En las estancias de

los Moribundos, 

Agonizantes 

y mientras Expiran

Hora 7De las 11 a las 12 de la nocheLa Tercera Hora de Agonía en el Huerto de Getsemaní

 

"... Sigamos nuestro recorrido y entremos en las estancias de los moribundos. ¡Oh Madre mía, qué terror! ¡Cuántas almas a punto de caer en el infierno! 

¡Cuántas, después de una vida de pecado, quieren darle el último dolor a ese Corazón tan repetidamente traspasado, coronando su último respiro con un acto de desesperación! 

Cantidad de demonios se encuentran a su alrededor poniendo en su corazón terror y espanto de los divinos juicios, para dar el último asalto y llevárselas al infierno; quisieran envolverlas ya en las llamas del infierno para ya no darle espacio a la esperanza. 

Otros, atados por vínculos terrenos, no quieren resignarse a dar el último paso. 

Ah, Madre mía, son los últimos momentos, tienen tanta necesidad de ayuda. ¿No ves cómo tiemblan, cómo se debaten entre la atrocidad de la agonía, cómo piden ayuda y piedad? Ya la tierra ha desaparecido para ellos. Madre Santa, pon tu mano materna sobre sus frentes heladas, acoge tú sus últimos suspiros. 

Démosle a cada moribundo la sangre de Jesús, para que haciendo huir a todos los demonios, los disponga a recibir los últimos sacramentos y los prepare a una buena y santa muerte. 

Démosles el consuelo de la agonía de Jesús, de sus besos, sus lágrimas y sus llagas; rompamos las cadenas que los tienen atados; hagamos que todos se sientan perdonados y con una confianza tan grande en el corazón que lleguen a arrojarse a los brazos de Jesús; y él, cuando los juzgue, los hallará cubiertos de su sangre y abandonados en sus brazos, por lo que perdonará a todos... 


Pero parece que Jesús todavía no está contento, pues quiere todavía más almas. En estas regiones siente que se le arrancan de sus brazos las almas de los moribundos que van a precipitarse al infierno.  Estas almas están a punto de expirar y de caer en el abismo; no hay nadie a su lado para salvarlas. ¡El tiempo falta, son los últimos momentos, se perderán sin duda! 

¡No! Madre mía, que la sangre de Jesús no sea derramada inútilmente por ellas; volemos inmediatamente hacia ellas, derramemos sobre sus cabezas esta sangre para que les sirva de Bautismo e infunda en ellas la fe, la esperanza y la caridad. Ponte a su lado, oh Madre, haz tú por ellas todo lo que les falta; más aún, deja que te vean: en tu rostro resplandece la belleza de Jesús, tus modos son totalmente semejantes a los suyos, así que al verte podrán conocer con toda certeza a Jesús. Después, abrázalas a tu Corazón materno, infunde en ellas la vida de Jesús que tú posees; diles que siendo su Madre las quieres felices para siempre junto a ti en el cielo; mientras expiran, recíbelas en tus brazos, para que de ahí pasen a los brazos de Jesús. Y si Jesús, conforme a los derechos de su justicia, se mostrara reacio a recibirlas, recuérdale el amor con que te las confió bajo la cruz y reclama tus derechos de Madre; de manera que viendo tu amor y tus súplicas no podrá poner resistencia, y mientras complacerá tu Corazón, al mismo tiempo sus ardientes deseos quedarán satisfechos...


¡El quiere almas, almas! 

¡Dulce Bien mío!, aquí están todos junto conmigo. A tu lado está tu querida Madre, descansa en sus brazos, también ella se sentirá consolada estrechándote a su regazo materno, porque bastante ha participado de tu agonía... También está aquí la Magdalena, está Marta y están todas las almas de todos los siglos que te aman. ¡Oh Jesús!, acéptalas, dales a todas tu perdón y háblales de tu amor; átalas a todas a tu amor, para que nunca más vuelva a huir de ti alma alguna. Pero parece que me dices: « ¡Ah hijo mío, cuántas almas huyen de mí a la fuerza y se precipitan en el fuego eterno! ¿Cómo podrá pues calmarse mi dolor si amo tanto a un alma cuanto amo a todas juntas? »

"Rompamos las cadenas que los tienen atados"


"Ah, Madre mía, son los últimos momentos, tienen tanta necesidad de ayuda. ¿No ves cómo tiemblan, cómo se debaten entre la atrocidad de la agonía, cómo piden ayuda y piedad? Ya la tierra ha desaparecido para ellos. Madre Santa, pon tu mano materna sobre sus frentes heladas, acoge tú sus últimos suspiros. 

Démosle a cada moribundo la sangre de Jesús, para que haciendo huir a todos los demonios, los disponga a recibir los últimos sacramentos y los prepare a una buena y santa muerte. 

Démosles el consuelo de la agonía de Jesús, de sus besos, sus lágrimas y sus llagas; rompamos las cadenas que los tienen atados; hagamos que todos se sientan perdonados y con una confianza tan grande en el corazón que lleguen a arrojarse a los brazos de Jesús; y él, cuando los juzgue, los hallará cubiertos de su sangre y abandonados en sus brazos, por lo que perdonará a todos". 

Hora 7 de la Pasión de Jesús

Ofrezcamos a diario


AUDIO: Un Bello Sufragio  por


las Benditas almas del Purgatorio