EL EJÉRCITO ROMANO
El ejército es una de las instituciones romanas más importantes que nos han transmitido los romanos. Pues es uno de los factores más decisivos a la hora de conquistar el enorme territorio que constituía el Imperio romano.
[El Estado romano se nos presenta como un conjunto complejo, formado por tres elementos fundamentales, vinculados entre sí: la administración central, la provincial y el ejército.
Se constata que Roma construyó un imperio vasto y duradero gracias a sus tropas.
CH. Ardant du Picq: “El combate es el objetivo final de los ejércitos”.
Los soldados tienen por oficio hacer la guerra contra un enemigo exterior. Su cometido principal es, por tanto, el de matar sin dejarse matar. Su deber impone, además, a los legionarios romanos garantizar la protección de los ciudadanos romanos, de los trigales y, algo que no tenía importancia menor en la mentalidad de los antiguos, de los templos.
Como consecuencia, deben prepararse mediante ejercicios y maniobras; conviene que aseguren el mantenimiento y la guardia de las fortificaciones, y que observen al enemigo por medio de patrullas.
Pero como el ejército representa una verdadera fuerza y como el Estado romano no tuvo nunca la idea de organizar el mantenimiento del orden en el interior de las fronteras, son los militares también quienes se encargaban de la policía.
Podían actuar de manera preventiva. Pero en ese caso, su papel se limitaba a espiar posibles factores de conflicto.
Los stationarii y los burgarii velaban por la seguridad de las vías y de los mercados, y la marina se esforzaba por prevenir el retorno, siempre posible de la piratería.
En Judea se establecieron “decuriones” en las aldeas, y “centuriones” en las villas; otros suboficiales tenían la responsabilidad de controlar lo que se decía en las escuelas.
Pero se recurría al ejército, fundamentalmente, para que realizase funciones represivas: debía perseguirse a los esclavos que huían, y durante las persecuciones del siglo III d. de C., eran a menudo soldados quienes arrestaban a los cristianos, los interrogaban y los ejecutaban.
De hecho, su misión principal en tiempos de paz consistía en eliminar el bandidaje en general; no obstante, debemos tener cuidado, pues en períodos de guerras civiles se llama a menudo “bandidos” (latrones) a los enemigos políticos; además, éstos pueden ser eliminados físicamente en todo momento por una policía secreta especialmente concebida con ese fin.
Finalmente, es el ejército el que garantizaba la guardia de prisiones y la seguridad de personalidades oficiales a las que proporcionaba navíos y escoltas.
Pero a los soldados se les confiaba también el ejercicio de actividades sin relación alguna con el uso de la fuerza que representaban: algunos emperadores no vieron en ellos más que una mano de obra relativamente cualificada y que no le costaba nada al Estado.
Así, el ejército debía efectuar tareas administrativas, llevar el correo oficial, quizás proteger la recaudación de un impuesto, el portorium, (impuesto aduanero que tenían que pagar los comerciantes para pasar sus mercancías por aduanas), e incluso en ciertos casos, encargarse de obras públicas.
Además, tiene un papel indirecto en los campos económico (el gasto de los salarios), religioso (cultos a determinadas divinidades) y cultural (la difusión de la “romanización”).] (Yann le Bohec. El ejército romano. Edit. Ariel).
[ Es difícil hablar de manera uniforme del ejército romano.
Se podría hablar de tres ejércitos: el de la Monarquía, el de la República y el del Imperio.
El agrupamiento más importante de hombres en disposición de luchar es la “legión”, palabra que procede de “legere”, con el significado de “escoger”, y, en principio, la “legión” era todo el ejército, considerado éste como leva indiferenciada de “ciudadanos”.
Durante la Monarquía, el ejército estaría formado por 3.OOO infantes reclutados por igual entre las tres “tribus”: Titíes, Ramnes y Luceres, que proporcionarían una centuria de hombres por cada una de las 30 “curias” en que se dividía la población de Roma.
Había además 300 celeres (soldados de caballería) proporcionados de manera igualmente regular por las “curias” a razón de 10 caballos cada una.
El ejército durante la Monarquía estaría formado por una “legión”.
Como afirma Marín Peña en su obra “Instituciones romanas”, la historia parece apoyar la prioridad cronológica de la “infantería”, aunque los datos sean también en parte semifabulosos. Algunos ejemplos son el combate entre Horacios y Curiacios, donde no interviene la “caballería”, y, sobre todo, los ritos de los “Salios”, danzas bélicas en honor de Marte, en la que los “tribuni celerum” tienen una presencia meramente pasiva.
Así pues, en el primitivo ejército hay un cuerpo de “caballería”, pero el peso principal recae sobre la “infantería”.
La reforma atribuida al rey Servio Tulio, y que probablemente, según los modernos investigadores, es bastante posterior (siglo IV a. de C.), modifica el concepto de “legión”, que no significa ya la totalidad del ejército, sino una unidad de infantería dentro de él.
Esta reforma serviana afectó principalmente a la sociedad, que se organizó en cierto modo siguiendo pautas militares.
Servio repartió la población romana en cinco clases según el censo, en función de la riqueza y no de la nobleza.
Servio Tulio se dice que llevó a cabo una nueva distribución del populus.
Para facilitar el reclutamiento militar se dividió la ciudad de Roma en cuatro tribus o circunscripciones territoriales:
- Suburana (monte Celio)
- Esquilina
- Collina (montes Quirinal y Viminal)
- Palatina (colinas Palatino y Velia)
Asimismo, el territorio adyacente a Roma se dividió en 17 tribus.
Para ejercer el derecho político de votar, se tenía que ser soldado y de hecho como miembro de una “centuria” se participaba en la “Asamblea centuriada”, la cual estaba dividida en cinco clases según la fortuna de cada ciudadano en bienes inmuebles.
El conjunto de las “cinco clases” formaban el cuerpo de la Asamblea que constaba de 193 centurias.
La primera clase la formaban 80 centurias y 18 de “caballeros”, y pertenecían a esta clase los que tenían más de cinco hectáreas.
La segunda clase estaba constituida por 20 centurias y pertenecían a ella los que poseían más de tres hectáreas y tres cuartos.
La tercera clase estaba constituida por 20 centurias y pertenecían a ella los que poseían dos hectáreas y media.
La cuarta clase estaba constituida por 20 centurias y pertenecían a ella los que poseían una hectárea y tres cuartos.
La quinta clase estaba constituida por 30 centurias y pertenecían a ella los que poseían media hectárea.
Fuera de clase (infra classem) había cinco centurias de “proletarios”, los que poseían como único bien la “prole”, los hijos.
Éstos estaban excluidos del servicio militar.
En total había 193 centurias.
En estos comicios (“comitia centuriata”), el pueblo elige a los magistrados mayores: pretores, censores, cónsules; decide sobre la guerra o la paz, e incluso aprueba o rechaza proyectos de ley, y decidían sobre las “apelaciones a muerte”.
Los “comicios centuriados”, comprendían tanto a “patricios” como a “plebeyos”, pero, como éstos en general tenían pocas tierras, estaban en desigualdad, ya que bastaba el voto acorde de las 98 centurias primeras para obtener la mayoría.
Cada soldado debía costearse sus propias armas (salvo los “caballeros”, con el privilegio de no pagar por ser “patricios”), y la base de reclutamiento entonces sería la capacidad económica del interesado que queda determinada por el censo.
La composición de la “legión” resultante de la “reforma serviana”, en lo fundamental, va a mantenerse a través de la historia de Roma como base del ejército, que se ampliará o no según crezca el número de legiones.
No queda muy claro, tanto en los autores antiguos como en los modernos, si la legión fue únicamente una división administrativa o si fue un cuerpo táctico al menos en el comienzo de su historia.
Lo que sí es claro es que dentro de ella se agrupaban las diferentes armas tácticas conocidas entonces: infantería pesada, infantería ligera, caballería, que se completaban con las tropas auxiliares (auxilia) que acompañaban a cada legión.
La “legión” estaba dividida en “centurias”, que se agrupaban a su vez en “clases”, según las jerarquías censitarias en que se dividía la ciudad.
Las “centurias”, por su parte, estaban diferenciadas por la edad en “seniores” (de 47 a 60 años) y “iuniores” (de 17 a 40 años).
Así tenemos una “primera clase” compuesta de 40 centurias de “seniores” y 40 de “iuniores”; otras “tres clases” de 10 centurias de “seniores” y 10 de “iuniores” cada una, y una “ultima clase” de 15 centurias de “seniores” y 15 de “iuniores”. Habría, además, 18 centurias de caballería que encuadrarían a los más ricos, y, finalmente, 5 centurias de especialistas: 2 de “fabri” u obreros militares (tignarii (carpinteros) y aerarii (herreros), 2 de músicos (cornicines y tubicines), y, por último, otra de accensi velati (cuerpo encargado de suplir las bajas. Eran los peor armados de la legión).
