SÉNECA: CARTA XXVIII “De los viajes como remedio para los males de espíritu”
Séneca (4 a. de C. – 65 d. de C.) fue un filósofo, político, orador y escritor romano.
Como escritor, entre sus muchas obras destaca “Las cartas a Lucilio”, un conjunto de 124 cartas, enviadas a su discípulo Lucilio, a través de las cuales muestra su pensamiento ético de carácter estoico, aunque también aparece en ellas siempre alguna “sentencia” del filósofo Epicuro.
Estas cartas están dirigidas a este hipotético discípulo Lucilio, pero, en realidad, todos los que lean estas cartas pueden ser su hipotético discípulo, para quien es un guía espiritual.
Ahora que todo el mundo viaja mucho aprovechando cualquier ocasión para hacerlo, me ha parecido bien exponer esta carta de Séneca referida a los viajes.
“¿Crees que a ti solo te ha pasado y te admiras como de una cosa nueva que en tu viaje tan largo y con tanta variación de lugares no hayas sacudido la tristeza y la pesadez de tu mente?
Debes cambiar el alma y no el cielo.
Aunque atravieses el espacioso mar, aunque como dice nuestro Virgilio: “ tierras y ciudades se alejan lentamente”, te seguirán, a donde quiera que vayas, los vicios.
A uno que le preguntaba esto mismo dijo Sócrates: “¿Cómo te maravillas de que no te aprovechen los viajes, si te llevas a ti contigo mismo? Te sigue oprimiendo la misma causa que te lanzó a viajar”.
¿Qué puede ayudar la novedad de los lugares? ¿Qué el conocimiento de las ciudades y de los países? Todo ese bullicio es inútil.
¿Preguntas por qué no ayuda esta fuga? Porque huyes contigo mismo. Hay que descargarse del peso del ánimo; hasta entonces, no te agradará ningún lugar.
Piensa que tu situación es ahora la que nuestro Virgilio atribuye a una sacerdotisa, ya excitada, instigada, llena de un espíritu que no era el suyo: “Entre tanto en la espelunca (caverna), gigante se revuelve la Sibila que a Febo (Apolo) aún resiste y prueba ansiosa sacudirse del dios”.
Vas de un lado para otro por sacudirte el peso que te agobia, el cual con el mismo ajetreo se hace más molesto, como en una nave la carga que no se mueve pesa menos, pero revuelta desigualmente sumerge más pronto aquella parte en que carga su peso.
Todo lo que haces, contra ti lo haces, y con el mismo movimiento te dañas, porque estás sacudiendo a un enfermo.
Pero cuando te libres de este mal, te será agradable todo cambio de lugar; aunque te destierren a las tierras más remotas, en cualquier rincón de la barbarie en que te coloques, encontrarás allí alguna morada hospitalaria.
Más importa quién sea el que viaja que no a dónde, y por eso no debemos sujetar el ánimo a ningún país. Se ha de vivir con esta convicción: “No nací para un rincón, mi patria es todo este mundo”.
Si esto es evidente para ti, no te maravillará que nada te ayuden las varias regiones por las que continuamente viajas, hastiado de las otras.
Porque la primera tierra te hubiera gustado, si creyeras que toda es tuya. Ahora no viajas, sino que andas errante, llevado de un sitio a otro, y cambias de lugar, cuando lo que buscas, que es vivir bien, está en todo lugar.
¿Puede haber algo tan turbulento como el foro?
Pues también en él puede vivirse tranquilamente, si es necesario. Pero si me es lícito disponer las cosas, huiré lejos de la vista y de la vecindad del foro. Porque, así como los lugares malsanos atacan la salud más firme, así también los hay poco saludables para un alma aún no perfecta y todavía convaleciente.
Discrepo de esos que van siempre por medio de las olas y, gustando de una vida tumultuosa, luchan todos los días con las dificultades animosamente. El sabio soportará esto, pero no lo elegirá, y ha de preferir estar en paz que no en guerra.
No aprovecha mucho haber arrojado de sí todos los vicios si hay que luchar con los ajenos.
“Treinta tiranos –dice –rodearon a Sócrates y no pudieron quebrantar su ánimo”.
¿Qué importa cuántos sean los dueños? La esclavitud no es más que una. Quien la ha despreciado, por mucha que sea la turba de los que dominan, es libre.
Tiempo es de acabar, si antes te pago lo que te debo.
“El principio de la salud es el conocimiento del pecado”.
Me parece que ésta es una egregia sentencia de Epicuro.
Pues quien no sabe que está pecando, no quiere corregirse: es necesario que te encuentres culpable antes de que te enmiendes.
Algunos se glorían de sus vicios; ¿crees que ha de pensar en remediarlos quien tiene a sus vicios en el lugar de las virtudes? Así que, tanto como puedas, repréndete a ti mismo, investiga contra ti; haz primero de acusador, después de juez, por último de abogado. Castígate alguna vez. Ten salud”.
(L. A. Séneca. Cartas morales a Lucilio. Traducción de José M. Gallego Rocafull. Universidad Autónoma de Méjico. 1953)
Posiblemente en esta carta Séneca se refiera a que los problemas y los prejuicios que podamos tener no se resuelven con cambiar del lugar donde vivimos, sino que es necesario resolverlos antes para poder disfrutar de los lugares que se vayan a visitar.
Por otro lado, nos dice que debemos suprimir aquellos vicios que nos hacen esclavos, y para ello aconseja reflexionar sobre lo que nos hace mal, para, si es posible, corregirlo.
Segovia, 30 de marzo del 2024
Juan Barquilla Cadenas