"Si me quieres amar de verdad, vive abandonada en mis brazos, hazme oír el eco de cada instante de mi Vida: ‘En tus manos toda me abandono’. Y Yo te llevaré en mis brazos como la más querida de mis hijas”. vol. 32, cap. 7
Soy nada y Tú Dios mío, eres Todo. Me fundo en ti Jesús y en tu Divina Voluntad y a nombre de todos y por todos con Mamá María y Luisita, en el último instante de tu Vida y de la mía, digo contigo:
“En tus manos, ¡oh! Padre, encomiendo mi espíritu”, abandonada en Tus brazos Paternos, haciendote oír en cada acto mío, el eco de cada instante de tu Vida: ‘En tus manos toda me abandono’, acto por acto hasta mi último aliento, coronando así el último respiro de mi vida acto por acto, segundo a segundo siguiendo la cuerda para tomar todas Tus obras, en el tic tac de un reloj que señala los segundos, minutos y horas en el Orden de la Creación, Redención, Santificación, en la plenitud de Tí Santísima Trinidad, de Tí Divina Voluntad, en los Ángeles, en Los Santos, en Todo donde Tu Divino Querer Obra, y tomando la plenitud de tu Luz, Santidad, Potencia y Obras, "tomo el Cielo en un puño, tomo el Cielo por asalto y lo encierro en mi acto” contínuo y en el de todos.
Todo, para la Gloria de ti Padre, para que se extienda Tu Reino, por la conversión y salvación de las almas!
09:40 minutos De los escritos de la S. D. Luisa PiccarretaVol. 32, cap. 7 Abril 23, 1933
La Vida de Jesús fue un continuo abandono en las manos del Padre. Quien vive en la Divina Voluntad jamás interrumpe su camino. Ejemplo del reloj. Toma el Cielo en un puño y por asalto
Continúo pensando en las penas de mi apasionado Jesús, y habiendo llegado al último instante de su Vida, he oído resonar en el fondo de mi corazón: “En tus manos, ¡oh! Padre, encomiendo mi espíritu”. Era la más sublime lección para mí, el llamado a todo mi ser en las manos de Dios, el pleno abandono en sus brazos paternos, y mientras mi mente se perdía en tantas reflexiones, mi penante Jesús, visitando mi pequeña alma me ha dicho:
“Hija mía bendita, mi Vida acá abajo, como comenzó así terminó, desde el primer instante de mi concepción fue un acto mío continuado, puedo decir que a cada instante me ponía en las manos de mi Padre Celestial, era el homenaje más bello que le daba su Hijo, la adoración más profunda, el sacrificio más heroico y completo, el amor más intenso de filiación que le daba; mi pleno abandono en sus manos volvía mi Humanidad hablante, y con voz imperante, que pedía todo y obtenía todo lo que Yo quería; mi Padre Celestial no le podía negar nada a un Hijo suyo abandonado en sus brazos, mi abandono de cada instante era el acto más agradable, tanto, que quise coronar el último aliento de mi Vida con las palabras: ‘Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu’. La virtud del abandono es la virtud más grande, es comprometer a Dios a que tome el cuidado del abandonado en sus brazos, el abandono dice a Dios: ‘Yo no quiero saber nada de mí mismo, esta mi vida es tuya, no mía, y la tuya es mía’. Por eso si quieres obtener todo, si me quieres amar de verdad, vive abandonada en mis brazos, hazme oír el eco de cada instante de mi Vida: ‘En tus manos toda me abandono’. Y Yo te llevaré en mis brazos como la más querida de mis hijas”.
Después de esto estaba siguiendo todo lo que ha hecho la Divina Voluntad, y sentía sus actos en mí, en orden, uno después del otro, y yo debía seguirlos. Entonces yo he quedado sorprendida, y mi dulce Jesús ha agregado:
“Mi pequeña hija de mi Querer, tú debes saber que quien hace mi Divina Voluntad y vive en Ella, no puede hacer menos que tener siempre presente todos los actos hechos por la misma Voluntad, porque Ella tiene todo en Sí y siempre en acto todo lo que ha hecho, por lo tanto, no es maravilla que en el alma donde Ella reina tenga todos sus actos con todo el orden que ha tenido al crearlos, y la criatura con toda facilidad los sigue uno por uno para unirse junto, como si quisiera hacer lo que ha hecho mi misma Voluntad; si se encuentra junto, ¿cómo puede abstenerse de hacer lo que Ella hace, y de poner en campo de acción, fundida con Ella, su pequeño amor, su adoración, su gracias, sus atenciones y maravillas por obras tan grandes?
Es más, tú debes saber que mi Voluntad da la cuerda al alma, y ella se presta a recibirla, en esta cuerda vienen tomadas todas nuestras obras, y ella siguiendo la cuerda, sigue y se pone al día en todas nuestras obras. Sucede como al reloj, si se da cuerda mueve las manecillas, señala los minutos, las horas, y quien lo posee tiene el bien de conocer todas las horas del día, pero si no se le da cuerda, el reloj nada señala, es como si no tuviera vida, y quien lo posee no tiene el bien de conocer las distintas horas de la jornada. Ahora, a quien hace reinar nuestra Voluntad, la podemos llamar nuestro reloj, que dándole la cuerda señala los minutos y las horas de nuestras obras, y tiene el bien de estar en conocimiento de las horas del día de nuestra Divina Voluntad. Ahora, si se le da cuerda, el reloj camina hasta que se termina la cuerda, no interrumpe su camino, así el alma si recibe la cuerda de mi Voluntad, debe hacer su camino, y si se quiere detener no puede, porque la cuerda mueve los engranes de su alma y la hace seguir adelante en el gran día de las horas de nuestras obras. Por eso sé atenta para recibir el gran bien de esta cuerda divina si quieres conocer las horas del día del Fiat Supremo. Mucho más que cuando el alma se dispone a hacer mi Voluntad y seguirla, todo lo que Ella ha hecho, hace competencia para entrar en aquél acto, porque siendo un acto solo, no tiene actos separados, por eso todo lo que ha hecho en el orden de la Creación, de la Redención, en los ángeles, en los santos, todo encierra en la obra de la criatura que obra en Ella, porque si se da, no se da a mitad, sino toda entera, y así como el sol si se da a la tierra, no se da a mitad, sino todo entero, con la plenitud de su luz, y por eso suceden maravillas sobre la faz de la tierra, así mi Voluntad, si la criatura la llama como vida en sus actos, Ella se da con toda la plenitud de su luz, santidad, potencia y obras suyas, si no llevase todo, sería entrar en la criatura y en sus actos como un rey sin cortejo, sin ejército, sin potencia creadora, y por lo tanto tener ociosas nuestras maravillas que podemos hacer, ¡ah, no, no! Quien obra en nuestra Voluntad debe poder decir: Tomo el Cielo en un puño, tomo el Cielo por asalto y lo encierro en mi acto”.