PANECIO DE RODAS
Panecio de Rodas ( 185 -110/109 a. de C.) fue un filósofo estoico.
El “estoicismo” es una escuela filosófica griega fundada por Zenón de Citio en Atenas a principios del siglo III a. de C.
Los estoicos pensaban que “no podemos controlar lo que pasa en nuestro alrededor, pero si podemos controlar lo que pensamos sobre estos acontecimientos”.
Su doctrina filosófica estaba basada en el dominio y control de los hechos, cosas y pasiones que perturban la vida, valiéndose de la valentía y la razón del carácter personal.
Como seres racionales, su objetivo era alcanzar, basándose en la tolerancia y el autocontrol, la “eudaimonía” (felicidad) y la “frónesis” (sabiduría) consistente en aceptar el momento tal como se presenta, el no dejarse dominar por el deseo de placer o por el miedo al dolor, el usar la mente para comprender el mundo y hacer su parte en el plan de la naturaleza prescindiendo de los bienes materiales, en trabajar juntos y tratar a los demás de manera justa y equitativa.
Los estoicos son especialmente conocidos por enseñar que “la virtud es el único bien” para los seres humanos, y que esas cosas externas, como la salud, la riqueza y el placer, no son buenas o malas en sí mismas (“adiaforía”), pero tienen valor como material para que la virtud actúe”.
Los estoicos también sostenían que ciertas emociones destructivas eran el resultado de errores de juicio, y creían que las personas deberían intentar mantener una voluntad/ elección moral (“proháiresis”) que “esté de acuerdo con la naturaleza”.
Debido a esto, los estoicos pensaron que la mejor manifestación de la filosofía de un individuo no era lo que una persona decía sino cómo se comportaba.
Para vivir una buena vida, uno tenía que entender las reglas del orden natural, ya que pensaban que todo estaba enraizado en la naturaleza.
Los estoicos proclamaron que se puede alcanzar la libertad y la tranquilidad tan sólo siendo indiferentes a las comodidades materiales, a la fortuna externa, y dedicándose a una vida guiada por los principios de la razón y la virtud (tal es la idea de la imperturbabilidad o “ataraxia”).
La razón (“lógos”) de los hombres se consideraba también parte integrante del “Lógos” divino e inmortal.
La doctrina estoica, que consideraba esencial a cada persona como miembro de una familia universal, ayudó a romper barreras regionales, sociales y raciales, y a preparar el camino para la propagación de una religión universal.
La doctrina estoica de la “ley natural”, que convierte la naturaleza humana en norma para evaluar las leyes e instituciones sociales, tuvo mucha influencia en Roma y en las legislaciones posteriores de Occidente. Además, tuvo importancia en corrientes y filósofos posteriores, como Descartes y Kant.
El bien y la virtud consisten en vivir de acuerdo con la razón, evitando las pasiones (“pathos”), que no son sino desviaciones de nuestra propia naturaleza racional. La pasión es lo contrario de la razón; es algo que sucede y que no se puede controlar, por lo tanto, debe evitarse.
Los estoicos solían reducir las pasiones al placer, la tristeza, el dolor y el temor; estas reacciones deben dominarse a través del autocontrol ejercitado por la razón.
Por lo cual se nos plantea un ejercicio simple: ante la turbación por una situación que genera inconformidad en el individuo, se debe analizar la situación y preguntarse ¿depende de mí? Si no depende de mí, se debe aceptar y comprender que todo lo que ocurre es parte de un “proyecto cósmico”. Si la respuesta es sí (depende de mí), se puede razonar una solución que devuelva al individuo la impasibilidad (“apatheia”) y la imperturbabilidad (“ataraxia”).
Las cuatro virtudes (“aretai”) de la filosofía estoica son una clasificación derivada de las enseñanzas de Platón (República IV, 426- 435):
1. Prudencia (φρόνεσις): habilidad de manejar situaciones complejas con una mente tranquila.
2. Templanza (σωφροσύνη): habilidad de restringir y moderar la atracción de placeres y bienes mundanos.
3. Justicia (δικαιοσύνη): ser justo con los demás incluso cuando han cometido un error o nos han faltado al respeto.
4. Fortaleza (ἀνδρεία): valor no sólo en situaciones extremas, sino en el día a día con claridad e integridad.
Estas virtudes finalmente fueron incorporadas a distintas religiones.
