MITOLOGÍA GRECORROMANA
En esta página pretendo explicar algunos de los mitos grecorromanos más representativos que han influido en la literatura y en las artes, especialmente en la escultura, pintura, música, teatro, cine.
Según la definición del diccionario de la R.A.E. en su vigésima segunda edición del año 2001, la palabra "mito", procedente del griego μῦθος , es "una narración maravillosa situada fuera del tiempo histórico y protagonizada por personajes de carácter divino o heroico. Con frecuencia interpreta el origen del mundo o grandes acontecimientos de la humanidad."
En la actualidad la palabra "mito" se refiere a otra acepción que recoge el diccionario de la R.A.E.: "persona o cosa rodeada de extraordinaria estima". Y en este sentido existe la "mitomanía": "tendencia a mitificar o admirar exageradamente a personas o cosas". Es frecuente en la actualidad considerar como "mitos" a cantantes, actores/actrices, músicos, cantautores, deportistas, escritores, políticos, etc.
Pero aquí nos referimos a la primera acepción del diccionario de la R.A.E.
Esta acepción coincide con la definición que da de "mito" Carlos García Gual en su libro Historia mínima de la mitología:
"Un "mito" es un relato tradicional que evoca la actuación memorable y paradigmática de unos personajes excepcionales (dioses y héroes) en un tiempo prestigioso y lejano".
La "mitología" podemos definirla como la ciencia que estudia los mitos.
El diccionario de la R.A.E. define la mitología :"conjunto de mitos de un pueblo o de una cultura, especialmente de la griega y romana."
En efecto, los mitos que voy a contar aquí se refieren únicamente a los de la mitología griega y romana.
1. Mito de EDIPO
La palabra "Edipo" significa el de los "pies hinchados".
Edipo es hijo de Layo y Yocasta, reyes de Tebas.
Layo y Yocasta mucho tiempo después de estar casados no tienen hijos y Layo acude a consultar el oráculo de Delfos.
El oráculo le prohíbe engendrar hijos y le dice que si lo hace morirá a manos de su hijo.
Durante algún tiempo Layo se abstuvo de tener relaciones conyugales con Yocasta, pero una noche embriagado yació con Yocasta y de esa relación nació Edipo.
Layo atravesó con alfileres o clavos los tobillos de su hijo Edipo (de ahí el significado de "pies hinchados") y lo mandó abandonar en el monte Citerón.
El niño Edipo, abandonado en el monte, es recogido por unos pastores del rey Pólibo de Corinto, que se encontraban con su ganado trashumante en el monte Citerón de Beocia, y a su regreso se lo entregan a la mujer de Pólibo, llamada Peribea, pues estos reyes no tienen hijos.
Peribea le cura los pies, pero le pone el nombre de Edipo en recuerdo del estado en que se lo entregaron.
Edipo va creciendo en Corinto y pasa por hijo de los reyes.
Pero, cuando ya era adulto, un conocido le increpa diciéndole que no es hijo auténtico de los reyes de Corinto. Edipo pregunta entonces a los que cree que son sus padres, Pólibo y Peribea, pero no le dan una respuesta satisfactoria.
Entonces Edipo va al oráculo de Delfos a preguntar quiénes son sus verdaderos padres. El oráculo le transmite que su destino es matar a su padre y casarse con su madre.
Edipo, para evitar que se cumpla el oráculo, pensando que sus verdaderos padres son los reyes de Corinto, Pólibo y Peribea, decide no volver a Corinto y en su camino se encuentra en una encrucijada con Layo y se produce una discusión, y Edipo, sin saber quién era, mata a Layo, su verdadero padre, en legítima defensa.
A Tebas llega la noticia de que ha muerto Layo, aunque no se sabe quién ha sido el autor, y Creonte, hermano de Yocasta, ocupa el trono de Tebas.
Por esa época en las cercanías de Tebas ha aparecido un monstruo, la Esfinge, que tiene cabeza de mujer, pecho, patas y cabeza de león, cola de serpiente y alas de pájaro.
La Esfinge proponía enigmas (adivinanzas) a los tebanos y ellos se reunían para resolverlos todos los días, pero no lo conseguían y la Esfinge devoraba cada día a uno de ellos.
Ante esta terrible plaga y, sabiéndose por un oráculo que Tebas se vería libre de ella cuando alguien resolviese el enigma, Creonte promete en un edicto el trono de Tebas y el matrimonio con su hermana Yocasta, viuda de Layo, a quien encuentre la solución al enigma.
Y en esa angustiosa situación se hallaba Tebas, cuando Edipo se presenta y logra descifrar el famoso acertijo. Este consistía en decir cuál es el ser, provisto de voz, que es de cuatro patas, de dos y de tres.
La solución que da Edipo es que ese ser es el hombre, que anda a gatas en su infancia, en sus dos piernas en la madurez y apoyándose en un bastón en la vejez.
La Esfinge, al escuchar la respuesta, se arroja desde un precipicio y muere.
Edipo recibe entonces, según lo prometido por Creonte, el trono de Tebas y la boda con Yocasta. Así sin saberlo se casa con su madre.
De este matrimonio nacerán cuatro hijos: dos varones: Eteocles y Polinices y dos hembras: Antígona e Ismene.
Según la versión de la tragedia, "Edipo, rey", de Sófocles, en un momento dado una terrible peste asola la ciudad de Tebas y Edipo envía a Creonte a Delfos, para interrogar al oráculo sobre la causa de esta plaga. Creonte vuelve con la respuesta de la "pitonisa": "la peste no cesará hasta que no se haya vengado la muerte de Layo".
Edipo lanza entonces una maldición contra el autor del crimen, que acabará recayendo sobre él mismo.
Interroga al adivino Tiresias para averiguar quién es el culpable. Tiresias, que conoce todo lo sucedido, trata de esquivar la respuesta, con lo que Edipo imagina que él y Creonte son los autores del homicidio, y se produce un altercado entre Edipo y Creonte.
Yocasta, deseosa de reconciliarlos, pone en duda la clarividencia de Tiresias. Presenta de ello una prueba: el vaticinio pronunciado en otro tiempo respecto al hijo habido con Layo, hijo que éste había "expuesto"(abandonado en el monte) por temor a que le matase. Y, sin embargo, dice Yocasta, Layo está muerto; murió en una encrucijada a manos de unos bandidos.
Al oír mencionar una "encrucijada", Edipo manda que se la describan, así como el carruaje que montaba el rey. Manda también que le precisen el lugar del crimen y no tarda en ser presa de una terrible duda:¿No será él el culpable?.
Ordena que traigan del campo a uno de los criados que acompañaban a Layo y que había sido testigo de su muerte, y este criado resulta ser precisamente el pastor que, por orden de Layo, abandonó al niño en el monte.
En esto llega un mensajero de Corinto para comunicar a Edipo el fallecimiento de Pólibo y rogarle que vuelva con él a la ciudad para ocupar su trono.
Edipo y Yocasta creen que la amenaza del oráculo ha desaparecido, ya que Pólibo ha fallecido de muerte natural. Pero queda la segunda parte de la amenaza divina:
¿No corre el riesgo Edipo de cometer incesto con la esposa de Pólibo?
Para tranquilizarlo, el emisario de Corinto le dice a Edipo que él es un niño "expósito" y que Pólibo no era su padre.
Todo empieza a estar claro para Edipo y el relato de cómo fue encontrado el niño no deja ya duda a Yocasta.
Ella entra en el palacio y se suicida y Edipo se perfora los ojos con el prendedor de Yocasta.
Edipo es desterrado de la ciudad de Tebas y comienza una existencia errante. Lo acompaña su hija Antígona, pues sus dos hijos se han negado a intervenir en su favor y por esta razón los maldice.
Tras largo y penoso deambular, Edipo llega al Ática, a la población de Colono, donde muere.
Habiendo declarado un oráculo que el país en el que radicara la tumba de Edipo tendría la bendición de los dioses, Creonte y Polinices trataron de persuadirle, estando ya moribundo, de que volviese a Tebas. Pero Edipo, a quien Teseo había recibido hospitalariamente, se negó y quiso que sus cenizas permanecieran en el Ática.
El "mito de Edipo", aparte de su tratamiento en la Literatura (tragedias de Sófocles y Eurípides) y en el cine, ha pasado también a la ciencia, pues Sigmund Freud (1856-1939) habla en el Psicoanálisis del "complejo de Edipo", como aquella etapa de la infancia en que el niño siente un deseo inconsciente de la madre y ve en el padre un rival.
A medida que el niño vaya madurando se va a identificar con la figura y los "roles" del padre.
Algo parecido les ocurre a las niñas según Carl G. Jung ( 1875-1961). Se trata de lo que él llama el "complejo de Electra"(otro personaje sacado de la mitología griega), que consiste en que la niña sentirá un deseo inconsciente del padre y verá un rival en la madre. A medida que la niña vaya madurando se va a identificar con la figura y los "roles" de la madre.
2. PROMETEO Y EL ORIGEN DEL HOMBRE Y LA MUJER
Hay varias versiones sobre quién creó al hombre en la mitología clásica.
Una de ellas dice que Prometeo, hijo del titán Japeto, crea o fabrica al hombre de barro, tomando como modelo a los dioses, y que la diosa Atenea sopló aliento de vida sobre la imagen de barro.
También se dice que Prometeo creó a los animales y que su hermano Epimeteo dio a cada animal un don, la belleza a uno, a otro la potencia, a otro la velocidad, a otro la corpulencia, a otro la sagacidad, etc. según su criterio de conveniencia, y, careciendo de la sabiduría de su hermano, dio todos los dones a los animales dejando al hombre para lo último, quedando de esta forma el ser humano desnudo, indefenso y desarmado.
Fue entonces cuando Prometeo, viendo la injusticia que se había cometido, trató de corregir el error, robó la sabiduría a la diosa Atenea y concedió al hombre la lógica (razón).
Al parecer, Prometeo fabrica sólo a los hombres varones, pues a la mujer la fabrica Hefesto (Vulcano) por orden de Zeus y para castigo del hombre.
En la Teogonia de Hesíodo aparece Prometeo como un bienhechor de la humanidad.
Prometeo engañó a Zeus por amor a los hombres una primera vez durante un sacrificio solemne. Hizo dos partes del cuerpo del buey sacrificado, en una parte puso la carne y las vísceras, recubriéndolas con el vientre del animal, en otra puso los huesos cubriéndolos con grasa blanca. Luego dijo a Zeus que eligiese su parte y el resto quedaría para los hombres.
Zeus escogió la grasa blanca y, al descubrir que sólo tenía huesos, sintió un profundo rencor hacia Prometeo y los mortales favorecidos por aquella astucia. Para castigarles decidió no volver a enviarles el fuego.
Entonces Prometeo robó semillas de fuego en la "rueda del sol" (o se lo robó a Hefesto, según otra versión) y las llevó ocultas en un tallo de férula a la tierra.
Zeus, entonces, castigó a los mortales enviándoles a la primera mujer, Pandora, y a Prometeo lo encadenó con cables de acero en el Cáucaso, enviándole un águila, que le devoraba el hígado que se regeneraba constantemente, y juró por la Éstige que jamás desataría a Prometeo de la roca.
Pero, cuando Heracles pasó por la región del Cáucaso atravesó con una flecha al águila y liberó a Prometeo.
Zeus, satisfecho por esta proeza, que aumentaba la gloria de su hijo Heracles, no protestó. Mas, para que su juramento no fuese vano, ordenó a Prometeo que llevase un anillo fabricado con el acero de sus cadenas y un trozo de la roca a la que había estado encadenado.
De este modo, una atadura de acero seguía uniendo al titán con su peña.
En este momento, el centauro Quirón, herido por una flecha de Heracles y preso de continuos dolores, deseó morir. Como era inmortal, hubo de encontrar a alguien que aceptase su inmortalidad. Prometeo le hizo este favor y pasó a ser inmortal en lugar de Quirón.
Zeus aceptó la liberación y la inmortalidad del titán, tanto más complacido cuanto que éste le había prestado un gran servicio revelándole un antiquísimo oráculo, según el cual el hijo que ( Zeus ) tendría con Tetis sería más poderoso que él y lo destronaría.
Prometeo poseía el don profético. Indicó a Heracles la manera de procurarse las manzanas de oro y le dijo que Atlante era el único que podía cogerlas en el jardín de las Hespérides.
Prometeo enseñó también a su hijo Deucalión el modo de salvarse del gran diluvio que Zeus proyectaba para exterminar a la raza humana y que había sabido prever.
La creación de la primera mujer, Pandora (= todos los regalos), fue como castigo para los hombres, después de recibir éstos de nuevo el fuego de manos de Prometeo.
Zeus ordenó a Hefesto (Vulcano) crear a la mujer. Hefesto la hizo de tierra, pero humedecida o hecha de barro, dándole voz y vigor humanos, pero figura semejante a una diosa. Parece que Atenea(Minerva) dio vida a la imagen formada por Hefesto.
Cada uno de los dioses le confirió una cualidad, y, así recibió la belleza, la gracia, la habilidad manual, la persuasión, etc., pero Hermes puso en su corazón la mentira y la falacia.
Hefesto había modelado a la mujer a imagen de las diosas inmortales, y Zeus la destinaba para castigo de la raza humana, a la que Prometeo acababa de dar el fuego divino.
Pandora fue el regalo que todos los dioses ofrecieron a los hombres para su desgracia.