Todo esto da una “legión” con un contingente de 4.000 a 4.500 hombres (4.200 es la cifra más generalizada, pero en ningún momento la cantidad se mantuvo fija).
Este tipo de “legión” va a experimentar un importante cambio a partir de las guerras que mantuvo Roma –con Galos, Etruscos, Samnitas – durante el siglo IV a. de C.
Se trata de la introducción del manipulo como unidad táctica.
En esta época la “legión” sigue estando dividida en “centurias” y el “manípulo” es la suma de dos centurias.
Un cambio importante para la “legión” en esta época es la independencia de la “centuria ciudadana”, con fines electorales, respecto de la “centuria militar”.
Ello hace que el aumento de efectivos de las legiones se consiga no por el aumento de efectivos de cada “centuria”, sino por el aumento de “centurias”, que viene impuesto por la necesidad de dividir “el ejército-legión” de la época monárquica en los “dos ejércitos consulares” de la República.
En esta época las diferencias de edad son aprovechadas con fines tácticos, y, por otra parte, las “centurias de triarii, que son los más viejos, cuentan con menos efectivos que las restantes.
Resulta, en conjunto, una legión formada por 60 “centurias”, agrupadas en 30 “manípulos”, que se reparten en 10 manípulos de hastati, 10 de príncipes y 10 de triarii.
Las centurias de las dos primeras filas tienen 60 hombres cada una; la última, solamente la mitad, es decir, 30 hombres.
A este contingente, que podríamos llamar de “infantería pesada” –aunque con diferencias de armamento – se añade un grupo de “infantería ligera” o velite , formado por 1200 hombres que, según Polibio, se distribuyen entre los “manípulos”, pero que no estaban agrupados ellos en “manípulos” y no se sabe si lo estaban en “centurias”.
Escasean los datos respecto a las “centurias de especialistas”: los fabri entraron a formar parte de lo que Marín Peña llama la “plana mayor” de la legión y, posiblemente, lo mismo ocurrió con cornicines y tubicines; los accensi velati entraron a formar parte de los servicios administrativos de la legión.
Queda, por último, la “caballería legionaria”, cuyo valor táctico va decreciendo, como lo demuestra su reducido número (300 jinetes por legión), y que será desplazada por la caballería de los aliados.
Con un ejército estructurado así se enfrenta Roma a las guerras púnicas, que no supondrán ningún cambio fundamental para la legión, sino que solamente afectarán al número de efectivos y a la incorporación al ejército de socii y auxilia.
Polibio, autor más de fiar que Tito Livio, transmite para esta época el dato de que los “ejércitos consulares” estaban compuestos de dos legiones cada uno, lo que era un total de cuatro legiones: ello daría unos efectivos de 18.000 a 20.000 hombres. Dice, además, que en la guerra anibálica el número de legiones aumentó a ocho, lo que haría que cada ejército consular fuera igual a la totalidad en época normal.
También tiene su origen en este período el “ejército pretorio”, equivalente a la mitad del consular, es decir, una legión con los aliados y caballería correspondiente.
Los socii son las tropas proporcionadas por los pueblos itálicos aliados o sometidos, que Roma utiliza desde muy pronto. La “infantería aliada”, en número igual al de la “infantería legionaria”, no forma parte de la legión ni se encuadra en legiones, sino que forma las alae y se agrupa en cohortes. Los aliados también proporcionaban “caballería”, que poco a poco fue superando a “la caballería propiamente legionaria”.
De entre los infantes y caballeros aliados se formaron grupos selectos, los extraordinarii, que contribuyeron, además, a equilibrar el contingente de aliados con las tropas legionarias.
Los auxilia son tropas no itálicas que apoyan a la legión y suplen el defecto de ésta en armas especiales. Entre las más conocidas son la caballería númida, los honderos baleares y los arqueros cretenses.
Mantienen la estructura propia del país de origen y se agrupan en “cohortes”, aunque éstas no eran iguales a las de los “socii”.
Son, en su mayoría, tropas de carácter mercenario, bien por alistamiento individual o por medio de un príncipe o jefe de los lugares de origen.
La época de Mario (158 a. de C. 86 a. de C.) supone, aparte de la introducción de la cohorte como unidad táctica, cambios que afectan más profundamente a la estructura de la legión, que se refleja, aparte de en el armamento, en la igualación del número de hombres de todas las “centurias”, incluidas las de los triarii.
La antigua caballería legionaria desaparece y quedan sólo los jinetes procedentes de las tropas auxiliares.
Los socii pasan a encuadrarse definitivamente en las legiones, después de otorgarse la “ciudadanía” a los aliados itálicos a raíz de las guerras sociales.
Desaparecían también los velites, ocupando el lugar de la “infantería ligera” las tropas auxiliares, con lo que la legión se convierte en un cuerpo fundamentalmente de “infantería pesada”.
La legión pasa a tener un efectivo de 6.000 hombres aproximadamente, distribuidos en cohortes que agrupan cada una tres “manípulos” y, por tanto, seis “centurias” (600 hombres).
Las “guerras civiles” no supusieron ningún cambio en la estructura de las legiones, pero sí afectaron en cuanto al número de las mismas, que aumentó de tal modo, que llegó a causar una verdadera hipertrofia en el ejército romano. A la muerte de César había 37 legiones y después de la batalla de Actium, Octavio tenía más de 60.
Aparte de las legiones propiamente dichas y de la caballería y los auxilia, que funcionan como en épocas anteriores, se conocen en este tiempo otras fuerzas especiales: los antesignani, las cohortes praetoriae y los speculatores.
Los antesignani: su nombre parece sugerir que iban delante de las enseñas (estandartes), pero los autores no coinciden cuando tratan de definir la naturaleza de los mismos; parece incluso que formaban parte de la legión, de la que serían primera fila, confundiéndose así con los hastati. Otros creen que serían una “centuria especial” compuesta de 400 hombres; algunos llegan a identificarla con la “cohorte miliaria” de la “antigua legio” de Vegecio. En cualquier caso, sería un cuerpo especial al que Marín Peña califica de “infantería ligera”, aunque con un armamento más completo que el de los velites.
Las cohortes praetoriae, intermedias entre las de la época de los Escipiones y las de la época de Augusto, serían fuerzas especiales al mando directo de algunos jefes.
Los speculatores eran exploradores encuadrados en cohortes en forma parecida a los auxilia.
Bajo el principado, el ejército queda dividido, de manera que puede hablarse de dos ejércitos: el de “campaña” y otro que tiene sus cuarteles en Roma, como séquito del emperador y también para protección de la Urbe (Roma).
El “ejército de campaña” sigue estando dividido en legiones y auxilia, pero la organización dentro de ellas es problemática.
Uno de los problemas es el de los efectivos de dicha legión, que estaría formada por diez cohortes, de las cuales la primera tendría 1.105 infantes y 132 jinetes.
Las restantes cohortes, que estarían divididas en cinco centurias cada una, tendrían 555 infantes más 66 jinetes.
Acompañaban a esta legión la “artillería” formada por un carroballista (máquina de guerra) por centuria, del que se hacía cargo un contubernium (según Vegecio, un “contubernium” consta de diez soldados y un “decano” al frente de ellos) y además cada cohorte llevaba un onager (máquina de guerra).
A partir de Augusto, las legiones llevan, además de la numeración, un nombre que hace alusión a diversas circunstancias, como el emperador que la creó (“augusta”), el ser doble o resultado de la fusión de dos (“legio VII gémina”), etc.
Los auxilia siguen, en cierta forma, como en la época anterior, pero algunos se organizan según la legión romana. Continúan divididos en “cohortes”, de las que unas son miliarias (1.000 soldados) y otras quingenarias (500 soldados).
Existen, además, algunas que son “unidades mixtas de infantería y caballería”, siguiendo modelos germánicos: son las equitatas.
Finalmente, están las llamadas cohortes voluntariorum, sobre las cuales hay diversas teorías: una, que estarían integradas por esclavos cedidos al emperador y luego liberados; otra, que serían ciudadanos que preferían servir en las cohortes, o simplemente que eran unidades especiales para situaciones de crisis.
En el Imperio se crean, además, los numeri, que son tropas auxiliares procedentes de los lugares menos romanizados. Su organización es mal conocida, pero no parecen que estuvieran agrupados en “centurias”, como el resto de las “tropas auxiliares”.
Este tipo de organización del ejército continúa, en lo esencial, durante el Bajo Imperio, pero aumentando cada vez más los efectivos, hasta que Constantino introduce profundas reformas como son: la separación entre ejército de cobertura y ejército de campaña. El “ejército de cobertura” sigue la organización anterior, pero se hace estático. El “ejército de campaña” queda vinculado a los emperadores y jefes; está formado por los palatini, especie de guardia personal del emperador, aunque su escolta propiamente dicha son los domestici y los scholae.
Las legiones se convierten en batallones de infantería, con un efectivo de unos 1.000 hombres.
