SERTORIO: “Guerra entre romanos en Hispania”
Tras la destrucción de Numancia (año 133 a. de C.), casi toda la península Ibérica había quedado sometida a los romanos. Sólo Asturias, Cantabria y la Vascongadas mantenían aún su independencia.
La relativa calma que siguió a la tragedia numantina se turbó de nuevo por las “guerras de Sertorio” (83 -73 a. de C.), que son un simple episodio de las “guerras civiles”, entabladas en Roma entre los demócratas (populares) y la aristocracia (optimates), acaudillados respectivamente por Mario y Sila.
La pugna por mantener el viejo sistema (optimates) o imponer uno nuevo (demócratas) fue sangrienta y despiadada.
Durante estas “guerras civiles” fue Sertorio uno de los más brillantes generales del partido democrático, pero a la muerte de Mario, ocupa su puesto en Roma Cinna y Sertorio queda relegado a ocupar el mando de “pretor” de la “Hispania Citerior” (año 83 a. de C.)
La victoria de la aristocracia (partido de los optimates) y las sanguinarias “proscripciones” del dictador Sila provocaron en Roma la huida masiva de sus adversarios políticos (los demócratas). Hispania se convirtió en refugio de estos proscritos, como anteriormente, durante la dictadura del demócrata Cinna, lo había sido de los fugitivos aristócratas.
Con estos refugiados políticos (demócratas o populares) formó Sertorio una especie de gobierno en el exilio, encabezado por un Senado de 300 miembros, y se presentó como legítima autoridad de la República romana.
El caudillo demócrata (Sertorio) pretendía simplemente convertir Hispania en una base de operaciones, para la reconquista del poder de los “demócratas” en Roma.
No pensó en absoluto en independizar de Roma la península ibérica, pero, por razones de estrategia política, permitió que los lusitanos y celtíberos vieran en él a un libertador contra la explotación de que la codicia romana les hacía objeto. Por ello sus campañas tuvieron un marcado aspecto de reivindicación político-social, que le ganaron el apoyo entusiasta de los hispanos, que sufrían gravísimos problemas económicos y sociales.
Los celtíberos le suministraron un aguerrido ejército y, tras su asesinato, fieles a su recuerdo, continuaron una lucha desesperada e inútil.
La “devotio ibérica” (los soldados consagraban su vida a su rey o jefe, al que tenían la obligación de proteger en el combate incluso hasta la muerte) se practicó ampliamente entre sus partidarios hispanos.
Su prestigio personal había hecho que se le considerase digno sucesor de Viriato y un enviado de los dioses para salvar su independencia.
Su figura fue pronto rodeada de un halo de misterio y de leyenda.
Cuenta ésta que cierto día un cazador lusitano le regaló una cervatilla blanca.
Sertorio la crio y, como el animal lo seguía dócilmente a todas partes, conocedor su dueño de la credulidad supersticiosa del primitivo pueblo ibérico, contó a sus soldados que la cierva en cuestión le había sido enviada por Diana, la diosa de la caza. Después, valiéndose de mil ardides, logró que todos creyeran en el carácter divino de esta cierva, que, en realidad, debía ser un gamo hembra, dado su color blanco.
La creencia en animales sagrados, especialmente si son de color blanco, difundida entre muchos pueblos primitivos, justifica la crédula confianza de los iberos, entre los que Sertorio encontró los más leales y bravos seguidores.
Con el ejército proporcionado por los celtíberos sostuvo durante ocho años una guerra memorable contra los más prestigiosos generales de Roma, practicando la táctica de “guerrillas” de Viriato. Como éste, no se limitó a la guerra defensiva, sino que llegó a conquistar la “Hispania Citerior”. En ésta, en la ciudad de Osca (Huesca) fundó una escuela, destinada a la educación de los hijos de los nobles iberos en la cultura greco-latina.
La universidad que en el siglo XIV fundó en Huesca el rey Pedro IV de Aragón y que perduró hasta el siglo XIX se llamaba a sí misma “Sertoriana”.
Aquellos muchachos hispanos podían vestir la “toga praetexta”, distintivo de los hijos de senadores romanos y serían más tarde los mejores colaboradores de la función “romanizadora” en Hispania.
Al acabar el año 77 a. de C., Sertorio dominaba militarmente la “Hispania Citerior” y la “Lusitania”.
Ante el peligro que representaba su poderío para la seguridad del partido aristocrático (optimates), entonces en el poder, se montó una operación de altos vuelos para conjurar el peligro. Al frente de ella figuraba Pompeyo el Grande.
En Hispania los “optimates” seguían dominando en la “Bética”, la región más rica y romanizada.
El cuartel general de Metelo (Quinto Cecilio Metelo), el rival de Sertorio, estaba en Córdoba.
Pompeyo eligió como punto de apoyo para su campaña el territorio de los “vascones”, en donde fundó “Pompaelo” (Pamplona), y la Gallia Narbonensis.
Tras múltiples peripecias bélicas, la buena estrella de Sertorio comienza a declinar a principios del año 75 a. de C., para hundirse definitivamente en el año 72 a. de C.
Se desmorona poco a poco la ciega fidelidad de los iberos, que se sienten utilizados como meros instrumentos en una guerra en la que no se defienden sus intereses.
Pierde Sertorioi la “Celtiberia Ulterior” y decae su prestigio. Sus relaciones con los hombres que aún lo siguen van de mal en peor y las deserciones son castigadas con represalias de dureza inusitada, con lo que el número de descontentos aumenta sin cesar.
Su lugarteniente Perperna trama una conjuración, para darle muerte y restablecer las relaciones con Roma.
Sertorioi es vilmente asesinado durante un banquete celebrado en su honor en Huesca, el último reducto de sus ideales democráticos.
Perperna fue poco después derrotado por Pompeyo, que ordenó que lo degollaran.
Con Sertorio termina la larga lucha celtibérica por su independencia.
(Santiago Segura Munguía. Latín. Ediciones Anaya).
Segovia, 19 de noviembre del 2022
Juan Barquilla Cadenas.