En Los trabajos y los días, Hesiodo cuenta que Zeus la envió a Epimeteo (=el imprevisor), hermano de Prometeo, el cual olvidando el consejo de su hermano de no admitir ningún regalo de Zeus, se dejó seducir por su belleza y la hizo su esposa. De esa unión nace Pirra, la primera mujer "nacida mortal" según Higino.
Pandora, en casa de Epimeteo, destapa por curiosidad una tinaja que contenía todos los males y que estaba cerrada con una tapadera. Y así todos los males se esparcieron por el género humano. Sólo la Esperanza que había quedado en el fondo, no pudo escapar, pues Pandora consiguió cerrarla antes.
Otras tradiciones dicen que la "caja"(no la jarra) contenía no los males, sino los bienes y que Zeus se la había dado a Pandora para Epimeteo como regalo de bodas.
Al abrirla imprudentemente, Pandora dejó que los bienes se escaparan y volviesen a la mansión de los dioses, en vez de quedarse entre los humanos.
De este modo los hombres se vieron afligidos por todos los males y les quedó sólo el pobre consuelo de la Esperanza.
3. LAS EDADES DEL HOMBRE: Mito de las EDADES
La creación de las sucesivas razas humanas por los dioses la cuenta sobre todo Hesíodo en su obra "Los trabajos y los días".
En Hesíodo se habla siempre de "razas", "generaciones" o "linajes", nunca de "edades".
Según Hesíodo, las razas son cinco y se designan con adjetivos metálicos, indicando, muy probablemente, la valoración moral de las mismas. Así se habla de oro, plata, bronce y hierro para las razas primera, segunda, tercera y quinta.
A la primera raza o edad de oro le corresponde la felicidad y la justicia, así como la convivencia en la tierra de los dioses, sobre todo de la Justicia, con los hombres. Y la felicidad de los hombres de aquella raza sería una especie de premio o consecuencia necesaria de su justicia.
Pero, al desaparecer los hombres de la raza de oro, se produce una degeneración progresiva, que sólo se interrumpe con la cuarta raza de Hesíodo, o la raza de los héroes, y que en la raza de hierro o actual llega al colmo de la iniquidad y desdicha.
(Tomado del libro de Mitología clásica, de A. Ruiz de Elvira).
3.1. LA EDAD DE ORO
Hesíodo dice que la primera "raza" de hombres perecederos, creada por los dioses inmortales, era de Oro y que existió en tiempos de Cronos, cuando éste reinaba en el cielo.
Los hombres de esta edad vivían como dioses, con el corazón libre de cuidados, lejos y a salvo de penas y aflicción. No sufrían la mísera vejez, sino que tenían los pies y las manos siempre inalterables y gozaban en festines, exentos de todos los males.
Morían como vencidos por el sueño. Estaban a su alcance bienes de todo tipo: la fecunda tierra, por sí sola, producía rica y copiosa cosecha. Ellos, contentos y tranquilos, vivían de sus campos entre bienes sin tasa.
Una vez que la tierra cubrió esta raza, ellos son por voluntad de Zeus supremo, los Genios buenos terrestres, guardianes de los hombres mortales, los que vigilan sentencias y perversos actos, y vestidos de bruma se extienden por toda la tierra, distribuidores de riqueza: tal es la dignidad real que recibieron.
3.2 LA EDAD DE PLATA
Una segunda "raza", con mucho inferior a la primera, la de plata, fue creada después por los moradores del Olimpo (los dioses).
No eran semejantes a la raza de oro ni en forma ni en espíritu.
Durante cien años, el niño al lado de su madre, crecía entre juegos, en plena infancia y en su hogar.
Mas, cuando avanzaban en edad y llegaban al comienzo de la adolescencia, su vida ya duraba breve tiempo y sufrían dolores por sus locuras.
No sabían abstenerse de insolencias. No querían servir a los inmortales ni ofrecer sacrificios en los santos altares de los Bienaventurados, como es ley entre los hombres.
A éstos luego Zeus los sepultó furioso, porque no daban honores a las felices deidades que habitan el Olimpo.
Desde que la tierra cubrió también esta raza, ellos son llamados por los mortales "Bienaventurados del infierno", Genios de segunda fila; pero aun así, también a ellos les acompaña algún honor.
3.3 LA EDAD DE BRONCE
Y Zeus Padre creó a su vez la tercera raza de hombres mortales, la de bronce, en nada parecida a la de plata.
Hija del fresno, terrible y fuerte.
Se ocupaban en las obras luctuosas de Ares y en las osadías.
No comían pan; de duro acero tenían implacable corazón e inspiraban miedo.
Grande era su fuerza, invencibles sus brazos, que en los hombros se aplicaban sobre robustos cuerpos.
Eran de bronce sus armas, de bronce también sus viviendas, y con el bronce trabajaban, pues el negro hierro no existía.
Sucumbieron por sus propios brazos, y marcharon a la pútrida mansión del escalofriante Hades, privados de nombre.
La negra Muerte los cogió, a pesar de que eran temibles, y abandonaron la brillante luz del Sol.
3.4 LA EDAD DE LOS HÉROES
Luego que la tierra cubrió a su vez esta raza, Zeus Crónida creó sobre la tierra nutricia aún otra, la cuarta, más justa y más valiente, la raza divina de los héroes, que llaman "Semidioses", la generación que nos precedió en la infinita tierra.
Y a éstos los hizo morir la maldita guerra y la lucha cruel: a unos bajo los muros de Tebas, la de las siete Puertas, en el país Cadmeo, combatiendo por los rebaños de Egipto; a los otros, más allá del gran precipicio del mar, en Troya, donde la pelea los llevó en las naves, por culpa de Helena, la de lindos rizos. Allí los envolvió la muerte en su final.
A otros, Zeus Crónida y Padre los estableció lejos de los hombres, instalándolos en los confines de la tierra. Allí viven ellos, con el corazón libre de cuidados, en las islas de los Afortunados, en los bordes del voraginoso Océano, felices héroes a quienes la fecunda tierra da tres veces al año dulce y floreciente fruto.
3.5 LA EDAD DEL HIERRO
¡Ojalá no me tocara vivir a mí entre los hombres de la quinta raza! ¡ O muerto antes, o nacido después! Pues ahora es la raza de hierro.
Ni de día cesarán de sufrir fatigas y miserias, ni dejarán de consumirse por la noche, en que los dioses les darán insoportables angustias.
Mas, con todo, también éstos verán mezclados algunos bienes con sus males.
Zeus pondrá fin asimismo a esta raza de hombres mortales: cuando nazcan con las sienes blancas.
El padre no será parecido a sus hijos, ni los hijos a sus padres. Ni el huésped será ya querido por el huésped, ni el amigo por su amigo, ni el hermano por su hermano, como antaño.
Despreciarán a sus padres tan pronto como envejezcan. Se quejarán de ellos, profiriendo frases injuriosas - ¡malvados!-; ni siquiera por los dioses sentirán respeto y a sus ancianos padres les negarán el alimento debido por haberles criado, gentes cuyo derecho es la fuerza; cada cual saqueará la ciudad del otro. Ningún valor tendrá el juramento, ni la justicia, ni el bien, y honrarán más al ejecutor de crímenes y violencias.
El Derecho estará en la guerra y la conciencia no existirá. Atacará el cobarde al varón valiente, hablándole con retorcidas razones, a las que pondrá falso juramento.
A los infelices hombres, sin excepción, los acosará la Envidia de siniestros ecos, gozadora del mal, la de odiosa faz.
Entonces será cuando, en busca del Olimpo, abandonando la Tierra de vastas rutas, envueltos sus cuerpos en blancos velos, Conciencia y Vergüenza subirán junto a la progenie de los inmortales huyendo de los hombres.
Sólo tristes dolores quedarán para los hombres mortales: contra el mal no habrá defensa.
(Tomado de Los trabajos y los Días, de Hesíodo).
4. LOS DIOSES "OLÍMPICOS" GRIEGOS
Se les llama así "Olímpicos", por el monte Olimpo, que se encontraba en los confines de Macedonia y Tesalia.
Desde los poemas homéricos, el Olimpo es considerado como la mansión de los dioses, en particular como la morada de Zeus.
Sin embargo poco a poco la residencia de los dioses se va diferenciando de la montaña tesalia, y el término "Olimpo" se aplica, de manera general, a las "moradas celestes" donde reside la divinidad.
4.1 ZEUS
Zeus es el más grande de los dioses del Panteón helénico.
Es esencialmente el dios de la luz, del cielo sereno y del rayo.
A partir de los poemas homéricos se crea la personalidad de Zeus, soberano de hombres y dioses, que reina en las alturas luminosas del cielo.
Zeus preside no sólo las manifestaciones celestes, provoca la lluvia, lanza el rayo y el relámpago, sino que sobre todo, mantiene el orden y la justicia en el mundo.
Encargado de purificar a los homicidas de la mancha de sangre, vela por el mantenimiento de los juramentos y por el respeto de los deberes para con los huéspedes; es garante del poder real y, en general, de la jerarquía social. Es el padre y rey de hombres y dioses y dispensador de bienes y males.
Homero cuenta en la Ílíada que en la puerta de su palacio hay dos jarras, una que contiene los bienes y otra que contiene los males. En general, Zeus saca alternativamente el contenido de una y de la otra para cada uno de los mortales; pero a veces extrae exclusivamente el de una de las dos, y entonces el destino resultante es, unas veces, completa-mente bueno, y otras veces, las más, completamente malo.
Nacimiento de ZEUS
Como todos los "dioses olímpicos", Zeus pertenece a la segunda generación divina.
Es hijo del titán Crono y de Rhea. Y como Crono era el más joven de la estirpe de los titanes, también Zeus es el menor de sus hermanos.
Crono había sido advertido por un oráculo de que uno de sus hijos lo destronaría, y él para impedir la realización del oráculo, se tragaba a sus hijos e hijas a medida que su esposa Rhea los tenía.
Al nacer el sexto, Rhea en lugar de darle el niño, le dio una piedra envuelta en pañales y Crono se la tragó pensando que era un niño. Ese niño era Zeus.
Parece que Zeus nació en Creta y parece que su infancia se desarrolló en una cueva de Creta, donde su madre lo había confiado a los "Curetes" y a las ninfas.
Su nodriza fue la ninfa (o la cabra) Amaltea que le dio su leche.
Se cuenta que un día jugando Zeus con ella le rompió un cuerno sin querer y se lo regaló a Amaltea, prometiéndole que el cuerno se llenaría milagrosamente de todos los frutos que ella deseara. Es el "cuerno de la abundancia" o cornucopia.
Se contaba que Amaltea había colgado al niño de un árbol, para que su padre no pudiera hallarlo "ni en el cielo, ni en la tierra, ni en el mar", y que había reunido a su alrededor a los "Curetes", para que con sus cantos y danzas bulliciosas, ocultaran los gritos del niño cuando lloraba.
Al morir esta cabra, Zeus cogió su piel como armadura: fue la Egida, cuya potencia pudo comprobar por primera vez en el combate con los Titanes.
El niño Zeus también fue alimentado con miel. Las abejas del monte Ida, donde estaba la caverna que lo ocultó, la destilaron expresamente para él.
La conquista del poder
Cuando Zeus llegó a la edad viril, quiso hacerse con el poder que poseía su padre Crono. Pidió consejo a la diosa Metis ( la Prudencia) y ésta le dio una droga gracias a la cual Crono vomitó los niños que había devorado ( Hestía, Deméter, Hera, Hades y Poseidón).
Con el apoyo de sus hermanos y hermanas, que habían vuelto así a la vida, Zeus atacó a Crono y a los Titanes (hermanos de Crono).
Al final Zeus y los "Olímpicos" ( hermanos y hermanas de Zeus) quedaron vencedores y los Titanes fueron arrojados del cielo.
Para lograr esta victoria, Zeus por consejo de Gea (la Tierra) había tenido que liberar del Tártaro a los Cíclopes y a los Hecatonquiros ( gigantes de cien manos), a los que Crono había encerrado en él.
Los Cíclopes dieron a Zeus el trueno y el rayo, que ellos habían fabricado; a Hades le dieron un casco que hacía invisible a quien lo llevaba; a Poseidón, el tridente, cuyo choque conmueve la tierra y el mar.
Una vez victoriosos, los dioses se repartieron el poder echándolo a suertes. Zeus obtuvo el cielo; Poseidón el mar y Hades el mundo subterráneo.
Zeus, además, se quedó con la preeminencia sobre el universo.
No obstante, no tardó en serles disputada la victoria a Zeus y a los "Olímpicos".
Tuvieron que luchar contra los Gigantes, excitados contra ellos por la Tierra; ésta estaba irritada al ver que sus hijos, los Titanes, estaban encerrados en el Tártaro.
Finalmente, y como última prueba, Zeus tuvo que luchar y acabar con Tifón; este fue el más duro combate que tuvo que pelear.
Tifón era un ser intermedio entre un hombre y una fiera. Por la talla y la fuerza superaba a todos los restantes hijos de la Tierra; era mayor que todas las montañas y a menudo su cabeza tocaba el cielo. Cuando extendía los brazos, una de las manos llegaba a Oriente, y la otra, a Occidente, y en vez de dedos tenía cien cabezas de dragón.
De cintura para abajo estaba rodeado de víboras. Tenía el cuerpo alado y sus ojos despedían llamas.