La “caballería” adquiere mayor importancia y se independiza de la legión. Las diferencias entre “legiones” y “auxilia” desaparecen como resultado de la extensión de la ciudadanía y la “barbarización” del ejército. Los “numeri” adquieren gran importancia y se convierten en unidades escogidas.
A partir de Octavio Augusto hay un ejército establecido en Roma para la defensa de la ciudad.
Este ejército, si se le puede llamar así, estaba formado por cohortes pretorianas, cohortes urbanas y cohortes vigiles, pero estos cuerpos eran independientes entre sí.
- Las cohortes pretorianas eran una especie de guardia personal y constituían la principal defensa de la ciudad. Se ha discutido si tienen antecedentes en la República. Algunos creen verlos en las cohortes praetoriae de Escipión, en los extraordinarii, así como en unas cohortes amicorum praetoriae , cuya esencia y cometido se discuten, pero que es probable que fueran iguales a las simples cohortes praetoriae. En cualquier caso, fue Augusto quien las estableció definitivamente en Roma.
Respecto a su número, que también se discute, parece que Augusto creó 9, que fueron aumentadas por otros emperadores hasta que Diocleciano hace una reducción, para posteriormente desaparecer bajo Constantino.
Parece ser que estas cohortes eran “miliarias”, aunque algunos autores piensan que tenían 500 hombres hasta el tiempo de Septimio Severo.
Estaban divididas en tres “manípulos” y éstos a su vez en dos “centurias”.
Tenían un acompañamiento permanente de “caballería” que se agrupaban en “turmas”.
- Las cohortes urbanas están más estrechamente vinculadas a la casa imperial y no salen nunca a campaña. Primero fueron tres, cuya numeración sigue correlativamente a la de las pretorianas. Posteriormente se crearon más, incluso en algunas ciudades importantes como Puzzoli, Ostia, Lyón y Cartago.
- Las cohortes vigiles, que eran de menos prestigio, se ocupaban de la vigilancia nocturna y de la extinción de incendios. Estaban integradas por esclavos libertados, que después de unos años de servicio adquirían la “ciudadanía”. Eran siete cohortes, divididas en siete centurias, que se cree que eran “miliarias”.
Pero no eran éstas las únicas tropas establecidas en Roma. Había otros grupos, como los statores, que eran una especie de policía militar; los frumentarii , que se encargaban del abastecimiento del ejército y, por tanto, viajaban fuera de Roma; la escolta de germanos de los emperadores, que también tenía jinetes; los lanciarii a partir de Diocleciano (eran los que protegían al emperador); y, por último, hay que mencionar a la segunda legión parthica , acantonada por Septimio Severo en las afueras de la ciudad.
MANDOS MILITARES DEL EJÉRCITO ROMANO
1. MANDOS SUPERIORES
Una característica fija hasta Constantino fue la unión del mando civil y del militar, que se otorgaba con el imperium a los magistrados, primero, y al “prínceps” (emperador), después.
Durante la Monarquía el mando supremo lo tenía el rey.
Durante la República el mando supremo lo tienen los cónsules, o en el caso que se nombrase un “dictador”, éste pasaría a ejercer también el mando del ejército, y a éste se le asignaba un “magister equitum” o lugarteniente.
En ocasiones se nombran tribuni militum consulari potestate (tribunos de los soldados con poder consular), generalmente cuando los cónsules no eran suficientes para atender a la guerra.
En las guerras de Aníbal se otorga por primera vez a Escipión el “mando proconsular”, recurso para prolongar el poder militar, lo que supuso un importante paso en la profesionalización de mando superiores, que nunca se llegó a conseguir plenamente.
Ayudan a los “cónsules” en el aspecto administrativo los “cuestores”; éstos, circunstancialmente, podían recibir del general (cónsul) mando efectivo sobre las tropas.
Durante el Principado, el praefectus praetorii ocupó un lugar destacado como lugarteniente del “príncipe” en el aspecto militar, pero su importancia decayó cuando la separación entre el poder civil y el militar hizo necesaria la creación de nuevos mandos: magister peditum praesentalis y magister equitum praesentalis (comandantes de un ejército de infantería y caballería acampado central), el primero de los cuales tenía mayor importancia.
Sin embargo, el mando efectivo del ejército en campaña era desempeñado por los comites. El ejército fronterizo es mandado por duces.
2. MANDOS INTERMEDIOS
Inferiores en jerarquía son los tribuni militum, tres en origen, según las tres “tribus”, de donde proviene su nombre; pero ya desde la República fueron seis por cada legión.
Unos eran elegidos por el pueblo, en número que va desde seis a partir del 362 a. de C., hasta 24 – de las cuatro primeras legiones – en 207 a. de C.
Se les conoce con el nombre de tribuni militum a populo. Eran elegidos en los “comicios tribunados” (“comitia tributa”).
El resto son elegidos por los cónsules. Son los tribuni militum rufuli, elegidos entre los oficiales experimentados.
Los tribunos pertenecían generalmente a la “clase senatorial”, laticlavii, y más frecuentemente a la de los “caballeros”, angusticlavii.
No tenían mando táctico sobre toda la legión, sino sobre unidades menores, al menos hasta la época de Constantino, en que la legión tiene menos importancia y también menos efectivos.
Desde el período republicano existen ya, aunque se regularán a partir de Augusto, los legati pro praetore, que nacen como resultado de la necesidad de prolongar el imperium más allá de la magistratura.
Son mandos de rango intermedio, pero tienen que ser de la “clase senatorial”.
Eran una especie de “comandantes de la legión”.
Quizás el hecho de que fueran “senatoriales”, hacía que estuvieran demasiado vinculados a la vida civil, por lo que, cuando se querían mandos más experimentados, se nombraban tribuni o praefecti pro legato, que pertenecían a la clase de los “caballeros”.
A partir de Galieno, estos “prefectos”, que se llamaban praefectus legionis, desplazan totalmente a los “legados”, que desaparecen.
Hay todavía otro grado que aparece en el Imperio: el praefectus castrorum. Éste es un soldado experimentado que se pone al frente de un campamento para conservar la antigua disciplina. Durante la batalla permanece en el campamento, pero algunos autores creen que a partir de Domiciano, en que cada legión ocupa un campamento, tiene mando efectivo sobre la legión y con el tiempo sería igual al praefectus legionis: según parece, los dos títulos coexistían después de Galieno.
3. SUBOFICIALES
Fue en éstos donde el ejército romano consiguió mayor grado de profesionalización.
El centurión es el mando más importante dentro de estos suboficiales.
Este cargo existía desde la época de la Monarquía y, según se desprende de su nombre, estaban al frente de una “centuria”.
Su número, en consecuencia, era igual al número de “centurias” de la legión, es decir, 30 en los primeros tiempos, 60 durante casi toda su historia, hasta la creación de las cohortes quingenariae, en que su número quedó reducido a cinco por cohorte.
Los “centuriones” tienen mando táctico sobre el “manípulo” y posteriormente sobre la “cohorte”; pero también ejercían funciones administrativas dentro de la “centuria” y en ellos descansaba toda la disciplina del ejército romano. La mantenían incluso con dureza, lo que les hacía odiosos ante los soldados.
Entre los “centuriones” existían jerarquías, como se deduce de los nombres que recibían.
Dentro de cada “manípulo” es superior el del “ala derecha”, prior, al de la izquierda, posterior.
Dentro de cada “cohorte” son superiores los del primer manípulo, y los de la primera cohorte son superiores a los demás en rango.
En este sentido se conocen como de más categoría los primipili, es decir, los de la primera centuria, del primer manípulo de la primera cohorte de la legión.
Se conoce también el título de primi ordines entre los centuriones, aunque los autores modernos no coinciden en su categoría ni en sus funciones (algunos creen que eran los primipili); incluso se ha pensado si éstos serían solamente supernumerarios que formarían parte del cuartel general o de otros servicios administrativos.
Los “centuriones” eran soldados especialmente destacados, que iban ascendiendo, según parece, desde la última centuria del último manípulo, gradual y sucesivamente, aunque no se excluye la posibilidad de un ascenso por méritos de campaña.
A partir del Principado los miembros de la clase de los “caballeros” pueden entrar a formar parte del ejército directamente como “centuriones”. Éstos eran los que llegaban más fácilmente al “primipilado”.
El grado de “centurión” desapareció a partir de Constantino.
Inferiores a los “centuriones” en graduación, pero con mando táctico eran los principales, de los que el mando más importante era el aquilifer, que llevaba el “águila” de la legión.
Le seguía el optio ad spem ordinis, que tenía posibilidades de ascenso al centurionado, distinto del simple optio, que ayudaba al centurión en la administración de la centuria y, además, a veces se le encargaba el mando de pequeños grupos.
Generalmente en las legiones los optio eran inferiores en número a los centuriones, aunque la diferencia fuera mínima.
Entre los “principales” se contaban también el signifer o portaenseñas del manípulo y el tesserarius, que se ocupaba de las tareas de seguridad, especialmente de conocer y fijar la “tessera” o contraseña de cada día.
