"Jesús se ha hecho ver

todo fundido en mí,

y me ha dicho:

...la gracia interna que reside en el alma, al ver exteriormente el parto de sus mismas entrañas, o sea al hallarse en aquellas mismas cosas que forman su esencia,

se acoplan

y hace sentir en el alma tal alegría y dulzura, que no se sabe expresar



De los escritos de la S. D. Luisa PiccarretaVol. 4, cap. 71 Junio 30, 1901

Señales para saber si el alma posee la Gracia


Encontrándome en mi habitual estado, por poco tiempo mi dulcísimo Jesús se ha hecho ver todo fundido en mí, y me ha dicho:

“Hija mía, ¿quieres saber cuáles son las señales para conocer si el alma posee mi Gracia?”

Y yo: “Señor, como le plazca a tu santísima bondad”.

Entonces Él ha proseguido: “La primera señal para ver si el alma posee mi gracia,

es que todo lo que pueda oír o ver en el exterior, que pertenece a Dios, en el interior siente

una dulzura, una suavidad toda divina, no comparable a ninguna cosa humana y terrena;

sucede como a una madre, que aun al respiro, a la voz, conoce al parto de sus vísceras en la persona de un hijo y se regocija de alegría; o como a dos íntimas amigas que conversando manifiestan recíprocamente los mismos sentimientos, inclinaciones, alegrías, aflicciones, y encontrando esculpidas una en la otra sus mismas cosas, sienten placer, gozo y se toman tanto amor que no saben separarse.

Así la gracia interna que reside en el alma, al ver exteriormente el parto de sus mismas entrañas, o sea al hallarse en aquellas mismas cosas que forman su esencia, se acoplan y hace sentir en el alma tal alegría y dulzura, que no se sabe expresar.

La segunda señal es que el hablar del alma que posee la gracia es pacífico y tiene virtud de arrojar en los demás la paz,

tanto que las mismas cosas dichas por quien no posee la gracia, no producen ninguna impresión y ninguna paz, mientras que dichas por quien posee la gracia obran maravillosamente y restituyen la paz a las almas.

Además hija mía, la gracia despoja al alma de todo,

y de la humanidad hace un velo para estar cubierta, de modo que roto ese velo se encuentra el paraíso en el alma de quien la posee. Entonces, no es maravilla si en esa alma se encuentra la verdadera humildad, obediencia y demás, porque de ella no queda otra cosa que un simple velo y ve con claridad que dentro de ella está toda la gracia, que obra y que le tiene en orden todas las virtudes y la hace estar en continua actitud para Dios”.

Fiat