Cuando los dioses vieron que este ser atacaba el cielo, huyeron hasta llegar a Egipto; allí se ocultaron en el desierto y adoptaron formas animales: Apolo se convirtió en milano; Hermes en Ibis; Ares en pez; Dioniso en macho cabrío; Hefesto en buey, etc.
Sólo Atenea y Zeus resistieron al monstruo. Zeus lo fulminó de lejos, y, al llegar a las manos lo abatió con su sable de acero. Tifón que sólo estaba herido, consiguió recuperar la ventaja y arrebató el sable al dios. Luego cortó los tendones de los brazos y piernas de Zeus y, cargándose a la espalda al dios indefenso, lo llevó hasta Cilicia, donde lo encerró en una cueva. Después ocultó los tendones y los músculos de Zeus en una piel de oso y los dio a custodiar al dragón hembra Delfine.
Hermes y Pan robaron los tendones y volvieron a colocarlos en su lugar, en el cuerpo del dios. Éste recuperó enseguida su fuerza y, volviendo al cielo en un carro tirado por caballos alados, se puso a lanzar rayos contra el monstruo. Tifón huyó, y, con la esperanza de aumentar sus fuerzas, quiso probar los frutos mágicos que crecían en el monte Nisa. Así se lo habían prometido las Parcas para atraerlo hasta allí. Zeus salió en su persecución. En Tracia, Tifón arrojó montañas contra el dios, pero éste las despedía, a su vez, sobre el monstruo a fuerza de rayos. Desanimado definitivamente, Tifón huyó, y, mientras atravesaba el mar de Sicilia, Zeus lanzó contra él el monte Etna y lo aplastó.
Las uniones de ZEUS
La primera de las esposas de Zeus es Metis ( la Prudencia), hija de Océano. Pero Gea predijo a Zeus que si Metis daba a luz una hija, ella engendraría luego un hijo que destronaría a su padre. Por eso Zeus se tragó a Metis, que estaba embarazada, y cuando llegó la hora del parto, Hefesto partió de un hachazo el cráneo a Zeus, de donde salió completamente armada Atenea.
Zeus se casó luego con Temis, una de las titánides, y tuvo con ella varios hijos: las Estaciones (las Horas), llamadas, respectivamente: Eirene( la Paz), Eunomía( la Disciplina)
y Dike( la Justicia), las Moiras (las Parcas), que son las agentes del Destino.
Zeus se unió también con Dione, una de las titánides, y con ella engendró a Afrodita.
De Eurinome, hija de Océano, engendró las Gracias: Aglae, Eufrosine y Talía, que son, originariamente, espíritus de la vegetación.
De Mnemosine, otra titánide, que simboliza la memoria, tuvo a las Musas.
Finalmente con Leto engendró a Apolo y Ártemis.
Hasta este momento no hay que situar según Hesíodo, la boda sagrada con Hera, su propia hermana. De este enlace nacieron Hebe, Ilitia y Ares.
Con otra de sus hermanas, Deméter, Zeus tuvo una hija Perséfone.
Estas son las uniones de Zeus con diosas, pero fueron también innumerables las que tuvo con mortales. Algunas de las más importantes son:
De Zeus y Alcmena nace Heracles y de Zeus y Dánae nace Perseo.
Aquiles y Ayax descienden de Zeus por la ninfa Egina. El antepasado de Agamenón y Menelao, Tántalo, pasaba por ser hijo de Zeus y de Pluto.
Los troyanos, por su antepasado Dárdano, habían nacido de los amores de Zeus y la pléyade Electra.
Los cretenses se decían descendientes de Europa y de los tres hijos que ésta había tenido con Zeus:Minos, Sarpedón y Radamantis.
Los arcadios tenían por antecesor a Árcade, hijo de Zeus y la ninfa Calisto.
Los argivos tenían por epónimo a Argos, nacido como su hermano Pelasgo, de Zeus y la Niobe argiva. Y, finalmente, los lacedemonios decían remontarse a la ninfa Taigete y al dios.
Estas aventuras han expuesto con frecuencia a Zeus a la cólera de Hera.
Zeus pasaba también por haber raptado al joven Ganimedes, en Tróade, transformándose en águila, y haberlo convertido en su copero particular en sustitución de Hebe.
(Tomado del libro Diccionario de mitología Griega y Romana, de Pierre Grimal).(1)
4.2 HERA
Hera es la más grande de todas las diosas olímpicas. Es la hija mayor de Crono y Rhea y, por tanto, hermana de Zeus.
Se decía que Hera había sido criada en los confines del mundo por Océano y Tetis, a quienes Rhea la había confiado, cuando se produjo la lucha entre Zeus y los Titanes.
Luego Hera se casó con Zeus y fueron unas bodas solemnes. Dice Hesíodo que era la tercera mujer que el dios tomaba en "justo matrimonio".
La primera había sido Metis y después había sido Temis.
Se decía, sin embargo, que el amor de Zeus y Hera era muy antiguo, y que se habían unido secretamente cuando Crono reinaba todavía sobre el universo, con anterioridad a la guerra contra los Titanes.
De esta unión nacieron cuatro hijos: Ares, Ilitia, Hebe y Hefesto (aunque éste parece que lo tuvo ella sola, enfadada con Zeus por el nacimiento de Atenea, que Zeus había traído al mundo sin intervención de mujer).
El lugar donde tuvo lugar el matrimonio varía según las tradiciones.
La más antigua parece situarlo en el Jardín de las Hespérides, que es el símbolo mítico de la fecundidad, en el seno de una eterna primavera.
A veces los mitógrafos dicen que las manzanas de oro de las Hespérides fueron un regalo de Gea (la Tierra) en su boda con Zeus y que la diosa las encontró tan hermosas que las plantó en su jardín, al borde del Océano.
En Grecia se celebraban fiestas destinadas a "conmemorar" la boda de Zeus y Hera.
Se adornaba la estatua de la diosa ataviándola como una joven desposada, y era llevada en procesión por la ciudad hasta un santuario donde se hallaba preparado un "lecho nupcial".
Como esposa legítima del primero entre los dioses, Hera es la protectora del matrimonio.
Se la representa como mujer celosa, violenta y vengativa. A menudo se irrita con Zeus, cuyas infidelidades representan para ella otros tantos insultos.
Persigue con su odio no sólo a las amantes de Zeus, sino incluso a los hijos que han tenido del dios.
De estos, Heracles tuvo que sufrir más que nadie la cólera de Hera, pues se atribuye a la diosa la idea inicial de los "doce trabajos". Además lo persiguió sin tregua hasta la apoteosis final. Pero su actitud le costó cara, pues Zeus la castigó a veces cruelmente. Así, cuando Heracles regresaba de tomar la ciudad de Troya, Hera suscitó contra su nave una violenta tempestad. Entonces Zeus, enojado con la diosa, la colgó del Olimpo, atándole un yunque en cada pie. Al tratar de liberar a su madre de tan incómoda posición, Hefesto se atrajo la cólera de Zeus, y fue precipitado al vacío.
Más tarde, Hera se reconcilió solemnemente con Heracles.
Persiguió a Io, doncella de Argos amada por Zeus.
Zeus para sustraerla a los celos de su esposa Hera, la transformó en una ternera de maravillosa blancura y juró que jamás había amado a este animal.
Hera exigió que se la ofreciera como regalo y le quedó consagrada a ella, que puso a Argos ( un perro con cien ojos) para que la vigilara día y noche. Entonces empezaron las pruebas de Io. Anduvo errante por las cercanías de Micenas y luego por Eubea. Y en todas partes por donde pasaba, la Tierra hacía brotar para ella plantas nuevas.
Zeus tuvo compasión de su amante a la cual visitaba a veces, según se dice, en forma de toro, y encargó a Hermes que le arrancara a su guardián.
Hermes, con su varilla mágica, durmió cincuenta ojos de los cien que tenía Argos, mientras los cincuenta restantes estaban ya sumidos en sueño natural, y después le dio muerte.
Pero la muerte de Argos no liberó a Io, a quien Hera envió un tábano para atormentarla.
El insecto se pegó a su costado y la volvió furiosa. Entonces Io se lanzó a través de Grecia. Empezó contorneando las costas del golfo, que, debido a ella, tomó el nombre de golfo "Jónico"; atravesó el mar por los estrechos que separan la ribera de Europa de la de Asia, dando origen al nombre de "Bósforo" (= paso de la vaca).
En Asia anduvo largo tiempo errante, hasta que llegó a Egipto, donde fue bien acogida y dio a luz a un hijo de Zeus, el pequeño Epafo.
Io recuperó su primitiva figura, y, tras una nueva tribulación para encontrar a su hijo, que había sido raptado por los "Curetes" por orden de Hera, volvió a Egipto para ocupar su trono, y allí se le tributaron honores divinos, siendo venerada bajo la denominación de Isis.
También Hera está en el trágico destino de Semele, madre de Dioniso.
Semele es hija de Cadmo y Harmonía. Fue amada por Zeus y concibió a Dioniso.
Hera, celosa, le sugirió que pidiese a su divino amante que se le apareciese en toda su gloria, y Zeus, que imprudentemente había prometido a Semele concederle cuanto le pidiese, tuvo que aproximarse a ella con sus rayos, y Semele murió al instante carbonizada. Zeus se apresuró a extraerle el hijo que llevaba en el seno, y que estaba sólo en el sexto mes de gestación. Lo cosió enseguida en su muslo, y, al llegar la hora del parto, lo sacó, vivo y perfectamente formado.
Era el pequeño Dioniso, el dios "nacido dos veces".
El niño fue confiado a Hermes, quien encargó de su crianza al rey de Orcómeno, Atamante, y a su segunda esposa Ino. Les ordenó que revistieran a la criatura con ropas femeninas a fin de burlar los celos de Hera, que buscaba la perdición del niño. Pero esta vez Hera no se dejó engañar y volvió loca a la nodriza de Dioniso, Ino y al propio Atamante. En vista de ello, Zeus se llevó a Dioniso lejos de Grecia, al país llamado Nisa, que unos sitúan en Asia y otros en Etiopía o Africa, y lo entregó a las ninfas de aquellas tierras para que lo criasen. Con objeto de que Hera no lo reconociese, lo transformó entonces en "cabrito".
Más tarde, las ninfas que criaron a Dioniso se convirtieron en las estrellas de la constelación de las Híades.
También Hera aconseja a Ártemis que dé muerte a Calisto, que había sido seducida por Zeus.
Igualmente intenta impedir el parto de Leto y el nacimiento de Ártemis y Apolo.
Muchas veces Zeus trata de ocultar a sus hijos para sustraerlos a la cólera de su esposa.
Así por ejemplo, encierra a Elara bajo tierra, donde dará a luz al gigante Ticio.
Recurre asimismo a otras astucias, como cuando transforma a Dioniso en cabrito.
A veces la cólera de Hera y sus venganzas tienen otras causas.
Se cuenta que un día la diosa discutía con Zeus sobre quién gozaba más intensamente de los placeres del amor, el hombre o la mujer. Zeus sostenía que las mujeres llevaban ventaja, mientras Hera afirmaba que los más favorecidos eran los hombres. Las dos divinidades decidieron consultar a Tiresias (adivino), que había tenido, sucesivamente, la experiencia de uno y otro sexo. Y Tiresias le dio la razón a Zeus, diciendo que si los placeres del amor representaban diez unidades, al hombre le correspondía una, quedando para la mujer las nueve restantes.
Llena de ira por verse así desmentida, Hera privó de la vista a Tiresias.
Hera tomó parte en el concurso de belleza en el que se enfrentó con Afrodita y Atenea.
En las bodas de Tetis y Peleo, a las que asistieron todos los dioses, y a las que no había sido invitada la diosa Eris ( diosa de la discordia), al final del banquete ésta se presentó por allí y arrojó una manzana de oro con la inscripción, "para la más hermosa".
Y, tanto Afrodita y Atenea como Hera, consideraban que era para ellas y se la disputaban. Entonces Zeus decidió que un mortal, el troyano Paris, que estaba apacentando sus rebaños en el monte Ida, fuera el que decidiera quién era la más hermosa. Éste se la asignó a Afrodita, que había prometido a Paris concederle la mujer más bella de aquellos tiempos, Helena.
También esta vez su cólera pesó grandemente en la guerra de Troya. Hera tomó partido en contra de los troyanos, para vengarse de Paris, que le había negado el premio a pesar de haberle ofrecido como recompensa, en el caso de designarla a ella, la soberanía del universo.
Su hostilidad se hizo patente ya desde el rapto de Helena: durante el viaje de regreso, cuando los dos amantes se dirigían de Esparta a Troya, Hera suscitó una tempestad, que los arrojó a Sidón, en las costas de Siria.
Además la diosa resultaba ser la protectora natural de Aquiles. Más tarde, Hera extendió su protección a Menelao, convirtiéndolo en inmortal.
Hera participó en la lucha contra los Gigantes. Fue acometida por Porfirión, que concibió por ella un violento deseo lascivo. Mientras el gigante le arrancaba las vestiduras, Zeus lo alcanzó con un rayo y Heracles lo remató de un flechazo.
También fue atacada más tarde por Ixión, ávido de unirse a ella, pero Zeus modeló una nube, que engañó a su atacante, y Hera se salvó.
Todavía aparece Hera como protectora de la nave Argo, a la que ayudó a salvar las Rocas Cianeas y los pasos de Caribdis y Escila.