Entre los “principales” y el “miles gregarius” se encontraban los immunes, que eran soldados relevados del servicio ordinario, a los que se les asignaban algunas funciones específicas.
Existen otros suboficiales que tienen únicamente funciones burocráticas:
- Los cornicularii que realizaban tareas administrativas contables y archivos de documentos.
- Los beneficiarii realizaban labores de tipo policial.
- Los commentarienses realizaban la tarea de policía de las cárceles.
- El notarius que realizaba la tarea de secretario.
No se sabe con certeza la situación de los mandos inferiores en el Bajo Imperio, pero se conocen bastantes grados: circitor (vigilantes o celadores romanos que recorrían en diversos lugares o puestos militares asignados para verificar y estar pendientes si dormían los centinelas o los jefes de los ejércitos romanos); biarchus , encargado de funciones relacionadas con el abastecimiento; centenarius al mando de cien hombres; ducenarius , al mando de doscientos; campidoctor, verdaderp continuador del centurión, encargado de instruir a los nuevos soldados; tribunus, una especie de ayudante.
Siguen existiendo los “portaenseñas” como antes.
La “caballería” tenía también sus oficiales.
La “caballería legionaria”, que estaba organizada en “turmas”, tenía al frente de cada una un “decurión”, que estaba ayudado por el optio.
Con la desaparición de la caballería legionaria y, principalmente en el Imperio, se crea una especie de carrera de cargos para los auxilia, aunque prácticamente sólo podían ser desempeñados por la clase de los “caballeros”.
Los grados de la carrera son: praefectus cohortis, tribunus legionis y praefectus alae.
4. EL SOLDADO
Roma supo conjugar en su ejército el contingente de hombres de su propia ciudadanía, el de los pueblos sometidos o aliados y el de los mercenarios, pero siempre el peso del ejército recayó sobre los ciudadanos.
En los primeros tiempos eran reclutados patricios y plebeyos en su totalidad para cada campaña, pues todos tenían que realizar un número determinado de ellas.
La situación cambió a partir de la reforma de Servio Tulio, según la cual todos los ciudadanos tenían que estar disponibles para el servicio militar, pero, de hecho, los “proletarios” (los que tenían como única fuente de riqueza la prole, los hijos) no formaban parte del ejército, a no ser en casos de extrema necesidad.
No es seguro el tiempo que permanecían en el servicio, pero se cree que estaban hasta los 46 años, realizando durante ellos un número de campañas que los autores cifran entre 6 y 16.
Aunque todos los ciudadanos estaban obligados a prestar servicio, existían bastantes causas de exención. Esto, unido a que las clases privilegiadas eludían cada vez más el servicio militar, hizo que se fuera relajando el censo y que se admitieran voluntarios, hasta que Mario dio definitivamente entrada en el servicio militar al proletariado por el sistema, original para esa época, del voluntariado, que se mantendría prácticamente hasta el final del Imperio, en el que, por necesidades de defensa, se harán levas obligatorias y territoriales, posibles por la extensión a todo el Imperio del “derecho de ciudadanía”.
Existe desde esta época la redención del servicio militar por dinero.
Finalmente, en el Bajo Imperio se crea una especie de “clase militar”, en la que los hijos de soldado están obligados a serlo también.
A partir de Augusto, en que el ejército ya no tiene carácter de milicia, sino que es “permanente”, el tiempo que dura el servicio militar, sub aquila, se cuenta por años: se cree que 16 para los legionarios y 12 para los pretorianos.
Además, estaban 4 años en situación de reserva, sub vexilla.
En los primeros tiempos, el servicio era obligatorio y gratuito, pero la prolongación de las campañas hizo que en tiempo de M. Furio Camilo (c. 446 -365 a. de C.), según se cree, por el asedio de Veyes, se impusiera la soldada, stipendium, a título de indemnización y ya se mantuvo durante todo el tiempo.
En el Imperio el impago de la soldada o la no subida de la misma, fue causa de desórdenes.
El soldado tenía otros medios de percibir ingresos:
Los donativos, que, generalmente, se hacían para celebrar algo – a partir de Claudio por la subida de un nuevo emperador -; los legados – en el testamento del emperador se dejaba una cantidad a los legionarios -, y la participación en el botín.
Existían otras retribuciones menos importantes, como el calciarium o el clavarium para costearse el calzado, que Vespasiano suprimió.
La alimentación del soldado se basaba principalmente en el trigo, con lo que se hacía el puls (denominado como pulmentum), especie de papilla a la que se añadía sal y grasa.
Se completaba con queso, leche y legumbres. La carne no era muy apreciada.
La bebida, posca, era una mezcla de agua y vinagre; en época tardía bebían algo de vino.
Desde la incorporación al servicio militar, el recluta, “tirón”, debía guardar una dura disciplina.
Pasaba primero un período de instrucción a las órdenes de un centurión, durante el cual se ejercitaba en las marchas, carreras, trabajos de fortificación, esgrima, tiro con arco, natación, etc.; en una palabra, todo lo que iba a necesitar en el campo de batalla. Después de ese período, el “miles” (soldado) permanecía en una actividad constante dentro del campamento, para evitar la desidia y la relajación, realizando aprovisionamiento y limpieza, además de las guardias: excubiae, de día, y vigiliae, de noche.
Para mantener la disciplina, había otros medios:
Los castigos y las recompensas; aparte de la adhesión al mando y el sentimiento patriótico, muy fuerte al principio, pero que, con la incorporación de extranjeros y mercenarios fue perdiendo fuerza.
En efecto, los soldados prestaban su juramento (sacramentum) a su general y se sentían vinculados a él por la fidelidad religiosa que este juramento establecía y por los lazos de afecto, admiración y lealtad personal que se iban forjando a lo largo de las campañas realizadas junto a él.
La capacidad de castigo, coercitio, se ejercía con bastante dureza.
Entre los castigos corporales, la pena capital era bastante frecuente. Sólo podían dictarla los generales, pero el motivo podía ser la simple reincidencia en un delito común.
Se efectuaba por apaleamiento (paliza fuerte dada a alguien, en especial con un palo u otro objeto contundente) y, si se aplicaba a un oficial, por el hacha del “lictor”.
Los castigos de los “centuriones” con las vites (varas) son de carácter disciplinar.
Los castigos no corporales afectan principalmente a la paga, retención o reducción de la misma, pero hay otros que son infamantes: la degradación, la expulsión del ejército y la pérdida de derechos civiles, que puede ser subsidiaria (sustitutiva) de la pena capital.
A veces el castigo era colectivo – a toda una unidad -. Entre este tipo de castigos estaba el “diezmarla”(consistía en aislar a la cohorte o cohortes seleccionadas de la legión amotinada y dividirla en grupos de diez soldados. Dentro de cada grupo se echaba a suertes quién debía ser castigado (independientemente de su rango dentro de la cohorte) y era elegido uno, el cual debía de ser ejecutado por los nueve restantes, generalmente por lapidación o por golpes de vara).
También puede darse la degradación del cuerpo a otro de categoría inferior.
Las recompensas son distintas, según el grado del que las recibe. La más importante es el “triunfo”, concedida únicamente a los generales bajo ciertas condiciones.
Consistía en un desfile hasta el lugar donde se hacía un sacrificio a los dioses, en el que el general llevaba los atributos triunfales e iba acompañado de los prisioneros, junto con el botín y le escoltaba el ejército aclamándolo.
En época de Claudio se generalizó mucho, pero a partir de Vespasiano recobra su primitivo valor.
La “ovatio” es un desfile a pie y el general lleva la corona de laurel.
La “suplicatio” o acción de gracias, es como un reconocimiento de los méritos del general.
Existían además las condecoraciones, de muchos tipos y según la categoría. Las más importantes eran las coronas: triunfal, de mirto, obsidionalis, concedidas a los jefes: la cívica, de ramas de encina, que se entregaba en la contio (asamblea) a quien había salvado a otro soldado; la muralis, la aurea y la navalis, todas concedidas a los soldados.
Otras condecoraciones eran los brazaletes, collares y placas.
Otro tipo de recompensas eran las menciones ante el ejército reunido y los ascensos, a partir del Imperio.
Pasados los años de servicio militar, el soldado era licenciado.
Se le concedía entonces, en caso de ser missus honesta missione, un documento, tabula honestae missionis, o, a partir de Claudio, un diploma acreditativo de su servicio, lo que le permitía quedar exento de cargas municipales.
A partir del licenciamiento podía formar una familia, cosa que no estaba permitido antes, e iniciar su vida civil normalmente.
Para hacer frente a esta nueva situación se establecieron los praemia emeritorum, asignación de dinero, que algunas veces no se pagaba con puntualidad, lo que originaba prolongación del servicio.
Igualmente se otorgaban tierras para fundar colonias, que podían cumplir otros fines también, como repoblación de ciertas zonas o refuerzo de las líneas fronterizas.
