Nadie os quitará vuestra alegría. Jn 16:20-23a

“Ustedes… tendrán una alegría que nadie les podrá quitar” (Juan: 16, 23)

"quiero que tomes mi Voluntad y que en Ella te deleites, ... ¿Qué cosa forma la bienaventuranza del paraíso? Ciertamente mi Divinidad"

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De los escritos de la S. D. Luisa Piccarretavol. 3-44 Febrero 26, 1900

La Divina Voluntad es felicidad de todos

Después de haber pasado algunos días de privación, cuando a lo más venía alguna vez como sombra y huía, yo sentía tal pena que me deshacía en lágrimas, y el bendito Jesús teniendo compasión de mi dolor, ha venido y me veía y me veía, y después me ha dicho:

“Hija mía, no temas, que no te dejo; ahora, cuando estés sin mi presencia no quiero que te desanimes, más bien, de hoy en adelante cuando estés privada de Mí, quiero que tomes mi Voluntad y que en Ella te deleites, amándome y glorificándome en Ella y teniendo a mi Voluntad como si fuese mi misma Persona. Haciéndolo así tú me tendrás en tus mismas manos. ¿Qué cosa forma la bienaventuranza del Paraíso? Ciertamente mi Divinidad. Ahora, ¿qué formará la bienaventuranza de mis amados en la tierra? Con certeza mi Voluntad. Ella no te podrá huir jamás, la tendrás siempre en tu posesión, y si tú permaneces en el círculo de mi Voluntad, ahí sentirás las alegrías más inefables y los placeres más puros. El alma, no saliendo jamás del círculo de mi Voluntad, se vuelve noble, se diviniza y todas sus obras repercuten en el centro del Sol divino, así como los rayos del sol repercuten en la superficie de la tierra, y ni uno solo sale del centro que es Dios. El alma que hace mi Voluntad es la única noble reina que se nutre de mi aliento, porque su alimento y su bebida no las toma más que de mi Voluntad, y nutriéndose de mi Voluntad toda santa, en sus venas correrá una sangre purísima, su aliento exhalará un fragante perfume que me recreará, porque será producido por mi mismo aliento. Por eso no quiero otra cosa de ti, sino que formes tu bienaventuranza en el giro de mi Voluntad, sin salir jamás, ni siquiera por un breve instante”.

Mientras esto decía, en mi interior sentía una inquietud y un temor, porque el hablar de Jesús indicaba que no iba a venir, y que yo debía aquietarme en su Voluntad. ¡Oh Dios, qué pena mortal! ¡Qué estrechuras de corazón! Pero Jesús siempre benigno ha agregado:

“¿Cómo puedo dejarte si tú eres víctima? Sólo dejaré de venir cuando tú dejes de ser víctima, pero mientras seas víctima me sentiré siempre atraído a venir”.

Así parece que quedé tranquila; pero me siento como circundada por la adorable Voluntad de Dios, de modo que no encuentro ninguna abertura por la cual salir. Espero que me quiera tener siempre en este cerco que me une toda a Dios.

Fiat