El atributo ordinario de Hera es el pavo real, cuyo plumaje pasaba por ser la imagen de los ojos de Argos, el "guardián" que la diosa había colocado junto a Io.
Sus plantas eran el Helicriso, la Granada y el Lirio.
4.3 ATENEA
Es hija de Zeus y de Metis. Esta se hallaba en cinta y a punto de dar a luz, cuando Zeus se la tragó. Lo hizo por consejo de Urano y Gea, quienes le revelaron que si Metis tenía una hija, a continuación tendría un hijo, que arrebataría a Zeus el imperio del cielo.
Llegado el momento del parto, el padre ordenó a Hefesto que le partiese la cabeza de un hachazo.
De la cabeza salió una joven completamente armada: era Atenea. Al salir profirió un grito de guerra que resonó en cielo y tierra.
Es una diosa guerrera, armada de la lanza y la égida ( especie de coraza de piel de cabra); desempeñó como es natural, un importante papel en la lucha contra los Gigantes, dando muerte a Palante y a Encélado. Desolló al primero, y con su piel se hizo una coraza; en cuanto a Encélado, lo persiguió hasta Sicilia, donde lo inmovilizó arrojándole encima toda la isla.
En la Ilíada participa también en la lucha al lado de los Griegos, pues desde que el troyano Paris, en el Ida, había negado el premio a su belleza, era hostil a los Troyanos. Sus favoritos entorno a Troya son Diomedes, Ulises, Aquiles, Menelao, etc.
Asimismo, protege a Heracles en el combate. Comenzó armándolo cuando el héroe se dispuso a emprender sus trabajos, y le dio también las castañuelas de bronce con que asustó las aves del lago Estínfalo, lo cual le permitió derribarlas a flechazos. En pago, Heracles le ofreció las manzanas de oro de las Hespérides; además, combatió a su lado en la lucha contra los Gigantes.
También Atenea ayudó a Ulises a regresar a Ítaca.
En la Odisea, su acción es constante. Para prestar su asistencia al héroe, actúa por metamorfosis, adoptando la figura de varios mortales.
Envía también sueños, a Nausica por ejemplo, para sugerirle que vaya al río a lavar la ropa el día en que sabe que Ulises llegará a la isla de los Feacios. Confiere a su protegido una belleza sobrenatural para impresionar más a la joven en aquel encuentro, que ha de proporcionar a Ulises un barco para regresar a su casa.
Por otra parte, dirige ruegos a Zeus en favor del héroe; ella es quien provoca la orden dada a Calipso de dejar libre a Ulises y procurarle el medio de hacerse nuevamente a la mar.
Esta protección que concede a Ulises y Heracles simboliza el auxilio aportado por el espíritu a la fuerza bruta y al valor personal de los héroes, pues Atenea es considerada generalmente en el mundo griego, y sobre todo en su ciudad, Atenas, como la diosa de la Razón.
Preside las artes y la literatura, función en la que tiende a suplantar a las Musas.
Sin embargo mantiene una relación más estrecha con la Filosofía que con la Poesía y la Música propiamente dichas.
También, en su carácter de diosa de la actividad inteligente, protege a las hilanderas, tejedoras, bordadoras, etc.
En este aspecto cabe señalar el castigo que infringió a Aracne.
Esta era una joven que se había ganado una gran reputación en el arte de tejer y bordar.
Su habilidad le valió la fama de ser discípula de Atenea. Pero Aracne no quería deber su talento a nadie más que a sí misma y desafió a la diosa, la cual aceptó el reto y se le apareció en figura de una anciana.
Atenea se limitó primero a advertirla y aconsejarle más modestia, sin lo cual debía temer el enojo de la diosa. Pero Aracne le respondió con insultos. Entonces, la divinidad se descubrió y la competición dio comienzo.
Atenea representó en el tapiz a los doce dioses del Olimpo en toda su majestad, y, para advertir a su rival, añadió en las cuatro esquinas una representación de cuatro episodios que mostraban la derrota de los mortales que osaban desafiar a los dioses.
Aracne trazó en su tela los amores de los "Olímpicos" que no redundan en su honor: Zeus y Europa, Zeus y Dánae, etc.
Su labor es perfecta, pero Atenea, airada la rompe y da un golpe con la lanzadera a su rival. Sintiéndose ultrajada, Aracne, presa de desesperación, se ahorca. Atenea no deja que muera, y la transforma en Araña, que seguirá hilando y tejiendo en el extremo de su hilo.
Su ingeniosidad, unida a su espíritu bélico, la había llevado a inventar la cuadriga y el carro de guerra.
Asimismo, presidió la construcción de la nave Argo, la mayor que se había construido hasta entonces.
También había dedicado su talento a las artes de la paz, y en Ática se le reconocía, entre otras obras buenas, la invención del aceite de oliva, e incluso la introducción del olivo en el país.
El olivo-se decía- era el regalo que había hecho al Ática para merecer que su pueblo la reconociese por soberana. Posidón le disputaba esta soberanía, y cada uno trató de ofrecer al país el mejor regalo susceptible de acrecentar sus méritos.
Posidón, de un golpe de tridente, hizo surgir un lago salado en la acrópolis de Atenas.
Atenea hizo que brotase allí un olivo.
Los doce dioses, elegidos como árbitros, dieron su preferencia al olivo y otorgaron a Atenea la soberanía sobre el Ática.
Con frecuencia, Atenea era elegida como protectora y patrona de las ciudades.
En Troya era objeto de un culto especial en forma de un ídolo (imagen) antiquísimo llamado Paladio, ídolo que se consideraba como una garantía de la perennidad de la población. La toma de Troya no era posible sin antes haberse apoderado del Paladio.; por eso Diomedes y Ulises se introdujeron en Troya durante la noche y robaron la estatua, privando con ello a la ciudad de su protección.
Atenea permaneció virgen. Sin embargo, se cuenta que tuvo un hijo de la siguiente manera: había ido a visitar a Hefesto en su fragua para procurarse armas, y el dios, a quien Afrodita había abandonado, se enamoró de Atenea en cuanto la vio , y comenzó a perseguirla. Atenea huyó, pero Hefesto, a pesar de ser cojo, logró darle alcance y la cogió en brazos; pero ella se resistió. Sin embargo, Hefesto en su deseo, mojó la pierna de la diosa, la cual, asqueada, se secó con lana y tiró la inmundicia al suelo.
De la tierra así fecundada nació Erictonio, a quien Atenea consideró hijo suyo, lo educó y quiso hacerlo inmortal.
Los atributos de Atenea eran la lanza, el casco y la égida. La égida era un bien del que participaba en común con Zeus.
En su escudo fijó la cabeza de la Gorgona, que le había dado Perseo y que tenía la virtud de transformar en piedra a quien la mirase.
Su animal favorito era la lechuza; su planta el olivo.
Alta, de rasgos serenos, más majestuosa que bella, Atenea es tradicionalmente descrita como la "diosa de los ojos de color azulado".
4.4 POSEIDÓN
Poseidón es el dios que reina sobre el mar.
Es uno de los "Olímpicos", hijo de Crono y Rhea.
Desde los tiempos de la Ilíada, Poseidón tiene asignado el dominio sobre el mar, como Hades reina en los Infiernos, y Zeus en el Cielo y la Tierra.
No sólo tiene poder sobre las olas, sino que también puede desatar tempestades, desquiciar las rocas de las costas con un golpe de su tridente, y hacer brotar manantiales. Al parecer, su poder no se limita al mar, sino que se extiende a las aguas corrientes y los lagos. En cambio los ríos poseen sus propias divinidades.
Sus relaciones con Zeus no son siempre amistosas. Con Hera y Atenea, tomó parte en la conjura divina que tenía por objeto encadenar a Zeus; pero retrocedió ante las amenazas de uno de los gigantes (Hecatonquiros), Briareo.
Poseidón participó por espacio de un año, junto con Apolo y el mortal Eaco, en la construcción de la muralla de Troya.
Laomedonte( rey de Troya) le negó el salario convenido, y Poseidón, para vengarse, suscitó un monstruo, que salió del fondo del mar y asoló los pueblos troyanos. Aquí tiene su origen el rencor de Poseidón hacia Troya, y por eso lo vemos intervenir durante la guerra, en favor de los griegos.
Sin embargo, cuando éstos, al principio de la Ilíada, deciden, por consejo de Néstor fortificar su
Campamento, rodeando los barcos con un muro, Poseidón, en la asamblea de los dioses, protesta contra esta decisión, que estima susceptible de disminuir la gloria que había obtenido al construir la muralla de Troya.
Para calmarlo es preciso que Zeus le dirija palabras conciliadoras, a pesar de lo cual se propone destruir el muro levantado por los Griegos.
Durante cierto tiempo quiere permanecer al margen de la contienda, pero pronto sale en ayuda de los griegos que llevan la peor parte.
Adopta la figura de Calcante para animar a los dos Ayax, y exhorta a Teucro e Idomeneo, hasta el momento en que, por orden de Zeus, abandona la lucha.
Pero cuando Aquiles está a punto de matar a Eneas, Poseidón salva a éste. Vela los ojos de Aquiles con una niebla, arranca del escudo de Eneas la lanza que se había clavado en él y transporta al héroe lejos de las filas amigas. El motivo que lo mueve a salvar a un Troyano, es que el Destino no quiere la muerte de Eneas; quizá también porque Eneas no es descendiente directo de Laomedonte, sino de Tros.
Cuando los mortales se hubieron organizado en ciudades, los dioses resolvieron escoger, cada cual, una o varias, para ser objeto en ellas de especial veneración.
Pero sucedió que dos o tres divinidades eligieron la misma ciudad, lo cual originó entre ellos conflictos que sometieron al arbitraje de sus pares o incluso al de mortales.
En estos juicios Poseidón perdió casi siempre.
Pero las dos "disputas" más famosas fueron motivadas por Atenas y Argos.
Poseidón había puesto la mirada en Atenas y había sido el primero en tomar posesión de la ciudad haciendo brotar, con su tridente, un "mar" en la cima de la acrópolis- este "mar", según Pausanias, era un pozo de agua salada situado en el recinto de Erecteo-
Pronto se presentó Atenea, que llamó a Cécrope y lo tomó por testigo de su acción: plantó un olivo, que se enseñaba todavía en el siglo II de nuestra era, en el Pandrosio.
Luego reivindicó la soberanía del país.
La disputa fue sometida a Zeus, el cual nombró árbitros, según una versión, a Cécrope y Cránao, y según otra, a los dioses olímpicos.
El tribunal falló a favor de Atenea, porque Cécrope afirmó que había plantado la primera el olivo en la roca de la acrópolis.
Poseidón montó en cólera e inundó la llanura de Eleusis.
Respecto a Argos, Foroneo fue el encargado de arbitrar en el pleito suscitado entre el dios y Hera.
También aquí decidió en favor de la diosa, y Poseidón, presa de cólera, descargó su maldición sobre Argólide y secó todas sus fuentes. Poco después llegaron Dánao y sus cincuenta hijas a este país, y no encontraron agua para beber. Gracias a Amimone, una de las Danaides, de quien se enamoró Poseidón, la maldición quedó sin efecto, y la Argólide recuperó sus manantiales.
Poseidón era señor de una isla maravillosa: la Atlántida.
Esta isla era muy rica, tanto por la flora como por sus existencias minerales. Se encontraban allí en abundancia no sólo oro, cobre, hierro, etc., sino también "oricalco", un metal que brillaba como el fuego.
Los reyes de la Atlántida edificaron magníficas ciudades, llenas de subterráneos, puentes, canales y pasos complicados, que facilitaban la defensa y el comercio.
Estos datos los conocemos por los diálogos de Platón, Critias y el Timeo.
Según Platón, los Atlantes (habitantes de la isla) habían desaparecido para siempre tragados por un cataclismo.
Poseidón pasaba por haber tenido numerosos amores, todos ellos fecundos. Pero mientras los hijos de Zeus eran héroes bienhechores, los de Poseidón como los de Ares, eran casi siempre gigantes maléficos y violentos.
Hay que mencionar especialmente los amores de Poseidón y Deméter, de los cuales nacieron una hija cuyo nombre estaba prohibido pronunciar, y el caballo Arión, que montaba Adrasto cuando la expedición de los Siete contra Tebas.
Cuando Deméter estaba buscando a su hija raptada por Hades, Poseidón, que la amaba, la seguía por todas partes. Para escapar de él, Deméter ideó transformarse en yegua y ocultarse entre los caballos del rey Onco en Telpusa, Arcadia.
Pero Poseidón no se dejó engañar, y, adoptando la figura de caballo, se unió a la diosa.
De esta unión nació una niña y un caballo, Arión, que era muy veloz y permitió a Adrasto salvarse en la lucha contra Tebas.
Poseidón tiene una esposa "legítima", la diosa Anfítrite, una nereida, de la que no tuvo hijos.
Se representaba a Poseidón armado con el tridente, que es el arma por excelencia de los pescadores de atún, y montado en un carro arrastrado por animales monstruosos, mitad caballos, mitas serpientes. Este carro se hallaba rodeado de peces, delfines, animales marinos de toda clase, de nereidas y genios diversos, como Proteo, Glauco, etc.
4.5 ÁRTEMIS
Se identifica en Roma con la diosa Diana.
Suele ser considerada hermana gemela de Apolo, hijo como él de Leto y Zeus.
