"En estos escritos te estoy haciendo escribir 

el verdadero por qué de la Creación, qué cosa es mi Voluntad, su valor infinito, cómo se debe vivir en Ella, su Reino y cómo quiere reinar para volver a todos santos y felices"  

Me Fundo en Ti, 

Espíritu Santo

Esta Oración para Fundirnos en el Espíritu Santificador es en virtud de la Palabra de Jesús del vol. 17, cap. 43 (5)

Giro con Reparación al Espíritu Santo

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Me Fundo en Ti, Espíritu Santo



    Me fundo en el orden de tu Gracia, en todo lo que has hecho y harás en nosotros los santificantes. 

    ¡Ven Divino Espíritu!, haz desahogo de Tu obra en el Fiat Voluntas Tua!  Danos pronto a conocer Vuestra Voluntad, Vuestro primer acto de su Santificación completa, el cual es la Divina Voluntad! 

      Vengo ante ti Suprema Majestad, para dar la correspondencia de amor al Espíritu Santificador a nombre de todos los santificantes, entro en el orden de Tu gracia para poder darte Amor, Honor y Gloria como si todos fuéramos santos, reparo por todas las oposiciones e incorrespondencias a los actos de Tu gracia haciendo mío Tu dolor, Tus gemidos inenarrables secretos, Tus suspiros angustiosos ocultos en el fondo de los corazones. Por el dolor que te damos, perdón Espíritu Santificador. 


¡Ven Divino Espíritu en mí!, haz desahogo de Tu obra en el Fiat Voluntas Tua. Fiat!

Estamos en la Era del Tercer Fiat!

La Era Celestial y Trina de la Divina Voluntad


Oremos al Espíritu Santo por Este Pentecostés Divino



En tu Divino Querer, unidos a Nuestra Madre María, y a Luisa, la pequeña hija de la Divina Voluntad, en el Cenáculo del Monte Sión (1era. Iglesia Cristiana), oramos por la Gran Efusión de Ti, Espíritu Santo, para un Segundo Pentecostés para toda la humanidad, que se extienda el Reino de Tu Divina Voluntad y triunfe en todos la Era del Tercer Fiat!

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⚜️Para el Don del Consejo

Coversaciones, comunicarte las Gracias, con quien hablarDía 3 Novena al Espíritu Santo
De los escritos de la S. D. Luisa PiccarretaVol. 26-9  mayo 16, 1929 

Los conocimientos sobre la Divina Voluntad son el ejército, los actos hechos en Ella son las armas, su luz el palacio real, el Ministro la Trinidad Santísima.  Ímpetu divino por establecer su reino. Necesidad divina, silencio de Jesús, dolor de sus secretos

                        

Continuando mi acostumbrado abandono en el Fiat Divino, estaba pensativa por las privaciones de mi dulce Jesús.  ¡Oh! cómo gemía mi pobre alma bajo el peso infinito de un dolor que hace decir a todas las cosas creadas:  “¿Dónde está tu Jesús, Aquél que tanto te amaba?  ¡Ah! tú sientes que sostiene todo, tocas su belleza que ha puesto sobre toda la Creación, ves su inmensidad que no puedes alcanzar, pero todo esto que tú ves no son otra cosa que las huellas de sus pasos, que a su paso imprimió sobre todas las cosas creadas por Él, pero no está aquí.  Tú, corre, búscalo, y todas nosotras te acompañaremos gimiendo junto contigo para hacerte encontrar a Aquél que tú quieres”.  Yo siento que todos me hablan de Jesús con notas dolientes, que haciendo eco en mi pobre corazón desgarrado por un dolor que yo misma no sé decir, y era tanta la impresión, como si quisiera salir de mi habitual estado.  Pero mientras estaba en esto, mi amable y buen Jesús me ha sorprendido, y poniéndome los brazos en el cuello me ha dicho:

