“Cuando Jesús alzó la vista y vio una gran multitud que venía hacia él, le dijo a Felipe: ¿Dónde vamos a comprar pan para que coma esta gente?” (Jn: 6, 5)


"Espero con tanto amor la muchedumbre de

quienes deben vivir en nuestra heredad del Fiat Divino"




De los escritos de la S. D. Luisa Piccarreta Vol. 25-20 (1, 2) Enero 6, 1929

Multitud de gente que no ha llegado a debida estatura porque está fuera de la heredad del Fiat Divino


Continúo mi habitual estado en el Fiat Divino, y mientras seguía sus actos veía una multitud de gente, toda de baja estatura, mal nutridos, enfermizos, raquíticos y algunos llagados; en esta multitud no había ni frescura infantil, ni belleza de edad juvenil, ni dignidad de hombre maduro, parecía una revoltijo de gente sin régimen, sin alimentos suficientes, hambrientos, y que si comían no se saciaban jamás, ¡cuánta compasión despertaba esta gran muchedumbre, que parecía que fuese todo el mundo! Yo no sabía quiénes eran, ni el significado de su naturaleza por la que ninguno había alcanzado su debida estatura, y mi amado Jesús suspirando ha salido de dentro de mi interior y me ha dicho:

“Hija mía, qué infeliz muchedumbre, no son otra cosa que la turba que se salió de la heredad paterna, dada a ellos por su celestial Padre.

Pobres hijos sin herencia paterna, no tienen tierras donde estar al seguro, no tienen alimentos suficientes para nutrirse y están obligados a vivir de robos, rapiña, y de alimentos sin sustancia, y por eso les resulta muy difícil el crecer a debida estatura, porque sus miembros no tienen fuerza suficiente para desarrollarse, y por eso están raquíticos, enfermos, hambrientos, sin saciarse jamás, todo lo que toman no se adapta a su crecimiento porque no son alimentos adecuados y establecidos para ellos, ni de su herencia. Hija mía,

la herencia dada por mi Celestial Padre a esta muchedumbre era mi Divina Voluntad.

En Ella debían encontrar alimento para crecer a debida estatura, aire balsámico para volverlos sanos y fuertes, el cual debía pintar sobre sus rostros la frescura infantil, la belleza juvenil y la dignidad y gracia del hombre maduro, no había bien que esta herencia no poseyera, del cual el hombre debía ser el dueño, tener a su disposición todos los bienes que quisiera, en el alma y en el cuerpo.

Por eso, en cuanto el hombre salió de la heredad de mi Divina Voluntad,

no encontró más las cosas a su disposición, no fue más dueño, sino siervo y está obligado a vivir con penurias y privaciones,


¿así que cómo puede crecer a debida estatura? He aquí el por qué espero con tanto amor la muchedumbre de quienes deben vivir en nuestra heredad del Fiat Divino.

Nuestra Voluntad nos formará la bella turba de gente de justa estatura, bella y fresca, que será nutrida con alimentos sustanciosos que los volverán fuertes y desarrollados y formarán toda la gloria de nuestra obra creadora.

Nuestro dolor es grande al mirar a esta turba infeliz y deformada, y en nuestro dolor repetimos: ‘¡Ah, nuestra obra no salió de nuestras manos creadoras enferma, sin belleza y sin frescura, sino que era un amor el sólo mirarla, nos extasiaba, tan bella era!’ Pero mientras decimos esto, nuestro Amor se inflama, quiere salir fuera y quiere poner en camino a nuestro Querer Divino para hacerlo reinar en medio a las criaturas, para restablecer bella y graciosa nuestra obra, como salió de nuestras manos creadoras.”

Fiat