Hera celosa de Leto, la había perseguido por toda la Tierra. Cansada de errar, Leto buscaba un sitio donde dar a luz a los hijos que llevaba en su seno, y en toda la Tierra se negaban a acogerla, temiendo la cólera de Hera. Sólo una isla flotante y estéril, llamada Ortigia (la isla de las codornices), consistió en dar asilo a la desventurada. Allí nació Apolo. Agradecido el dios fijó la isla en el centro del mundo griego y le dio el nombre de Delos "la brillante".
Allí, al pie de una palmera, el único árbol de toda la isla, Leto aguardó el parto durante nueve días y nueve noches, pues Hera retenía a su lado, en el Olimpo, a Ilitia, la divinidad que preside los partos felices. Todas las diosas, y especialmente Atenea, se hallaban junto a Leto, pero nada podían hacer en su favor sin consentimiento de Hera. Finalmente, resolvieron enviarle a Iris para rogarle permitiese el alumbramiento, ofreciéndole para aplacar su ira, un collar de oro y ámbar de un espesor de nueve codos. A este precio, Hera consintió en que Ilitia descendiese del Olimpo y se encaminase a Delos.
Ártemis nació la primera de los dos y tan pronto hubo nacido, ayudó a venir al mundo a su hermano.
Ártemis permaneció virgen, eternamente joven, y es el prototipo de la doncella arisca, que se complacía sólo en la caza.
Como su hermano, va armada de un arco, del que se sirve contra los ciervos a los cuales persigue a la carrera- y también contra los humanos. Ella es quien envía a las mujeres que mueren de parto el mal que se las lleva. Se atribuye a sus flechas las muertes repentinas, sobre todo las indoloras.
Es vengativa, y fueron numerosas las víctimas de su cólera.
Uno de sus primeros actos fue dar muerte, junto con su hermano a los hijos de Níobe. Ésta tenía doce hijos, seis hijas y seis hijos y se enorgullecía de ello.
Un día declaró que era superior a Leto, madre sólo de un hijo y de una hija. La diosa la oyó y, ofendida, pidió a Apolo y Ártemis que la vengasen. Así lo hicieron las dos divinidades,matando a los hijos de Níobe con sus flechas; Artemis a las muchachas y Apolo a los muchachos.
Níobe, en su dolor, huyó junto a su padre Tántalo al monte Sípilo, en Asia Menor, donde los dioses, compadecidos de ella, la transformaron en una roca, pero sus ojos siguieron llorando, y se enseñaba la roca que había sido antes Níobe, de la que fluía un manantial.
También en defensa de Leto los dos niños, apenas nacidos, mataron al dragón que se disponía a atacarlos y también por ella atacaron y dieron muerte a Ticio, un monstruo que trataba de violar a Leto.
Ártemis tomó parte en el combate contra los Gigantes. Su adversario era el gigante Gratión, al que derribó ayudada por Heracles.
También causó la pérdida de otros dos monstruos, los Alóadas, y se le atribuye asimismo el fin del monstruo Búfago (el devorador de bueyes) en Arcadia.
Entre las víctimas de Ártemis figura además Orión, el cazador gigante. El motivo que la impulsó a matarlo difiere según las tradiciones: o bien Orión incurrió en la ira de la diosa por haberla desafiado a lanzar el disco, o bien por haber tratado de raptar a una de sus compañeras, Opis, que había mandado venir del país de los Hiperbóreos.
O bien, finalmente, Orión había tratado de violar a la propia Ártemis, por lo cual ella le envió un escorpión que con su picadura lo mató.
Otro cazador, Acteón, hijo de Aristeo, debió también su muerte a la cólera de la diosa.
Acteón fue educado por el centauro Quirón, que le enseñó el arte de la caza.
Un día, que estaba cazando en el monte Citerón, vió a Ártemis que se bañaba en un manantial. La diosa irritada lo transformó en un ciervo y, enfureciendo a los cincuenta perros que integraban su jauría, los excitó contra él. Los perros lo devoraron sin reconocerlo, y luego lo buscaron en vano por todo el bosque, que llenaban con sus gemidos.
La búsqueda les condujo hasta la caverna donde habitaba el centauro Quirón, quien para consolarlos, modeló una estatua a imagen de Acteón.
Asimismo encontramos a Ártemis en el origen de la cacería de Calidón, debido a la cual había de sucumbir el cazador Meleagro.
Por haberse olvidado Eneo (padre de Meleagro) de sacrificar a Ártemis cuando ofrendaba a todos los dioses las primicias de su cosecha, la diosa envió contra su país un jabalí enorme que devastaba todos los campos.
Finalmente, una de las versiones de la leyenda de Calisto le atribuye la muerte de la joven, a quien mató de un flechazo a petición de Hera, o para castigarla por haberse dejado seducir por Zeus, cuando Calisto hubo sido transformada en osa.
Un episodio de los "Trabajos de Heracles" narra cómo el héroe había recibido de Euristeo la orden de traerle el ciervo de cuernos de oro consagrado a Ártemis.
Heracles, no queriendo herir ni matar al sagrado animal, lo persiguió durante todo un año, hasta que al fin, cansado, lo mató. Inmediatamente se aparecieron Ártemis y Apolo para pedirle cuentas, y el héroe logró apaciguarlos cargando a Euristeo la responsabilidad de aquella persecución.
El mismo tema aparece en la historia de Ifigenia.
La cólera de la diosa contra la familia venía ya de lejos, pero fue renovada por una palabra imprudente de Agamenón, quien, habiendo derribado a un ciervo en una cacería, mientras aguardaba en Áulide, que se levantase un viento favorable para marchar contra Troya, exclamó:" Ni la propia Ártemis podría haberlo matado así".
La diosa envió entonces un tiempo bueno ( sin viento) que inmovilizó toda la flota, y Calcante, el adivino, reveló la causa del contratiempo, añadiendo que el único remedio era sacrificar a Ártemis Ifigenia, la hija menor de Agamenón. Pero Ártemis no aceptó el sacrificio. En el último instante sustituyó a la joven por una cierva, y se llevó a Ifigenia, transportándola a Táuride en calidad de sacerdotisa del culto que se le tributaba en aquel lejano país.
Ártemis era honrada en todas las regiones montañesas y agrestes de Grecia.
En el mundo griego su más célebre santuario era el de Éfeso, donde Ártemis había asimilado una antiquísima divinidad asiática de la fecundidad.
Los antiguos interpretaron ya a Ártemis como personificación de la Luna que anda errante por las montañas. Su hermano Apolo era también considerado como personificación del Sol. Pero lo cierto es que no todos los cultos de Ártemis son lunares, y que la diosa, en el panteón helénico, ocupó el lugar de la "Señora de las fieras", reveladas por los monumentos religiosos cretenses.
Ha asimilado también cultos bárbaros, como el de Táuride, caracterizado por sacrificios humanos.
Se hacía de Ártemis la protectora de las Amazonas, guerreras y cazadoras como ella y, como ella, independiente del yugo del hombre.
4.6 APOLO
Apolo es un dios que pertenece a la segunda generación de los Olímpicos.
Es hijo de Zeus y Leto y hermano de la diosa Ártemis.
En el momento de nacer el dios (en la isla de Delos), unos cisnes sagrados volaron sobre la isla, dando siete vueltas a su alrededor.
Zeus envió regalos a su hijo: una mitra de oro, una lira y un carro tirado por cisnes.
Luego le ordenó que fuese a Delfos. Pero los cisnes condujeron antes a Apolo a su país, a orillas del Océano, en la tierra de los Hiperbóreos, los cuales viven bajo un cielo siempre puro y que han consagrado a Apolo un culto que celebran sin cesar. Allí permaneció el dios un año, recibiendo los homenajes de los Hiperbóreos, y regresó luego a Grecia, llegando a Delfos en pleno verano, en medio de fiestas y cantos.
Incluso la Naturaleza lo festeja: las cigarras y los ruiseñores cantan en su honor, las fuentes son más cristalinas.
De esta forma, se celebraba con hecatombes (sacrificio de cien bueyes) todos los años en Delfos la venida del dios.
En Delfos, Apolo mató con sus flechas a un dragón, llamado tan pronto Pitón como Delfine, encargado de proteger un antiguo oráculo de Temis, pero que se entregaba a toda clase de desmanes en el país, enturbiando los manantiales y los arroyos, robando los ganados y los aldeanos, asolando la fértil llanura de Crisa y asustando a las Ninfas.
Este monstruo había surgido de la tierra. También se cuenta que Hera le había dado el encargo de perseguir a Leto cuando llevaba en su seno a Ártemis y a Apolo.
Éste liberó al país de la alimaña, pero en recuerdo de su hazaña- o tal vez para aplacar la cólera del monstruo después de muerto- fundó en su honor unos juegos fúnebres, que se llamaron Juegos Píticos, celebrados en Delfos.
Después se apoderó del oráculo de Temis y consagró un trípode en el santuario. El trípode es uno de los emblemas de Apolo, y, sentada sobre él, la Pitia ( sacerdotisa) pronuncia sus oráculos.
Los habitantes de Delfos celebraron con cánticos de triunfo la victoria del dios y su toma de posesión del santuario.
Por primera vez cantaron el peán, que es, en esencia, un himno en honor de Apolo. Pero éste tuvo que ir hasta el valle del Tempe, en Tesalia, para purificarse de la mancha de la muerte del dragón.
Cada ocho años, una solemne fiesta conmemoraba en Delfos el exterminio de Pitón y la purificación de Apolo.
Se cuenta que, más tarde, el dios tuvo que volver a defender su oráculo, esta vez contra Heracles. En efecto, éste había acudido a interrogarlo, y como la Pitia se negaba a responderle, quiso saquear el templo, llevarse el trípode y establecer un oráculo propio en otro lugar. Apolo inició la lucha, la cual quedó indecisa, ya que Zeus separó a los contendientes- ambos, hijos suyos- fulminando un rayo entre ambos. Pero el oráculo quedó en Delfos.
Se representaba a Apolo como un dios muy hermoso, alto, notable especialmente por sus largos bucles negros de reflejos azulados, como los pétalos del pensamiento.
No es de extrañar que tuviese numerosos amoríos con ninfas y con mortales.
Así amó a la ninfa Dafne, hija del dios-río Peneo, en Tesalia. Esta pasión se la había inspirado el rencor de Eros, irritado por las mofas de Apolo, que le había hecho objeto de burla porque se ejercitaba en el manejo del arco- ésta era, en efecto, el arma por excelencia de Apolo.
Eros lanzó una flecha de plomo sobre Dafne, que la produjo el desamor, y otra de oro sobre Apolo que le provocó un amor inmenso por ella.
Dafne, debido a este desamor, no correspondió a sus deseos y huyó a la montaña. Como el dios la persiguiera, cuando estaba a punto de ser alcanzada dirigió una plegaria a su padre, suplicándole que la metamorfosease para permitirle escapar a los brazos del dios. Su padre consintió y la transformó en laurel, que es el árbol consagrado a Apolo.
Más afortunado fue con la ninfa Cirene, con la que engendró al semidiós Aristeo.
Con las Musas, cuyo culto iba ligado al suyo, tuvo también aventuras: se le atribuye, con Talía, la paternidad de los Coribantes, que eran demonios pertenecientes al cortejo de Dioniso. Con Urania parece que engendró a los músicos Lino y Orfeo.
Una de sus más célebres aventuras es la que se refiere al nacimiento de Asclepio y en la que fue víctima de la infidelidad de Corónide.
Un contratiempo parecido le ocurrió con Marpesa, a la que habiéndole dado el derecho a elegir entre el dios o un mortal, temiendo ser abandonada en la vejez si se casaba con Apolo, eligió al mortal.
Con Casandra, hija de Príamo, tampoco el amor favoreció al dios.
Apolo amaba a Casandra, y, para seducirla, le prometió enseñarle el arte de la adivinación. La joven aceptó las lecciones, pero, una vez instruida, lo rechazó. Apolo se vengó haciendo que sus predicciones no las creyera nadie.
Tal vez por entonces Apolo gozó del amor de Hécuba, madre de Casandra y esposa de Príamo, y de esta relación nació Troilo.
También en Colofón ( Asia), Apolo pasaba por haber tenido un hijo de la adivina Mantó: el también adivino Mopso, que superó al griego Calcante en un concurso que celebraron después de la guerra de Troya.
En Asia también tuvo otro hijo, llamado Mileto. Éste fundó luego la ciudad de su nombre.
En la propia Grecia, Apolo era generalmente considerado como el amante de Ptía, epónimo de esta región de Tesalia y se atribuía a esta unión el nacimiento de tres hijos.
Finalmente, con Reo engendró a Anio que reinó en Delos.
La paternidad de Tenes, que fue muerto por Aquiles en la isla de Ténedos, muerte que desencadenó el movimiento fatal de Destinos, que acarrearon al fin la del propio Aquiles, es atribuida bien a Apolo, bien a Cicno.
Apolo no limitó sus amores a las mujeres; también amó a muchachos. Los más célebres son los héroes Hiacinto y Cipariso, cuya muerte, o, mejor dicho, metamorfosis- el primero se convirtió en lirio o en la flor del jacinto, y el segundo en ciprés, afligió profundamente al dios.
Se cuenta que, por dos veces, Apolo sufrió una curiosa prueba, y hubo de ponerse en calidad de esclavo al servicio de mortales.
