Vol. 29-10 abril 2, 1931

Lo más precioso que tiene la criatura es la voluntad

Potencia de las penas voluntarias.

El apoyo.

Cómo se enciende la llama en el alma y cómo se alimenta



Mi abandono continúa en el Santo Querer, pero por cuan abandonada, siento a lo vivo mis repugnancias al caer en el estado de mis habituales sufrimientos, y estas repugnancias son causadas por las luchas y por las imposiciones que hay sobre mí. Entonces en la amargura de mi alma decía a mi dulce Jesús: “Amor mío, quieres hacerme caer en los sufrimientos, hazlo entonces, pero de mi parte no quiero poner mi voluntad, lo harás Tú, estaré contenta, pero de mí no quiero poner nada”. Y Jesús todo afligido me ha dicho:


“Hija mía, ¿qué hago con tus penas sin tu voluntad?


No tengo qué hacer con ellas, ni podrán servirme para desarmar a la Divina Justicia, ni para aplacar mi justo enojo, porque lo más bello y precioso que tiene la criatura es la voluntad, ella es el oro, todo el resto de ella son cosas superficiales, cosas sin sustancia, y las mismas penas sin valor.


En cambio si corre el hilo de oro de la voluntad espontánea en las penas, tiene virtud de cambiarlas en oro purísimo, dignas de Aquél que todo sufrió voluntariamente, e incluso la misma muerte por amor de las criaturas. Si Yo quisiera penas sin voluntad, son tan abundantes en el mundo, que cuando las quisiera las podría tomar, pero como falta el hilo de oro de su voluntad, no son para Mí, no me atraen, no me hieren el corazón ni encuentro el eco de mis penas voluntarias en ellas, por eso no tienen virtud de cambiar los flagelos en gracia. Así que las penas sin voluntad están vacías por dentro, sin plenitud de gracia, sin belleza, sin potencia sobre mi divino corazón,

basta un cuarto de hora de penas voluntarias para suplir y sobrepasar a todas las penas más atroces que hay en el mundo,

porque éstas son en el orden humano, las voluntarias son en el orden divino. Y además, de la pequeña hija de mi Querer no aceptaría jamás sus penas sin la espontaneidad de su voluntad; era ésta la que te hacía bella y agraciada a mi vista, que abría la corriente de mis manifestaciones sobre mi Divina Voluntad, y que con fuerza magnética me atraía a hacer mis visitas tan frecuentes a tu alma. Tu voluntad sacrificada voluntariamente por amor mío era mi sonrisa, mi entretenimiento, y tenía virtud de cambiar mis dolores en alegrías, por eso me contentaré más con tener sólo para Mí las penas, antes que hacerte sufrir sin la aceptación espontánea de tu voluntad.


¡Oh! cómo te degradarías y descenderías en lo bajo de los hijos del querer humano, perdiendo el noble título, la preciosa característica de hija de mi Voluntad.


En mi Voluntad no existe el esfuerzo,

en efecto, ninguno la forzó a crear el cielo, el sol, la tierra, al mismo hombre, sino que lo hizo voluntariamente sin que ninguno le dijera nada, por amor de las criaturas;

no obstante sabía cuánto debía sufrir por causa de ellas, así quiero a quien quiera vivir de mi Voluntad; el esfuerzo es de la naturaleza humana, el esfuerzo es impotencia, es mutabilidad, el esfuerzo es el verdadero carácter de la voluntad humana. Por eso sé atenta hija buena, no cambiemos las cosas y no quieras dar este dolor a mi corazón tan amargado”.


Entonces yo en mi amargura he dicho: “Jesús mío, sin embargo aquellos que están sobre mí me dicen: ¿Cómo puede ser posible, por cuatro o cinco personas que han querido hacer el mal, debía mandar tantos castigos? Mas bien que Nuestro Señor tiene razón, que los pecados son muchos y por eso los flagelos, y tantas otras cosas que dicen y que Tú sabes”. Y Jesús todo bondad ha agregado:


“Hija mía, cómo se engañan, no es por el pecado de los cuatro o cinco que con tanta perfidia han llegado hasta a las calumnias, estos serán castigados individualmente, sino el puntal que me han quitado, tus sufrimientos me servían de puntal, habiéndoseme quitado el puntal mi Justicia no encuentra quien la sostenga y permaneciendo sin apoyo ha hecho llover en el tiempo que tú has estado libre de tus acostumbradas penas, flagelos continuos y terribles.


En cambio si hubiera estado el puntal, los sucesos habrían sido la décima o la quinta parte. Mucho más que este puntal estaba formado de penas voluntarias y queridas por Mí, y en las penas voluntarias entra una fuerza divina, podría decir que Yo mismo en tus penas me hacía puntal para sostener mi Justicia, ahora faltándome tus penas me falta la materia para formar el puntal, y por eso mi Justicia queda libre de hacer lo que quiera.

De esto deberían comprender el gran bien que he hecho a todos y al mundo entero al tenerte por tantos años en el estado de penas voluntarias. Por eso si no quieres que mi Justicia continúe a destrozar la tierra, no me niegues tus penas voluntarias, y Yo te ayudaré, no temas, déjame hacer”.


Después de esto me he abandonado toda en el Fiat Divino, con temor de que yo pudiera negar alguna cosa a Jesús y de poder negarme a hacer siempre la Divina Voluntad. Este temor me desgarra el alma y me inquieta, y sólo en la presencia de Jesús me siento en paz, pero en cuanto lo pierdo de vista regreso bajo la tempestad de los temores, de los miedos y repugnancias, y mi dulce Jesús para animarme ha agregado:

“Hija buena, ánimo, levántate, no te abatas;


¿quieres saber cómo se forma la Luz de mi Divina Voluntad en tu alma?


Los deseos repetidos son como tantos soplos que soplando sobre tu alma llaman la flama, las gotitas de luz a encenderse dentro de ella, y por cuanto más intensamente deseas, tanto más sopla para alimentar la llama y engrandecerla de más, si cesa el soplo hay peligro que la llama se apague.


Así que para formar y encender la llama se requieren los deseos verdaderos e incesantes, y para madurar y engrandecer la luz se requiere el amor que contiene el germen de la luz, en vano soplarías con tus deseos si faltara la materia inflamable sobre tus soplos repetidos.



Pero ¿quién puede poner al seguro esta llama en modo de hacerla imperecedera, sin peligro de apagarse?


Los actos hechos en mi Divina Voluntad, ellos toman la materia para encender la llama de nuestra luz eterna que no está sujeta a apagarse, y la mantienen siempre viva y siempre creciente, y la voluntad humana ante esta luz se eclipsa y se vuelve ciega, y viéndose ciega no siente más el derecho de actuar y da la paz a la pobre criatura. Por eso no temas, Yo te ayudaré a soplar, soplaremos juntos, así la llama será más bella y más brillante”.

Fiat Divina Voluntad