido de un montón de alarmas para Agripina.
Ahora, Calígula tenía una esposa sobre quien volcar su afecto, con una cercanía e influencia que ni siquiera una hermana podía igualar.
Sin duda, Cesonia era toda una amenaza para la posición de Agripina y para Nerón.
En cuanto Calígula tuvo un hijo propio, Nerón dejó de ser el futuro de la dinastía julio-claudia y se convirtió, en cambio, en un posible rival.
Además, esta amenaza apareció en el preciso momento en que se reinstauraban las leyes que, probablemente, provocaron la caída de su madre y hermanos y que, sin lugar a dudas, habían causado la muerte y caída de muchos otros.
Pero, además, Agripina tenía otra preocupación: probablemente, su marido estaba muy enfermo. Domicio murió en el año 40, de hidropesía, según las fuentes.
La pérdida de su esposo llevaría a la joven Agripina a un mundo de incertidumbre; Calígula sería el encargado de buscar un nuevo marido para ella y padre para su hijo, y en esa época Calígula no estaba tomando sus más brillantes decisiones.
En septiembre del año 39 las cosas se aceleraron de golpe.
El drama se inició cuando Calígula quitó de en medio a los dos cónsules y destrozó sus “fasces”. Al mismo tiempo, y también por razones poco claras, Calígula retiró y sustituyó al gobernador de Siria y al gobernador de Panonia. El gobernador de Siria era Lucio Vitelio, que más adelante será uno de los mayores aliados políticos de Agripina. Éste en el año 39 tenía cuatro legiones bajo su mando, con las cuales había conseguido algunos éxitos militares, y nadie sabía mejor que Calígula lo importante que era la lealtad personal de las legiones para cualquiera que tuviera ansias de poder. Vitelio fue retirado del cargo y aquí acabó la cosa, pero el gobernador de Panonia Calvisio Sabino fue llevado a juicio por permitir que su mujer supervisara las tropas; luego se suicidó.
Justo antes de estos hechos, Calígula había llamado a Roma, juzgado y desterrado al prefecto ecuestre de Egipto, Flaco, también por oscuras razones. Sin embargo, durante septiembre decidió que el destierro a Flaco no era suficiente y envió a alguien a matar a Flaco en la minúscula isla en que se hallaba.
Todo esto pasó en el espacio de pocas semanas.
A finales de septiembre, Calígula partió de improviso en dirección a Germania con una escolta dispar y poco preparada.
Las tropas acantonadas en la frontera germánica eran las más numerosas, con ocho legiones bajo el control de dos hombres: Gaetúlico en la Germania Superior y Lucio Apronio en la Germania Inferior.
Sin embargo, camino de Germania, Calígula se detuvo en Mevania (en la Umbría), en una residencia familiar en la que Agripina, Livila y Lépido (y suponemos que el resto de la familia) estaban pasando unos días.
Justo entonces, llegó al Senado un mensaje en que se acusaba a Agripina, Livila y Lépido de conducta inmoral y en el que se afirmaba que los tres habían sido detenidos.
Luego, Calígula, en lugar de regresar a Roma con sus hermanas, ahora detenidas, se apresuró hacia Germania, donde arrestó y ejecutó a Gaetúlico.
El 27 de octubre del año 39 se ofrecieron sacrificios para celebrar la supresión de las “infames conspiraciones de Cneo Léntulo Gaetúlico contra Cayo Germánico (Calígula)”, tal como quedó inscrito en el registro de los hermanos Arvales.
El Senado, sin duda, confuso, envió a Claudio a Germania para felicitar a su sobrino.
Cuando Cayo regresó a Roma, se celebró una vista (juicio) en la que parece ser que se leyeron cartas incriminatorias entre Agripina, Livia y Lépido.
Lépido fue ejecutado de inmediato, mientras que las hermanas fueron condenadas al destierro.
En una extravagante parodia de su madre y de sus honorables procesiones, Agripina fue obligada a transportar las cenizas de Lépido a la isla donde ambas hermanas serían desterradas.
Lo que en realidad sucedió durante esas semanas, y si Agripina estaba realmente implicada en alguna conspiración, nos resulta oscuro por completo.
La única acusación que mantiene una cierta coherencia en todas las fuentes, y que consigue evitar por completo el tema de la conspiración o evitar ser tan embrollada como para ser absurda, es la de que Agripina mantenía relaciones sexuales con Lépido. Incluso Tácito está de acuerdo con esta acusación, cuando presenta la aventura con Lépido como el primero de sus “crímenes sexuales”.
También afirma que esta aventura era, específicamente, “por sed de poder”, lo que implica que él pensaba que Agripina estaba involucrada en algún asunto político.
Suetonio afirma que las cartas que Calígula leyó en el Senado demostraban que las dos hermanas eran unas adúlteras que habían combinado sexo y violencia para conspirar contra el emperador, y Suetonio tenía acceso a los archivos imperiales.
Emma Southon piensa que Agripina, como mínimo, tenía relaciones sexuales con su antiguo cuñado y, en tal caso, es probable que estuviera involucrada en algún tipo de conspiración. Lo prueba el hecho de que Cayo hiciera transportar a Agripina las cenizas de Lépido. El gesto tiene una clara intención de rencor.
Lo que nos importa aquí es que Agripina pensaba que tenía buenas opciones a una vida mejor si su hermano resultaba muerto.
Puede ser que viera en Cesonia una terrible amenaza a la posición que tenían ella y su hermana Livila.
Aún más probable es que Cesonia y sus fértiles entrañas representaran una amenaza para el futuro de su hijo Nerón; si Cesonia continuaba teniendo hijos, había muchas más posibilidades de que Nerón acabara como Tiberio Gemelo que como Tiberio.
Emma Southon encuentra muy curioso que las fuentes modernas sobre Agripina siempre la hayan presentado conspirando para su futuro personal más que intentando proteger a su hijo y a ella misma en un ambiente hostil.
Pero la forma de actuar de Agripina para protegerse fue su primer acto de valentía y de falta de preocupación por las convenciones de la feminidad romana.
Después de enviar a Agripina a la isla, Calígula continuó sacándose de encima a más personas que eran amigos de la familia, lo que sugiere que Agripina había estado tanteando a diversos grupos políticos.
Séneca era el más destacado de ellos. Si Agripina llegó a tener algún “mejor amigo”, Séneca debió de ser uno de ellos.
En cualquier caso, no hubo muchos juicios ni ejecuciones, por lo que la conspiración debía estar aún en sus albores cuando fue descubierta.
EL DESTIERRO
El destierro de Agripina fue en la isla de Pontia (en el mar Tirreno). Pontia se encuentra entre Roma y Nápoles, a unos 30 kilómetros, y era el mismo sitio en que Nerón, el hermano de Agripina estuvo desterrado.
Su separación del hijo debió de ser insoportable, pero la humillación de mostrarla ante toda la ciudad como una traidora a la familia y al Imperio debió resultarle igual de espantosa.
¿Cómo reaccionó Agripina a su destierro? No lo sabemos, sin duda escribió cartas. A Séneca, a su esposo Domicio que todavía vivía.
Domicio murió en el año 40 a causa de su hidropesía y su hijo Nerón fue enviado a vivir con la hermana de Domicio, Domicia; a ésta también la escribiría.
Cuando Agripina regresó del destierro, mostró cómo le había afectado esta experiencia y veremos cómo se preocupó de no volver a sufrir nunca más una humillación así y cómo controló cuidadosamente su entorno.
Las “Memorias de Agripina” (que seguramente no las escribió durante el destierro) eran una glosa sobre su vida, su esplendorosa vida y el ascenso de su gloriosa familia.
Tácito lo deja bien claro: eran una declaración pública de una figura pública, no la queja de una mujer desterrada.
Es posible que si el destierro de Agripina hubiese sido más largo, las cosas hubieran ido de otra forma.
Por suerte para ella, el 24 de enero del año 41 (poco más de un año después del destierro de Agripina), una conspiración liderada por los prefectos del pretorio Casio Querea y Cornelio Sabino logró acabar con la vida de Calígula mientras salía del teatro; luego los conspiradores asesinaron a su esposa y a su hija.
Tras un par de días de discusiones entre el Senado y la guardia pretoriana (con la mediación de Herodes Agripa) éstos últimos ganaron la partida y nombraron emperador a Claudio, con el pleno apoyo de todos y sin que nadie lo aceptara a regañadientes.
Lo primero que hizo Claudio fue derogar las resoluciones menos populares de su antecesor.
Y así fue como el tío de Agripina la liberó de su destierro.
SOBRINA
El regreso a Roma
Por suerte para ella, fue llamada a Roma, se le restauraron sus propiedades y todo el mundo lamentó muchísimo que hubiera sido desterrada por toda esa historia de la conspiración, pues ahora resultaba que todos consideraban que su hermano había sido un auténtico miserable.
Cuando Agripina volvió a la ciudad, tenía 25 años y Nerón sólo cuatro.
Su primer acto, junto con su hermana Livila fue exhumar los restos semiincinerados y semienterrados de Calígula de los jardines en que habían sido dejados y celebró una cremación correcta y un funeral para él, que culminó con un sepelio en el Mausoleo de Augusto.
Emma Southon piensa que lo hicieron para evitar que el fantasma de Calígula maldijera los jardines en que estaba enterrado y el palacio en que fue asesinado.
También en la sociedad romana media había un temor general hacia espíritus malignos que tenían que ser apaciguados y también hacia espíritus benignos que debían ser homenajeados en diversos festivales religiosos a lo largo del año.
También había buenas razones familiares para que Agripina y Livila enterraran como era debido a su hermano asesinado: se trataba de un acto de buena “pietas”.
Pero otra razón es que fuera un caso de “buena óptica”, porque queda muy claro, a partir de diversas fuentes, que si bien la guardia pretoriana y el Senado odiaban a Calígula con todas sus fuerzas, el pueblo y las legiones de Roma pensaban que era un gran emperador.
Incluso Suetonio dedica 20 párrafos de su biografía a explicar las cosas buenas que hizo Calígula y lo popular que era entre la plebe.
Una fuente un poco más temprana se ocupa del asesinato de Calígula con muchísimo detalle; se trata de las “Antigüedades judías” de Flavio Josefo.
Josefo nos muestra a Calígula regando al pueblo de Roma con monedas de oro y de plata y paseando con comodidad entre la gente.
Agripina y Livila eran bien conscientes de la popularidad de su hermano entre el ejército y el pueblo de Roma.
Su decisión de ofrecer un funeral adecuado a Calígula y de enterrarlo en el Mausoleo de Augusto junto a sus gloriosos familiares, sólo se puede ver como un recordatorio para los admiradores de Calígula de que su familia seguía viva. Era un recordatorio para el pueblo de Roma de que ellas aún eran hijas de Agripina la Mayor y de Germánico, de que aún eran las bisnietas de Augusto y de que aún eran las hermanas del emperador.
LA SITUACIÓN EN ROMA
El ambiente político y cultural al que regresó Agripina no era muy apacible.
Roma acababa de presenciar el primer derrocamiento violento de un gobernante en 80 años, desde aquel 44 a. de C. en que Julio César había sido apuñalado a los pies de la estatua de Pompeyo.
Sin embargo, en esa ocasión el Senado aún era oficialmente la institución de gobierno del Estado; en el año 41, en cambio, esto ya no era así.
Hubo un largo período de tensión en que nadie gobernó oficialmente el Estado durante dos días mientras el Senado intentaba proponer sus propios candidatos al principado.
Claudio ofreció a cada miembro de la guardia pretoriana 15.000 sestercios para que le apoyaran.
Claudio y sus seguidores, bien armados y bien pagados, habían ganado sin duda, pero nadie estaba muy contento con el resultado.
Claudio al asumir el trono había sancionado, a todos los efectos, un golpe violento contra un gobernante legítimo y había acabado no teniendo el apoyo de casi ninguna de las familias más poderosas de Roma.
Claudio ni siquiera estaba conectado con la rama julia de la familia julio-claudia, excepto por un tenue vínculo marital. Luego complicó aún más las cosas ejecutando de inmediato a la mayoría de los hombres que le habían aupado al trono y declarando, en una extravagante decisión, que los dos días previos no habían existido oficialmente y que debían eliminarse de todos los registros.
Hasta que Calígula hubo asumido el trono y le nombró cónsul a los 50 años, Claudio nunca había tenido ningún cargo político; ni siquiera había sido senador durante la mayor parte de su vida.
Era la vergüenza de la familia. Suetonio nos conserva unas cuantas cartas extraordinarias escritas por Augusto a Livia preguntándose si Claudio era “completamente normal” o si “se hallaba disminuido e impedido en sus facultades físicas y psíquicas” y si tenían que mantenerlo oculto al público para que no se rieran de él.
Los principales problemas de Claudio parecen haber sido el tartamudeo, un temblor de la cabeza, cojera y una incapacidad de controlar sus respuestas emocionales, de modo que babeaba al reír y cuando estaba enojado.
Casi sin colegas, Claudio se retiró al abrigo de su entorno doméstico y rápidamente creó lo que podemos considerar la primera “corte romana” digna de tal nombre, donde los empleados domésticos personales gozaban de un poder político inaudito.
El poder y el acceso al emperador ya no venía de la mano de posiciones políticas importantes, como ser prefecto del pretorio o cónsul, sino de vivir en la casa del emperador, ser antiguo esclavo del emperador o ser miembro de la familia imperial.
Para Agripina, eran buenas noticias, porque era la sobrina del emperador y, por tanto, solía pasar por la casa de Claudio.
Pero las “cortes” eran lugares peligrosos. Y la situación en la que se encontraba Agripina era especialmente peligrosa para ella, porque era el único miembro de la casa julio-claudia que tenía un hijo, y Claudio acababa de tener uno.
En el año 41, Claudio se casó con su tercera perturbadoramente joven esposa, la famosa Mesalina, esposa que acababa de dar a luz a su hijo, Británico. Claudio ya había tenido un hijo con su primera esposa, Urgulanila, pero había muerto al inicio de la pubertad atragantado con un trozo de pera. También había tenido una hija con Urgulanila, pero, tras haberla aceptado, decidió que era producto de alguna infidelidad y, con cinco meses, la dejó en el umbral de la casa de su madre y la repudió. Luego tuvo dos hijas más: Antonia, de su segunda esposa Elia Patina, y Octavia, de Mesalina.