La primera vez fue a consecuencia de la conspiración que había urdido con Poseidón, Hera y Atenea, para amarrar con cadenas a Zeus y suspenderlo en el Cielo.
Fracasada la conjura, Apolo y Poseidón fueron obligados a trabajar para el rey de Troya, Laomedonte, que les encargó la construcción de los muros de su ciudad. Pero, según algunos, sólo Poseidón trabajó en la obra, mientras Apolo guardaba los rebaños del rey en el Ida.
Pero, finalizado el trabajo, Laomedonte se negó a pagarlos y Apolo, cuando hubo recuperado su forma divina, envió contra Troya una peste que asoló el país.
La leyenda de Apolo pastor reaparece todavía en la historia de la segunda prueba que hubo de sufrir.
Cuando su hijo Asclepio, instruido por el centauro Quirón en el arte de la medicina, hubo realizado tales progresos que llegó incluso a resucitar muertos, Zeus lo mató de un rayo. Ello hirió profundamente a Apolo, que, no pudiendo vengarse sobre el propio Zeus, dio muerte a flechazos a los Cíclopes, forjadores del rayo.
Zeus para castigarlo, pensó por un momento precipitarlo en el Tártaro; mas por intercesión de Leto, consintió en suavizar el castigo y ordenó que Apolo sirviese como esclavo a un mortal durante un año. El dios se presentó en Tesalia, en la corte del rey Admeto, a quien sirvió como boyero. Gracias a él, las vacas parían siempre dos terneros a la vez, y, en general, trajo la prosperidad a la casa.
A veces Apolo aparece también como pastor por cuenta propia. Sus bueyes le fueron robados por Hermes, todavía en pañales, el cual dio así muestras de la precocidad de su ingenio. Apolo recuperó su propiedad en el monte Cileno. Pero se cuenta que el pequeño Hermes había inventado la lira, y Apolo quedó tan maravillado con el invento, que cedió a Hermes sus rebaños a cambio del instrumento. Al inventar luego Hermes la flauta, Apolo se la compró por una vara de oro ( el "caduceo" de Hermes), y, además, le enseñó el arte adivinatorio.
Todavía interviene la flauta en las leyendas apolíneas con la historia de Marsias. Este sátiro había encontrado una flauta tirada por Atenea cuando, al tratar de servirse de ella, no tardó en desecharla al comprobar hasta qué punto le deformaba la boca y daba a su rostros una expresión desagradable.
Marsias encontró melodiosa la música que salía del objeto y retó a Apolo con la pretensión de que era mejor músico con su flauta que el dios con la lira.
Marsias fue vencido, y Apolo lo desolló después de colgarlo de un pino.
Como dios de la música y la poesía era representado Apolo en el monte Parnaso, donde presidía los concursos de las Musas.
Sus oráculos se expresaban, por lo general, en fórmulas versificadas, y se creía que inspiraba tanto a los adivinos como a los poetas.
Dios del vaticinio y de la música, dios pastoril, cuyos amores con las Ninfas y los mancebos trocados en flores y árboles lo unen íntimamente con la vegetación y la Naturaleza, Apolo era al mismo tiempo un dios guerrero, capaz, con su arco y sus flechas, de enviar desde lejos, como su hermana Ártemis, una muerte rápida y dulce.
Participa con ella en la matanza de los hijos de Níobe, para vengar el honor de Leto.
Envía a los griegos reunidos ante Troya una peste que diezma a sus ejércitos, para obligar a Agamenón a devolver la joven Criseida, que éste tenía cautiva, a su sacerdote Crises.
Aniquiló también a los Cíclopes, a la serpiente Pitón y al gigante Ticio.
Intervino en la Gigantomaquia al lado de los Olímpicos.
En la Iliáda lucha a favor de los troyanos contra los griegos, protege a Paris en la batalla, y, a su intervención, directa o indirecta, se atribuye la muerte de Aquiles.
4.7 AFRODITA
Afrodita es la diosa del amor, identificada en Roma con la antigua divinidad itálica Venus.
Una versión decía que era hija de Urano, cuyos órganos sexuales, cortados por Crono, cayeron al mar y engendraron a la diosa, la "mujer nacida de las olas" o " nacida del semen del dios".
Apenas salida del mar, Afrodita fue llevada por los Céfiros ( vientos), primero, a Citera, y luego a la costa de Chipre, donde fue acogida por las estaciones ( las Horas), vestida, ataviada y conducida por ellas a la morada de los inmortales.
Otra versión decía que era hija de Zeus y de Dione.
Platón imaginó la existencia de dos Afroditas distintas: la nacida de Urano ( el Cielo), Afrodita urania, diosa del amor puro, y la hija de Dione, la Afrodita Pandemo ( es decir, la Afrodita popular), diosa del amor vulgar.
Pero ésta es una interpretación filosófica tardía extraña a los mitos más antiguos de la diosa.
Afrodita se casó con Hefesto, el dios cojo de Lemnos, pero amaba a Ares, el dios de la guerra.
Homero cuenta cómo, de madrugada, los dos amantes fueron sorprendidos por el Sol, que fue a contar la aventura a Hefesto. Este preparó secretamente una trampa: se trataba de una red mágica, que él sólo podía accionar.
Una noche en que los dos amantes se hallaban en el lecho de Afrodita, Hefesto cerró la red sobre ellos y llamó a todos los dioses del Olimpo.
El espectáculo produjo en todos extremo regocijo.
A ruegos de Poseidón, Hefesto consintió en retirar la red, y la diosa escapó, avergonzada, hacia Chipre, mientras Ares se dirigió a Tracia.
De los amores de Ares y Afrodita nacieron Eros y Anteros, Deimo y Fobo ( el Terror y el Temor) y Harmonía( que más tarde, en Tebas, casó con Cadmo), lista a la que se añade a veces Príapo, el dios de Lámpsaco, protector de los jardines ( pues en ciertas tradiciones, Afrodita es considerada la diosa de los jardines, (si bien esto sea en rigor aplicable a su encarnación italiana, Venus).
Los amores de Afrodita no se limitaron a Ares.
Cuando Mirra, convertida en árbol, hubo dado a luz a Adonis, Afrodita recogió al niño, que era bellísimo, y lo confió a Perséfone. Después, ésta se negó a devolverlo.
El caso fue sometido a Zeus, quien decretó que el joven permanecería un tercio de cada año con Perséfone y los otros dos tercios con Afrodita. Pronto, malherido por un jabalí, Adonis murió, tal vez víctima de los celos de Ares.
La diosa amó también a Anquises en el monte Ida de Tróade y tuvo de él dos hijos, Eneas y, según ciertas tradiciones, Lirno.
Las iras y maldiciones de Afrodita se hicieron famosas. Ella inspiró a Eos (la Aurora) un amor irresistible por Orión, para castigarla por haber cedido a Ares.
También castigó, porque no la honraban, a todas las mujeres de Lemnos, impregnándolas de un olor insoportable, hasta el punto de que sus maridos las abandonaron por cautivas tracias. Las mujeres lemnias dieron muerte a todos los hombres de la isla y fundaron una sociedad de mujeres, hasta el día en que los Argonautas llegaron y les dieron hijos.
Afrodita castigó también a las hijas de Ciniras, en Pafos, obligándolas a prostituirse con extranjeros.
Su favor no era menos peligroso. Un día la diosa Eris (la discordia) lanzó una manzana con una inscripción: "para la más hermosa", y se encontraban allí las tres diosas: Hera, Atenea y Afrodita. Cada una de ellas se la quería apropiar. Zeus para solucionar el conflicto, ordenó a Hermes que las condujese a las tres al monte Ida de Tróade para que
Paris decidiera quién era la más bella. Las tres divinidades iniciaron ante él un debate, vanagloriándose cada una de su belleza y prometiéndole regalos. Hera le ofreció el reino del universo; Atenea, hacerlo invencible en la guerra, y Afrodita la mano de Helena.
Fue elegida Afrodita, y de aquí que esté ligada a los orígenes de la guerra de Troya.
Durante toda la campaña concedió protección a los troyanos y, en particular, a Paris. Cuando éste se batió en singular combate con Menelao y estuvo a punto de sucumbir, Afrodita lo salvó del peligro y provocó el incidente que reanudó las hostilidades.
Más tarde protegió también a Eneas cuando iba a ser muerto por Diomedes; éste incluso llegó a herir a la diosa.
Pero la protección de Afrodita no pudo impedir la caída de Troya ni la muerte de Paris. No Obstante, logró conservar la raza troyana, y, gracias ella, Eneas, con su padre Anquises y su hijo Julo( o Ascanio), llevándose los Penates de Troya, pudo escapar de la ciudad en llamas, en busca de una tierra donde crearse una nueva patria.
De este modo, Roma tuvo por particular protectora a Afrodita-Venus, la cual pasaba por ser la antepasada de los Julios, los descendientes de Julo y, por tanto, de Eneas y de la diosa. Por eso César le erigió un templo bajo la invocación de Venus madre, Venus genetrix.
Los animales favoritos de la diosa eran las palomas. Un tiro de estas aves arrastraba su carro.
Sus plantas eran la rosa y el mirto.
4.8 HEFESTO
Hefesto es el dios del fuego. Es hijo de Zeus y de Hera, pero a veces se pretende que Hera lo engendró sola, despechada por el nacimiento de Atenea, que Zeus había traído al mundo sin intervención de mujer.
Hera lo confió a Cedalión, de Naxos, para que le enseñase a trabajar los metales.
Hefesto es un dios cojo. De este defecto físico se daban varias explicaciones míticas. La más corriente es la que cita la Ilíada: Hera disputaba con Zeus acerca de Heracles, y Hefesto salió en defensa de su madre; Zeus, entonces, lo cogió por un pie y lo precipitó fuera del Olimpo. Hefesto estuvo cayendo por espacio de un día entero, hasta que, al atardecer, dio en la tierra, en la isla de Lemnos, donde quedó maltrecho, casi sin respiración. Fue recogido por los Sintios (un pueblo tracio inmigrado en Lemnos), quienes lo reanimaron; pero quedó cojo para siempre.
Otra leyenda sobre el mismo tema se narra también en la Ilíada: Hefesto era cojo de nacimiento, y su madre, avergonzada, decidió ocultarlo a la vista de las demás divinidades; por eso lo arrojó desde lo alto del Olimpo. Hefesto cayó en el Océano, donde fue recogido por Tetis y Eurínome, que le salvaron la vida y lo criaron por espació de nueve años en una gruta submarina. En el curso de estos años forjó y fabricó para ellas numerosas joyas, y las guardó siempre un profundo agradecimiento por sus bondades para con él.
Para vengarse de su madre, que lo había precipitado desde lo alto del Olimpo, Hefesto fabricó en secreto un trono de oro, en el que unas cadenas sujetaban al que se sentase en él, y lo envió a Hera. Ésta se sentó imprudentemente y quedó atada, sin posibilidad alguna de librarse de sus ataduras. Nadie conocía el modo de lograrlo; sólo Hefesto poseía el secreto. Los dioses, pues, se vieron en la necesidad de llamarlo, para que accediese a liberar a Hera. Se encargó a Dioniso, que gozaba especialmente de la confianza de Hefesto, la misión de ir en su busca, y, para convencerlo, lo embriagó. Hefesto hizo su entrada en el Olimpo montado, según se dice, en un asno; una vez allí, desató a su madre.
En el grupo de los grandes dioses olímpicos, Hefesto es el señor del elemento ígneo.
Divinidad poderosa, combate ante Troya con la llama, del mismo modo que en la Gigantomaquia había dado muerte al gigante Clitio golpeándolo con un mazo de hierro incandescente.
Además, es el dios de los metales y la metalurgia.
Reina sobre los volcanes, que son sus talleres, y en ellos trabajaba con sus ayudantes, los Cíclopes.
A él acude Tetis para que le forje las armas de Aquiles. Su habilidad se había puesto ya de manifiesto en la fabricación del trono de oro que había enviado a su madre.
Hefesto es, entre los dioses, lo que Dédalo entre los humanos: un inventor para quien ningún milagro técnico resultaba imposible.
Físicamente deforme, Hefesto pasaba, sin embargo, por haber tenido mujeres de gran belleza.
Ya la Ilíada le atribuye a Cárite, la Gracia por excelencia. Hesíodo le da por esposa a Áglae, la más joven de las Cárites. Pero sobre todo son famosas sus aventuras con Afrodita, contadas en la Odisea.
Zeus la había unido, en efecto, a esta diosa; pero ella no tardó en convertirse en la amante de Ares.
Un día el Sol, que todo lo ve, descubrió a los dos amantes tendidos uno al lado del otro, y fue a contárselo al marido. Éste no dijo nada; preparó una red invisible, y la dispuso en torno al lecho de su esposa. Cuando ella se encontró otra vez con Ares, la red se cerró, inmovilizando a los dos culpables e impidiéndoles todo movimiento. Entonces Hefesto convocó a todos los dioses para que contemplasen el espectáculo. Afrodita huyó avergonzada tan pronto se vio libre, y las divinidades prorrumpieron en inextinguibles carcajadas.
La tradición atribuía varios hijos a Hefesto, como, por ejemplo, el argonauta Palemón o también Árdalo, un escultor legendario que, igual que Palemón, habría heredado de su padre su destreza manual. También Perifetes, célebre bandido que fue muerto por Teseo.
En cuanto a Erictonio, el héroe legendario de los atenienses, éste había nacido de la Tierra y de un deseo de Hefesto por la diosa virgen Atenea.