Serían las virtudes “cardinales” del cristianismo al que se unieron las tres virtudes “teologales”: fe, esperanza y caridad. (Wikipedia).
PANECIO, nacido en Rodas, fue uno de los más importantes representantes del llamado “estoicismo medio”.
W. Capelle dice que “no poseemos fragmentos de sus escritos en el original griego, y las noticias sobre él y sobre su obra, que han llegado hasta nosotros, son muy escasos”.
Cicerón es la fuente más fiable para conocer el pensamiento de Panecio.
Cicerón escribe de Panecio: “que huyó de la melancolía y de la severidad de los rigurosos estoicos, y no aprobó los espinosos argumentos de éstos. En una rama de la filosofía, la Ética, era más moderado, y en las otras, la Física y la Lógica, era más claro. Siempre estaba citando a Platón, Aristóteles, Jenócrates, Teofrasto y Diocaerchus, como sus escritos ponen claramente de manifiesto”. (John Freely. “La llama de Mileto”. Alianza Editorial).
Durante su estancia en Roma, antes de ser director de la escuela estoica en Atenas, Panecio se relacionó con prominentes figuras de la aristocracia y la intelectualidad romana (Lelio, Scaevola, Rutilio Rufo, Estilón –maestro de Varrón- y Escipión, entre las cuales difundió no solamente las doctrinas estoicas, sino gran parte de la tradición intelectual griega.
“La sociedad aristocrática romana de los siglos II y I a. de C. valoraba en mucho los tiempos de “nuestros padres”, refiriéndose a los siglos anteriores en que la relevancia económica y militar de Roma todavía era escasa.
Se idealizaba y exaltaba la sencillez y la sobriedad de la vida de aquellos tiempos y, como en todo el mundo griego, se miraba con desconfianza los lujos y las costumbres modernas, más sofisticadas, que se habían ido introduciendo conforme la República romana ganaba preeminencia. La doctrina estoica, muy favorable a esos puntos de vista, fue introducida con éxito, y ganó adeptos tan conocidos como Catón el Viejo, Escipión el Africano y Catón el Joven; la notable fama de éstos favoreció todavía más al estoicismo, que pronto fue la escuela filosófica más admirada por los romanos”. (Wikipedia).
Las huellas de la influencia de Panecio pueden perseguirse en diversos escritos romanos. Así, por ejemplo, la distinción hecha por Scaevola de la teología en poética, filosófica y política (distinción que San Agustín examinó en su “Ciudad de Dios”, procede de Panecio.
“Panecio distingue tres teologías: una poética o mitológica, otra física, filosófica o racional, y otra civil o política.
La primera es rechazable porque los poetas han atribuido a los dioses acciones indignas de un simple hombre de bien. La segunda es verdadera, pero no es accesible a la mayoría de los hombres. La tercera, constituida por los ritos y cultos aceptados en las ciudades, debe conservarse y respetarse su importancia para mantener el orden y la paz civil”. (Wikipedia).
También las ideas expuestas por Cicerón en los dos primeros libros de su tratado “De officiis” (Sobre los deberes) tienen su origen en ideas de Panecio.
Aunque el núcleo de estas ideas deriva del “estoicismo antiguo”, Panecio introdujo en él muchas modificaciones.
En lo que toca a la “Cosmología” rechazó la doctrina del fuego que todo lo devora y reconstruye. Y cree que el universo es eterno (tesis aristotélica), separándose aquí de los fundadores de la escuela estoica, que hablaban de una “conflagración universal” debido al fuego, y que de ésta renacía el universo como “Ave Fenix”.
En lo concerniente a las doctrinas políticas, se basó en gran parte en doctrinas platónicas y aristotélicas. Abandona el monarquismo rígido de los antiguos estoicos y se inclina por un régimen mixto, a la manera de Aristóteles.
