Dios Padre Mío!

Padre Te Amo. Consagrada a Ti, quiero Glorificarte con mi vida, viviendo mis actos según Tu Voluntad; y en Jesús te doy mi te Amo, te Adoro, te Alabo, te Bendigo, te Glorifico, te doy Gracias a nombre de todos y por todos, por hacernos partícipes del Don de tu Voluntad.

"El Padre ama al Hijo y todo lo ha puesto en su mano. El que cree en el Hijo posee la vida eterna" Juan 3: 35-36

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De los escritos de la S. D. Luisa Piccarreta Vol.  33-49  Octubre 13, 1935 

Es tanto el amor de Jesús, que siente la necesidad de desahogarse con la criatura

Él está entre su Padre Celestial y las criaturas,


y queda golpeado por amor de ellas



(1) Me sentía según la costumbre toda abandonada en los brazos de mi dulce Jesús, el cual sentía la necesidad de desahogar su amor ardiente; hablar de su amor es un desahogo, hacer comprender en cuáles penas, apuros, impedimentos lo pone su amor, es para Él el más grande consuelo.  Y ¡oh! cómo es desgarrador oírlo con voz sofocada en el llanto, anhelante, a media voz:  

“Ámenme, ámenme, no quiero otra cosa que amor, el no ser amado es el más grande de mis dolores, ¿y por qué no soy amado?  Porque no se hace mi Voluntad.  Ella es portadora de mi amor y me hace amar por la criatura con amor divino, y Yo sintiendo mi amor me siento liberado de la intensidad de mis llamas, y siento el dulce descanso, el reposo, el alivio en mi mismo amor que me da la criatura”.  

Ahora, mientras esto pensaba, mi Sumo Bien Jesús, visitando mi pequeña alma se hacía ver envuelto en sus llamas y me ha dicho:

(2) “Hija mía, si tú supieras en qué estrecheces me pone mi amor.  Escúchame, mi Padre Celestial era mío, lo amaba con tal intensidad de amor, que me consideraría feliz de poner la Vida para que ninguno me lo pudiera ofender, era una sola cosa con Él, mi misma Vida, y no amarlo, no lo podía, ni lo quería, nuestra virtud divina formaba un solo amor con mi Padre Celestial, por eso inseparable.  

Las criaturas por parte de mi Humanidad eran mías, incorporadas en Mí, podría decir que formaban mi misma Humanidad, ¿cómo hacer para no amarlas?  Sería como no amar la propia vida, y ¡oh! en qué condiciones, intrigas, impedimentos me ponía mi amor; escucha: 

Amaba a mi Padre, verlo ofendido era el más grande de mis martirios; amaba a las criaturas, eran mías, me las sentía en Mí, y éstas no había ofensa que no hicieran, ingratitudes que no cometieran.  

Mi amado Padre Celestial justamente quería golpearlas, deshacerse de ellas, y Yo en medio de uno y otro, quedaba golpeado por Aquél que tanto amaba, y quedaba a sufrir las penas de aquellos, dolerme por ellos, y mientras junto con el Padre quedaba ofendido también Yo, las amaba hasta la locura, y ponía la Vida para salvar a cada criatura, no podía ni quería sustraerme de mi Padre Celestial, porque era mío y lo amaba, más bien era mi deber, como su verdadero Hijo, darle toda la gloria, el amor, la satisfacción que le debían todas las criaturas, y si bien golpeado por penas indescriptibles, Yo mismo quería hacerme golpear, porque lo amaba y amaba a aquellos por los cuales era golpeado.  

¡Ah! sólo mi amor, por ser divino, sabe formar tales invenciones amorosas, tales estratagemas que llegan a lo increíble, y forma el heroísmo del verdadero amor, tanto que se termina con quedar quemado, consumido sobre la hoguera del amor, por quien amaba y los tenía como seres incorporados en Sí, que forman su propia Vida. 

!Ay¡ en qué estrecheces me pone mi amor, me llena tanto, que siento la necesidad de un desahogo de hacer salir de Mí obras, penas, luz, gracias sorprendentes para dar desahogo a mi amor, y es tal y tanto, que estoy siempre dentro y fuera de ella para servirla, y ahora la sirvo en la luz del sol para poder continuar este desahogo de amor, ahora la sirvo en el aire para hacerla respirar, ahora la sirvo en el agua para apagarle la sed, ahora en las plantas para alimentarla, ahora en el viento para acariciarla, en el fuego para calentarla, no hay cosa hecha por Mí, tanto en la Creación como en la Redención, en la cual mi amor no pudiéndose contener dentro de Sí, no saliera fuera para dar desahogo de amor hacia las criaturas.  

Ahora, quién puede decirte cuánto sufro al no verme amado, cómo mi amor queda torturado por la ingratitud humana.  Yo llego hasta hacer mías sus culpas para dolerme como si fueran mías, hasta hacer la penitencia debida a ella, tomo sobre mis espaldas todos sus males para corresponderlos en bien, la hago mía, toda mía, hasta darle el puesto en mi Humanidad como un miembro para Mí más querido, voy inventando siempre nuevos encuentros de amor para hacerle sentir cómo la amo, y no viéndome amado, qué pena, qué dolor.  Por eso hija mía, ¡ámame, ámame!  Cuando me siento amado mi amor encuentra su reposo, y sus torturas amorosas son cambiadas en dulces alivios”.

Palabras de Jesús:

"Escúchame, mi Padre Celestial era mío, lo amaba con tal intensidad de amor, que me consideraría feliz de poner la Vida para que ninguno me lo pudiera ofender, era una sola cosa con Él, mi misma Vida, y no amarlo, no lo podía, ni lo quería, nuestra virtud divina formaba un solo amor con mi Padre Celestial, por eso inseparable"    

Libro de Cielo Vol. 33-49