"Si mi Resurrección simboliza a los santos del vivir en mi Querer, es con razón, porque 

cada acto, palabra, paso, etc., hecho en mi Querer es una resurrección divina que el alma recibe, 

es la marca de gloria que recibe, 

es un salir de sí para entrar en la Divinidad y esconderse en el refulgente sol de mi Querer, y ahí ama, obra, piensa; 

¿qué maravilla entonces si el alma queda toda resucitada y fundida en el mismo sol de mi gloria y simboliza mi Humanidad resucitada?" 

De los escritos de la S. D. Luisa PiccarretaVol. 12-98  Abril 15, 1919

 

Las cosas mayores son hechas después de las menores, y son cumplimiento y corona de éstas.  

La Humanidad resucitada de Jesús, símbolo de quien vivirá en el Querer Divino

 

Estaba fundiéndome en el Santo Querer de mi siempre amable Jesús, y junto con Él mi inteligencia se perdía en la obra de la Creación, adorando y agradeciendo por todo y por todos a la Majestad Suprema, y mi Jesús, todo afabilidad me ha dicho:

“Hija mía, al crear el cielo, primero creé las estrellas como astros menores, y después creé el sol, astro mayor, dotándolo de tal luz, de eclipsar a todas las estrellas, como escondiéndolas en sí, constituyéndolo rey de las estrellas y de toda la naturaleza.  Es mi costumbre hacer primero las cosas menores, como preparativo a las cosas mayores, y éstas como corona de las cosas menores.  El sol, mientras es mi relator, al mismo tiempo simboliza a las almas que formarán su santidad en mi Querer; los santos que han vivido al reflejo de mi Humanidad y como a la sombra de mi Voluntad, serán las estrellas; y aquellas, si bien han venido después, serán los soles.  Este orden lo tuve también en la Redención:  Mi nacimiento fue sin estrépito, más bien ignorado; mi infancia, sin esplendor de cosas grandes ante los hombres; mi Vida de Nazaret fue tan oculta, que viví como ignorado por todos, me adaptaba a hacer las cosas más pequeñas y comunes a la vida humana; en la vida pública hubo alguna cosa de grande, pero sin embargo, ¿quién conoció mi Divinidad? Ninguno, ni siquiera los apóstoles, pasaba en medio de las multitudes como otro hombre, tanto que todos podían acercárseme, hablarme y hasta despreciarme”.

Y yo, interrumpiendo el hablar de Jesús he dicho: “Jesús, amor mío, qué tiempos felices eran aquellos, más feliz aquella gente que podía, con sólo quererlo, acercarse a Ti, hablarte y estar Contigo”.

Y Jesús: “¡Ah! hija mía, la verdadera felicidad la lleva mi Voluntad, sólo Ella encierra todos los bienes en el alma, y haciéndose corona en torno al alma, la constituye reina de la verdadera felicidad; solamente ellas serán reinas de mi trono, porque son parto de mi Querer. Tan es verdad esto, que aquella gente no fue feliz, muchos me vieron, pero no me conocieron, 

porque mi Querer no residía en ellos como centro de vida, por tanto, a pesar de que me vieron permanecieron infelices, 

y sólo aquellos que tuvieron el bien de recibir en sus corazones el germen de mi Querer, se dispusieron a recibir el bien de verme resucitado. Ahora, 

el portento de mi Redención fue la Resurrección, 

–que más que refulgente sol coronó mi Humanidad, haciendo resplandecer aún mis más pequeños actos con un esplendor y maravilla tal, que hicieron quedar estupefactos a Cielo y tierra–, que será principio, fundamento y cumplimiento de todos los bienes, corona y gloria de todos los bienaventurados; 

mi Resurrección es el verdadero sol que glorifica dignamente a mi Humanidad, es el sol de la Religión Católica, es la verdadera gloria de cada cristiano; 

sin la Resurrección habría sido como el cielo sin sol, sin calor y sin vida. 

Ahora, mi Resurrección es símbolo de las almas que formarán la santidad en mi Querer; 

los santos de los siglos pasados son símbolos de mi Humanidad, que si bien resignados, no han tenido actitud continua en mi Querer, por tanto no han recibido la marca del sol de mi Resurrección, sino la marca de las obras de mi Humanidad antes de la Resurrección, por eso serán muchos, casi como estrellas me formarán un bello ornamento al cielo de mi Humanidad, pero 

los santos del vivir en mi Querer, que simbolizarán mi Humanidad resucitada, serán pocos; 

en efecto, mi Humanidad antes de morir, fue vista por muchas turbas y multitudes de gentes, pero mi Humanidad resucitada la vieron pocos, solamente los creyentes, los más dispuestos, y podría decir que sólo aquellos que contenían el germen de mi Querer, porque si no lo hubieran tenido, les habría faltado la vista necesaria para poder ver a mi Humanidad gloriosa y resucitada, y por tanto ser espectadores de mi subida al Cielo.

Ahora, si mi Resurrección simboliza a los santos del vivir en mi Querer, es con razón, porque cada acto, palabra, paso, etc., hecho en mi Querer es una resurrección divina que el alma recibe, es la marca de gloria que recibe, es un salir de sí para entrar en la Divinidad y esconderse en el refulgente sol de mi Querer, y ahí ama, obra, piensa; ¿qué maravilla entonces si el alma queda toda resucitada y fundida en el mismo sol de mi gloria y simboliza mi Humanidad resucitada? 

Pero pocos son los que se disponen a esto, porque las almas, en la misma santidad, quieren alguna cosa de bien propio; 

en cambio la santidad del vivir en mi Querer, nada, nada tiene de propio, sino todo de Dios, y para disponerse las almas a despojarse de los bienes propios, se necesita demasiado, por eso no serán muchos. 

Tú no eres del número de los muchos, sino de los pocos; por eso está siempre atenta a la llamada y a tu vuelo continuo”.

Fiat