Por otra parte, el propio Hefesto había ayudado al nacimiento de Atenea al rajar la cabeza de Zeus, y de este modo dar paso a la diosa.
También participó Hefesto en la creación de Pandora, cuyo cuerpo moldeó con barro.
Al mismo tiempo contribuyó al castigo de Prometeo clavándolo en el Cáucaso como presa ofrecida a un águila que le roía el hígado.
4.9 HERMES
Hermes es el hijo de Zeus y Maya, la más joven de las Pléyades.
Maya lo había concebido por obra de Zeus en plena noche, mientras dormían los dioses y los hombres.
Al nacer fue envuelto en bandas, como se acostumbraba entonces con los recién nacidos, y depositado en un harnero a guisa de cuna.
El mismo día de su nacimiento dio muestras de una precocidad extraordinaria.
A fuerza de moverse, encontró el modo de desatarse y escapar, llegando hasta Tesalia, donde su hermano Apolo servía en ese momento como pastor y guardaba los rebaños de Admeto.
Mientras Apolo, distraído con su amor por el hijo de Magnes, Himeneo, descuidaba sus deberes de pastor, Hermes le robó parte del ganado. Luego, atando una rama a la cola de cada uno de los animales- o según otros, calzándoles zuecos- se los llevó a través de toda Grecia, hasta una caverna de Pilos.
Sólo había sido visto por un anciano llamado Bato, único testigo cuyo silencio intentó comprar.
En Pilos, Hermes sacrificó dos de los animales robados, dividiéndolos en doce partes, una para cada uno de los doce dioses. Luego, después de ocultar el resto del rebaño, huyó a su gruta del Cileno.
Al llegar a ella encontró en la entrada una tortuga; se apoderó del animal, lo vació y puso sobre la cavidad de la concha unas cuerdas fabricadas con los intestinos de los bueyes que había sacrificado; de este modo quedó construida la primera lira.
Mientras tanto, Apolo andaba buscando sus bestias por todas partes. Por fin llegó a Pilos, donde Bato le descubrió el escondite.
Se decía también que Apolo había averiguado toda la historia gracias a su arte adivinatorio, observando el vuelo de las aves.
Se trasladó entonces al monte Cileno, y se quejó a Maya de los robos de su hijo; pero Maya le mostró al niño, envuelto en sus pañales, y le preguntó cómo era posible que profiriese contra él una acusación semejante.
Entonces Apolo requirió la presencia de Zeus, el cual ordenó al niño que restituyese los animales robados, pese a sus protestas de inocencia. Sin embargo, Apolo había visto la lira en la gruta de Cileno, y oído los sonidos que Hermes obtenía de ella.
Seducido, cambió su ganado por el instrumento.
Algo más tarde, Hermes, guardando los rebaños que había adquirido, inventó la flauta- la siringa o flauta de Pan- Apolo quiso comprarle este nuevo instrumento musical y le ofreció en pago el cayado de oro que utilizaba para guardar las manadas de Admeto. Hermes le pidió, además, lecciones de arte adivinatoria. Apolo aceptó el trato, y de aquí que la vara de oro (el caduceo) figure entre los atributos de Hermes.
Éste aprendió también a adivinar el porvenir sirviéndose de pequeños guijarros.
Zeus, satisfecho de la habilidad y actividad de su último retoño, lo nombró su heraldo, consagrándolo particularmente a su servicio personal y al de los dioses infernales, Hades y Perséfone.
Estos mitos de la infancia de Hermes son los únicos en que este personaje desempeña el papel principal.
En las leyendas, lo más corriente es que intervenga como figura secundaria, cual agente de la divinidad, protector de los héroes, etc.
En la Gigantomaquia va cubierto con el casco de Hades, que convierte en ser invisible al que lo lleva; gracias a ello puede matar al gigante Hipólito.
En la lucha de los dioses contra los Alóadas, salva a Ares sacándolo de la vasija de bronce en la que los dos gigantes lo habían metido.
También Hermes, de modo análogo, salva a Zeus cuando la lucha contra Tifón, logrando quitar al monstruo los tendones del dios, que Tifón había escondido en una piel de oso y cuya custodia había confiado a un dragón, Delfine, mitad mujer, mitad serpiente. Sin ser visto por su enemigo, consigue, con la ayuda de Pan, volver a unir los tendones al cuerpo de Zeus, dándole con ello la posibilidad de proseguir el combate. Su intervención en todas estas aventuraras se debe a su habilidad.
Aparte esto, Hermes es, simplemente, el intérprete de la voluntad divina.
Después del diluvio, se presenta a Deucalión para preguntarle qué desea.
De él había recibido Néfele, la madre de Frixo y Hele, el carnero del toisón de oro que salvó a sus hijos; de él también recibió Anfión la lira, Heracles la espada; Perseo, el casco de Hades y los talares que lo transportaban por los aires. Interviene dos veces para salvar a Ulises; una, al transmitir a Calipso la orden de dejarlo en libertad y ayudarle a construir una balsa capaz para llevarlo hasta Itaca.
Otra, al darle a conocer, en los dominios de Circe, el moly, la planta mágica que lo protegerá contra los hechizos y le ahorrará la transformación degradante sufrida por sus compañeros.
En los infiernos vela sobre Heracles y le advierte de su error cuando éste se dispones a entablar combate contra el fantasma de Medusa.
Se encarga de encontrarle un comprador al héroe, condenado a servir como esclavo para purificarse de la muerte de Ifito, y cierra trato con Ónfale.
La más conocida de las aventuras en que interviene Hermes es la muerte de Argo, designado por Hera como guardián de Io, transformada en vaca.
Con esta muerte se trataba de explicar el oscuro sobrenombre del dios, Argifonte, interpretado como el "matador de Argo".
Para servir a Zeus e impedir las venganzas de Hera, conduce al pequeño Dioniso de asilo en asilo, primero al monte Nisa, y luego a casa de Atamante.
Finalmente, recibe el encargo de acompañar a las tres diosas, Hera, Afrodita y Atenea, al Ida de Frigia cuando su disputa por el premio de belleza.
Las condujo ante Paris, que debía ser su juez, desempeñando con ello un papel decisivo en la aventura que iba a provocar la guerra de Troya.
Hermes pasaba por ser el dios del comercio y también del robo. Guiaba a los viajeros por los caminos; su imagen se levantaba en las encrucijadas con el aspecto de un pilar del que sólo la parte superior estaba esculpida en forma de busto humano, si bien aparecía dotado de órganos viriles muy manifiestos.
Velaba por los pastores, y con frecuencia era representado llevando en hombros un cordero: es el tipo conocido como "Hermes Crióforo").
Asimismo, estaba encargado, de modo muy especial, de acompañar a los infiernos a las almas de los difuntos, función que le valía el nombre de "Psicompo", el acompañante de las almas.
La leyenda atribuía a Hermes la paternidad de varios hijos: Autólico, abuelo de Ulises, que había heredado del dios la habilidad de robar sutilmente.
Eurito, uno de los Argonautas; Abdero, epónimo de la ciudad de Abdera y amante de Heracles, que fue devorado por las yeguas de Diomedes; Céfalo, a quien había tenido con Herse en Atenas; y, finalmente, en algunas tradiciones oscuras habría tenido de Penélope, infiel a Ulises, al dios Pan, engendrado en los montes de Arcadia, y, como su padre, dios de los pastores.
Se representaba a Hermes calzado con sandalias aladas, cubriéndose la cabeza con un sombrero de ancha ala (el "pétaso") y empuñando el caduceo, símbolo de sus funciones de heraldo de los dioses.
4.10 ARES
Ares es el dios de la guerra, identificado con el dios itálico Marte.
Era hijo de Zeus y, como Apolo y Hermes, etc., pertenece a la segunda generación de los olímpicos.
Figura entre los doce grandes dioses, a diferencia de sus hermanas Hebe e Ilitia, que son divinidades secundarias.
Desde la época homérica, Ares aparece como el dios de la guerra por excelencia. Es el espíritu de la Batalla, que se goza de la matanza y la sangre.
Ante Troya, combate casi siempre al lado de los troyanos, aunque poco le importa la justicia de la causa que defiende; por eso puede ayudar perfectamente a los aqueos.
Se representa con coraza y casco, y armado de escudo, lanza y espada.
Su talla es sobrehumana y profiere gritos terribles.
Generalmente combate a pie, pero también se ve sobre un carro tirado por cuatro corceles. Lo acompañan demonios, que le sirven de escuderos, particularmente Deimo y Fobo (el Temor y el Terror), que son hijos suyos.
También se encuentran junto a él Éride (la Discordia) y Enio.
Ares habitaría en Tracia, país semisalvaje, de clima rudo, rico en caballos y recorrido por poblaciones guerreras. También mora allí, por lo menos según cierta tradición, el pueblo de las Amazonas, que son hijas de Ares. En la propia Grecia, era objeto de un culto particular en Tebas, donde se consideraba antepasado de los descendientes de Cadmo. En efecto, allí poseía un manantial, guardado por un dragón que era hijo suyo. Cuando Cadmo quiso coger agua de esta fuente, a fin de realizar un sacrificio, el dragón trató de impedírselo. Cadmo lo mató, y para expiar aquel delito, hubo de servir a Ares, durante ocho años, en calidad de esclavo. Pero al expirar el plazo, los dioses casaron a Cadmo con Harmonía, hija de Ares y de Afrodita.
Como es natural, la mayoría de los mitos en que interviene Ares son mitos guerreros, narraciones de combates. Pero no siempre el dios sale vencedor. Por el contrario, parece como si los griegos, desde la época homérica, se hayan complacido en mostrar la fuerza bruta de Ares contenida o burlada por la más inteligente de Heracles o por la viril prudencia de Atenea.
Un día en que en el campo de batalla, ante Troya, combatía al lado de Héctor, se encontró frente a frente con Diomedes. Ares lo atacó enseguida, pero Atenea, a quien el casco mágico de Hades había vuelto invisible, se las compone de modo que desvía la lanza del dios, el cual es herido por Diomedes. Ares profirió un alarido espantoso, que oye todo el ejército, y huye al Olimpo, donde Zeus dispone que sea curado.
Otra vez, con ocasión de la disputa de los dioses en Troya, Atenea luchó contra Ares, y también lo venció, dejándolo aturdido de una pedrada.
Pero esta oposición entre Ares y Atenea no se manifiesta sólo en el “ciclo troyano”.
Cuando Heracles presentó batalla a Cicno, hijo de Ares, éste quiso defender a su vástago, y Atenea, en nombre de la razón, invitó a Ares, todo violencia y cólera, a someterse al Destino, que había dispuesto que Cicno muriese a manos de Heracles, sin que el héroe pudiese ser muerto por nadie.
Pero sus palabras resultaron vanas, y Atenea tuvo que intervenir directamente, desviando la lanza del dios. Heracles, aprovechándose de un fallo en la defensa de Ares, lo hirió en un muslo, y Ares huyó cobardemente al Olimpo. Por otra parte, era la segunda vez que Heracles lo hería; la primera había sido ante Pilos, y el héroe incluso lo había quitado las armas.
Cuando la amazona Pentesilea, hija suya, fue muerta por Aquiles ante Troya, Ares quiso precipitarse a vengarla, sin atender a los Hados. Zeus hubo de detenerlo con un rayo.
Finalmente, otro infortunio de Ares es su encarcelamiento por los Alóadas, que lo tuvieron, por espacio de trece meses, encadenado y encerrado en una vasija de bronce.
Con un acto de violencia de Ares se relaciona, en la leyenda, el nombre de Areópago, la colina de Atenas donde se reunía el tribunal encargado de juzgar los crímenes de orden religioso. Al pie de la colina había una fuente. En este lugar, Ares vio un día a Halirrotio, hijo de Poseidón y de la ninfa Éurite, que trataba de forzar a Alcipe, la hija que él había tenido con Aglauro. Airado, dio muerte a Halirrotio; pero Poseidón lo obligó a comparecer ante un tribunal compuesto por los dioses Olímpicos, en la misma colina a cuyo pie había cometido el crimen. Los dioses absolvieron al homicida.
La leyenda atribuye a Ares muchas aventuras amorosas.
La más célebre es, sin duda, la que nos lo presenta unido clandestinamente a la diosa Afrodita, pero también tuvo muchos hijos con mujeres mortales.
La mayoría de ellos fueron hombres violentos, inhospitalarios, que agredían a los caminantes, los mataban o se entregaban a actos de crueldad. Así tuvo con Pirene tres hijos: Cicno, Diomedes de Tracia, cuyas yeguas comían carne humana, y Licaón. Los tres murieron a manos de Heracles. O bien son héroes secundarios que desempeñan un papel en los mitos guerreros.
A veces se le atribuye también la paternidad de Meleagro y la de Driante, que, como aquél, participó en la cacería de jabalí de Calidón.
Finalmente, Ares pasaba por haber procurado a su hijo Enomao las armas con las que éste daba muerte a los pretendientes a la mano de su hija Hipodamía.
Los animales consagrados a Ares son el perro y el buitre.
4.11 DEMÉTER
Deméter, la diosa maternal de la Tierra, pertenece a la segunda generación divina, la de los Olímpicos.
Es hija de Crono y de Rhea, la segunda que ha nacido de esta pareja.
Su personalidad, religiosa y mística a la vez, es muy distinta de la de Gea, la Tierra, concebida como elemento cosmogónico.
