"Nada hay en ella desfigurado, desnoblecido, sino que como reina que aspira a las nupcias del Rey celestial, conserva su nobleza hasta que esta noble flor es transplantada en los jardines celestiales"

Libro de Cielo, vol. 3-18


De los escritos de la S. D. Luisa PiccarretaVol. 3-18 Diciembre 21, 1899

Luisa habla de la virginidad y de la pureza



Después de un largo silencio, esta mañana mi amable Jesús, interrumpiéndolo, me ha dicho:


“Yo soy el receptáculo de las almas puras”.



Y en estas sus palabras tuve una luz intelectual que me hacía comprender muchas cosas sobre la pureza, pero poco o nada sé poner en palabras de lo que oigo en el intelecto. Pero la honorabilísima señora obediencia quiere que escriba alguna cosa, aun desatinando, y para contentarla diré mis desatinos sobre la pureza.


Me parecía que la pureza fuese la gema más noble que el alma pueda poseer.

El alma que posee la pureza está investida de cándida luz, de modo que Dios bendito, mirándola encuentra su misma Imagen, se siente atraído a amarla, tanto que llega a enamorarse de ella, y es tomado por tanto amor que le da por ciudad su purísimo corazón, porque sólo lo que es puro y limpísimo entra en Dios, nada entra manchado en aquel seno purísimo.


El alma que posee la pureza conserva en sí su primer esplendor que Dios le dio al crearla, nada hay en ella desfigurado, desnoblecido, sino que como reina que aspira a las nupcias del Rey celestial, conserva su nobleza hasta que esta noble flor es transplantada en los jardines celestiales.


¡Oh, cómo esta flor virginal está perfumada con aroma especial! Se eleva siempre sobre todas las demás flores, y aun sobre los mismos ángeles. ¡Cómo resalta con variadas bellezas! Así que todos son tomados por estima y amor, y libremente todos le dan el paso hasta hacerla llegar al Esposo Divino, de modo que el primer puesto en torno a Nuestro Señor es de estas nobles flores.


Entonces Nuestro Señor se deleita grandemente en pasear en medio a estos lirios que perfuman la tierra y el Cielo, y mucho más se complace en estar circundado por estos lirios, porque siendo Él el primer noble lirio y el modelo, es el ejemplar de todos los demás.


¡Oh, cómo es bello ver un alma virgen!

Su corazón no emite otro aliento que de pureza y de candor,

ni siquiera tiene la sombra de otro amor que no sea Dios,

también su cuerpo exhala olor de pureza;

todo es puro en ella: Pura en los pasos, pura en el obrar, en el hablar, en el mirar, también en el moverse, así que al solo verla se siente la fragancia y se descubre un alma virgen de verdad.


¡Qué carismas, qué gracias, qué recíproco amor, qué estratagemas amorosas entre esta alma y el Esposo Jesús! Sólo quien las siente puede decir alguna cosa, porque ni siquiera se puede narrar todo, y yo no me siento en deber de hablar sobre esto, por eso hago silencio y paso adelante.


Fiat Divina Voluntad