“Hija mía amada
Dime todo, que te contentaré y remediaré todo”.
Pero como continuaba viéndome a mí misma, como dije el día anterior, entonces viéndome tan mala, ni siquiera he osado decirle nada, pero Jesús replicó: “Pronto, pronto, dime qué quieres, no tardes”.
Viéndome casi obligada y rompiendo en abundante llanto le he dicho: “Jesús santo, cómo quieres que no esté afligida, después de tantas gracias no debía ser tan mala,
¿Qué será ante Ti que eres tan perfecto y santo? Y además, el escasísimo sufrir en comparación con el de antes, tu gran tardanza en venir, todo me dice claramente que mis pecados, mis grandes ingratitudes son la causa, ...
... Jesús, compadeciéndome toda, me ha estrechado a su corazón y me ha dicho:
“No temas, esta mañana
Entonces me pareció que
y en esas dos fuentes ha sumergido mi alma, primero en el agua y después en la sangre. ¿Quién puede decir cómo ha quedado
Después nos hemos puesto a rezar juntos recitando
y esto me ha dicho que lo hacía
a mis oraciones y adoraciones a la Majestad de Dios.
¡Oh, cómo era bello y conmovedor rezar junto con Jesús! Después de esto Jesús me ha dicho: “No te aflija el no sufrir,
Mi obrar no es apresurado, sino todo a su tiempo, cumpliremos cada cosa, pero a su debido tiempo”... (vol. 2-30)