El CÓMPUTO DEL TIEMPO EN ROMA
“Sed fugit interea, fugit irreparabile tempus” (Virgilio, Georg., II, 284).
(Pero huye entretanto, huye irreparablemente el tiempo)
Los romanos se han caracterizado siempre por su practicidad, y una de las cosas prácticas que nos han transmitido es el “calendario”.
La palabra calendario procede de la palabra latina “Kalendae”, que es una de las “fechas clave” en que se dividía la duración de un mes.
Los romanos, en un principio, tenían un calendario lunar que tenía sólo diez meses, de manera que el año comenzaba en marzo, que era cuando comenzaban las campañas militares, y terminaba en diciembre, que era el mes décimo.
Se trataba de un año lunar con una duración aproximada de 304 días.
Después, se atribuye al rey Numa la adición de dos meses más, enero y febrero, con lo que el año llegó a tener 355 días, lejos del calendario solar propiamente dicho de 365 días. Este calendario surgiría con Julio César que encargó al astrónomo Sosígenes la reforma del calendario y que éste efectuó hacia el año 46 a. de C.; y éste, con pequeñas modificaciones realizadas en el siglo XVI por el papa Gregorio XIII, es el calendario que tenemos actualmente.
A partir del año 46 a. de C. (reforma de Julio César) el año tuvo 365 días, y cada cuatro años se añadió un día, que por haberse colocado después del día 23 de febrero y designarse esta fecha en latín: “ante diem bis sextum Kalendas Martias”, se le dio la denominación de “bisiesto”.
El nombre de nuestros meses está tomado de los latinos, advirtiendo que, antes de Julio César, el mes de Julio se llamaba “Quintilis”(el mes quinto a partir de Marzo) y el de Agosto, antes de Octavio Augusto, se denominaba “Sextilis” (el mes sexto a partir de marzo). Recibieron el nombre de Julio y de agosto por Julio César y Octavio Augusto respectivamente.
Los nombres de los meses eran: Ianuarius, Februarius, Martius, Aprilis, Maius, Iunius, Iulius (Quintilis), Augustus (Sextilis), September, October, November y December.
Tres días de cada mes tenían nombres especiales: Kalendae, que coincidía con la fase de luna nueva; Nonae, que coincidía con la fase de luna en cuarto creciente; Idus, que coincidía con la fase de luna llena.
El día primero de cada mes se llamaba “kalendae”. Las “Nonas” eran el día 5 de cada mes y los “Idus” el día 13 de cada mes, excepto los meses de marzo, mayo, julio y octubre, en que las Nonas eran el día 7 y los Idus el día 15.
Los días anterior o posterior a estas “fechas clave” se expresaban con los adverbios “pridie” (antes de) y “postridie” (después de) respectivamente. Por ejemplo: pridie Kalendas Augusti= 31 de julio; postridie Nonas Augusti= 6 de agosto.
Para expresar los otros días se empleaba el número ordinal correspondiente a los días que median entre un día determinado y la “fecha clave” inmediata superior, incluyendo el punto de partida y el de término (cómputo inclusivo). Ejemplo: día 20 de Junio= “Die duodécimo ante kalendas iulii”.
LOS AÑOS
La “era romana” tomaba como punto de partida la fundación de Roma, que se sitúa tradicionalmente en el año 753 a. de C.
A partir de la instauración de la República en Roma (año 509 a. de C.), fecha en la que se expulsó a los reyes y el rey fue sustituido por dos cónsules, los años se contaban por el nombre de los cónsules, que eran elegidos anualmente. Uno de los cónsules daba nombre al año y era llamado cónsul “epónimo”. (“era consular”).
También hubo otras “eras” en Roma, como la “era juliana” (año 45 a. de C.) a partir de Julio César, o la “era octaviana” (año 27 a. de C.) a partir de Octavio Augusto, o la “era de Diocleciano”( año 284 a. de C.) a partir del emperador Diocleciano.
