"La corriente de mi gracia entra en las almas que obran por puro amor, la sola finalidad de amarme tiene abiertas a las almas para recibir la corriente de todas mis gracias"

Libro de Cielo Vol. 13-43

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De los escritos de la S. D. Luisa PiccarretaVol. 13-43 Diciembre 22, 1921


La finalidad de amar a Dios, abre al alma para recibir la corriente de todas sus gracias. La Divina Voluntad es la más grande de todas las virtudes

Continuando mi habitual estado, mi siempre amable Jesús se hacía ver dentro de una luz deslumbrante, y esta luz deshaciéndose en lluvia de luz caía sobre las almas, pero muchas no recibían esta corriente de luz porque estaban como cerradas, y la corriente corría hasta donde encontraba almas abiertas para recibirla, y mi dulce Jesús me ha dicho:

“Hija mía, la corriente de mi gracia entra en las almas que obran por puro amor, la sola finalidad de amarme tiene abiertas a las almas para recibir la corriente de todas mis gracias. Amor soy Yo, amor son ellas, así que ellas están en continuas corrientes hacia Mí y Yo hacia ellas; en cambio quienes obran por fines humanos están cerradas para Mí, su corriente está abierta a todo lo que es humano, y la corriente de lo que es humano reciben; quien obra con el fin de pecar recibe la corriente de la culpa, y quien obra por fines diabólicos recibe la corriente del infierno. La finalidad del obrar da las diversas tintas al hombre, que lo transforma, o en bello o en horrible, o en luz o en tinieblas, o en santidad o en pecado; cual es la finalidad del obrar, tal es el hombre, por eso mi corriente no a todos entra, y como es rechazada por las almas que están cerradas a _Mí, entonces se descarga con más ímpetu y abundancia a las almas abiertas a Mí”.

Dicho esto ha desaparecido, pero después ha regresado y ha agregado:

“¿Me sabrías decir por qué el sol ilumina toda la tierra? Porque es mucho más grande que la tierra, y como es más grande tiene la capacidad de tomar en su luz toda la circunferencia de la tierra.; si fuera más pequeño iluminaría una parte, pero no toda, así que las cosas más pequeñas son envueltas y absorbidas por las cosas más grandes. Ahora, mi Voluntad es la más grande de todas las virtudes, por eso todas las virtudes quedan empequeñecidas y perdidas en mi Querer, es más, ante la virtud de la santidad de mi Querer, las otras virtudes tiemblan por reverencia ante mi Querer, sin Él, las virtudes creen hacer algo grande, pero al contacto con la santidad y potencia de la virtud de mi Voluntad, ven que no han hecho nada, y para darles el sello de virtud estoy obligado a sumergirlas en el mar inmenso de mi Voluntad. Mi Voluntad no sólo tiene el primado sobre todo, sino que da las diferentes tintas de belleza a las virtudes, pone en ellas las tintas divinas, el esmalte celestial, su luz deslumbrante; entonces, si las virtudes no son recubiertas por mi Querer, serán buenas, pero no bellas con la belleza que arrebata, que encanta, que enamora a Cielo y tierra”.

Después mi dulce Jesús me ha transportado fuera de mí misma, y me hacía ver que bajo el mar se abrían canales de agua, que haciéndose camino bajo tierra inundaban los cimientos de las ciudades, y en algunas partes se derrumbaban edificios, en otras los hacían desaparecer, abriéndose estas vorágines de agua se tragaban todo bajo tierra, y Jesús todo afligido me dijo:

“El hombre no quiere corregirse y mi justicia es obligada a golpearlo, muchas serán las ciudades que serán castigadas por el agua, por el fuego, por terremotos”.

Y yo: “Amor mío, ¿qué dices? No lo harás”. Y mientras quería rogarle desapareció”.