MITOLOGÍA: PENÉLOPE
Penélope es la esposa de Ulises. La leyenda y la literatura clásica le han dado celebridad universal por la fidelidad guardada a su marido, a quien esperó durante veinte años, mientras él se hallaba en la guerra de Troya.
En efecto, entre las mujeres de los héroes que participaron en la toma de esta ciudad, es casi la única que no sucumbió a los demonios de la ausencia.
Su leyenda es narrada sobre todo en la “Odisea” aunque existe cierto número de tradiciones locales, o posteriores, que difieren notablemente de la versión de Homero en la “Odisea”.
Penélope es hija de Icario.
Icario y Tindáreo, su hermano, tenían un hermanastro, Hipocoonte, que su padre había engendrado con la ninfa Batia.
Este Hipocoonte, con la ayuda de sus hijos, los expulsó de Laconia (Esparta), y los dos hermanos se refugiaron en Pleurón, al lado del rey Testio, donde permanecieron hasta que Heracles hubo dado muerte a Hipocoonte y a sus hijos.
Tindáreo regresó entonces a Esparta y volvió a ocupar el poder, mientras Icario se quedaba en Acarnania, donde casó con Policaste, hija de Ligeo, con la cual tuvo tres hijos: una hembra, Penélope, y dos varones, Aliceo y Leucadio, epónimo de la isla de Leucade.
Otra tradición pretende que Icario volvió a Laconia (Esparta) con su hermano y casó con una náyade llamada Peribea con la cual tuvo cinco hijos y una hija, Penélope.
De las circunstancias del matrimonio de Ulises y Penélope existen en los mitógrafos dos versiones principales.
Según unos, Icario por mediación de Tindáreo, deseoso de recompensar a Ulises por el consejo que éste le dio respecto al matrimonio de su hija Helena con Menelao, consiente en otorgar a su hija Penélope a Ulises.
El consejo de Ulises a Tindáreo fue el siguiente:
Queriendo Ulises granjearse la gratitud de Tindáreo, ideó una estratagema capaz de sacarlo de apuros ante los numerosísimos pretendientes a la mano de Helena.
Le aconsejó que exigiese a cada uno de ellos el juramento de respetar la elección que se hiciese y ayudar al elegido a conservar su esposa en el caso de que alguien se la disputase.
De este juramento iba a salir la “guerra de Troya”.
Agradecido, Tindáreo (padre de Helena y tío de Penélope) obtuvo con facilidad la mano de Penélope para Ulises.
Según otros autores, ésta (Penélope) fue el premio de una carrera en la que Ulises salió vencedor.
Después de la boda, Icario pidió a Ulises que se instalase en su casa con su esposa, pero éste se negó, y como insistiera Icario, Ulises invitó a Penélope a elegir entre su padre y él.
Penélope no contestó, pero quedó ruborizada e, impulsada por el pudor, se cubrió el rostro con el velo.
Icario comprendió que su hija había efectuado su elección, se alejó y erigió un santuario al “Pudor” en el lugar de la escena.
En cuanto a su madre, si bien la tradición más difundida la llama Peribea, a veces se dan los nombres de Doródoque o Asterodia.
Del matrimonio de Ulises y Penélope nació un hijo: Telémaco.
Cuando Menelao (rey de Esparta y hermano de Agamenón rey de Micenas) visitó distintas ciudades de Grecia para recordar a los ex-pretendientes de Helena el juramento que les comprometía a vengarlo, Ulises trató de fingirse loco.
Cuando Menelao y Palamedes fueron a buscarlo, Ulises había uncido a su arado, juntos, un asno y un buey, y estaba sembrando sal. Pero Palamedes no se dejó engañar por la estratagema, y, para obligar a Ulises a revelar que no estaba loco, puso al pequeño Telémaco delante del arado que el héroe utilizaba para labrar.
Ulises no pudo resistir la prueba y detuvo la yunta a tiempo para no matar al niño, renunciando con ello a simular la inconsciencia.
Esto Ulises nunca se lo perdonó a Palamedes.