Algunos soldados que se habían distinguido eran llamados de nuevo al servicio por algún jefe. Estos evocati desempeñaban un papel importante, generalmente en servicios administrativos o de instrucción como mandos inferiores.
PRINCIPALES REFORMAS ORGÁNICAS
Se estudia primero la reforma de Camilo, porque, aunque, reconociendo la existencia de reformas en el ejército antes de él, no puede dárseles el nombre de “orgánicas”.
1. Reforma de M. Furio Camilo
Esta se produce en tres aspectos:
a) Stipendium: paga a los soldados. A partir de la guerra de Veyes, por tener que permanecer los soldados largo tiempo en servicio.
b) Reforma del armamento con la introducción del pilum (tipo de lanza o jabalina de alrededor de 2 metros. Había dos clases de “pilum”, el pesado y el ligero) y el scutum (de forma rectangular y alargado).
c) Introducción del manípulo (formado por dos “centurias” como unidad táctica.
2. Reforma de Mario
Se encuentra perfectamente resumida en los puntos que propone Marín Peña.
- Cambio de las bases de reclutamiento como consecuencia de cambios sociales, con el alistamiento de “proletarios” voluntarios. A partir de Mario los ejércitos se convierten en “personales”. Los ejércitos sólo obedecen al general en jefe.
- Introducción de la “cohorte” (600 soldados) como unidad táctica.
- Desaparición de los socii como cuerpo independiente.
- Desaparición de los velites (infantería ligera) y de la “caballería legionaria”.
- Distinción de las legiones mediante “enseñas” y números.
- Homogeneización del armamento.
3. Reforma de Augusto
La reforma de Augusto se centra en los siguientes aspectos que afectan a la totalidad del ejército:
- Creación de un ejército de fronteras.
- Creación de la guardia urbana.
- Creación de una flota permanente.
Todos estos aspectos tienden a la profesionalización del ejército.
4. Reforma de Septimio Severo y de Galieno
Desde Augusto se habían operado algunos cambios, como el desdoblamiento del ejército en dos partes:
- El ejército situado en las fronteras (la mayoría).
- El ejército dejado en las cercanías de Roma (un 5%).
Y se produjo una “provincialización” de los mismos, pero es con estos emperadores, especialmente el primero, cuando se realizan mayores cambios:
a) Aumento del número de efectivos.
b) Elevación de la soldada.
c) Exención de cargas municipales a los veteranos.
d) Derecho a contraer matrimonio por parte de los soldados.
e) Disolución de la guardia pretoriana.
f) “Barbarización” del ejército.
Estas son las reformas principales de la época de Septimio Severo.
Los otros cambios introducidos por Galieno son:
- Creación de grandes unidades de Caballería.
- Ocupación de los altos mandos por “caballeros” y no por “senatoriales”.
- Introducción de mercenarios.
- Reforma del armamento con el uso del spiculum (venablo que sustituyó de forma progresiva al “pilum”) y la spatha (más larga y pesada que el “gladius”).
- Vuelta a la táctica (formación) de “falange” en la legión. Se combate formando una única fila de combatientes muy próximos entre sí, al estilo de la “falange clásica”, que formaba así con una profundidad entre 8 y 16 guerreros.
- Introducción en la legión de artillería.
Bajo Diocleciano se efectúan algunas reformas en el ejército que afectan sobre todo a los efectivos y a las disciplinas, pero las grandes reformas del Bajo Imperio se realizan durante el gobierno de Constantino:
a) El ejército queda dividido en dos tipos:
El “ejército de frontera” (limitanei) y el “ejército de campaña”. De éste una parte son los palatini, que son la escolta del emperador en la corte, y otra los comitatenses, que participan en las campañas.
b) Desaparece la legión como gran unidad, pues la tendencia es hacer unidades más pequeñas.
c) Desaparición del “centurión”, pues el centenarius no es del todo equiparable a él.
Se produce, además, en el Bajo Imperio la total separación entre el poder militar y el civil, pero los emperadores se apoyan en el ejército, por lo que el funcionamiento militar adquiere gran importancia.
LA FLOTA
Es conocida la proverbial hostilidad que Roma sintió siempre hacia el mar, pero es cierto que Roma en todo momento contó con una flota, aunque pequeña, desde antes de las guerras púnicas.
En la primera guerra púnica fue donde Roma se hizo un poderío naval, al tener que decidir su resultado en el mar.
La flota era improvisada, pero supo hacer que la táctica empleada fuera terrestre mediante la invención de los famosos “garfios de Duilio”, especie de pasarelas con garfios o clavos que, al caer sobre la nave enemiga, se clavaban dejándola inmovilizada, con lo que el combate era un cuerpo a cuerpo como en tierra.
A partir de esta guerra, Roma estabilizó su dominio sobre el mar, pero de modo negativo, es decir, imponiendo a los posibles competidores, tales condiciones (entrega o destrucción de sus naves) que les hacían imposible el progreso.
Esta fue la razón de que los piratas, que escapaban a tales condiciones, dominaran el Mediterráneo, por lo que Roma tuvo que combatirlos y lo consiguió gracias a Pompeyo y sus famosas naves liburnae (naves ligeras y veloces) dado su poco calado. Contaban con dos hileras de remos.; también César, en ocasiones, se sirvió de la marina en apoyo de las acciones terrestres. Pero el mayor apogeo lo alcanzó la marina a partir de la batalla de Actium, contra Marco Antonio y Cleopatra, que se decidió por mar, gracias a la ayuda prestada por Agripa a Augusto.
Desde Augusto se crean flotas permanentes: la más importante la de Forum Iulii (Frejús), capital de la provincia “Narbonense”, y posteriormente, la de Miseno (en Campania, sur de Italia) y Rávena; ésta de menor importancia.
Además de los puertos citados, había otros donde recalaban habitualmente cada una de ellas.
Existían otras flotas más pequeñas dependientes de las provincias más alejadas de Roma.
El servicio militar en la marina era desempeñado por hombres libres, aunque hay autores que opinan que eran esclavos o libertos del emperador; pero el servicio en la flota se consideraba degradante y, efectivamente, a veces como castigo a los soldados de infantería se los enviaba a la flota. Por otro lado, el servicio en la flota era más largo que en otros cuerpos.
El mando supremo de la flota, praefectus classis, tenía gran importancia, en contraposición de la estima que se tenía de los simples marinos. Generalmente eran “caballeros”, no siempre con experiencia naval, que no era necesaria, por lo que el mando efectivo sobre la nave era desempeñado por el navarchi y trierarchi, nombres tomados de los griegos, pero sin relación con el tipo de nave. Dependían de éstos otros oficiales: el gubernator o piloto, el pausarius o keleusta, encargado de mantener el ritmo de los remeros, el nauphylax (que sustituía al propietario del barco) y un grupo de oficiales encargados de la administración encabezados por el beneficiarius (soldado que realiza una tarea extraordinaria, como policía militar, o una tarea especial).
Toda la tripulación forma una “centuria”, que tiene un “centurión” y los otros oficiales inferiores, signifer, tesserarius, etc., como las centurias terrestres.
Todos los navíos utilizados eran de remos, lo que les daba libertad de movimiento, independientemente del viento.
Los navíos se pueden agrupar en dos tipos: pesados y naves ligeras; pero no hay seguridad a la hora de conocer detalles.
Entre los navíos pesados había trirremes y quinquerremes (tres filas y cinco, respectivamente, de remos).
En la flota de M. Antonio había incluso dekeres, pero parece que el nombre hace alusión no a las filas de remos, sino al número de hombres que manejaban cada remo.
Las “naves ligeras” eran las liburnae. Posiblemente eran una especie de birremis, en las que los remos eran manejados por una pareja de hombres.
En cuanto a la táctica naval, Roma nunca supo aprovechar totalmente la capacidad de movimiento de las naves y utilizó con frecuencia el corvus de Duilio.
I. LA TÁCTICA EN EL EJÉRCITO ROMANO
Generalmente se entiende por “táctica” todos los movimientos que el ejército realiza en el campo de batalla. Pero, en sentido amplio, pueden incluirse dentro del término, las marchas, la castramentación e incluso la poliorcética.
1.1 El ejército en marcha
Son conocidos, especialmente a través de Polibio, dos tipos de marcha, ya desde la época de la República: el “agmen pilatum” y el “agmen quadratum”.
En el agmen pilatum, el ejército está dispuesto en columna.
Marchan en primer lugar los “extraordinarii”. Siguen a éstos el “ala derecha” de los socii y la “impedimenta” (bagajes) de éstos, detrás.
Luego, siguen las “dos legiones”, cada una de las cuales lleva detrás su “impedimenta”.
Detrás, las acémilas con el equipaje del ejército, protegidas por una parte de la caballería, pues el resto marcha con las unidades de infantería, a las que está unida.
Algunos piensan que iban agrupados en “cohortes”, pero es más probable que marcharan primero los diez manípulos de hastati, luego los de príncipes y, finalmente, los de triarii.
