LOS TIRANICIDAS : HARMODIO Y ARISTOGITÓN
Aristóteles en su obra “Política” expuso la teoría clásica de las formas de gobierno o regímenes políticos.
Habla de seis formas de gobierno basándose en el número de gobernantes y en la finalidad del régimen político (bien común o bien particular).
Los regímenes políticos que buscan el bien común son los “regímenes rectos o puros”, en cambio, cuantos atienden al interés personal de los gobernantes son “defectuosos” y todos ellos son desviaciones de los regímenes rectos, pues son despóticos y la “ciudad” (polis) es una comunidad de hombres libres. (Aristóteles, Política III, 11 1279 a).
Los regímenes políticos rectos son: monarquía, aristocracia y república (o democracia moderada).
Los regímenes defectuosos o desviaciones son: tiranía, oligarquía y demagogia (u oclocracia).
“De los gobiernos unipersonales solemos llamar “monarquía” al que vela por el bien común.
Al gobierno de pocos, pero más de uno, (llamamos) “aristocracia” bien porque gobiernan los mejores (áristoi) o bien porque lo hacen atendiendo a lo mejor (áriston) para la ciudad y para los que forman su comunidad.
Y cuando la mayoría gobierna mirando el bien común, recibe el nombre común a todos los regímenes políticos, “república” (politeia) o [democracia moderada].
Desviaciones de estas formas de gobierno son: la “tiranía”, de la monarquía; la “oligarquía”, de la aristocracia y la “oclocracia/ demagogia”, de la república/ democracia.
La tiranía, en efecto, es una monarquía orientada al interés del monarca.
La oligarquía es un régimen orientado al interés de los ricos.
La demagogia/oclocracia es un régimen orientado al interés de los pobres.
Pero ninguna de estas “desviaciones” presta atención a lo que conviene a la comunidad.”
(Aristóteles, Política, III 7. 1279 a -1279 b)
La “demagogia” según Platón y Aristóteles, puede producir (como crisis extrema de la República) la instauración de un régimen autoritario oligárquico o tiránico, que más frecuentemente nace de la práctica demagógica que ha eliminado así a toda oposición.
En estas condiciones, los “demagogos”, arrogándose el derecho de interpretar los intereses de las masas como intérpretes de toda la nación, confiscan todo el poder y la representación del pueblo e instauran una tiranía o dictadura personal. En sentido contrario y paradójicamente, muy habitualmente, las dictaduras se han instalado sosteniendo que lo hacían para terminar con la demagogia.
Aristóteles escribe que cuando un gobierno persigue el interés general de su población es virtuoso, pero si persigue el de un solo individuo o unos cuantos se desvirtúa.
Aristóteles define la “demagogia” como la corrupción de la “república”/”democracia”.
En este sentido una “república”/ “democracia” debe velar por el interés de todos incluyendo pobres y ricos, por lo que la “demagogia” como el predominio del interés de los pobres con exclusión de los ricos constituye una aberración. (Aristóteles, Política, libro III, cap. V.).
Existe para Aristóteles una gradación entre las formas de gobierno.
El más perfecto por lo justo pero también por la dificultad de su realización, es la “monarquía”. Le siguen la “aristocracia” y la “república”/ “democracia”.
La desviación del primer régimen (la monarquía) es la peor forma de gobierno, la “tiranía”, seguido de la “oligarquía”.
La desviación más moderada en cuanto a su corrupción es la “democracia”.
(Aristóteles, Política, IV 1289b -1293 a 12).
La “tiranía” en el sentido que se dio al término en la Grecia antigua, era el régimen de poder absoluto, de ordinario unipersonal, instaurado por un tirano.
El “tirano” es un gobernante que había accedido al poder mediante la violencia, derrocando al anterior gobierno de una “polis” (ciudad-estado griega), gracias al apoyo popular (el “demos” (pueblo) o mediante un golpe de Estado militar o una intervención extranjera.
El “tirano” ocupaba el poder no por derecho (de iure), sino que lo detentaba por la fuerza (de facto).
Para la mentalidad moderna, la “tiranía” se identifica con un uso abusivo y cruel del poder político que se ha usurpado, un poder no sólo ilegítimo por su origen, sino también injusto por su ejercicio y que reprime cualquier oposición; pero entre los antiguos griegos, sin embargo, el término no estaba tan cargado de connotaciones peyorativas: en principio tenía una connotación positiva, puesto que muchos tiranos eran queridos y muy populares entre los ciudadanos de las “polis” (hasta el punto que algunos se contaron en la lista de los “siete sabios de Grecia”).
Así, el tirano Pisístrato en Atenas mantuvo el apoyo de los más pobres con una política de gastos en obras públicas, construcción de astilleros, embellecimiento de la acrópolis y reformas agrarias, aunque su forma de acceder al poder y conservarlo también fueron criticados por los anteriores ocupantes del poder, y la corrupción política de su ejercicio por parte de muchos de ellos terminara convirtiendo en odiada la figura de los “tiranos”, que pasaban a ser, a su vez, depuestos o incluso asesinados (tiranicidio).