“Hija mía, ¿qué pasa?  ¿Qué pasa?  Cálmate, cálmate, cómo, ¿tal vez tú quieres salir del ejército de mi Divina Voluntad? Mira qué ejército ordenado, formidable y numeroso, que disponiéndose en orden de batalla en tu alma no te será fácil salir; pero, ¿sabes tú quién es este ejército?  Todos los conocimientos sobre mi Divina Voluntad, porque Ella habiéndose formado su palacio real en ti, no podía estar, ni era decoroso estar sin su ejército.  Este ejército lo hemos sacado de nuestro seno divino para cortejar, defender, y están todos atentos para hacer conocer a todos quién es nuestro Fiat, su Rey divino, cómo quiere descender con todo su ejército celestial en medio a los pueblos para combatir al querer humano, pero no con las armas que matan, porque en el Cielo no hay estas armas asesinas, sino con las armas de luz que combaten para formar la Vida de mi Querer en las criaturas.  Ahora, tú debes saber que las armas de este ejército son los actos hechos en mi Divina Voluntad; ¡mira cómo es bello!  El palacio real es la luz de mi Fiat, el Rey que domina es mi Querer, el Ministro la Trinidad Santísima, el ejército sus conocimientos, las armas tus actos hechos en Él.  Porque conforme tú tenías el bien de conocer un conocimiento suyo y obrabas en virtud de él, en mi Fiat formabas las armas en las manos de cada conocimiento, para dar la vida de este conocimiento a las otras criaturas.  Pero no es todo aún, cada conocimiento posee un arma diversa la una de la otra, así que cada conocimiento que te he dado sobre mi Divina Voluntad posee un arma especial y distinta:  Quién posee el arma de la luz para iluminar, calentar y fecundar el germen de mi Fiat; quién posee el arma de la potencia vencedora que domina e impera; quién el arma de la belleza que rapta y conquista; quién el arma de la sabiduría que ordena y dispone; quién el arma del amor que quema, transforma y consume; quién el arma de la fuerza que arroja por tierra, hace morir y hace resurgir en mi Querer Divino; en suma, cada conocimiento mío es un soldado divino que manifestándose a tu alma se ha hecho poner en sus manos, por ti, el arma de cada oficio que poseen.  Mira qué orden tienen, como son atentos a su oficio y a manejar el arma que cada uno posee para disponer y formar el pueblo del reino de mi Fiat Divino.  Este ejército y estas armas poseen la virtud prodigiosa de lo infinito, de modo que se difunden por dondequiera, y donde hay una luz, aun pequeña, en las criaturas, combaten con armas de luz contra las tinieblas del querer humano para eclipsarlo y darle la Vida de mi Fiat, y donde hay un germen de potencia o de fuerza, corre el soldadito divino con su arma de la potencia y de la fuerza para combatir la potencia y fuerza humana, y hacer resurgir la potencia y la fuerza de mi Divina Voluntad.  Este ejército tiene el arma opuesta a todos los actos humanos para combatirlos, para hacer resurgir sobre el acto humano el acto de mi Querer Divino.  Por eso hija mía, es necesario que tu permanezcas en mi Divina Voluntad para formar armas suficientes, con tus actos hechos en Ella, al gran ejército de sus conocimientos.  Si tú supieras cómo este ejército espera con ansia las armas de tus actos en sus manos para mover batalla y destruir el pobre reino del querer humano, y edificar nuestro Reino de luz, de santidad y de felicidad; mucho más que Yo estoy en ti, en la gran morada de mi Divina Voluntad, en medio a mi ejército, con el continuo consejo del Ministro de las Divinas Personas, como reproductor de nuestras obras, porque Nosotros somos el Ser obrante, y donde estamos queremos obrar siempre, sin cesar jamás.  Por eso es de necesidad que tú estés siempre en nuestro Fiat para unirte a Nosotros en nuestro continuo obrar, y darnos el campo de siempre obrar en ti, porque es propiamente ésta la señal del obrar divino:  

Obrar siempre, siempre, sin cesar jamás”.

Después de esto ha hecho silencio, y poco después con un énfasis más tierno ha agregado:

“Hija mía, si tú supieras que ímpetu de amor siento porque quiero establecer el reino de mi Divina Voluntad sobre la tierra, para realizar el único fin por el cual fue creado el hombre; todo lo que ha sido hecho por las Divinas Personas, desde que fue creado el mundo y lo que haremos, nuestro principio será siempre aquél, no lo dejaremos jamás, que el hombre regrese a su herencia del reino de nuestro Fiat que nos rechazó.  