En cuanto a las legiones y las alas de socii, alternaban por días en marchar delante unas u otras, con el fin de lograr equilibrio en la llegada de abastecimiento del ejército.
El otro tipo de marcha es el llamado “agmen quadratum”, utilizado cuando había peligro de un ataque enemigo, ya que, por su longitud, el “agmen pilatum” era muy vulnerable.
Sin embargo, no está muy clara la disposición exacta de las unidades en este orden de marcha.
Parece ser que los “manípulos” iban unos junto a otros, de manera que, si eran atacados por un flanco, fácilmente pudieran presentar un frente de batalla.
El nombre de “agmen quadratum” apenas aparece después de Polibio, lo que hace pensar que no fuera un término técnico romano. Tal vez podría equipararse a los términos cesarianos “instructa acie” o “triplex acies”, aunque afirma Marín Peña que la palabra “acies” aquí sería impropia, pues el término empleado debería ser “agmen”.
En cualquier caso, el “agmen quadratum” no sería igual al “agmen munitum”, en el que la “impedimenta” iría flanqueada por las legiones, y la vanguardia o primera línea (primum agmen) y la retaguardia o última línea (novissimum agmen) estarían protegidos por los socii, auxilia y la caballería.
También se conoce el “agmen expeditum”, pero éste no se refiere a una disposición especial, sino a que los soldados iban preparados para luchar sobre la marcha y, por tanto, no llevaban equipaje (sarcina) sino sólo las armas.
A veces, cuando se esperaban ataques por múltiples frentes, se formaba el “orbis” – una formación redonda con más o menos regularidad, dejando en el interior las acémilas y bagajes.
Aunque los tipos de marcha eran fundamentalmente los dos mencionados: “agmen pilatum” y “agmen quadratum”, éstos podían ser cambiados por el general según las circunstancias, como parece haber sido el caso de César en varias ocasiones.
Dichos tipos se mantuvieron sustancialmente hasta el final del Imperio.
Posiblemente antes de César, pero con seguridad a partir de él, existían grupos que precedían al ejército en marcha, como protección del mismo.
Entre éstos se encuentran los que transmiten información, como son los exploradores, que inspeccionaban el terreno, y los speculatores, espías que están en contacto con aquellos.
No se sabe con exactitud la capacidad de marcha, pero se calcula que el iustum iter, o camino realizado en una jornada, era de 20 a 25 Kms., aunque en caso de premura, se iba a marchas forzadas, magnis itineribus. Pero no se sabe cuánto podía ser el recorrido de éstas, sobre todo teniendo en cuenta la carga que llevaban los soldados.
El soldado romano, aunque a veces iba sólo con las armas, por lo general llevaba con él sus efectos personales y la comida; pero no se sabe si llevaba sólo la ración del día o lo correspondiente a los 17 días, que era el aprovisionamiento normal del ejército. En total y sin contar las armas, parece que el bagaje (impedimenta) pasaba de los 30 Kilos y, en ocasiones, llegaba a los 40 Kilos.
Normalmente las marchas no duraban muchos días, pero en caso de que duraran varios días, cada cuatro o cinco había un descanso.
Dentro de las “marchas”, conviene destacar el paso de los ríos, por las dificultades que presenta.
Generalmente el paso se hacía por los vados del río.
Cuando la corriente era muy fuerte, se situaban un poco más arriba del paso acémilas o jinetes para frenar un poco la fuerza del agua. Igualmente, otro grupo se situaba más abajo para recoger a los que cayeran.
Si esto no era posible, el paso se hacía por medio de “puentes”, generalmente “flotantes”, de los que el más simple era el de barcas unidas por los lados. Pero presentaban dificultades para pasar las cargas y los animales, por lo que se hacía un “puente uniendo balsas”, que tenían la ventaja de ser superficies planas. Generalmente estos puentes se colocaban en diagonal, para romper la fuerza de la corriente.
Se sabe que, en ocasiones, se construyeron “puentes fijos”, pero esto tenía el inconveniente de las dificultades técnicas y el costo de tiempo.
1.2 La batalla
Es de todos conocido que el éxito en las guerras de la Antigüedad dependía, fundamentalmente, del orden presentado en el campo de batalla.
Roma conoció varias disposiciones, que empleó en distintos momentos, según el enemigo al que se enfrentaba y los territorios en los que debía librarse el combate.
La primera ordenación sistemática que, más que conocerse, se supone para Roma, fue la falange, de la que únicamente habla Tito Livio y, como dice Marín Peña, es lógico suponerla por su simplicidad y por la comparación con otros ejércitos de la época.
Como la “falange macedónica”, es una formación cerrada, que presenta amplio frente y poco fondo, aunque la “falange romana” lo tiene mayor que aquélla.
Está dividida en tres partes: hastati, príncipes y triarii, formando un total de seis filas, que se diferencian en el armamento.
Según E. Lammert, las cuatro primeras filas llevaban clipeus (escudo grande de forma circular); las dos siguientes, scutum (escudo rectangular alargado), y aún propone una fila, que no formaba parte de la “falange” y que estaba provista de parma (escudo pequeño de forma ovalada).
En la época de la “falange”, la batalla empezaba con unas pequeñas escaramuzas por parte de los rorarii o tropas ligeras, antecedentes de los velites y, posteriormente, entraba en acción la “falange” propiamente dicha, apoyada por la caballería.
Se supone que la “retaguardia” estaba protegida por grupos armados a la ligera, de ordinario con armas arrojadizas, como los “honderos”.
Los defectos que presentaba esta formación, como la facilidad de desorden y la poca capacidad de maniobra en terrenos accidentados, hicieron que se cambiase a la “táctica de manípulos” en el siglo VII a. de C.
Las características de esta formación en “manípulos” son resumidas por Marín Peña:
a) Introducción de una unidad táctica entre la legión y la centuria. Esta unidad es el “manípulo” compuesto de dos centurias.
b) La diferenciación en el sentido del fondo, señalada por las tres líneas de hastati, príncipes y triarii, y relacionada, en un principio, con la aptitud combativa en función de las diferencias de armamento y de edad.
La primera línea estaba formada por los hastati (armados de hasta, lanza pesada, no arrojadiza). Los de la segunda línea se llaman principes, que eran, sin duda, los mejor equipados. La tercera línea, que constituía la reserva, estaba formada por los triarii que eran los más veteranos.
Cada línea legionaria constaba de diez manípulos que dejaban entre ellos intervalos, detrás de los cuales se situaban los “manípulos” de la línea siguiente.
c) Los “manípulos” adoptan una disposición ajedrezada (quincunx, tresbolillo), de modo que los “manípulos de los príncipes cubran los huecos de los hastati. En cuanto a los triarii, parece ser, al menos en un principio que formaban sin intervalos. Más tarde cubrían los intervalos de los “príncipes”.
d) Las dos primeras líneas van armadas con el pilum (jabalina de madera con punta de hierro, que arrojan los legionarios desde lejos); los triarii conservan el hasta (lanza pesada no arrojadiza).
Todos llevan, además, la espada ibérica (el gladius), corta, con punta y dos filos; igualmente apta para el tajo y la estocada.
Como armas defensivas, llevan el scutum y casco (galea o cassis) (Instituciones… pag. 23-24)
La principal ventaja de esta formación es su adaptabilidad al terreno y la capacidad de maniobra, gracias a estar formada por unidades pequeñas; pero la interpretación de los textos que la describen, presenta algunas dificultades, que se centran, sobre todo, en la utilidad de los “intervalos”.
Algunos autores modernos, especialmente técnicos, piensan que ésta sería una maniobra difícil y daría lugar al desorden. Marín Peña está con los autores que piensan que es factible, aunque sea difícil.
Se admite también la posibilidad que tuviera otros fines, como el poder llegar pronto a la lucha cuerpo a cuerpo.
Entre los puntos debatidos está, además, el de la separación entre los “manípulos”, que se calcula en una distancia equivalente a la longitud del frente del “manípulo”.
La separación entre filas y entre hileras era de tres pies aproximadamente, pues lógicamente en el combate no se mantiene un orden estrecho. Existe también la posibilidad de que en algunos momentos se cerrara la formación y no quedaran huecos entre los “manípulos”.
Este tipo de unidad táctica presentaba igualmente puntos débiles a causa de la excesiva división de las legiones, sobre todo ante enemigos como los teutones y cimbros, lo cual hizo que el “manípulo” fuera sustituido por la cohorte, que está formada por “tres manípulos”.
Generalmente se atribuye a C. Mario la introducción del sistema de “cohortes”, pero hay autores que lo atribuyen incluso a Escipión. Esto se debe a que, con anterioridad a Mario, de forma esporádica se había empleado un tipo de “cohorte”, que se diferenciaba de la de Mario en que tenía los “manípulos” del mismo número de efectivos, colocados unos detrás de otros, mientras que en los de Mario, se ponían unos al lado de otros. Resultaba así la “cohorte” una especie de legión en pequeño, repitiendo el esquema de hastati, príncipes y triarii.