El término “tirano” aparece por primera vez utilizado por Arquíloco (comienzos del siglo VII a. de C.), y se aplicó inicialmente al rey Giges de Lidia, que en esa época llegó al trono por medios ilegítimos, según el sofista Hipias de Elis.
El período de esplendor de la “tiranía” fue el siglo VI a. de C., cuando fueron derrocados los gobiernos de muchas “poleis”(ciudades-estado) de Asia Menor y de las islas de Egeo, al tiempo que el Imperio persa tuvo ocasión de hacer sus primeras incursiones en Grecia, buscando muchos de estos tiranos su apoyo para consolidarse en el poder.
También hubo “tiranías” en Sicilia y Magna Grecia.
Pisístrato y sus descendientes, los “Pisistrátidas” (Hipias e Hiparco) fueron tiranos de Atenas.
Desde finales del siglo VI a. de C., y con las “guerras médicas” de la primera mitad del siglo V a. de C., decayeron las “tiranías”, en beneficio de gobiernos democráticos u oligárquicos liderados por Atenas y Esparta.
Tras la “guerra del Peloponeso”, la crisis de la “polis clásica” que se extendió por el siglo IV a. de C. trajo consigo un nuevo recurso a la figura del tirano.
Tras la conquista macedónica y el Imperio de Alejandro se establecieron distintas “monarquías helenísticas”, a las que siguió la conquista romana de Grecia.
El último ejemplo de tirano, del siglo II a. de C., sería Nabis de Esparta.
La “tiranía” en Sicilia tuvo connotaciones particulares y se prolongó más a causa de la amenaza cartaginesa, lo que facilitó la ascensión de caudillos militares con amplio apoyo popular. Tiranos sicilianos como Gelón, Hierón I, Hierón II, Dionisio el Viejo y Dionisio el Joven mantuvieron cortes fastuosas y fueron mecenas culturales.
Para Aristóteles, en su análisis de las formas de gobierno (Política), la “tiranía” acumula los vicios de la “democracia” y los de la “oligarquía”, en razón del amor del tirano por las riquezas (pues únicamente así puede mantener la guardia y el lujo) y el no confiar en nada en el pueblo (por eso lo priva de las armas);y el hacer mal a la masa, expulsarla de la ciudad y dispersarla, es común a ambas a la oligarquía y a la tiranía. (Política V, cap. X, 1311 a ).
También la considera “el peor régimen” y el más alejado de una constitución” (Política IV, 1289 b).
Para los comediógrafos atenienses, como Aristófanes, la figura del “tirano” se utilizaba como representación del enemigo de la “democracia ateniense”, la tentación de que un ciudadano particular concentrase todo el poder en sus manos instaurando un poder despótico.
A veces los tiranos fueron asesinados.
El más famoso “tiranicidio” fue el que realizaron Harmodio y Aristogitón, de los que fueron esculpidas dos estatuas de bronce por Antenor en el año 510 a. de C. para el Ágora de Atenas.
Ambas estatuas fueron destruidas por el rey persa Jerjes tras el saqueo de Atenas en 480 a. de C., y fueron restauradas por Alejandro Magno (o según Pausanias por Antíoco). Estas nuevas esculturas las realizaron Kritias como escultor y Nesiotes como broncista.
Harmodio y Aristogitón fueron conocidos como los “tiranicidas”, por matar al tirano Hiparco de Atenas.
Son considerados como dos héroes y tratados como mártires de la libertad, tras el derrocamiento de Hipias (hermano de Hiparco), pese a que su “tiranicidio” estuviera provocado por razones personales.
Se les atribuye igualmente un lugar en las “Islas de los Bienaventurados”, al lado de Aquiles.
Aristogitón era un ateniense de clase media. Su joven amante, Harmodio, pertenecía a una noble familia de Atenas.
Harmodio, ofendido por Hiparco, uno de los “Pisistrátidas” (hijos de Pisístrato), que impidió que su hermana formara parte de las “canéforas” (jóvenes vírgenes que llevaban una cesta) en la procesión de las “Panateneas”, decide acabar con los tiranos con la ayuda de Aristogitón.
No les resulta difícil, dado el malestar del pueblo provocado por la tiranía de los Pisistrátidas, contar con varios cómplices.
La idea era la de aprovechar el desfile de las Panateneas, en el que no sería sospechosa la formación de grupos armados por ciudadanos que participaban en la procesión, para asesinar a Hipias e Hiparco.
El día señalado, Aristogitón y Harmodio advirtieron que uno de los conjurados discutía en el “Cerámico” (barrio de los alfareros de la antigua Atenas, al noroeste de la Acrópolis) con Hipias, que se hallaba rodeado de su guardia personal.
Creyendo que éste les había traicionado, deciden posponer el atentado y, en su camino de retirada, se encuentran con Hiparco que iba sin escolta y le apuñalan hasta darle muerte. Cuando acudió la escolta, Harmodio murió también en el mismo lugar, mientras que Aristogitón se escabulló en un primer momento, pero fue apresado después.
(Wikipedia).
Segovia, 3 de mayo del 2025
Juan Barquilla Cadenas.