"cuando se trata de imperfecciones, de debilidades, de frialdades y otras cosas, y que el alma no ha puesto nada de lo suyo"
Debiendo recibir esta mañana la comunión, estaba pensando entre mí: “¿Qué dirá mi bendito Jesús cuando venga a mi alma? Dirá: “Cómo es fea esta alma, mala, fría, abominable”.
Cuan rápido hará consumir las especies para no estar en contacto con esta alma tan fea, ¿pero qué quieres de mí? A pesar de que soy tan mala, sin embargo debes tener paciencia para venir, porque de todos modos me eres necesario, y no puedo hacer otra cosa”. Mientras esto decía ha salido de dentro de mi interior y me ha dicho:
“Hija mía, no quieras afligirte por esto, no se requiere nada para remediarlo,
basta un acto perfecto de resignación a mi Voluntad
para poder quedar purgado de todas estas fealdades que tú dices, y Yo te diré lo contrario de lo que piensas, te diré:
“Cómo eres bella, siento el fuego de mi amor en ti, y el perfume de mis fragancias, en ti quiero hacer mi perfecta morada”.
Y ha desaparecido. Entonces, habiendo venido el confesor le he dicho todo, y él me ha dicho que no estaba bien, porque es el dolor el que purga al alma, y que la resignación no entraba en esto. Por eso, después de haber recibido la comunión he dicho: “Señor, el padre me ha dicho que no está bien lo que me has dicho, explícate mejor y hazme conocer la verdad”. Y Él bondadosamente ha agregado:
“Hija mía, cuando se trata de pecado voluntario, entonces se requiere el dolor, pero
cuando se trata de imperfecciones, de debilidades, de frialdades y otras cosas, y que el alma no ha puesto nada de lo suyo, entonces
basta un acto de perfecta resignación, y se tiene necesidad también de este estado para quedar purgado, porque el alma al hacer este acto primero se encuentra con la Voluntad Divina que purga la voluntad humana y la embellece con sus cualidades, y después se funde conmigo”.