Vol. 33-37 Mayo 14, 1935

"En quien reina mi Divina Voluntad no hay necesidad de leyes, sino que siente en sí misma la naturaleza cambiada en ley divina"

Quien vive en Ella da trabajo a todos: Al Padre Celestial,

a la Madre Celestial y al mismo Jesús

(1) Estoy en los brazos de mi adorable Querer Divino, si bien inmersa en el dolor de la privación de mi dulce Jesús bendito, las horas son siglos sin Él, qué pena, qué muerte continua, sin piedad ni misericordia, justamente me castiga porque he sido muy ingrata y no he correspondido. Pero ¡ay! Amor mío, esconde mis miserias en tus llagas, cúbreme con tu sangre, mis penas las uno a tus penas a fin de que griten juntas: “Perdón, piedad de esta pobre criatura”. Pero sin Ti no puedo más, y mientras desahogaba mi dolor, mi dulce Jesús movido a compasión de mi prolongado martirio, como relámpago que huye me ha hecho su breve visita y me ha dicho:

(2) “Hija mía bendita, ánimo, no te alarmes, mi Divina Voluntad te da todo en tu poder, de modo que puedes decir todo es mío; mis penas, mis llagas, mi sangre, todo es tuyo, así que no tienes necesidad de pedírmelas, sino tómalas y sírvete de ellas para tus necesidades, tan es verdad, que en quien reina mi Divina Voluntad no hay necesidad de leyes, sino que siente en sí misma la naturaleza cambiada en ley divina. Así como en naturaleza siente la fuerza del respiro, del latido, así siente la fuerza de la ley como parte sustancial de su vida; y como mi ley es ley de amor, de santidad, de orden, por eso siente en sí la naturaleza del amor, de la santidad, del orden. Donde reina mi Voluntad, es tanto su amor, que transforma en naturaleza los bienes que quiere dar a la criatura, a fin de que sea propietaria de ellos, ninguno se los puede quitar, y Yo mismo me hago custodio de los dones concedidos en naturaleza a esta criatura”.

(3) El dulce Jesús ha hecho silencio, y mi mente nadaba en el mar de la Divina Voluntad, y retomando su decir ha agregado:

(4) “Hija mía, tú debes saber que quien vive en mi Voluntad da trabajo a todos;

mi Padre Celestial viendo a la criatura en su Querer Divino, se pone alrededor para formar el trabajo de su imagen y semejanza, mucho más que encontrando su Voluntad en ella, encuentra las materias adaptables que se prestan a recibir su trabajo para formar la más bella imagen que le asemeje, y ¡oh! su contento que con su trabajo puede producir imágenes suyas.

Da el trabajo a la Madre Celestial, porque encontrando mi Voluntad Divina en la criatura, encuentra quién le haga compañía, quién reciba su Maternidad como hija, encuentra a quién puede comunicar su fecundidad, sus actos hechos en mi Querer, encuentra en quién puede hacer su modelo y su copia fiel, y ¡oh! el contento de esta Madre Celestial, su trabajo asiduo, sus cuidados, sus premuras maternas porque puede hacer de verdadera Madre y porque puede dar su herencia, y siendo una la Voluntad de la Madre y de la hija, puede hacerse comprender y poner en común sus gracias, su amor, su santidad; en su trabajo se siente feliz porque encuentra quién la corteja, quién la asemeja y vive de su misma Voluntad Divina. Quien vive en Ella es su hija predilecta, su preferida, su secretaria, se puede decir que en virtud de mi Querer Divino posee un imán potente que atrae de tal manera las miradas de esta Madre Celestial, que no puede apartarlas de ella, y la gran Señora para tenerla segura, trabaja poniéndole alrededor sus virtudes, sus dolores, su amor y la misma Vida de su Hijo.

Pero esto no es todo, Yo, tu Jesús, en cuanto veo que el alma ha puesto a un lado su voluntad para vivir de la mía, me pongo a trabajar para formar mis miembros; mi cabeza es santa y siento la necesidad de los miembros santos para apoyar mi cabeza, y así poder comunicar su virtud en ellos, y ¿quién puede formarme los miembros santos sino mi Voluntad? Por eso mi trabajo es incesante hacia quien vive en Ella, se puede decir que me pongo en guardia dentro y fuera de ella, a fin de que ninguno entre para interrumpir mi trabajo, y para formarme estos miembros repito el trabajo de concebirme de nuevo para regenerarlos; renazco para hacerlos renacer; lloro, sufro, predico, muero, para comunicar mis humores vitales y divinos en estos miembros, a fin de que queden fortificados y divinizados, dignos de mi cabeza santísima,

y ¡oh! mi contento, que si bien trabajo, repito mi Vida y formo las repetidoras de Ella; ¿pero qué cosa no haría y daría en quien vive en mi Voluntad? Ella me encierra en la criatura para hacerme trabajar y hacerme formar miembros dignos de mis manos creadoras, y en cuanto el alma recibe mi trabajo, así me siento feliz y correspondido por la obra de la Creación y Redención.

Ahora, los ángeles, los santos, viendo al Padre Celestial, a la Soberana Reina y a su Rey, todos atentos en trabajar en esta criatura, también ellos quieren ayudarnos en el trabajo, y alineándose en torno a la afortunada criatura trabajan en defenderla, alejan a los enemigos, la libran de los peligros y forman muros de fortaleza, a fin de que ninguno la pueda molestar. Ve entonces como quien vive en mi Querer Divino da trabajo a todos, y todos se ocupan de ella”.