De los escritos de la S. D. Luisa PiccarretaVol. 11, cap. 80 Octubre, 1914

Valor de las horas de la Pasión, y Recompensa que dará a aquellos que las harán

Estaba escribiendo las horas de la Pasión y pensaba entre mí: “Cuántos sacrificios para escribir estas benditas horas de la Pasión, especialmente por tener que poner en el papel ciertos actos internos que sólo entre yo y Jesús han pasado, ¿cuál será la recompensa que Él me dará por esto?” Y Jesús haciéndome oír su voz tierna y dulce me ha dicho:

“Hija mía, en recompensa por haber escrito las horas de mi Pasión, por cada palabra que has escrito te daré un beso, un alma”.

Y yo: “Amor mío, esto a mí, y a aquellos que las harán, ¿qué les darás?”

Y Jesús:

“Si las hacen junto Conmigo y con mi misma Voluntad,

por cada palabra que reciten les daré también un alma,

porque toda la mayor o menor eficacia de estas horas de mi Pasión está en la mayor o menor unión que tienen Conmigo,

y haciéndolas con mi Voluntad, la criatura se esconde en mi Querer, y actuando mi Querer puedo hacer todos los bienes que quiero, aun por medio de una sola palabra, y esto cada vez que las hagan”.

En otra ocasión estaba lamentándome con Jesús, porque después de tantos sacrificios para escribir las horas de la Pasión, eran muy pocas las almas que las hacían, y entonces Él me dijo:

“Hija mía, no te lamentes, aunque fuera sólo una deberías estar contenta, ¿no habría sufrido Yo toda mi Pasión aunque se debiera salvar una sola alma?

Así también tú, jamás se debe omitir el bien porque sean pocos los que lo aprovechen,

todo el mal es para quien no lo aprovecha,

y así como mi Pasión hizo adquirir el mérito a mi Humanidad como si todos se salvaran, a pesar de que no todos se salvan, porque mi Voluntad era la de salvarlos a todos, entonces merecí según lo que Yo quería, no según el provecho que las criaturas harían;

así tú, según que tu voluntad se haya ensimismado con mi Voluntad, de querer y de hacer el bien a todos, así serás recompensada, todo el mal es de aquellos que pudiendo no las hacen,

estas horas son las más preciosas de todas,

pues no son otra cosa que repetir lo que Yo hice en el curso de mi Vida mortal, y lo que continúo en el Santísimo Sacramento. Cuando escucho estas horas de mi Pasión, escucho mi misma voz, mis mismas oraciones, veo mi Voluntad en esa alma, la cual es de querer el bien de todos y de reparar por todos, y Yo me siento transportado a morar en ella para poder hacer en ella lo que hace ella misma.

¡Oh, cuánto quisiera que aunque fuera una sola por región hiciera estas horas de mi Pasión!, me oiría a Mí mismo en cada lugar, y mi Justicia en estos tiempos tan grandemente indignada, quedaría en parte aplacada”.

Agrego que un día estaba haciendo la hora cuando la Mamá Celestial dio sepultura a Jesús, y yo la seguía para hacerle compañía en su amarga desolación para compadecerla. No tenía la costumbre de hacer esta hora siempre, sólo algunas veces, y estaba indecisa si debía hacerla o no, y Jesús bendito, todo amor y como si me lo rogara me ha dicho:

“Hija mía, no quiero que la descuides, la harás por amor mío en honor de mi Mamá.

Debes saber que cada vez que tú la haces, mi Mamá se siente como si estuviera en persona en la tierra y repetir su vida, y por lo tanto recibe Ella la gloria y el amor que me dio a Mí en la tierra, y Yo siento como si estuviera de nuevo mi Mamá en la tierra, sus ternuras maternas, su amor y toda la gloria que Ella me dio, por eso te tendré en consideración de madre”.

Entonces, abrazándome, oía que me decía quedo, quedo: “Mamá mía, mamá”. Y me sugería lo que hizo y sufrió en esta hora la dulce Mamá, y yo la seguía. Desde ese día en adelante no la he descuidado, ayudada por su gracia.

Fiat