Tanto, que en mi misma encarnación, cuando descendí del Cielo a la tierra, 

la primera finalidad fue el reino de mi Divina Voluntad, los primeros pasos los di en el reino de Ella, esto es, en mi Madre Inmaculada que lo poseía, mi primera morada fue en su seno purísimo, en el cual mi Fiat tenía su dominio absoluto y su reino íntegro y bello, y en este reino de mi Querer que poseía mi Mamá Celestial, comencé y formé mi Vida acá abajo, de penas, de lágrimas y de expiaciones.  Yo lo sabía, sabía que debía ser el Jesús abandonado, no amado ni buscado, pero quise venir porque veía a través de los siglos que mi venida a la tierra debía servir para formar el reino de mi Querer Divino, 

y por necesidad debía primero redimirlos para obtener mi primera finalidad.  

Y Yo desde entonces descendía del Cielo para venir a buscar, encontrar y estrechar a mi seno a los hijos de mi reino, que me habrían buscado, amado, reconocido, hasta llegar a no poder estar sin Mí, y por eso en lo que Yo hacía y sufría, Yo ponía un sello y decía:  

‘Aquí esperaré a los hijos de mi Querer, los abrazaré, nos amaremos con un solo amor, con una sola Voluntad’; 

y por amor de ellos, las lágrimas, los pasos, las obras, se me cambian en refrigerio, en alegría para mi corazón ahogado de amor.  Hija mía, ¿no sientes tú misma que no puedes estar sin Mí?  Y cuando lean en el mundo estos escritos, quedarán maravillados al oír la larga cadena de mis gracias, mis cotidianas visitas, y por tan largo tiempo, lo que no he hecho a ningún otro, mis largas conversaciones que he tenido contigo, las tantas enseñanzas que te he dado, y todo lo que debía servir al reino de mi Divina Voluntad.  

Sentía la irresistible necesidad de reemprender y rehacer contigo todas las conversaciones, de comunicarte las gracias, las enseñanzas que habría dado a Adán inocente si no hubiera rechazado la preciosa herencia de mi Fiat; 

él rompió mi hablar y me redujo al silencio, y después de seis mil años de silencio sentía la extrema necesidad de reemprender mi hablar con la criatura.  ¡Oh! cómo era doloroso contener tantos secretos en mi corazón, que debía confiarle, y que sólo para ella eran reservados estos secretos, no para otros, y si supieras cuánto me ha costado el callar por tan largo tiempo, mi corazón estaba sofocado y delirante repetía sumisamente:  Ay de Mí, 

creé al hombre para tener con quién hablar, pero debía poseer mi Divina Voluntad para entenderme, 

y como me la rechazó me ha vuelto el Dios taciturno, ¡qué dolor siento!  ¡Qué amor sofocado que me hacía desfallecer, y deliraba!  Por eso no pudiendo soportarlo más, lo he querido romper contigo, he roto mi largo silencio, y por eso la necesidad del ímpetu de mi hablar tan prolongado, frecuente y repetido.  

Y mientras me desahogo contigo en el decir, siento como si ahora estuviese dando principio a la Creación, y por eso 

en estos escritos te estoy haciendo escribir el verdadero por qué de la Creación, qué cosa es mi Voluntad, su valor infinito, cómo se debe vivir en Ella, su Reino y cómo quiere reinar para volver a todos santos y felices.  

Todos quedarán sorprendidos al leer estos escritos y sentirán la necesidad de que mi Fiat viva en medio a ellos.  La Divinidad siente una irresistible necesidad de completar la obra de la Creación, y ésta será completada con el reinar nuestra Divina Voluntad en medio a las criaturas.  

¿Qué haría una criatura si después de que ha hecho una obra con sacrificios inauditos y por largo tiempo, obra que le cuesta la vida, obra de valor incalculable, y sólo porque le faltase un punto, una pincelada, un color, no puede completar la obra que le cuesta tanto?  Y por cuan bella su obra, por cuan preciosa y de valor incalculable, que formaría su fortuna, su gloria y su felicidad completa, no puede presentarla al público, ni puede decir que es una obra completa porque falta un punto.  Para esta persona la vida se cambiaría en dolor y sentiría el peso de su obra, bella, sí, pero no completa, y por eso se siente infeliz y en vez de gloria se siente humillada, y ¿qué sacrificios no haría?  Pondría la vida para poner aquel punto para dejar completa su obra.  