La situación de Agripina se volvió aún más inestable cuando, poco después de volver a pisar suelo romano, Livila fue desterrada por segunda vez.
En este caso fue acusada de adulterio con Séneca.
Siempre se acusa a Mesalina de despachar a Livila y a Séneca como si fueran un incordio, porque a Séneca no se le permitió regresar hasta que Mesalina desaparece de la escena.
Poco después de que Livila fue enviada de vuelta a su isla, Claudio envió a un soldado para asesinarla.
Esto nos deja a Agripina a finales del año 41 como única superviviente de su entorno familiar más cercano, con 26 años.
EL SEGUNDO MATRIMONIO
Tras volver a Roma, se nos presenta a Agripina dedicada de inmediato a la tarea de buscar un nuevo esposo, y lo cierto es que al acabar el año 41 ya estaba casada.
Es probable que Claudio y sus secuaces identificaran a Agripina como una amenaza y cualquier conexión con ella como un valioso recurso, de modo que la casaron con alguien de confianza, inocuo y sin relación con la familia imperial.
El hombre que finalmente se convertiría en el segundo esposo de Agripina fue Cayo Salustio Crispo Pasieno.
Su parentesco con ella era parcial, sólo por matrimonio y no por sangre. Era su antiguo cuñado, pues había estado casado con la hermana mayor de su esposo Domicio, Domicia. Él no procedía de una gran familia, pero en el año 20 había logrado ser adoptado por Cayo Salustio Crispo, un hombre increíblemente rico pero sin hijos. Así heredó una fortuna, un nombre antiguo y famoso y todos los clientes y conexiones de su padre adoptivo.
Era amigote de todo el mundo. Era famoso por tres cosas: haberse casado con Agripina, un par de ocurrencias y estar enamorado de un árbol.
Hasta ese momento, Pasieno había sido un compañero leal y un aliado de confianza de cada uno de los emperadores con los que había trabajado.
Parece que su objetivo en la vida era hacerse lo bastante rico y famoso como para disfrutar de una vida cómoda, relacionarse con el poder y hacer que se erigieran estatuas con su rostro, pero sin parecer que pudiese desear ningún tipo de alto cargo. Nunca buscó la fama política, sino sólo la aceptación social.
El matrimonio de Agripina con Pasieno no era algo insultante, pero tampoco algo de lo que enorgullecerse; era el tipo de matrimonio que podía esperar una mujer que no fuera hija de Germánico.
En cuanto se casó con Agripina, Pasieno fue enviado a Asia como procónsul, junto con su nueva mujer.
Del 42 al 43, Pasieno fue procónsul de Asia, es decir, estuvo al cargo de la administración de la “provincia”.
Asia era una “provincia senatorial” y, a pesar de tener el mismo nombre que el continente, en realidad era bastante pequeña. Comprendía el tercio suroeste de la actual Turquía y las islas mediterráneas correspondientes, como Cos y Rodas.
No tenía fronteras peligrosas, no tenía ciudades muy destacadas y, sobre todo, no tenía tropas.
Sin embargo, Asia era una provincia muy urbanizada, rica y culturalmente inquieta, a diferencia de muchas otras. Tenía unas cuantas ciudades medianamente grandes y pobladas, como Éfeso, Pérgamo, Mileto, Sardes o Ezani.
Como lugar para vivir fuera de Roma, tenía todo lo que uno desearía: teatros, termas y buena comida. Esta cultura urbana la convertía en la segunda mejor de las provincias senatoriales, sólo superada por África, porque en África el procónsul disponía de una legión y dominaba Cartago.
Como esposa del gobernador de Asia, el papel de Agripina era básicamente decorativo y suponemos que lo asumió.
Fue una suerte para Agripina estar alejada de Roma, porque en el año 42 se produjo un intento de derrocar a Claudio. Uno de los asesinos de Calígula, que consiguió sobrevivir, se unió al general destinado en Dalmacia y reunió a su alrededor un grupo de apoyo de senadores y ecuestres para intentar asaltar el trono. La revuelta duró cinco días y luego, todo aquel que estaba en Roma y parecía sospechoso, fue ejecutado
En algún momento del año 43, Agripina volvió a Roma. La ley obligaba a Pasieno a abandonar su provincia antes de 30 días después de la llegada de su sucesor.
En el año 44 Pasieno recibió un segundo consulado, un honor considerable que sugiere que en ese momento volvía a estar en Roma con Claudio.
Durante el 43 Pasieno nombró a Agripina heredera principal de su fortuna, un proceso que requería que estuviese en Roma.
Pasieno murió poco después. La fecha de su muerte no está clara, pero es posible que muriera a principios del año 44.
Esto nos deja a Agripina viuda otra vez, sólo tres años después de la muerte de su primer marido.
Esta vez se sospechó de ella por el posible asesinato de su esposo.
En el momento de su muerte, a Pasieno se le ofreció un recargado funeral público, un acto que Claudio tuvo que haber autorizado y que nos da una idea de la alta posición que tenía Pasieno en la sociedad romana.
Era un funeral público, Agripina volvía a estar a la vista de todo el mundo como esposa en luto.
Caminó por las calles de Roma, con Nerón, detrás del cuerpo de su esposo, desde su hogar hasta el foro.
El funeral fue público, de modo que no tuvo que pagar ni un solo sestercio.
Como Pasieno no tenía hijos, aparte de lo que legara a amigos y clientes, Agripina heredó toda su enorme fortuna y varias bonitas propiedades, entre las cuales una a orillas del Tíber.
Para Agripina el dinero significaba poder. Pero en cuanto Pasieno muere y Agripina no está asociada a un hombre, desaparece de las fuentes por completo durante cinco años.
LA SOBRINA DEL EMPERADOR
Durante estos cinco años Claudio hizo algunas cosas interesantes. Su primer acto, y el más relevante de su reinado, fue invadir y conquistar Britania.
La invasión se produjo el año 43 y fue la acción militar más significativa desde que Augusto había cerrado las puertas del templo de Jano en el 29 a. de C. y anunciado que se iniciaba la “pax romana”.
Se trata de una invasión que Suetonio despacha, con un estupendo menosprecio, como “una expedición de escasa importancia”, a la vez que sugiere que la razón principal por la que ningún líder militar se había preocupado de Britania desde Julio César no eran las guerras civiles ni la posterior prohibición de Augusto de ampliar las fronteras del Imperio, sino porque la isla era un estercolero.
A su regreso a Roma en el año 44, Claudio estaba extasiado de su éxito y se concedió a sí mismo un “triunfo” para celebrar su brillantez militar y su gloriosa conquista.
Agripina debe de haber estado presente en el “triunfo” como parte de la familia imperial, sentada en algún lugar de honor para presenciar el desfile.
Quizás se sentó al lado de Vitelio, el senador que se convertiría en su aliado más fiel, y con Nerón entre ellos, con su túnica infantil.
Agripina tenía mayor derecho al trono que Mesalina o Claudio gracias a su relación con Augusto y tenía a su favor la enorme popularidad que le daba el hecho de ser hija de Germánico.
Su hijo Nerón tenía más derecho al trono que cualquier otra persona, quizás excepto Cayo Silano, comprometido con la hija de Mesalina.
¿Por qué Mesalina no atacó a Agripina, como hizo con casi todas las demás? Y más teniendo en cuenta que, según Tácito, Mesalina nunca dejó de odiar y temer a Agripina. La respuesta es que Agripina no estaba en Roma; disponía de varias fincas y casas en Italia, donde podía vivir tranquila y segura. Parece que estaba fuera por Mesalina.
Durante el reinado de Domiciano, a finales del siglo I, Juvenal en su sexta sátira, presentó a Mesalina como una auténtica prostituta que trabajaba secretamente en un burdel y sólo regresaba a palacio cuando se le exigía hacerlo.
Mesalina es una presencia formidable durante los primeros años del gobierno de Claudio y el modo en que cayó fue lo que allanó el camino para que Agripina volviera a entrar en escena.
Valeria Mesalina era la tercera esposa de Claudio. Su madre era Lépida, la hermana pequeña de Domicio Enobarbo y, por consiguiente, cuñada de Agripina.
Su abuela materna era Antonia la Mayor, su bisabuela materna era la hermana de Augusto, Octavia I.
Para Agripina, Mesalina era su sobrina por matrimonio, y Nerón era primo de Mesalina.
Mesalina fue la esposa de Claudio hasta que fue ejecutada en el año 48, cuando tenía entre 28 y 31 años.
Mientras Mesalina usaba el poder del Estado para librarse a sus pasiones de sexo y violencia y Claudio perdía el tiempo en bibliotecas y en islas lluviosas y lúgubres, el Imperio quedaba bajo la dirección de antiguos esclavos; y lo que era aún peor, de antiguos esclavos griegos. En concreto, se trataba de los tres mejores compañeros de Claudio, que eran de su propiedad: los libertos Palas, Narciso y Calisto.
Estos hombres se encargaban, respectivamente, del tesoro imperial, de la correspondencia del emperador y del sistema judicial, y se presentan como el verdadero poder en la sombra.
En cualquier caso, es Mesalina quien protagoniza el relato de Tácito de los primeros años de Claudio como emperador o, por lo menos, podemos suponerlo, porque los primeros seis años no se han conservado.
Recuperamos la narración de Tácito en el año 47, justo en medio de una historia sobre Mesalina persiguiendo a un tipo porque éste se había acostado con una mujer que estaba intentando seducir a un actor que Mesalina quería para ella. Así, Mesalina acusó al hombre y a la mujer de adulterio, se los quitó de en medio y tuvo el camino libre hacia el actor, sin ninguna oposición.
Este extravagante asunto personal convertido en espectáculo público sirve como calentamiento para el embrollo que llevó a la ejecución de Mesalina, en el cual, supuestamente, se casó con su novio Cayo Silio y se divorció de Claudio a sus espaldas. Se interpretó que esto era un intento de Mesalina y Silio para derrocar a Claudio, de modo que ambos fueron condenados a muerte sin juicio previo.
La historia que nos relata Tácito no es una descripción verídica de los hechos, sino una lección moral sobre la debilidad y el patetismo de Claudio incapaz de controlar a su familia, de modo que mucho menos podría controlar el Estado y el Imperio.
En esta narración, Mesalina es representada como una adolescente ninfómana para perjudicar aún más la imagen de Claudio.
En los textos actuales, Mesalina suele presentarse como una mujer implacable, determinada a asegurar el trono para su hijo, después de Claudio.
Una posible indicación de lo anormal e incómoda que era la situación en Roma durante los primeros años de Claudio la vemos en la biografía que nos presenta Suetonio de Vitelio, que fue emperador durante ocho meses en el año 69, antes de ser derrocado por Vespasiano.
Suetonio nos cuenta que el padre de Vitelio, Lucio, para ganarse el favor de la familia imperial, suplicó a Mesalina que le diera uno de sus zapatos, que luego llevaba oculto bajo la toga y lo besaba de vez en cuando.
Tampoco Claudio se libraba de Lucio, pues éste se cubría y se postraba en el suelo cuando se encontraba con el emperador, como si éste fuera un dios viviente y parece que a Claudio esto le gustaba.
Así pues, es probable que Agripina mostrara un perfil bajo, se mantuviera alejada de la capital y así se protegiera, a ella y a Nerón.
MESALINA Y AGRIPINA
Los manuscritos conservados de Tácito recuperan el relato en el año 47, que coincide en el retorno de Agripina a Roma.
La ocasión para su regreso fue la celebración de los “Juegos Seculares”, y su aparición en público, junto con su hijo Nerón, provocó una conmoción casi tan grande como los propios juegos.
Es probable que regresara a Roma porque Nerón había sido invitado a participar en la gran ceremonia de inauguración. Nerón con diez años, y Británico con seis, tenían que ser las estrellas del espectáculo.
El problema es que Nerón robó el protagonismo a Británico (el hijo de Claudio y Mesalina) y Agripina conquistó los corazones del público de Roma en detrimento de Mesalina.
Suetonio afirma que Mesalina se puso tan celosa de la popularidad de Nerón que intentó matarlo mientras dormía. Sin embargo, cuando los asesinos se acercaban a la cama de Nerón, apareció una serpiente de debajo de la almohada del niño y los espantó. Agripina quedó tan maravillada de esta prueba de la protección divina de su hijo que hizo poner la piel de la serpiente en una pulsera de oro que Nerón llevaría permanentemente como recordatorio de su destino.
Tras el fracaso de este intento evidente de asesinar a Nerón, Mesalina preparó a sus aliados para que inundaran a Agripina con interminables y enojosos juicios para atemorizarla y para que uno de ellos consiguiera hacer que la desterraran o la ejecutaran.
Agripina consiguió quitarse de encima todas las acusaciones, en parte gracias a su enorme popularidad entre el pueblo, el ejército y el Senado de Roma, consecuencia, a su vez, de la reputación de su padre.
Pero el pseudomatrimonio de Mesalina y Silio es la crisis más inaudita de la vida de Agripina.
El consenso general es que la pareja, planeaba matar a Claudio, hacer que Silio adoptara a Británico y asumir el trono sin más complicaciones.
Debió ser un día particularmente preocupante y tenso para Agripina, un día que podía llevar a consecuencias muy graves si las cosas se torcían. Si, de algún modo, Mesalina y Silio conseguían asesinar a Claudio y asumir el control de la guardia pretoriana y del Senado, Agripina y Nerón serían los primeros en la lista de purgas.
Los libertos de Claudio Narciso, Palas y Calisto sabían que recibirían el mismo trato y uno de ellos, como mínimo, ya formaba parte del círculo de Agripina; se trata de Palas, que se convertiría en un gran aliado de Agripina y es posible que en estos momentos se encargara de informarla de lo que estaba pasando.
Por el contrario, si Mesalina fracasaba, si Claudio y Narciso vencían, casi todas las amenazas contra la vida y la felicidad de Agripina desaparecerían de golpe.
En sus 32 años de vida, ésta era la tercera vez en que una crisis ponía en riesgo su vida.
La muerte de Mesalina creó un vacío en la vida de Claudio, vacío que Agripina se encargó de llenar.
LAS CONSECUENCIAS
Las consecuencias inmediatas de ese día fueron terribles y caóticas.
