Dios Padre Mío!

Padre Te Amo. Consagrada a Ti, quiero Glorificarte con mi vida, viviendo mis actos según Tu Voluntad; y en Jesús te doy mi te Amo, te Adoro, te Alabo, te Bendigo, te Glorifico, te doy Gracias a nombre de todos y por todos, por hacernos partícipes del Don de tu Voluntad.

Dios Padre

de Toda la humanidad



¿Sabéis qué quiere de ustedes este Padre Celestial? 

Giro 💫 del alma:  Jesús a los 3 años de edad 

De los escritos de la S. D. Luisa Piccarreta  vol. 35-28 (1-2)  enero 10, 1938

La primera predicación que hizo el pequeño rey Jesús a los niños de Egipto



Así, he llegado al momento en el cual el celestial Niño se encontraba en Egipto, en el momento cuando daba sus primeros pasos, y yo besaba sus pasos, ponía mi ‘te amo’ en cada paso que daba y le pedía los primeros pasos de su Voluntad para todas las generaciones humanas. Buscaba seguirlo en todo, si oraba, si lloraba, le pedía que su Voluntad animase todas las plegarias de las criaturas, y que sus lágrimas regenerasen la Vida de su Fiat en la familia humana. Entonces, mientras estaba atenta a seguirlo en todo, el pequeño Rey niño visitando mi pobre alma me ha dicho:

“Hija de mi Querer, cómo estoy contento cuando la criatura no me deja solo, pues me la siento por delante, por detrás, en todos mis actos. Ahora, tú debes saber que mi exilio en Egipto no estuvo exento de conquistas, cuando llegué a la edad de cerca de tres años, desde nuestra pequeña casita oía a los niños que jugaban, gritaban en medio de la calle, y Yo, pequeño como era salía en medio de ellos… a estos pequeños Yo les di mi primera predicación, adaptándome a su pequeña capacidad, mucho más que poseyendo la inocencia me podían entender más fácilmente. 

Ahora, ¿quieres oír cuál fue mi predicación? Yo les decía: 

‘Niñitos míos, escúchenme, Yo os amo mucho, y quiero haceros conocer vuestro origen. Miren el cielo, allá arriba tienen un Padre Celestial que os ama mucho, pero os ama tanto que no se contentó con haceros de Padre desde el Cielo, de miraros, de crearos un sol, un mar, una tierra florida para volveros felices, sino que amándoos con un amor exuberante quiso descender en vuestros corazones, formar su morada real en el fondo de vuestra alma, haciéndose dulce prisionero de cada uno de ustedes, ¿pero para hacer qué? Para dar vida a vuestro latido, respiro y movimiento; así que caminan ustedes, y Él camina en vuestros pasos, se mueve en vuestras manitas, habla en vuestra voz; y mientras camináis, os movéis, etc., como os ama mucho, ahora os besa, os estrecha, os abraza y os lleva como en triunfo, porque sois sus amados hijos. Cuántos besos y abrazos escondidos no os da este nuestro Padre Celestial, y ustedes por estar desatentos no habéis hecho que vuestro beso encuentre al suyo, vuestros abrazos a su paterno abrazo, y Él ha quedado con el dolor de que sus hijos no lo han ni besado ni abrazado. Ahora, niñitos míos amados, ¿sabéis qué quiere de ustedes este Padre Celestial? Quiere ser reconocido en ustedes, que tiene su sede en el centro de vuestra alma, y como Él ha dado todo, no hay cosa que Él no os dé, quiere vuestro amor en todo lo que hacéis. Ámenlo, que el amor no se aparte jamás de vuestros corazoncitos, de vuestros labios, de vuestras obras, de todo, y esto será el alimento delicioso que daréis a su Paternidad. Él os ama mucho y quiere ser amado. Ninguno puede llegar a amaros como Él os ama, tan es verdad, que tenéis también un padre terreno, pero cómo es diferente del amor del Padre Celestial, él no os sigue siempre, no vigila vuestros pasos, no duerme junto con ustedes, no late en vuestro corazón, y si os caéis ni siquiera lo sabe; en cambio el Padre Celestial no os deja jamás, si estáis por caer os da la mano para no dejaros caer, si dormís os vigila, y también si jugáis o hacéis impertinencias está con ustedes y conoce todo lo que hacéis. Por eso ámenlo mucho, mucho’. Y encendiéndome de más en amor les decía: ‘Denme su palabra de que lo amaréis siempre, siempre, digan junto Conmigo: Os amamos, Padre nuestro que estás en los Cielos, os amamos Padre nuestro que resides en nuestros corazones”. 


Fiat Divina Voluntad