Había “eras locales” como la “era hispánica” que tenía su punto inicial el 1 de enero del 38 a. de C. en relación con las guerras de conquista del Norte peninsular que llevó a cabo Octavio Augusto. Estuvo en uso en la península ibérica hasta bien entrada la Edad Media.
Incluso dentro de Hispania existió otra conocida como “aera consularis”, un sistema poco conocido que se empleó en la zona cántabra. Está atestiguada a partir del siglo IV y en uso al menos hasta el siglo VI. “Un año en la Antigua Roma”. Nestor F. Marqués. Edit. Espasa. Barcelona 2018.).
Pero la “era” que ha permanecido es la “era cristiana” a partir del nacimiento de Cristo.
En el cómputo de los años y de los días se incluían los dos términos extremos (cómputo inclusivo), procedimiento que ha tenido arraigo entre el pueblo. Así se dice “ocho días” = una semana, y “quince días” = dos semanas, y que da por resultado una unidad de exceso.
El año romano, al igual que el nuestro, contó con 365 días desde la reforma del calendario realizada por Julio César.
Además, había otra unidad de tiempo, el “lustrum”, de donde procede la palabra castellana “lustro”, que era un período de cinco años.
Fue instituido, según la tradición bajo el reinado de Servio Tulio, que ordenó la realización del censo de los ciudadanos al final de cada lustro. En la época de la República romana los magistrados llamados “censores”, elegidos cada cinco años, se encargaban de hacer el censo de los ciudadanos. Al final de su mandato se realizaba un acto religioso – el lustrum-, en el que se ofrecía un sacrificio –el suovetaurilia- en que se sacrificaba un cerdo, un cordero y un ternero.
Era un sacrificio de purificación por las posibles manchas de la comunidad durante los cinco años transcurridos desde el curso anterior.
MESES
Los nombres de los meses están dedicados a dioses, otros según el número que hacían en el cómputo de los meses y otros por motivaciones diversas.
Ianuarius (enero), se llamaba así por estar dedicado al dios Jano, dios de la guerra. Dios que se le representaba con dos caras, mirando hacia ambos lados de su perfil, los cuales representan el pasado y el futuro. Es también el dios de las puertas y de los comienzos; de ahí “Enero”, el mes que abre las puertas del año.
Las puertas del templo de Jano (como dios de la guerra) estaban cerradas en tiempos de paz y abiertas en tiempos de guerra, para que el dios pudiera salir en defensa de los romanos.
Februarius (febrero), procede de “Februa”, fiesta de purificación que se hacía durante este mes.
Martius (marzo), procede de Marte, dios de la guerra, a quien está dedicado este mes. En un principio con este mes comenzaba el año, porque entonces comenzaban las campañas militares.
Aprilis (abril), posiblemente dedicado a Afrodita (Venus), la diosa del amor. Está relacionado con el despertar de la primavera.
Maius (mayo), dedicado a la ninfa Maya, la madre de Mercurio, el mensajero de los dioses.
Iunius (junio), dedicado a Juno, esposa de Júpiter.
Quintilis, luego iulius (julio), llamado así por ser el mes “quinto” (a partir de marzo). Después fue llamado iulius, en honor de Julio César.
Sextilis, luego augustus (agosto), por ser el mes “sexto” (a partir de marzo). Después fue llamado augustus en honor de Octavio Augusto.
September (septiembre) por ser el mes séptimo.
October (octubre) por ser el mes octavo.
November (noviembre) por ser el mes noveno.
December (diciembre) por ser el mes décimo.
El DÍA Y LAS HORAS
El día se dividía en doce horas (desde la salida hasta la puesta del sol). Sin embargo, su duración era variable, según la estación del año: los días eran más largos en verano que en invierno.
Las horas que servían de referencia eran la sexta (las doce del mediodía), llamada “meridies” y la hora nona (las tres de la tarde).