Se ejecutó, sin juicio, a Mesalina y a ocho hombres y el Senado decreto una “damnatio memoriae”, la eliminación oficial de su recuerdo. Es lo mismo que había pasado antes con Agripina la Mayor e implicaba que el nombre y la imagen de Mesalina tenían que eliminarse de estatuas, inscripciones e incluso de las monedas; se borró de los relatos oficiales de Claudio como si nunca hubiera existido.
Dice Tácito que la reacción fue justa, pero que las consecuencias fueron nefastas.
Estas consecuencias a las que se refiere Tácito son Agripina y Nerón.
Pero la Agripina de los textos no es una mujer real, sino una representación del declive moral que permite que las mujeres se conviertan en figuras públicas.
El primer paso en esta historia es el matrimonio de Agripina con Claudio.
Claudio se las apañó para modificar la ley y así poderse casar con su sobrina a los tres meses de la muerte de Mesalina.
Según algunos, Claudio acabó casándose con Agripina, porque debía estar buscando una esposa con las dotes de Agripina: ella es parte de la familia julia, es de buena estirpe, ayuda a legitimar su reinado y le permite una asociación aún más estrecha con la popularidad de Germánico.
Todos están de acuerdo en que Agripina vio en la soltería de Claudio una oportunidad para su propio ascenso y que se las apañó para identificar y utilizar sus puntos fuertes: el acceso familiar a Claudio que otras mujeres no tenían y su atractivo sexual.
Acaso fue un precio (su boda con su tío Claudio) bastante pequeño a pagar para garantizar su vida y la de Nerón, un precio bastante pequeño en comparación con todo el poder que ganaría, un poder que se creía con todo el derecho a ostentar.
Este momento de la vida de Agripina siempre está teñido por el recuerdo del furioso enfrentamiento de su madre con Tiberio, cuando Agripina la Mayor le dijo que era ella y no por las estatuas por donde corría la sangre del divino Augusto. La respuesta de Tiberio fue que no ser emperatriz no era ninguna deshonra.
Algo de la arrogancia y creencia en el derecho divino al trono de su madre pasó a Agripina.
Ambas pensaban que no ser emperatriz era, en efecto, una deshonra; toda su identidad estaba construida alrededor del postulado fundamental que ella era la descendiente de Augusto y la hija de Germánico.
Cuando el liberto Palas presentaba a Claudio sus argumentos a favor de que se casara con Agripina, afirmó que traía consigo “a un nieto de Germánico, digno de ser admitido en la familia imperial”.
Así puede ser que Agripina viera en este matrimonio con su tío como su vía más rápida y práctica para que su familia recuperara el trono al cual tenía derecho.
Tácito dice que Claudio y Agripina tenían relaciones incestuosas prematrimoniales y que todo el mundo lo sabía.
Parece que planeaban formas de romper el compromiso de la hija de Claudio (Octavia) con Lucio Silano, de manera que así Octavia quedara libre para comprometerse con Nerón.
Silano había sido prometida a Octavia cuando ella aún era una niña porque él era el tataranieto de Augusto.
Pero poco después de la muerte de Mesalina, el censor Vitelio expulsó a Silano del Senado y de su cargo de pretor, a causa de una acusación según la cual Silano había estado teniendo relaciones incestuosas con su hermana Junia Calvina.
Tácito afirma que el censor Lucio Vitelio se montó esta acusación para adular a Agripina y regalarle una novia a su hijo.
El consenso entre los historiadores ha sido que Agripina lo planeó todo.
El problema es que todo el mundo detestó a Claudio aún más, casi tanto como le temían.
Nadie se sentía seguro. Además, Claudio había asesinado o desgraciado a tres miembros de la rama julia de la familia en sólo un par de meses (incluida la hermana de Silano, Junia Calvina).
Claudio modificó la ley para casarse con Agripina.
Esto ilustra con claridad la gran red de fingimiento hipócrita en la que se basaba el “principado”.
Desde su cama, Claudio podía asesinar, destruir, torturar y desterrar sin consecuencia alguna a cualquiera, por cualquier razón y bajo la más nimia apariencia de legalidad; podía aprobar y reintroducir leyes o sus propias letras del alfabeto sin problema alguno.
Pero casarse con su sobrina era tan extravagante y probablemente repulsivo para el pueblo de Roma, que tenía que hacer ver que convencía a los senadores y que éstos estaban de acuerdo con él, de modo que todo pareciese legítimo y así la gente no se rebelase y acabara matándolo como hizo con su sobrino (Calígula).
Así pues, encargó a Vitelio que tanteara al Senado, y Vitelio lo presentó de un modo tan cuidadoso que Agripina parecía un regalo que el Senado y el pueblo de Roma hacían, como encantadora sorpresa por ser tan gran emperador, a un reticente Claudio.
El matrimonio se celebró el día de año nuevo del año 49. Al pasar el umbral del palacio, se convirtió en la mujer más poderosa del mundo occidental.
ESPOSA
Una tiranía masculina
Tácito nos presenta el día de la boda como si un terremoto hubiera sacudido toda la ciudad; describe a Agripina como lo más espantoso que se puede imaginar en una mujer: ser masculina.
Tácito dice que en el momento de su matrimonio Agripina era austera, severa y masculina y nos dice que era impasible ante el sexo y el dinero. Que tenía un plan y dominaría a quien fuese para llevarlo a cabo.
Tácito sitúa cuatro sucesos que se dieron al mismo tiempo que el matrimonio y que demuestra tres hechos relevantes del resto del reinado de Claudio.
En primer lugar, Silano se suicidó el mismo día de la boda.
El segundo suceso fue que Agripina pidió de inmediato que Séneca regresara de su destierro y fuera nombrado tutor de Nerón.
El tercer suceso fue el destierro de Lolia Paulina.
Lolia era una de las candidatas a esposa imperial, y parece que ella lo sabía.
Los cargos que se presentaron contra ella eran confabulación con magos y pedir a un oráculo una predicción sobre el futuro del matrimonio de Claudio y Agripina.
Fue arrestada, juzgada públicamente (aunque no se la permitió hablar) y luego fue desterrada por Claudio.
Las fuentes sobre este asunto dicen que Agripina, impulsada por unos celos terribles de la mujer que creía que era su rival en el cariño de Claudio, acusó y persiguió personalmente a Lolia.
El último suceso en el relato de Tácito del año 49 era la promesa formal de matrimonio entre Nerón y Octavia.
La propuesta fue aprobada con mucho entusiasmo por parte de los senadores y con votos para realizar plegarias. Así, Nerón se convirtió en el futuro yerno de Claudio pocos meses después de haberse convertido en hijastro.
En la cultura romana, los hijastros no tenían ninguna relevancia; a grandes rasgos, seguían perteneciendo a la familia de su padre biológico y sus padrastros no tenían ningún tipo de obligación con ellos. Un yerno, en cambio, entraba simbólicamente en el círculo familiar de su mujer, además del suyo. Los yernos eran casi hijos.
Sin embargo, la cercanía cada vez más estrecha entre Nerón y Claudio no era del agrado de todo el mundo.
Incluso Tácito deja caer que muchos temían la futura venganza de Británico. Este miedo era un muy buen motivo para que diversas facciones del Senado utilizaran a Nerón para protegerse, sin que Agripina entrara para nada en ninguna de sus consideraciones.
Esta coincidencia de intereses permitió a Agripina entablar una relación aún más estrecha con los hombres que serían sus mejores aliados y representantes públicos: el liberto Palas y el cónsul y censor Lucio Vitelio.
Agripina necesitaba hombres que hicieran por ella las tareas públicas necesarias; su sexo siempre sería una barrera física y legal. No podía entrar en el Senado ni hablar en público; sólo los hombres podían hacer tales cosas. No podía implicarse de forma activa con el aparato del Estado ni dar órdenes a la guardia pretoriana no firmar documentos con su nombre.
Lo único que podía hacer era negociar con hombres que tenían poder, oficial u oficioso, para que se encargaran de hacer todas esas tareas para ella; a cambio podía ofrecerles los privilegios, el acceso y la influencia que tenía como esposa del emperador.
Pero estas relaciones de Agripina acaban caracterizadas en todas nuestras fuentes como líos sexuales, en lugar de ser recordada como una política sagaz.
Antes de convertirse en emperatriz, Agripina había sido acusada de tener relaciones sexuales con Lépido, con su propio hermano, con su tío (antes del matrimonio) y con un tipo llamado Tigelino en el primer año del gobierno de Calígula.
También se dice que tuvo relaciones sexuales con el liberto Palas y se enemistó con el liberto Narciso. A Narciso le gustaba explicar a todo el mundo que Agripina se había prostituido a un liberto para llegar al trono, “reputando su honra, su pudor, su cuerpo, en fin, todo, de menos valor que el reinar”.
AGRIPINA AUGUSTA
A pesar de su reputación como la mujer más malvada de la historia, parece que fue una extraordinaria diplomática y negociadora.
Los años post-Agripina del reinado de Claudio son los más estables, prósperos y agradables para Roma.
Podemos fijarnos en las ejecuciones. Durante los trece años del reinado de Claudio, éste ejecutó a 35 senadores y entre 200 y 300 ecuestres, pero sólo 4 de estas ejecuciones pueden fecharse en los años post-Agripina, a partir del año 49.
Otra medida son las revueltas. En los primeros años de Claudio, el Senado empezó intentando evitar su acceso al poder y más adelante, diversas facciones llevaron a cabo dos intentos a gran escala para derrocarlo.
En comparación, los años de Agripina se caracterizaron por una absoluta falta de agitación política, ningún intento de golpe de Estado y una relación fluida, intensa y productiva de Claudio con el Senado.
Llegado el año 50 ya se sentía con confianza para salir de las sombras y mostrarse al lado del emperador como su compañera; asumió el papel de su colega en sus tareas y empezó a destrozar expectativas.
El primer acto relevante fue la adopción de Nerón por parte de Claudio. Este fue el momento en que Nerón recibió realmente el nombre de Nerón y perdió, casi para siempre, su nombre original Lucio Domicio Enobarbo.
Todas las fuentes creen que la adopción fue un acto forzado por Agripina para lograr un beneficio personal y que luego Claudio se arrepintió de ello.
La facilidad con que el Senado y las asambleas decidieron autorizar la adopción de Nerón es quizás una prueba de la popularidad de Agripina y Nerón y de la benevolencia general con que se la trataba.
El derecho de Nerón a una posición imperial fue planteado por el cónsul Vitelio como una de las razones por las que se debía permitir que Claudio se casara con Agripina.
Dada la sangre julia, augusta, semidivina de Nerón, es posible que mucha gente pensara que merecía ser el heredero de Claudio, pasando por encima de Británico, el pequeño que, al fin y al cabo, no era más que un “claudio”.
Que el pobre Británico quedara impedido de heredar nada bueno, incomodaba un poco a la gente; pero también resultaba incómoda la idea del matrimonio de Agripina con su tío y nada impidió que se autorizara ese matrimonio.
Claudio también introdujo tres letras nuevas en el alfabeto romano, unas letras bastante interesantes, de modo que, a pesar de su aparente formalidad académica, en realidad estaba bastante abierto a las innovaciones, tanto en el mundo de la escritura como en el de las relaciones familiares.
La adopción tuvo lugar el 25 de febrero del año 49, y ello implicaba que ahora Agripina no sólo era la esposa del emperador sino que, muy probablemente, iba a ser la madre del siguiente emperador.
Agripina, por la misma época, recibió el título de “Augusta”. Era la tercera mujer en la historia en recibir tal título y la primera esposa viva de un emperador en recibirlo.
A livia siempre se le negó mientras Augusto estaba vivo; tras la muerte de Augusto, Tiberio permitió que Livia asumiera el título y los honores que lleva asociados.
Tras la muerte de Livia, Calígula concedió el título de “Augusta” a Antonia, su abuela, que en ese momento tenía 73 años y moriría ese mismo año.
Conceder el título de “Augusta” a Agripina era muy diferente.
Agripina tenía 35 años, era una persona enérgica, llena de sangre semidivina y esposa de un emperador vivo.
Hacerla “Augusta” le daba un estatus, si no un papel oficial en el Estado romano, y la convertía en la mujer más poderosa que hubiera visto el mundo occidental.
Sus primeras acciones como personaje público fueron empezar a recibir clientes, desempeñando una función pública. Algunos historiadores creen que se incorporó a la “salutatio” diaria de Claudio, el ritual matutino en el que cada cliente visitaba a su patrón y le deseaba buenos días.
Cada mañana, los hombres que se ocupaban de toda la administración del Estado llegaban y ofrecían su lealtad, amistad y compromiso a una mujer al mismo nivel que el emperador.
La intensidad con la que Agripina se sumergió en la vida pública del Imperio nos la muestra lo que tal vez sea su mayor logro en el año 50, cuando fundó su propia ciudad en su lugar de nacimiento.
La ciudad, situada a orillas del Rin, fue nombrada originalmente como “Colonia Claudia Ara Agrippinensium”, pero pronto se la conoció simplemente como “Colonia Agrippinensis”.
Se fundó como colonia militar, lo que significaba que los veteranos del ejército que ya habían completado su servicio militar se instalaban en la nueva colonia como premio a sus décadas de duro trabajo en las legiones.
Desde un punto de vista romano, era un lugar apenas habitable, sin las comodidades típicos romanos, sin cultura, sin togas, pero era una ciudad bastante relevante para albergar un altar local al culto imperial.
Colonia Agrippinensis fue la única colonia de esta época que se originó como el proyecto personal de un miembro de la casa imperial, y el único lugar que se fundó en el lugar de nacimiento de una emperatriz.
El objetivo de una colonia era ser el punto de referencia de la cultura romana en una región, ser la ciudad escaparate para que todo el mundo que viviera en la zona se diera cuenta de lo magnífico que era ser romano.
En la “Colonia Agrippinensis” se erigió un templo a los dioses conocidos como la “tríada capitolina”(Júpiter, Juno y Minerva) y un altar para el culto imperial. La nueva colonia tendría a Agripina como patrona, lo que significaba que la emperatriz en persona abogaría para que recibiera cosas interesantes, como dinero, nuevos edificios, exenciones fiscales y cosas por el estilo. Y también tendría un estilo de vida romano: termas donde socializar y masajearse con aceite y foros donde hacer negocios. También se aplicaría la ley romana, que era bastante coherente y ofrecía más protección que las normas consuetudinarias no escritas, mucho más azarosas.