La legión se presentaba formada con sus diez cohortes en “triplex acies”, estando la primera “acies” (línea) compuesta por cuatro cohortes y las demás por tres.
Con todo, la formación en tres líneas no fue la única táctica empleada, ni la única conocida, pues se habla también de “simplex y dúplex acies”.
Hay autores modernos que interpretan que las distintas acies, no estaban unas detrás de otras, sino unas al lado de otras.
Tanto en el “sistema manipular” como en el de “cohortes”, la forma de combatir es prácticamente la misma: hay una escaramuza inicial por parte de los velites y a continuación se produce la batalla propiamente dicha.
La batalla consta de dos momentos: el concursus y el impetus.
El concursus es la carrera que se produce para ponerse en contacto con los enemigos.
El impetus tiene también dos partes: una es el lanzamiento de la jabalina, para quebrantar las fuerzas del enemigo, y otra la lucha cuerpo a cuerpo, en la cual dominaron los romanos.
Se dice, incluso, que, a veces, las legiones eran instruidas para usar su técnica en este momento.
El combate se decidía, generalmente, en el centro de la formación, donde se situaba la masa de ciudadanos. A los lados de ésta se presentaban los socii y auxilia, así como la caballería.
El éxito de los ejércitos romanos se debió a que todos los hombres participaban en la batalla, con lo que cada uno se sentía responsable del resultado de la misma.
El modo de efectuar los relevos durante la batalla resulta problemático, pues no parece que sea muy factible que se haga por unidades, como indica Tito Livio. Los autores modernos se inclinan a pensar que se efectuaban individualmente, pasando los soldados de refresco entre los huecos dejados por los combatientes.
Durante el Imperio no hay menciones de cambios de táctica, lo que hace suponer que se siguió básicamente con la de “cohortes”.
Solamente se sabe del empleo de formaciones más cerradas, es decir, la vuelta a la “falange”, a partir del siglo III d. de C. Pero en esta época no debía ser tan compacta como en los primeros tiempos, porque en la descripción de una batalla hecha por Flavio Arriano se dice que, en caso de huida del enemigo, la caballería los perseguía pasando entre las filas de la infantería, lo que supone intervalos entre éstas, y una nueva colocación de la caballería, que ahora iría detrás y no a los lados de las fuerzas legionarias.
En el Bajo Imperio se producen algunos cambios en la táctica como consecuencia de las continuas luchas contra los barbaros y la progresiva “barbarización” del ejército.
Uno de los cambios es el de que la “caballería” toma tal importancia que es la que, muchas veces, decide el resultado de una batalla.
Otro es el que ya no se presenta el frente en línea recta, sino en otras formaciones, como el cuneus: especie de trapecio que presentaba al enemigo el lado más corto.
1.3 Poliorcética
Bajo este nombre se engloban todas las operaciones relacionadas con el ataque y defensa de las plazas fuertes, en lo que, según parece, los romanos no lograron superar a los griegos.
Algunos autores llegan, incluso, a decir que, en este sentido, hubo decadencia en el período romano, aunque se conocen algunos bloqueos de ciudades en que se consiguió una gran perfección técnica.
En algunas ocasiones el ataque a plazas fortificadas se hacía de manera improvisada y sin asedio previo, “ex itinere oppugnare”, pero lo más frecuente era el asedio prolongado, “oppugnatio longinque”, y el asedio a la ciudad.
El asedio se hacía para impedir el abastecimiento de agua y alimentos a la ciudad y, así, conseguir su rendición; por eso podía prolongarse durante meses. Los más conocidos son los de Numancia (Hispania) y Alesia (la Galia).
Se establecía alrededor de la ciudad sitiada una línea de fortificaciones: el ejército se disponía alrededor, en una línea casi continua de campamentos y fortines; delante formaban un promontorio, agger, y una empalizada, vallum, generalmente sobre el “agger”; también había torres, desde las que dominaban la plaza sitiada; delante de esta línea, se construían uno o varios fosos, que se llenaban con agua de los arroyos próximos; a continuación el campo se sembraba de obstáculos o trampas, que quedaban disimuladas.
Desde el lugar de los asaltantes estaban primero los cippi, varias filas de haces de ramas entrelazadas; seguía un campo de Lilia, trampas formadas por un agujero, scrobis, en cuyo interior había clavas, estacas con punta endurecida al fuego; finalmente, un campo de stimuli o arpones.
Si el perímetro del bloqueo era demasiado grande para que los asaltantes formaran una línea continua, normalmente se comunicaban de torre a torre o de campamento a campamento por señales acústicas o luminosas con teas encendidas.
A veces esta técnica de bloqueo se utilizaba frente a ejércitos en campaña, como César en Ilerda (Lérida).
Las obras de fortificación y asedio podían ser más simples que lo descrito antes, pero siempre conservaban lo fundamental: vallum y foso.
Los asedios a ciudades, aunque fueran largos, no se basaban en el agotamiento de los sitiados por falta de víveres, sino debido a romper las defensas de la ciudad por sus puntos débiles, para lo que se ponía en juego la artillería y se realizaban diversas obras.
De aquí puede deducirse la importancia que tenía elegir bien el lugar por donde se ha de realizar el asalto.
La principal obra realizada para el asalto era el agger, que solía ser una estructura de madera rellena de tierra y ramajes, cuya altura igualaba o incluso superaba la altura de la ciudad atacada. Así se dominaban los movimientos realizados dentro de la misma.
Los autores modernos discuten si el agger era macizo o tenía galerías internas, para proteger los movimientos de los soldados.
Para introducirse en la ciudad, a veces, recurrieron a la construcción de galerías subterráneas: cuniculi y specus, que podían servir también para socavar los cimientos de las murallas.
Con el fin de proteger a los zapadores o a los que realizaban las obras, hacían galerías de madera, musculus, cubiertas a doble vertiente con ladrillos y tierra.
Había también otros ingenios móviles para cubrir a los soldados que atacaban o realizaban obras. Estos ingenios eran: pluteus, una especie de escudo de mimbres, cubierto de pieles y montado sobre ruedas o sobre rodillos; vineas ,casetas de madera – a veces se unían varias formando una galería - ; otro instrumento de protección con ruedas era la testudo.
Muy importantes en el asedio de ciudades son las torres (turres) de diversa altura y generalmente con ruedas. Eran de madera y tenían varios pisos. Servían de base para puentes levadizos, arietes y todo tipo de armas arrojadizas.
Se conoce con cierto detalle la construcción de “torres” por la descripción que hace César de la construcción de ellas para el asalto de Marsella.
Todos estos ingenios eran de madera, con lo que resultaban muy vulnerables ante el fuego, muy usado por los defensores.
Para contrarrestar este defecto, se cubrían todas ellas con pieles húmedas y con centones, especie de colchones hechos con materiales poco combustibles y dispuestos de tal forma que deslizaran sobre ellos los proyectiles incendiarios.
A veces el asalto se hace penetrando en las ciudades por medio de puentes levadizos, escalas y otros medios, como los tolenones (máquinas de guerra para levantar toda clase de objetos pesados), que parece que era un madero basculando sobre otro, en el que se izaba una patrulla hasta el muro.
Este tipo de asalto podía ser rechazado por los sitiados apostados en las murallas, por lo que se buscaba simplemente batir las mismas.
Para ello disponían de instrumentos como el ariete y las falces murales. Ambas consistían en un madero terminado en metal, el “ariete” generalmente con forma de cabeza de carnero (de ahí el nombre (aries=carnero) y las “falces murales” con garfios. Éste colgaba de un mástil o de una torre y se le imprimía un movimiento pendular para golpear así las murallas y abrir boquetes en ellas.
En algunas ocasiones los soldados intentaban abrir brecha con picos, delabra, que llevaban en su equipo.
Para este tipo de operaciones los soldados se cubrían con los escudos, formando, todos unidos, una especie de caparazón de una tortuga, que recibe el nombre de testudo.
El asalto era apoyado con el uso de la “artillería”, que los romanos denominaban con el nombre genérico de tormenta, y que no debió tener demasiada importancia, a juzgar por la escasez de datos que se tienen sobre la misma.
Las máquinas de guerra más conocidas son la ballista, y la catapulta, confundidas por algunos autores, y el scorpio y el onager (máquina de guerra que servía para arrojar grandes piedras), que algunos autores dan como equivalentes, aunque se cree que éste era distinto de los demás.
El principio de todas estas máquinas estaba en la tensión de un haz de fibras que, al soltarse, impulsaba las piedras o proyectiles colocados en sus “brazos”.
Parece que el proyectil iba en una honda que recibía impulso al soltarse la cuerda que ataba el “brazo” en que iba sujeta aquélla.
La principal diferencia estaba en la amplitud y precisión del tiro.
Lo que se buscaba con la “artillería”, fundamentalmente, era limpiar las murallas de defensores.