Deméter, la divinidad de la tierra cultivada, es esencialmente la diosa del trigo. Sus leyendas se han desarrollado en todas las regiones del mundo helénico en que prospera este cereal. Sus lugares preferidos son los llanos de Eleusis y Sicilia, pero se encuentra también en Creta, en Tracia y en el Peloponeso.
Deméter, tanto en la leyenda como en el culto, se halla estrechamente vinculada a su hija Perséfone, y las dos constituyen una pareja a la que con frecuencia se llama simplemente "las diosas".
Las aventuras de Deméter y Perséfone constituyen el mito central de su leyenda, mito cuya profunda significación era revelada en la iniciación a los misterios de Eleusis.
Rapto de Perséfone:
Perséfone es hija de Zeus y de Deméter, y, por lo menos en la leyenda tradicional, la única hija de la diosa.
Crecía feliz entre las ninfas, en compañía de sus hermanas, las otras hijas de Zeus, Atenea y Ártemis, y se preocupaba poco del matrimonio, cuando su tío Hades se enamoró de ella y, con la ayuda de Zeus, la raptó.
Se da generalmente como lugar del rapto la pradera del Etna, en Sicilia.
En el preciso instante en que la doncella cogía un narciso ( o un lirio), la tierra se abrió, apareció Hades y se llevó a su prometida al mundo de los Infiernos.
Desde este momento empezó para Deméter la búsqueda de su hija, búsqueda que había de obligarla a recorrer todo el mundo conocido. Al desaparecer en el abismo, Perséfone ha lanzado un grito; su madre lo ha oído, y la angustia oprime su corazón. Al punto acude, pero Perséfone no se encuentra en ninguna parte.
Durante nueve días, con sus noches, sin tomar alimento, sin beber ni bañarse ni ataviarse, la diosa va errante por el mundo, con una antorcha encendida en cada mano.
En el décimo día encuentra a Hécate, que también ha oído el grito, aunque sin poder reconocer al raptor, cuya cabeza rodeaban las sombras de la Noche.
Únicamente el Sol, que todo lo ve, puede informarle de lo ocurrido. Irritada, la diosa decidió no volver al Cielo y quedarse en la Tierra, abdicando su función divina hasta que se le hubiese devuelto a su hija.
Adoptó la figura de una vieja y se trasladó a Eleusis.
Se sentó primero en una piedra, que, en adelante había de ser conocida con el nombre de "Piedra sin alegría"; luego se dirigió al palacio de Celeo, a la sazón rey del país.
Había allí unas ancianas, que la invitaron a sentarse con ellas y una, Yambe la hizo sonreír con sus bromas.
La diosa entró luego al servicio de Metanira, esposa de Celeo, en calidad de nodriza.
El niño que le confiaron fue Demofonte o, en ciertas versiones, el pequeño Triptólemo. La diosa trató de hacerlo inmortal, pero no lo consiguió debido a la inoportuna intervención de Metanira, y, dándose a conocer, dio a Triptólemo la misión de difundir por el mundo el cultivo del trigo.
Sin embargo, el voluntario destierro de Deméter volvía la tierra estéril, y con ello se alteraba el orden del mundo, por lo cual Zeus ordenó a Hades que restituyese a Perséfone.
Pero esto no era ya posible; la joven había roto el ayuno al comer un grano de granada durante su estancia en los Infiernos, lo cual la ataba definitivamente. Hubo que recurrir a una transacción: Deméter volvería a ocupar su puesto en el Olimpo, y Perséfone dividiría el año entre el Infierno y su madre. Por eso cada primavera Perséfone escapa de la mansión subterránea y sube al Cielo con los primeros tallos que aparecen en los surcos, para volver de nuevo al reino de las sombras a la hora de la siembra. Pero durante todo el tiempo que permanece separada de Deméter, el suelo queda estéril; es la estación triste del invierno.
Con la búsqueda de Deméter se han puesto en relación diversos episodios, según las leyendas locales.
En Sicción se atribuía a la diosa la invención del molino, que ella misma había comunicado a los habitantes; en otras partes se le atribuía la introducción del cultivo de las hortalizas, especialmente de las habas; o bien de ciertos frutos, como los higos.
En Grecia, un poco por todas partes, se enseñaban santuarios de la diosa, y se aseguraba que habían sido fundados por personas que en otro tiempo le habían dado albergue.
También se relacionaba con la búsqueda de Perséfone los amores de Deméter y Poseidón. Para escapar a éste, la diosa habría adoptado la figura de yegua; pero fue en vano, y, así, dio a luz, además del caballo Arión, a una hija que era conocida sólo por el nombre de "el ama".
Otra leyenda, conocida ya por la Odisea, es el amor de Deméter y Yasión, que dio a la diosa un hijo: Pluto.
Deméter había luchado contra Hefesto por la posesión de Sicilia y, con Dioniso, por la Campania.
Los atributos de Deméter son la espiga, el narciso y la adormidera; su ave es la grulla; su víctima predilecta, la trucha.
Con frecuencia se representa a la diosa sentada, con antorchas o con una serpiente.
4. 13 DIONISOS
Dionisos, llamado también Baco e identificado en Roma con el antiguo dios itálico Liber Pater, es, en esencia, en la época clásica, el dios de la viña, del vino y del delirio místico. Su leyenda es compleja, porque une elementos diversos tomados en préstamo no sólo a Grecia, sino también a los países vecinos.
Dionisos es hijo de Zeus y Sémele, hija de Cadmo y Harmonía. Pertenece, por tanto, a la segunda generación de los Olímpicos, como Hermes, Apolo, Ártemis, etc.
Sémele, amada por Zeus, le pidió que se le mostrase en todo su poder, cosa que hizo el dios para complacerla, pero, incapaz de resistir la visión de los relámpagos que rodeaban a su amante, cayó fulminada. Zeus se apresuró a extraerle el hijo que llevaba en el seno, y que estaba sólo en el sexto mes de gestación. Lo cosió enseguida en su muslo, y al llegar la hora del parto, lo sacó, vivo y perfectamente formado. Era el pequeño Dionisos, el dios "nacido dos veces".
El niño fue confiado a Hermes, quien encargó de su crianza al rey de Orcómeno, Atamante, y a su segunda esposa, Ino.
Les ordenó que revistieran a la criatura con ropas femeninas a fin de burlar los celos de Hera, que buscaba la perdición del niño, fruto de los amores adúlteros de su esposo.
Pero esta vez Hera no se dejó engañar y volvió loca a la nodriza de Dionisos, Ino, y aun al propio Atamante. En vista de ello, Zeus se llevó a Dionisos lejos de Grecia, al país llamado Nisa, que unos sitúan en Asia y otros en Etiopía o África, y lo entregó a las ninfas de aquellas tierras para que lo criasen. Con objeto de evitar que Hera lo reconociese, lo transformó entonces en cabrito. Este episodio explica el epíteto ritual de "cabrito" que lleva Dionisos, y, a la vez, da una etimología aproximada de su nombre, al acercarlo al de Nisa. Más tarde, las ninfas que criaron a Dionisos se convirtieron en las estrellas de la constelación de las Híades.
Ya adulto, Dionisos descubrió la vid y su utilidad. Pero Hera lo enloqueció, y en estado de locura anduvo el dios errante por Egipto y Siria.
Remontando las costas de Asia, llegó a Frigia, donde lo recibió la diosa Cibeles, que lo purificó e inició en los ritos de su culto. Curado ya de la locura, Dionisos se trasladó a Tracia, donde fue mal acogido por el rey Licurgo, que reinaba en las márgenes del Estrimón. Licurgo intentó coger prisionero al dios, pero no lo consiguió, pues éste fue a refugiarse al lado de la nereida Tétis, quien le dio asilo en el mar. Pero Licurgo pudo capturar a las bacantes que escoltaban a Dionisos; éstas fueron liberadas milagrosamente, y Licurgo, atacado de locura. Creyendo destruir la vid, la planta sagrada de su divino enemigo, se cortó la pierna y cercenó al mismo tiempo las extremidades de su hijo. Vuelto a la razón, se dio cuenta también de que sobre su país se había abatido el azote de la esterilidad. Se consultó el oráculo, y éste reveló que la cólera de Dionisos no desaparecería hasta que se hubiese dado muerte a Licurgo; así lo hicieron sus súbditos, quienes lo descuartizaron atándolo a cuatro caballos.
Desde Tracia, Dionisos pasó a la India, país que conquistó en el curso de una expedición mitad guerrera, mitad divina, sometiendo aquellas tierras por la fuerza de las armas- pues llevaba consigo un ejército- y también con sus encantamientos y poder místico.
En esta época parece que tomó su origen el cortejo triunfal con el que Dionisos se acompañaba: el carro tirado por panteras y adornado con pámpanos y hiedra, los silenos y las bacantes, los sátiros y otras divinidades menores, tales como Priapo, el dios de Lámpsaco.
De vuelta a Grecia, Dionisos se dirigió a Beocia, el país de donde era oriunda su madre.
En Tebas, donde reinaba Penteo, sucesor de Cadmo, introdujo las Bacanales, las fiestas de Dionisos, en las que todo el pueblo, y especialmente las mujeres, era presa de delirio místico y recorría el campo profiriendo gritos rituales.
El rey se opuso a la introducción en su país de ritos tan peligrosos, y fue por ello castigado, así como su madre Ágave, hermana de Sémele, ya que Ágave, en pleno delirio, lo desgarró con sus propias manos en el Citerón.
En Argos, adonde fue a continuación, Dionisos puso de manifiesto su poder de manera análoga, al enloquecer a las hijas de Preto, así como a las mujeres del país, que recorrieron la campiña mugiendo como si hubiesen sido convertidas en vacas y llegando, en su extravío, hasta a devorar a sus hijos en su seno.
Después, quiso el dios pasar a Naxos, para lo cual contrató los servicios de unos piratas tirrenos, pidiéndoles que lo embarcasen en sus naves y lo condujesen a dicha isla. Pero los piratas, fingiendo aceptar el trato, pusieron rumbo a Asia, con la idea de vender a su pasajero como esclavo. Cuando Dionisos se dio cuenta, transformó los remos en serpientes, llenó el barco de hiedra e hizo que resonaran flautas invisibles. Paralizó la nave entre enramadas de parra, de tal modo que los piratas, enloquecidos, se precipitaron al mar, convirtiéndose en delfines.
En este momento, el poder de Dionisos fue reconocido por todo el mundo, y el dios pudo ascender al cielo, terminada ya su misión en la tierra e implantada por doquier la observancia de su culto.
Sin embargo, antes quiso descender a los Infiernos en busca de la sombra de su madre Sémele, para devolverla a la vida. Lo hizo atravesando el lago Lerna, un lago sin fondo que se creía el acceso más directo al mundo infernal. Pero, como Dionisos no sabía el camino, hubo de preguntarlo a un tal Prosimno, el cual le pidió para cuando regresase, una determinada recompensa. Dionisos no pudo dársela porque Prosimno había muerto antes de su regreso, pero se esforzó en cumplir su promesa mediante un bastón de forma apropiada que plantó en su tumba.
En el Hades, Dionisos pidió al dios que pusiese en libertad a su madre. Hades accedió a condición de que Dionisos diese a cambio algo que estimara en mucho.
Entre sus plantas predilectas, el dios cedió el mirto, y tal es el origen, según se dice, de la costumbre que tenían los iniciados en los misterios dionisiacos de coronarse con mirto.
Después de su ascensión al cielo, y en calidad de dios, Dionisos raptó a Ariadna, en Naxos.
Dionisos interviene también en la lucha de los dioses contra los Gigantes.
Dionisos, dios del vino y de la inspiración, era festejado mediante tumultuosas procesiones en las que figuraban, evocados por máscaras, los genios de la Tierra y la Fecundidad. De estos cortejos se originaron las representaciones, más regulares, del teatro, la comedia, la tragedia y el drama satírico, que conservó por más tiempo la huella de su origen.
En la época romana y desde el siglo II a. de C., los Misterios de Dionisos, con su carácter licencioso y orgiástico, penetraron en Italia, donde encontraron tierra abonada entre las poblaciones poco civilizadas aún de la zona montañosa central y meridional.
El Senado romano hubo de prohibir la celebración de las Bacanales en 186 a. de C.
Pero las sectas místicas siguieron guardando la tradición dionisiaca, y el dios desempeña todavía un importante papel en la religión de la época imperial.
4.14 HESTÍA
Es la diosa del hogar, del cual es personificación.
Es la primera hija de Crono y Rhea, y hermana de Zeus y Hera.
Aunque fue cortejada por Apolo y Posidón, obtuvo de Zeus la gracia de guardar eternamente su virginidad.
Además, Zeus le concedió honores excepcionales: los de ser objeto de culto en todas las casas de los hombres y en los templos de cualquier divinidad.
Mientras los demás dioses van y vienen por el mundo, Hestía permanece inmóvil en el Olimpo.
Así como el hogar doméstico es el centro religioso de la morada, Hestía es el centro religioso de la mansión divina.
Esta inmovilidad de Hestía explica que no desempeñe papel alguno en la leyenda.
No pasa de ser un principio abstracto, la Idea del hogar, más bien que una divinidad personal.
(Tomado del libro, Diccionario de la mitología griega y romana, de Pierre Grimal).
Segovia, 12 de julio 1024
Juan Barquilla Cadenas.