En la “Colonia Agrippinensis”, la población enseguida encontró su lugar en la economía imperial haciendo y exportando vidrio en grandes cantidades, tanto artesanal como de consumo masivo.
Durante siglos, incluso después de ser capturada por los francos en el siglo IV, “Colonia Agrippinensis” fue uno de los grandes centros de la manufactura y el arte del vidrio en Occidente; fue un centro comercial, artístico y cultural desde el principio.
Los habitantes de la nueva colonia, tanto los colonos como los ubios que ya vivían allí, estaban excitados por su nueva posición y por su patrona.
Enseguida se refirieron a ellos mismo como “agrippinenses”.
En cambio, la ciudad se fue conociendo simplemente como “la colonia”, de modo que “Colonia Agrippinensis” se convirtió en Colonia, que acabó siendo su nombre definitivo hasta la actualidad.
En ese fomento de la fundación de la colonia, para Agripina era su demostración ante el Senado y el pueblo de Roma y ante la corte imperial de que tenía poder de verdad.
Agripina dice Tácito que tenía “potestas”.
La “potestas” se contrapone a la “influencia”, que es lo que las mujeres solían tener. La “influencia” implica que una mujer tenía que persuadir a un hombre para que llevara a cabo sus deseos o alentarlo a seguir un determinado camino.
La “potestas” era la capacidad de actuar, el poder de hacer cosas en público.
Agripina era la primera mujer en la historia de Roma en ostentar tal poder.
En comparación con los esfuerzos solitarios de Claudio en el proyecto civilizador imperial, la contribución de Agripina fue pacífica, conectada con el glorioso pasado de Agripa y Germánico y gloriosa en sí misma. Agripina tenía un talento natural para encontrar las cosas que la beneficiaban y que también beneficiaban a todo el mundo, y ésta fue la clave de sus años de gloria.
El triunfo final de Agripina del año 50 fue su representación en las monedas como igual a Claudio, monedas que circulaban por todo el Imperio.
Las monedas romanas tenían el rostro del emperador en un lado y una imagen en el otro, imagen que solía ser algo que se quería conmemorar o una virtud con la que el emperador quería asociarse.
En la primera moneda pionera de Agripina, las tres hermanas habían aparecido como tres diosas que representaban la armonía, la seguridad y la fortuna en el reverso de una moneda que mostraba a Calígula en el anverso. En esa moneda Calígula aún era la figura principal. La innovación de Agripina fue aparecer junto a su marido en el anverso de la moneda, como su igual.
Estas monedas no se acuñaron en Roma, lo que hubiera molestado a los senadores. Las monedas se acuñaron en grandes cantidades en Éfeso, que es la ciudad en la que Agripina pasó un año con Pasieno al inicio del reinado de Claudio y donde parece que era una persona muy querida.
También se acuñaron monedas y se esculpieron estatuas en las que llevaba una corona, o más bien una diadema.
Igual que con el título de “Augusta”, en la historia romana no se había representado nunca a ninguna mujer llevando una diadema y estando aún con vida. Al igual que con el título, la diadema confiere un aire de realeza y divinidad.
EMPERATRIZ DE ROMA
Entre el 51 y el 54, Agripina gobernó el Imperio junto a Claudio, sin recato y sin ocultar su papel.
Justo al empezar el año, se celebraron varios actos públicos significativos que situaron a Agripina y a Nerón en el centro de la familia imperial.
Según Tácito, el primer acto de Claudio fue conceder a Nerón su toga viril. Era lo más temprano que Nerón podía recibir su toga y ser elegible para los derechos y las obligaciones de la ciudadanía.
Era un acto muy importante tanto para Nerón como para el Estado romano y para Agripina.
Tras la ceremonia de la puesta de la toga viril a Nerón, Nerón y Claudio, tras una gran cantidad de lictores y lacayos, salieron del palacio y caminaron hasta el foro de Augusto, donde celebraron una ceremonia formal, rodeados por las imágenes de la gloria de Roma y del deber filial diseñadas por Augusto.
Una vez concluida la ceremonia hubo una fiesta, a la que se invitó a todo el Senado, clientes, amigos y familiares.
Fue una gran celebración de la entrada de Nerón a la edad adulta, del final de su niñez protegida y dependiente y del inicio de su vida de verdad.
Y presidiéndolo todo tenemos a Agripina, al lado de Nerón, para que no hubiera ni la más mínima duda de quién era su madre y de a quién se debía esta fiesta espectacular y su futuro.
Durante los días siguientes, el trío imperial de Nerón, Agripina y Claudio se aseguró de que no quedara nadie en el Imperio que no conociese el nombre de Nerón. Éste hizo regalos al pueblo de Roma y entregó dinero a los soldados, lo mejor que podía hacer para que la gente te recordara y te apreciara.
Luego dirigió a la guardia pretoriana en unos ejercicios, guiándolos en sus maniobras, que en realidad sólo era un poco de instrucción en el Campo de Marte con toda la panoplia.
En estos tres años, Nerón fue expuesto progresivamente a la luz de los focos, pero no estaba solo; estaba al lado de su madre.
El siguiente gran momento para Agripina se produjo cuando Carataco llegó a Roma.Carataco era un destacado rebelde britano que había dirigido la resistencia britana contra la colonización romana.
En el relato de Tácito, Carataco es llevado a Roma, donde su reputación era tremenda como resultado de una década enfrentándose al ejército romano.
Así pues, Claudio decidió celebrar una especie de “triunfo” en miniatura para celebrar su captura y que toda Roma pudiera verlo.
Carataco, su mujer y sus hijos, junto con sus aliados y todo el botín enviado desde Britania, desfilaron por la ciudad, ante una multitud de romanos deseosos de ver a un bárbaro britano en carne y hueso.
El desfile finalizó ante Claudio, sentado en un trono que se alzaba sobre una tarima, por encima de sus súbditos, y con la guardia pretoriana mostrando su estandarte detrás de él. A su lado, en una tarima separada y frente a las insignias, también estaba sentada Agripina.
Ninguna mujer se había sentado nunca en un palco para recibir a un extranjero, con responsabilidades oficiales, ni ninguna otra volvería a hacerlo en mucho tiempo.
Luego Carataco hizo algo extraordinario, que subrayó el poder de Agripina y su igualdad con el emperador.
El caudillo britano pronunció un discurso, que Tácito nos transcribe como un texto de extraordinaria nobleza y que maravilló a Claudio de tal modo que perdonó a Carataco y a su familia y los liberó
Los britanos agradecieron el perdón y seguramente adularon un poco a Claudio, pero luego se dirigieron a Agripina y repitieron su agradecimiento y adulaciones como compañera de Claudio que era.
MADRE Y MADRASTRA
A través de las “Cartas” de Plinio el Joven al emperador Trajano, cuando él estaba destinado como procónsul en Bitinia (la actual Turquía) podemos ver lo implicado que podía estar el emperador en las vidas cotidianas de la gente a lo largo y ancho del Imperio. No había casi nada que Trajano no supiera sobre lo que pasaba en Britania.
Claudio sólo pasó una semana conquistando Britania y luego trece años respondiendo cartas. La cantidad de información que llegaba cada día de funcionarios, ejércitos e individuos de todo el Imperio era abrumadora, y era trabajo del emperador ocuparse de todo ello.
Antes de Agripina, estaban los libertos.
Agripina se implicó de inmediato en la tarea de dirigir el Imperio, lo que significaba que tenía que trabajar con Palas y Narciso.
Trabajar con Palas era fácil; eran buenos amigos y se protegían mutuamente.
Agripina se aseguró de que a Palas le llovieran los honores y dinero y se preocupó por su familia, mientras que Palas, a cambio, se aseguró de que Agripina consiguiera lo que precisaba y el dinero necesario para llevarlo a cabo.
Narciso, en cambio, parece que era un colega más complicado. Estaba molesto porque su terrible sugerencia (pero, al menos, no incestuosa) en el debate sobre la futura esposa de Claudio en el año 49 no había sido tenida en cuenta. También se había convertido en el rostro público del desastre de Mesalina, pues fue él quien se encargó de ordenar su ejecución.
El hecho de que Agripina eclipsara rápidamente a cualquiera de las esposas anteriores de Claudio y pasara a ser una colega pública casi legítima del emperador, enfureció a Narciso.
Bajo las tres mujeres anteriores de Claudio, Narciso había sido lo más cercano a un buen compañero que había tenido el emperador, en lo privado y en lo público.
Narciso solucionaba los problemas, arreglaba los desastres de Claudio y tomaba decisiones cuando Claudio no podía. Pero ahora aparece esta mujer joven y hermosa, antes deshonrada, y le roba todos sus poderes especiales.
Narciso había sido esclavo de Antonia, la madre de Claudio, y Antonia era una mujer de lo más tradicional.
El relato principal de Tácito y, en consecuencia, el de casi todos los historiadores, es que Agripina estaba obsesionada por garantizar que Nerón sucediera a Claudio y esto era la clave de su mala relación con Narciso.
En la versión de Tácito y de Dión, Narciso era un ferviente partidario del hijo biológico de Claudio (Britanico), y quería que fuese emperador.
Pero desde el día en que Nerón recibió su toga viril estaba claro que Nerón ya era un hombre y un ciudadano mientras que Británico era sólo un niño.
Pero además Nerón también fue nombrado cónsul designado, lo que significaba que llevaba la indumentaria consular.
Se organizaron unos juegos y la familia imperial desfiló ante la multitud para que los vitoreara, como era tradicional. Británico iba vestido como un niño con una túnica o toga pretexta y Nerón iba vestido como si estuviera recibiendo un triunfo militar.
Tácito dice que el objetivo era que “podría así el pueblo contemplar a éste con la pompa imperial (Nerón) y a aquél con el vestido de la infancia (Británico) y, consecuentemente, comprendería el destino que le esperaba a uno y a otro”.
Para subrayar esto más, a Nerón se le concedió otro título, el de “princeps iuventutis” (príncipe de la juventud). Se trata de un título creado por Augusto para sus nietos (y tíos de Agripina), Cayo y Lucio César, del mismo modo que se sacó de la manga los títulos de “Augusto” y “Príncipe” para él mismo.
Antes de Tiberio (mucho antes), Cayo y Lucio quedaron señalados como la opción preferida de Augusto como sucesores suyos. Eran sus nietos biológicos, hijos de Julia y de su gran amigo Agripa, y estaba tan encantado con ellos que los adoptó en el año 17 a. de C., cuando Lucio sólo tenía meses y Cayo tres años.
Cuando recibieron sus “togas viriles”, en el año 2 a. de C., también se les concedió el título de “princeps iuventutis”.
Por desgracia para Augusto, Lucio murió de unas fiebres el año 2 y, luego, 18 meses más tarde, también murió Cayo, de una enfermedad diferente.
Augusto tuvo que adoptar a Tiberio a regañadientes.
Claudio también copió a Augusto al nombrar a Nerón “cónsul designado”, algo que Augusto también hizo con Cayo y Lucio.
Se trataba de una promesa para el futuro, según la cual, cuando Nerón llegara a los 19 años, sería cónsul.
Además, concedió a Nerón poder proconsular fuera de Roma, lo que significaba que podía llevar una escolta de lictores fuera de la ciudad y dar órdenes.
En cuestión de dos años, cuando tenía 15, Nerón empezó a asumir cargos oficiales en la gestión del Estado.
En el año 53 se le permitió presidir los juicios y emitir veredictos.
Nerón también fue nombrado prefecto de la ciudad de Roma.
El prefecto de la ciudad sólo tenía una tarea: ser responsable del cuidado de la ciudad cuando los cónsules estaban fuera durante las Ferias Latinas, una tarea básicamente ceremonial.
Suetonio nos dice que era tradicional que los abogados más famosos compitieran entre ellos presentando al prefecto sus casos más absurdos, lo que sería divertido para los romanos. Con Nerón, en cambio, los abogados intentaban presentar sus casos más importantes.
Nerón también tuvo que defender casos, casi de inmediato ante su nuevo padre; presentó los casos de Bononia (Bolonia), Rodas e Ilium (Troya), lo que significa que quedaran exentas de algún tipo de impuesto.
Que Nerón hiciera un discurso ante el Senado defendiendo a Ilium era un claro recordatorio de que Nerón descendía de dioses y héroes antiguos y modernos y de que tenía un derecho casi divino a ser emperador.
Así es como Augusto y luego Claudio y Agripina construyeron la sucesión imperial romana.
Se trataba de acumular capas y capas de prestigio, honor y poderes legales obtenidas aquí y allá, y de lograr imágenes impactantes.
Era necesario que la idea del sucesor escogido se viera como inevitable.
La legitimidad del plan sucesorio de Claudio descansaba en su totalidad en el hecho de que Agripina era su esposa.
Agripina era la clave para el éxito de la dinastía julio-claudia.
Lo que sí está documentado en las fuentes es la enfermedad de Claudio del año 53, o por lo menos, lo bastante bien documentado para que sepamos que Claudio estaba enfermo y que la dolencia duró lo suficiente para que Nerón y Agripina pudieran organizar unos juegos para la salud de Claudio.
Esto implicaba cierta preparación y era una bonita forma de que Agripina y Nerón apareciesen en público sin Claudio a su lado.
Además, era un recordatorio de que el Imperio resistía y todo continuaba igual cuando Claudio no estaba.
Dión afirma que en esta época Agripina aparecía en público con regularidad, sentada en una tarima separada pero igual a la del emperador, mientras recibía embajadores o visitantes o tramitaba las tediosas tareas cotidianas del Imperio, de modo que ya debía de estar acostumbrada a ser tratada como su igual, pero sólo cuando estaba al lado de Claudio.
Hacia la misma época, en el año 53, culminó el proceso de hacer de Nerón el sucesor al trono imperial al contraer matrimonio con la hija biológica de Claudio, su hermana adoptiva Octavia, que ya era bastante mayor como para casarse legalmente.
Antes de poder celebrar el matrimonio se tenía que superar un último obstáculo: según la ley romana, casarse con un hermano adoptivo se consideraba incesto. Ahora bien, contraer matrimonio con un familiar cercano no habría sido problema para Agripina y Claudio.