1.4 Castramentación
Fue ésta una técnica que el ejército romano dominó a la perfección, tanto para la construcción de campamentos permanentes, castra stativa, como para fortificarse para pasar la noche, después de una jornada de “marcha”.
En este último tipo es donde más se demuestra el dominio y la organización, de tal forma que en poco tiempo eran capaces de construir un campamento.
El emplazamiento del campamento dependía de la situación del enemigo, si estaba cerca o no, o si el terreno era accidentado o llano.
Generalmente seguían el trazado regular, pero podía ser modificado, si las circunstancias lo requerían.
Los lugares preferidos eran las pendientes suaves y las llanuras.
Si está el enemigo cerca, se orienta hacia él; si no está cerca el enemigo, se busca en la orientación la facilidad del abastecimiento de agua y forraje.
El trazado lo realiza una patrulla, sirviéndose de la groma, que es un instrumento de nivelación esencial de los agrimensores de la antigua Roma.
El trazado interior se marca con banderas y de modo que, cuando llega el ejército, ya sabe cada soldado dónde tiene que situarse y lo que tiene que hacer.
El campamento generalmente tiene forma cuadrada; durante el Imperio, rectangular, pero puede adoptar otras formas, que no afectan casi a la distribución exterior.
El campamento está protegido por un foso y el vallum, que consta de agger – para cuya construcción se aprovechaba la tierra sacada del foso – y, sobre él, una empalizada, el vallum propiamente dicho.
Fuera de este recinto sólo pernoctaban los velites y en el lugar de las tiendas había un espacio libre, intervallum, que impedía que, en caso de ser atacados repentinamente, los proyectiles alcanzaran las tiendas.
En la organización interna, el campamento se hallaba dividido por una calle transversal, via principales o cardo maximus, que unía las dos puertas laterales. Esta calle, a su vez, era cruzada perpendicularmente por el decumanus maximus, que unía la puerta praetoria y la decumana.
En la parte más próxima a la puerta praetoria se instalaba lo que se pudiera llamar “parte noble”: el pretorio (tienda del general), en un lugar destacado y que dominara todo el campamento, a un lado del cual estaba el foro (para celebrar las asambleas militares) y a otro, el cuestorio (tienda del cuestor) y el tribunal (donde el general administraba justicia), también el aedes signorum (la sala de los estandartes) y el auguratorium (para consultar la voluntad de los dioses a través de los augurios).
A ambos lados de este núcleo se situaban la “caballería” y las tropas elegidas; detrás, las tropas auxiliares y, delante, las tiendas de los tribunos y los legados.
Al otro lado de la via principales se hallan las legiones y los aliados (socii).
Esta parte se encuentra dividida por una calle paralela a la principal, la via quintana (que separaba la quinta cohorte de la sexta) y las tropas están divididas en cuadrados o rectángulos por pequeñas calles, strigae.
Este tipo de campamento, que es el conocido bajo la República, subsiste en líneas generales, durante el Imperio. Varía, a veces, la distribución de la tropa, ya que, en situación de peligro, los auxilia quedan en el interior y las legiones, en el exterior. Pero la distribución es casi igual.
II. EL ARMAMENTO
No se tienen noticias explícitas del armamento hasta la época manipular. Pero se sabe que no era uniforme. De hecho, no lo fue nunca totalmente en el ejército romano, pues siempre se permitieron algunas peculiaridades dentro de unos límites.
Ya en época histórica, podemos distinguir, dentro del armamento legionario, el de la “infantería pesada” y el de la “infantería ligera”.
La más importante arma arrojadiza de la “infantería pesada” es el pilum. Se conoce el pilum murale, que es solamente de madera con los extremos afilados y endurecidos al fuego, con un estrechamiento en el centro para empuñarlo. El pilum corriente estaba formado por un vástago metálico de hierro y un mango de madera. La unión se hacía con clavos muy fuertes, hasta que, en época de Mario, se sustituyeron éstos por pasadores de madera para que se rompieran y, así evitar el uso de los mismos por el enemigo.
Con este mismo fin, César hizo que solamente se templaran las puntas, para que, al clavarse, se doblara la hoja metálica.
El origen del pilum es discutido. Algunos lo relacionan con la falárica ibérica; otros opinan que procedía de los samnitas; en cualquier caso, conoció una larga vida, ya que fue usado hasta el Imperio.
Al principio era usado sólo por los príncipes y hastati, pero Mario extendió su uso a los triarii.
La forma de la parte metálica puede ser muy variada: cuadrangular, de punta de flecha, de arpón, según se desprende de los restos arqueológicos.
Se conoció también un tipo de pilum grueso, con la hoja más larga, pero resultaba demasiado pesado y de corto alcance, por lo que fue rechazado.
A partir del siglo III d. de C., el pilum empieza a ser sustituido por otras armas arrojadizas más ligeras: el spiculum y el verutum, que, ocasionalmente, podían ser usadas como picas. También se usaron unas jabalinas, plumbatae, guarnecidas de plomo, para lograr mayor alcance.
Algunas armas no arrojadizas podían, a veces, ser usadas como si lo fueran. Entre ellas la más conocida es el hasta, que parece haber sido el arma general del ejército en los primeros tiempos. A partir de Mario, no se la menciona, pero no hay razones para pensar que fue abandonado su uso, al menos de manera brusca.
En este grupo de “armas mixtas” se encuentra, desde el Imperio, la lancea, de la que incluso parece que el que se usara como arma arrojadiza o no, dependía de la fila que se ocupara: los primeros, como pica, y los demás, como arma arrojadiza.
Entre las “armas ofensivas” no arrojadizas, la más común es la espada corta, gladius, de origen ibérico. Era de dos filos y resultaba manejable y apta para el tajo y la estocada. En el Imperio fue sustituida por la spatha, de origen germánico, que tenía la hoja más larga. La espada se llevaba en una vaina de madera, vagina, sujeta por un cinturón, balteus.
De forma no reglamentaria, al menos hasta el Imperio, podía usarse el puñal, pugio.
Las armas defensivas eran: el escudo, scutum, de perímetro rectangular, curvo, en forma de teja. Se hace con una estructura de madera cubierta con lienzo y pieles y reforzada en los extremos con placas metálicas y en el centro una especie de clavo de hierro para aguantar los golpes y poder ser usado como arma ofensiva.
A partir del Imperio, el escudo toma formas redondeadas, alargadas o como rodelas.
Otras “armas defensivas” eran el casco, galea, al principio era de cuero. Tenía carrilleras, pero no visera. Podía llevar penachos de adorno, que en el Imperio se limitaron a los oficiales.
El legionario, generalmente, iba protegido por una cota de malla, y, encima, por la “coraza”(lorica), que no debió usarse siempre.
Al principio estaba hecha con bandas de cuero; a partir de César, parece que las bandas ya eran metálicas.
En la primera época, parece que se usaban las grebas, tomadas de los griegos, que cubrían las piernas desde la rodilla hasta la base del pie.
La “infantería ligera” llevaba como armas ofensivas solamente armas arrojadizas, el hasta velitaris, que era muy ligera, y podía usar también hondas.
Como “armas defensivas”: el escudo redondo, parma, y un casco de cuero.
La “caballería legionaria”, al principio, llevaba las mismas armas que la “infantería pesada”.
Pero, después, experimentó una especialización para aligerar el peso y su armamento quedó formado, fundamentalmente, por el contus, lanza ligera que podía ser utilizada como pica y como jabalina, y la parma, o escudo redondo.
Las “tropas auxiliares”, generalmente, conservaban el armamento peculiar de sus lugares de origen: espadas, arcos, hondas, etc., hasta que fueron incluidas en las legiones y adoptaron el armamento de éstas.
Los “numeri” (contingente formado por tropas de una misma etnia, armados al estilo de su pueblo de origen) nunca llegaron a integrarse en la legión y conservaron, en todo momento, sus armas nacionales.] (Tema elaborado por Encarnación del Barrio Sanz para el Centro Español de Documentación y Estudios).
Aparte de señalar la importancia de la institución del ejército romanos, es digno de apreciarse los muchos términos de nuestra lengua derivados del léxico del ejército, algunos con un significado algo distinto al que tenían en su origen.
Algunos de ellos son: ejército, ejercicio, ejercitarse, sueldo, salario, estipendio, disciplina. licenciado, concurso, carrera, decano, vaina, intervalo, valla, militar, infantería, caballería, marina, campamento, acampar, castramentación, castro, castillo, centurión, socio, extraordinario, auxiliar, auxilio, contubernio, conde, duque, prefecto, cónsul, opción, inmune, beneficiario, notario, tribuno, centenario, centurión, vigilia, diezmar, escudo, espada, puñal,
pugna, pugnar, “campus” (universitario), tormenta, atormentar, catapultar, nave trirreme, birreme, especuladores, asta, lanza, estímulo, músculo, diezmar, ariete, torres, honderos, hondas, saeta, emperador, sacramento, exploradores, orbe, presidio, legión, etc.
Segovia, 13 de enero del 2023
Juan Barquilla Cadenas.