Las versiones relativas a esta venganza de Ulises sobre Palamedes difieren, pero todas atestiguan la perfidia de que fue víctima Palamedes.
Se cuenta, en efecto, que Ulises obligó a un troyano que había capturado, bajo amenazas, a escribir una carta supuestamente enviada por Príamo (rey de Troya), de la cual se desprendía que Palamedes había ofrecido a éste traicionar a los griegos. Después sobornó a un esclavo de Palamedes para que escondiese oro bajo el lecho de su amo. Finalmente, hizo circular la carta por el campamento; esta carta fue encontrada por Agamenón (el hermano de Menelao y el comandante del ejército griego), quien mandó detener a Palamedes y lo entregó a los griegos. Éstos lo lapidaron.
Otra versión contaba que Ulises y Diomedes persuadieron a Palamedes de que bajase a un pozo, y entonces arrojaron rocas y tierra, bajo las cuales murió aplastado.
La muerte de Palamedes se hizo proverbial siendo considerada como la muerte injusta por excelencia, fruto de las intrigas de los malos contra uno que valía más que ellos.
Lo que le hacía vacilar a Ulises en tomar parte en la guerra contra Troya no era la falta de valor, sino el amor que sentía por su esposa Penélope, la cual acababa de darle un hijo, Telémaco.
Sin embargo, Ulises partió, obligado por la astucia de Palamedes, confiando su casa y su esposa a su viejo amigo Mentor.
Penélope era la única dueña de los bienes de Ulises.
La anciana madre de éste, Anticlea, murió pronto de dolor al saber la marcha de su hijo, y su padre Laertes se retiró al campo.
Pronto Penélope fue objeto de solicitaciones cada vez más apremiantes: todos los jóvenes de las cercanías pedían su mano, y como ella rehusaba, se instalaron en el palacio de Ulises; se dieron una vida espléndida y trataron de vencer la resistencia de la mujer arruinándola ante sus ojos.
Penélope les dirigió violentas censuras, pero de nada sirvieron.
Entonces recurrió a una estratagema: les dijo que elegiría a uno de entre ellos cuando hubiera terminado de tejer la mortaja de Laertes. Y el trabajo que realizaba durante el día lo deshacía durante la noche.
Finalmente – al cabo de tres años – fue traicionada por una de sus criadas, y los aplazamientos que hasta entonces había conseguido, no se continuaron.
(Pierre Grimal. Diccionario de mitología griega y romana. Edit. Paidós. Barcelona. 1981).
Al fin de proteger a Odiseo mientras prepara su venganza contra los pretendientes, Atenea altera su apariencia para que se confunda a Ulises con un viejo mendigo y le indica que se refugiase con su fiel porquerizo Eumeo mientras ella viaja por el Peloponeso a convocar a su hijo Telémaco (que estaba visitando a Néstor y a Menelao en busca de noticias de su padre).
Según la “Odisea”, Mantio, el hijo menor de Melampo (curandero y adivino), tuvo dos hijos; Polifides, al que Apolo concedió dones proféticos, y Clito, al que raptó Eos (la Aurora) a causa de su belleza excepcional.
Polifides se asentó en Hiperesia (Acaya), donde daba profecías a todos los que allí llegaban, y engendró un hijo, Teoclímeno, que también tenía dotes de adivino.
Después de provocar una muerte, Teoclímeno huyó de su tierra por miedo a la venganza y se refugió en Pilos, en la costa de Mesenia, donde se encontró con Telémaco, el hijo de Odiseo, que estaba a punto de partir de vuelta a casa después de visitar a Néstor y Menelao.
Temeroso de que aún le estuvieran persiguiendo, Teoclímeno le pidió a Telémaco que le dejara acompañarle a Ítaca.
En cuanto llegaron, consiguió devolverle el favor mediante una profecía sorprendente: un halcón volaba por la derecha (el lado de los buenos augurios) con una paloma en sus garras y comenzó a arrancarle las plumas, que caían a la tierra que mediaba entre Telémaco y su barco.