No obstante, su matrimonio claramente incestuoso había hecho fruncir el ceño a más personas de lo que sería ideal.
Su solución fue que Octavia fuera adoptada por alguien externo a la familia, por lo que así la muchacha, técnicamente, ya no sería hija de Claudio y podría casarse sin problemas.
Según Dión, los dioses avisaron a los romanos del terror que se avecinaba: nos explica que el día de la boda, el cielo pareció arder en llamas.
A Agripina se la presenta como una malvada madrastra para Británico, el hijo biológico de Claudio. No hay duda de que Británico estaba siendo apartado en la familia imperial. Por el hecho de ser el niño más pequeño, era el más inútil, pero también, en potencia, el más peligroso, como hijo de Mesalina que era y como rival al trono.
En el año 51 se produjo un incidente, poco después de que Claudio adoptara a Nerón y le diera un nuevo nombre, cuando Británico le llamó por su antiguo nombre, Domicio. Británico tenía sólo 9 años por lo que es probable que no fuera más que un accidente.
La historia dice que Agripina se enteró de esto y se enfureció; explicó a su marido lo que había pasado y acusó a Británico de usar adrede el antiguo nombre de Nerón porque no respetaba la adopción, de deshonrar a Nerón, de deshonrar a su padre y de deshonrar al pueblo y al Senado de Roma.
Según Tácito, fue lo bastante considerada como para no culpar al niño, sino a sus tutores y maestros, que le inculcaban hostilidad hacia Nerón; exigió a Claudio que se deshiciera de las malas influencias y reemplazara a los tutores por unos mejores.
Tácito acusa a Agripina de eliminar a oficiales de la guardia pretoriana que pensaba que eran favorables a la idea de Británico como heredero del trono.
Además Agripina y Claudio sustituyeron a los dos prefectos del pretorio (que eran los jefes de la guardia pretoriana). Tenían un poder inmenso y un acceso directo al emperador. Fue el prefecto del pretorio, Querea, quien asesinó a Cayo.
En el año 51 ambos fueron asignados a otras tareas y fueron sustituidos por un solo hombre, Sexto Afranio Burro, un militar de las Galias, con una mano lesionada, sin escrúpulos y con una lealtad inquebrantable a la hija de Germánico.
La sutileza y la diplomacia de estos pequeños tratos con el Senado, con los libertos y con Claudio socavan las acusaciones de Tácito y Dión de que Agripina no era más que una madrastra despiadada y cruel con Británico.
Dión también nos dice que Agripina mantuvo a Británico confinado en su casa y que le impedía aparecer en público y ver a su padre. Tácito aún va más allá y afirma que Agripina ni tan sólo le dejaba tener esclavos.
Esta historia subraya el hecho de que Agripina era una madrastra malvada que quitaba a Británico su derecho natural a heredar el trono para que el lector sienta pena por el pequeño Británico.
EL GOBIERNO DEL IMPERIO
Hacia el año 51 hubo ciertos tejemanejes en el Senado contra ella, cuando un tipo llamado Junio Lupo acusó al mejor amigo de Agripina en el Senado, Vitelio, de aspirar al trono imperial.
La acusación es algo extraña: Vitelio ya era muy viejo. Y las cosas le iban perfectamente bien; estaba muy próximo a Claudio y a Agripina y había obtenido mucho de esta proximidad.
Es más probable que fuera un intento de atacar a Agripina derrocando a su aliado público más fiel como respuesta al enorme poder de Agripina y la clara posición de Nerón como sucesor.
Junio Lupo fue desterrado. Tácito dice que Claudio le hubiera creído y que, si Agripina no hubiese intervenido, habría apartado a Vitelio.
Si las acusaciones contra Vitelio eran un aviso de alguien, lo eran de un grupo de senadores, con Agripina y Claudio como objetivos.
Vitelio murió poco después de un ictus. Esto deja a Claudio y a Agripina sin su principal campeón senatorial, pues el procedimiento ordinario para aprobar leyes como “erijamos una estatua de oro del emperador” o “los hombres pueden contraer matrimonio con sus sobrinas” necesitan de un senador para proponerlas y luego hacer ver que el emperador se veía forzado a aceptarlas.
Un par de años más tarde, en el año 53, hubo en Roma un par de acusaciones inquietantes.
La primera fue contra Tito Estatilio Tauro; la otra fue contra la tía paterna de Nerón, Lépida.
Tauro era uno de esos hombres que en su tiempo se hiciera famoso, influyentes y riquísimo, pero luego, tras su muerte quedó relegado al olvido.
Fue procónsul en África y un subordinado lo acusó de corrupción y de ser fanático de la magia y las supersticiones.
Tácito dice que la acusación fue, en cierto modo, culpa de Agripina, porque de alguna manera obligó al subordinado a acusar a su superior, pues ella quería su dinero y sus jardines.
Pero Tácito califica a Agripina de austera y subraya que no se daba a los lujos como la mayoría de las mujeres; en cambio, ahorraba dinero para crear una base de poder, consciente de que el dinero era la forma más potente de poder en tiempos de paz.
Asesinar a alguien por un jardín parece un poco fuera de lugar, por muy bonito que fuera el jardín.
Al final Tauro se suicidó y el acusador fue expulsado del Senado.
Parece que la eliminación del acusador, Tarquitio, molestó a Agripina, que intentó evitarla, pero el Senado se salió con la suya.
Agripina explicó su voluntad de que Tarquitio permaneciera en el Senado y de que no fuera castigado por su papel en el suicidio de Tauro, pero la familia de Tauro, u otras partes interesadas, también dejaron claro entre sus partidarios que querían que Tarquitio fuera castigado por lo que había hecho. Y esto fue lo que predominó.
Así era como se gobernaba el Imperio y éste era el día a día de Agripina: se premiaba a los amigos de Agripina y Claudio por ser buenos amigos, con cargos de procónsul, de procurador y de gobernador en las provincias imperiales, y cuando las cosas se ponían en verdad feas, se les expulsaba del círculo hasta que se convertían en otro problema en la agotadora política cortesana en que todo el mundo escogía un bando en todas y cada una de las posibles discusiones, con el objetivo de escalar algunos puestos.
Pero cuando nos fijamos de verdad en el papel que tuvo Agripina en la gestión del Imperio e intentamos eludir la repugnante misoginia de la que se nutren nuestras fuentes, vemos a una mujer competente que consigue sacar adelante los problemas. A veces triunfa, a veces sale derrotada, pero siempre sigue adelante. La vemos hacer cosas tales como unirse a Claudio junto al pueblo de Roma durante un incendio, ayudando como ninguna otra mujer imperial había hecho antes o haría después. La vemos en audiencias públicas, interesándose por casos judiciales, recibiendo delegaciones y apañándose con tediosos asuntos políticos, cuando podría estar pasando los días con tranquilidad, acicalándose, comiendo y sin ser blanco de tantas iras. La vemos preocupada por asuntos de política exterior en provincias menores e involucrándose en la administración del Imperio.
Al leer con tranquilidad los textos de Tácito o Dión o incluso de Plinio el Viejo, y fijarse en lo que realmente hizo en público, la impresión que uno recibe es que Agripina fue una emperatriz que trabajó de modo incansable. Estuvo implicada en todos y cada uno de los asuntos del Imperio, tanto domésticos como exteriores surgiendo por todos lados para ser vista con malos ojos.
Tácito dice que se obsesionó con la mejoría de su propia posición y con provocar el asombro y la veneración del pueblo romano.
No obstante, Tácito admite que, incluso en la propia época del historiador, Agripina ya suscitaba admiración, pues “hija de un imperator (general), hermana, esposa y madre de dueños del mundo, representaba hasta este día un ejemplo único”.
Se presentaba en público con un aspecto y una actitud masculina y arrogante, de modo que los hombres no dispusieran de munición para atacar su feminidad.
Fue muy cuidadosa con su imagen como miembro y principal representante de la familia más distinguida, más sagrada y más respetada, y siempre señalaba a todo el mundo que, en consecuencia, estaba imbuida de una cierta particularidad sobrenatural, de manera que la gente tuviera problemas para formular críticas a su persona sin caer en la traición o la blasfemia.
Agripina, deliberadamente pero con cierta imprudencia se construyó una imagen pública de persona intocable, de modo que pudiera salirse con la suya y tener una vida pública y política con el poder real que tanto anhelaba, no una mera influencia.
Agripina intentó minimizar su feminidad tanto como pudo, para así poder ser una mujer sin los supuestos defectos de las mujeres. Al mismo tiempo, usó la historia y la reputación de su familia como una muralla frente al mundo, que estaba horrorizado por el hecho de que fuera una mujer.
Usó su maternidad como un arma para forzar su aparición en el espacio público. La arrogancia y la austeridad, la autodisciplina y la determinación eran protecciones frente a los hombres, que no querían que entrase en las esferas tradicionalmente masculinas; así creó un nuevo cargo totalmente nuevo para las mujeres imperiales: “Augusta”.
Según Emma Southon Agripina era así y esto es lo que deseaba. Quería estar en pie de igualdad con su esposo y, luego, con su hijo. Quería ser una política y disponer de poder verdadero y genuino. No quería ser una esposa decorativa y pasiva; quería aparecer en los libros de historia y representar a su familia.
Consiguió ser el socio de su esposo, no su consorte.
Tuvo un efecto tangible en el mundo romano, en su política y en su paisaje, y estos efectos fueron positivos.
Hizo que Claudio fuera más popular, más eficiente y menos propenso a ser asesinado por algún rival.
Sin matar a un solo hijastro, desbrozó un buen camino para que la sucesión imperial se produjera sin luchas de poder.
Como gobernante del Imperio su influencia fue condenadamente buena; pero no lo suficiente.
LA ASESINA
En el año 54, Agripina fue acusada de asesinar a dos personas: a su anterior cuñada Lépida y a su marido Claudio.
El asesinato de Lépida fue el primero y se trata de un asesinato en verdad confuso.
Para empezar, no está claro quién fue la víctima, porque Domicio tenía dos hermanas y ambas se llamaban Domicia Lépida.
Tácito afirma que Domicia Lépida y Agripina eran casi de la misma edad, mientras que en el año 54 Agripina tenía 39 años y Domicia era unos 20 años mayor. Pero luego afirma que ambas discutieron acerca de quién tenía más influencia sobre Nerón, pues Domicia Lépida se lo ganaba con halagos y regalos, mientras que Agripina se mostraba “cruel y amenazadora”, con lo que podemos sospechar una clara confusión entre Lépida y Domicia, la hermana mayor, quien se cuidó del pequeño Nerón cuando éste quedó semihuérfano.
Tácito insiste en que estaba destinada a morir a manos de Agripina porque era demasiado parecida a ésta, pues “una y otra, impúdicas, infames y violentas, rivalizaban en vicios no menos que en los dones que les había concedido la fortuna”.
Los cargos de que se acusaba a Lépida son algo curiosos: se le acusó de practicar la magia e intentar echar maldiciones sobre Agripina y de permitir que hordas de sus esclavos devastaran Calabria y causaran disturbios.
Los historiadores actuales tienen tendencia en hacer hincapié en el hecho de que Lépida era la abuela de Británico y ella misma era descendiente de Octavia y proponen que Agripina asesinó, con buen juicio, a alguien que podía tener problemas cuando Nerón subiese al trono.
Parece que, tal como hizo Lolia Paulina, Lépida intentaba debilitar a Agripina.
Lépida fue llevada a juicio, durante el cual Nerón testificó en su contra, y, luego, fue ejecutada.
Todos los relatos nos dicen que fue este asesinato de Lépida lo que puso a Claudio sobre aviso de que Agripina estaba tramando algo.
Tácito nos presenta a Narciso que no pierde la oportunidad de recordar a Británico que su madrastra también es una furcia.
Suetonio y Dión prefieren un relato en el que es Claudio quien se dedica a los abrazos sensibleros con Británico.
En Suetonio, (Claudio) empieza aferrándose a Británico y rogándole que crezca, como si fuera algo bajo el control del chaval, mientras masculla epigramas griegos.
También insiste en que Británico es el único césar verdadero, algo que entra en contradicción con todas y cada una de sus acciones y declaraciones de los años anteriores.
Tanto Dión como Suetonio dicen que Claudio se dio cuenta de golpe de que su mujer era malvada y que entonces decidió conceder a Británico la “toga viril” y hacer algo sin concretar con respecto a Agripina para que Británico fuera el futuro emperador, en lugar de Nerón.
De acuerdo con las fuentes, en ese mismo momento empiezan a surgir informadores; quizás habían oído voces de que la estrella de Agripina iba a apagarse y querían aprovechar la situación. El caso es que estos informadores la van acusando de todo tipo de crímenes. Agripina oyó rumores de los planes de Claudio y decidió cortar por lo sano antes de que el emperador pudiera socavar su terrible plan de privar a Británico de su legítima herencia.
Parece que los hechos fueron del siguiente modo:
Narciso se hallaba fuera de Roma, bien porque estaba tan agobiado por miedo a Agripina que fue a visitar unas fuentes medicinales o bien porque Agripina había insistido en que Narciso fuese a tratarse su gota y casi le obligó a subirse a su carruaje.
Con Narciso lejos de la ciudad, Agripina hizo que la famosa envenenadora Locusta (quien parece que, desde la época de Tiberio, estuvo implicada en todos los envenenamientos en las altas esferas) le preparase una ponzoña de acción lenta pero efectiva.
Locusta le entregó unos polvos, que la misma Agripina o el probador oficial de Claudio, Haloto, esparcieron sobre unas setas especialmente apetitosas.
Claudio o bien no sintió nada o bien sintió un dolor inmediato; finalmente, quizás murió con rapidez o tal vez se tuvo que administrar una segunda dosis mientras se retorcía de dolor; esta segunda dosis (si se le dio) la administró un médico, ya sea con una jeringa, con la punta de una pluma que se le introdujo en la garganta para inducir el vómito o con una especie de gachas que se le dieron tras vomitar.
Lo único que podemos afirmar con seguridad es que Claudio murió el 13 de octubre del año 54. Es imposible saber si Agripina lo asesinó; Claudio tenía 63 años y su salud no era muy buena.
Pero todas las fuentes afirman que Agripina asesinó a Claudio.
