HORACIO: CUATRO "ODAS"
HORACIO: CUATRO “ODAS”
Quinto Horacio Flaco (65 a. de C. - 8 a. de C.) fue el principal poeta lírico y satírico en lengua latina.
Fue un poeta reflexivo, que expresaba aquello que deseaba con una perfección casi absoluta.
1. (Libro II, 10)
Horacio aconseja el término medio, la moderación.
“Más rectamente vivirás, Licinio, si dejas de navegar siempre por alta mar y evitas acercarte demasiado al litoral peligroso, al tiempo que, con cautela, sientes horror ante las borrascas.
El que elige la dorada medianía (1) carece, bien protegido, de la sordidez de una casa vieja; carece, en su sobriedad, de un palacio que cause envidia.
Los vientos zarandean con más frecuencia el pino alto, y las torres elevadas caen con más grave derrumbamiento, hiriendo los rayos los picos más altos de las montañas.
El pecho bien preparado aguarda una suerte distinta en las situaciones desfavorables, la teme en las propicias.
Júpiter trae los desapacibles inviernos, él mismo se los lleva. Si ahora te va mal, no será también en el futuro; de vez en cuando provoca Apolo con su cítara a la musa silenciosa y no siempre tiende su arco.
En los momentos difíciles muéstrate animoso y fuerte; mas también aprende a replegar las velas hinchadas por un viento demasiado favorable”.
Notas:
(1) Aparece aquí la fórmula “aurea mediocritas”, que se ha hecho proverbial y que expresa un concepto capital en el pensamiento de Horacio.
2. (Libro II, 14)
Horacio advierte a su amigo Póstumo de lo inevitable de la muerte.
“¡Ay!, fugaces, Póstumo, Póstumo, se deslizan los años y tu piedad no añadirá demora a las arrugas, a la apremiante vejez, ni a la no domeñada muerte.
No, amigo, ni, aunque con trescientos toros aplaques día tras día a Plutón (1), inaccesible a las lágrimas, quien refrena al tres veces ancho Gerión (2) y a Titio (3) con la funesta corriente que, sin remisión, habremos de cruzar en barco (4) todos los que nos sustentamos por regalo de la tierra (los humanos), ya seamos reyes o indigentes labradores.
En vano estaremos lejos del sangriento Marte (de la guerra) y del quebrado oleaje del ronco Adriático; en vano durante los otoños temeremos el Austro (5), que enferma los cuerpos: hemos de ver con nuestros ojos el tenebroso Cocito (6), que zigzaguea con aguas tranquilas y el linaje de Dánao (7); también a Sísifo (8), hijo de Eolo, condenado a un castigo interminable; hemos de dejar la tierra y la casa y la placentera esposa, y ninguno de esos árboles que cultivas, a excepción de los odiados cipreses (9), irán en pos de ti, su efímero dueño.
Un heredero más digno que tú se beberá los Cecubos (vinos) guardados con cien llaves, y teñirá el pavimento con un vino orgulloso, más añejo que el de las cenas de los pontífices (10)”.
Notas:
(1) Plutón es el dios de los Infiernos (Hades).
(2) Gerión, gigante monstruoso, dotado de tres cuerpos unidos por la cintura, que habitaba en España dedicándose a la cría de vacas, y al que mató Hércules en su décimo trabajo.
(3) Titio, gigante condenado en el Infierno a sufrir el castigo de unos buitres que le devoraban el hígado por haber intentado violar a Latona (madre de los dioses Apolo y Ártemis).
(4) Los griegos pensaban que las almas de los muertos iban al Hades. Allí había dos zonas: el “Tártaro” donde sufrían castigo los que se habían comportado mal en la vida, y los “Campos Elíseos” donde iban los bienaventurados por su buen comportamiento. Pero para llegar allí tenían que cruzar en barco, dirigido por Caronte, la laguna Estigia.
(5) Austro es un viento que sopla del sur. Viento caliente considerado a veces adverso porque podía corromper el aire por su humedad contenida.