Pero se mostraba contrario – aun admirando su obra – al pensamiento platónico en cuestiones tan esenciales como el “alma”. Contrariamente a Platón, Panecio no creía en la inmortalidad de la “psyché” (el alma) ni en su relación de oposición con el cuerpo, ya que, según Panecio, ambos formaban una perfecta unidad – monismo antropológico- absolutamente necesaria para la comprensión del “Lógos” (Razón universal).
Respecto a la “apatheia” (ausencia de pasiones), típica del estoicismo ortodoxo de Crisipo, que defendía la negación absoluta de las pasiones, Panecio se mostrará menos extremo, y reconocerá que nuestro “lógos” (razón), antes que extirpar dicho “pathos”, lo que debería conseguir es un dominio y su uso en justa medida.
E insistió más que los estoicos antiguos en el papel fundamental que desempeñan los bienes externos – recta y moderadamente usados – para la obtención de la felicidad y de la paz del espíritu. (José Ferrater Mora. Diccionario de Filosofía).
“Su obra nuclear, plenamente dedicada a la Ética, llevaba como título “Peri kathekontos” (acerca de los deberes). Y este título nos lleva a la obra de Cicerón “De 0fficiis” (Sobre los deberes).
En su Ética se separa también de sus antecesores de escuela, ya que había negado en su Física el determinismo absoluto. Mediante dicha negación el hombre amplía el conjunto de cosas que dependen de él.
En la filosofía de Panecio hay que subrayar la importancia que tiene el “Lógos” universal, que ya había sido defendido por la Stoa desde sus comienzos; la armonía y belleza del “cosmos” (universo) admirado estéticamente, le lleva a la seguridad de la racionalidad del devenir de todo lo existente, ese todo que proclama Panecio como “eterno”, siguiendo la tesis de Aristóteles.
La misión del hombre, teniendo en cuenta que su “lógos” (razón) individual y el “Lógos” (Razón) universal sólo se diferencian en la finitud del primero, sería buscar la armonía y la belleza interior que observamos en nuestro alrededor.
Pero Panecio es realista y sabe que todos los hombres no poseemos el mismo carácter y que todos los hombres no tenemos las mismas posibilidades.
Entonces introduce una distinción entre las dos naturalezas del hombre: la común y la individual. La “común” es la naturaleza humana, la propia de nuestra especie, compartida por todos los hombres.
Por otro lado, la “individual” en palabras de W. Capelle “está determinada por su origen, por sus aptitudes innatas, por su carácter peculiar, por el medio en que se ha desarrollado y por su profesión”.
Es, precisamente, este reconocimiento de la individualidad uno de los principios más emblemáticos del pensamiento de Panecio.
Es el individuo el que debe llevar a la práctica la virtud, no vale con el simple concepto que refleje lo correcto, hay que ejercitarse en ella – de nuevo, concepción aristotélica-:
“Virtutis enim laus omnis in actione consistit” (La virtud es digna de alabarse cuando se realiza) dice Cicerón en su obra “De Officiis”. (Federico M. Otero. Departamento de Filosofía. Escuelas francesas).
Característica muy acusada de la actitud de Panecio fue el “humanismo universalista”. Este humanismo estaba basado en la tesis de que el hombre debe vivir conforme a su propia naturaleza, pero que la naturaleza individual no es incompatible, sino siempre concordante, con la naturaleza universal.
Pues la naturaleza que alienta en el fondo del ser humano no es el conjunto de los instintos animales, es la posibilidad que el hombre tiene de transformar estos instintos en actividades superiores, a la vez racionales y universales.
El humanismo universalista de Panecio no era, por otro lado, dogmático; por el contrario, contra toda opinión fija predicaba el filósofo la necesidad de introducir una “duda moderada”.
La “razón teórica” debe por ello, según Panecio, subordinarse con frecuencia a la “razón práctica”, la única que es capaz de tener en cuenta la diversidad y el carácter cambiante de los hechos. (Op. cit. 1).
Segovia, 4 de diciembre del 2021
Juan Barquilla Cadenas.