Otra prueba contra Agripina es lo que sucedió a continuación: Agripina actuó de inmediato. Cerró el palacio y estableció enseguida dónde estaba todo el mundo y los mantuvo allí.
Británico quedó confinado en su habitación mientras el Senado se reunía en secreto. Hizo un anuncio oficial según el cual Claudio se estaba recuperando, bastante después de que había muerto, para calmar las sospechas mientras conseguía llegar a acuerdos para que Nerón se convirtiera en emperador y no hubiera problema alguno.
Pero hay un hecho adicional: hizo desaparecer el testamento de Claudio, que nunca se leyó oficialmente y del cual nunca más se supo.
Esto da mucho más peso a la hipótesis de que Claudio y Agripina habían tenido algún tipo de desacuerdo y de que quizás él había planeado hacer de Británico su heredero o coheredero. Según Suetonio, una de las últimas cosas que Claudio hizo público antes de su muerte fue que todos los magistrados sellaran su testamento y que éste se archivara, lo que, junto con su posterior desaparición, es un dato que no favorece mucho a Agripina.
Unas horas más tarde (Tácito nos dice que a mediodía) la guardia pretoriana formó ante el palacio. Se abrieron las puertas del palacio. Una multitud ya estaba congregada en el exterior, ansiosa por saber acerca de la salud del emperador.
Se abrieron las puertas y apareció Nerón, flanqueado por Burro. Burro hizo un gesto y los pretorianos aclamaron a Nerón. Lo aclamaron como emperador.
La muchedumbre dudó por un momento: ¿Dónde estaba Claudio? ¿Dónde estaba Británico? Pero los romanos entendieron rápidamente la situación y vitorearon al adolescente emperador (tenía 17 años) mientras subía a su litera para ser transportado.
El Senado emitió un decreto en el que anunciaba de manera formal el acceso de Nerón al trono y, cuando las noticias se propagaron, no se opuso ninguna provincia ni legión.
MADRE
La emperatriz regente
En el primer día de Nerón como emperador, éste hizo lo que se le dijo y, sin duda, bajo la dirección de Agripina, gestionó con habilidad el equilibrio de poderes entre la guardia pretoriana y el Senado.
Agripina se aseguró de que Nerón ofrecía sus respetos a la guardia pretoriana y al Senado y de que ambos sintieran que tenían igual influencia en el acceso al trono de Nerón.
En primer lugar, Nerón apareció en el campamento pretoriano y les prometió una paga extra de agradecimiento, igual a la que les ofreció Claudio: 15.000 sestercios a cada uno. Luego se marcho a toda prisa al Senado, donde pronunció otro discurso de agradecimiento; como reconocimiento, el Senado se pasó toda la tarde votando la concesión de honores varios al nuevo emperador. Nerón rechazó el título de “padre de la patria” porque aún era un adolescente, pero aceptó todos los demás.
Cuando finalizaron las votaciones y la concesión de honores, Nerón regresó a palacio que ahora era suyo y estableció una contraseña para ese día con sus guardias; su primera contraseña fue “optimam matrem”: la mejor madre.
Agripina había pasado el día dando vueltas por el palacio con Británico y Octavia y, por supuesto, con Palas, Séneca y Burro. En apariencia, se dedicaba a consolar a sus hijastros, pero en realidad debía estar trabajando.
Había que organizar un funeral imperial y era esencial conseguir la imagen pública adecuada.
Séneca tenía que escribir un discurso fúnebre para que Nerón lo leyera.
Lo ideal sería que Claudio fuera divinizado, lo que implicaba una cierta negociación con el Senado.
Agripina con el objetivo de proteger a Nerón y, sin que éste supiera nada, ordenó ejecutar a Julio Silano.
En ese momento, Silano era el procónsul de Asia y parece que fue envenenado por un ecuestre y un liberto a sueldo de Agripina.
Silano fue eliminado porque era un posible rival de Nerón; era hermano del primer prometido de Octavia, el que se suicidó tras ser acusado de incesto, y tenía sus mismas credenciales para reclamar el trono: ser nieto de Julia la Menor y tataranieto de Augusto; además, era mayor que el joven Nerón y contaba con bastante más experiencia.
A continuación le tocó (morir) a Narciso.
Narciso podía haberse mantenido al margen y así vivir un retiro feliz y tranquilo con sus millones, de ilícitos orígenes; pero en un arrebato de mal calculada lealtad a un cadáver, regresó a Roma. El premio fue ser arrestado de inmediato y, pocos meses después, o bien fue asesinado o bien se suicidó.
La muerte de Narciso fue la primera evidencia de que las estructuras de poder de la corte de Claudio se estaban desmoronando.
La segunda evidencia se manifestó durante el funeral de Claudio, donde apareció de nuevo Agripina.
Agripina decidió que sería apropiado y entretenido que el funeral de Claudio calcara el de Augusto, del año 14.
En el funeral de Julio César, los asistentes se sintieron tan atormentados que se despojaron de sus ropajes y de los ornamentos triunfales que habían recibido del gran general y los lanzaron a la pira como ofrendas al fallecido, mientras que las mujeres y los niños lanzaban sus joyas y sus vestidos.
La muerte de Augusto provocó una respuesta parecida.
En cambio, no tenemos ninguna evidencia de que la muerte de Claudio provocara una reacción parecida; su funeral pasó sin pena ni gloria, sin ningún impacto emocional en los asistentes.
Mientras las llamas de la pira aún se estaban apagando, los senadores y Nerón se retiraron a la Curia, donde Nerón pronunció otro discurso escrito por Séneca, esta vez centrado en su persona y en el que planteaba sus políticas para la nueva administración.
La parte agradable para Agripina era la divinización de Claudio. El tema fue aprobado sin tan siquiera votarlo, lo que es un magnífico testimonio del excelente trabajo que había hecho Agripina en sus aliados senatoriales.
Ser la mujer de un dios no era cosa de poca importancia. Así, Agripina preparó el terreno y Claudio fue proclamado “dios” oficialmente.
Inmediatamente, Agripina fue proclamada “suma sacerdotisa” del culto de su esposo; se le dio un cargo público como parte del culto estatal, con deberes públicos oficiales.
Para Agripina el bajón llegó un poco después, cuando el nuevo emperador empezó a detallar los planes para su reinado y empezó a subrayar que separaría el palacio y el Estado, que “no habría nada venal ni posibilidad de intriga”. Era un claro aviso a los libertos y a Agripina; su poder iba a ser restringido.
Todo ello eran las palabras y los sentimientos de Séneca; el choque entre Séneca, aliado con Burro, y Agripina iba a caracterizar los primeros años del reinado de Nerón.
Agripina, como madre del emperador, realizó un papel que, al parecer, consideraba como una regencia.
Todas las fuentes afirman que asumió la gestión del Imperio, las tareas administrativas cotidianas y la parte más tediosa del cargo imperial.
En general, Nerón y Agripina aparecían juntos en público, y no por separado, lo que ya era una innovación respecto a los años de Claudio.
Además, cuando Agripina salía sola en público ahora iba acompañada por dos lictores, no por uno solo; éstos con sus “fasces”, apartando a todo el mundo para dejar paso a Agripina, transmitían un clarísimo mensaje de que Agripina formaba parte del Estado romano.
Tácito y Dión nos presentan la cima del poder de Agripina en su deseo de participar en los debates senatoriales, escuchándolos directamente en lugar de confiar en los relatos de segunda mano que le hacían llegar.
Animó al Senado a reunirse en palacio o en la biblioteca de Apolo, que estaba al lado, en lugar de en la Curia, un lugar donde ella no podía entrar por ley.
También ahora Agripina tuvo sus primeras monedas acuñadas en Roma, en las cuales compartía cara con el emperador; esta vez, Nerón y Agripina se representan encarados y la leyenda dice: “Agripina Augusta, esposa del divino Claudio Nerón César, madre de Nerón Claudio…” a los que siguen los títulos de Nerón ( Augusto Germánico “imperator” con potestad tribunicia).
Ésta quizás sea la mejor prueba de que Agripina se veía a ella misma como cogobernante durante esos primeros meses y que a Nerón no le parecía mal.
Agripina también empezó a aparecer en las inscripciones de su hijo.
Una muestra más del poder de Agripina es el relieve de Afrodisias de Anatolia, donde Agripina detenta el poder de conceder el trono y lo comparte con su hijo.
Agripina no se sentía en absoluto impotente ante Nerón. Y es por lo que Agripina iba en la litera mientras Nerón caminaba a su lado.
Pero había un problema. El problema eran los hombres que había empleado como tutores de Nerón: Séneca y Burro. Agripina creía que se lo debían todo; le debían sus cargos y, en el caso de Séneca, también la vida.
LA PRIMERA CRISIS
Agripina había planteado una buena estrategia, había permitido que varias personas tuvieran libre acceso a su hijo y a su educación, pero eran personas que le debían todo y (pensaba) que trabajarían codo a codo con ella. Por desgracia, Agripina había subestimado el menosprecio que Séneca sentía por Claudio, por su reinado y por todo lo que el emperador representaba.
Y, a ojos de Séneca, Agripina era un ejemplo visible de todo lo que Claudio había hecho mal.
Séneca escribió una obra titulada “Apolocyntosis” de Claudio, que se puede traducir como “conversión en calabaza de Claudio”.
Una de las acusaciones más sutiles que aparecen en la obra es la de que Claudio era incapaz de controlar a sus esposas y a sus libertos, así como el papel político que tenían.
En esta acusación fue cauto, porque Agripina y Palas todavía tenían poder, de modo que sólo hizo referencia al difunto Narciso; sin embargo, sus sentimientos en este aspecto son indudables: Claudio era un hombre patético y débil que permitía que le pisoteara gente que en teoría tenía que controlar, a la vez que se dedicaba a asesinar a sus buenos amigos.
Agripina iniciaba este nuevo reinado tras cuatro años de tranquilidad y no esperaba que ahora hubiese muchos problemas. El único contratiempo, de momento, fueron los armenios, que en este momento volvían a incordiar, y esto provocó el primer golpe importante contra el poder de Agripina.
Los armenios habían ido apareciendo de vez en cuando durante la vida de Agripina, porque Armenia era un lugar problemático, encajonado entre el Imperio romano y el Imperio parto. Ambas potencias querían controlar Armenia para así usarla como estado colchón frente a los posibles ataques de la otra. En consecuencia, en Armenia pocas veces reinaba la estabilidad y cada dos por tres era invadida por un imperio o por el otro, con el consiguiente cambio de rey.
En estos momentos, el rey de Armenia era Radamisto: los partos habían invadido el territorio y, ante los primeros problemas, Radamisto se había refugiado en las montañas.
Los armenios, ahora sin rey, enviaron una delegación a Roma para pedir ayuda contra los partos.
Tácito nos cuenta que los romanos empezaron a preguntarse si un chaval de 17 años sin experiencia militar ni diplomática estaría a la altura para gestionar una negociación compleja con los armenios y los partos o para dirigir las batallas y los asedios que implicaría una intervención romana.
También empezaron a temer que las decisiones no las tomara Nerón, sino que Agripina decidiera por él.
Se iba a producir la reunión con la delegación armenia.
Nerón estaba acompañado por Séneca y Burro, que lo flanquearon hasta su trono, alzado sobre un estrado.
Pero, antes de que empezara la reunión, Agripina entró en la sala, lo que no era inusual.
Pero ese día subió al estrado de su hijo; ese día estaba reclamando una igualdad completa con su hijo y los delegados armenios iban a mirarla directamente a los ojos.
Pero Séneca intervino de inmediato. El filósofo se acercó a Nerón y le susurró que detuviera a su madre.
Nerón, como siempre, obedeció; hizo la mejor actuación de su vida, saludando a su madre y guiándola con cuidado hasta el exterior del estrado.
Tácito considera este incidente como una prueba de que Agripina estaba pasándose de la raya; Dión, en cambio, lo trata con más profundidad y cree que Séneca y Burro conspiraron para provocar esta situación y así poner un freno, de forma pública e inmediata a la implicación de Agripina en los asuntos del Estado.
Agripina no volvió a recibir nunca más delegaciones imperiales junto a Nerón.
Mientras avanzaba el año 55 Nerón empezaba a asentarse en su papel de emperador, podemos atisbar por qué Nerón decidió alinearse con Séneca y Burro y enfrentarse a su madre.
Nerón empezó una relación con una liberta llamada Claudia Actea. El hecho de que Nerón tuviera sólo una amante sugería que quizás le gustaba de verdad y que podía empezar a influirle tal como podría hacerlo una esposa.
Parece que Séneca y Burro consentían con gusto la pasión de Nerón; llevaban mensajes entre los amantes y ayudaban al adolescente emperador a esconder a la chica de los ojos de Agripina.
Permitían al joven emperador aprender música y practicar la danza.
Agripina prefería ceñirse al papel de madre severa y disciplinada.
Tácito nos dice que era desagradable y amenazante con Nerón. Y nos dice que Agripina no reaccionó bien a esta aventura, porque se sentía celosa y ofendida.
Sea como fuere, sí que hay un acuerdo general en que a Agripina no le gustaba la chica que su hijo había escogido, y quería que pasase más tiempo con su verdadera mujer (Octavia, la hija de Claudio), a ser posible haciendo niños.
Era desagradable y severa y cuanto más enojada estaba por el rechazo de Nerón a dejar de verse con Actea, más insistía éste en que amaba a la chica.
Nerón incluso dijo a su madre que dejaría de ser emperador y se retiraría a Rodas, trabajando como actor, lo que era a la vez una buena provocación y seguramente lo que a Nerón le hubiera gustado hacer.
Luego, en el relato de Tácito, Agripina hizo algo impropio de ella: intentó halagar a Nerón y disculparse con él.
Parece que Nerón decidió aceptar la reconciliación y regaló a su madre un hermoso vestido y unas cuantas joyas que habían pertenecido a otras mujeres imperiales, pero Agripina se lo tomó como un descarado insulto.
Agripina era reconocida por su austeridad y por su rechazo a gastar dinero en lujos innecesarios.
Cuando Nerón le ofreció este regalo, ella estaba gastando todo su dinero en un enorme templo de Claudio.
Agripina, horrorizada, espetó a su hijo que este regalo no era más que una prueba de que le estaba arrebatando el Imperio; según Dión, le dijo: “Yo te di el Imperio”, cosa que es cierta.