Teoclímeno interpretó esto como un augurio de que la familia de Telémaco mantendría la supremacía en Ítaca.
A continuación, comunicó a Penélope que esto era una señal de que Odiseo estaba ya en tierra, tramando cómo acabar con los pretendientes.
Mientras estaba en el palacio poco antes de la matanza de los pretendientes, previó su muerte mediante una versión siniestra: la carne que éstos comían parecía cubierta de sangre, al igual que los muros y el techo de la sala, y las cabezas y miembros de los pretendientes parecían estar envueltos de oscuridad, mientras que la entrada y el patio se poblaban de fantasmas.
Este es un pasaje particularmente interesante, ya que en la poesía homérica siempre se practica la adivinación a través de medios técnicos, mediante la observación del vuelo de las aves, o el examen de las vísceras de los animales sacrificados, etc.
La inspiración adivinatoria aparece sólo una vez en la “Ilíada”, cuando el adivino Heleno se da cuenta de un plan decidido por los dioses. (Homero. Ilíada VII 44-53).
Odiseo revela su auténtica identidad a Telémaco tras su llegada, aunque no a Eumeo, y los tres se dirigen a palacio a la mañana siguiente.
Aunque el rey disfrazado (Ulises) recibe un emotivo recibimiento de su viejo perro Argos, quien lo esperó durante 20 años mientras su amo estaba en la guerra de Troya y en su viaje de regreso. Argos fue el único que lo reconoció, agitando débilmente la cola, y luego murió de alegría a sus pies como un símbolo de lealtad absoluta.
Sin embargo, los pretendientes lo confunden con un mendigo.
El jefe de ellos, Antinoo, lo trata con gran brutalidad y le arroja un banco provocando una pelea entre Odiseo y el mendigo Iro.
Una vez que los pretendientes se sacian de comida y bebida a última hora del día, a petición de Telémaco, se dirigen a sus casas para pasar la noche.
Ulises y sus ayudantes retiran entonces todas las armas y armaduras de la sala (del palacio) y las guardan bajo llave en un trastero.
Fingiendo ser hermano de Idomeneo, rey de Creta, y anfitrión de Odiseo poco antes de la guerra de Troya, el camuflado Odiseo se gana la simpatía de Penélope, que en ese momento está ya al límite de su resistencia.
Instigada por Atenea, revela su pretensión de anunciar al día siguiente por la mañana su compromiso con el pretendiente que pueda tensar el arco de su marido (Ulises), un arma formidable que requería una fuerza tremenda para ser tensada, y haga pasar una flecha por una fila de hachas de doble cabeza.
Mientras a la mañana siguiente los pretendientes intentan esta hazaña, Odiseo se retira durante un momento para revelar su identidad a Eumeo y al vaquerizo Filetio, y vuelve al salón con ellos mientras el certamen apunta una conclusión poco satisfactoria para los pretendientes.
En el momento en el que queda claro que ninguno de ellos es capaz de cumplir con los requisitos, Odiseo, disfrazado, pregunta de un modo aparentemente ingenuo, si puede intentarlo una vez.
Penélope rechaza las objeciones de los pretendientes y considera vergonzoso que se trate a un extraño con descortesía; asimismo Telémaco, que conoce el plan de su padre, se muestra favorable a su petición.
Penélope deja la sala, a ruego de su hijo, antes de que el extraño comience su tarea.
Ulises tensa el arco sin dificultad, lleva a cabo la acción prescrita y después dispara a Antinoo, el arrogante cabecilla de los pretendientes, en el cuello.
El resto de pretendientes tiembla de miedo cuando él les revela su identidad y en la feroz pelea que sigue los mata a todos con ayuda de su hijo y de sus fieles sirvientes, así como también de Atenea que interviene en ese momento para desviar las flechas de los pretendientes.
Odiseo y sus ayudantes completan la tarea ahorcando a doce desleales doncellas del servicio que habían conspirado con los pretendientes y matan al cabrero Melantio, que los había ayudado durante la lucha llevándoles armas del trastero.