(6) Cocito es uno de los ríos del Infierno (Hades).
(7) Las hijas de Dánao, condenadas en el Infierno a llenar de agua una tinaja de fondo agujereado, por haber dado muerte a sus maridos en la misma noche de bodas.
(8) Sísifo era quizás el más célebre condenado infernal. Su castigo era subir a la cima de un monte una piedra que, antes de ser colocada en lo alto, volvía a rodar pendiente abajo. Motivo de tal pena era el haberse burlado varias veces de la Muerte.
(9) Los cipreses, como árboles consagrados a Plutón, se plantaban alrededor de las tumbas, costumbre que ha sobrevivido al paganismo.
(10) Los pontífices celebraban unos suntuosos banquetes.
3. (Libro II, 16)
Horacio invita a una vida sobria y no preocuparse por las cosas del más allá, aceptando lo que nos ha asignado el Destino.
“Descanso pide a los dioses el sorprendido en la inmensidad del Egeo , tan pronto como una negra nube ha ocultado la luna y no brillan ya las estrellas, que marcaban el rumbo fijo a los marineros; descanso pide la Tracia, delirante por la guerra; descanso los medos, oh Grosfo, engalanados con su aljaba, no con piedras preciosas, ni con púrpura venal ni con oro. Pues ni los tesoros ni el lictor (1) consular apartan las desgraciadas perturbaciones del espíritu y las inquietudes que sobrevuelan en torno a las mansiones cubiertas de artesonado.
Vive bien con poca cosa aquel en cuya sobria mesa brilla el salero de sus padres; y el temor o la innoble ambición no interrumpen sus sueños ligeros.
¿Por qué, llenos de afán, hacemos tantos proyectos, cuando la vida es tan breve?, ¿por qué nos trasladamos a unas tierras calentadas por otro sol?, ¿quién, saliendo fuera de la patria, huye también de sí mismo?
La perversa Inquietud se embarca en las naves, guarnecidas de bronce, y no se aleja de los escuadrones de caballería, más rápida que los ciervos y que el Euro, que empuja los nubarrones.
Que el alma, gozándose con lo presente, deteste preocuparse por lo que hay más allá y conjugue las amarguras con la apacible sonrisa: pues nunca existe la felicidad completa.
Llevose la muerte súbita al esclarecido Aquiles (2) y la prolongada vejez empequeñeció a Titono (3); y tal vez la hora me presentará a mí lo que a ti te haya negado.
Mugen en torno a ti cien ganados de vacas sicilianas; mándate su relincho la yegua, apta ya para las cuadrigas; te cubren vestidos de lana dos veces teñida de púrpura africana; a mí, en cambio, la Parca (4), no mentirosa, me concedió campos de poca extensión, la inspiración sutil de la Camena griega (5), y el desprecio por el vulgo mezquino (6).
Notas:
(1) El lictor era el acompañante de los magistrados, encargado de portar las “fasces”( haz de varas), signo de poder.
(2) Aquiles, el héroe griego, murió a resultas de una flecha que le disparó Paris y que le hirió en la única parte vulnerable de su cuerpo, el talón.
(3) Titono era un joven pastor, de una belleza deslumbrante, del que se enamoró la diosa Eos (la Aurora). Ésta pidió la inmortalidad para su amado mortal, pero se olvidó de pedir la juventud eterna, y así Titono fue envejeciendo y empequeñeciéndose, hasta que la Aurora lo transformó en cigarra para escuchar siempre su canto.
(4) La Parca se refiere al Destino asignado a cada uno de los mortales.
(5) Las Camenas era el nombre que en latín se daba a las Musas.
(6) En Odas, III, 1, 1 dice Horacio: “Odio el vulgo profano y me aparto de él”.
(Horacio. Épodos. Odas. Introducción, traducción y notas de Vicente Cristóbal. Alianza Editorial.)
Segovia, 25 de noviembre del 2022
Juan Barquilla Cadenas.