Agripina pensaba que había dado un regalo a su hijo y luego éste lo compartiría con ella, con amor filial y libremente.
LA SEGUNDA CRISIS
Nerón se sentía cada vez más a gusto empleando su poder como arma contra su madre.
Dio un paso tangible contra ella: despidió a Palas.
Palas había conservado su antiguo puesto tras el ascenso de Nerón gracias a su relación con Agripina.
Calisto había muerto hacía años mientras que Narciso había sido asesinado por ser demasiado fan de Claudio.
Palas era fan total de Agripina y Nerón, o eso pensaba él.
El problema es que a inicios del año 55 ya no existía un “equipo Agripina y Nerón”; había un “equipo Agripina” y un “equipo Nerón”, separados, de modo que Palas tenía que irse.
Había un motivo perfectamente racional para que Nerón despidiera a Palas, a saber, su promesa de evitar que el personal doméstico controlara las instituciones del Estado.
Palas había estado a cargo de las finanzas imperiales durante años y había recibido un montón de honores públicos, mientras técnicamente era una antigua propiedad de Claudio (su esclavo), además de su cliente y amigo.
Así pues, su lealtad siempre estaba con Claudio y la familia Claudia antes que con el Estado romano.
Claudio no fue un gobernante popular y padre e hijo (adoptivos) no tenían nada en común.
Era un problema que Séneca y Nerón querían quitarse de en medio. Pero no había manera de despedir a Palas sin que representara una crisis para Agripina.
Nerón apartó a Palas con todo cuidado; si se hubiera tratado de una acción contra Agripina o de un intento de derribarla, Nerón podría haber procesado a Palas o, al menos, exigir una inspección completa de los gastos de los años previos.
Sin embargo, Nerón fue magnánimo y permitió que Palas se retirara sin investigar sus cuentas y con la promesa de que no serían investigadas en el futuro.
Según el relato de Tácito, Agripina se tomó esta acción como un ataque personal.
Esta Agripina amenazó con atacar a Nerón y luego, llena de furia, declaró que se aliaría con Británico, que pronto recibiría su toga viril y que de este modo pondría las cosas muy difíciles para el reinado de Nerón.
La Agripina de Tácito, en un grandilocuente fragmento, afirma que llevaría a Británico al campamento pretoriano para “que se oyera por un lado a la hija de Germánico, por otro a Burro, un tullido, y a Séneca, un exiliado”.
Algo sucedió con Británico porque parece que Nerón decidió que ya estaba cansado de tener cerca alguien con un derecho válido al trono. Así, en los primeros meses del año 55, Británico murió en extrañas circunstancias. Todas las fuentes están de acuerdo en que Nerón asesinó a Británico con un veneno que, una vez más, fue facilitado por Locusta.
La muerte de Británico sucedió durante una cena en la que Tácito nos dice que los niños se sentaban con su familia, pero en una mesa separada para ellos. Todos tenían un catador, pero Nerón había descubierto una forma de evitarlo sin levantar las sospechas de Británico. El catador sorbió una bebida y declaró que era inocua, pero se aseguró de que estuviera demasiado caliente para el pequeño Británico. Cuando éste se quemó la lengua, el catador se disculpó y añadió un poco de agua fría, agua mezclada con el veneno de Locusta. Así, a la vista de toda la familia y los invitados, Británico empezó a quedarse sin respiración y a dar manotazos antes de caer de rodillas. Nerón, lleno de indiferencia y arrogancia adolescente, declaró que Británico estaba teniendo otro de sus ataques epilépticos y pidió que lo retiraran de la sala hasta que se sintiera mejor. Todos los asistentes estaban atónitos.
Tácito nos dice que Agripina controló sus emociones y mantuvo una expresión impasible mientras lo sacaban de la sala, pero bajo esa capa de autocontrol estaba aterrorizada por la idea de que ella sería la siguiente.
Tácito nos ofrece otra teoría, que Nerón asesinó a Británico para ocultar que lo había violado la noche anterior.
En la obra “Octavia”, todos los personajes lamentan la muerte de Británico y maldicen a Nerón por ello.
El funeral se celebró muy poco después de la muerte y sin ningún tipo de boato imperial. Fue incinerado en el Campo de Marte bajo una lluvia torrencial.
Tras el funeral, Agripina y Octavia se hicieron muy amigas, mientras que Séneca y Burro empezaron a mirar de tomar cierta distancia de Nerón, según Dión Casio.
Parece que se estaba mostrando con claridad la verdadera naturaleza del reinado de Nerón, que iba a ser aterrador para cualquier persona cercana al emperador.
Agripina estaba furiosa por la muerte de Británico y así lo decía a todo aquel que quería escucharla, que era mucha gente. Muchos miembros de familias venerables y riquísimas se plantaron ante su puerta, incluyendo magistrados y centuriones.
Tácito afirma abiertamente que Agripina intentaba formar una facción en Roma que pudiera enfrentarse a Nerón.
Nerón expulsó a Agripina del palacio y le retiró los guardias.
Obligó a su madre a mudarse a la casa de Antonia en el Palatino.
La expulsión de Agripina del palacio lo cambió todo.
Era un signo muy evidente de que no era del agrado del nuevo régimen y de que, en consecuencia, había perdido todo el poder.
De golpe, la puerta de Agripina estaba siempre vacía.
Sólo unas cuantas amigas iban a visitarla; los hombres poderosos e influyentes se mantenían alejados.
Cuando la gente veía pasear a Agripina sin escolta, se sorprendían. Ahora ella era una más; sólo ella y su séquito de esclavos y libertos, caminando como cualquier otra.
Casi todos sus amigos la abandonaban, incluso Octavia.
Las cosas no iban a mejorar. En cuanto se supo de su expulsión de la corte imperial, se volvió tremendamente vulnerable y la gente se aprovechó de ello. Muchos empezaron a ventilar viejas afrentas y a cobrar venganza.
Todo aquel que tiene poder se hace enemigos. No obstante, es revelador que Suetonio afirme que los litigios con los que se fastidió a Agripina eran resultado de sobornos de Nerón para que diversas personas la demandaran, mientras que Tácito sólo explica un ataque importante, procedente de una vieja amienemiga: Julia Silana.
A lo largo de todos los años del matrimonio de Agripina y de su nuevo papel como emperatriz habían mantenido una estrecha relación, igual que sucedía con la antigua cuñada y tía de Nerón, Domicia.
Eran tres mujeres de la familia julio-claudia, de una edad similar y con la misma formación.
Por desgracia, Agripina importunó a Julia Silana, algo que Tacito convierte en la lucha más mezquina y patética que puedes imaginar.
Según su versión, Agripina dijo a un joven del agrado de Julia Silana que ésta era demasiado vieja y demasiado golfa para él, con lo que hundió los planes matrimoniales de Julia Silana.
Cuando Agripina era emperatriz tenía la capacidad de obstaculizar matrimonios en la familia imperial; que la rica e influyente Silana se casara con un miembro rico e influyente de alguna venerable familia eran malas noticias para Nerón.
Domicia, por su parte, había sido amienemiga desde que Agripina le robó su marido Pasieno y luego heredó todas sus riquezas, pero es que unos pocos años más tarde Agripina hizo asesinar a su hermana. Y todo ello después de que Domicia hubiera pasado un par de años cuidando a Nerón.
Domicia y Julia Silano vieron una oportunidad en la nueva vulnerabilidad de Agripina, vieron que Nerón la estaba abandonando y que, aparentemente, la odiaba, y decidieron unirse para tramar una venganza contra ella.
Así, prepararon un plan para destruirla de una vez por todas. El plan era bastante complicado e involucra a muchos otros actores.
En primer lugar , Rubelio Plauto, bisnieto biológico de Tiberio y sobrino de Claudio, pues era hijo de Julia Livia, hija de Druso.
Domicia y Silana lo identificaron como una de las pocas amenazas creíbles que quedaban para el trono de Nerón. Así pues, las dos mujeres idearon una historia en la que Agripina y Rubelio (éste tenía 22 años) tenían una tórrida aventura y planeaban una revuelta. Luego hicieron que dos clientes de Silana presentaran la acusación.
Éstos, en lugar de hacerlo públicamente, reclutaron dos libertos, uno de los cuales era uno de los actores preferidos de Nerón, y les convencieron para que emborracharan a Nerón y le transmitieran la acusación. Actuaron así, porque quizás confiaban en que Nerón estaría tan borracho que reaccionaría de forma impulsiva y haría ejecutar a Agripina inmediatamente, ahorrándose así el riesgo de un escándalo en un juicio público.
Esta vez Tácito cita sus fuentes: Fabio Rústico, Cluvio Rufo y Plinio el Viejo.
Las tres fuentes nos explican que el actor, de nombre Paris, esperó hasta que Nerón estuvo achispado para presentarse en su casa. Simuló una gran angustia por lo que tenía que explicar: Agripina planeaba derrocar a su hijo y colocar a Rubelio Plauto en el trono; además, se acostaba con él e incluso podía ser que tuviera la intención de casarse con él.
Nerón quedó hecho un despojo. Al principio parecía que el plan de confiar en la naturaleza impulsiva de Nerón estaba funcionando; empezó a vociferar que los mataría y que Burro también iba a morir.
Nerón pensaba que Burro se aliaría con Agripina en caso de conflicto, y eso es justo lo que sucedió.
Burro intentó calmarlo y le dijo que estaba bebido y cansado, que era tarde y estaba siendo demasiado impulsivo; hizo que se sentara, le dio un poco de agua y le convenció de que respirara hondo, hablara con Agripina y descubriera qué estaba pasando. Si las acusaciones resultaran ciertas, le prometió que podría asesinar a su madre.
A Agripina le informaron de las acusaciones. La respuesta de Agripina fue furibunda, cuyo tono general es de fría indignación mezclada con una evidente repulsión.
Su réplica comienza con unas palabras escalofriantes: “No me sorprende que Silana, que nunca ha tenido hijos, desconozca el amor materno, pues las madres no cambian de hijos como hace una mujer impúdica con sus amantes”. Luego califica a Silana de vieja y a sus clientes de esclavos patéticos.
A Domicia la trata con desdén por dormir con un liberto y por ser demasiado aficionada a los lujos y las cursilerías.
Para Tácito su réplica es una confesión de todos sus crímenes contra el Estado y una prueba de su debilidad femenina y maternal: “En su finca de Bayas [Domicia] se entretenía adornando sus piscinas, mientras que por mis consejos se preparaba la adopción, el poder proconsular, la designación para el consulado y todo lo que permitía el acceso al Imperio”.
Agripina no negó las acusaciones, simplemente desestimó la posibilidad misma de que fueran creíbles. Y exigió que Burro y Séneca la llevaran ante su hijo. La condujeron al palacio, donde tuvo una charla privada con Nerón.
Nadie nos cuenta qué pasó en esa habitación, pero cuando acabó, los acusadores iban a ser castigados y los amigos que le quedaban a Agripina iban a recibir puestos prominentes en la administración imperial.
Parece que ambos llegaron a un acuerdo provisional, por el cual ella cesaría sus apariciones públicas y él dejaría de intentar humillarla.
LA DESAPARICIÓN
Los días en que Agripina había celebrado sus 40 años, el 6 de noviembre del año 55, las crisis ya habían pasado y Agripina había desaparecido.
Se convirtió en lo que nunca quiso ser: la madre del emperador. Suetonio nos dice que se retiró al campo, donde Nerón pagaba a personas para que pasaran por delante de su casa y le profirieran insultos por la ventana.
Pero Agripina estaba por Roma y asistía con regularidad a eventos. También seguía apareciendo en las monedas, aunque ya no lo hizo nunca más en monedas acuñadas en Roma.
Lo único que sabemos con seguridad que a partir de fines del 55 hasta inicios del 59, estaba en Roma, pero se movía con discreción.
En las fuentes escritas se muestra solamente una vez, en el año 58, cuando aparece en una acusación contra Séneca, planteada por un tal Sulio Rufo.
Sulio era un hombre corrupto, violento y espantoso que no hacía el más mínimo esfuerzo por ocultar sus corruptelas y brutalidades, de modo que su intento de distracción señalando a Séneca no le salió muy bien; acabó desterrado a Mallorca.
Sin embargo, esta historia nos es útil porque parece indicar que Agripina seguía activa hacia el año 58 y continuaba lo bastante cercana a Séneca como para que alguien la acusara de adulterio.
La razón principal por lo que Agripina desaparece de las fuentes que nos han llegado es que Tácito decide no hablar más de ella.
Tácito desvía el centro de atención narrativo hacia otras cosas y, dado que Dión se basa claramente en Tácito, que Suetonio reduce toda la vida de Agripina a unos tres párrafos y que Plinio el Viejosólo la menciona cuando está asociada a algún hecho interesante curioso de su “Historia natural”, no aparece en ningún otro lugar.
Pero a Emma Southon le parece razonable suponer que seguía en Roma y participaba activamente en política durante este tiempo.
En primer lugar, porque en el año 59 se produjo una crisis de relación en Nerón aún más grave, algo que no hubiera sucedido si Agripina se hubiera retirado al campo.
En segundo lugar, porque la Ciudad y el Imperio avanzan muy bien durante estos años y, en cambio, cayeron en el caos más absoluto tras su muerte.
La muerte de Agripina se produjo justo antes del inicio de los peores excesos de Nerón.
En estos años también empezaron a aparecer extraños rumores sobre la naturaleza de la relación entre madre e hijo.
Ninguno de ellos es coherente en absoluto, excepto por el hecho de que todos coinciden en que había surgido algún tipo de relación sexual entre ellos.
En el relato de Dión, Nerón tenía una amante que era casi idéntica a su madre, algo que le gustaba porque se sentía muy atraído por su madre.
Suetonio también nos explica esta historia, pero dice que los enemigos de Agripina impidieron que Nerón tuviera relaciones sexuales con su madre, porque creían que ello le daría aún más poder.
Dión añade acusaciones parecidas según las cuales Agripina intentó seducir a su hijo porque pensaba que éste se le estaba escabullendo de nuevo, pero admite que no sabe si eran ciertas.
Tácito afirma que dos de sus fuentes están de acuerdo en que Agripina intentó seducir a Nerón, mientras que otra dice que fue Nerón quien intentó seducir a Agripina.
