PLATÓN: EL MITO DEL CARRO ALADO
Platón (427 a. de C. – 347 a. de C.) representa un punto culminante, no sólo en la historia del pensamiento griego, sino también en toda la historia del pensamiento occidental.
El “mito del carro alado” es uno de los mitos más conocidos de Platón en sus “Diálogos”. Este mito aparece en el Diálogo “Fedro”.
Para Platón el hombre se halla compuesto de cuerpo (σῶμα) (soma) y alma (ψυχή) (psyché).
El alma antes de unirse al cuerpo, preexiste eternamente en el “mundo de las ideas” (τόπος νοητός) (topos noetós), y es inmortal, ya que por ser inmaterial, es incorruptible.
En el alma inmortal, simple e inmutable, distingue Platón tres partes:
1. La “razón” – λογιστικόν ( logistikón) – que es la más destacada y principal.
2. La “volitiva” – θυμός (thymós)- que es la facultad de la ira por la cual nos enfurecemos.
3. La “apetitiva” - ἐπιθυμητικός (epithymetikón – por la cual el hombre ama, sufre hambre y sed y se inflama en otros deseos.
Platón en su Diálogo “Timeo” cuenta que el “demiurgos” (una especie de divinidad) después de haber formado el cuerpo del hombre con la materia o espacio, introdujo “la parte racional” del alma en la cabeza, “la parte volitiva” en el pecho y “la parte apetitiva” en el vientre.
Tal teoría de las facultades del alma (aunque Platón habla a veces de tres almas) se simboliza bellamente en el mito del carro alado que aparece en el Diálogo “Fedro”.
El alma puede compararse a un carro, arrastrado por dos caballos y conducido por un auriga, que avanza en el τόπος νοητός ( topos noetós) entre las “Ideas”, eternamente.
El carro simboliza al alma, el auriga a la razón y los dos caballos son las partes volitiva y apetitiva.
Cuando uno de los caballos escapa al dominio del freno y se desboca, entonces el alma comete una falta y origina la caída.
El carro se despeña del τόπος νοητός (el mundo inteligible) para caer en el mundo de las sombras (el mundo sensible), donde el alma es aprisionada por la materia corpórea (ensomatosis), y así vive el alma en el cuerpo como en su tumba, habiendo olvidado en la caída cuanto aprendió en “el mundo de las Ideas”.
En su cárcel corpórea “el alma está atormentada por la ignorancia, y mientras no se vea libre de ella, jamás podrá alcanzar la verdad”, volver “al mundo de las Ideas”.
Platón sostiene que el hombre posee dos clases de conocimiento que se corresponden con los dos mundos que distingue en su metafísica: el “conocimiento sensible”, con el que conocemos las cosas mudables y perecederas de este mundo (a través de los sentidos), y el “conocimiento intelectual” con el conocemos las Ideas (a través de la razón).
El conocimiento sensible, según Platón, no es un verdadero conocimiento, sino opinión – δόξα (doxa) - .
El verdadero conocimiento es el intelectual, que consiste en el “recuerdo” o “reminiscencia” –anamnesis – de las Ideas que vio nuestra alma en el mundo de las Ideas, donde preexistió.
Y podemos recordar estas Ideas, olvidadas cuando el alma cae a este mundo, porque las cosas sensibles (las cosas de este mundo) han sido hechas por el “demiurgo” a imitación de las “Ideas”, de modo que viendo sensiblemente (a través de los sentidos) dichas cosas, recordamos el modelo ideal.
La separación de los dos mundos en Platón, con valoración distinta para ambos (ya que uno es eterno y el otro perecedero) tiene extraordinaria repercusión en su “moral”(Ética).
El fin del hombre, en la ética platónica, consiste exclusivamente:
- En purificarse mediante la “virtud”, para que pueda volver su alma al mundo de las Ideas, de donde procede.
- En realizar en este mundo, hasta donde sea posible, la Idea de Bien.
Platón rechaza la ética hedonista de algunos discípulos de Sócrates, marcando la diferencia que existe entre “el bien” y “el placer”, y negando que puedan identificarse.
Tampoco admite Platón aquel apotegma (sentencia) de Protágoras según el cual “el hombre es la medida de todas las cosas”. Por eso, ahora, frente al sofista, establece que “la medida de todas las cosas es Dios”. Y “Dios es el bien en sí”.
Esta purificación a que tiende la ética platónica se alcanza mediante la virtud y la ciencia.
Cuatro virtudes destaca Platón:
- “Fortaleza” o valor -ἀνδρεία (andría) – adscrita a la parte volitiva del alma.
- “Prudencia” – φρόνησις (phrónesis) – que es la virtud de la parte racional del alma.
- “Templanza” –σωφροσύνη (sophrosyne) – que corresponde a la parte apetitiva del alma.
- “Justicia” –δικαιοσύνη (dikaiosyne) – que afecta a las tres partes del alma, porque “cada uno de nosotros será justo y cumplidor de sus funciones, si las partes de su alma hacen cada una lo que le incumbe”.
Platón descubrió así las cuatro “virtudes cardinales”
(Antonio Aróstegui. Historia de la filosofía y de las ciencias)
Segovia, 23 de marzo del 2024
Juan Barquilla Cadenas.