Así nos encontramos Nosotros, nada falta a nuestra obra de la Creación:  

cielos, soles, obras y magnificencia de toda especie, pero falta un punto, un punto que me desfigura una obra tan bella, pero este punto es el más importante, es la pincelada más bella, es el color más vivo que falta a la Creación, todos y todo viven en mi Fiat, pero un punto de ella, esto es, la familia humana, está fuera de Él, fuera de mi reino y vive infeliz.  ¡Qué dolor!  Hay lugar para todos en mi Querer, 

no obstante hay quien vive fuera.  ¡Oh! cómo nos la desfigura y la vuelve incompleta.  Y, 

¿qué cosa no haremos para verla completa?  

Cualquier sacrificio hija mía, todo estamos dispuestos a hacer; ya he puesto mi Vida en la Redención para poner este punto a la obra creadora.  

Y cuando conozcan qué significa Voluntad de Dios, el gran bien que puede hacer, y cómo a Nosotros la cosa que más nos importa es poner a salvo los derechos de nuestro Fiat Divino, y hacerlo reinar para ver a todos felices en nuestra Voluntad, con nuestra misma felicidad, no más se maravillarán de leer en estos escritos, lo que te he dicho y hecho de grande en tu alma, más bien dirán:  

‘A una Voluntad tan santa que todo ha hecho, era justo que se necesitara este desahogo de gracias y tantas enseñanzas sublimes para hacérsela comprender, amar y suspirar en quien debía hacer el primer depósito de su Reino’  Por eso sé atenta, porque se trata de dar los derechos a una Voluntad Divina, para dejar completa la obra de la Creación”.

Fiat Divina Voluntad

Sagrada Escritura

Don del Consejo


Ecl 37, 15

Dota al alma de Prudencia Sobrenatural, permitiéndole juzgar con prontitud y acertadamente, con Verdad lo que se debe hacer, especialmente en circunstancias difíciles.  El Don del Consejo aplica los principios dados por el Conocimiento y el Entendimiento en nuestras obligaciones diarias. El Don de Consejo incluye el Sentido Común Sobrenatural, un Tesoro que no tiene precio en el camino de la Salvación.  "Y por encima de todo esto, suplica al Altísimo para que enderece tu camino en la verdad"

🕊️

Catecismo

Don del Consejo


1974 Los consejos evangélicos manifiestan la plenitud viva de una caridad que nunca se ve contenta por no poder darse más. Atestiguan su fuerza y estimulan nuestra prontitud espiritual. La perfección de la Ley nueva consiste esencialmente en los preceptos del amor de Dios y del prójimo. Los consejos indican vías más directas, medios más apropiados, y han de practicarse según la vocación de cada uno:

«Dios no quiere que cada uno observe todos los consejos, sino solamente los que son convenientes según la diversidad de las personas, los tiempos, las ocasiones, y las fuerzas, como la caridad lo requiera. Porque es ésta la que, como reina de todas las virtudes, de todos los mandamientos, de todos los consejos, y en suma de todas las leyes y de todas las acciones cristianas, da a todos y a todas rango, orden, tiempo y valor» (San Francisco de Sales, Traité de l'amour de Dieu, 8, 6).

873 Las mismas diferencias que el Señor quiso poner entre los miembros de su Cuerpo sirven a su unidad y a su misión. Porque "hay en la Iglesia diversidad de ministerios, pero unidad de misión. A los Apóstoles y sus sucesores les confirió Cristo la función de enseñar, santificar y gobernar en su propio nombre y autoridad. Pero también los laicos, partícipes de la función sacerdotal, profética y real de Cristo, cumplen en la Iglesia y en el mundo la parte que les corresponde en la misión de todo el Pueblo de Dios" (AA 2). 

En fin, "en esos dos grupos [jerarquía y laicos], hay fieles que por la profesión de los consejos evangélicos... se consagran a Dios y contribuyen a la misión salvífica de la Iglesia según la manera peculiar que les es propia" (? CIC can. 207, 2). 

926 La vida religiosa nace del misterio de la Iglesia. Es un don que la Iglesia recibe de su Señor y que ofrece como un estado de vida estable al fiel llamado por Dios a la profesión de los consejos. Así la Iglesia puede a la vez manifestar a Cristo y reconocerse como Esposa del Salvador. La vida religiosa está invitada a significar, bajo estas diversas formas, la caridad.