Estas historias, como las acusaciones de que Calígula violó a sus hermanas, suelen tratarse sólo como historias que se han contado de cualquier otro hombre o mujer poderoso e impopular.
Emma Southon cree que es en esta época cuando Agripina escribió sus memorias.
Al relatar y publicar sus memorias, Agripina estaba diciendo al mundo que ella era tan importante como cualquier hombre.
No fue hasta que otra mujer entró en escena, a mediados del año 58, que la vida personal de Nerón empezó a convertirse en un problema para Tácito y, en consecuencia, Agripina reaparece en su relato.
Esta mujer era Popea Sabina, que tiene una terrible reputación, a pesar de que luego Nerón la mató a golpes mientras estaba embarazada y, sin duda, es una víctima.
Popea aparece por primera vez como hermosísima esposa de Otón. Otón la había cortejeado alejándola de su primer marido, un ecuestre, aprovechando que era joven, atractivo, rico y amigo del emperador.
Otón estaba tan enamorado de Popea que siempre alardeaba de ella con Nerón.
Nerón acabó encaprichándose de esta mujer y decidió robársela, enviando a Otón a Lusitania sin dejar que Popea lo acompañara. Para Tácito (y, por tanto, también para Dión) este fue el primer desencadenante del fin de los buenos tiempos de Nerón.
Como cualquier otra mujer, Popea era una mala influencia a ojos de Tácito, quien considera que le alentaba en sus peores excesos y arrebatos.
EL ASESINATO
A inicios del año 59, cuando Nerón acababa de celebrar el vigésimo segundo aniversario y poco después de que Agripina celebrara sus 43 años, Nerón decidió matar a su madre.
Para Suetonio, Nerón tenía miedo de su madre, una mujer violenta propensa a amenazar a su hijo, y esto le impulsó a asesinarla.
Dión cree que las razones son más carnales: Nerón tenía una concubina que se parecía mucho a Agripina y esto provocaba celos en Popea, de modo que ésta alentó a Nerón a matar a su madre.
Para Tácito, Popea quería casarse con el emperador, pero Nerón tenía demasiado miedo de Agripina como para divorciarse de su mujer Octavia. En lugar de tener otro enfrentamiento con su madre, decidió matarla y así poderse casar libremente con quien quisiera.
Tácito afirma que Nerón decidió no asesinarla de la forma limpia y directa habitual (enviando un asesino para atravesarla con una espada) porque temía que el asesino no llevara a cabo la orden.
Durante cuatro años, Tácito nos ha ocultado a Agripina, pero hay suficientes pistas para sospechar que continuaba siendo una fuerza a tener en cuenta en el panorama romano, con un poder enorme sobre el ejército y la guardia.
También podemos observar este poder en el deseo de Nerón de que el asesinato pareciese un accidente.
El motivo del asesinato es el único aspecto relevante en que las fuentes discrepan, si bien hay un vago consenso en que Popea estaba implicada.
El plan original era un envenenamiento. Como no hacía tanto de la muerte de Británico, resultaría muy arriesgado otra muerte sospechosa en la mesa del emperador, de modo que intentaron infiltrarse entre los empleados de la casa de Agripina.
Suetonio nos dice que lo intentaron tres veces y en todas fracasaron.
Las tres fuentes aseveran que Agripina tomaba antídotos con regularidad y que se había inmunizado frente a varias toxinas.
Dión y Tácito nos explican que la siguiente opción era el clásico apuñalamiento, pero que Nerón tenía miedo de que una acción así pudiera resultar contraproducente.
Luego nos aparece un plan que sólo explica Suetonio.
Según dice, Nerón diseñó e instaló una maquinaria en el techo del dormitorio de Agripina, que haría caer sobre la cama varios paneles del techo mientras ella dormía, lo que haría que pareciese un accidente.
No sabemos muy bien de dónde sacó Nerón la idea de una embarcación amañada; Dión dice que lo vio en el teatro, cuando un barco se abrió para dejar salir a unas bestias y luego se cerró de nuevo, pero Tácito cuenta que un liberto llamado Aniceto, que odiaba a Agripina por alguna razón desconocida, se presentó con esta idea, tras haber oído de ello mientras estaba supervisando la flota.
La idea es que una parte de la embarcación pudiera abrirse, separarse o retirarse, haciendo que parte de sus ocupantes cayeran al mar; luego, la parte móvil podía unirse o cerrarse de nuevo, disimuladamente, y el barco podía así abandonar la escena del crimen, afirmándose que las víctimas habían caído por la borda y que la muerte había sido un trágico accidente. Pero no funcionó.
Nerón tenía que acercarse a Agripina para atraerla a un “barco trampa”, de modo que la invitó a pasar un festival con él en Bayas. En esos momentos ella estaba en su villla de Baulos, no muy lejos, a unos 4 km. por tierra, y parece que le encantó la idea de que su hijo le pidiera que le acompañara.
Era el 19 de marzo del año 59 y el festival estaba consagrado a Minerva. Cuando llegó el momento de salir de su villa y dirigirse a la casa de su hijo, alguien avisó a Agripina de que Nerón tenía intención de matarla esa misma noche.
Ella vaciló; su hijo le había enviado un barco acabado de remodelar para recogerla, en lugar de dejarle usar su trirreme habitual. Pero ella decidió rechazar el barco y desplazarse a pie hasta la casa de Nerón.
Cuando llegó a Bayas, Nerón la recibió afectuosamente, le concedió un puesto de honor, por encima del suyo, y pasó toda la noche charlando con ella.
Ya a altas horas de la noche, Nerón acompañó a Agripina hasta la orilla y le ayudó a subir a bordo y el barco navegó por la bahía. Tácito dice que la noche era clara y estrellada y que el mar estaba en calma y lamía con suavidad el costado de la embarcación.
Nos dibuja una tranquila escena doméstica con Agripina y sus dos amigos Crepereyo Galo y Acerronia Pola recostados por la cubierta, charlando sobre la noche.
En el relato de Tácito, un dosel cayó sobre los tres amigos, matando a Galo al instante. Sin embargo, el resto del mecanismo no funcionó bien y los miembros de la tripulación que participaban en el complot intentaron volcar el barco desplazándose todos a un costado.
Los que no sabían que se trataba de un intento de asesinato , al ver la inclinación de la embarcación, se precipitaron al otro costado para evitar su vuelco.
No obstante, no evitaron que Pola y Agripina cayeran al agua. Pola entró en pánico y empezó a gritar que ella era la madre del emperador, a lo que los asesinos respondieron golpeándola con los remos hasta matarla.
Agripina se mantuvo a flote y empezó a nadar.
Sobre lo que pasó a continuación las fuentes divergen un poco más.
En Tácito, Agripina fue recogida por unos barcos, que la llevaron a la orilla del lago Lucrino.
Y en otras versiones nadó hasta la orilla y llegó sana y salva a Baulos, sola, herida y agotada.
Luego envió un mensaje a Nerón avisándole de que estaba viva. Después de enviar a alguien a buscar el testamento de Acerronia Pola.
Según Tácito, Agripina comprende de inmediato que no ha sido ningún accidente, sino una trama bien elaborada, pero decidió fingir ignorancia y seguir el juego.
Mientras tanto, se había corrido la voz del incidente y la gente de Baulos empezaba a reaccionar.
La gente no tardó en reunirse en el exterior de la villa de Agripina, deseosos de saber sobre su estado de salud.
Los rumores y los cuchicheos iban y venían entre la gente, hasta que llegaron las noticias de que Agripina estaba a salvo y estallaron en felicitaciones y júbilo (los romanos estaban muy unidos a Agripina).
En ese momento llegó una columna de soldados, que dio por concluidas las celebraciones y entró en la casa de Agripina.
Nerón, cuando llegó el mensajero de Agripina con las noticias de su accidente y de unas pequeñas heridas, se desplomó de terror. Creía que ella podía irrumpir en su casa, llena de furia, como una diosa vengadora lista para destruirle con sus propias manos; por otro lado pensaba que quizás se dirigiría a Roma para convocar al ejército, al Senado y al pueblo de la Ciudad y acusarle de intento de matricidio.
Nerón sacó de la cama a Séneca y a Burro, quienes parece que hasta ese momento ignoraban todo acerca del intento de asesinato de Agripina y les exigió que arreglaran la situación.
Los dos hombres respondieron con un largo y doloroso silencio. Finalmente fue Séneca quien lo rompió y lo hizo para traicionar a Agripina por completo, preguntando a Burro si se podía dar una orden oficial para matar a la “Augusta”. Burro mostró la lealtad de las tropas y su aprecio por Agripina hasta el final y dijo que no se podía.
Así, Nerón se dirigió a Aniceto, el liberto que le había sugerido la idea del barco, para que acabara el trabajo de forma oficiosa, algo que Aniceto aceptó entusiasmado.
Trajeron al mensajero de Agripina, como si tuvieran que entregarle una respuesta, pero Nerón lanzó un puñal a los pies del mensajero y empezó a gritar que Agripina había intentado asesinarlo.
Quizás habían transcurrido unas dos o tres horas entre el momento en que el mensajero salió para ir a la casa de Nerón y el momento en que Aniceto y sus hombres llegaron a la villa de Agripina. Durante esas horas, parece ser que Agripina se había retirado a su dormitorio, agotada. Justo empezaba a clarear cuando Aniceto reventó la puerta de la villa y penetró con sus hombres en el atrio; éstos agarraron a todos los esclavos y los llevaron al exterior, mientras Aniceto buscaba a la “Augusta”.
La halló en su habitación con una única esclava, despierta y ansiosa. Tres hombres entraron en el dormitorio mientras un cuarto sacaba a la esclava de allí. Rodearon a Agripina en su cama.
Pero ella nunca se había comportado con cobardía y jamás suplicaría por su vida.
Ante tres hombres que se le abalanzaban, no se amedrentó ni perdió la calma. Se sentó y le espetó a Aniceto que “si ha venido a visitarla podía anunciar que ya estaba recuperada, pero que si se disponía a perpetrar un crimen, no iba a sospechar nada de su hijo; él no había ordenado el parricidio”.
Julia Agripina murió por la espada de un centurión al amanecer del 20 de marzo del año 59. Tenía 43 años.
LO QUE VINO DESPUÉS
Cuando Nerón supo que su madre había muerto, se quedó sentado, inmóvil y mudo.
Cuando quedó claro que la guardia pretoriana no se volvería contra él, rompió a llorar, pero nadie se creyó que estuviera lamentando la muerte de su madre.
Nerón se marchó de Bayas, incapaz de poner orden en el escenario del crimen, y escribió al Senado que su madre le había enviado un liberto para matarlo y que ella se había suicidado cuando su plan fracasó.
En la carta dice que Agripina “había esperado verse asociada al Imperio, que prestaran juramento a una mujer las cohortes pretorianas y que igual de honor cupiera al Senado y al pueblo”.
Agripina fue incinerada el mismo día en que murió, al atardecer, en los terrenos de la villa.
Mientras se alzaban las llamas, uno de sus antiguos esclavos, Mnéster, desenvainó su espada y se la clavó, negándose a seguir viviendo en un mundo sin ella.
Nerón le negó un entierro y también una tumba.
Sólo sus esclavos la lloraron, y la enterraron en la vía entre Miseno y Bayas.
Durante años se contaron historias sobre ella.
Una historia que muchos creyeron era que Agripina había consultado a unos astrólogos cuando nació Nerón y éstos le dijeron que su hijo llegaría a emperador, pero que asesinaría a su madre y ella dijo: “Que la mate, con tal de que reine”.
La muerte de Agripina conmocionó a Roma y el temblor se sintió en todo el Imperio.
Para el reinado de Nerón, todo esto fue un punto de inflexión. Quizás fuera el hecho de salir indemne del horror del matricidio y de darse cuenta de que podía hacer lo que le viniera en gana o tal vez fuera que la presencia de Agripina lo había mantenido a raya, pero lo cierto es que tras el año 59, Nerón descarriló por completo. Sus gamberradas vespertinas en las tabernas crecieron hasta convertirse en su estilo de vida habitual.
Su reputación como matricida no sólo no desapareció sino que aumentó con el envenenamiento de su tía Domicia ese mismo año.
Cuando Nerón finalmente regresó a Roma, celebró un fastuoso festival para Agripina. Según Dión, el festival fue enorme, duró varios días y se celebró en varios lugares.
Dión también nos dice que este festival marcó el inicio de uno de los horrores sociales de la era: senadores actuando en el teatro, luchando como gladiadores y, por lo demás, violando todos los códigos sociales, muchos bajo coacciones.
Para Dión, la muerte de Agripina implicó el fin de la capacidad de Nerón de autocontrolarse.
El reinado de Nerón todavía duró una década más y las cosas fueron de mal en peor.
Acabó envenenando a Burro y obligó a suicidarse a Séneca, con lo que desapareció casi todo el mundo de su infancia.
Nerón quería ser actor y cantante y exigía que todo el Imperio consintiera esta ambición.
Seguramente, habría sido más feliz si nunca hubiera llegado a emperador.
Cuando se incendió una buena parte de Roma, lo aprovechó para construir un palacio, recubierto de oro, que ocupaba una gran parte de la ciudad.
Al final, varias legiones se rebelaron simultáneamente y marcharon hacia Roma. Preso de terror, Nerón huyó con unos pocos amigos a una villa, donde acabó por rebanarse el pescuezo. Su antigua novia Actea lo enterró en la tumba de su familia paterna biológica, en lugar de en el Mausoleo de Augusto, señalando así su expulsión simbólica de la familia julio-claudia.
Cuarenta años después de la muerte de Agripina, después de las guerras civiles que siguieron a la muerte de su hijo, después de que su “casa dorada” fuera derribada, sus estatuas destruidas y se construyera el Coliseo donde Nerón había levantado una estatua dorada de él mismo, Trajano erigió una nueva y colosal estatua en su nuevo foro. Era una estatua de Agripina.
Volvía a la vida para vigilar a Roma, la primera emperatriz de Roma.]
(Emma Southon. La primera emperatriz de Roma. La biografía de la mujer más extraordinaria de Roma. Traducción de Marc Figueras. Edit. Pasado y Presente. Barcelona 2019).
Segovia, 20 de enero del 2024
Juan Barquilla Cadenas.