Euriclea, una sirviente anciana que había reconocido por una cicatriz a Odiseo disfrazado, avisa entonces a Penélope del regreso de su esposo y de la muerte de los pretendientes.
La pareja pasa la noche en un extraordinario tálamo, construido por Odiseo alrededor de un olivo mucho tiempo antes.
Al día siguiente, Odiseo anuncia a su padre Laertes su llegada y el deseo de venganza de los familiares de los pretendientes, que rápidamente llega a su fin gracias a la intervención de Atenea.
Odiseo vuelve a tomar posesión de su reino con buenos auspicios al final de la “Odisea”, y asumimos que vivirá allí feliz a partir de entonces, junto con su fiel esposa.
Sin embargo, esta historia siguió más allá en el último relato épico en cuestión, la “Telegonía”, llamada así por Telégono, el hijo que Odiseo tuvo con Circe, era un poema épico que lo llevaba (a Ulises) al extranjero para vivir más aventuras y le proporcionaba a su regreso una muerte exótica.
Se recordará que, cuando Odiseo encuentra al adivino Tiresias durante su visita a los Infiernos (al Hades) en la “Odisea”, el vidente le insta a que visite el continente tras matar a los pretendientes para ofrecer sacrificios a Poseidón.
Aunque esto es simplemente considerado como una visita temporal en el relato homérico, el autor de la “Telegonía” tomó la historia y la extendió para incorporar a Odiseo en un largo enredo en el extranjero, ya que cuando llegó a la tierra de los “tesprotos”, al noroeste de Grecia, con el fin de ofrecer los sacrificios (a Poseidón), su reina, Cálidice, le pidió que se quedara y le ofreció el trono.
De modo que permaneció allí y se casó con ella (¡parece que olvidando a Penélope!) y tuvo un hijo con ella, Polipetes.
Venció a un pueblo vecino, “los brigos”, cuando intentaban atacar el reino, incluso a pesar de obtener una victoria inicial con el apoyo del dios de la guerra, Ares.
Tras la muerte de Calídice, Odiseo traspasó el reino trespoto a Polipetes y volvió a Ítaca.
Mucho tiempo antes, Ulises había tenido un hijo con Circe, Télegono, que había crecido en su isla remota durante todo ese tiempo.
Al saber por su madre que era hijo de Odiseo, Telégono decidió partir en su busca, y llegó a la costa de Ítaca casualmente justo después de que su padre hubiera vuelto de Tesprotia.
Sin tener idea de dónde estaba, Telégono comenzó a saquear la isla (o simplemente a robar algo de ganado), pero cuando Odiseo apareció apresuradamente para defender su reino y propiedades, Telégono le hirió fatalmente sin saber de quién se trataba.
Telégono portaba un arma singular, una flecha con la punta formada por el aguijón de un pez raya, que había sido fabricado para él por Hefesto Forcis.
Este relato de la muerte de Odiseo parece estar inspirado en unas palabras de Tiresias en la “Odisea”, en la que el adivino predice que la muerte le llegará “ex halos (que puede significar “de algo que procede del mar”, por el aguijón del pez raya).
Cuando Telégono descubrió la identidad de su víctima, quedó abrumado por el dolor y volvió por mar a la isla de Circe con el cadáver de su padre.
En el viaje también iban Penélope y Telémaco.
La “Telegonía” llega al absurdo más absoluto en este momento (si no lo había hecho antes) al concluir con un par de bodas en las que Telégono se unía a Penélope, la viuda de su padre, mientras que Circe lo hacía con Telémaco, el hijo de su anterior amante.
Sabemos por un resumen del poema épico que se conserva, que Circe concedió la inmortalidad a Telégono, Telémaco y Penélope.
Según un texto posterior, posiblemente también derivado del poema, envió a Telégono y a Penélope a las “Islas de los Bienaventurados”.
(Robin Hard. El gran libro de la mitología griega. Edit. La Esfera de los libros. Madrid 2008).
Segovia, 8 de noviembre de 2025
Juan Barquilla Cadenas.