1299 En el rito romano, el obispo extiende las manos sobre todos los confirmandos, gesto que, desde el tiempo de los apóstoles, es el signo del don del Espíritu. Y el obispo invoca así la efusión del Espíritu:

Dios Todopoderoso, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que regeneraste, por el agua y el Espíritu Santo, a estos siervos tuyos y los libraste del pecado: escucha nuestra oración y envía sobre ellos el Espíritu Santo Paráclito; llénalos de espíritu de sabiduría y de inteligencia, de espíritu de consejo y de fortaleza, de espíritu de ciencia y de piedad; y cólmalos del espíritu de tu santo temor. Por Jesucristo nuestro Señor.

1785 En la formación de la conciencia, la Palabra de Dios es la luz de nuestro caminar; es preciso que la asimilemos en la fe y la oración, y la pongamos en práctica. Es necesario también examinar nuestra conciencia en relación con la Cruz del Señor. Estamos asistidos por los dones del Espíritu Santo, ayudados por el testimonio o los consejos de otros y guiados por la enseñanza autorizada de la Iglesia (Cf. DH 14).

1788 Para esto, el hombre se esfuerza por interpretar los datos de la experiencia y los signos de los tiempos gracias a la virtud de la prudencia, los consejos de las personas entendidas y la ayuda del Espíritu Santo y de sus dones.

2053 A esta primera respuesta se añade una segunda: “Si quieres ser perfecto, vete, vende lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos; luego ven, y sígueme” (Mt 19, 21). Esta respuesta no anula la primera. El seguimiento de Jesucristo implica cumplir los mandamientos. La Ley no es abolida (Cf. Mt 5, 17), sino que el hombre es invitado a encontrarla en la Persona de su Maestro, que es quien le da la plenitud perfecta. En los tres evangelios sinópticos la llamada de Jesús, dirigida al joven rico, de seguirle en la obediencia del discípulo, y en la observancia de los preceptos, es relacionada con el llamamiento a la pobreza y a la castidad (Cf. Mt 19, 6-12. 21. 23-29). Los consejos evangélicos son inseparables de los mandamientos.

2217 Mientras vive en el domicilio de sus padres, el hijo debe obedecer a todo lo que éstos dispongan para su bien o el de la familia. “Hijos, obedeced en todo a vuestros padres, porque esto es grato a Dios en el Señor” (Col 3, 20; Cf. Ef 6, 1). Los niños deben obedecer también las prescripciones razonables de sus educadores y de todos aquellos a quienes sus padres los han confiado. Pero si el niño está persuadido en conciencia de que es moralmente malo obedecer esa orden, no debe seguirla. 

Cuando se hacen mayores, los hijos deben seguir respetando a sus padres. Deben prevenir sus deseos, solicitar dócilmente sus consejos y aceptar sus amonestaciones justificadas. La obediencia a los padres cesa con la emancipación de los hijos, pero no el respeto que les es debido, el cual permanece para siempre. Este, en efecto, tiene su raíz en el temor de Dios, uno de los dones del Espíritu Santo

2230 Cuando llegan a la edad correspondiente, los hijos tienen el deber y el derecho de elegir su profesión y su estado de vida. Estas nuevas responsabilidades deberán asumirlas en una relación de confianza con sus padres, cuyo parecer y consejo pedirán y recibirán dócilmente. Los padres deben cuidar de no presionar a sus hijos ni en la elección de una profesión ni en la de su futuro cónyuge. Esta indispensable prudencia no impide, sino al contrario, ayudar a los hijos con consejos juiciosos, particularmente cuando éstos se proponen fundar un hogar.

2690 El Espíritu Santo da a ciertos fieles dones de sabiduría, de fe y de discernimiento dirigidos a este bien común que es la oración (dirección espiritual). Aquellos y aquellas que han sido dotados de tales dones son verdaderos servidores de la Tradición viva de la oración:

Por eso, el alma que quiere avanzar en la perfección, según el consejo de San Juan de la Cruz, debe "considerar bien entre qué manos se pone porque tal sea el maestro, tal será el discípulo; tal sea el padre, tal será el hijo". Y añade: "No sólo el director debe ser sabio y prudente sino también experimentado... Si el guía espiritual no tiene experiencia de la vida espiritual, es incapaz de conducir por ella a las almas que Dios en todo caso llama, e incluso no las comprenderá" (Llama estrofa 3).