Los romanos asignaban 12 horas al día y 12 a la noche.
La noche duraba 12 horas al igual que el día, y se dividía en cuatro turnos de vela (de tres horas cada una), llamados “vigilia”: prima vigilia, secunda vigilia, tertia vigilia y cuarta vigilia, que abarcaban desde la puesta del sol hasta el amanecer del día siguiente. Cada “vigilia” era el tiempo que permanecían de guardia los soldados romanos. El paso de la segunda a la tercera vigilia coincidía con la media noche (media nox).
Para saber la hora del día o de la noche, se utilizaban relojes.
“El 17 de febrero del 293 a. de C., Lucius Papirius Cursor colocó en Roma – frente al templo del dios Quirino- el primer instrumento de medición del tiempo que conoció Roma.
Se trataba de un “horologium solarium –reloj de sol-, un invento traído de Grecia que revolucionaría el concepto de paso del tiempo a lo largo de todo el día.
A través de una aguja o gnomon que proyectaba una sombra sobre una sección de esfera con doce radios tallada en piedra.
En el año 159 a. de C., Publio Cornelio Escipión Nassica mandó colocar en la basílica Emilia del Foro un nuevo invento también traído de Grecia, que permitiría desde entonces solucionar la dependencia del sol para la medición de las horas. Se podía usar en días nublados, de noche e incluso en interiores. Se trata de un reloj de agua – horologium ex aqua - también llamado clepsidra. A partir de entonces fue ampliamente utilizado para limitar el tiempo de los discursos y las réplicas en el Senado, en los tribunales y en otros espacios públicos”. (“Un año en la Antigua Roma”. Néstor F. Marqués. Edit. Espasa. 2018).
LA SEMANA
En un principio los romanos tenían una semana de ocho días – nueve si contamos de forma inclusiva- llamada “Nundinae”. El día ocho (nueve) era el día de mercado, día en que los agricultores iban a la ciudad a comprar y vender sus productos, así como a emprender acciones legales en los tribunales.
Pero al mismo tiempo había otro ciclo de siete días, la “semana”, que fue la que terminó imponiéndose.
Cada uno de los días de la semana estaba dedicada a una divinidad o a un astro.
El lunes (Lunae dies) es el día de la Luna; el martes (Martis dies) es del día dedicado a Marte; el miércoles (Mercurii dies) es el día dedicado a Mercurio; el jueves (Iovis dies) es el día dedicado a Júpiter; el viernes (Veneris dies) es el día dedicado a Venus; el sábado (Saturni dies), de ahí “Saturday” en inglés, era el día dedicado al dios Saturno. Fue sustituido por “Sabbat”, el sábado entre los judíos; el domingo (Solis dies), de ahí “Sunday” en inglés,era el día dedicado al Sol. Fue sustituido por “Domini dies”, el día del Señor del cristianismo.
“Al igual que en nuestro calendario tenemos días laborables y días festivos, los romanos tenían “dies fasti” (laborables), cuyo término procede de “fas”, lo que está permitido por la ley divina. En ellos se permitía el desarrollo de la actividad humana, sobre todo las actividades públicas y judiciales, y existían “dies nefasti” (festivos), que eran días especialmente consagrados a los dioses, en las que ciertas acciones, sobre todo legales, no estaban permitidas por la ley divina –“nefas”. Es el caso de las acciones judiciales. Aun así, no todas las actividades humanas estaban prohibidas en estos días. Como recuerda Macrobio en su obra “Saturnales”, los dioses podían permitir que los hombres hicieran en los “dies nefasti” cualquier cosa que fuera perjudicial dejar de hacer”. (op. cit.).
Como vemos, en el mundo romano el modo que tenían de medir el tiempo no era muy distinto al que tenemos en la actualidad.
Segovia, 22 de noviembre del 2025
Juan Barquilla Cadenas.